La escritora y antropóloga es una de las pensadoras más lúcidas sobre el feminismo. En Periodismo Puro, la intelectual explicó cómo los reclamos de las mujeres desafían al poder real.
Rita Segato es una de las intelectuales feministas más respetadas y escuchadas en el último tiempo. Es una referente en cuanto a violencia de género, delito que define como “un crimen del poder”.
Para la antropóloga, “el sujeto político, que engloba y va a representar a todas las personas, es un sujeto que lo representamos y lo concebimos como masculino”. Quizás por eso, cuando la mujer ocupa cargos de poder recibe una agresión que no reciben los hombres. “En las estadísticas sobre los discursos de odio, por ejemplo, la Universidad Nacional de San Martín, el resultado es sorprendente. El 75% de los discursos de odio, en otro resultado leí 78%, tienen como foco a la mujer, 5% a las sexualidades disidentes” señala Segato. “Entonces debemos concluir que los discursos de odio son característicos de los grupos que respaldan el poder económico” y “preguntarnos cuál es la relación entre la riqueza y un cuerpo de mujer, por qué el cuerpo de mujer, por qué la soberanía de una mujer sobre su propio cuerpo, por qué el cuerpo de una mujer embarazada y queriendo abortar es el enemigo político de la gran riqueza” explica Segato. Cuando la antropóloga se pregunta “”por qué el poder real se dirige al combate contra las mujeres” llega a la conclusión de que “el poder femenino es realmente una fortísima amenaza a la concentración de la riqueza”. Para Segato, “el patriarcado, la desigualdad de género, es la primera y más fundante, estructurante y más arcaica forma de extracción de plusvalía”. Por eso, afirma la escritora, “una liberación de la mujer, la soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo, haría caer todo el edificio de las desigualdades”. Segato se muestra convencida de que si “retirás la jerarquía de género, el mundo se rehace y camina en otra dirección más benigna. Camina, se reorienta hacia un horizonte más benigno para más gente”. Mirá la entrevista completa: VER VIDEO
El más íntimo de los actos es en realidad algo público, afirma esta pensadora de 37 años en ‘El derecho al sexo’. Defiende un feminismo en la intersección del género, la clase y la raza.
Amia Srinivasan (Baréin, 37 años) es una ráfaga que no cesa de fogonazos de inteligencia que deslumbran al interlocutor, lo arrinconan en sus prejuicios y lo sacan de pronto de esa esquina acorralada con ideas y propuestas provocadoras e inesperadas. Hija de un banquero de inversión y de una bailarina clásica, ambos de origen indio y educados en el hinduismo, su recorrido vital por medio mundo —Baréin, Nueva York, Taiwán, Londres— la empujó hacia la filosofía analítica, que estudió en Yale y en Oxford, para buscar una manera de explicarse a sí misma y su lugar en el mundo. La halló en el feminismo, que ha estudiado a fondo para ser capaz de hacer viajes de ida y vuelta entre cada una de sus etapas históricas y dibujar la coherencia de una lucha política que nunca termina.
En 2019 obtuvo, después de un examen de rigor extremo, la cátedra Chichele —en honor del fundador, Henry Chichele— de Teoría Política y Social, en el All Souls College de la Universidad de Oxford. El mismo y preciado puesto que ocupó previamente el filósofo rusobritánico Isaiah Berlin. La primera mujer de raza no blanca, y la persona más joven en alcanzar esa posición académica.
Srinivasan recibe a EL PAÍS en su refugio universitario, una estancia de paredes forradas en madera noble, chimenea, sillones chéster, vidrieras emplomadas que dan a uno de los claustros del edificio de medio siglo de historia y libros, muchos libros, en estanterías, en cajas por desembalar, sobre la mesa de estudio.
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En el club de los señores serios y circunspectos, de chaqueta de tweed y pajarita, con todo el peso de la filosofía clásica de Occidente a sus espaldas, ha irrumpido una mujer mediática y avasalladora. Su libro El derecho al sexo (Anagrama), con una escritura ágil, punzante, certera e inteligente, ha despertado un interés y entusiasmo en la literatura feminista como no se recordaba en mucho tiempo. Srinivasan abarca como ensayista muchos otros asuntos, pero como ella misma señala, citando a Michèle Le Dœuff, “cuando eres mujer y filósofa, resulta útil contar con el feminismo para entender todo lo que te ocurre”.
Pregunta. ¿Qué es el feminismo?
Respuesta. El feminismo no es una idea, una teoría ni una creencia. Algunos piensan que es la creencia de que los hombres y las mujeres deberían ser iguales. Pero eso deja abiertas muchas interrogantes. Las mujeres deben ser iguales… ¿respecto a qué clase de hombres? Porque no existe igualdad entre los hombres. ¿Y qué tipo de igualdad? ¿Material? ¿Económica? ¿Política? ¿Legal? Incluso puede ser que creas que las mujeres deben aspirar a la igualdad con los hombres, pero no quieras luchar por ello. Por eso sostengo que el feminismo debe ser contemplado en primer lugar y sobre todo como una lucha política. Una serie de movimientos que ocurren por todo el mundo, en diferentes momentos históricos, con sus altibajos y con diferentes tipos de compromisos. En definitiva, un movimiento que pretende acercar a la realidad una serie de posibilidades aún no imaginadas.
P. El nuevo feminismo ha establecido el consentimiento como criterio fundamental en las relaciones sexuales. En España, ha sido el resultado de la llamada ley del solo sí es sí.
R. Es un asunto de extrema importancia. La permisibilidad legal del sexo, en lo que se refiere al consentimiento, ha supuesto un gran avance del feminismo, frente al modo histórico en que se planteaban estos supuestos, cuando la fuerza era el criterio fundamental en la agresión sexual. Ya sabemos que hay casos en los que la fuerza no se usa, como cuando las víctimas son personas vulnerables o niños, pero que suponen, sin embargo, una violación obvia. En este sentido, avanzar hacia el consentimiento ha supuesto una victoria.
P. Pero…
R. Pero plantea varios problemas. En una sala de justicia, necesitas tener criterios claros. Criterios que resulten operativos y que te permitan tomar decisiones en las que quede clara la distinción entre casos de sexo legal e ilegal. Pero cuando sales de esa sala de justicia, en una relación interpersonal real, las cosas son mucho más complicadas. Hay casos en los que uno de los dos no solamente no dirá “no” ni se resistirá, sino que incluso dirá “sí”, pero será un “sí” producto de ciertas expectativas de comportamiento social que, a lo mejor, la otra persona ni siquiera comparte. Es algo que puede observarse especialmente en mujeres jóvenes, que han consentido activamente, y, sin embargo, no quieren tener esa relación.
