Argentina – España – Uruguay – Venezuela – República Dominicana – Nicaragua – Colombia / 14 de abril de 2019 / Autora: Daniela Leiva Seisdedos / Fuente: El Arcón de Clío
Hoy nos encontramos en una reflexión profunda y permanente en torno a lo que estamos haciendo en lo educativo, de lo que significa educar en el mundo que vivimos. Los docentes muchas veces decimos que al educar a cada uno de nuestros alumnos se nos presenta un mundo, ¿verdad? entonces tenemos el universo en nuestras manos.
Durante estos cinco años, la revista educativa El Arcón de Clío se ha convertido en un espacio educativo completo con distintas voces educativas desde España hasta América, porque aspiramos a una política educativa global porque educar es un derecho humano que lleva.
Cinco años de compromiso en la construcción de una realidad, tratando de formar ciudadanos responsables del mundo nos hacen coincidir en la revista.
“Es de bien nacidos el ser agradecidos”, por ello queremos que sirvan estas líneas para expresar nuestro más profundo agradecimiento a todas aquellas personas e instituciones que han colaborado, a nuestros queridos lectores de Iberoamérica.
Educar nunca ha sido una tarea fácil y esto lo digo principalmente para los docentes. Las nuevas generaciones de estudiantes siempre desean de los educadores una respuesta diferente frente a sus inquietudes.
Nuestros alumnos, padres, autoridades, y la sociedad toda esperan, de nosotros los docentes una formación de excelencia convirtiéndonos muchas veces le sumemos en líderes sociales con una sólida raigambre valórica, una capacidad de aprendizaje constante y de manejo de información actualizada.
Por último, pero no por ello menos importante, debemos recuperar la autoridad y el prestigio social del docente, del educador. Esa autoridad que confiere no sólo el saber sino también el saber enseñar, el despertar vocaciones y provocar el cambio.
A todos gracias y a seguir pensando en una mejor educación porque ella es responsabilidad de todos.
UNICEF / 14 de abril de 2019 / Autora: María Teresa Benítez de Lugo / Fuente: ABC
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calcula que, en todo el mundo, unos 175 millones de niños menores de seis años no están escolarizados y que por este motivo pierden oportunidades de aprendizaje y se exponen a sufrir de grandes desigualdades cuando finalmente empiezan el colegio
El historiador Roberto Fernández Díaz (Hospitalet de Llobregat, 1954) dejará en mayo la presidencia de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) al expirar su mandato (dos periodos de cuatro años) al frente de la Universitat de Lleida. La CRUE es el principal órgano de representación de las instituciones académicas y ejerce la interlocución con el Gobierno. A Roberto Fernández le gustaría que su sucesor o sucesora tuviera dedicación exclusiva para mejorar la gobernabilidad de esta asociación integrada por 76 universidades (50 públicas y 26 privadas). Además, semanas antes de clausurar su mandato, habla de la necesidad de una nueva Ley Orgánica de Universidades, de la percepción que la ciudadanía tiene de las instituciones académicas y de la importancia de la divulgación en las sociedades contemporáneas.
Roberto Fernández, en la sede de CRUE Universidades Españolas.
¿Cómo cree que percibe la sociedad española la universidad y cómo le gustaría que fuera percibida?
Me gustaría que fuera vista como el motor del crecimiento económico y de la revitalización social. La percepción que se tiene sobre los profesores universitarios y los científicos es bastante alta. La gente piensa que la universidad es el lugar donde sus hijos pueden desarrollar con mayor positividad un proyecto vital y social, el lugar que proporciona más posibilidades de ascender. Hay una opinión informada que progresivamente se muestra más favorable. Quienes más cerca están de la universidad más la valoran.
Los poderes públicos, que están muy cerca de las universidades, las han sometido a múltiples recortes, sobre todo durante la crisis. ¿Se han sentido abandonadas?
