Su pregunta surgió a raíz de un ejercicio privado realizado el 30 de julio por el Colectivo Copera, que pretendía hacer reflexionar a sus participantes sobre la discriminación que existe en México.
Los participantes en el taller subieron fotos de sus reflexiones a la página de Facebook del colectivo y una en particular desató una cadena de críticas en redes sociales, pues mucha gente estaba en contra del mensaje: «Racismo es aspirar a aprender inglés y francés antes que una lengua indígena».
Aunque la persona que escribió ese mensaje estaba haciendo un ejercicio de autocrítica, según explicaron participantes de la actividad a mexico.com, se desató una ola de descalificaciones contra el mural y su autora, pues muchos asumieron que era una crítica hacia los demás por no hablar lenguas indígenas y sí inglés.
En medio del debate que provocó un «ciberacoso» —según nos aseguran los participantes del taller—, Yásnaya Aguilar, de origen mixe, comenzó a compartir historias sobre cómo quienes hablan lenguas indígenas han recibido desde burlas, varazos en la mano, azotes, multas y hasta cárcel por hablar sus lenguas.
Aunque Yásnaya no participó en el taller, tuiteó algunas impresiones sobre el debate desatado por la fotografía. En primer lugar, ella considera que el mensaje de la foto ofendió a mucha gente porque en México casi no se habla de racismo.
La mujer considera que la polémica en redes sociales abrió la discusión sobre temas que se han trabajado durante mucho tiempo. «Cuando uno trabaja estos temas cree que hay cosas superadas y este debate nos demostró que no; hay mucha gente que cree todavía muchas cosas sobre las lenguas indígenas que son erróneas», ha afirmado en una entrevista con mexico.com.
Por ejemplo, indica: el uso de la palabra dialecto, negando que las lenguas indígenas son lenguas completas o idiomas. El pensamiento clavado en el imaginario colectivo sobre que en el extranjero no hay lenguas indígenas; cuando en muchos países coexisten lenguas originarias con el idioma nacional.
Según señala Yásnaya Aguilar, el debate ha puesto en evidencia que las lenguas se evalúan en función de si son útiles o no, lo cual no es un criterio lingüístico, pues las lenguas son útiles porque existen. Dentro de sus contextos, explica cada una ha servido a sus hablantes para comunicarse, para pensar y para abstraerse.
La gente, añade, también las confunde con las lenguas francas, es decir, los idiomas que en un contexto multilingüe permiten la comunicación entre hablantes de distintas lenguas. «Si vas a un país extranjero donde no hablan español y no conoces el idioma, y logras comunicarte en inglés, aunque no sea la lengua oficial, en este momento es la lengua franca (…) en la colonia la lengua franca fue el náhuatl, y durante un tiempo el latín fue la lengua franca en gran parte del mundo occidental. Las lenguas francas no atentan contra la diversidad lingüística, es una falsa oposición», señala.
Además, la lingüista indica que la defensa acérrima que se hace del inglés y el francés oculta el hecho de que México es un país monolingüe, pues la mayoría de la población solo habla español. Al respecto agregó que la mayoría de la población indígena son bilingües al hablar español y su lengua: «Podemos hablar ambas y parece que es algo que no está en la discusión».
La castellanización forzada
Yásnaya señala que el Estado mexicano ha gastado mucha energía, dinero público e implementado políticas públicas «para hacer desaparecer las lenguas indígenas». Para ello, considera la mujer indígena, se ha ejercido «violencia sistémica» por medio de golpes castigos, multas, azotes, entre otros castigos corporales para quienes hablan lenguas distintas al español.
«Nadie quiere que sus hijos sufran eso en la escuela, por eso las mismas familias dejan de enseñar a sus hijos su lengua».
Yásnaya realiza un registro nacional de niños agredidos dentro de las escuelas por hablar lenguas indígenas y destaca que para muchos indígenas adultos estas agresiones se asumen como algo natural, pero hace falta un estudio de caso.
«A mí todavía me dieron golpes en la mano por hablar mi lengua en la escuela, pero cuando trabajé en el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas seguí varios casos: en 2006 se reportó a una niña que fue colgada boca abajo como castigo por hablar náhuatl en clase; en 2005 una niña otomí no pudo ser registrada con su nombre en su propia lengua porque no lo permitió el registro civil; en 2015 alumnos de una secundaria eran castigados con ir a lavar los baños sí hablaban chantino en la escuela».
Para la lingüista, la pérdida de lenguas indígenas no comienza con la conquista española, sino que es resultado de un proyecto de nación que surge después de la Independencia y se ha agudizado después de la Revolución.
«Después de 300 años de colonialismo español, en 1820 aproximadamente entre el 65 y 70% de la población hablaba una lengua indígena; el náhuatl era la lengua franca. Ahora, después de 200 años de vida como país independiente, solamente hablamos lenguas indígenas el 6.5% de la población. Lo que la corona española no pudo erradicar en 300 años el Estado mexicano lo eliminó en 200», acusa.
Para ella, esto tiene que ver con el modelo de los Estados: explica que en el mundo hay más o menos seis mil lenguas, lo que indica que existen cerca de seis mil pueblos indígenas que tienen su historia y su lengua propia.
Pero, cuando el mundo se dividió en casi 200 países, estos surgieron con la idea de que son naciones que tienen una identidad, un himno, una historia y, por lo tanto, deben tener una lengua: «Y todo lo que atenta contra eso se combate», incluidas las identidades indígenas.
En México, explica Yásnay, las lenguas indígenas se han combatido con la castellanización forzada desde la época de José Vasconcelos (lo cual se describe en el ensayo Pluralismo cultural y Redefinición del Estado, que aparece en el libro Gente de costumbre y gente de razón).
Cuestionada sobre qué tiene que cambiar en el país para evitar la desaparición de las lenguas indígenas y la discriminación hacia quienes las hablan, ella propone que el Estado debe volverse multilingüe y conceder autonomías y la defensa por la tierra: «Para mí está muy ligada la defensa del territorio a la defensa de un territorio cognitivo».
«Antes yo pensaba que si cambias las políticas públicas estatales se puede revertir el proceso, pero cada vez veo más que la defensa de las lenguas indígenas tiene que estar ligada a otro tipo de luchas: la lucha por las autonomías reales de los pueblos indígenas, que no haya contenidos educativos iguales para todo el país sino que podamos tener un proyecto educativo propio en nuestras manos».
Fuente: https://www.eldiario.es/desalambre/indignacion-Mexico-Racismo-aprender-indigena_0_802120482.html