Entrevista al Dr. Norberto Fernández Lamarra: «La educación en general y las universidades en particular, tienen deudas importantes en relación con los requerimientos de nuestras sociedades»
En el marco de la publicación del libro “Universidad, Sociedad e Innovación: Una Perspectiva Internacional”, UNESCO-IESALC conversó con su compilador, el Dr. Norberto Fernández Lamarra, para conocer cómo América Latina y el Caribe ha avanzado en materia de innovación universitaria.
En esta entrevista, el Dr. Lamarra habla sobre el rol que jugó la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918 en la transformación de las universidades de la región, además de las políticas de innovación que deben ser adoptadas en nuestros países.
Asimismo, hace referencia al Espacio de Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior (ENLACES) como importante iniciativa de integración regional, a los cambios que deben adoptarse en los paradigmas de enseñanza-aprendizaje, y a los riesgos y beneficios que representa la internacionalización de la Educación Superior.
P: ¿Considera que las universidades latinoamericanas y caribeñas de hoy en día se adecuan a las necesidades de las sociedades actuales?
NFL: La educación en general y las universidades en particular tienen, lamentablemente, deudas importantes en relación con los requerimientos de nuestras sociedades. Ello ocurría en América Latina a principios del siglo pasado y, por eso, el Movimiento Reformista de 1918 de la Universidad Nacional de Córdoba –en el centro de la República Argentina- constituyó un importante aporte para la reforma universitaria en prácticamente toda América Latina. Todavía –a casi un siglo- muchos de los postulados reformistas de 1918 están parcialmente incumplidos: una universidad científica, participativa, al servicio de la sociedad. Sin embargo, Argentina, América Latina y el Caribe y el mundo han cambiado sustancialmente en estos casi 100 años. Por eso, siempre sostengo que el mejor homenaje que se le puede hacer a los estudiantes y los profesores universitarios de Córdoba y de toda América Latina que han sostenido fuertemente los principios de la reforma universitaria es diseñar- en el marco de un proceso amplio y democrático de debates- una nueva reforma universitaria para el siglo XXI, basándose en el espíritu democrático de la del 18 pero pensándola en el marco de los requerimientos actuales y futuros. Ojalá pueda ser una reforma que tenga el mismo sentido de futuro que la de 1918, de la que, a casi un siglo, la mayoría de sus postulaciones siguen siendo actuales y vigentes. Para mí, la reforma universitaria de Córdoba de 1918 –extendida ya en los años 20 a casi todos los países latinoamericanos- es la principal política innovadora en educación surgida en América Latina y el Caribe durante el siglo XX. Ojalá antes de cumplirse su centenario –ya muy próximo- podamos ofrecer a toda América Latina y el Caribe y al mundo una nueva y profunda reforma universitaria, con el mismo carácter democrático e innovador de la de 1918.
P: A su juicio, ¿cuáles deberían ser las bases para esas políticas innovadoras?
NFL: A mi juicio, es imprescindible que las políticas de Educación Superior se definan tanto para el corto como para el mediano y largo plazo: en lo inmediato para dar respuestas a problemas urgentes. Pero estas políticas deben enmarcarse en estrategias de largo plazo –a 10, 15 o 20 años- de manera de atender lo inmediato en el contexto de la universidad para el futuro. Un aspecto esencial para esto, es que la universidad debe contribuir efectivamente a mejorar la gobernabilidad y la calidad de las democracias vigentes en cada país, luego que la mayoría de ellos debieron soportar cruentas dictaduras militares y gobiernos no democráticos. En este marco, debería procurarse asimismo perfeccionar la gobernabilidad de las propias universidades, considerando que muchas padecen crisis, que van superando muy problemáticamente. Para esto, se hace necesario diseñar y ejecutar políticas –tanto para el conjunto del sistema como para cada institución-en un marco amplio y participativo que tienda a la búsqueda de consensos, o la discusión ordenada de disensos, entre todos los actores pertinentes intra y extra universitarios. Esto requiere articularse fuertemente con la sociedad y sus organizaciones representativas, tendiendo a establecer una nueva alianza sociedad–universidad, que posibilite asumir sus demandas y facilite su participación efectiva en el diseño y desarrollo de las políticas sectoriales e institucionales.
Las políticas universitarias deben articularse con las políticas y planes del conjunto de la educación –de manera de asegurar su integración- y con las del sistema científico-tecnológico, para responder con pertinencia a sus desafíos. La producción de conocimiento –tarea mancomunada de las universidades y de los centros de investigación, en su mayoría vinculados con estas instituciones- es un factor decisivo, cada vez en mayor medida, para el desarrollo equilibrado de los países y de la región en su conjunto, por lo que debería utilizarse para impulsar el desarrollo de la Educación Superior y de la sociedad en su conjunto.