En 2010 estábamos rozando el 1% del PIB. Ahora estamos en el 0,8%. En el marco de la sociedad del conocimiento y de una globalización trepidante, y cuando los países de nuestro entorno están invirtiendo mucho más en sus universidades, ¿cómo es posible que aquí estemos reduciendo los presupuestos públicos para las universidades?
¿Cuál es su respuesta?
La respuesta es vidriosa, compleja. En primer lugar, no somos un problema social. No ha habido una manifestación convocada por los rectores en el Paseo de la Castellana. Y no la habrá, porque somos gente muy prudente. Analicemos esto de forma metafórica: si no somos un problema social y hemos mantenido el barco a flote, ¿para qué nos van a dar más dinero? Yo solo admito que, antes que para las universidades, el dinero se destine a camas hospitalarias y a los parados. Por encima de eso, nada. El siguiente euro tendría que ir a las universidades. Porque ahí está nuestro futuro.
En definitiva: no somos un problema social y la nave va. La nave va, sí, pero con la misma gasolina y ésta se agotará algún día. La nave va a costa del sacrificio de la investigación. Eso lo pagaremos.
Además, el sector privado se va acercando cada vez más a la universidad, pero, salvo casos excepcionales, no es una fuente de financiación, porque, como ya hay un presupuesto público para las universidades, piensan: “Pues ya funcionarán. Al fin y al cabo, sus titulados son bastante competentes. Por tanto, ¿para qué vamos a meter dinero?”. Y esa falta del plus de financiación procedente del mundo privado también explica que la universidad se sienta un poquito sola.
¿Más universidades es sinónimo o antónimo de mejores universidades?
La lógica formal dice que más no es sinónimo de mejor. Y menos, tampoco. El número no hace la calidad en ningún caso.
¿Sobran universidades? Una de las cosas que descubre uno cuando está de dirigente universitario es la fuerza del tópico. Es como una muralla. Dan lo mismo los estudios comparativos, los análisis científicos. Siempre habrá alguien que diga que sobran universidades, pero si nos comparamos con la Europa de nuestro entorno en número de habitantes y de universidades, en España faltan universidades. En cualquier caso, no sobran.
Ahora bien, para un país, ¿qué es más importante: tener dos universidades entre las cien primeras o 40 entre las 800 primeras? Si me dan a elegir, no tengo la más mínima duda: 40 entre las 800 primeras de 22.000, porque eso es desarrollo territorial, cohesión, equidad social. Un joven español tiene un 20% más de posibilidades que un joven estadounidense de llegar a una de las mil mejores universidades del mundo. Lo importante no es tener una de las dos mejores universidades del mundo sino a dónde va tu hijo. Y tu hijo no va a ir a Harvard, porque allí hay solo 12.000 estudiantes, y además muchos no son becados.
Roberto Fernandez es partidario de que la presidencia de la CRUE sea de dedicación exclusiva.
Decía hace un año que las universidades no pueden aguantar más.
Todos podemos aguantar más, pero algunos no deberíamos hacerlo porque la trascendencia de lo que hacemos es vital para el proyecto de país.
La sociedad española, especialmente su clase dirigente, debería hacer un esfuerzo mayor por revalorizar, querer y dar las gracias a su universidad, que ha contribuido al desarrollo más espectacular de la Historia de España.
Es muy importante para los españoles que su universidad funcione bien porque influye en sus proyectos vitales. La suma de esos proyectos vitales se llama nación. Yo no soy nacionalista español, y no creo en las ligas nacionales, pero puestos a que existan prefiero estar en los puestos de cabeza, como expresión de lo que ofrecemos a los españoles, no como expresión de una España abstracta.
Yo soy hijo del nocturno (turnos docentes a última hora del día para facilitar los estudios a trabajadores). Si nadie hubiera puesto el nocturno de Historia en la Universidad de Barcelona en los años setenta, ahora estaría trabajando en el taller de plancha y pintura de mi padre. Alguien tomó una decisión social gracias a la cual salimos de esas clases siete u ocho catedráticos de universidad. Eso es trabajar por la gente que sumando trabaja por un país.
