Por: Silvana Melo
Una tierra donde la energía pende de un hilo. El lugar en que se vive, se construye y se muere, con una infraestructura que se cae, como el techo sobre las cabezas. La niñez y la adolescencia de estos bordes del mundo tiene que aprender temprana y claramente las condiciones que deberán enfrentar en sus áridas vidas de nacidos en los pies del planeta. Las olas polares en la Argentina ponen todos los sistemas en crisis: el energético, el alimentario, el político. Y el que genera excusas seriales. Hay 300 mil alumnos sólo en escuelas bonaerenses que no tienen clases porque en los edificios no hay calefacción.
Treinta y un años de peronismo y cuatro de cambiemos en el gobierno no generaron infraestructura sólida y segura en las escuelas. Sólo dejaron que empeorara. Año tras año y gobierno tras gobierno. Niños y jóvenes tapándose con frazadas en las aulas. El gas cortado porque la explosión de 2018 en la escuela de Moreno y las dos muertes parecen haber tenido una sola consecuencia: ante cualquier duda se corta el servicio. Un año y medio de escuelas bajo llave por pandemia no fue suficiente para reconstruir, reinstalar, reconectar, relanzar los edificios escolares como territorio seguro, tibio, con la comida calentita que suele no haber en casa, con el abrigo de cuerpo y alma que es tan necesario en niñeces frágiles. Con rumbos señalados por origen.
En Quilmes, en Lanús, en General Rodríguez. En La Plata, en Avellaneda, en Mar del Plata, en Bahía Blanca. Decenas de escuelas cerradas por frío. Y las que quedan abiertas, son una cámara frigorífica. Donde lo que se conserva son niños y adolescentes. En estado de congelamiento físico, psicológico, intelectual. Envueltos en frazadas y gorros y bufandas. Con el ánimo paralizado como una estalactita. Sin posibilidades de comprender nuevos desafíos matemáticos, sujetos y predicados o aventuras de héroes que cruzan por valles nevados para ir a liberar países detrás de la cordillera.
No hay forma de comprender y mucho menos de aprender si no hay condiciones amigables. Si el té o la sopa del comedor están fríos porque no hay gas y cuando se intentó enchufar la estufa o el horno eléctrico saltó la térmica porque la instalación eléctrica se hermanó con la del gas y voló por lo aires. Nada funciona bien en las escuelas. Ni la herramienta de torcer el destino de las pibas y los pibes que nacen determinados, sin opción. Ni el abrigo diario ni el rescate de tanto abismo.
Pero los responsables se culpan entre sí. Kiciloff a Vidal y viceversa. Y los que estuvieron antes, reciclados siempre, impunemente, ya se quitaron los sayos y los quemaron por las dudas. Scioli y Duhalde, por dar dos nombres con espacio y opinión privilegiados. La historia de la infraestructura detonada de las escuelas bonaerenses es larga. Pero hubo un año y medio de ausencia que podrían haberse aprovechado para dar vuelta la realidad. Para transformarla. Y allanar tanta ruta intransitable para los chicos y las chicas que en no mucho tiempo van a cargar con el país. Y que el peso no les sea insoportable.
Fuente de la información e imagen: Pelota de trapo