También deben articularse con los sectores del trabajo y de la producción, de manera de contribuir a su mejoramiento tecnológico y a su mejor funcionamiento en el marco de los requerimientos globales, nacionales y regionales. Estas vinculaciones universidad–sociedad–sectores del trabajo y de la producción, requieren de una educación superior diseñada para su desarrollo a lo largo de toda la vida.
Desde una perspectiva imprescindible de equidad y justicia social, debe atenderse prioritariamente y de manera innovadora los requerimientos de los sectores sociales pobres, de manera de posibilitar su mejor inclusión en el sistema educativo y en la educación superior. En esa misma línea, debería tenderse a superar la fragmentación actual de la Educación Superior y su heterogeneidad en cuanto a la calidad, promoviendo procesos de convergencia e integración tanto a nivel nacional como en el conjunto de la región, en el marco de una alianza estratégica tendiente a construir una comunidad latinoamericana de naciones y un Espacio de Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior. Para ello, la creación de ENLACES – por parte del IESALC- es un antecedente muy valioso.
Las políticas sectoriales e institucionales deberían asumir una nueva concepción estratégica de reforma y cambio en la educación superior, en un marco de planeamiento, gestión y evaluación de carácter innovador, en lo institucional, en lo académico, en lo organizativo y en lo pedagógico, tendiendo a superar el modelo actual por otro de Educación Superior para Todos.
Para que estas propuestas sean posibles se hace necesario incrementar sustantivamente los recursos financieros tanto para la educación superior como para la investigación científico-tecnológica, mejorando los procesos de asignación y utilización de esos recursos en función de las prioridades que se establezcan.
En el marco de nuevas e innovadoras políticas de educación superior, las universidades y otras instituciones de este nivel de enseñanza deberían trabajar intensamente para el desarrollo de estrategias que tiendan a concretarlas.
Uno de los desafíos más significativos es el de fortalecer los procesos de autoevaluación para el aseguramiento de la calidad y para la mejora de su pertinencia académica y social. Estos procesos deben tener carácter permanente y facilitar el tránsito de la “cultura de la evaluación” a la de una “cultura de una gestión responsable, autónoma, pertinente y eficiente” en cada institución. Para ello debe procurarse contar con estructuras institucionales de carácter innovador, con nuevas modalidades de planeamiento, de conducción, de evaluación y de toma de decisiones, que tengan carácter democrático y participativo.
Dentro de esta perspectiva, debería tenerse en cuenta que el desarrollo institucional a mediano y largo plazo deberá estar basado en planes y programas de carácter estratégico articulados con los requerimientos nacionales y de la región en que esté instalada la institución y establecidos con una orientación prospectiva. Para ello, las estructuras organizativas deberán ser flexibles e innovadoras y basarse en una reingeniería en profundidad de los procesos de gestión.
En este marco, el funcionamiento de las instituciones universitarias debería articularse –desde su autonomía- con los sectores del trabajo y la producción, con las organizaciones sociales y con todos los ámbitos públicos y privados pertinentes.
En cuanto a la calidad debería asumirse una concepción institucional que se base en una “construcción social”, de carácter gradual y colectivo, pertinente, basada en un proceso de reflexión y debate intra y extra universitario. Para ello, las instituciones universitarias deberían funcionar en un ámbito de creatividad, de innovación, de mirada hacia el futuro. Deberían planificar estratégicamente, ejecutar con responsabilidad, hacer seguimiento y control y evaluar como proceso permanente y autorregulado. Esto facilitará la flexibilización y profesionalización de las estructuras de gestión institucional, académica y administrativa, con sentido integrador y utilizando las tecnologías más eficientes.
En relación con las funciones de las instituciones universitarias se deberá tender a articular e interrelacionar adecuadamente las funciones de docencia, investigación y extensión y transferencia, en el marco de las prioridades institucionales.
Las instituciones deberían asociarse y establecer redes académicas con otras, tanto del país, de la propia región como de otras regiones, de manera de estimular el intercambio de estudiantes, docentes e investigadores y de acordar programas articulados de formación, investigación y extensión.
Considero que estos lineamientos y desafío0s, tanto en el ámbito de las políticas como en el del desarrollo institucional, deben contribuir a construir la nueva agenda deseable, que facilite y promueva un debate amplio en la región, en cada país y en cada universidad, sobre los retos y expectativas que se le presentan a la educación superior en su conjunto y en cada una de sus instituciones.
P: ¿Cuáles modalidades deben ser adoptadas para innovar en los procesos de enseñanza, particularmente en la formación de profesores?