A veces algunas feministas son culpables de apoyar excesos de regulación. Quieren utilizar la ley —o sucedáneos de la ley, como la normativa en centros universitarios— para forzar a las personas a actuar como debieran hacerlo en una situación moral ideal. Por eso uno de los temas centrales de mi libro versa sobre los límites de la ley a la hora de cambiar esos hábitos culturales, y sobre los modos alternativos que tenemos para lograrlo.
P. En determinadas sociedades, hay sectores que no entienden el tono excesivamente combativo del feminismo. Creen percibir una agresividad que no ven necesaria.
R. El objetivo de un movimiento político no siempre consiste en convencer a tus oponentes, ¿no? Puede haber un valor, y de hecho hay un valor, en la idea de expresar o experimentar ciertos tipos de emociones políticas extremas, como modo de movilizar a un grupo de personas. Un ejemplo obvio es el caso de Malcolm X y el Black Power en Estados Unidos. Un modo extremo de desconcertar y asustar al pensamiento predominante, blanco y masculino. Resultó ser bastante eficaz porque logró que Martin Luther King, un político bastante radical por sí mismo, sobre todo en sus planteamientos económicos, pareciera alguien moderado.
¿Deberíamos pensar del mismo modo en la rabia que usted señala acertadamente como elemento central de los movimientos feministas? Por supuesto. Puede resultar desconcertante, pero también puede galvanizar a las personas. Y, en ocasiones, resultar muy persuasiva. La gente puede acabar respondiendo simplemente por miedo a no hacer lo correcto. O, por puro contraste, puede lograr que algunas exigencias resulten moderadas y sensatas. Y, finalmente, esa rabia, aunque a veces sea contraproducente, puede ser justamente la emoción que necesitamos sentir.
P. Uno de sus ensayos, motivado por la aparición del movimiento incel [celibato involuntario: foros en red de hombres rabiosos por ser ignorados sexualmente], plantea un debate provocador: ¿existe un derecho al sexo?, ¿qué pasa con todas aquellas personas a las que se niega?
R. Ya está muy documentado, por ejemplo, el modo en que las personas de cierta raza resultan discriminadas en las aplicaciones para ligar. Sabemos que las mujeres, a partir de cierta edad, ya no se consideran deseables para los hombres de esa misma edad. Nuestro mercado sexual está organizado por una jerarquía del deseo sobre los ejes de raza, género, rasgos de discapacidad, etcétera. ¿Qué hacemos a ese respecto? En los años setenta, algunas feministas experimentaron con soluciones separatistas, como el celibato forzado en las mujeres de su grupo, o la exigencia de que se practicara un lesbianismo político. Pero esos proyectos siempre acaban mal e ignoran otras realidades. Por eso me gustaría recalcar dos cosas. La primera: nos corresponde a todos crear una cultura sexual que desestabilice la noción jerárquica actual. Y dos: quiero que la gente recuerde esos momentos que la mayoría hemos experimentado alguna vez, donde nos hemos visto atraídos —sexual, romántica o amistosamente— hacia alguien que no nos debería atraer de acuerdo con el marco político que nos condiciona. Porque su cuerpo no es el tipo de cuerpo al que aspiramos, porque su raza no es la que nos tiene que atraer, porque su entorno social o la clase de la que procede no son las indicadas. Todos hemos tenido esa clase de experiencias.
P. ¿Se trataría entonces de reeducar nuestro deseo?
R. Sí, pero no en el sentido de autoimponernos una cierta disciplina. Se trata simplemente de recordar de modo crítico esos sentimientos que tuvimos en algún momento y que luego hemos negado. Es una experiencia que resulta muy familiar para las personas queer. Todas ellas han crecido con emociones y sentimientos que la sociedad y la política les decían que no debían tener, y que silenciaban. Ese acto de romper el silencio, de rememorar en su plenitud nuestros deseos y afinidades, es algo bueno.
P. Hay una batalla en ciernes entre el feminismo nuevo y el tradicional en torno a las mujeres trans que confunde y angustia a mucha gente.
R. Al igual que ocurrió con la incorporación de la mujer al mercado laboral, o con el matrimonio homosexual, las personas trans suponen una amenaza a la vida tradicional o al orden establecido. Alteran el sistema de género, sexualidad e identidad que forma parte fundamental de una visión tradicional y patriarcal del mundo. Las personas trans se dirigen directamente a una ansiedad que sufrimos muchos, aunque nos veamos decididamente a nosotros mismos como mujeres u hombres. Una ansiedad que sentimos respecto a nuestra relación con el género y el sexo. A veces tenemos sueños sexuales con las personas equivocadas, con los cuerpos equivocados, con los deseos equivocados, y para regresar a la vida política y social predominante necesitamos reprimir todo eso.
Por eso mi mensaje para aquellas feministas que oponen resistencia a la gente trans es que deben comenzar a detectar los lazos de continuidad que existen entre las personas cis [que se identifican con el género asignado al nacer] y las personas trans, y comenzar a trabajar a partir de esos puntos comunes. Por supuesto que deberán establecerse determinadas normativas concretas, pero creo que este pánico desatado respecto a asuntos como los cuartos de baño comunes, o los bloqueadores de la pubertad para los menores que deciden llevar a cabo la transición, nos alejan de la conversación fundamental que debemos tener entre nosotros: ¿Tan segura estás de ser una mujer? ¿Tan seguro estás de ser un hombre? ¿Y qué significa realmente ese sentimiento?
P. ¿Qué hay detrás del debate de las falsas denuncias? ¿Es un problema? ¿Un efecto no deseado?
R. Es difícil hacerse con buenas estadísticas, pero en Estados Unidos, por ejemplo, cuando buscas casos de personas condenadas y luego exoneradas —por ejemplo, con el uso de pruebas de ADN—, los hombres negros representan una proporción inmensa. De hecho, representan una proporción inmensa en todo tipo de delitos que luego se demuestran falsos. Quizá al hablar de acusaciones falsas deberíamos centrarnos más en los fallos generales del sistema. Pero, en cualquier caso, yo sí quiero centrarme, dedicar tiempo y tomarme en serio el hecho de que una falsa acusación de violación es algo terrible. No podemos ignorarlo. En parte, porque comparte puntos comunes con la experiencia de una mujer violada, que consisten sobre todo en el hecho de que no te crean. Ambos, el hombre falsamente acusado y la mujer que ha sido violada, se enfrentan a una misma conspiración de incredulidad. Pero preguntémonos a la vez quiénes son los hombres que más sufren esta situación y por qué. La respuesta, muy a menudo, es que suelen ser hombres negros o de clase trabajadora.
