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Judith Morales Pérez: «La literatura es uno de los medios más poderosos que tenemos los puertorriqueños para expresar lo que somos y lo que deseamos ser». Puerto Rico

Judith Morales Pérez (Ponce, Puerto Rico) es escritora, docente e investigadora. Ha ejercido la cátedra universitaria de español, géneros literarios y redacción y estilo por unas tres décadas, entre la Universidad de Puerto Rico y el Colegio Universitario de San Juan. En la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico ha ofrecido el curso de Redacción Jurídica. Se ha destacado como poeta y narradora. Toca guitarra, compone y declama. Es bruja -si bien nació leona- por pueblo de residencia habitual. Judith ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Hace poco publicasteis El Club de las Gordas: ¿Una novela policial? (2022). ¿De qué trata o tratas en esta novela y cómo recorres entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarle?

– Judith Morales Pérez (JMP, en adelante) – Este relato gira en torno al proceso de investigación de un crimen pasional, con la diferencia de que, en este caso, la víctima es una mujer gorda. Siempre he pensado que la literatura es un discurso que, aunque imaginario, reproduce la vida en todos los sentidos, y entre todos esos, mi novela expone el feminicidio, un mal que aqueja, lamentablemente, a mi país y a otros países hispanoamericanos. Caracterizar a la víctima de esta manera, me sirvió para aludir a otro problema social: la gordofobia. Trabajar este tema surge de una honda preocupación por esas mujeres gordas a las que se les dificulta enfrentarse al prejuicio y al discrimen.

– WRS –¿Qué relación tiene El Club de las Gordas: ¿Una novela policial? con vuestro trabajo creativo anterior y hoy?

– JMP – En narrativa, porque también he trabajado la poesía, el Club de las Gordas es mi segunda novela y está íntimamente enlazada a la primera, cuyo título es Lo que pasó después de Lady. En ambas, se expone la situación social de la mujer puertorriqueña, aunque desde distintas perspectivas. En la primera, hay una propuesta crítica hacia el feminismo; en la segunda, hacia la mirada que la sociedad moderna exhibe hacia la mujer gorda. Son temas afines, lo que cambió con la segunda fue el género. Como sabe, la novela policial requiere de una estructura particular que no me requirió la primera.

– WRS – Si compara su crecimiento y madurez como persona y escritora, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo o no inicial con el de hoy?

– JMP – Ambas experiencias, tanto la primera novela como la segunda, representaron una oportunidad de crecimiento y de exposición de unas ideas en las que creo y defiendo. Fueron oportunidades únicas para el aprendizaje de técnicas narrativas, dominio del diálogo, caracterización. Definitivamente, todavía debo mejorar muchos aspectos de la escritura para enriquecer aun más el disfrute que cualquier lector podría tener al acercarse a mi trabajo literario, así que creo que, si estas dos novelas contribuyeron en algo, las que vienen continuarán con el proceso. Como persona, disfruté muchísimo ver el impacto que la propuesta de ambas novelas causó en mis lectores. Los comentarios, particularmente con la segunda, reflejan que hubo en ellos un proceso de concienciación en torno al tema y un interés por adoptar la propuesta como estilo de vida.

– WRS – Judith, ¿cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y fuera?

– JMP – Admiro el trabajo literario de esta generación de autores puertorriqueños y, sobre todo, me emociona ver la cantidad de mujeres que desde la década del setenta se han lanzado a la aventura literaria. Creo que comparto con ellas el deseo de hacer acto de presencia en un medio en el que por siglos se nos ha invisibilizado. No busco, sin embargo, ningún protagonismo que no sea el de narrar las historias que se me ocurren para que quienes las lean reflexionen sobre ellas, y las disfruten.

– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico, y la de sus pares, bien sean escritores de novela u otro género?

