El proceso de adaptación en la educación infantil

Por: Junta de Portavoces

Llega un día, en que cada uno sale al mundo y, aunque da un poco de miedo, se abren nuevas y maravillosas posibilidades. Crecer cuesta, pero merece la pena.

La “primera vez” que hacemos algo, que tenemos una nueva experiencia de cualquier tipo, se nos produce una cierta inquietud: cuando vamos de viaje a algún lugar desconocido; cuando quedamos por primera vez con personas desconocidas; un nuevo trabajo…

Esta inquietud es el resultado de las emociones que se nos producen internamente, al enfrentarnos a estas nuevas situaciones, que al ser desconocidas nos generan inseguridad, aprensión e incluso miedo.

Estamos en el momento de preparación del próximo curso, el momento de tomar decisiones sobre el futuro de nuestros niños, el cual puede conllevar la incorporación al ámbito escolar de numeroso pequeños, que se enfrentarán, igualmente, a esta nueva experiencia con los sentimientos asociados que conlleva. Cada vez salimos del regazo más temprano, en pequeños viajes de ida y vuelta.

Algunas familias optan por llevar a sus hijos a distintos centros de educación infantil, de primer o segundo ciclo. Existen distintas posibilidades, pero todas ellas tienen un denominador común: los niños y niñas han de superar una de estas experiencias vitales: “el periodo de adaptación”.

¿Qué entendemos por periodo de adaptación?

Entendemos por periodo de adaptación, el tiempo que los centros educativos organizan para la incorporación de los niños y niñas, por primera vez, al entorno escolar. Puede tener distintas características, en función de la tipología de centros, algunas de las cuales pueden ser: incorporación paulatina, horarios y grupos reducidos, aumento progresivo de la estancia en el centro, acompañamiento en el aula,… todas ellas valiosas herramientas que facilitarán la consecución del objetivo que nos interesa: la adecuada y correcta adaptación.

Sin embargo, todos estos aspectos mencionados, dependen de los adultos, es decir, son los adultos los que tomarán las decisiones pertinentes con respecto a la escolarización, horarios, calendarios, etc. Los niños serán sujetos pasivos de estas decisiones. Es por ello, que nosotras en la Asociación Junta de Portavoces de Educación Infantil 0-6, queremos establecer la diferencia entre periodo y proceso de adaptación.

¿Qué entendemos por proceso de adaptación?

Es el conjunto de situaciones, emociones y procesos psicoafectivos que se producen, en los niños y niñas, como conjunto de respuestas ante una nueva situación desconocida para ellos.

Al ser un proceso, ellos serán los protagonistas, puesto que tendrán que elaborar sus propias y peculiares estrategias de afrontamiento: elaborar el proceso de separación de sus figuras de apego, establecer nuevos vínculos afectivos con adultos y otros niños, emprender relaciones con el nuevo entorno y sus dinámicas, iniciarse en la expresión de sus emociones y necesidades,…

Este proceso comprende desde que los niños y niñas se incorporan al centro educativo, hasta que se consigue el equilibrio, la tranquilidad, la confianza y la formación de vínculos emocionales. No tiene una temporalización concreta, sino que depende de cada niño, por ser un proceso único y personal.

La incorporación a la escuela, un lugar desconocido, produce sentimientos de abandono y pérdida. Pérdida de su mundo de referencia, de sus personas de apego, en definitiva, su casa y su familia, donde se sienten seguros y queridos. De abandono, porque carecen de noción temporal desarrollada, por lo que no tienen capacidad para predecir cuando van a volver a buscarlos sus familiares. Expresar estos sentimientos es una reacción totalmente sana, no debemos intentar evitarla. Solo los protagonistas podrán superarla, convirtiéndose en su conquista personal.

Cada pequeño reacciona de una manera: pueden darse comportamientos de timidez, algunos se quedan pegados al adulto, otros se aíslan o inhiben, no quieren relacionarse con otros niños; pueden expresar tristeza, llantos, rabietas, rechazo al adulto, en los momentos de separación de la familia, en la entrada, durante el día o en la salida; incluso fuera del centro, pueden darse comportamientos atípicos como no querer separarse ni un instante de los familiares más directos, no comer o dormir bien, despertar bruscamente, tener pesadillas, regresión en el control de esfínteres; expresar sus conflictos a través del cuerpo (tener fiebre, vómitos,…).

