Por: Sergio Dávila Espinosa
Se dice que el currículum es el conjunto de criterios, intenciones, contenidos y estrategias que establecen y guían la acción educativa en las escuelas. Es responsabilidad de las autoridades educativas delinear, dar a conocer a la comunidad y evaluar sus resultados.
En los cursos de educación, a los docentes nos enseñan a distinguir entre varios tipos de currículums, como el currículum formal, que es el escrito en los planes de estudio; el currículum vivido que es el que realmente llega a las aulas debido a los ajustes que hacen los docentes y muchas otras circunstancias no previstas; y siempre hay quien señala también la existencia de un currículum oculto, formado por todas esas cosas, no necesariamente positivas, que aprenden los niños en la escuela pero que no son enseñadas formalmente por los profesores, sino producto de la convivencia con sus pares, como los prejuicios, la discriminación, la burla, o las groserías, por señalar sólo algunos ejemplos.
Así pues, a más de un año de haberse instaurado la escuela de lejos, nuestros niños y jóvenes no sólo están aprendiendo contenidos del currículum formal y que fue adaptado por las autoridades en el programa Aprendo en Casa N (creo que ya estamos en la tercera temporada y sería prudente pensar en preparar la cuarta). Sus ojos nos ven y aprenden de nosotros. ¿Qué les estamos enseñando como adultos a las nuevas generaciones ahora que por primera vez conviven más con sus padres y familiares que con sus maestros?
Ningún programa que la SEP transmita por televisión, ninguna videoconferencia organizada por sus maestros, ninguna actividad a distancia diseñada con uso de tecnología o sin ella, ni tampoco ningún libro de texto, tiene la influencia pedagógica sobre la formación de la personalidad de los niños que el ejemplo de los adultos. Y lamentablemente, creo que el balance no necesariamente será positivo. ¿Cuáles son las lecciones que les hemos impreso en el corazón de manera inconsciente a las nuevas generaciones?
Los pilares del currículum pandémico son las características de la sociedad con la que han convivido los niños y jóvenes en este último año. Propongo algunas de las más notorias:
- Egoísmo: Lo importante somos nosotros, el otro no importa. Por que puedo, compro todo el papel higiénico, desinfectante o vitaminas del mercado. Y nuestros hijos miraron atónitos las compras y las anécdotas triunfantes: “como ya no había muchos, me compré una caja completa”.
- Abuso: Si puedo pasar por encima del otro, para obtener algún beneficio, no sólo se justifica, sino que es característica de mi inteligencia. Y así, nuestros niños fueron testigos de cómo jóvenes veinteañeros fueron vacunados y lo presumieron en redes sociales sin formar parte del sector salud.
- Mentira: Con tal de vacunar a un familiar antes de lo indicado, vale llevarlo a un centro de vacunación que no le corresponde y mentir en el domicilio, edad o algún otro dato. Los niños aprendieron que, tratándose de un miembro de la familia, está bien mentir, aunque nosotros les insistamos todos los días en no hacerlo.
- Corrupción: Si hay posibilidad, y siempre la hay, todos conocemos a alguien que está ofreciendo las vacunas “sobrantes” de las jornadas, a cambio de una cooperación. Y claro, también estas conversaciones son escuchadas por nuestros niños, esos a los que les pedimos se esfuercen por ser honestos y rectos en su actuar.
- Autoritarismo. ¿Cuántas discusiones familiares, gritos y sombrerazos habrán tenido que presenciar los niños ahora que están en casa más tiempo junto a sus papás? Los niños han presenciado de cerca la forma en que se resuelven los conflictos. Y han aprendido sobre quién tiene voz y cuánto vale la opinión de cada miembro de la familia.
- Machismo. Según los estudios, muchas niñas han tenido que hacer a un lado sus tareas escolares para ayudar en las tareas domésticas, especialmente la preparación y servicio de alimentos, lavado de ropa y cuidado de los más pequeños. Tareas que no son repartidas por igual entre los hijos o hijas y de las que la escuela las salvaba.
- Incongruencia: Una sociedad que califica como prematuro el regreso a clase, pero no tiene mayor reparo en realizar reuniones familiares, asistir a fiestas, antros o playas.
El artículo 3º de nuestra vulnerable constitución indica las características de la educación que deberían recibir nuestros niños y jóvenes. Señala, y esto hace parte del currículum formal que deberá desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y menciona como criterios basarse “en los resultados del progreso científico”. Sin embargo, las autoridades han ignorado o hasta contradicho los criterios científicos sobre el manejo de la pandemia. En la mañana se quitan el cubrebocas y en la tarde se lo ponen. Recomiendan desde la Condesa o Zipolite que la gente se quede en casa y con solemnidad afirman que la población regala inmunidad.
Las autoridades no han mostrado un solo criterio de orden científico para el regreso seguro a clases presenciales. No nos han dicho si la tasa de contagio esperada puede ser mínima, de lo cual hay evidencia, dada la experiencia en los países que ya han regresado. No nos han explicado por qué se considera segura la operación de una escuela con maestros vacunados y alumnos desprotegidos. Todos hemos sido testigos de que volveremos a clases por el simple e irrefutable argumento esgrimido desde el púlpito matutino: “ya urge”. Y esto, también es parte del currículum oculto, del currículum pandémico con el que nuestros estudiantes aderezan su formación.
Fuente: educacionfutura