P. Pensado con cierta lógica, la crisis de 2008 tiene mucho que ver con el renacer del feminismo.
R. Así es, y es un resurgir del feminismo que reside en dos motivos. Las crisis económicas siempre afectan de modo concreto a determinados grupos, entre los que se encuentran las mujeres pobres. Suelen ser las responsables de lograr la cuadratura de un círculo imposible de salarios decrecientes, desigualdad en aumento, mayor coste de la vida o desaparición de la protección social. Son las mujeres las que deben arreglárselas para alimentar a sus hijos, para que sus maridos trabajen y para encontrar trabajo ellas mismas. Pero es que, además, la crisis de 2008 fue el fin de ciertas verdades ortodoxas, como que siempre habría un crecimiento económico, o que los tecnócratas iban a asegurarse de que nos llegaran a todos las ventajas del motor del capitalismo. En países en los que el socialismo era casi una palabra maldita, como EE UU, ha surgido un interés creciente, especialmente entre los jóvenes, por un socialismo radical marxista y por alternativas feministas marxistas. Del mismo modo que ha surgido un mayor impulso contra el cambio climático.
P. Y, sin embargo, hay una izquierda tradicional que considera que el debate identitario —o fragmentado— ha acabado arruinando el discurso progresista.
R. Más bien al contrario. Creo que no tenemos ninguna duda de que el capitalismo se ha apropiado con éxito de la energía radical que suponen el feminismo o el movimiento antirracista, ¿no? En el propio interés de las empresas está el deshacerse del racismo o el machismo, para lograr que funcione de modo más fluido el sistema de la meritocracia y lograr mejores trabajadores. Otra cosa es el análisis de clase, que siempre queda fuera. Hablar de la clase trabajadora, de su opresión o de su poder, resulta bastante amenazador para el capital. Pero si la vieja izquierda busca simplemente un análisis basado en las relaciones salariales, o en la relación entre los propietarios del capital y los que venden su fuerza laboral, nunca acabará de entender la estabilidad del capitalismo. ¿Por qué Estados Unidos no ha tenido nunca un movimiento potente de la clase trabajadora? Por un racismo que permitió a los propietarios segregar entre obreros blancos, negros y latinos y forjó líneas de animosidad entre ellos. Del mismo modo que no se puede pensar en la fortaleza del capital sin tener en cuenta el trabajo no retribuido de las mujeres en el hogar. El análisis completo que persigue la izquierda tradicional no se puede lograr sin incluir las llamadas políticas identitarias.
“Creer que solo sobre la madre descansa esta responsabilidad es la primera injusticia de la que hemos sido víctimas las mujeres” –Gioconda Belli.
La crisis sanitaria de los últimos años, trajo consigo un avance forzoso en cuanto a los medios tecnológicos en el ejercicio laboral. A raíz del encierro obligatorio debido a los riesgos del Covid 19, se instaló temporalmente el teletrabajo en los sectores laborales posibles, considerando a la vez, el cierre de los establecimientos educacionales y la emergencia que esto desató en las familias respecto al cuidado de niñas y niños.
Si bien esta medida favoreció la posibilidad de mantener las funciones laborales desde los hogares, y asegurar, por tanto, la productividad y el ingreso de un salario, innumerables son los estudios que arrojaron elevados montos de angustia y estrés en quienes ejercían estas tareas de manera simultánea al cuidado de otras personas, principalmente niñas y niños menores de 12 años.
Lo anterior, dejó brutalmente en evidencia la crisis de los cuidados y el lugar de las mujeres como principales responsables y protagonistas de dobles y triples jornadas que comenzaron a vivirse de forma simultánea, los horarios se difuminaron y las mujeres se vieron crudamente atravesadas por el aislamiento. El resultado es conocido, mujeres cargando con trabajo doméstico, de cuidado y laboral remunerado al mismo tiempo, sin límite de espacio ni horarios. Sin embargo, como contingencia, la prioridad se acentuaba en el cuidado inmediato de la salud y de las vidas, debiendo todas y todos adaptarse en la medida de lo posible, en situaciones más y menos favorables, a estas nuevas condiciones de trabajo, de crianza y de existencia en su totalidad.
Imprescindible no hacer alusión, también, a la violencia de género a nivel intrafamiliar que agudizó el confinamiento, mujeres y niñas/os que quedaron recluidas/os con sus agresores, perdieron espacios de protección, de resistencia y redes de apoyo.
Que la demanda por el derecho al apego con los y las hijas/os se levante desde la alternativa de un teletrabajo permanente, excluye entonces a la mayoría de las mujeres e invisibiliza otras realidades, obstaculizando la posibilidad de construir políticas públicas que aborden el problema de manera integral y equitativa. El apego con sus cuidadoras/es un derecho de toda la infancia.
La pandemia y sus efectos visibilizaron ferozmente las violencias e inequidades de género en la esfera privada, y los peligros, entonces, de la privatización de la vida, vale decir, de relegar solo al mundo privado dimensiones de la vida como los cuidados y el trabajo remunerado. Ahora bien, en cuanto a este último, hay quienes tras volver a la presencialidad, continúan optando y/o solicitando una modalidad online. No resultando extraño que se trate de agrupaciones de mujeres, pues como se ha mencionado, sobre nosotras recae la responsabilización de los cuidados y trabajo doméstico.
Esta demanda de teletrabajo permanente para quienes cuidan, se ampara justamente en el supuesto de que la medida favorecería el ejercicio de los cuidados. En virtud de esto cabe preguntarse como punto de partida:
¿Por qué habría que pensar los cuidados como una tarea que puede realizarse de manera simultánea al trabajo remunerado? La idea deja entrever otra, que los cuidados no serían un trabajo en sí mismo. Esta lógica contraviene la lucha feminista por el reconocimiento de la crianza y cuidados como un trabajo que requiere alta e incluso, en ocasiones, absoluta dedicación en el momento en que se realiza, que desgasta, cansa e implica no solo despliegue físico sino que mental y emocional. La organización que concierne a la logística del día a día, es también, una carga que ha sido depositada en las mujeres. Así las cosas, un teletrabajo permanente para cuidadoras podría estar reproduciendo el estereotipo que el feminismo ha combatido desde hace años, el de la Mujer Pulpo que puede con todo y al mismo tiempo, la Súper Mamá que estaría entonces, también presente mientras ejecuta su jornada laboral remunerada. ¿Queremos seguir enalteciendo la productividad por sobre los cuidados? ¿O bien queremos medidas y flexibilidades laborales que permitan disfrutar de esto último?
