Libro PDF: Un feminismo comunitario y campesino donde defender la vida es ser guardiana de los cuerpos y de los territorios

Fuentes: Tierra viva

«Defensoras. La vida en el centro», es un libro de relatos de luchas feministas por el cuidado del ambiente. Editado por Marcha y Acción por la Biodiversidad, recoge testimonios de Berta Cáceres, Francia Márquez, Nélida Almeida y otras mujeres que abogan contra la violencia y la colonialidad sobre los territorios y los cuerpos. Es un material de libre descarga.

Hay pulsiones de vida que vienen desde tiempos inmemoriales. Aquellas que defienden a la tierra, a los ríos, a las plantas y a los seres que la habitan. Defender y resistir son aún más antiguos que el saqueo e involucran a los territorios pero, también, a los cuerpos. Y las Defensoras son aquellas que están ahí, en ese territorio que conocen desde siempre, y desde donde generan las resistencias, las contraofensivas al saqueo, la destrucción, la contaminación, la invasión y el desarraigo. Pero no pensemos que ellas son seres etéreos que flotan por tierra y agua. Las Defensoras son mujeres políticas que fueron armando redes colectivas y construyendo comunidad para plantarse y pensar en cómo sostener y propagar formas de Buen Vivir. Porque fueron ellas las que se quedaron (ante desplazamientos de poblaciones, migraciones por trabajo) y vieron, olieron, sintieron, palparon cómo el agua se contaminaba y envenenaba a animales y plantas y a sus propias crías, las niñeces en las que se reflejaban pesticidas y agrotóxicos; cómo el clima se volvía hostil e imprevisible, cómo las máquinas penetraban profundo y se llevaban como mercancía pedazos de vida que latían entre los metales.

Porque el extractivismo es un concepto que viene desde el principio de los tiempos. De los tiempos modernos, podríamos decir. De los tiempos en los que el hombre decidió que lo que tenía no le alcanzaba y que para tener más poder y mayores rendimientos tenía que explotar, saquear, usar y consumir otros territorios que no eran los cercanos ni aquellos en los que vivía. Y decimos “hombre” porque no hablamos de humanidad, sino que acá trazamos una línea que une al patriarcado con el capitalismo, el racismo y unos cuantos “ismos” de lo más negativos.

Y así como aquellos hombres salieron con sus espadas, sus cañones, sus escopetas… en el camino fueron armando sistemas de guerra y políticos que le dieran un marco cada vez más legal a eso que se pretende: el saqueo de los territorios, de la naturaleza y, también, de los cuerpos que allí habitan.

Por eso poner la vida en el centro es parar el acelere voraz en el que se encuentran las políticas neoliberales, el capitalismo verde que promueve el individualismo de “la bolsita en el tachito de basura” para seguir generando negocio y rédito a través de formas de vivir y construir que le anteceden; es también ese mismo capitalismo que define los alimentos saludables para un público selecto y, mientras, niega a las trabajadoras de la tierra que alimentan al pueblo desde la agroecología. Y las Defensoras que leemos en estas páginas reivindican el feminismo porque aprendieron de la mano de la tierra que los cuerpos feminizados son, también, históricamente territorios de saqueo donde se ejerce la violencia.

Por eso hablan de cuerpos-territorios y sitúan un feminismo comunitario, campesino, rural, donde defender la vida es ser guardianas de sus propios cuerpos y de todo cuanto lo rodea. En este contexto, podemos decir que a través de la historia y la lucha de Berta Cáceres se hizo más visible el rol político de las Defensoras en los territorios. Desde su asesinato en 2016 a la actualidad, los pueblos de Abya Yala, más recientemente denominados “del Sur Global”, sufrieron diferentes formas de amenazas y ataques vinculados con el avance sobre los territorios de los proyectos extractivistas que traen consecuencias a las que se suman las de la crisis sistémica que expuso la pandemia de Covid-19 y la crisis climática.

