Siendo palestina en Damasco, Lujain recibió educación gratuita hasta su etapa adulta. Ahora ella comparte su amor por el aprendizaje en Kuala Lumpur.
– Lujain*, una refugiada siria-palestina, sabe lo que es sentirse impotente, haberse visto obligada a huir de su hogar hace cuatro años. Pero ella ha tomado las oportunidades y ahora trabaja en empoderar a otras personas a través de la educación.
A pesar de que ella nació como refugiada palestina en el campamento Yarmouk, en Damasco, Lujain siempre aspiró a un futuro más brillante mientras crecía. “Teníamos una casa, un carro, todo lo que tenía un ciudadano sirio”, recuerda. “Y a pesar de que no éramos sirios, yo pude asistir a la escuela de forma gratuita”.
El inclusivo sistema de educación le permitió graduarse de la universidad de Damasco con un grado en filosofía y psicología. Sus planes de conseguir maestrías y un doctorado se vieron temporalmente detenidos cuando se casó con un contador sirio y tuvo dos hijos. Después, la guerra inició, obligándolos a huir a Malasia en 2012.
“Nunca pensé que sería de nuevo refugiada. Pensé que nuestra vida se había terminado”, dijo la madre de 32 años. “Quiero agradecerle a Malasia por darnos un futuro a mis hijos y a mí. La vida aquí no es fácil, tenemos que trabajar muy duro para poder sobrevivir. Yo era ama de casa con una buena vida en Siria, ahora soy maestra de refugiados”.
“Nunca pensé que sería de nuevo refugiada. Pensé que nuestra vida se había terminado”.
Fue un inicio desafiante, ya que ella tuvo que aprender inglés desde cero en un par de meses, pero Lujain ama enseñar y está usando sus habilidades psicológicas en el centro de aprendizaje administrado por el Instituto de Investigación Social de Malasia, una ONG local.
“Algunas veces veo a estudiantes con comportamientos malos o agresivos, debido a los problemas en sus países o sus hogares”, comentó sobre su clase de primer grado. “Intento comprenderlos y alentarlos a que tengan un buen comportamiento, con elogios o premios”.
Un informe publicado por ACNUR en septiembre de este año, destaca la crisis de la educación para los refugiados, recalcando que más de la mitad de los seis millones de niños en edad escolar bajo el mandato del ACNUR, no tienen una escuela a la que asistir. En Malasia, hay cerca de 21.700 niños refugiados en edades escolares. Únicamente el 30 por ciento tiene acceso a educación en centros de aprendizaje comunales informales, como en el que Lujain trabaja como voluntaria.
Lujain mantiene contacto con estudiantes que han pasado a grados mayores y que aún se acercan a ella con preguntas con las que sus padres no les pueden ayudar.
“Me siento feliz y con confianza cuando veo a estudiantes aprendiendo y mejorando. Ellos han pasado de no saber inglés a poder leer historias y tener conversaciones. Quiero ayudar al que tenga una debilidad. Incluso algunos padres me llaman a mi casa en ocasiones para preguntarme algunas cosas porque las puedo explicar en árabe”.
Como fiel creyente de la educación para toda la vida, ella espera que sus estudiantes eventualmente puedan obtener el certificado internacional de educación secundaria que se ofrece en el centro de aprendizaje, con el que podrían aplicar para asistir a la universidad en Malasia o en el extranjero.
“Los niños son nuestra nueva generación. Ellos necesitan obtener empleos y ser buenos ciudadanos. Cuando crezcan, también tendrán que educar a sus propios niños. La educación no puede para con la edad. Solo cuando más aprendemos, podemos se útiles para nuestro país, para todo el que necesite ayuda”.
*El nombre fue cambiado por razones de protección.
12 de octubre de 2016 / Fuente: https://www.amnesty.org
Por: Camille Roch
Seis activistas de Sudamérica hablan de cómo trabajan conjuntamente, en el marco del programa de Amnistía “Este es mi cuerpo”, con el objetivo de empoderar a jóvenes de entre 13 y 19 años para que reclamen sus derechos sexuales y reproductivos y los promuevan.
Proceden de Perú, Argentina y Chile, pero todos comparten la misma meta: asegurarse de que tienen el poder y la libertad de exigir sus derechos sexuales y reproductivos, y hacerlos efectivos. A lo largo de cinco años, estos jóvenes activistas trabajarán conjuntamente para empoderar a otros a fin de que puedan tomar decisiones informadas en torno a su cuerpo y su sexualidad, y proporcionar a sus coetáneos información y formación acerca de temas relativos a los derechos sexuales y reproductivos.
Reunidos por primera vez en Lima, Perú, nos cuentan qué significa para ellos participar en el programa y cómo pretenden cambiar las actitudes en la región.
Los jóvenes tenemos una visión única de nuestra realidad, ya que la vivimos en primera persona, es por esto que debe ser escuchada y tomada en consideración si queremos una solución a estos temas que nos afectan a todxs.
¿A qué os referís cuando habláis de derechos sexuales y reproductivos?
Jesús, 16 años, de Chile: “Hablamos de todos los derechos que tienen que ver con poder vivir tu sexualidad como te dé la gana, mientras no estés violando o pasando a llevar los derechos del otro. Los derechos sexuales y reproductivos en mi opinión son los más complejos, ya que muchas personas no los conocen a cabalidad, y ese es el problema que abre toda esta discusión, puesto que como no todos los conocen no saben cómo ejercerlos y hacerse valer. Sin importar tu credo, sexo, etnia, edad, genero u orientación sexual debes tener conocimiento de estos, y nadie puede o debe privarte de estos.”
¿De qué manera podéis ayudar a otros a defender sus derechos?
Joaquín y Guadalupe, 16 años, de Argentina: “La gente en general no sabe cómo reclamarlos ni defenderlos porque no saben que son considerados derechos humanos. Afortunadamente, hoy en día, hay jóvenes en todos los países de la región unidos para cambiar esta realidad, produciendo talleres de capacitación, dando charlas, incidiendo políticamente, debatiendo con sus amigxs, desafiando las ideologías establecidas en sus familias. Creemos que estamos en una etapa de enorme cambio para la sociedad y sobre todo para la juventud. Porque por fin nos dimos cuenta todxs que quedarse sentado no es la solución. El mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo. Para que nuestros amigxs, familia y entorno en general defiendan estos derechos debemos promoverlos constantemente. Desde la conversación con alguien desconocido en el tren hasta con nuestras familias en la cena. Y creemos que debemos defenderlos fervientemente para contagiar ese compromiso a más personas.”
¿Qué te empujó a participar?
Tomy, 16 años, de Perú: “Porque quiero ver un cambio en mi región, porque ya no quiero ser solo el problema, sino también quiero ser parte de la solución del problema, porque hablan de mí sin preguntarme, toman decisiones para mi bienestar que nunca lo es. Para mí es importante ya que quiero que esto ya no sea un tabú, sino que este sea un tema con la importancia que se debe dar. Es importante para mí porque quiero ser un chico que haga las cosas bien y tener los conocimientos que se requieren para disfrutar plenamente de mi derecho y porque quiero que otros de mis amigos o adolescentes como yo también lo hagan.”
¿Por qué es importante para ti?
Jesús, 16 años, de Chile: “Porque millones de niñxs y adolescentes, e incluso adultxs ven vulnerados sus derechos humanos, sin saber qué hacer, sin saber cómo responder, sin saber cómo hacerse valer. Ahí creo que debemos ser capaces de poder brindarles ayuda a todos ellos. Yo toda la vida he sido discriminado por mi orientación sexual, siempre me pregunté: ‘¿Por qué?’. Y ahora ya entiendo de que no era porque las personas nacen queriendo discriminar, el problema es que la sociedad lo normaliza e influye en que eso se replique. Y por eso yo estoy en constante pugna para poder defender cualquiera que no pueda desempeñar todos sus derechos sexuales y reproductivos, ya que sé lo que se siente que te entreguen información errónea o que te digan que por ser niño tengo que comportarme de manera “MASCULINA”, también que por el hecho de que me gusten los hombres no voy a poder tener hijos, y así miles de cosas, miles de estereotipos que vivo día a día.”
¿Por qué crees que la gente joven de toda Sudamérica se está juntando para defender los derechos sexuales y reproductivos?
Lautaro, 16 años, de Argentina: “Porque compartimos que en varios países nos falta avanzar en la garantía de los derechos sexuales y reproductivos, tanto a nivel social, cultural y político. Es importante trabajar juntos porque conocemos la realidad de nuestra región, que a pesar de que es variada, la falta de políticas sobre derechos sexuales y reproductivos es generalizada. Trabajar juntos nos lleva a una mayor incidencia político social. Los jóvenes tenemos una visión única de nuestra realidad, ya que la vivimos en primera persona, es por esto que debe ser escuchada y tomada en consideración si queremos un cambio o una transformación estructural de cómo se abordan estos temas que nos afectan a todxs.”
¿Cuáles crees que son las diferencias entre los distintos países y cómo pueden afectar a tu trabajo?
Jesús, 16 años, de Chile: “Las diferencias más grandes es que los tres países vienen de historias muy distintas y eso influye bastante en cómo es cada país actualmente; si bien no vivimos en ‘dictadura’, es casi como que lo fuera, ya que hay una vulneración de nuestros derechos inconmensurable. Como, por ejemplo, Perú con las esterilizaciones forzadas, o los miles de embarazos adolescentes, o también ahora el cambio de gobierno al cual se ve sometido Perú que podría determinar la facilidad con la que podamos hacer ejercer nuestros derechos. O Chile, que día a día vivimos con una tasa muy alta de discriminación de todo tipo (xenofobia, homofobia, lesbofobia, transfobia, machismo, etc.), o la despenalización del aborto en tres causales. Y Argentina, que si bien tiene leyes que podrían ayudar a mucha gente, tampoco se ven aplicadas. Lo expuesto anteriormente afecta directamente nuestra libertad para ejercer nuestros derechos, esa es la lucha, nuestra lucha.”
¿Hay alguna cosa que te preocupe en relación con la defensa y promoción de los derechos sexuales y reproductivos?
Sofía, 16 años, de Chile: “Para mí uno de los grandes obstáculos serán las barreras sociales y las diferentes formas de organización que se tienen en cada país. Será difícil pensar en un proyecto estándar, ya que todos somos diversos. Además, me preocupa un poco el enfoque específico que tiene el programa, si bien, día a día, somos vulnerados en materia de derechos sexuales y reproductivos, también lo somos en un montón de otras cosas que finalmente imposibilitan nuestro óptimo desarrollo ¿Cómo pretendemos que un joven luche por sus derechos en general si no tiene acceso a educación? ¿Cómo esperamos tener jóvenes empoderados en materia de derechos sexuales y reproductivos si este utiliza su tiempo en trabajar para ser un aporte a sus familias? En mi país y en los de la red se viven estas y otras realidades aún más fuertes, pero es precisamente ahí dónde se encuentra nuestro gran desafío, es ahí donde está nuestra lucha.”
El programa quinquenal “Este es mi cuerpo”, financiado gracias a la campaña organizada por jóvenes noruegos “Operación: Un día de trabajo”, se desarrolla en Argentina, Chile y Perú con el propósito de promover los derechos sexuales y reproductivos de jóvenes activistas de entre 13 y 19 años a través de la educación en derechos humanos y el trabajo de campaña e incidencia.
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