La incertidumbre del interino.

Cada año la administración se olvida de las personas que ejercen este empleo.

Por: José Antonio Molero Cañamero.

Interino/a: «Dícese del que ejerce un cargo o empleo por ausencia o falta de otro». Del latín Interim: «Entre tanto, en el intervalo, a veces».

Una vez más el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da una definición acertadísima de una situación laboral. Pero tanto el diccionario de la Real Academia como la administración educativa obvian un aspecto fundamental en esta descripción: El factor humano.

Se olvidan de la persona que ejerce ese empleo, de la problemática que conlleva trasladarse de un día para otro a una localidad distinta a la tuya. Se olvidan de que algunos son padres o madres, de que tienen familia, de que de ellos dependen otras personas.

La incertidumbre asoma con la llegada del verano, corroe al interino, es como la espada de Damocles «¿trabajaré o no trabajaré el próximo año?», «¿dónde me enviarán?», «¿cuándo me incorporaré?», «¿podré renunciar?», «¿qué hago con mis hijos?, ¿me los llevo o se los dejo a los abuelos?»… y así cientos de preguntas pasan por la mente del interino.

Incorporarse a un nuevo puesto de trabajo implica muchos cambios, muchas decisiones por tomar, algunas de ellas de manera precipitada. El suplicio comienza leyéndose las bases de la convocatoria, intentando comprenderlas. Para ello ves los vídeo-tutoriales en internet sobre cómo rellenar la instancia. El sufrimiento continúa cuando cumplimentas la solicitud de destinos, siempre con un mapa delante pues a modo de tortura has de conocer de antemano las distancias desde cada uno de los pueblos y ciudades de Extremadura hasta tu casa.

Luego te planteas una posible renuncia para lo que necesitas saber qué van a elegir los que están por delante y detrás de ti en las listas, te lanzas y lo preguntas en el foro, pero la gente prefiere no comentar sus decisiones… y después de todo este martirio te comunican que tienes que incorporarte tal o cual día en ese pueblo que te suena pero, así por lo pronto, no sabes por dónde cae.

En fin… un largo camino poco saludable para el estado de ánimo de un trabajador temporal que en más de una ocasión hace que se cuestione su vocación a pesar de que para llegar hasta aquí ha tenido que invertir mucho tiempo, esfuerzo y dinero.

La administración educativa se ha convertido en una gran gestora de interinos. La cantidad de estos es desmesurada.

Pero como administración debe tener la sensibilidad de que sobre todos ellos existe una carga angustiosa de lo que vendrá, tanto para los que trabajan como para los que no, para los que se incorporan próximamente o para los que esperan a ser llamados. Y todo esto a corto plazo, pues mirando hacia el futuro la incertidumbre se multiplica ante la limitada oferta pública de empleo, ante la posibilidad de que sus especialidades no estén incluidas en la futura convocatoria de plazas docentes.

Todo este gran problema tendría una fácil solución que sería cumplir la normativa en cuanto al número de interinos, dicho cupo se sitúa entre el 7% y el 10% del personal y no del 30-35% que hay en la actualidad. También ayudaría un decreto de interinos adaptados a la realidad educativa extremeña, con una zonificación adecuada, con un respeto por las oposiciones aprobadas sin plaza, por la experiencia del trabajador… por una serie de factores que busquen la estabilidad de estos trabajadores.

Y a todo esto, me pregunto si el informe Pisa dirá algo con respecto a este sufrido colectivo. Ah… no, del negocio de los interinos se encargan otros. Pero eso lo dejaremos para otro día.

Fuente: http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/incertidumbre-interino_1037319.html

Imagen: https://img.europapress.es/fotoweb/fotonoticia_20170304154533_640.jpg

Comparte este contenido:

Universidad de Durango: otra vez al borde

28 de junio de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx

Por: Carlos Ornelas

La Universidad Juárez del Estado de Durango se encamina a un conflicto más, una lucha descarnada por la rectoría y el control del presupuesto, a más de un año de distancia. Aunque el rector, Óscar Erasmo Návar García, entró por puerta falsa, parece que ha ganado legitimidad. Pero es improbable que pueda conducir a la UJED a un cambio institucional que le otorgue cierta estabilidad y modernice su arcaico método de elección de autoridades.