– JMP – Buena pregunta. Con relación a mi primera novela, tengo el conocimiento de que recibió una injusta crítica por parte de un sector que se atribuye la propiedad de algunos temas, como el de la negritud; pero como creo que las luchas no tienen nombre y apellido, eso no me preocupa en lo absoluto. Quienes la han leído afirman que hace una excelente aportación a ese tema, y eso es suficiente. Con la segunda, logré que los lectores rieran, aun en medio del análisis de temas tan importantes y serios como son un feminicidio o el discrimen contra la mujer gorda.  Soy de las que piensa que un relato no existe solo para que un grupo de expertos lo apruebe o rechace, y no es, precisamente, esta opinión a la que le doy peso. Para mí es más importante el juicio que puede producir un lector común. Me basta con escuchar que me digan: “Me encantó la novela, ya estoy esperando la próxima”. Eso sí que es valioso, porque mi trabajo pudo carecer de muchísimas cosas que son pura teoría literaria, o no cumplió con las expectativas ideológicas de un grupo; sin embargo, si logró que alguien que nunca lee, o que no le gusta leer, no quiera abandonar la lectura y lleve mi libro a todas partes, para mí es suficiente.

– WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera una autora puertorriqueña o no? O, más bien, una autora de literatura, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?

– JMP – La experiencia humana es universal, está y estará en cada uno de mis relatos, ocurra en Puerto Rico o en China; pero confieso que me encanta ese adjetivo unido al sustantivo del oficio. La literatura es uno de los medios más poderosos que tenemos los puertorriqueños para expresar lo que somos y lo que deseamos ser; por eso, elijo escribir una literatura que exponga mi identidad caribeña y puertorriqueña.

– WRS – ¿Cómo integra su identidad étnica y de género y su ideología política con o en su trabajo creativo?

– JMP – Soy latina, mujer, y fiel creyente de la libertad de pensamiento. Todo lo que se relacione con esa fórmula estará presente en todo lo que escriba. Hasta este momento, la única ideología que he dejado entrever en mis escritos es la que gira en torno a la posición social de la mujer, la que, evidentemente, hace una defensa valiente y ataca contundentemente al sistema que la oprime o le dicta cómo existir.

– WRS – ¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritora hoy?

– JMP – Confieso que soy muy observadora, y suelo grabar lo que veo a mi alrededor: la forma en que las personas hablan, los gestos, sus posturas ante la vida; todo eso lo utilizo para crear mis personajes. Muchas veces, un personaje es el resultado de una combinación de características de varias personas que conozco. El Club de las Gordas fue la novela en que más hice esto, allí están mis amigas de la universidad, e incluso yo, pero, claro, dirigidas hacia la propuesta temática. Mi experiencia de vida está íntimamente relacionada con este trabajo creativo porque, como mujer gorda, me he enfrentado al discrimen, lo he vivido en carne propia, aunque con una actitud distinta a la que adoptan muchas mujeres. Creo que ningún escritor puede deslindar su experiencia de vida de su quehacer literario, quizás podemos distanciarla un poco, solo eso.

– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

– JMP – Mi primera novela se publicó en el 2019; la segunda, en 2022. La primera dejó un buen gusto en mis lectores, tanto así que me preguntaban constantemente cuándo lanzaría la segunda. He visto, sin embargo, una mayor respuesta (en términos de venta) con la segunda, quizás porque el tema de los cuerpos y las normas impuestas por la sociedad es un tema moderno y de interés actual. Muchas de mis lectoras se identifican con la novela con solo leer el título (porque son gordas o conocen a alguna mujer gorda), y una vez comienzan a leerla, disfrutan la perspectiva trágica y cómica, a veces burlesca, con que se trata el tema.  La opinión de quienes la han leído coincide con que la propuesta les ha ofrecido una manera particular de enfrentar el discrimen y, definitivamente, se sienten empoderadas.

– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?

– JMP – Estoy dando los últimos toques a un libro mixto que llevará por título “Sandeces”. Es una mezcla de relatos breves, comentarios, anécdotas familiares y poemas jocosos. ¿Pendientes?, varias novelas, solo necesito el tiempo para sentarme a escribirlas…

Entrevista realizada en septiembre de 2022. Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Fuente: https://rebelion.org/la-literatura-es-uno-de-los-medios-mas-poderosos-que-tenemos-los-puertorriquenos-para-expresar-lo-que-somos-y-lo-que-deseamos-ser/

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¿Soberanía o dependencia?: la necesidad de un ambientalismo antisistémico

Por: Florencia Trentini, Nicolás Castelli

En las últimas semanas el debate sobre la explotación de hidrocarburos en el mar Argentino y en paralelo la ola de calor que azotó al país pusieron sobre la mesa la discusión sobre el modelo de desarrollo. ¿Es posible que el desarrollo económico dialogue con el cuidado del ambiente y además garantice inclusión social?