Frente a este conflicto interno que están viviendo, les ayudará la serenidad de los adultos que les cuidan, proporcionándoles la seguridad y el apoyo que contribuirá a ir calmando sus temores. La familia y los centros de educación infantil compartimos la grata tarea de cuidar y educar a los niños y niñas.

Todos estos comportamientos irán desapareciendo paulatinamente, a medida que el pequeño vaya evolucionando en su proceso y vaya, por lo tanto, resolviendo su adaptación. En poco tiempo se sentirán seguros, confiados, tendrán nuevos amigos, volverán a comer con ganas, dormirán a pierna suelta, jugarán alegremente y comenzarán a mantener relaciones de afecto con sus educadores e iguales, formando parte su primer grupo social, aceptando el medio educativo voluntariamente, percibiendo que es un contexto en el que disfrutar.

Necesitan tiempo, contextos enriquecedores y apropiados en la escuela, el mantenimiento de las rutinas, que les ayuden a anticipar lo que va a ir ocurriendo a lo largo del día y en qué momento se dará el reencuentro con sus familias.

Este proceso, tan complejo para niños y niñas, también lo es para madres y padres. La decisión de escolarizar a los hijos puede provocar sentimientos ambivalentes: siendo conocedores de lo idóneo de llevar a los niños a un centro de educación infantil, puede producir tristeza, angustia, pérdida e incluso celos, provocados por un sentimiento de culpabilidad, derivado de no atenderles ellos en exclusiva, ya sea por decisión propia o por exigencias de la situación familiar.

Observar las dificultades de los hijos y las propias puede hacernos dudar de si merece la pena.

Es conveniente aceptar y tolerar estos sentimientos como naturales y humanos, no negarlos ni tratar de evitarlos, sino tratar de aliviarlos depositando nuestra confianza plena en el centro educativo y sus profesionales. Siempre queremos lo mejor para nuestros hijos: confiemos en nuestras propias decisiones, sobre todo si están basadas en el conocimiento de los criterios pedagógicos, la organización, la metodología, las posibilidades de comunicación, las instalaciones, … del centro elegido.

Por otra parte, los centros de educación infantil deben tratar de adaptarse a la individualidad de cada niño y niña, respetando su propio ritmo y tratando de acogerles con comprensión y cariño; estableciendo un clima de buena comunicación, en el que se sientan entendidos en la expresión de sus sentimientos y estando cerca de ellos para transmitirles seguridad.

No todos los centros son iguales. Desde la Asociación Junta de Portavoces de Educación Infantil 0-6 abogamos por la Escuela Pública, siendo profundamente conocedoras del excelente trabajo que se realiza en las Escuelas Infantiles y Casas de Niños de la Red Pública. En estos centros se tiene en consideración todos los aspectos mencionados anteriormente, para dar respuesta a las necesidades de todos los implicados en el proceso.

A modo de conclusión…

¿Qué supone este proceso para las familias, los niños y los centros educativos infantiles?

Es el tiempo que necesitan los niños y niñas para lograr sus propias conquistas, conocer y dominar otros espacios y descubrir nuevos amigos.

Es el tiempo que necesitan las familias para dejarlos confiados en manos de los profesionales.

Es el tiempo que necesitan los profesionales para conocer a los niños y adecuarse a sus características y necesidades, y también conocer a sus familias.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/25/el-proceso-de-adaptacion-en-la-educacion-infantil/

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Entrevista: Inteligencia emocional en los niños

Entrevista/ 21 de junio de 2016/ Fuente: Guiainfantil.com

Los padres podemos enseñar a los niños a identificar sus emociones y a controlarlas. Es importante que sepan razonar sobre las emociones, las suyas y las ajenas. La eduacación emocional, es parte de la formación del niño.

La psicóloga Silvia Álava, en esta entrevista a Guiainfantil.com, nos aclara en qué consiste la inteligencia emocional, cómo se puede medir la inteligencia emocional de los niños y cómo educarles en sus emociones.

La inteligencia emocional en la infancia

La inteligencia emocional es, tomando la definición de Salovey y Mayer, un subconjunto de inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios así como la de los demás, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones.

Inteligencia emocional es la capacidad para pensar, para razonar sobre las emociones y eso implica lo primero de todo, identificar las emociones, tanto las propias como las ajenas, lo que sería la percepción emocional.

 Se trata de:

– utilizar las emociones para que nos ayuden a pensar; que sería la facilitación emocional.

