España / 7 de abril de 2019 / Autor: Enrique Díez Gutiérrez / Fuente: Revista con la A
El arquetipo tradicional de la virilidad, lejos de estar en declive, sigue constituyendo aún el referente dominante del aprendizaje social de la masculinidad de los chicos en las escuelas y está en el origen de buena parte de los episodios de violencia escolar
Pese a algunos cambios y a la emergencia de identidades masculinas alternativas a la masculinidad hegemónica, el arquetipo tradicional de la virilidad, lejos de estar en declive, sigue constituyendo aún el referente dominante del aprendizaje social de la masculinidad de los chicos en las escuelas y está en el origen de buena parte de los episodios de violencia escolar.
Sus variables principales siguen inspirando la conducta de las nuevas generaciones: el uso de la fuerza corporal física, el desapego académico, la ausencia emocional y la «obligatoriedad heterosexual» como aspecto central en la configuración de la personalidad, así como el afán de control y la competitividad. Estas constantes se ven reforzadas por un contexto escolar que sigue menospreciando la cultura y el saber de las mujeres en sus contenidos escolares, en el uso del lenguaje y en su concepción de los espacios y los estilos de relación y de convivencia.
«Los referentes adultos en los puestos de responsabilidad en las escuelas siguen reproduciendo estereotipos de género en el poder»
A esto hay que añadir que, con frecuencia, los referentes adultos en los puestos de responsabilidad en las escuelas, especialmente los equipos de dirección, siguen reproduciendo estereotipos de género en el poder, donde los puestos de mando bajos e intermedios son ocupados por las mujeres, en una profesión altamente feminizada, y los altos, por los hombres. Además, el profesorado sigue siendo formado en una visión androcéntrica como supuestamente neutra y en el uso sexista del lenguaje que mantiene la invisibilidad, exclusión, subordinación y desvalorización hacia las mujeres.
«Uno de los retos de la educación para la igualdad en la escuela se sitúa ya no solo en la superación de los arquetipos impuestos femeninos, sino también en la superación de los arquetipos y estereotipos masculinos»
Así pues, uno de los retos de la educación para la igualdad en la escuela se sitúa ya no solo en la superación de los arquetipos impuestos femeninos, en lo que se ha producido algunos avances, sino también en la superación de los arquetipos y estereotipos masculinos. Algo que no está siendo abordado suficientemente en el sistema educativo.
Esto supone un proceso de desaprendizaje de la cultura ligada a la masculinidad tradicional hegemónica, avanzando en una ética del cuidado compartido, de la educación emocional y contra la violencia de género, en un proceso en que todos y todas ganamos.
El modelo de masculinidad que debemos enseñar en la escuela, y del que debemos dar ejemplo desde la comunidad educativa, es el hombre que precisa aumentar sus conocimientos, habilidades y destrezas para configurase como persona autónoma que puede encargarse de la intendencia doméstica y del cuidado de las personas, que defiende que el modelo más justo de unidad de convivencia no es el de ayudar, sino la corresponsabilidad doméstica. Para lo cual es necesario introducir esos aprendizajes y contenidos en el curriculum escolar, no como una asignatura de segundo orden, sino como un contenido potente y relevante que sea funcional y significativo en el proceso educativo.
«Educar en la expresión de los sentimientos y afectos en el contexto de otras maneras de amar»
Educar en la expresión de los sentimientos y afectos en el contexto de otras maneras de amar. Construir un escenario escolar cotidiano en el que sea posible, a través de una adecuada educación sentimental, que alumnos y alumnas construyan sus diferentes identidades sexuales y culturales, sin exclusiones y sin privilegios, sin acosos y en oposición a cualquier tipo de violencia simbólica, psicológica y física. Deconstruir en el plano emocional la asociación de los supuestos “valores femeninos” a la debilidad y la sumisión, y los “valores masculinos” a la fuerza, el control, la dureza emocional o el uso de la violencia.
Proporcionar experiencias suficientes de interacción entre alumnos y alumnas, desde un estatus de igualdad. Experiencias en las que cooperen para conseguir objetivos compartidos y aprendan a superar de forma positiva y educativa los conflictos que en dicho proceso surgen. Diseñar y ofrecer espacios de igualdad en los centros escolares, como los patios coeducativos, que combatan la ‘dictadura’ de la pelota que invade la mayor parte del espacio y arrincona a las chicas, limitándolas a un papel secundario, introduciendo juegos inclusivos e igualitarios.
Debemos introducirlo en todas y cada una de las materias, en todos y cada uno de los espacios y tiempos escolares. Desde analizar textos feministas en literatura, hasta deconstruir la historia y analizarla desde la perspectiva de género; desde enseñar a detectar y corregir estereotipos sexistas en lengua, hasta cuidar el uso de un lenguaje no sexista. Desde visibilizar el trabajo y el conocimiento generado por las mujeres en matemáticas, filosofía o ciencias, hasta proponer modelos de hombres que se alejen de figuras heroicas circunscritas a contextos violentos. Desde introducir música o arte creado por mujeres, hasta repensar los modelos competitivos de educación física e introducir actividades corporales que valoren la expresión de emociones y sentimientos.
Arconada (2008) propone un decálogo educativo de centro para educar alumnado igualitario que pasa por reconocer que el derecho a una experiencia escolar sin violencia de género y una política de tolerancia cero ante los actos de violencia sexista en el medio escolar forma parte de los Derechos Humanos; por desarrollar un proyecto educativo que fomente la autoestima femenina y su capacidad para construir parejas en igualdad y desde la responsabilidad sobre el propio proyecto vital; por difundir nuevos modelos masculinos, no basados en los privilegios contra las mujeres; por repensar los modelos de atractivo y de enamoramiento y por favorecer la implicación masculina contra la violencia de género; por aprender una conducta antisexista.
«El modelo de masculinidad no dominante, implica perder poder y privilegios para los hombres también en la escuela»
Evidentemente, no podemos dejar de olvidar que este modelo de masculinidad no dominante, implica perder poder y privilegios para los hombres también en la escuela. Algo imprescindible si queremos construir una sociedad en igualdad, como mejor garantía frente a cualquier atisbo de violencia de género, ante la que los alumnos (y profesores) deben posicionarse explícitamente.
Por supuesto, este tipo de cambios cognitivos, emocionales y actitudinales que se necesitan implican también al profesorado, tanto en la formación inicial y como en la permanente, y a toda la comunidad educativa y social involucrada, puesto que mientras que la educación para la igualdad no sea un reto social y colectivo, la labor de la escuela en este sentido sólo se podrá limitar a una labor poco más que testimonial, aunque sea por supuesto crucial.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
ARCONADA, M.A. (2008). “Prevenir la violencia de género: El reto de Educar alumnos igualitarios”. Padres y Maestros, 316, 9-14.
Fuente del Artículo:
Deconstruir y cambiar la masculinidad hegemónica en el sistema educativo
ove/mahv