La crisis climática se hace sentir cada vez más fuerte y frente a esto el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), grupo científico reunido por las Naciones Unidas para monitorear y evaluar toda la ciencia global relacionada con el cambio climático, sostuvo en su último informe publicado que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando. Ante este escenario, los planes actuales no van a alcanzar para limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, umbral que los científicos consideran necesario para evitar impactos aún más catastróficos.

Alrededor del 90% del dióxido de carbono -el peor de los gases de efecto invernadero (GEI)- emitido en la actualidad proviene de la combustión de petróleo, carbón y gas natural. Estos se usan para la obtención de la energía para sostener las actividades industriales, producir alimentos, garantizar el funcionamiento de los medios de transporte, calefaccionar o refrigerar hogares y lugares de trabajo, etc. Para evitar un colapso ecosocial no solo será necesario reducir las emisiones, sino también eliminar parte del carbono que ya está en la atmósfera.

Y lejos de ser necesaria una innovación tecnológica aún no creada, la solución para esto ya existe naturalmente y se llama fotosíntesis. Sí, ese proceso mediante el cual las plantas absorben el dióxido de carbono del aire y lo almacenan en sus raíces y en el suelo. Se estima que las plantas podrían proporcionar casi un tercio de las reducciones de emisiones para lograr el umbral de 1,5°.

Es decir, nuestra forma de habitar el planeta modificó el ciclo del carbono: emitiendo mediante algunas actividades humanas mayor cantidad de gases de los que son posible de absorber naturalmente, y destruyendo con otras actividades humanas los territorios (bosques, selvas, humedales) que podrían absorber más emisiones. Solo en Argentina, entre 1990 y 2015 se arrasaron 7,6 millones de hectáreas de monte nativo para dar lugar al agronegocio y el extractivismo. O en otro nivel de la problemática, las plazas de la Ciudad de Buenos Aires tienen cada vez más cemento y menos árboles, mientras se cuentan canteros como superficies verdes. Esto tiene un correlato directo en la temperatura, que en algunos casos puede variar más de 20 grados dentro de la misma ciudad, entre zonas con espacios verdes y zonas sin ellos.

El informe del IPCC también deja en claro que las responsabilidades por este desastre son desiguales: los países más ricos son responsables de una mayor cantidad de emisiones, pero las consecuencias se sienten con mayor impacto en los países más pobres. EE.UU. y Haití pueden sufrir huracanes, pero cómo cada país afronte este hecho va a depender de sus condiciones socioeconómicas y estas son resultado de desigualdades estructurales.

Con EE.UU. a la cabeza, las mayores emisiones históricas de GEI se concentran en diez países y un puñado de grandes empresas transnacionales. Esta desigualdad se ve claramente cuando se discute la transición energética y la descarbonización de las economías. Actualmente solo el 15% de la energía proviene de fuentes bajas en emisiones de GEI. Esto es la energía eólica, hidroeléctrica o solar, y aproximadamente un 4% corresponde a energía nuclear. La transición energética ya es un hecho en pleno desarrollo. En esta carrera de sustitución de hidrocarburos por energías limpias -que por el momento dominan las grandes potencias europeas- se plantean diversos problemas y desafíos para los países del sur global.

Desde un neodependentismo económico y tecnológico hasta convertir a la región en depositaria de los pasivos socioambientales de la descarbonización de las economías del Primer Mundo, el riesgo de profundizar asimetrías y desigualdades está presente. Ahora bien, esta discusión se da mientras el 13% de la población del mundo no tiene acceso a servicios modernos de electricidad, cerca de 3 mil millones de personas dependen del carbón para cocinar y el 29% de los hogares del mundo no tiene acceso a servicios públicos modernos.