– entender las emociones; comprensión emocional.

– manejar las emociones tanto en nosotros mismos como en los demás.

Cómo se mide la inteligencia emocional en el niño

La inteligencia emocional para medirla podemos tener dos grandes medidas diferentes:

– Primero esta la autoevaluación: se trata de medir cómo nos creemos de inteligentes a nivel emocional, que se evaluaría a través de un cuestionario como por ejemplo el TMMS.

– Evaluar las habilidades emocionales: que se mide con un test como es el MESQUITE.

Se trata de dos test que tienen estudios empíricos, con una validez científica y que miden nuestra inteligencia emocional. Hay veces que nos encontramos cuestionarios por Internet o en revistas que nos dicen cómo de inteligente eres emocionalmente, y ese tipo de cuestionarios no tiene realmente una validez empírica, es decir, no nos dicen que realmente vaya a ser así.

Cómo se puede aplicar la inteligencia emocional en los niños

En cuanto a los niños, nos preocupamos mucho de que tengan un curriculum académico muy extenso y que se apunte en un montón de asignaturas, y de idiomas, pero no nos podemos olvidar de educar las emociones que va a ser algo que va a ser fundamental en esos niños.

Educar las emociones va a ser fundamental en los niños y esto no es una cosa que se pueda hacer al azar, si no que también hay que planificarlo hay que saber que es lo que tenemos que trabajar, cómo lo queremos trabajar con los niños, en qué tenemos que focalizarnos.

La educación emocional nos va a ayudar a modificar los sentimientos. Tienen que entender qué es lo que está pasando, a reconocer esos sentimientos, que los perciban bien y que sepan cómo se sienten. Tenemos que ayudarles también a que sean capaces también de razonar esos sentimientos.

Por ejemplo es muy útil desde pequeños enseñar a los niños a no preocuparse por cosas que no sabemos si van a suceder. Muchas veces los adultos nos pasamos todo el día preocupados ‘¿y si ocurre esto? ¿ y si ocurre lo otro?’ y estamos sufriendo inútilmente. Enseñemos desde pequeños a percibir esos sentimientos, a manejarlos, a modularlos, y a que siempre vayan a su favor y no en su contra.

Fuente: http://www.guiainfantil.com/articulos/educacion/aprendizaje/inteligencia-emocional-en-los-ninos/

Imagen: http://www.guiainfantil.com/uploads/educacion/_emocionG.jpg

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Jóvenes plasmaron lo que para ellos sería una Colombia en paz

Colombia/ 12 de Junio de 2016/La Opinión

Miles de niños y jóvenes en Norte de Santander y Arauca han tenido que ser testigos y víctimas de un prolongado conflicto que los ha confinado a vivir y crecer en medio de la amenaza de los grupos armados ilegales, así como un ambiente de desesperanza marcado por las difíciles condiciones económicas.

Sin embargo, más allá de su situación, un grupo de estudiantes de décimo y undécimo grado de 56 instituciones educativas de estos dos departamentos azotados por la violencia, decidieron pasar de los lamentos a las reflexiones, para demostrar que en el país no todo está perdido y que a pesar de las adversidades, tienen una mirada diferente de su futuro.

Sobre un lienzo, los jóvenes plasmaron lo que para ellos sería una Colombia en paz y la forma cómo, desde su corta experiencia y sus anhelos, conciben que sí existe la posibilidad de perdonar y reconciliarse, aun cuando sus vidas hayan estado marcadas por la guerra.

Estas ideas fueron reunidas en un concurso liderado por la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), mediante el cual buscan sensibilizar a niños y adolescentes sobre el momento que vive el país y sus expectativas frente a la construcción de paz.

“Estas pinturas evidencian las diferentes miradas de nuestros jóvenes. Nos hablan de mundos divididos entre buenos y malos, de tristeza y alegría, amor y desamor, pero nunca pierden la esperanza y ese es el motor para que sus historias siempre tengan un final feliz”, manifestaron los organizadores.

Por Norte de Santander participaron 48 colegios de  Chinácota, Los Patios, Ocaña, Pamplona, Puerto Santander, Sardinata, Tibú, Villa del Rosario, El Zulia y Cúcuta.

Por Arauca, fueron ocho instituciones de Arauca, Tame y Saravena.

Fuente: http://www.laopinion.com.co/cultura/jovenes-plasmaron-lo-que-para-ellos-seria-una-colombia-en-paz-113478#ATHS

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