Engels en su bicentenario

Por: Atilio A. Boron

 

Hoy, 28 de Noviembre, se cumplen doscientos años del nacimiento en Barmen-Elberfeld (Prusia) de Friedrich Engels, el gran amigo y permanente colaborador de Karl Marx. No es ésta la ocasión para reseñar la biografía de ese joven hijo de una acomodada familia de la burguesía alemana, propietaria de una importante hilandería en Manchester.  Brillantísimo y abierto como pocos a los signos de su tiempo, su espíritu inquieto y rebelde lo impulsó a ignorar a la universidad pese a que su condición económica le hubiera abierto las puertas de las mejores casas de estudios superiores de Alemania. Pero el escolasticismo, la oquedad y la infatuación de los académicos germanos -amén de las rígidas jerarquías de los claustros universitarios- resultaban insoportables para un espíritu tan inquieto e incisivo como el del joven Friedrich. Resignada, su familia lo envió a Manchester, a desempeñarse en la administración de la fábrica una vez acabado su servicio militar de un año en octubre de 1842. Aquel desdén por la universidad y el “castigo” familiar al enviarlo a Inglaterra no lo privó de cobrarse una temprana venganza gracias a una notable hazaña intelectual: entre los 22 y 24 años llevó a cabo una minuciosa investigación sociológica sobre la clase obrera en Manchester, corazón del capitalismo industrial, que se publicaría en Leipzig en 1845 cuando su autor aún no había cumplido los 25 años. Se trata, naturalmente, de su célebre libro: La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra, una referencia insoslayable todavía hoy en cualquier curso sobre la historia de la industrialización británica. Ese joven de la burguesía alemana se convertiría  en un gran intelectual, en el sentido más amplio de la palabra, eclipsado por la enorme sombra que a su lado proyectaba el genio de Karl Marx. Éste, nada propenso a la lisonja y el elogio fácil, hizo justicia cuando definió a su amigo con dos frases. Una, Friedrich,  “el hombre más culto de Europa.” Otra: “un verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y en comprender como el mismo diablo.”

Fueron esas inusuales virtudes las que hicieron de Engels un interlocutor privilegiado –casi exclusivo– de Marx durante cuarenta años. Fue, por eso mismo, testigo, consejero, crítico y, como ya es sabido, silencioso e invisible coautor de algunas de las más importantes aportaciones teóricas plasmadas en su obra. Desde el momento en que se encontraron por primera vez en 1843 Marx advirtió que ese joven, dos años menor que él, era un intelectual de un espesor fuera de lo común, cuya palabra nunca desestimó y cuyo consejo siempre buscó hasta el último día de su vida, apagada en 1883. Un talento a quien Marx confió, en reiteradas oportunidades, la redacción de trabajos que luego se publicarían con su firma. Varios artículos publicaros por el New York Daily Tribune –cuya compilación luego daría origen nada menos que a El Dieciocho Brumario de Louis Bonaparte– fueron escritos por Engels a pedido de Marx. Por otro lado, éste aceptó escribir largas secciones o fragmentos de obras que más tarde aparecerían con la firma de Engels, como el décimo capítulo de la Segunda Parte del Anti-Dühring. En esa declarada admiración de Marx por su amigo, benefactor, compañero de militancia e interlocutor intelectual juega por cierto un papel decisivo el hecho de que haya sido este joven burgués de Barmen-Elberfeld quien invitara al hasta entonces filósofo de Tréveris a adentrarse en el camino de la economía política inglesa, una disciplina prácticamente esotérica en la atrasada Alemania de la primera mitad del siglo XIX y a la cual Engels tuviera acceso favorecido en parte por los intereses comerciales que su familia poseía en Gran Bretaña. A Engels debe Marx nada menos que el haber llamado su atención sobre las potencialidades que encerraba la economía política clásica para el análisis del capitalismo y la sociedad burguesa, y para el desarrollo del pensamiento y la práctica del socialismo. Sin la ayuda de Engels, Marx probablemente habría llegado a abrevar en esas fuentes; pero gracias a su amigo lo hizo antes y mejor.

Habría un sinfín de razones para celebrar el bicentenario del nacimiento de Engels. En mi Bitácora de un navegante. Teoría política y dialéctica de la historia latinoamericana, recientemente publicada por CLACSO y el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, se incluye un largo capítulo dedicado a explorar la riqueza y actualidad del pensamiento engelsiano y la deuda intelectual y política que tenemos por una labor que, entre tantas otras cosas, hizo posible la extraordinaria divulgación y popularización internacional del marxismo.[1] A continuación, y como un botón de muestra, les invito a leer uno de los párrafos finales de su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado , de 1884.  Nótese la premonitoria actualidad de sus palabras: primero, por la importancia que le adjudica a las “deudas del Estado”; segundo, reemplácese “Bolsa” por Wall Street;  tercero, “sociedades por acciones” por megacorporaciones empresariales y, cuarto y final, agréguese a “el transporte y la producción” las ramas más dinámicas de la economía actual: las tecnológicas (Apple, Google, Facebook, Amazon, Microsoft, etcétera) y se obtendrá en una apretada síntesis una precisa radiografía de la naturaleza del Estado y el poder en los capitalismos contemporáneos, sus insanables contradicciones y su radical incompatibilidad con un sistema democrático. Leamos lo que escribiera en ese pasaje de su obra para comprobarlo:

“La forma más elevada de Estado, la república democrática —que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible no reconoce oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de la cual América es un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad cuanto más crecen las deudas del Estado y cuanto más van las sociedades por acciones concentrando en sus manos no sólo el transporte, sino también la producción, haciendo de la Bolsa su centro.”