A nivel internacional, el accionar frente al cambio climático se categoriza en dos ejes: la mitigación y la adaptación. La primera se refiere a las acciones que buscan reducir la concentración de GEI, mientras la segunda a las medidas que se adoptan para hacer frente a los cambios del clima, con el objetivo de evitar o limitar los daños. En la última Conferencia de las Partes (COP) realizada en Egipto, una de las mayores discusiones se centró en quién debe pagar los daños y las pérdidas en los países en desarrollo vulnerables a los efectos del cambio climático. En el caso de adaptación se logró la reafirmación del compromiso adoptado en Glasgow, Escocia, para duplicar los recursos destinados a estas acciones. En el caso de mitigación no se lograron avances claros sobre la reducción de emisiones de GEI, porque esta discusión implica la transformación del modelo de desarrollo actual.

Crisis socioecológica y crisis económica: siempre pierden los mismos

Ahora bien, Argentina, además de ser parte de esta crisis climática a nivel mundial se encuentra viviendo una crisis económica, y muchas veces el ambiente y los bienes comunes parecen ser una respuesta para salir de la misma. De hecho, algunas personas suelen sostener que oponerse a algunas actividades extractivas es condenar a nuestro país al hambre y la pobreza. En otros casos se sostiene que el problema no son las actividades extractivas sino la disputa por la soberanía. En este mundo desigual, donde los países ricos del norte a través de sus formas de desarrollo extractivista casi nos dejaron sin planeta, parecería ser casi un acto de justicia poder ahora explotar en nombre de la patria nuestros propios recursos y lograr así nuestro desarrollo económico.

En los últimos tiempos esta discusión ha llevado a que quienes se autodefinen como ambientalistas se peleen entre elles, supuestamente entre posiciones más o menos desarrollistas o más o menos patrióticas y posturas más o menos cancelatorias de ciertas actividades productivas. El problema es que mientras estas discusiones suceden nuestros bienes comunes siguen siendo saqueados, la gente que vive en las zonas extractivas sigue sufriendo las consecuencias en sus territorios, cuerpos y vidas, y los dólares siguen yendo a otro lado. Sin duda los grandes ganadores de estas dicotomías ambientales son quienes jamás se van a definir como “ambientalistas”.

Más allá de estas posiciones, la realidad es que es una falacia pensar que el problema de la Argentina es la falta de divisas. Porque aunque éstas hoy se piensen en función de las metas de ajuste impuestas por el FMI para cumplir con el pago de una deuda odiosa y fraudulenta, lo cierto es que hay un problema estructural de redistribución de la riqueza y los ingresos. Ya van tres años de crecimiento macroeconómico sostenido, pero hace siete años que la puja distributiva de los ingresos viene siendo cada vez más regresiva para el conjunto de la clase trabajadora dejando a los sueldos cada vez más retrasados con respecto a los precios.

Esto provoca, entre otras variables, que la recuperación económica no llegue al conjunto de la población, sino que, por el contrario, recaiga sobre los bolsillos de los trabajadores y trabajadoras formales y de la economía popular. Entonces, ¿es posible conciliar los objetivos de la sostenibilidad económica y ambiental, y además hacerlo con inclusión y justicia social? Lejos de una simple dicotomía entre dependencia y soberanía el problema es la discusión sobre el modelo de desarrollo, porque aun soberano podría seguir teniendo las mismas graves consecuencias para humanos y no humanos.

En nuestro país una clara muestra de la desigualdad social se refleja en la caída de la participación de los trabajadores y trabajadoras en el PBI que pasó de ser del 51,8% en 2016 a un 43,1% en 2021. Pero esto también es evidente en políticas concretas como las del dólar soja, un nuevo tipo de cambio equivalente a 230 pesos que resultó en un beneficio al agropower para que liquiden sus dólares mientras los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, el eslabón más precarizado de la clase obrera, recibirá un mísero bono de fin de año.

El avance de la frontera sojera es sin dudas uno de los grandes problemas ambientales de la Argentina por su extensión: millones y millones de hectáreas de soja y pueblos enteros fumigados con agroquímicos para garantizar la producción, pero que a la vez causan daños irreversibles en la salud humana. A esto hay que sumarle la deforestación que se necesita para su desarrollo y las consecuencias ecológicas posteriores, como la erosión hídrica.