Ahora que por fin parecía haber consenso para una nueva ley universitaria llega el Gobierno y adelanta elecciones.
Hay consenso. Lo que era un tren que iba muy bien encarrilado porque tenía el consenso de los agentes sociales y de todos los partidos parlamentarios, y cuando el ministerio estaba pensando en la mejor estrategia, llegó el adelanto electoral. Pero tengo la impresión de que estamos ante un hecho imparable. Van a tener que explicar muy bien sus señorías que, habiendo el consenso que hay, no se constituya la comisión para discutir la ley de universidades de España al mes de iniciar la próxima legislatura. Creo que es muy difícil que no se haga.
¿Por qué y, sobre todo, para qué necesita España una Ley Universitaria?
Toda ley de largo recorrido tiene que dialogar con su contexto histórico. A veces se puede reformar la legislación existente y otras veces hay que cambiarla. Depende de dos cosas: Que el contexto de cambio sea muy fuerte y que un conjunto de reformas no nos asegure llegar a la situación ideal.
En los últimos 25 años el proceso de globalización mundial se ha hecho imparable. En él se ha puesto como centro y motor la sociedad del conocimiento para la innovación a través de la transferencia. Eso es así y no va a ser distinto en muchísimos años. Es decir, el contexto mundial y europeo dictan que para que la universidad siga cumpliendo su función necesite una ley que permita hacerlo en el marco de la globalización a través de la sociedad del conocimiento.
Una Ley Orgánica es un todo coherente y en la universidad no puedes tocar profesorado sin que repercuta en internacional, y no puedes tocar internacional sin que repercuta en investigación o en movilidad. Es un todo. Corríamos el peligro enorme, que hay que evitar a toda costa, de hacer reformas parciales que no dialogaran entre sí y que produjeran un monstruo lleno de disfuncionalidades e incoherencias. Señoras y señores, sentémonos a la mesa, abramos el mapa mundi, veamos cómo funciona la globalización, veamos el papel de las universidades en el mundo, veamos cómo está nuestra universidad, cuáles son sus puntos débiles. Y veamos entre todos, por consenso, es fundamental, qué nueva Ley Orgánica tenemos que hacer.
¿Son autónomas las universidades, como proclama la Constitución?
El hecho de que la Constitución proclame la autonomía es un bien impagable. Consagra la libertad de cátedra, de investigación, de docencia… Eso es fundamental. Ahora bien, esa autonomía ¿significa también autonomía en el gobierno de las universidades? Yo creo que el trecho que queda por recorrer es inmenso. Nosotros proponemos y el Gobierno autoriza. Que los gobiernos intervengan en cómo se gasta el dinero público que se invierte en la universidad va de suyo. Nada que decir. Pero cuando yo cojo mi presupuesto me queda el 5% libre para hacer política. El otro 95% está ya adjudicado. Si la política de títulos me la aprueba el Gobierno, si el precio de la matrícula me lo pone el Gobierno, si la política de profesorado la articula el Gobierno, entonces la autonomía universitaria queda claramente mermada.
Creo que las universidades deberíamos ganar en autonomía real para singularizar nuestras propias universidades identificándolas en el mapa de las universidades españolas. Tenemos que asumir la responsabilidad de decidir en nuestros claustros, respetando el marco general que es la ley, qué políticas aplicamos; por ejemplo, aquellas que iban en nuestro programa electoral y gracias a las que se nos eligió rector… Eso es la autonomía, no el autogobierno. Como ya he dicho, la autonomía es un bien impagable, pero creo que la autonomía real hoy en día es una utopía en la universidad española hacia la que hay que caminar mediante más flexibilidad y creo, también, que las comunidades universitarias deben asumir mayor responsabilidad en la definición de sus universidades.