En Honduras, Berta, junto a la comunidad del Río Gualcarque, se oponía a la construcción de la empresa hidroeléctrica DESA en su territorio, motivo por el que fue asesinada por un grupo de sicarios contratados por esta misma empresa, en complicidad con el Estado hondureño.

La defensa de los bienes comunes y la vida digna, a través de la recuperación de saberes, formas organizativas e identidades, son experiencias claves para seguir construyendo el camino hacia la soberanía alimentaria ante el avance del sector corporativo sobre la vida y territorios de los pueblos.

Las voces de las Defensoras son claves para comprender la situación de los pueblos. Recuperar y visibilizar sus relatos de esperanza es construir un mapeo crítico –y de resistencias– de nuestra historia reciente.

Berta Cáceres, defensora de los territorios en Honduras. Asesinada por oponerse a la construcción de la empresa hidroeléctrica DESA.

Hilar la historia de nuestras defensoras y de nuestras ancestras

Como habitantes urbanas nos llenamos de preguntas, de disparadores para que cada una pueda contar con sus propias palabras sobre la situación en la que se encuentran ella y su comunidad. A través de las entrevistas históricas trazamos genealogías, construimos memoria colectiva. La experiencia situada de cada una de las Defensoras en sus territorios nos habla de conflictos y resistencias locales, de luchas específicas contra diferentes mecanismos de control e intervención territorial. Pero también de defensas y disputas en los territorios urbanos porque, como dice Adriana Guzmán, «finalmente, ¿qué son las ciudades sino territorios ancestrales ocupados en la colonización y donde se ha obligado a nuestras abuelas y abuelos a migrar para ser explotados en esas denominadas ciudades?”. Es desde allí que también las Defensoras disputan la macropolítica, las formas de habitar las ciudades y los procesos constituyentes que se están dando en Nuestra América. Y lo hacen trazando estos puentes desde los territorios que conocen para aportar sus miradas, voces y experiencias en esa disputa política que se pretende separada pero en la que ellas transitan con naturalidad: lo urbano y lo rural como lugares para pensar y actuar desde las mismas ideas y convicciones.

Sin embargo, al relacionar cada una de esas experiencias, así como los diferentes modos de saqueo de los bienes comunes y colocarlas en una línea de tiempo, podemos realizar un análisis geopolítico e histórico que nos habla de la estructura neocolonial. Los territorios como «enclaves coloniales», como reflexionaba Berta. Y así como Berta fue asesinada, este libro es también una forma de denuncia porque muchas de las Defensoras aquí entrevistadas sufren persecuciones, atentados, deben huir para resguardar su propia vida y así encuentran en otras redes feministas y comunitarias sus lugares de protección. Pero también las sufren sus comunidades, que son amedrentadas y víctimas de atentados constantes: además de fomentar el desplazamiento de sus territorios para que puedan ser explotados sin estorbos, gobernantes y empresarios pretenden aleccionar a quienes resisten sus políticas de extractivismo y muerte. No entienden los lazos solidarios y de ideas inamovibles que generan las Defensoras y sus comunidades.

Pero también encontrar a las Defensoras desde sus luchas y resistencias nos posibilita un diagnóstico geopolítico de los últimos diez años en el Sur Global y un diálogo entre las diferentes experiencias de construcción de alternativas y respuestas activas de las comunidades frente al avance del saqueo y despojo de los territorios.

Hilar la historia de nuestras Defensoras es recuperar la historia de nuestras ancestras, es trazar la genealogía de quienes defienden los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra; tender puentes entre territorios que se pretenden alejados y entre tiempos pasados y presentes que arman un diálogo imprescindible.

Las voces de las defensoras

Empezamos por la mencionada Berta Cáceres, quien ya había anticipado en 2015, respecto del actual contexto de crisis social y ambiental: “¡Despertemos humanidad, ya no hay tiempo!”.

Y desde Guatemala llega Lolita Chávez, quien recorrió con su pollera de mil colores distintas tierras y experiencias de nuestro país. Cuerpos territorios –en palabras de ella– que le dieron el refugio como también la vitalidad y fortaleza necesarias para continuar la lucha. “Es como atacar el espíritu de la defensa territorial, nos mapearon como nosotras lo hacemos, nos tienen en la mira y vemos cómo los asesinatos, violaciones y encarcelamientos están en todos los territorios”, denuncia.

