Europa/España/Fuente:http://www.farodevigo.es/
Sandra Penelas.
Siete catedráticos de larga trayectoria y destacada valía profesional han renunciado a la jubilación para seguir trabajando como eméritos.
Cuarenta años bregándose en aulas, bibliotecas y laboratorios saben a poco cuando la curiosidad por el conocimiento se lleva en el ADN. El trabajo es su pasión y el retiro no entra en los planes de los siete profesores eméritos de la Universidad. Liberados de las responsabilidades burocráticas y de la rigidez de los planes de estudio, ahora disponen de más tiempo para investigar, asesorar a sus colegas y seguir prestando servicio a la institución que contribuyeron a crear.
Cuando los soldados romanos se licenciaban con honores eran nombrados eméritos y se retiraban a las tierras que les entregaba el Imperio como recompensa a sus esfuerzos. Fue así, recuerda el catedrático Luis Rodríguez Ennes, como nació la ciudad de Mérida y también su nombre, Augusta Emérita. En nuestros días, los docentes universitarios con las mejores hojas de servicio comparten el título con aquellos militares aunque, lejos de disfrutar del merecido reposo del guerrero, aprovechan esta etapa de su vida académica para continuar investigando y transmitiendo su conocimiento a colegas y estudiantes.
La Universidad de Vigo cuenta actualmente con un «consejo de sabios» integrado por siete catedráticos que, finalizada su vida laboral y tras acreditar los méritos y apoyos necesarios, continúan acudiendo a sus facultades a diario. Además de vocación y entusiasmo por su trabajo, todos ellos forman parte del club de fundadores de la institución. Han sido decanos, miembros del equipo de gobierno e incluso rector en el caso de Luis Espada. Han visto «cómo se ponían los ladrillos y la cimentación», destaca Federico Vilas, lo que intensifica el sentimiento de que ésta forma parte de su propia historia.
El jurista Rodríguez Ennes es una de las últimas incorporaciones a este comité de veteranos. Su nombramiento como emérito fue aprobado días después de ser distinguido como decano honorífico de la facultad ourensana de Derecho que fundó en 1990. «Para mí la jubilación no sería jubilosa; yo solo sirvo para esto y estoy encantado. Ya no corro como antes pero mentalmente me encuentro bárbaro», bromea.
Tras casi 50 años a pie de encerado, Ennes se dedicará a labores «más placenteras» como son la lectura y el estudio, aunque también seguirá «prestando ayuda» a los profesores y dando clase a los alumnos de máster y doctorado, las etapas donde pueden seguir ejerciendo los eméritos, además de dedicarse a la investigación.
Él se muestra crítico con un sistema inconstante en el que el nivel «ha bajado muchísimo» y se impone «la cultura del no esfuerzo». «El problema es que la educación está mal reglada desde preescolar y si no es estable desestabiliza a toda la sociedad. Hay alumnos brillantísimos, fundamentalmente mujeres, pero la generalidad tiene un nivel más bajo», lamenta.
Pedro Merino, catedrático de Ciencia e Ingeniería de los Materiales, prefiere hablar de un «perfil distinto». «Los alumnos de ahora no son mejores ni peores, tienen otras virtudes y formas de trabajar. Su inquietud por viajar a otros países para estudiar y trabajar es mayor y otro factor de cambio destacado en nuestra escuela ha sido el aumento de alumnas», destaca.
Miembro de la Academia Gallega de Ciencias, Merino fue director de la escuela, vicerrector y director xeral de I+D en la Xunta. Éste ha sido su segundo curso como emérito y ha impartido clase en los másteres de Automoción y Mecatrónica. «Ahora tengo un contacto más directo con el ingeniero joven que ya ha tenido experiencia en la empresa y vuelve para adquirir conocimientos más especializados. Y también dispongo de más tiempo para dedicarme a la investigación. Es un periodo de transición para no cortar bruscamente con una obra a la que has contribuido», señala.
En su ámbito, la experiencia pierde valor ante la rapidez con la que avanza la tecnología, pero los veteranos pueden aportar «otros factores a tener en cuenta como la capacidad de negociar y formar equipo».
También disponen de un conocimiento profundo de la institución como el que atesora su primer rector, Luis Espada. Además de dirigir proyectos fin de carrera ha coordinado tres estudios sobre inserción laboral de los antiguos alumnos y actualmente está inmerso en la puesta en marcha del Observatorio de Egresados tras contactar en 40 países con todas las promociones forjadas durante los 25 primeros años de la Universidad de Vigo.
«Era un cordón umbilical que teníamos roto. En el 95 publiqué un libro sobre el nacimiento de la institución y ahora cierro un ciclo contando dónde están los alumnos. Estoy dedicado a esta faceta en cuerpo y alma y muy ilusionado. Ellos también quieren mantener contacto con la Universidad», destaca.
Espada, que ha firmado a mano las 42.000 cartas enviadas a estudiantes cuando no se disponía de correo electrónico, también agradece la labor del personal de Administración y Servicios: «Estoy orgulloso, han colaborado muchísimo».