¿En qué situación se encuentra la fiscalización de las universidades?
En estos momentos no hay ningún trabajador de la Universidad procesado por malversación de fondos públicos. Lo que quiero decir es que deben confiar en nosotros porque como servidores públicos hemos demostrado nuestro gran sentido de la responsabilidad. Aunque también hay que decir una cosa que se dice poco. Parte de esa vigilancia no es española, es europea. La UE también nos carga de burocracia.
¿Cómo encaja la divulgación en la carrera profesional universitaria?
La divulgación científica tiene una utilidad social extraordinaria. A veces nos dicen a los científicos que escribamos para que nos entienda todo el mundo. Cuidado: Los científicos, cuando estamos en la academia, escribimos para nosotros, y cuanta más conceptualización haya más cerca estaremos de conseguir buen conocimiento.
Ahora bien, tenemos cierta obligación moral de transferir ese conocimiento de forma completamente distinta a quien nos paga, pero no todos servimos para eso.
Aquellos que tengan vocación y sirvan para divulgar deben tener un reconocimiento en su CV en los tramos de transferencia que propusimos desde la CRUE al Ministerio de Ciencia.
Vamos a potenciar y a primar la transferencia divulgativa. Ahí entran en juego fórmulas como The Conversation, como los máster de divulgación científica o la presencia de divulgadores profesionales en los medios.
En los medios como la televisión apenas hay ejemplos de divulgación científica. Destaca Órbita Laika, pero hay poco más, a pesar que desde hace años se ha demostrado que la divulgación científica es atractiva.
El éxito de propuestas divulgativas como The Conversation será en parte el éxito de la ciencia española. Una parte de ese éxito pasa por su aplicabilidad al tejido productivo, otra por su aplicabilidad al concepto de ciudadanía, pero otra parte pasa porque el ciudadano perciba que cuando un euro suyo se va a la ciencia está haciendo una gran inversión para su vida. Y hay que llegar a ese ciudadano con la divulgación.
Brasil / 14 de abril de 2019 / Autor: Dario Pignotti / Fuente: Página 12
Bolsonaro echó a Vélez Rodríguez
Ricardo Vélez Rodríguez será recordado por su efímera gestión y por haber propuesto que los libros escolares enseñen que en 1964 no hubo un golpe de Estado perpetrado por los militares sino la «decisión soberana de la sociedad brasileña» que depuso a un presidente constitucional para establecer «un régimen democrático de fuerza».
Cayó el ministro de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez, a quien se recordará por su efímera gestión y haber propuesto que los libros escolares enseñen que en 1964 no hubo un golpe de Estado perpetrado por los militares sino la «decisión soberana de la sociedad brasileña» que depuso a un presidente constitucional para establecer «un régimen democrático de fuerza».
Jair Bolsonaro lo despidió en la mañana de este lunes luego de una reunión fuera de agenda en el Palacio del Planalto.
Esta fue la segunda baja en el gabinete cuando faltan dos días para cumplirse los primeros cien de un gobierno tempranamente desgastado: con la más baja popularidad en los tres meses iniciales de la gestión.
«Comunico a todos la indicación del profesor Abraham Weintraub para el cargo de Ministro de Educación, aprovecho para agradecer al profesor Vélez por los servicios prestados», informó vía Twitter el mandatario. Wintraub es un economista que se desempeñaba hasta ayer como viceministro de Educación.
La caída de Vélez Rodriguez no sorprendió dado que el propio Bolsonaro la había dado como inminente el viernes cuando aceptó que el ahora ex ministro carecía de habilidad política. Y poco después reconoció sentirse el mismo algo perdido en el Planalto ya que «no nací para ser presidente, nací para ser militar».
Nacido en Colombia, naturalizado brasileño, Vélez Rodríguez era un simpatizante del ex presidente Alvaro Uribe Vélez además de ser un seguidor del escritor ultraderechista Olavo de Carvalho, radicado en Virginia, Estados Unidos, desde donde imparte cursos de filosofía «pocket» por Internet.