Francia Márquez Mina se suma a nuestras Defensoras en su resistencia desde el territorio colombiano y su actual candidatura para la vicepresidencia. Afrodescendiente, está dispuesta a repetir las veces que sea necesario que a la política de la muerte se la enfrenta con las propuestas feministas y comunales para la vida digna. Sostiene que los cambios llegan “desde abajo”, y que los “malos gobiernos” están en la memoria.

Entonces volvemos a Honduras para charlar con Miriam Miranda, quien retoma la teoría de Berta sobre que su país funciona como laboratorio donde se ensayan las más hostiles políticas de control y saqueo de los territorios, que pueden ser replicadas en otros países. Y recuerda que “Honduras fue el experimento y después vinieron Paraguay y Brasil”. Pero también advierte: “Es necesario construir otros pactos de convivencia. Tenemos que romper eso que pasa en las ciudades con el individualismo, de no saber quién está a tu lado”.

Y llegamos a la Argentina para escuchar a Nélida Almeida, parte de un proyecto rural que busca también promover el modelo agroecológico ante el avance del agronegocio; es decir, potenciar la producción de alimentos sanos, saludables y que puedan ser comercializados a precios justos para el pueblo. Ella nos cuenta por qué surgieron como una organización campesina de mujeres por estar allí en el territorio y ver cómo las multinacionales arruinaban el suelo y enfermaban a su gente y dice: “Tenemos que salir a explicar que esas tierras necesitan regenerarse, que la tierra es vida, que no es mercancía”.

En Paraguay está Bernarda Pessoa, quien nos recuerda que “desde el principio son las mujeres las que defienden la vida, principalmente la vida, luego el ambiente”. Pero que insiste con que toda esa defensa es política: “Sabemos bien que muchas mujeres a veces no descubrimos que somos políticas. Todas somos políticas. Todo lo que hacemos es política: dentro de la casa, dentro de las organizaciones… Y la organización hace que las personas alcen sus voces para reclamar sus derechos, para el Buen Vivir de todos y de todas”.

Pero como también en todos los continentes, para que existan naciones enriquecidas, necesariamente, otras deben ser explotadas, saqueadas, usadas, consumidas. Hay pueblos que tienen diferentes historias y procesos, pero que cuentan con los mismos entramados de opresión y raíces coloniales. En palabras de Francia Márquez, el arraigo de las comunidades afro con sus territorios en Abya Yala es, también, una forma de mantener conexión con su territorio ancestral, con “Mamá África”. Y por eso llegamos a Teresa Boa, Defensora en Mozambique, para empezar a tirar de ese hilo más largo que une territorios tan lejanos a simple vista. Su voz nos cuenta sobre historias que nos resuenan: “Aquí quienes sufrimos somos las mujeres y los niños y las niñas. Las mujeres pierden sus tierras, son desplazadas, viven en algunos lugares inciertos, están sufriendo, sin comida, sin nada y la guerra no terminó, continúa”.

Es la activista Lucineia Miranda De Freitas desde Mato Grosso, uno de los estados más violentos del Brasil, quien nos vuelve a traer el concepto de feminismo comunitario y nos recuerda qué es ser Defensora para ellas: “Ser Defensora es repensar el propio proceso de la producción agrícola, la producción en la agricultura, desde una perspectiva de la agroecología, comprendiendo que supone una ruptura con un modo de hacer agricultura que viene de la ‘revolución verde’ y nos permite repensar la relación con la naturaleza y el medio ambiente”.

Las Defensoras de Perú nos cuentan sobre el por qué del trabajo cotidiano que se dan: “Estamos en un momento histórico para recuperar nuestra identidad, para mantener la memoria histórica, para recoger los aportes de nuestras ancestras y para gestar los cambios que tanto anhelamos”.