Además de contar con el respaldo de sus respectivos departamentos, los eméritos deben entregar un plan de trabajo para poder disfrutar de esta condición. Federico Vilas quiere dar a conocer a la sociedad el trabajo realizado por su grupo de investigación en Geología Marina y Ambiental (Geoma), dentro del que ha coordinado proyectos del plan nacional y participado en más de una veintena de campañas oceanográficas, incluida la Antártida.
«La docencia y la atención al alumno diarias ocupan mucho tiempo, mientras que como investigador debes tener un rendimiento en artículos publicados. No dispones de tiempo material, por eso ahora es el momento oportuno para hacer cosas que vas dejando pendientes y divulgar todo el trabajo científico realizado. Son investigaciones relacionadas con la contaminación o la gestión del litoral y estar al día de lo que pasa a su alrededor es un beneficio para la sociedad», sostiene.
Admite que ser uno de los socios fundacionales -fue el primer vicerrector de Investigación- genera cierta «nostalgia» a la hora de pensar en jubilarse. Su decisión de continuar, como en el caso de todos los eméritos, no sorprendió a su familia. «Lo contrario sí les resultaría chocante. Vigo es una universidad joven y, por tanto, nosotros estamos en la madurez de la juventud», comenta entre risas.
«Hasta hace poco todos éramos muy jóvenes, pero ahora la institución ya está asentada y tiene un poso. Yo empecé dando clase en Artes y Oficios y en el 77 subimos al campus cuando todavía era colegio universitario. Lo vi nacer y siento que es una parte muy buena de mi vida. Dar clase en Bachillerato es muy difícil pero el nuestro es un trabajo muy bonito y con el tiempo lo haces cada vez mejor. Pensé que podía seguir y en el departamento las relaciones son muy buenas. Yo lo fundé y me siento un poco la madre de todos, de hecho, algunos profesores fueron mis alumnos», expone la catedrática de Lengua y Literatura Gallega Camiño Noia.
Ella se estrenará como emérita en septiembre y ya ha empezado a revisar todo el material acumulado en su despacho: «Lo guardo todo: trabajos, libros, documentación de cuando era decana, cartas…». Tarea no le va a faltar, pues además de seguir con su labor de investigación en el grupo Gael de estudios literarios, Noia forma parte de la comisión que organizará un congreso académico vinculado a la exposición del Pergamino Vindel en el MARCO el próximo año.
La experta, que sostiene que tras la firma de Martín Códax podrían estar mujeres, anima al público a acudir al simposio: «Queremos que también se celebre en el museo para que los vigueses conozcan la importancia tremenda que tenía nuestra lengua en el siglo XIII y les dé cierta autoestima. Deben reivindicar su pasado y estar orgullos de su idioma».
A través de sus estudios sobre artistas gallegos como Maruja Mallo, Luis Seoane y Castelao, en el que es una experta, María Victoria Carballo-Calero también ha contribuido a poner en valor la cultura gallega desde el campus ourensano. «Quise continuar en la Universidad porque sentía que podía seguir aportando y rindiendo. También soy miembro de la Academia de Bellas Artes de Galicia y una enriquece a la otra. Tengo una relación fantástica con mis compañeros, los asesoro siempre que puedo, y los alumnos de doctorado están contentos porque les puedo facilitar el acceso a muchos centros o expertos».
«En primera fila»
La presencia de eméritos en Humanidades, la más elevada, se completa con el catedrático de Escultura Juan Fernando de Laiglesia, que, a igual que Noia y Ennes, iniciará su nueva etapa en septiembre: «Tuve el honor de colaborar en primera fila en la creación de Bellas Artes hace 25 años. Las tareas de fontanería ya están resueltas y ahora puedo colaborar de una manera mucho más responsable. No es nostalgia, sino que responde a la voluntad de todos mis compañeros de departamento que me han animado a estar cerca».
Ha asumido como responsabilidades recopilar textos y ordenar la «joya académica» que constituyen las 200 tesis de 10 universidades españolas que ha dirigido para que sean un legado a la facultad. También pretende terminar un informe sobre la transmisión del conocimiento escultórico en Europa y «aprender» de sus compañeros: «El grupo es maravilloso y voy a matricularme en sus asignaturas».
Juan Fernando de Laiglesia
Su condición de emérito también le va a permitir «leer plácidamente sin tener que memorizar para dar clase» y retomar asignaturas pendientes. «No he leído El Quijote, el Ulises de Joyce, El hombre y sus atributos, Ana Karenina ni Rojo y Negro. No tengo más remedio que hacerlo», reconoce.
De La Iglesia resume lo que supone este nuevo recorrido que está a punto de iniciar: «Multiplicar el disfrute de aquello para lo que parece que estamos llamados».
Fuente: http://www.farodevigo.es/gran-vigo/2016/07/03/consejo-sabios-universitarios/1491750.html
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