El foco puesto en las infancias, en la línea de “la teoría del apego” y la eventualidad de que niñas y niños pequeñas/os estén con sus madres y/o cuidadora/es por periodos más prolongados antes de la escolarización o en otras circunstancias, requiere una madre psíquicamente presente. Una madre realizando funciones laborales, presionada por trabajos demandantes y exigentes, incluso desgastante en términos emocionales (como trabajadoras de la salud mental, entre muchos otros) ¿se encontraría emocionalmente en condiciones “óptimas” de, al mismo tiempo, cumplir con ese rol de cuidadora que favorece un apego saludable, al que se aspira con esta propuesta? ¿No podría esto, incluso, agudizar los niveles de estrés de cuidadoras a raíz de frustraciones propias por las expectativas que esta idea porta respecto al “apego”? A lo que apunta esto, es a que presencia física no garantiza un apego “saludable”. En situaciones de emergencia es suficiente, pero ¿cómo se sostiene en el tiempo?
En la misma línea de la teoría del apego y los múltiples argumentos que la promueven en cuanto a la demanda de teletrabajo permanente, basados en la necesidad de conciliar la maternidad con trabajo remunerado, resulta peligroso que sea una medida como esta la que emerja como respuesta al problema. Pensarlo desde ahí, pareciera denotar tintes de privilegios, toda vez que la mayoría de las mujeres no realiza trabajos que puedan realizarse de manera virtual, mujeres trabajadoras en casa particular, mujeres que realizan funciones de aseo, comida rápida, faenas, cosechas, y tantas otras, con jornadas generalmente más extensas, ingresos mínimos y varias horas de traslado.
Que la demanda por el derecho al apego con los y las hijas/os se levante desde la alternativa de un teletrabajo permanente, excluye entonces a la mayoría de las mujeres e invisibiliza otras realidades, obstaculizando la posibilidad de construir políticas públicas que aborden el problema de manera integral y equitativa. El apego con sus cuidadoras/es un derecho de toda la infancia.
Las mujeres hemos estado por siglos relegadas a lo familiar, lo privado, mientras que el lugar de lo público ha quedado permitido para los hombres. Nuestro ingreso al mundo laboral no ha estado exento de obstáculos y dificultades, partiendo por trabajos que venían a reproducir las funciones de lo privado, se nos asociaba a asuntos de cuidado y domésticos y en consecuencia, menos valor, peor pagados.
Menores salarios, dobles o triples jornadas de trabajo, toda vez que el ingreso al campo laboral no ha ido de la mano con la corresponsabilidad en lo privado ni el avance de políticas públicas en materias de la socialización de los cuidados. Validar y reconocer el trabajo de las mujeres en lo público ha sido otro avance feminista, disputar espacios en que nuestras voces sean escuchadas, ocupar cargos de liderazgo y no vivir discriminación por tener hija/os o encontrarnos en edades fértiles. La lucha contra la violencia de género en este contexto público, también implica una de las violencias más normalizadas y continuas en nuestras vidas, el acoso y violencia sexual. ¿Qué podría significar que muchas mujeres / cuidadoras desocuparan, de manera literal, determinados espacios en sus lugares de trabajo?
El teletrabajo permanente para cuidadoras podría configurarse como contraproducente a la bandera feminista por los cuidados como un bien público, ya que retorna esta responsabilidad al espacio doméstico reproduciendo la feminización de los cuidados. Los últimos años han develado la crisis de los cuidados con las mujeres como protagonistas, la corresponsabilidad no es aún una realidad, mientras así sea, puede ser que el teletrabajo permanente para cuidadoras/es enmascare y reproduzca una lógica sexista.
Se requiere de políticas públicas que garanticen la equidad y redistribución social y de género en esta tarea. El gobierno actual ha desarrollado un plan de Sistema Nacional de Cuidados poniendo la centralidad en la responsabilidad social, para ello urgen medidas como el avance de la ley de las 40 horas laborales o la mejora en los sistemas de pre y post natal, así como el énfasis en el acceso a jardines infantiles de calidad en cuanto espacios seguros.
Este texto no pretende, bajo ningún punto de vista, negar la crisis de los cuidados y la urgencia por asentar normas que salvaguarden la compatibilización de la crianza y el trabajo, considerando la salud mental de cuidadoras, niñas y niños y la vida familiar. Por el contrario, busca problematizar la cuestión en función del riesgo de una propuesta en particular y la premura por considerar una serie de factores y dimensiones a la hora de su abordaje y análisis político y social.
Mientras los cuerpos dóciles de las mujeres sean solo un engranaje condenado ahora no solo a la reproducción sino también a la explotación, la virtualidad solo seguirá siendo el anverso de un espejismo que trae en su reverso, volver a velar lo que por toda la historia, una y otra vez, volvemos a denunciar.
La obra ocurre en un verano de los `80 en el que se cruzan las generaciones y todo vuelve a empezar.
No hay armario, hay percheros, dos hileras repletas, una a cada lado y en el medio una pantalla donde se proyectarán tramos de corte testimonial en blanco y negro. Son cinco actrices, pero parecen más, quizás porque siempre están ocupadas o porque hacen de muchas y de algunos. Son todas para una, Clelia (Carla Moscatelli), el punto de confluencia, el personaje de Cesare Pavese que Domenico Caperchione traslada de Turín a Montevideo. Es su adaptación libre de Entre mujeres solas, de 1949, una novela breve que catapultó al autor piamontés.
“Cuanto más me convenzo de que hablar sin necesidad no sirve de nada, más hablo. Especialmente entre mujeres”, le hace decir Pavese a esa mujer contenida, que vuelve a su tierra para rehacerse, y eso implica montar una tienda de moda. El relato es posterior a la guerra, el espectáculo, al regreso de un exilio económico en la década de 1980. La acción sucede siempre en Carnaval, en un clima de supuesta distensión en el cual el hedonismo es el caldo de cultivo del splín, la puerta a la nostalgia, al vacío ante lo que quedó.
Como en Devenir Felisberto, para el que trabajó sobre Por los tiempos de Clemente Colling, el dramaturgo y director se regodea en la construcción de un universo. Por ejemplo, la obra abre con Perfidia (la que va “Mujer / si puedes tú con Dios hablar”) aunque quizás llegue al pico de euforia cuando bailan Cara, un tema melódico que se impuso en el Río de la Plata como hit estival en la época en que el ítalo disco acaparaba ese tipo de espacios.
Hay un aire banal bien instalado, unos modos aprendidos y madurados, que no alcanzan a tapar la gravedad de los asuntos. El círculo es nuevo, las amigas inquietas, demandantes, los galanes algo inútiles pululan, la juventud contrasta, en su ir enhebrando antojos, con la obligación de empezar otra vez, de un cambio de hábito de orden social. Corre el espumante y la ropa de estreno, los chismes y los proyectos, pero a veces las malas noticias, como un suicidio, cortan en diagonal la escena.
Un encuentro casual de esta Clelia con una lectora curiosa dará pie para intercalar citas a Orlando, de Virginia Woolf, y Carol, de Patricia Highsmith, en una suerte de educación sentimental de la eventual amante y de índice para el espectador. Lo menos teatral, quizás, de estas Chicas, sean sin embargo los monólogos a cámara, como un diario personal subrayado. Hay una sentencia de Clarice Lispector apropiada para casos como este, en que es mejor no revelar tanto: “Pero ya que hay que escribir, que al menos no aplastemos con palabras las entrelíneas”. A>ML
Sólo las chicas, una producción de Los Cronopios Teatro, con dramaturgia y dirección de Domenico Caperchione, va en Teatro Circular (Rondeau 1388), Sala 2, los sábados a las 21:00 y los domingos a las 19:30. Localidades en venta por Tickantel y boletería de la sala a $550 (2×1 Comunidad la diaria). Elenco: Carla Moscatelli, Sofía Corso, Patricia Fry, Mariana Piven y Victoria F Astorucci. Diseño de vestuario: Mauricio Pera. Diseño de escenografía: Guillermo Ifrán. Realización audiovisual: Germán Nocella, Tatiana Datz.
Es imposible interesarse por las políticas del Banco Mundial o por la emancipación de los pueblos sin tener en cuenta las cuestiones de género, que a su vez están entrelazadas con otros sistemas de opresión y relaciones sociales desiguales.
Aunque el Banco Mundial se apropie oficialmente de la igualdad de género haciendo del empoderamiento una obligación para los países deudores, en la práctica no hay una preocupación real por esta cuestión. Al igual que ocurre con las cuestiones medioambientales, la distancia existente entre la retórica y el cambio real es enorme.
Esta aparente inclusión es problemática en muchos sentidos: las consecuencias concretas de los proyectos realizados y las recomendaciones macroeconómicas son contrarias a cualquier perspectiva emancipadora. Además, su propia concepción de la (des)igualdad de género forma parte de una agenda neoliberal pública que ni siquiera se molesta en ocultar. Este estudio tiene por lo tanto dos objetivos:
En primer lugar, demostrar cómo estas estrategias de género siguen afianzando la dominación occidental y a menudo refuerzan el patriarcado en lugar de combatirlo. Lo que puede observarse principalmente a través de estas tres cuestiones:
Esta supuesta inclusión se asemeja a un lavado de género (genderwashing), es decir, a una operación de comunicación.
Los discursos del Banco Mundial refuerzan aspectos de la dominación patriarcal.
Los proyectos y políticas prescritos tienen consecuencias negativas.
En segundo lugar, este estudio pretende aportar algunas claves de análisis para quienes quieran mirar a las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) sin hacer oídos sordos a los principales mecanismos de opresión.
El enfoque de género del BancoMundial: un discurso al servicio del capital, ¡no de la mayoría de las mujeres!
Tras el reconocimiento de los impactos negativos que tienen los proyectos de reducción de la pobreza, que son indiferentes a la cuestión de género y van dirigidos solamente al cabeza de familia, muchos programas de desarrollo han comenzado a hacer hincapié en la reducción de las desigualdades laborales, en las estrategias de género y el empoderamiento. Los derechos de las mujeres como parte integrante de estos proyectos de desarrollo se han convertido en el objetivo principal de las instituciones internacionales y las ONG. Los presupuestos con perspectiva de género (gender budgeting), que también se han convertido en obligatorios, no son más que la continuación de un enfoque que satisface las necesidades de los inversores y que utiliza en su favor el argumento del milagro del efecto de goteo (que supuestamente favorece a las mujeres y a las personas pobres).
Sin embargo, además del genderwashing mencionado anteriormente, el discurso dominante del Banco Mundial y de sus aliados refuerza ciertos prejuicios de género, reafirmando así una forma de dominación patriarcal, por dos razones.
En primer lugar, al pretender “decidir por las mujeres –especialmente las no occidentales– lo que es bueno para ellas”, el Banco Mundial asume un rol paternalista o de “profesor de economía mundial” que actúa por el bien de las personas que no saben lo que necesitan.
De hecho, es mucho más habitual leer y escuchar lo que el Banco Mundial considera que es una mujer empoderada que las voces de esas propias mujeres. Los discursos se basan sistemáticamente en una u otra norma de género que refuerzan para servir a intereses específicos. Esto priva a las mujeres del sur global de su capacidad para decidir sobre los medios de su emancipación, colocándolas en compartimentos prefabricados y homogéneos, que ignoran la interseccionalidad 2/ o las múltiples y variadas realidades de las mujeres, y que son útiles a las teorías y circunstancias económicas del momento: la agente emprendedora cuyo espíritu emprendedor se ve obstaculizado por la cultura local; la proveedora de las necesidades del hogar, fundamental para la economía familiar y la resiliencia ante las crisis; la trabajadora de manos pequeñas, indispensable para el crecimiento económico; o la pobre víctima vulnerable, etc. Estos discursos se perpetúan, como se ve en un informe del FMI que califica a las mujeres como “uno de los activos más infrautilizados de la economía” 3/.
En segundo lugar, el empoderamiento, un proceso emancipatorio multidimensional que debería incluir muchos factores, se mide principalmente a través de la “participación económica y política” de las mujeres, lo cual es totalmente inadecuado. Este discurso de emancipación a través del trabajo es problemático y peligroso por varias razones:
Al abogar por una mayor participación de las mujeres en la vida económica, este discurso oculta por completo la realidad del funcionamiento de la mayoría de las sociedades humanas, ¡como si las mujeres no participaran en la vida económica cuando no tienen un empleo asalariado declarado! ¿Qué pasa con la colosal cantidad de trabajo gratuito que se realiza para cuidado de las personas, las comunidades y los ecosistemas, en definitiva, de la vida, sin el cual la economía productiva simplemente se colapsaría? El Banco Mundial no ignora su existencia, pero estas realidades no forman parte de sus consideraciones. En el mejor de los casos, para el Banco Mundial se trata de obstáculos para el trabajo remunerado de las mujeres. Una redistribución que no reproduzca las relaciones de explotación, que implique un reconocimiento público o colectivo o un cuestionamiento de las normas de género, no está en su agenda.