Desde Bolivia y después de haber enfrentado un golpe de Estado, donde las Defensoras fueron de las más activas, Adriana Guzmán retoma la idea de la construcción colectiva y comunitaria que se desprende de cada palabra y acción de las Defensoras: “Una no hace la revolución sola, eso de que hay un caudillo que puede hacer la revolución no es cierto. Para hacer eso que llaman revoluciones se necesitan los pueblos y para construir el vivir bien”.

Y cerramos con Chile, este país que se encuentra en un proceso tan particular y esperanzador para el Sur Global todo. Allí las Defensoras que son parte de la convención constituyente, las eco-constituyentes, nos recuerdan esa unión de todas: “Aunque las luchas de las mujeres indígenas, negras, rurales no son las mismas que las de las mujeres de la ciudades, sí la lucha por la tierra y el agua es una lucha que nos une a todas y es característica de los nuevos tiempos la protección de la semilla, del agua, de los bosques y también nos une en un trabajo comunitario, de nuevas formas de relacionarnos con la tierra y entre nosotras”.

“Soy porque somos”, esa frase tomada de la filosofía ubuntu de África, es la que utilizó Marielle Franco en la campaña que la llevó a ser autoridad en Brasil. Ese lema hoy es retomado por Francia Márquez en su candidatura en Colombia. “Soy porque somos”, dicen las Defensoras en cada acción que realizan. Para nosotras, visibilizar a las Defensoras y a sus experiencias es imprescindible porque es poner en el centro a la vida. Hasta que el Buen Vivir se haga costumbre.

Introducción del libro «Defensoras. La vida en el centro», que puede descargarse: Defensoras. La vida en el centro

Autoras: Camila Parodi, Laura Salomé Canteros y María Eugenia Waldhüter

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/un-feminismo-comunitario-y-campesino-donde-defender-la-vida-es-ser-guardiana-de-los-cuerpos-y-de-los-territorios/

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Entrevista a Adriana Guzmán, aymara y feminista comunitaria: “El golpe de Estado en Bolivia es racista, patriarcal, eclesiástico y empresarial”

Por: Claudia Korol.

Adriana Guzmán integra el Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia y Feministas de Abya Yala. Se reconoció en esa lucha con otras compañeras en la Guerra del Gas en 2003, por eso suele decir que aprendió en la calle de qué se trata el patriarcado y por qué el feminismo es una herramienta fundamental para crear otras formas de vida. Ahora mismo resiste el avance de las milicias que festejaron la quema en la plaza pública de la whipala, la bandera de los pueblos originarios, un gesto de una violencia simbólica tal que es difícil nombrarlo sin que el corazón se parta. En este diálogo caracteriza al golpe de Estado, llama a enfrentarlo y a apoyar las acciones de la resistencia.

¿Cómo caracterizás al golpe de Estado en Bolivia?
-Hay un dolor profundo frente al triunfo de este golpe cívico, militar, fundamentalista, empresarial. Estas movilizaciones empezaron después de las elecciones del 20 de octubre, cuando se acusó de fraude al proceso electoral en el que Evo Morales obtuvo un 10% más de votos frente al segundo candidato Carlos Mesa. Había un descontento en sectores de la sociedad por la repostulación del Evo. Como Feministas Comunitarias Antipatriarcales hacemos una autocrítica ahí. Creemos que habría que repensar esa postulación del Evo. Pero por otro lado, había un montón de imposiciones de los otros partidos. Por ejemplo Carlos Mesa, siendo genocida, coautor de la Masacre del Gas (2003), estaba yendo a las elecciones como candidato. ¿Cómo si un genocida va a las elecciones, no puede repostularse alguien por tercera vez?.
¿Quiénes son los protagonistas del golpe?
 
