Panamá investiga denuncia de esterilización a mujeres indígenas

Las cirugías se habrían sido practicado en un hospital público y sin consentimiento de las afectadas.

El Gobierno de Panamá y la Defensoría del Pueblo informaron este viernes el inicio de investigaciones sobre posibles esterilizaciones a mujeres indígenas, las cuales habrían sido realizadas en un hospital público y sin consentimiento de ellas.

A través de un comunicado, el Ejecutivo dio a conocer que «el Ministerio de Salud inició una investigación relacionada a supuestos procedimientos quirúrgicos» para esterilización «sin el debido consentimiento de los pacientes».

El texto añade que la cartera también solicitará información a las autoridades sanitarias de la comarca indígena Ngäbe-Buglé y en la provincia Bocas del Toro, al noroeste del istmo.

En paralelo, la Defensoría del Pueblo informó la creación de una comisión de derechos humanos para profundizar en el tema.

Además, la vicepresidenta del Parlamento, Kayra Harding, presentó una denuncia ante el Ministerio Público.

La apertura de las pesquisas se concretó luego de que el pasado martes, durante la sesión de la comisión parlamentaria de la Mujer, la Niñez, la Juventud y la Familia, la diputada suplente Walkiria Chandler se refirió a la visita que junto a otros legisladores hizo en octubre de 2021 a la comunidad indígena de Charco La Pava, en Bocas del Toro.

Durante la misma recibieron denuncias de una docena de mujeres que, tras dar a luz en un hospital lejano, nombrado El Silencio, despertaron y constataron que habían sido esterilizadas sin su consentimiento.

De acuerdo con medios de prensa, tras recibir las denuncias los asambleístas redactaron un informe y solicitaron que el ministro de Salud, Luis Francisco Sucre (quien no se encuentra en el país), compareciera ante la comisión, pero este no se presentó pese a tener conocimiento.

En la sesión de la citada comisión también participó la ministra interina de Salud, Ivette Berríos, quien en lugar de atender la preocupación refirió que Chandler no disponía de pruebas y que todo obedecía a una conspiración política.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/panama-investiga-denuncia-esterilizacion-mujeres-indigenas-20220218-0023.html

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Perú: Las esterilizaciones forzadas en Perú y el peligro que regrese el fujimorismo

Las esterilizaciones forzadas en Perú y el peligro que regrese el fujimorismo

Luciana Mazzini Puga

Durante la dictadura de Alberto Fujimori más de 272 mil mujeres fueron víctimas de esterilizaciones forzadas, crímenes que aún continúan impunes. Su hija Keiko, que calificó el hecho como “un plan de planificación familiar”, disputará este domingo el balotaje presidencial. Además, aseguró que indultará a su padre, condenado por crímenes de lesa humanidad. ¿Qué implicaría el regreso del fujimorismo al gobierno? ¿Qué dicen las víctimas de las esterilizaciones forzadas?

Por Luciana Mazzini Puga, de la redacción de NODAL

El 18 de septiembre de 1996, María Elena Carbajal fue a dar a luz a su cuarto hijo. Iba a tenerlo por cesárea pero debido a una mala praxis dio a luz por parto normal, lo que le generó un prolapso de segundo grado. María Elena cuenta que, mientras esperaba que los médicos le entregaran a su hijo, le preguntaron cuántos tenía y qué método utilizaba: “Le contesté que tenía cuatro hijos y que no usaba ningún método porque a mi esposo no le gustaba. Me respondieron ‘señora, ¿usted piensa tener hijos como cuy?’ y me insistieron mucho en hacerme una ligadura de trompas. Como no me traían a mi hijo, me empecé a preocupar porque ese hospital tenía antecedentes de que los niños desaparecían. Finalmente accedí con la condición de que me lo trajeran”.

Carbajal agrega: “cuando mi marido se enteró de lo que pasó, me insultó y me dejó, sin importar dónde estaba mi bebé. Más tarde, mi suegra encontró a mi hijo cianótico y sin llanto, envuelto en una bata para adultos. Estuve muchos años con problemas de salud y sola. Cuando conocí a mi segunda pareja, él quería tener hijos. Fui a hacerme los estudios y recién ahí supe que me habían esterilizado y ya no generaba hormonas”.

En Piuro, Victoria Vigo transitaba la semana 32 de gestación y fue a un hospital porque tenía contracciones. Una vez en la guardia, le practicaron una cesárea y 18 horas después del nacimiento del niño, los médicos le dijeron que su hijo falleció por problemas respiratorios: “Al día siguiente pedí el alta voluntaria. Quería irme porque veía a otras mamás con los senos llenos, dando leche y yo estaba fajada. El médico intentó consolarme y me dijo ‘tienes 32 años, eres joven, puedes volver a tener otro hijo’ y el otro médico dijo ‘no, a ella ya la esterilizaron’”.

Al mes, Victoria fue al hospital a reclamar: “Me trataron como ignorante, me dijeron que podían hacerme recanalización pero la esterilización fue por corte, entonces era irreversible. Allí estalló todo, tomé conciencia e inicié un juicio”

María Elena Carbajal, presidenta de Esterilizaciones Forzadas de Lima y Callao, y Victoria Vigo, líder del Ni Una Menos en Perú, son víctimas de las esterilizaciones forzadas llevadas a cabo durante el gobierno de Alberto Fujimori, bajo la ejecución del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar (1996-2000). María Ysabel Cedano, abogada y defensora de DDHH, cuenta que “la política del gobierno fue control demográfico. Quisieron reducir la pobreza reduciendo el nacimiento de pobres y, por lo tanto, esterilizando mujeres pobres indígenas y de zonas rurales. Hay una característica étnica racial: a las mujeres de la ciudad le dejaban el DIU, a las del campo y de los pueblos indígenas las esterilizaban”.

El proceso judicial y el regreso de Keiko

Si bien Alberto Fujimori fue condenado por crímenes de lesa humanidad durante su gobierno, tras más de 20 años los casos de esterilización forzada siguen esperando justicia. En la actualidad, el fiscal Pablo Espinoza ya presentó 182 pruebas contra los inculpados, Alberto Fujimori y sus exministros de Salud, por el delito de violaciones a los derechos humanos a través de la esterilización de mujeres. Según un informe de la Defensoría del Pueblo, se estima que entre 1995 y 2001 inclusive, se le realizó la ligadura de trompas a 272.028 mujeres y la vasectomía a 22.004 hombres. Hasta el momento el Ministerio Público ya sustentó 1.312 denuncias ante el poder judicial, de las cuales cinco son víctimas mortales. Las víctimas exigen al Estado reparación integral, que inicie el juicio, que los acusados pidan perdón público y que se los condene, entre otras demandas. Vigo comenta que “están dilatando el juicio de una manera pésima porque se espera que lleguen las elecciones para ver quién va a ganar”.

El eventual triunfo de Keiko Fujimori en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el próximo domingo alerta a las organizaciones de víctimas de esterilizaciones forzadas. La candidata de Fuerza Popular ha generado polémica ya que declaró que, en caso de asumir, indultará a su padre e, incluso, ha negado que se hayan realizado las esterilizaciones forzadas: aseveró que se trató de “un plan de planificación familiar”.

Con el regreso del fujimorismo, “el caso va a quedar impune y habrá represalias contra las victimas sobrevivientes y contra quienes hemos ejercido la defensa durante años. Indultará al padre y, para eso, va a comprar, callar o eliminar a los testimonios”, afirma Cedano. Carbajal agrega: “Si Keiko llega al poder, nos levantaremos y la sacaremos, como hicimos con Merino. No regresaremos a los ´90. Keiko no va, Fujimori nunca más”.

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2021/06/las-esterilizaciones-forzadas-en-peru-y-el-peligro-que-regrese-el-fujimorismo-por-luciana-mazzini-puga/

 

 

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El cuerpo femenino como un bien colectivo

El cuerpo femenino como un bien colectivo

Por Carolina Vásquez Araya

Dawn Wooten, enfermera estadounidense, ha denunciado la práctica de esterilizaciones forzadas practicadas contra mujeres migrantes en el centro de detención del condado de Irwin, Georgia. Sus alegatos han levantado polvo: por un lado, acusaciones de quienes intentan desacreditar a la denunciante y, por otro, la exigencia –desde altas instancias en la Cámara de Representantes- de profundas y extensas investigaciones sobre estas posibles violaciones contra los derechos humanos.

Las esterilizaciones forzadas en los cuerpos de mujeres indígenas o de las capas más pobres de los países latinoamericanos y africanos no es novedad alguna.

En la década de los años 60, los Cuerpos de Paz estadounidense actuaron como misioneros para imponer por la fuerza el control demográfico en nuestro continente, con la graciosa anuencia de los gobiernos locales. Esa práctica de una crueldad inaudita nunca mereció juicios ni condenas y las mujeres castradas de manera tan salvaje como injusta tampoco recibieron reparación alguna.

La perspectiva oficial generada desde los ámbitos políticos en relación con los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, no ha cambiado. Las asambleas legislativas dominadas por el pensamiento hegemónico de una masculinidad mal entendida siguen imponiendo su agenda cargada de restricciones sobre más de la mitad de la población; y, de ese modo, se impide el ejercicio de ese derecho mediante castigos extremos.

En la mayoría de nuestros países se condena a mujeres, niñas y adolescentes que buscan asistencia sanitaria para interrumpir embarazos o, simplemente, cuando se presentan en los hospitales con emergencias obstétricas. Es decir, se les veda no solo el derecho de recibir atención sino también de optar por una solución humanitaria a su situación crítica.

Las mujeres, por el hecho de haber nacido como tales, son así declaradas un bien público por sociedades regidas bajo códigos estrictamente patriarcales. Ya avanzado el siglo veintiuno se perciben retrocesos aberrantes en la perspectiva de género, como por ejemplo en Francia, en donde han comenzado a agredir en las calles a jóvenes mujeres por vestir falda.

Actos de extremo salvajismo en un país supuestamente igualitario, avanzado, culto y en donde paradójicamente nació el pensamiento fundamental que consagra los derechos de la ciudadanía: Libertad, Igualdad, Fraternidad.

El retorno a prácticas misóginas en países que habían logrado superar esas barreras, dicen mucho de cómo ha persistido, a través de los siglos, esa super valoración de la masculinidad contra la visión de un sexo femenino asociado a la sumisión, la obediencia, la inferioridad y la función subordinada de aportar su cuerpo como instrumento de beneficio social por medio de la reproducción controlada.

Los movimientos feministas han alcanzado grandes avances en términos prácticos, pero ni siquiera han llegado a rozar el núcleo mismo del sistema, cuya principal característica es un profundo temor al poder de las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos como la política, la economía y la justicia.

Las mujeres gozan de iguales derechos y responsabilidades, de acuerdo con tratados y convenciones de efecto obligatorio. Sin embargo, derribar las barreras opuestas a su pleno desarrollo es todavía un tema pendiente que impide la evolución de la sociedad hacia estadios superiores de convivencia y, para ello, será necesario derribar los marcos valóricos obsoletos que nos rigen. A partir de ahí, comenzar de nuevo con una plataforma igualitaria, justa y de mutuo respeto.

El temor por el poder femenino es el mayor de los obstáculos.

* Periodista, editora y columnista chilena. Vive en Guatemala.

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2020/10/el-cuerpo-femenino-como-un-bien-colectivo-por-carolina-vasquez-araya/

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La mujer pública

Por: Carolina Vásquez Araya

La historia nos ha enseñado la amarga verdad: el cuerpo femenino como un bien colectivo.

En días recientes Dawn Wooten, enfermera estadounidense, ha denunciado la práctica de esterilizaciones forzadas practicadas contra mujeres migrantes en el centro de detención del condado de Irwin, Georgia. Sus alegatos han levantado polvo: por un lado, acusaciones de quienes intentan desacreditar a la denunciante y, por otro, la exigencia –desde altas instancias en la Cámara de Representantes- de profundas y extensas investigaciones sobre estas posibles violaciones contra los derechos humanos de las víctimas.

Las esterilizaciones forzadas en los cuerpos de mujeres indígenas o de las capas más pobres de los países latinoamericanos y africanos no es novedad alguna. En la década de los años 60, los Cuerpos de Paz estadounidense actuaron como misioneros para imponer por la fuerza el control demográfico en nuestro continente, con la graciosa anuencia de los gobiernos locales. Esa práctica de una crueldad inaudita nunca mereció juicios ni condenas y las mujeres castradas de manera tan salvaje como injusta tampoco recibieron reparación alguna.

La perspectiva oficial generada desde los ámbitos políticos en relación con los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, no ha cambiado. Las asambleas legislativas dominadas por el pensamiento hegemónico de una masculinidad mal entendida siguen imponiendo su agenda cargada de restricciones sobre más de la mitad de la población; y, de ese modo, se impide el ejercicio de ese derecho mediante castigos extremos. En la mayoría de nuestros países se condena a mujeres, niñas y adolescentes que buscan asistencia sanitaria para interrumpir embarazos o, simplemente, cuando se presentan en los hospitales con emergencias obstétricas. Es decir, se les veda no solo el derecho de recibir atención sino también de optar por una solución humanitaria a su situación crítica.

Las mujeres, por el hecho de haber nacido como tales, son así declaradas un bien público por sociedades regidas bajo códigos estrictamente patriarcales. Ya avanzado el siglo veintiuno se perciben retrocesos aberrantes en la perspectiva de género, como por ejemplo en Francia, en donde han comenzado a agredir en las calles a jóvenes mujeres por vestir falda. Actos de extremo salvajismo en un país supuestamente igualitario, avanzado, culto y en donde paradójicamente nació el pensamiento fundamental que consagra los derechos de la ciudadanía: Libertad, Igualdad, Fraternidad.

El retorno a prácticas misóginas en países que habían logrado superar esas barreras, dicen mucho de cómo ha persistido, a través de los siglos, esa super valoración de la masculinidad contra la visión de un sexo femenino asociado a la sumisión, la obediencia, la inferioridad y la función subordinada de aportar su cuerpo como instrumento de beneficio social por medio de la reproducción controlada. Los movimientos feministas han alcanzado grandes avances en términos prácticos, pero ni siquiera han llegado a rozar el núcleo mismo del sistema, cuya principal característica es un profundo temor al poder de las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos como la política, la economía y la justicia.

Las mujeres gozan de iguales derechos y responsabilidades, de acuerdo con tratados y convenciones de efecto obligatorio. Sin embargo, derribar las barreras opuestas a su pleno desarrollo es todavía un tema pendiente que impide la evolución de la sociedad hacia estadios superiores de convivencia y, para ello, será necesario derribar los marcos valóricos obsoletos que nos rigen. A partir de ahí, comenzar de nuevo con una plataforma igualitaria, justa y de mutuo respeto.

El temor por el poder femenino es el mayor de los obstáculos. 

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/la-mujer-publica/

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Niñas y adolescentes mexicanas con discapacidad fueron sometidas a esterilización sin consentimiento

América del Norte/Mexico/huffingtonpost.com.mx/

Este reportaje fue realizado por Elizabeth Ortiz, Gabriel Orihuela y Juan José del Toro para Zona Docs en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, del International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con CONNECTAS.

Todos los días, tres menores de edad son esterilizadas en México. Entre ellas, niñas y adolescentes con discapacidad a quienes se somete a operación sin consentimiento y con la excusa de evitar embarazos ante abusos sexuales. Se trata de una práctica que viola sus derechos. Estados, hospitales y médicos admiten las ligaduras.

Una investigación revela que hospitales públicos han practicado esterilizaciones a mujeres menores de edad con discapacidades sin su consentimiento, una práctica que viola sus derechos.

La esterilización a niñas y adolescentes con discapacidad no debería ocurrir sin su consentimiento, pero en México se hace. El Gobierno federal lo oculta, aunque hospitales y médicos admiten que es un proceso habitual para bloquear la posibilidad de embarazo ante abusos sexuales.

En lugar de brindar una atención basada en sus derechos, cumplir con el compromiso internacional que el gobierno mexicano adquirió hace 10 años, protegerlas del agresor y escuchar sus necesidades, se somete a las jóvenes con discapacidad abusadas a una nueva agresión: una operación para evitar que cuando sean violadas queden embarazadas.

Así, la operación que dicen se hace para prevenir, termina sometiéndolas a más abusos.

Los casos son contundentes.

Irma es una mujer con síndrome de Down que durante su adolescencia fue violada por un vecino en Huixtán, Chiapas. A los 16 años quedó embarazada. Con pocos recursos y mucha desesperación, fue a un hospital regional para abortar.

Los médicos se negaron y sugirieron esterilizar, así, si le volvía a pasar lo mismo, ya no quedaría embarazada. Perdió al bebé, pero la historia no quedó ahí: aunque había una orden de aprehensión y alejamiento, el violador siguió abusando de ella y la situación se repitió: Irma volvió al hospital embarazada cuatro años después.

Hay más.

Ana es una menor con trastorno mental bajo la tutela del Estado: dejó de vivir con sus padres a los ocho años porque la maltrataban y la explotaban laboralmente. Cinco años más tarde, las autoridades la trasladaron al Hogar de Transición para la Niñez Villas Miravalle en Guadalajara.

A sus 15 años, los directivos del hogar solicitaron a las autoridades de Salud que la sometieran a una operación para atarle las trompas, por “un alto riesgo de un embarazo no deseado”.

El Consejo de Familia impidió el procedimiento de manera rotunda: era violatorio de sus derechos humanos. Pero el caso muestra que profesionales responsables de niñas y adolescentes ven en estas operaciones un mecanismo anticonceptivo seguro.

El Gobierno oculta las cifras: de las respuestas a 82 solicitudes de información enviadas a través de la ley de transparencia a dependencias federales, estatales y hospitales no es posible determinar cuántas de las 12,937 menores de edad esterilizadas entre 2006 y 2016 tenían discapacidad. Tampoco si hubo consentimiento firmado.

La cifra de menores de edad –es decir, menores de 18 años– esterilizadas en México implica que, en promedio, en esa década al menos tres niñas y adolescentes fueron intervenidas con una salpingoclasia todos los días.

Aunque seis de cada 10 casos ocurrieron en adolescentes de 17 años, la Secretaría de Salud reporta esterilizaciones en niñas tan pequeñas como de 10 años.

A las solicitudes de transparencia, la Secretaría de Salud federal respondió que no tiene obligación de llevar registro, pero estados como Baja California, Jalisco, Puebla y Tabasco reconocieron que el “retraso mental” es un escenario para realizar esas operaciones; solo como ejemplo: en el Hospital Gustavo A. Rovirosa Pérez de Tabasco indicaron que, de 2010 a 2015, fueron esterilizadas tres menores por esta razón. Una serie de entrevistas con médicos, instituciones y activistas, y la revisión de recomendaciones de organismos defensores de derechos humanos, revelan que es un procedimiento usual.

Violan compromiso internacional

El Estado mexicano se comprometió en 2008 a adaptar sus normas a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, a través de la cual los gobiernos firmantes se obligan a tomar medidas para reconocer el derecho de las personas con discapacidad a fundar una familia, decidir el número de hijos que quieren tener y a mantener su fertilidad en igualdad de condiciones que el resto.

“(Los Estados deben asegurar que) se respete el derecho de las personas con discapacidad a decidir libremente y de manera responsable el número de hijos que quieren tener y el tiempo que debe transcurrir entre un nacimiento y otro”, se lee en la convención.

Las convenciones internacionales que firma el país tienen el mismo rango que la Constitución y, por ende, son más relevantes que las normas oficiales mexicanas –que es el marco legal al que se atienen los médicos que practican estas operaciones–, explicó Julián Copo, coordinador de la Comisión de Salud de la Barra Mexicana Colegio de Abogados.

Además, en el Artículo 1 de la Constitución mexicana, reformado en junio de 2011, se eleva a rango constitucional el reconocimiento de que todas las personas gozarán de los derechos humanos previstos en la carta magna y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte.

Diez años después de la firma, México aún no modificó las normas que permiten hacer estas cirugías en caso de “retraso mental”. En lugar de brindar una atención basada en sus derechos, protegerlas del agresor y escuchar sus necesidades, se somete a las jóvenes con discapacidad abusadas a una nueva agresión: una operación para evitar que cuando sea violada quede embarazada.

Por ese agujero legal, se cuelan las intervenciones. Los médicos las justifican porque hay una norma local que los habilita y porque es una manera de proteger a niñas y jóvenes con discapacidad de embarazos no deseados.

“Son violadas o son engañadas; entonces, para evitar eso, mejor las operamos”, dijo Jesús Jorge Beltrán, médico y académico investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

No se sabe cuántas son en el país porque el Estado federal considera que no tiene la obligación de registrarlas. La petición al respecto que se hizo a la Secretaría de Salud fue omitida por casi todas las dependencias a las que cuestionó la Unidad de Transparencia. La única que respondió fue el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, que señaló que “no tiene la obligación de contar con la información de mérito”.

De hecho, ni siquiera parece haber claridad en el número de niñas y jóvenes que son esterilizadas, tengan o no una discapacidad.

En una primera revisión a las bases de datos públicas que la Dirección General de Información en Salud de la Secretaría de Salud mantiene en internet, la dependencia informó que en 2016 se habían registrado 23,147 cirugías de oclusión tubaria bilateral (OTB, otra forma de llamar a la operación con la que se ligan las trompas uterinas) en niñas y jóvenes de entre 10 y 19 años. Una cifra sorprendente: era el equivalente a 40 por ciento de todos los casos reportados de 2006 a 2015.