La desvalorización del trabajo de cuidados, mientras se valora el trabajo asalariado, puede contribuir a aumentar las desigualdades de género (al aumentar el tiempo total de trabajo), pero también entre las mujeres, ya que son las mujeres de clase trabajadora las que asumen el trabajo de cuidados en una gran parte de los hogares ricos (no asumidos por las mujeres que tienen acceso a trabajos a tiempo completo bien remunerados y que tampoco son asumidos por los hombres ni la comunidad).
Esta visión simplista de la emancipación como sinónimo de autonomía económica, únicamente a través del trabajo asalariado, ignora el hecho de que el aumento del número de mujeres en el mercado laboral ha ido generalmente acompañado de un aumento del número de empleos ultraprecarios. En muchos países, esta entrada en el mercado laboral se ha producido en las zonas francas, haciendo del trabajo devaluado de las mujeres una herramienta privilegiada para aumentar la rentabilidad. En Camboya, por ejemplo, los primeros años de la década de 2000 estuvieron marcados por un fuerte crecimiento económico, impulsado por las exportaciones de la industria textil, que empleaba casi exclusivamente a mujeres. Al mismo tiempo, entre 2004 y 2009, la brecha salarial se duplicó con creces. Si no se abordan simultáneamente todas las formas de explotación, la expansión del mercado laboral siempre irá acompañada de un aumento de la explotación de otras personas.
Además, el planteamiento no está suficientemente fundamentado. Aunque hay argumentos que sugieren una correlación entre el crecimiento económico y la reducción de la desigualdad de género, también hay argumentos que indican que la desigualdad económica aumenta con ciertas formas de crecimiento.
No tiene en cuenta que existen otras posibilidades para mantenerse: economía informal, autosuficiencia, etc. Los principales indicadores son las tasas de participación y los ingresos, por lo que la emancipación se mide en términos monetarios y no en términos de calidad de vida. Cabe señalar que la entrada de las mujeres en el mercado laboral suele ir acompañada de la destrucción de los medios de vida y los lugares de residencia anteriores, lo que provoca una migración masiva a las ciudades para engrosar las filas de los trabajos precarios (trabajo doméstico, trabajo industrial, prostitución, sector servicios, etc.). En muchos casos, mientras la pobreza de ingresos disminuye, la pobreza material y las dificultades cotidianas aumentan.
Este discurso de poner a las mujeres al servicio de los intereses financieros es plenamente asumido, y apenas disimulado, por un supuesto feminismo institucional y occidental con tintes imperialistas y neoliberales. Priva a las mujeres del sur global de su autodeterminación y reprime las voces radicales que hacen hincapié en el fin de la sobreexplotación del sur por el norte como condición para la emancipación de las mujeres en su diversidad.
Aunque a lo largo de los años ha integrado la crítica en su discurso, el Banco Mundial sigue hablando de las mujeres casi exclusivamente en términos económicos, cerrando la puerta a su emancipación real, que no puede reducirse solamente a la dimensión económica.
Esta integración no refleja la voluntad de poner fin a la lógica de la dominación, ni de garantizar los derechos humanos fundamentales, sino de asegurar la rentabilidad. Según el Banco Mundial, no hay que insistir demasiado en las nociones de patriarcado y de relaciones sociales desiguales, ya que ello podría socavar los cimientos de la explotación laboral en que se basa el sistema.
Camille Bruneau es militante del CADTM (Bélgica)
Publicado en francés en el núm. 81 de la revista Les autres voix de la planète, cuyo monográfico está dedicado a “Deudas y feminismos, por un impago feminista de la deuda”, editada en Bélgica por el Comité por la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM).
Traducción: Beatriz Ortiz
Notas.
1/ Este artículo es un extracto de un estudio más amplio realizado por Camille Bruneau. El contenido completo del estudio está disponible en francés en la web del CADTM: https://www.cadtm.org/La-farce-de-la-prise-en-compte-du-genre-une-grille-de-lecture-feministe-des-19943
2/La interseccionalidad es un concepto que tiene su origen en el black feminism (feminismo negro), fue acuñado por la jurista estadounidense Kimberlé Crenshaw para dar cuenta de la existencia de múltiples discriminaciones que antes eran invisibles en el contexto de un enfoque segmentado y jerárquico de la discriminación dentro del derecho. Según el Movimiento Europeo contra el Racismo (ENAR), el enfoque interseccional permite tener en cuenta que las personas que se encuentran en la intersección de varias fuentes de discriminación (por ejemplo, ser mujer, ser de religión musulmana, ser de origen extranjero, etc.) sufren a menudo una nueva forma de discriminación resultante de la acumulación de varias características.
3/Lovisa Moller y Rachel Sharpe, para ActionAid, “Women as ‘underutilized assets’- A critical review of IMF advice on female labour force participation and fiscal consolidation”, 2017, https://actionaid.org/publications/2017/women-underutilized-assets
Francisco Mora es, por derecho propio, uno de los más importantes divulgadores de la neurociencia en el campo de la educación. En este último libro explora la posibilidad de que en ese cruzarse disciplinas y campos del conocimiento sea posible el surgimiento de las y los neuroeducadores.
Mimosa y Sam. Un festín en el jardín
Cathon
Ed. La Finestra Lectora
Mimosa y Sam son dos buenos amigos que se dedican a resolver misterios en el jardín… Esta vez toca averiguar quién se está comiendo las horas de albahaca. El libro, un cómic escrito e ilustrado por Cathon, está pensado para público prelector a partir de los tres años y para hacer lecturas compartidas.
Schola delenda est?
Pascual Gil
Apostroph
Pascual Gil es una de las voces más jóvenes y críticas del panorama educativo actual. Es profesor de Geografía e Historia en un centro de secundaria. Desde la más absoluta cercanía con el aula, critica en este volumen la entrada de intereses más o menos mercantiles, neoliberales y desreguladores en la escuela. Intereses que utilizan, por ejemplo, conceptos como las competencias clave como puntas de lanza. Un ensayo crítico de rápida lectura que da que pensar.
La evaluación formativa.