Por un lado está la oposición que en términos “democráticos” se habría visto afectada por el supuesto fraude, encabezada por Carlos Mesa. Fue vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Losada, coautor de la Masacre del Gas, y la última cara que tuvo que utilizar la oposición de los partidos políticos, una oposición anacrónica, sin propuesta, sin rostros, que había quedado destrozada con estos años del proceso de cambio. Partidos que ni siquiera existen ya sus siglas, se juntan y ponen a Carlos Mesa como su candidato. Esa sería la “oposición política”. Son los votos de cuestionamiento al MAS (Movimiento al Socialismo).
El otro es el grupo de derecha fascista encabezado por el Comité Cívico de Santa Cruz, donde está Luis Fernando Camacho como Presidente. Es una instancia que inventan los empresarios para participar en decisiones, en la elaboración de leyes para defender sus intereses. El Comité Cívico representa a los empresarios, oligarcas, a los terratenientes, socios de las transnacionales, del Oriente boliviano.
El Oriente boliviano está tomado por los terratenientes, que han obtenido sus tierras del regalo de la dictadura, y que han sometido ahí a los pueblos indígenas, a migrantes de La Paz, de otros departamentos, migrantes aymaras y quechuas, para su servicio, como sus peones. Es la oposición económica que encabezado este golpe de Estado. Luis Fernando Camacho está vinculado además a los carteles del narcotráfico. Es hijo de un paramilitar que ha estado al servicio de la dictadura. Eso es lo que representan quienes ha encabezado este golpe de Estado.
 
-Hay sectores políticos que no nombran este momento como un golpe de Estado ¿Por qué ustedes lo caracterizan así? 
Primero, porque se ha buscado la desestabilización social, política, sembrar terror con grupos armados en diferentes lugares. Armados con armas de fuego, con cascos, con escudos. Se ha articulado a grupos universitarios, paraestatales, paramilitares, grupos fascistas, racistas, que ya había desde el 2008, como la Unión Juvenil Cruceñista. Sembrar el terror, desestabilizar políticamente, es la primera característica del golpe. Aliarse con la policía después, que se amotina.
Convocar a los militares que se suman supuestamente a defender al pueblo. ¿Cuál pueblo? El que encabeza Luis Fernando Camacho. Todas esas son las características de un golpe. Finalmente, lo vemos hoy, cuando en vez de que entre Carlos Mesa al Palacio de Gobierno después de la renuncia de Evo, no lo hace él. Lo hace Luis Fernando Camacho, representante de estos empresarios, de la Iglesia, del peor fundamentalismo del país. Impone la bandera, la Biblia y convoca a una Junta cívico militar, donde estarían militares, y personajes “notables”, que son ellos.
Este golpe de Estado ha tenido por un lado características tradicionales, como la presencia de los militares, de la policía, pero también características distintas, promoviendo el enfrentamiento entre vecinos, lo que se ha logrado gracias a la profundización del racismo. Han salido vecinos a decir que “basta del Gobierno de indios, de ladrones”. Todos los que tenemos cara de indios somos señalados como parte del MAS. Especialmente las que somos mujeres originarias indígenas. El golpe de Estado es también un golpe a las mujeres, a las organizaciones sociales. Por el amedrentamiento, por la humillación. Es un doble golpe. No es solamente al Estado, al Gobierno, sino también a las organizaciones sociales.
-Como Feministas Comunitarias Antipatriarcales ¿qué valoración hacen del Gobierno de Evo?
 
Como Feministas Comunitarias Antipatriarcales hemos sido parte de este proceso de cambio, lo hemos construido. Se ha parido este feminismo en el proceso de cambio. Los principales debates han estado en la Asamblea Constituyente. Lo plurinacional, el reconocimiento de los pueblos, el ejercicio de nuestra autonomía, de nuestra autodeterminación. Hoy hay autonomías originarias, indígenas, campesinas.
Con muchas limitaciones, sí, pero se están construyendo, se está haciendo el camino de la reconstitución del territorio, que era lo que queríamos como pueblos. Las cosas que dice la Constitución: el Estado de base comunitaria, la economía comunitaria. El artículo 338, que habla del trabajo impago de las mujeres, que el trabajo del hogar produce riqueza, y debe ser contabilizado en las arcas del Estado. Esos debates se han traducido en leyes, que se han traducido en programas, posibilidades, acciones concretas.
 