Huelgan las palabras y los elogios. Gracias por todo, por haber existido, eternamente joven Friedrich. ¡Hasta la victoria, siempre!

[1] Se puede descargar esta obra gratuitamente en  https://www.clacso.org/atilio-boron-bitacora-de-un-navegante/  Hay también una intervención de apertura en el Congreso Internacional Engels Vive 1820 -2020 a la cual puede accederse con el siguiente enlace de  YouTube:

https://www.youtube.com/watch?v=KE0DwNcMGCM
y una entrevista radial que me hiciera Telma Luzzani sobre Engels que puede escucharse en: https://ar.radiocut.fm/audiocut/atilio-boron-engels-fue-uno-primeros-en-teorizar-sobre-explotacion-mujer/

 

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Los últimos días de Engels: sus cartas, las batallas finales y un proyecto inconcluso

Por: Jazmín Bazán.

Con el mismo fervor de su juventud, el coautor del Manifiesto Comunista luchó por la revolución hasta su muerte, el 5 de agosto de 1895.

Dúo de violines

En 1884, a un año del entierro de Marx, Federico Engels confesaba a Johann Becker:

«Mi infortunio es que, desde que perdimos a Marx, se pretende que yo lo represente. He pasado una vida (…) tocando el segundo violín; y, sin dudas, creo que lo he hecho razonablemente bien. (…) Pero ahora, de repente, se espera que tome su lugar».

La metáfora del «violín» fue recuperada hasta el cansancio por distintos biógrafos. No sin razón, Engels señalaba que con Marx se había ido una visión histórica, política y revolucionaria irremplazable. Tras cuatro décadas de amistad y colaboración revolucionaria (de las cuales surgieron las bases científicas para la emancipación de proletariado), el gentleman comunista debía dirigir la orquesta del socialismo mundial.

Desde entonces -y por un período de doce años-, Engels se dedicó a editar, traducir y publicar el legado literario de Marx, así como a profundizar sus propias investigaciones científicas. Ya libre de sus ataduras comerciales, ocupó un rol activo en el desarrollo de los jóvenes partidos socialistas y la formación de una nueva generación marxista. Trabajó incansablemente hasta su fallecimiento, ocurrido el 5 de agosto de 1895.

Siempre revolucionario, nunca inrevolucionario

A lo largo de su último año de vida, Engels agregó un apéndice al tercer volumen de El Capital, redactó más de ochenta cartas y escribió la famosa «Introducción» a los artículos de Marx compilados en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850. Tenía 74 años, pero la historia de este texto -cuyo contenido sería motivo de controversia y manipulación durante décadas- mostraba que su fuego no perdía intensidad.

El autor había terminado la «Introducción» original en febrero de 1895, cuando la mandó a los socialistas alemanes. Al comienzos del mes siguiente, recibió una respuesta del dirigente socialdemócrata Richard Fischer: le pedía que moderara u omitiera algunas de sus frases (como aquellas referidas a la lucha armada), debido que se estaba discutiendo por entonces un proyecto de ley «contra las actividades subversivas».

Engels aceptó, con ciertos reparos. «He tenido en cuenta, dentro de lo posible, sus graves preocupaciones (…). Sin embargo, no puedo admitir que se quieran entregar alma y cuerpo a la legalidad absoluta (…). Legalidad solo hasta cuando -y en la medida que- nos convenga, pero ninguna legalidad a cualquier precio«, replicó.

Pero el asunto no terminó ahí. El coautor del Manifiesto Comunista se sorprendió al ver en las páginas del Die Neue Zeit (revista teórica de la socialdemocracia) una versión aún más acotada del documento, que lo retrataba -según sus palabras- como un «adorador pacífico de la legalidad». El responsable de la edición era Wilhelm Liebknetch.

«Liebknetch me ha jugado un truco. Tomó de mi ‘Introducción’ (…) todo lo que servía a su propósito pacifista. (…) Pero yo propongo esas tácticas [centradas casi exclusivamente en el parlamentarismo] solo para la Alemania de hoy y con reservas. Para Francia, Bélgica, Italia, Austria, esas tácticas no sirven e [incluso] para Alemania, pueden volverse inaplicables el día de mañana», escribió a Lafargue.