Desde que se liberó el uso de la soja transgénica a mediados de los noventa, las plantaciones del “oro verde” cubrieron el 60% de las superficies aptas para el cultivo. Incluso en 20 años, el uso de agrotóxicos aumentó un 800% generando altos niveles de cáncer, abortos espontáneos, niños y niñas que nacen con malformaciones, enfermedades respiratorias y de piel, entre otras. El lado oscuro y mortal del “boom de los commodities”.

Mientras se beneficia a estos grandes señores del campo que tienen la posibilidad de almacenar su producción del monocultivo de soja en silobolsas y esperar, mientras especulan y manejan los ritmos de la venta y sus precios, los pequeños productores y productoras de la agricultura familiar están sufriendo las consecuencias de la crisis climática que pone en riesgo su ciclo productivo y su economía. Las tormentas de las últimas semanas, en algunos casos con temporales de viento y granizo, se suman a las sequías extremas que se viven en algunas regiones del país, y a los incendios que afectan a distintas provincias. Estos eventos impactan directamente en la calidad, cantidad y en los precios de sus producciones, vulnerando sus derechos y su calidad de vida.

El problema radica en que mientras se siga apostando a una política de concesiones a los grupos económicos y a la desmovilización, con claras consecuencias que terminan pagando siempre las mayorías populares, las discusiones entre ambientalistas sobre la forma de explotar nuestros bienes comunes solo sigue dividiendo lo que podría unirse en busca de una alternativa que ponga a discutir, por ejemplo, la gestión social de esos bienes o la participación popular en el control de los mismos. De lo contrario, el debate se seguirá dando en una cancha marcada de antemano por un modelo global, capitalista, patriarcal, androcéntrico y colonial. En este sentido, el ambientalismo -como el feminismo y la economía popular- tiene la posibilidad de imaginar y construir una respuesta antisistémica que modifique el rumbo de aquello instituido y que a su vez plantee soluciones diferentes a las acostumbradas.

Fuente de la información e imagen:  https://primera-linea.com.ar

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Mujeres movilizadas en América Latina

Por: Dora Barrancos. Ana Buquet

En movimiento.
ISBN 978-987-813-296-9
CLACSO.
Buenos Aires.
Septiembre de 2022

*Disponible sólo en versión digital

Por tercera vez en su historia, el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas: las mujeres salen a las calles, toman las plazas y las avenidas, sus reclamos ocupan el espacio y el debate públicos. En las distintas ciudades y países de América Latina, se asiste a formas ampliadas de feminismo, con inéditas adhesiones y la participación mayoritaria de jóvenes. Este libro presenta un conjunto de escenarios de la región en lo que va del siglo XXI, caracterizado por movilizaciones masivas con reclamos y prerrogativas que buscan la conquista de sociedades más igualitarias.

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Fuente de la información e imagen:  https://clacso.org.ar

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Rita Segato: “La soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo haría caer todo el edificio de las desigualdades”

Por: Canal net

La escritora y antropóloga es una de las pensadoras más lúcidas sobre el feminismo. En Periodismo Puro, la intelectual explicó cómo los reclamos de las mujeres desafían al poder real.

Rita Segato es una de las intelectuales feministas más respetadas y escuchadas en el último tiempo. Es una referente en cuanto a violencia de género, delito que define como “un crimen del poder”.

Para la antropóloga, “el sujeto político, que engloba y va a representar a todas las personas, es un sujeto que lo representamos y lo concebimos como masculino”. Quizás por eso, cuando la mujer ocupa cargos de poder recibe una agresión que no reciben los hombres. “En las estadísticas sobre los discursos de odio, por ejemplo, la Universidad Nacional de San Martín, el resultado es sorprendente. El 75% de los discursos de odio, en otro resultado leí 78%, tienen como foco a la mujer, 5% a las sexualidades disidentes” señala Segato. “Entonces debemos concluir que los discursos de odio son característicos de los grupos que respaldan el poder económico” y “preguntarnos cuál es la relación entre la riqueza y un cuerpo de mujer, por qué el cuerpo de mujer, por qué la soberanía de una mujer sobre su propio cuerpo, por qué el cuerpo de una mujer embarazada y queriendo abortar es el enemigo político de la gran riqueza” explica Segato. Cuando la antropóloga se pregunta “”por qué el poder real se dirige al combate contra las mujeres” llega a la conclusión de que “el poder femenino es realmente una fortísima amenaza a la concentración de la riqueza”. Para Segato, “el patriarcado, la desigualdad de género, es la primera y más fundante, estructurante y más arcaica forma de extracción de plusvalía”. Por eso, afirma la escritora, “una liberación de la mujer, la soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo, haría caer todo el edificio de las desigualdades”. Segato se muestra convencida de que si “retirás la jerarquía de género, el mundo se rehace y camina en otra dirección más benigna. Camina, se reorienta hacia un horizonte más benigno para más gente”. Mirá la entrevista completa: VER VIDEO