Estrategias eficaces para regular el aprendizaje
Mariana Morales y Juan Fernández
SM
La evaluación formativa puede ser una de las más poderosas herramientas para modificar la actuación en el aula. Tanto la del docente como la del alumnado. Evitar la nota numérica y multiplicar el feedback que se ofrece a chicas y chicas; permitir que corrijan y repitan sus trabajos para que los mejoren. Medir la evolución del aprendizaje y no del aprobado. Este libro de Mariana Morales y Juan Fernández te permitirá, al menos, dar algunos primeros pasos en este campo.
Ni musas ni sumisas
Helena Sotoca
Editorial Bruguera
Ni musas ni sumisas no es un libro sobre educación, pero sí. Habla del papel de las mujeres a lo largo de la historia del arte; de qué puesto ocupan y han ocupado a lo largo de los siglos. El feminismo vuelve a servir para analizar de forma crítica no solo la historia, sino el papel del arte y la cultura, de los valores que transmite, de la sexualidad o los cánones de belleza.
Ser enano no es especialmente fácil. Ser diferente no lo es. Y no lo es especialmente en las aulas, ya se sea alumno o profesor. Josep María Alaña explica en este volumen cómo ha vivido todas estas experiencias. En definitiva, es una reflexión sobre la diferencia y su aceptación.
Hacia una escuela para lo común. Debates, luchas y propuestas
Jordi Collet y Silvia Grinberg
Morata
La educación y la escuela están atrapadas en un momento complicado, manejadas con la lógica utilitarista e individualista, enfocadas al mercado de trabajo, a la supervivencia. Collet y Grinberg eligen pensar en ellas como posibilidad de acercamiento y construcción del bien común. Se trata de una búsqueda de alternativas a esa educación «técnica y neutral» que tanto se vende.
Cuentos de casa
Salvador Comelles
Anaya
Los objetos cotidianos que puede cualquiera encontrar en su casa, qué se yo, el sofá, un espejo, el ratón del ordenador o un rotulador… Todos tienen vida popia. Es mejor no despistarse. En este libro encontrarás algunas historias que nos hablan de esas cosas que hacen las cosas en casa cuando no nos damos cuenta.
100 actividades de ámbito artístico para primaria
Josué García García
Editorial Graó
Cual libro de recetas, en 100 actividades… encontrarás un centenar de actividades que poder desarrollar con las chicas y chicos de tu clase (no solo). La idea es trabajar la creatividad, la interpretación y la percepción del alumnado. Además de la larga lista de posibilidades, el libro está pensado casi como un recetario, y en cada una encontrarás lo siguiente: materiales necesarios para llevarlas a cabo; descripción de la propuesta; desarrollo y actividades alternativas.
Los Forasteros del Tiempo 12: La aventura de los Balbuena: objetivo la Luna
Roberto Santiago y Pablo Fernández
SM
Los Balbuena están en 1969 metidos en el módula lunar Eagle, en la misión espacial Apolo 11… a punto de pisar la Luna. Seguramente, la mayor aventura de las que han vivido hasta la fecha.
Territorios de juego y exploración. Derecho a jugar
Alejandra Dubovik, Alejandra Cippitelli
Editorial Octaedro
Este libro habla de territorios de juego y de experimentación entendidos como espacios que ofrecen las condiciones óptimas a los niños para que los conquisten y los construyan desde su creatividad. A partir de la manipulación del material, en colaboración y comunicación con sus compañeros y compañeras, y mediante el imaginario colectivo y participativo, los pequeños van construyendo el conocimiento.
Entrevista a Blanca Athié escritora y promotora cultural mexicana
Por J. Fernanda Sánchez Jaramillo
Blanca Athié obtuvo el Premio de Cuento José Agustín en el 2013. Fue semifinalista del Mundial de Escritura en el 2020. Su producción literaria aparece en diversas antologías y portales digitales.
Se destaca la antología: El tejido de la mujer araña sobre maternidades disidentes, publicado a través del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Ha sido invitada a la Feria Municipal del Libro de Guadalajara (2017-2018-2019). Como promotora cultural dirigió la Feria Nacional del Libro de Iguala en mayo del 2016 dedicada a Elena Garro, primera feria temática y dedicarla a escritoras mexicanas. Coordinó con Julio Moguel la Feria Internacional del Libro de Acapulco (2016). Imparte talleres literarios a mujeres privadas de su libertad y en el Centro de Justicia para mujeres en el estado de Jalisco. Además, lidera talleres sobre Literatura del cuerpo en otros espacios.
JFSJ: ¿Cuándo y por qué decidiste realizar un taller de poesía en la cárcel de mujeres?
BA: Me gusta más el termino “escritura para mujeres” que taller de poesía o taller literario. Nos ayuda a resituar la escritura como resiliencia o territorio donde todas las mujeres nos encontramos y nos escribimos. Fue una iniciativa personal. A mí me interesa la escritura de mujer como territorio donde autoafirmamos nuestra identidad, resistimos y colectivizamos. Las mujeres privadas de su libertad (somos respetuosas con ellas al usar este término y cuidar su dignidad y la no re victimización usando otros) son un ejemplo de resistencia.
Por ello, el año pasado busqué a la Secretaría de Cultura de Jalisco, y en convenio con la Dirección General de Prevención y Reinserción Social (DIGPRES) aceptaron el proyecto e iniciamos en la segunda semana de agosto del 2021.
JFSJ: ¿En qué centro penitenciario estuviste y cuántas mujeres participaron?
BA: En el Centro de Reinserción social para Mujeres privadas de su libertad en Puerto Vallarta, Jalisco. Realicé ocho sesiones. Se inscribieron 20 personas, pero completaron el proceso siete mujeres.
JSFJ: ¿Qué metodología utilizaste?
BA: Metodología propia. Diseñé un programa basado en escritura o literatura de mujer con fundamento en la crítica feminista y decolonial para diseñarlo a manera de subjetividad literaria. Por ejemplo, la escritura como un Cuarto propio pensando en Virgina Woolf, o privilegiando diarios tales como el Cuaderno dorado de Doris Lessing, e incorporando el sentir de nuestras hermanas afrodescendientes e indígenas, apropiándonos de nuestros cuerpos como espacios o territorios desde los que escribimos. El ser “cuerpos” permite el contacto con otros cuerpos, como los árboles. En ese lugar tenían jardines, por eso como tarea abrazaban árboles y dejaban fluir las sensaciones para luego escribirlas.
JFSJ: ¿Cuáles son los temas recurrentes de sus poesías?
BA: El erotismo, la metáfora animal o vegetal para la resistencia e identidad. También las emociones propias habitadas a raíz de sus historias personales.
BA:Para la sesión de animalización usamos las metáforas como forma de supervivencia y evolución. Me gustó mucho que recurrieron a la mariposa y al águila, animales con alas.