El Consejo Universitario es el máximo órgano de gobierno. Lo componen el rector, las demás autoridades, todos los profesores y un representante de los alumnos por cada escuela o facultad. Rige el principio de una persona, un voto. La compra o el control de sufragios es una regla, al menos desde 1974.

Un poco de historia para esclarecer el punto de por qué se avecina otra pugna. Tras un conflicto de 18 meses en que dos personas se ostentaban como rectores de la UJED, desde el centro forzaron a intervenir —contra su voluntad— al entonces gobernador, Maximiliano Silerio. Dialogó con todos los grupos y encontró la forma. José Ramón Hernández Meraz cumplió cuatro años y se reeligió. Murió en el cargo en junio de 2003. Quien era el contador, Rubén Calderón, ganó la elección. Duró en el puesto diez años. Era casi seguro que en 2010 se reelegiría, tenía el control de la Junta Directiva, del Consejo Universitario y de la mayoría de los catedráticos por vía de los directores.

Jorge Herrera Caldera recién tomó la gubernatura del estado ideó un golpe de mano escabroso para impedir la reelección del rector, quien, suponía, había apoyado a su rival. En un clásico madruguete, el Congreso modificó la Ley Orgánica de la UJED y suplantó al Consejo Universitario. En septiembre de 2010 designó a Patricia Herrera como rectora. Duró siete días en el cargo.

Luego, el Congreso modificó la Ley Orgánica de nuevo y, mediante el control del Consejo, el gobierno manipuló para que Javier Castro Hidalgo fuera el nuevo jefe de la Universidad. Éste fue rector de papel. Es conocido que fue el gobernador —por medio de su hermano Antonio— quien gobernó en la UJED. Con éste acordaban los directores de las dependencias, él decidía quién sería jefe de escuelas y facultades.

El gobernador Herrera removió a Castro. En diciembre de 2012, el Consejo, controlado por el gobierno, designó a Erasmo Návar como rector. Le tocó la faena dura. No tenía legitimidad interna ni resistía los embates del hermano del gobernador.

El mundo cambió en 2016. José Rosas Aispuro Torres, en una alianza PAN-PRD, le ganó al candidato del PRI. Miembros de un comité de defensa de la autonomía le pedían que quitara a Návar y pusiera a uno de ellos, leal al exrector Calderón, quien es hoy secretario de Educación en el estado. Aispuro Torres respondió que no repondría una violación a la ley con otra. Pero sus funcionarios, empezando por Calderón mismo, no dejan de echar leña al fuego. Falta mucho para el cambio y ya hay una decena de candidatos y todos dicen contar con el apoyo del gobernador.

Entiendo que Aispuro Torres no quiera meter las manos. Aparte de que no desea violar la autonomía, tampoco ansía broncas con grupos que tienen voz, que pueden armar líos o agenciarse apoyos de otros políticos (del presidente municipal, por ejemplo). Sin embargo, el puesto de mando le exige velar por la paz y la tranquilidad en el estado. La UJED —con todo y sus defectos y prácticas corruptas— es una institución de peso. El riesgo de otra crisis está en puerta.

Pienso que el gobernador tiene la coyuntura histórica de hacer política de la buena, sin transgredir la autonomía. Puede convocar a los universitarios a hacer propuestas para una reforma a su ley orgánica, como lo proponen exalumnos y profesores de la Universidad, según lo analiza Leobardo García Orrante en un artículo en El Sol de Durango (2 de mayo). Esto, bajo dos premisas. Una, que quede claro que la UJED seguirá siendo (incluso más) autónoma. Dos, que no se vulnerarán los derechos laborales.

La UJED requiere una ley orgánica moderna que aminore las querellas entre grupos, que garantice que el jefe de la Universidad tenga grados académicos decorosos y fama pública. Hoy, quien controla el presupuesto puede hacer mayoría en el Consejo, aunque no tenga mérito académico alguno. Establecer una Junta de Gobierno no resolvería todo, pero aligeraría la compra descarada de votos o el voto forzado.

El gobernador tiene la oportunidad de prevenir una crisis en la UJED.

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/06/21/1171018

Comparte este contenido: