México aprueba una ley educativa que sepulta la evaluación a los profesores

América del norte/México/02 Mayo 2019/Fuente: El país

La reforma de López Obrador mantiene gran parte de los lineamientos impulsados por el Gobierno de Peña Nieto

México ha enterrado de forma definitiva la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. El Senado ha aprobado este martes una nueva ley de Educación, en el último día del periodo ordinario de sesiones y después de cuatro meses de estancamiento en el Legislativo. La nueva ley elimina las evaluaciones para determinar la permanencia laboral de los profesores, pero mantiene gran parte de los lineamientos de la reforma anterior. La aprobación supone un triunfo simbólico para el presidente, Andrés Manuel López Obrador, que hizo de la derogación de la reforma de su predecesor una bandera política desde la campaña y uno de los aspectos prioritarios de su agenda de gobierno, aunque no ha aplacado a los opositores más recalcitrantes al proyecto anterior, algunos miembros de su propia coalición.

La promesa de López Obrador a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que agrupa a unos 100.000 maestros disidentes, había sido «no dejar ni una coma» de la reforma de Peña Nieto. El alivio del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que perdió las elecciones presidenciales de diciembre pasado, fue que la nueva reforma conservaba la mayor parte de la ley aprobada en 2013. El resultado final entre ambos extremos es ambiguo porque formalmente se aprobó una nueva reforma, pero se conservan varios puntos clave que mantienen la rectoría del Estado sobre la educación del país y que restan, de momento, influencia a la CNTE y al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que concentra a 1,2 millones de maestros.

«Es una reforma mejor porque está orientada a la formación y no a la evaluación, pero es insatisfactoria porque no hace justicia a la vocación transformadora de este Gobierno, se queda muy corta en términos programáticos», afirma Manuel Gil Antón, investigador del Colegio de México. «Ni es la misma reforma de Peña Nieto ni es la reforma de Andrés Manuel, es otra cosa, la verdad está en medio», comenta Alma Maldonado, investigadora del Instituto Politécnico Nacional.

La reforma elimina, por ejemplo, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), un organismo autónomo encargado de evaluar el desempeño docente y abogar por mejorar la calidad en los servicios educativos del país. El INEE fue el blanco de las críticas de los opositores de la reforma anterior por fijar los parámetros de las «evaluaciones punitivas» a los docentes. La ley sustituye el concepto de calidad y habla de excelencia, y contempla que el INEE sea sustituido por un organismo que formalmente sea parte del Gobierno, pero que tenga recursos propios y autonomía de gestión. «El nuevo instituto mantiene sus funciones principales», señala Maldonado. El órgano formará parte del Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación y será coordinado por una junta directiva de cinco miembros que serán nombrados por el Senado por un periodo de siete años.

Otra de las novedades es que se establece que la educación inicial (de 0 a 3 años) sea obligatoria y que el Estado debe garantizar el acceso a la educación superior. Se deja asentado también que la educación tenga un carácter integral, inclusivo, multicultural y con perspectiva de género. En uno de los puntos más criticados —e inéditos en comparación con otros países— es que se incluye una lista de materias obligatorias en la Constitución: historia, geografía, civismo, filosofía, tecnología, innovación, lenguas indígenas y extranjeras, educación física y sexual, las artes («en especial, la música»), entre otras. En el texto no se incluyen, paradójicamente, español y matemáticas.

La reforma se aprobó en lo general por 95 votos de 122 senadores presentes. «Estamos haciendo historia porque esta reforma reivindica a los maestros, pero también a las niñas y a los niños», ha defendido en la sesión Antares Vázquez, del gobernante Morena. «Esto abre las puertas a la corrupción y a la impunidad, hoy traicionan a la niñez mexicana», ha reclamado Guadalupe Saldaña, del conservador Partido Acción Nacional, el único grupo parlamentario que se opuso. La reforma ya se había aprobado el jueves pasado en la Cámara baja.

Con la aprobación de la reforma se cierra un capítulo político, pero se abre otro. Después de que 17 Congresos locales aprueben la reforma, se deben definir las leyes secundarias que determinarán los parámetros operativos y los cambios en el terreno de la nueva reforma. «Hemos estado mirando demasiado al Congreso y prestado poca atención a las escuelas, aún quedan muchas cosas por definirse», apunta Jennifer O’Donoghue, directora de la organización Mexicanos Primero.

Algunas de las principales incógnitas y preocupaciones de los especialistas son las funciones específicas de los nuevos organismos, las implicaciones laborales para los maestros y si los sindicatos —y las propias dependencias de Gobierno— volverán a tener influencia en la asignación unilateral de plazas y el pago de nóminas en la «letra pequeña» de la ley. Las miradas están puestas en el SNTE, que aglomera a la mayoría de los maestros del país y que ha esperado tras bambalinas durante la discusión de la reforma. «Nos declaramos aliados del presidente y nos ratificamos como su ejército intelectual», adelantó el fin de semana el secretario general, Alfonso Cepeda. Pero más allá de las palabras y las formas, la nueva reforma aún tiene varias pruebas pendientes. «Tendremos que esperar al menos un año para ver los efectos con las nuevas políticas», vaticina O’Donoghue.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2019/04/30/mexico/1556649781_125204.html

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Singapur o cómo triunfar sin tener ni idea.

Hace tiempo que se veía venir y ya algunos iniciaron la peregrinación a la Meca de los resultados PISA. Para ver cómo lo hacen, qué saben que nosotros no sepamos y aprender de los mejores, a ver si mejoramos. Por el contrario, yo voy a centrarme aquí en lo que no saben o no hacen»

Por: Jose Manuel Ballester.

En ambientes educativos, Singapur está de moda. Es lo más.

Hace tiempo que se veía venir y ya algunos iniciaron la peregrinación a la Meca de los resultados PISA. Para ver cómo lo hacen, qué saben que nosotros no sepamos y aprender de los mejores, a ver si mejoramos.

Si quieren averiguar cómo una excolonia que alcanza su independencia en 1965, con un nivel educativo propio de pescadores y cabreros, ha logrado ser el número uno del mundo en las últimas pruebas PISA, ya tienen a su disposición estudios, artículos y libros (destacaría Quince cartas desde Singapur, recién traducido al español en México). Si quieren saber qué hacen y cómo lo han logrado, ese es el camino.

 Por el contrario, yo voy a centrarme en lo que no saben o no hacen. No por adoptar un enfoque original sino porque, a lo mejor, ahí hay una clave que podría interesar.

No tienen Educación Infantil. Como suena. No gastan un céntimo en Infantil, ni invierten (que a los puristas no les gusta el verbo gastar cuando se trata de educación). Los chiquillos ingresan en el sistema educativo a los seis años sin saber hacer la O con un canuto malayo.

Podríamos preguntarnos si es que no saben que en el mundo en que vivimos la escuela debe hacer posible la conciliación asumiendo la educación de los chicos desde la cuna a la tumba. Parece que no, que no lo saben. En cambio, impulsan políticas como financiar la compra de vivienda si se realiza cerca del domicilio de los padres. Tienen estas gentes la idea de que si vives cerca de tus padres, les endosarás los chiquillos a los abuelos. Así, lo que se gasta en financiar viviendas, se ahorra en la costosísima Educación infantil que el Estado del Bienestar proporciona desde el destete. Y los niños cuidados con los abuelos resulta que duermen más, juegan más y no llegan a los seis años ya con estrés en varios idiomas y esas cosas.

Total que los niños llegan a Primaria sin saber nada, sólo jugar.

Y empiezan la Primaria donde tienen exámenes de verdad. Exigentes, con publicación de resultados (esto no falla en ninguno de los sistemas que mejoran, en ninguno), y con consecuencias académicas. No saben que esos exámenes aquí los llamaríamos reválidas, les echaríamos agua bendita, pactaríamos el fusilamiento preventivo de quien los defienda, y a otra cosa. Ellos no lo saben: en los primeros cursos de Primaria hacen, incluso, exámenes de 90 minutos.

La séptima de las cartas a Singapur lleva por título Observaciones de la decana de una escuela de educación porque la autora, Christine B. McCormick, de la Universidad de Massachusetts quiere que queden al descubierto las vergüenzas pedagógicas del sistema. ¿No saben ustedes, pregunta la decana, que un niño a estas edades es incapaz de mantener la atención durante 90 minutos? Es que adquieren la capacidad de atender durante 90 minutos precisamente haciendo exámenes como este, le responden los singapurenses. En la misma línea, la decana se escandaliza al descubrir que «usan las pruebas para evaluar el rendimiento de los alumnos y no la efectividad de los profesores». Al parecer no saben lo básico de pedagogía. Por eso hicieron lo que hicieron, los pobres.

Para Singapur la evaluación es clave. Fundamental para los alumnos y esencial para los profesores. El objetivo de la evaluación de los profesores es que ellos mismos sepan cuál es su posición y en qué necesitan mejorar. Lo de la posición tiene que ver con que los profesores disponen de una bien remunerada y clara carrera docente. En dos ámbitos: docente y ‘administrativa’. Hay una carrera clara, como digo, es decir los profesores saben que pueden seguir progresando mediante el aprendizaje (aprendizaje del que pueden rendir cuenta en evaluaciones suyas o de sus alumnos, y supervisados a pie de aula por profesores de nivel superior en la escala docente), pueden tener más mérito y, por tanto, aspirar a puestos mejores y sueldos superiores.

Tampoco tienen Atención a la Diversidad: ni practican la inclusividad ni el igualitarismo o, dicho en palabras ajenas a la jerga pedagógica: no pretenden educar a todos los alumnos por igual sino que procuran que cada uno desarrolle al máximo sus capacidades (no que llegue a la media nacional o al aurea mediocritas, que dicen los clásicos). Como no hay inclusividad, hay centros especializados, con profesores especializados en ayudar a desarrollar sus posibilidades a los alumnos con necesidades educativas especiales (ACNEES). Y en el resto del sistema, muy competitivo, muy exigente, cualquier profesor sabe lidiar perfectamente con alumnos con altas capacidades intelectuales. Como no saben que es contraproducente instruir separadamente a estos alumnos, no sólo el conjunto de los alumnos singapurenses obtiene la primera posición sino que los ACNEES de Singapur están un 70% por encima de los USA que, para no saber pedagogía, no está nada mal.

Otra cosa en la que se muestran escandalosamente ignorantes es en la cuestión de los ‘valores’. Transmiten valores, eso es inevitable, pero no lo hacen directamente, no forman parten de currículo alguno ni son el credo de ninguna religión. No adoctrinan, en definitiva. Los valores que transmiten son, digamos, transversales: competitividad, mérito, esfuerzo, superación, responsabilidad, transparencia. Y cosas así.

Ya lo decía Pennac: ¡Qué bien enseñábamos cuando no sabíamos pedagogía! Los de Singapur todavía no saben pedagogía. Saben lo que es la realidad que les espera a sus alumnos, saben de rendimiento de cuentas por su trabajo. Y los profesores saben su materia y la transmiten con eficacia.

Juegan para ganar. A lo mejor por eso ganan.

Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/01/12/singapur-o-triunfar-idea/797059.html

Imagen: http://www.abc.es/Media/201312/08/exito-educativo-singapur–644×362.JPG

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