-Sin embargo, también hay críticas al Gobierno de Evo Morales en relación al extractivismo ¿verdad? 
Principalmente en el área económica tenemos las críticas. No se ha transformado la matriz capitalista del sistema, no se ha afectado a los intereses de los empresarios, de los ganaderos, de los madereros. Eso es cierto. También había contratos de 100 años de duración. No ha habido la decisión política para nacionalizar por ejemplo la minería, que era uno de los pedidos que hacíamos. Sin embargo, ha habido muchos logros en término del reconocimiento de los pueblos originarios, de ir construyendo haciendo camino, para nuestra propia educación, nuestra propia organización política. Cambios que hemos ido haciendo, incluso más allá del Estado, incluso a pesar del Estado.
-¿Se puede, como feminista, defender a un presidente al que se caracteriza como machista?
Como feministas tenemos muchas críticas a Evo Morales, por la matriz económica, por el extractivismo. Hemos cuestionado su machismo. Pero entendemos también que tener un presidente en el cual nos miramos, aunque sea un presidente machista, no es lo mismo que tener un presidente blanco, empresario, oligarca… como Macri. Entendemos la diferencia. La entendemos en el cuerpo, no solo racionalmente. Para nosotras era importante que Evo sea presidente.
Era paralelo al proceso que hemos hecho las organizaciones sociales de transformación cotidiana, de poder mirarnos al espejo, reconocernos, nombrarnos. Contra todo esto viene el golpe de Estado. Por eso la humillación. Por eso el escarmiento. Por eso la quema de la whipala.
-¿Qué significa el racismo como componente estructural del golpe de Estado?
En el proceso se ha planteado una descolonización desde la educación, en diferentes políticas públicas, tanto en el Estado como en las organizaciones. No sólo en la recuperación de prácticas ancestrales, sino en la recuperación epistemológica de pensar de otra forma, de gestionar el poder de otra forma. Sin embargo, a pesar de esa descolonización, no habíamos profundizado el racismo. ¿Por qué? Porque el racismo es un ejercicio de privilegios.
La forma de acabar con el racismo, era acabar con esos privilegios que vienen del mundo económico principalmente. Los privilegios que tienen los oligarcas, los terratenientes, no se han afectado como hubiera sido necesario.
-Además el racismo es transversal, no corresponde a un sólo espacio o partido político…
 