Bolsonaro piensa lo mismo que Vélez Rodríguez sobre el golpe y la dictadura: no lo echó por razones ideológicas sino para calmar la presión de los militares. Sucede que el generalato, posiblemente la facción más poderosa del Planalto, está en guerra contra el filósofo Carvalho y sus apadrinados.
Esa guerra se hizo más feroz conforme el capitán retirado Bolsonaro demostró falta de autoridad ante los generales que paulatinamente se hicieron con los puntos vitales de la administración.
La cabeza de Vélez Rodriguez también fue exigida por la oposición durante una audiencia parlamentaria realizada el 28 de marzo.
Los diputados le enrostraron algunos hitos de su gestión como haber ordenado que en las escuelas los chicos reciten el lema «Brasil encima de todo, Dios encima de todos», que fue el eslogan de campaña bolsonarista para disputar las elecciones de 2018.
Con la dimisión de este lunes posiblemente no habrá cambios de fondo en el Ministerio de Educación, ya que el entrante Abraham Wintraub es igual de integrista que Vélez Rodriguez, Olavo de Carvalho y Jair Bolsonaro. Es un economista con experiencia en el mercado financiero y sin currículum en gestión educativa. El flamante funcionario considera que las universidades y los colegios están en manos de profesores «gramscianos».
En una entrevista reciente declaró que Brasil, durante los gobiernos del PT, estuvo al borde de quedar bajo el control de «grupos totalitarios socialistas y comunistas» además de definirse como un «humanista, demócrata, liberal (que) lee la Biblia y la tengo como referencia».
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 14 de abril de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – Cayó el ministro de Educación de Brasil, un negacionista del golpe
En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.
Cuando el respetado alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, renunció al cargo en 2018, la opinión pública mundial fue manipulada para no prestar atención al hecho y mucho menos evaluar su verdadero significado.
Su nombramiento para el cargo en 2014 fue un hito en las relaciones internacionales. Era el primer asiático, árabe y musulmán que ocupaba el cargo y lo desempeñó de manera brillante hasta el momento en que decidió dar un portazo por no querer ceder a las presiones que desfiguraban su cargo, desviándolo de su misión de defender a las víctimas de violaciones de derechos humanos para volverlo cómplice de violaciones perpetradas por estados con peso en el sistema mundial. En su discurso y entrevistas de despedida se mostraba indignado con el modo en que los derechos humanos se venían transformando en parias de las relaciones internacionales, obstaculizados por las estrategias autoritarias y unilaterales de dominio geoestratégico. Reconocía que el ejercicio de su cargo le obligaba a oponerse a la mayoría de los países que habían aprobado su nombramiento bajo pena de traicionar su misión. También llamaba la atención sobre el hecho de que el perfil de la ONU reflejaba fielmente el tipo dominante de relaciones internacionales y que, por ello, tanto podía ser una organización brillante como una patética, dando a entender que este último perfil era el que empezaba a regir. Era un grito de alerta sobre los peligros que el mundo corría con el avance de populismos nacionalistas de derecha y de extrema derecha que hace mucho venía señalando. Al denunciar la creciente vulnerabilidad de una buena parte de la población mundial sujeta a graves violaciones de los derechos humanos, él mismo se volvió vulnerable y tuvo que abandonar el cargo. El grito de alerta cayó en el silencio de la diplomacia, de los alineamientos y de las conveniencias típicas del internacionalismo patético que había denunciado.
Todo esto ocurrió en el año en que se celebraban los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el que muchos, incluido yo mismo, defendían la necesidad de una nueva declaración, más sólida y más verdaderamente universal. Esta necesidad se mantiene, pero en este momento lo más importante es identificar las fuerzas y los procesos que están bloqueando la declaración actual y la convierten en un documento tan desechable como las poblaciones vulnerables sometidas a violaciones de los derechos humanos que la declaración pretendía defender.