NFL: En cuanto a lo pedagógico, y a los procesos de enseñanza –aprendizaje se deberán desarrollar acciones articuladas de formación con carácter presencial y a distancia, de manera de aprovechar las ventajas y fortalezas de cada uno de ellos y superar sus limitaciones. Se debe tener en cuenta que lo esencial es el aprendizaje y el trabajo de los estudiantes, por lo que los docentes deberían estar capacitados adecuadamente para orientarlos y asistirlos en lo que fuese necesario. Al respecto, deberían generalizarse las tareas de carácter tutorial, teniendo en cuenta para ello los saberes previos de los estudiantes y su contexto social y cultural.
Para esto, es esencial un proceso sistemático de formación docente. No es posible ser profesor siendo sólo especialista en un área determinada del conocimiento. Se hace cada vez más necesario procesos sistemáticos de formación de los docentes universitarios, particularmente para los nuevos docentes que, en general, son los que trabajan en forma permanente con los estudiantes. Ya en varios países de América Latina y el Caribe –entre ellos en la Argentina- se han organizado postgrados de formación docente, los que deberían generalizarse. Para ello es necesario encararlos con utilización de metodologías presenciales y a distancia, para poder abarcar un mayor número de profesores. Un aspecto importante para la formación es prepararlos para las tareas de carácter tutorial, en especial para aquellos que dictan sus cursos en el primero y segundo año de estudios y que deben enfrentarse a estudiantes con serias limitaciones en su formación previa y en sus metodologías de estudio. Formar profesores –tutores es esencial para superar un serio problema en muchos países de la región: el fracaso de los estudiantes y, por lo tanto, el abandono en los primeros años de cada carrera. La deserción universitaria debe superarse con nuevos y adecuados planes de estudio y con profesores-tutores que asistan y orienten adecuadamente a los estudiantes.
P: ¿Por qué considera que es cada vez más común y necesario que las Instituciones de Educación Superior de nuestra región se integren al proceso de internacionalización?
NFL: Los procesos de internacionalización son imprescindibles en el marco de globalización y de utilización cada vez más masiva de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTCIs). Por lo tanto, deben generarse procesos positivos y sanos de internacionalización. Algunos de ellos son los procesos de integración regional que se están dando en América Latina y el Caribe: así, por ejemplo, el MERCOSUR y los procesos de integración centroamericana y del Caribe son muy positivos. Deberíamos avanzar aún más y trabajar –como ya lo he señalado- en la creación de un Espacio de Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior, que permita adoptar políticas y estrategias convergentes de integración regional, como ya lo ha hecho Europa con el Espacio Europeo de Ecuación Superior y su proceso de Bolonia. Debemos analizar y estudiar estos procesos europeos -como también el del NAFTA con México, Estados Unidos y Canadá- para aprender de ellos, con sus aciertos y errores y no para copiarlos acriticamente. Estos procesos de internacionalización conllevan un peligro, promovido por los países más desarrollados : la aprobación por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de la normativa que incluye a los servicios educativos en el Acuerdo General de Comercio y Servicios y, por lo tanto, concebirla como “bien comercial y mercancía”, en vez de “bien público”, como lo ha sostenido la Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO, de julio de 2009 en París, con el apoyo activo de todos los delegaciones latinoamericanas.
Deberían establecerse acuerdos regionales para evitar estas estrategias de los países más desarrollados, que son los que generan los procesos de transnacionalización de la Educación Superior. En estos acuerdos deberían incluirse regulaciones comunes que tiendan a controlar –en función de las necesidades nacionales- las propuestas y ofertas de Educación Superior de carácter transnacional.
En síntesis, si a la internacionalización de la Educación Superior, siempre al servicio de las necesidades nacionales y regionales y al desarrollo de una Educación Superior de mejor calidad y no al servicio de espúreos intereses transnacionales. Las NTCIs deben contribuir a actualizar permanentemente nuestra Educación Superior, a mejorar su calidad y su articulación permanente con la producción de conocimiento y a democratizar el alcance de sus tareas de formación, llegando cada vez más a un porcentaje de su población. Deben contribuir a desarrollar gradualmente una estrategia de Educación Superior para Todos , como ya lo he señalado.
Finalmente, quiero destacar que estos lineamientos y reflexiones se encuentran adecuadamente fundamentados en el libro “Educación Superior, Sociedad e Innovación. Una perspectiva internacional.” –que he compilado- y que cuenta con 29 artículos de destacados colegas de América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa.
Fuente: http://www.iesalc.unesco.org.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=2027:entrevista-a-norberto-fernandez-lamarra-la-educacion-en-general-y-las-universidades-en-particular-tienen-deudas-importantes-en-relacion-con-los-requerimientos-de-nuestras-sociedades&catid=32&Itemid=600&lang=es