Una muestra de este racismo, está también en las prácticas de la izquierda y de ciertos feminismos. Una izquierda colonial que asume que las organizaciones originarias, campesinas, sirven para tirar piedras, para hacer bloqueos, y no para decidir cómo queremos vivir. Esa ha sido la pugna en la Asamblea Constituyente, y la pugna entre feminismos burgueses, blancos, clasemedieros, y el feminismo comunitario. Y por blanco, por burgués, me estoy refiriendo específicamente a las feministas que intervienen desde sus privilegios, desde su clase, desde su casa, su trabajo consolidado, su dinero, su apellido. Han juzgado al Gobierno no sólo por sus errores políticos.
Lo han juzgado por indios. En esta coyuntura, primero se han pronunciado denunciando el fraude, pero sin cuestionar que Carlos Mesa, el otro candidato, es un genocida. En medio de las movilizaciones, han planteado esta disputa como un enfrentamiento de machos, sin mirar el racismo. Para continuar, han deslegitimado nuestras denuncias de racismo, diciendo que hablar de racismo era una campaña que estaba haciendo el Gobierno. Como si éste no hubiera sido un país colonizado por los españoles, invadido y violado sistemáticamente. Como si se pudiera borrar por un partido, el Movimiento Al Socialismo en este momento, estos años de colonización y de racismo.
-¿Qué pierden las mujeres y el pueblo con este golpe?
¿Qué estamos perdiendo con este golpe al Estado Plurinacional, para imponer la República católica, cristiana? Este golpe es para escarmentar al Gobierno de un indio, y poner seguramente una junta militar integrada por militares y personajes notables. Ahí está el colonialismo. Suplantar al indio por militares y notables.
Este golpe es contra el Gobierno indígena, originario, acompañado de las organizaciones campesinas y los movimientos sociales. Es un escarmiento para que no se nos vuelva a ocurrir que es posible vivir fuera del capitalismo, que el vivir bien pueda ser una posibilidad, que no se nos vuelva a ocurrir la autodeterminación, que podamos autogobernarnos, autoorganizarnos. Que aceptemos este sistema capitalista, neoliberal, patriarcal, colonialista. Ése es el mensaje.
-¿Cómo crees que puede cambiar la vida de las comunidades indígenas, originarias?
Especialmente en el caso de las mujeres. Va a haber un retroceso absoluto en todos los derechos logrados. Ya se habla que se van a derogar leyes, como la Ley 348 que asegura una vida libre de violencia, que reconoce el feminicidio, una ley con la que nunca han estado de acuerdo los fascistas. Se va a ir en contra de los derechos conquistados, de estos logros simbólicos y reales. También se van a atacar las universidades indígenas.
En este proceso de cambio, y no en otro, y por la lucha de las organizaciones sociales, tenemos universidades indígenas, donde van jóvenes que estudian lo que necesita su comunidad, y que después de estudiar eso vuelven a servir a su comunidad. No universidades que producen empresarios y desclasados para el mundo, como son las universidades en las ciudades.
Lo que perdemos es la posibilidad de haber hecho este proceso de transformaciones con el acompañamiento del Estado. Pero no perdemos la esperanza. No perdemos la convicción, no perdemos los sueños, no perdemos la urgencia de hacer otro mundo posible. Es mucho más difícil en un Estado fascista, pero nosotros, nosotras, vamos a seguir haciéndolo.
-¿Cuál es la situación en este momento, mientras Evo Morales ya está fuera de Bolivia?
Los golpistas están tomado los canales. Están tomadas las radios comunitarias. Desde los medios de comunicación tomados todos por los golpistas, se denuncia que se están haciendo saqueos, sembrando el terror a nombre del MAS. Se dice que son hermanas y hermanos que vienen de las comunidades, y no es así. Hacen estas denuncias para deslegitimar nuestra Resistencia. Las organizaciones sociales no están haciendo ningún saqueo, porque son parte del pueblo en resistencia. Se quiere desprestigiar nuestra Resistencia. Las organizaciones sociales han convocado al cerco de La Paz, se ha cortado el agua en la Paz. Vamos a recuperar La Paz, y nos vamos a ir reorganizando.
-¿Qué necesita el pueblo en resistencia de los pueblos de otros territorios? ¿Qué necesitan ustedes de los feminismos transnacionales?
 
Nuestra convocatoria, hermanas y compañeras, más allá de las fronteras: Nos conocemos, nos hemos mirado. La primera es la confianza en la palabra nuestra, porque la información que está circulando es que aquí no hay ningún golpe, que todo está bien. Lo cierto es que están los militares y los policías apoyando a los golpistas, amedrentando a las organizaciones. Esto es un golpe. Necesitamos que lo digan. Necesitamos que compartan nuestra indignación, nuestro dolor, y que compartan también nuestro miedo, frente a lo que están generando estos grupos armados. Nuestra convocatoria es también a cuestionarnos como feministas.
Este análisis reducido de pensar que todos son los mismos, que el Evo era lo mismo que los otros, o que es solo una disputa entre machos, no nos deja ver cómo disputa el patriarcado, el capitalismo, las variables económicas, coloniales, del sistema. No nos deja ver que con el fascismo no se dialoga. El fascismo no escucha. El fascismo no retrocede.
El fascismo elimina. Con las humillaciones están tratando de eliminar nuestras luchas. Las convocamos a denunciar esto, y a construir un feminismo que sea comunitario, popular, piquetero, desde estos territorios, que no esté más allá del bien y del mal, que no sea funcional a la derecha finalmente.
Fuente de la entrevista: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=262760
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