Cabe recordar que esta declaración pretendía mostrar la superioridad moral del capitalismo frente al comunismo. El capitalismo prometía, al igual que el comunismo, el creciente bienestar de poblaciones cada vez mayores, pero lo hacía con respeto a los principios de la Revolución francesa: igualdad, libertad y fraternidad. Era el único sistema compatible con la democracia y los derechos humanos.
Sin embargo, la ola conservadora y reaccionaria que asola al mundo es totalmente opuesta a la filosofía que presidió la elaboración de la declaración y constituye una seria amenaza para la democracia. Se basa en la exigencia de una doble disciplina autoritaria y radical, que no se puede imponer por procesos democráticos dignos del nombre. Se trata de la disciplina económica y de la disciplina ideológica. La disciplina económica consiste en la imposición de un capitalismo autorregulado, movido exclusivamente por su lógica de incesante acumulación y concentración de la riqueza, libre de restricciones políticas o éticas; en síntesis, el capitalismo que suele designarse como capitalismo salvaje. La disciplina ideológica consiste en la inculcación de una percepción o mentalidad colectiva dominada por la existencia de peligros inminentes e imprevisibles que alcanzan a todos por igual y particularmente a los colectivos más cercanos, ya sean la familia, la comunidad o la nación. Tales peligros crean un miedo inquebrantable del extraño y el futuro, una inseguridad total ante un desconocido avasallador. En tales condiciones, no resta más seguridad que la de regresar al pasado glorioso, el refugio en la abundancia de lo que supuestamente fuimos y tuvimos.
Ambas disciplinas son tan autoritarias que configuran dos guerras no declaradas contra la gran mayoría de la población mundial, las clases populares miserabilizadas y las clases medias empobrecidas. Esta doble guerra exige un vastísimo complejo ideológico-mental propagado por todo el mundo, incluyendo nuestros barrios, nuestras casas y nuestra intimidad. Son tres las fábricas principales de este complejo: la fábrica del odio, la fábrica del miedo y la fábrica de la mentira.
En la fábrica del odio se produce la necesidad de crear enemigos y de producir las armas que los eliminen eficazmente. Los enemigos no son aquellos poderes que el pensamiento crítico izquierdista satanizó: el capitalismo, el colonialismo y el heteropatriarcado; los verdaderos enemigos son aquellos que hasta ahora se disfrazaron de amigos, todos aquellos que inventaron la idea de opresión y movilizaron a los ingenuos (por desgracia, una buena parte de la población mundial) para la lucha contra esa opresión. Se disfrazaron de demócratas, de defensores de los derechos humanos, del Estado de derecho, de acceso al derecho, de diversidad cultural, de igualdad racial y sexual. Por eso son tan peligrosos. El odio implica el rechazo a discutir con los enemigos. A los enemigos se los elimina.
En la fábrica del miedo se produce la inseguridad y los artefactos ideológico-mentales que producen seguridad, la cual, para ser infalible, necesita vigilancia permanente y constante renovación de las tecnologías de la seguridad. El objetivo de la fábrica del miedo es erradicar la esperanza. Busca convertir el actual estado de cosas en el único posible y legítimo, contra el cual sólo por locura o utopía disparatada se puede luchar. No se trata de validar todo lo que existe; se trata de limpiar, de lo que existe, todo lo que impidió la perpetuación del pasado glorioso.
Por su parte, en la fábrica de la mentira se producen los hechos y las ideas alternativas a todo lo que pasó por verdad o búsqueda de verdad, como las ideas de igualdad, de libertad negativa (libertad de coerciones) y positiva (libertad para realizar objetivos propios, no impuestos ni teledirigidos), de Estado social de derecho, de violencia como negación de la democracia, de diálogo y reconocimiento del otro como alternativa a la guerra, de los bienes comunes como el agua, la educación, la salud, el medioambiente saludable. Esta fábrica es la más estratégica de todas, porque es aquella en la cual los artefactos ideológico-mentales tienen que empaquetarse y disfrazarse de no ideológicos. Su mayor eficacia reside en no decir la verdad respecto de sí misma.