Pero a principios de 2018 modificaron sus registros: los nuevos números, ya considerados oficiales, solamente reportan 5,952 casos. La explicación para borrar 17,195 casos de un plumazo fue que se trataba de datos preliminares y que, una vez comprobados, notaron que la cifra real era mucho menor.

La dependencia federal afirmó no haber detectado OTB en niñas de 12 y13 años. Pero como respuesta a pedidos de información, entidades como Tamaulipas, Veracruz, Jalisco y Oaxaca reconocieron intervenciones a niñas de esas edades durante 2016. En total, doce entidades reconocieron intervenciones quirúrgicas en adolescentes de entre 12 y 15 años.

“El Estado mexicano no ha tomado acciones para detener las esterilizaciones”, dijo Lisbet Brizuela, directora en México de Disability Rights International, una institución que defiende el derecho de las personas con discapacidad.

¿Por qué en México se normaliza que se bloquee la posibilidad de decidir sobre su cuerpo a mujeres con discapacidad? Según Brizuela, la práctica es común por el desconocimiento de los derechos que tienen las mujeres con discapacidad: “Se considera que son seres completamente asexuados, que no tienen conocimiento de su cuerpo, que no van a poder ejercer ningún tipo de control sobre ellas mismas o, incluso, la toma de decisiones”.

‘Defender’ de la violencia: la excusa

Las normas indican que se deben dar opciones para la salud sexual y reproductiva antes de someter a cualquier mujer a una operación de ligadura de trompas, además de una explicación acabada de lo que implica la OTB, y deben contar con su consentimiento para realizarla.

En los casos de menores con discapacidad, esto no parece suceder; según la directora de la Coordinación de Medicina de la Adolescente del Instituto Nacional de Perinatología (Inper), Josefina Lira Plascencia, se hacen por pedido de los padres.

“Si la madre dice ‘quiero que la liguen porque realmente no tengo medios para después estarla trayendo a consulta y que le revisen el dispositivo, bla, bla, bla’, pues las metemos a quirófano y las ligamos”, dijo Plascencia. ¿Por qué? Porque “por su propia discapacidad, está sujeta a violencia sexual”.

La posibilidad de un embarazo producto de violaciones, se presenta como una justificación extendida para realizar esterilizaciones en caso de jóvenes y adolescentes con discapacidad.

¿Por qué no se respeta el compromiso internacional? Habiendo una norma local que los habilita, los médicos sienten que es una cuestión que los excede: “No somos abogados”, dijo Beltrán, el investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM.

La falta de adecuación del marco legal local a los compromisos que adquirió el país es el agujero por el que se cuela la violación de los derechos de las menores: “Así se está violando su derecho a la salud, a la reproducción, a decidir si quiere o no procrear en el futuro”, indicó Adriana Hegewisch Lomelin, coordinadora de la Comisión de Derecho Familiar de la Barra Mexicana Colegio de Abogados.

Al intervenir con un método de “protección” ante abusos sexuales reiterados, lo que empieza a suceder es que el abuso pasa inadvertido: “Con frecuencia, el que abusa es alguien conocido: un cuidador, un terapeuta, un familiar; entonces, esa persona va a saber que ya está esterilizada”, consideró Andrea Flores Ruiz, maestra en Ciencias de la Familia y quien imparte clases a personas que tienen hijos con discapacidad.

Pero a pesar de las prácticas referidas, el director general adjunto de Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud, Rufino Luna Gordillo, rechazó que tener una discapacidad sea una condición para estas operaciones.

“Esa no está contemplada como una condición. Aquí, si los padres son los que deciden o quieren hacerle una salpingoclasia, tienen que recibir primero una asesoría porque ellos no pueden decidir tan fácil, por decirlo así, sobre el bienestar de esta niña”, dijo.

En lugar de seguir los protocolos de protección de víctimas, alejarlas de los abusadores y garantizarles los derechos que les son reconocidos, en México a las menores con discapacidad se las vulnera aún más. La medida para protegerlas, la expone a un cambio drástico sin hacerlas parte y las arroja a más abusos sexuales. 

Fuente: https://www.huffingtonpost.com.mx/2018/12/10/ninas-y-adolescentes-mexicanas-con-discapacidad-fueron-sometidas-a-esterilizacion-sin-consentimiento_a_23614607/?ncid=other_huffpostre_pqylmel2bk8&utm_campaign=related_articles

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