Luego de la muerte del maestro, la socialdemocracia se apoyaría en el texto recortado para justificar sus giros hacia posiciones abiertamente reformistas (con consecuencias que exceden estas breves líneas). Sin embargo, como concluiría Trotsky en torno a la polémica, «¡Engels mostraba que no estaba listo para renunciar al entusiasmo revolucionario de su juventud!». El texto completo sería rescatado recién por Riazanov, en 1930; las cartas completas, muchos años después.

Ferdinand y Frieda Simon, Clara Zetkin, Engels, Julie y August Bebel, Ernst Schattner, Regina y Eduard Bernstein (Zurich, 1893).

Este enfrentamiento entre Engels y los referentes socialdemócratas, que se desató los meses de marzo y abril de 1895, no fue el último. A fines de mayo, un Engels enojado reprochó a Kautsky no haber sido convocado para colaborar con el libro Historia del Socialismo. «De todas las personas, creo que podía decirse que hay solo una cuya colaboración era absolutamente necesaria. Y esa persona soy yo. Incluso diría que, sin mi ayuda, un trabajo de esta naturaleza no puede ser nada excepto incompleto», expresó en una misiva.

Kautsky no le respondió. Posteriormente, atribuiría esta irritabilidad a los malestares físicos de su interlocutor. Aunque la relación continuó, contrariamente a sus deseos, Engels lo dejó afuera de su herencia, privándolo de lo que más quería: las cartas de los padres del socialismo científico. Las pertenecientes a Marx fueron otorgadas a sus hijas; el resto, a Bebel y Kautsky.

La dialéctica de la salud

«Debo dedicarme enteramente a esta tarea, que he esperado por tanto tiempo, cuanto antes», asentó Engels en sus cartas a principios de 1895. Se refería la biografía de Carlos Marx y a la historia de la I Internacional. Nadie podría haber completado esta empresa como él.

«Un número de circunstancias lo hacen necesario. (…) entre ellos, que tengo 74 años», reflexionaba. Creía que iba a llegar, ya que «solo» estaba ocupado con «uno o dos trabajos pequeños»: la introducción para la nueva edición de La guerra campesina en Alemania, su correo y el seguimiento de la situación política en todo Europa.

Según expresó a Fischer, también tenía un esquema para la presentación de todos los escritos de Marx en una edición completa. El hombre poseía una voluntad inquebrantable, pero una agresiva enfermedad dejó inconcluso su último desafío.

Friedrich Engels, junto a Karl Marx y sus hijas (Jenny, Laura y Eleanor).

El 9 mayo, escribió a Mehring y Fischer que unos dolores reumáticos en el cuero cabelludo (fuertes «como una banda de hierro») le generaban insomnio y dificultaban su trabajo. Sin perder su condición de teórico, al mes siguiente le manifestó a Eduard Bernstein que sentía cierta mejora, pero «de acuerdo con los principios de la dialéctica, los aspectos positivos y negativos muestran una tendencia acumulativa». Tenía -sin saberlo- cáncer de laringe y esófago.

El 23 de julio, Engels envió a Laura, la hija de Marx, su última carta. Lamentaba el decaimiento que le producía el «campo de papas» que se había formado en su garganta, pero todavía albergaba la esperanza de una mejoría. Luego de ocupar unas líneas en las elecciones parlamentarias en Inglaterra, se despidió: «No tengo la fuerza para escribir largas cartas, así que adiós. Por tu salud, un vaso lleno de ponche de huevo con una dosis de coñac».

Fuego en el mar

Falleció a los trece días, el 5 de agosto, pocos meses antes de cumplir los 75. En las notas complementarias a su testamento (escritas en 1894), había pedido que su cuerpo fuera cremado y las cenizas, desperdigadas en el mar. Dejó casi todo su patrimonio a sus queridas Laura y Eleanor Marx. El resto fue para su sobrina «Pumps»; Louise Freyberger, la exesposa de Kautsky; August Bebel y Paul Singer, como representantes del Partido Socialdemócrata.

Aunque algunos discípulos querían erigirle un monumento, su voluntad finalmente se cumplió. La urna fue despedida el 27 de agosto, en el Canal de la Mancha, a unas millas del imponente paisaje escarpado de Beachy Head.

«Las proletarias le deben un recuerdo particular. No sólo por crear los fundamentos científicos para la su lucha de liberación como explotadas, sino también por los esfuerzos para su emancipación como mujeres», escribió Clara Zetkin desde Alemania.

En el obituario de Engels publicado en las páginas de RabótnikLenin lo definió como el más notable científico y maestro de la clase obrera, después de Marx. Y sintetizó: «El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores, cuya relación supera todas las conmovedoras leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres».

No se puede hablar de la historia de la clase obrera contemporánea sin hablar de Marx y Engels, como no se puede entender a uno sin el otro. En el siglo XXI, su legado todavía inquieta las aguas e ilumina desafíos inconclusos. Como una melodía de violines, que va in crescendo.

Fuente de la reseña: https://www.laizquierdadiario.com/Los-ultimos-dias-de-Engels-sus-cartas-las-batallas-finales-y-un-proyecto-inconcluso?utm_content=bufferd07ae&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

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