“Mi vida la comparo con la metamorfosis de la mariposa por sus tres etapas. Primero, el gusano, por feo, insignificante y desagradable a la vista. Segundo, se convierte en un capullo donde se prepara para transformarse en lo bello y hermosa que es la mariposa, una transformación espectacular, como las etapas de la vida. Eso soy: una mariposa”.
“Siempre me he soñado águila. Vuelo. Siempre fui libre, emprendía mi vuelo muy alto, pues nunca pensé caer. Hoy en día soy un águila con el ala rota, hoy no puedo volar, pero tengo la esperanza y la fe que pronto voy a volver a emprender el vuelo”.
(Ambos fragmentos pertenecen a Mago).
No solo el tema animal como metáfora, sino como amor y cuidado. Becky suele representar a las compañeras en concursos literarios. Ella encontró el cuidado y amor mutuo en su gato llamado “Timy”. Algunas mujeres privadas de su libertad tienen animales de compañía.
“Sentir miedo de perder eso que me hace sonreír, quien llegó a mi vida para cambiar este espacio lleno de soledad por compañía. No quiero que se vaya de mi vida, este miedo incesante, si se va no lo soportaría. Como no llegar a quererte tanto si tú alegras con tu cariño, juegos y alegrías. Estás atento a cada paso que doy, me sigues, corres lleno de vida hacía mí. Aquí, un hogar que te esperó por mucho tiempo que por miedo a amarte tanto no te aceptaba, te cerré por muchos días esta puerta fría en estas cuatro paredes, y de mi pesar: nada; hoy que te tengo. Yo te amo y me dueles, me duele si te vas de mi vida. Te llamo por tu nombre, me miras con tus ojitos aceitunados, te estiras y yo te miro con estos ojos cargados de lágrimas, y pienso en el hecho de tenerte clandestinamente –una cárcel dentro de otra cárcel–, y si enfermas no sé qué haría, correría para salvarte la vida. Ya no te vayas de mi vida, ni de estas cuatro paredes frías, de esta cruel vida, porque por más que lo intente, este acero jamás rompería, y estas bardas inútilmente atravesaría.
Te amo, porque ya eres parte de mi vida. Inocente eres y no te importa pasar tu vida en esta cárcel haciéndome compañía, tal vez para el mundo sea un simple gato, pero para mí: eres mi mundo”. Becky
La pérdida es también un tema que nos atraviesa a los seres humanos, pero recobra particular significado cuando esa pérdida son hijos. Escribir para que los seres amados vivan siempre.
“Dios y la vida me dieron un regalo de nueve meses de espera, había una vida dentro de mí, alegrías, pero más que nada tristezas me acompañaron esos meses, la muerte de mi padre y la renuncia de mi trabajo, pero al verla por primera vez sólo sentía alegría y amor. Cuatro años, sólo cuatro años pude verla crecer, por la ambición de su padre y su abuela ya no está conmigo de la manera más cruel y vil me la arrebataron de mis brazos, me ha quedado un vacío en mi corazón, una herida que nunca sanará, sólo dos fotografías, un peluche y recuerdos me quedan de ella, solamente en mis sueños la puedo abrazar, solamente en mis sueños la veo creciendo. Ahora eres una estrella que brilla en la noche.”.
Unicornio
La naturaleza como resiliencia. Es el caso de Marta:
“La naturaleza es lo que nos mantiene con vida, si observas delicadamente un árbol es un ser mutilado, sólo que su cabeza está plantada en la tierra, sus ramas son sus brazos, piernas, acabas con la especie marina, estás acabando con todo lo que nos da vida, vida, vida… la ecología es lo más importante en este planeta, gobiernos, leyes, son una porquería , poder, control, generar dinero es lo único que les importa, expedientes muertos, arrumbados de personas inocentes y que ya tienen su libertad pero por no trabajar en ellos siguen pagando un delito, no me destruyas, mejor ayúdame sociedad, en vez de juzgarme ven y ayúdame que el dios del universo te lo regresará” Marta
La verticalidad y el coraje de mantenerse viva y fuerte, como el caso de Ana:
“En un instante, repentinamente, como suelen ocurrir las cosas que te trasforman, la vida se me destrozó, como fractura un cuerpo en pleno accidente. Un parpadear de ojos basta para que te despiertes y tú cuerpo y casa ya sean otros. Un cuerpo que recibió una bala por accidente y me dio un nuevo caminar, a lo mejor lento, pero más firme que nunca. La vida –¿O yo?— me dio una oportunidad más para darme cuenta lo fuerte que soy y la verdad llegue Más allá de lo que tengo que llegar. Más allá del miedo. Más allá de los miedos. De mis miedos. Si me dieran a escoger, sí volvería a pedir ser yo, con todas mis desgracias que al final son oportunidades sí sabemos canalizar nuestro coraje”. Ana
JFSJ: ¿Has pensado en realizar este taller en otros centros penitenciarios?
BA: Si, me gustaría replicar la experiencia en otros Centros. Sin duda seguiré gestionando.
JFSJ: ¿Cambió tu escritura a raíz de esta experiencia?
BA: Mucho. Yo dinamité mi propia escritura. Ahora valoro mucho visibilizar estos temas en mis cuentos. Incluso he creado un personaje, mujer privada de su libertad, para mi primera novela. Son experiencias que nos encaran con otras partes de nosotras que desconocemos, pero que están ahí, porque a las mujeres se nos ha callado la voz por siglos. Por ejemplo, el famoso síndrome de la impostora que todas tenemos donde persiste la idea de no valorarnos a nosotras mismas ni lo que escribimos, lo cual fortalece al patriarcado. Este taller me hizo encarar a mi impostora: escribir es resistir y existir. Todas las letras importan, así como todos los cuerpos y todas las vidas. Tenemos que hacer de nuestras letras, algo que nos pertenezca, para confrontar al patriarcado que nos quiere calladas, inseguras y encarceladas.
JFSJ: ¿Qué otros proyectos desarrollas actualmente?
BA: Actualmente me dedico a temas de Crítica literaria feminista, talleres sobre literatura del cuerpo. Estoy coordinando un libro colectivo, sobre Mujeres en la Independencia de México, resituando a nuestras hermanas insurgentes en una Matria, que este año verá la luz.
J. Fernanda Sánchez Jaramillo, animal humano, mujer sentipensante. Candidata a doctora en derecho, jurista, comunicadora social y periodista, magister en relaciones internacionales y trabajadora social comunitaria. Feminista libertaria y comunitaria suramericana.
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