La proliferación de estas tres fábricas es el motor de la ola reaccionaria que vivimos. La proliferación tiene que ser la mayor posible para que nosotros mismos nos volvamos emprendedores del odio, el miedo y la mentira; para que deje de haber diferencia entre producción, distribución y consumo en la propagación de esta vasta disciplina ideológica. Los medios de comunicación hegemónicos, la “comentariología”, las redes sociales y sus algoritmos y las iglesias seguidoras de la teología de la prosperidad son poderosas líneas de montaje. Pero esto no significa que las piezas que circulan en las líneas de montaje se produzcan de manera anárquica en todo el mundo. Hay centros de innovación y renovación tecnológica para la producción masiva de artefactos ideológico-mentales cada vez más sofisticados. Esos centros son los silicon valleys del odio, el miedo y la mentira. Las tecnologías se desarrollaron originalmente para servir a dos grandes clientes: los militares y sus guerras, y el consumo de masas, pero hoy los clientes son mucho más diversificados e incluyen la manipulación sicológica, la opinión pública, el marketing político, el disciplinamiento moral y religioso. La sofisticación tecnológica está orientada a colapsar la distancia con la proximidad (tuits y sound bites), la institucionalidad con lo subliminal (mediante la producción en masa de máxima personalización), la verdad con la mentira o la media verdad (hipersimplificaciones, banalización del horror, transmisión selectiva de conflictos sociales).
En un momento en que se dice que estamos en vísperas de una nueva revolución tecnológica dominada por la inteligencia artificial, la automatización y la robótica, queda la idea de que las incesantes fábricas de odio, miedo y mentira están queriendo orientar la revolución tecnológica en el sentido de la mayor concentración posible de poder económico, social, político y cultural y, por tanto, en el sentido de crear una sociedad de tal manera injusta que la justicia se transforme en una monstruosidad repugnante. Es como si antes de la llegada masiva de la inteligencia artificial, la inteligencia natural se fuese artificializando y automatizando para coincidir y confundirse con ella.
Al cumplirse 100 años del asesinato del ‘Caudillo del Sur’, Emiliano Zapata, el Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) pone a disposición su colección de fotos y documentos del líder revolucionario. Estos elementos dibujan el proyecto global del zapatismo, que sigue guiando a los movimientos populares mexicanos.
Organizado en cinco secciones, el sitio web presenta fotografías y documentos que formaron parte del archivo rescatado y conservado originalmente por los hermanos Gildardo y Octavio Magaña Cerda, que en la década de 1970 pasó a custodia del Archivo Histórico de la Universidad Nacional de México (Ahunam)
Conformado por 144 cajas con documentos y 77 con fotografías (de las cuales 9 contienen imágenes del Ejército Libertador del Sur y Centro, encabezado por Zapata), el acervo es un testimonio valiosísimo de la vida y obra del proyecto zapatista. Como señaló a Sputnik la Coordinadora del Ahunam, Clara Ramírez, «estuvo en funcionamiento, no fue utópico».
Enrique Cervantes, colaborador del Ahunam, trabajó en la selección de los documentos de texto que forman parte del proyecto. El profesional explicó a Sputnik que el acervo de los Magaña se compone de varios fondos documentales, entre los que el principal es el archivo del Cuartel General del Ejército Libertador del Sur y Centro, dirigido por Zapata.
«Días después que Zapata es asesinado, los diferentes generales decidieron nombrar a Gildardo Magaña como General en Jefe. Gildardo conservó el archivo hasta su muerte, que pasó luego a manos de su hermano Octavio, ambos participantes de la Revolución Mexicana en el bando de Emiliano Zapata», dijo Cervantes.
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