Rita Segato: “La soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo haría caer todo el edificio de las desigualdades” (canalnet.tv)

 

Fuente de la información e imagen: https://www.canalnet.tv

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Amia Srinivasan, filósofa: “Hay que crear una cultura sexual que desestabilice la jerarquía del deseo”

El más íntimo de los actos es en realidad algo público, afirma esta pensadora de 37 años en ‘El derecho al sexo’. Defiende un feminismo en la intersección del género, la clase y la raza.

Amia Srinivasan (Baréin, 37 años) es una ráfaga que no cesa de fogonazos de inteligencia que deslumbran al interlocutor, lo arrinconan en sus prejuicios y lo sacan de pronto de esa esquina acorralada con ideas y propuestas provocadoras e inesperadas. Hija de un banquero de inversión y de una bailarina clásica, ambos de origen indio y educados en el hinduismo, su recorrido vital por medio mundo —Baréin, Nueva York, Taiwán, Londres— la empujó hacia la filosofía analítica, que estudió en Yale y en Oxford, para buscar una manera de explicarse a sí misma y su lugar en el mundo. La halló en el feminismo, que ha estudiado a fondo para ser capaz de hacer viajes de ida y vuelta entre cada una de sus etapas históricas y dibujar la coherencia de una lucha política que nunca termina.

En 2019 obtuvo, después de un examen de rigor extremo, la cátedra Chichele —en honor del fundador, Henry Chichele— de Teoría Política y Social, en el All Souls College de la Universidad de Oxford. El mismo y preciado puesto que ocupó previamente el filósofo rusobritánico Isaiah Berlin. La primera mujer de raza no blanca, y la persona más joven en alcanzar esa posición académica.

Srinivasan recibe a EL PAÍS en su refugio universitario, una estancia de paredes forradas en madera noble, chimenea, sillones chéster, vidrieras emplomadas que dan a uno de los claustros del edificio de medio siglo de historia y libros, muchos libros, en estanterías, en cajas por desembalar, sobre la mesa de estudio.

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En el club de los señores serios y circunspectos, de chaqueta de tweed y pajarita, con todo el peso de la filosofía clásica de Occidente a sus espaldas, ha irrumpido una mujer mediática y avasalladora. Su libro El derecho al sexo (Anagrama), con una escritura ágil, punzante, certera e inteligente, ha despertado un interés y entusiasmo en la literatura feminista como no se recordaba en mucho tiempo. Srinivasan abarca como ensayista muchos otros asuntos, pero como ella misma señala, citando a Michèle Le Dœuff, “cuando eres mujer y filósofa, resulta útil contar con el feminismo para entender todo lo que te ocurre”.

La filósofa y escritora Amia Srinivasan, el viernes en la Universidad de Oxford.
La filósofa y escritora Amia Srinivasan, el viernes en la Universidad de Oxford.IONE SAIZAR

Pregunta. ¿Qué es el feminismo?

Respuesta. El feminismo no es una idea, una teoría ni una creencia. Algunos piensan que es la creencia de que los hombres y las mujeres deberían ser iguales. Pero eso deja abiertas muchas interrogantes. Las mujeres deben ser iguales… ¿respecto a qué clase de hombres? Porque no existe igualdad entre los hombres. ¿Y qué tipo de igualdad? ¿Material? ¿Económica? ¿Política? ¿Legal? Incluso puede ser que creas que las mujeres deben aspirar a la igualdad con los hombres, pero no quieras luchar por ello. Por eso sostengo que el feminismo debe ser contemplado en primer lugar y sobre todo como una lucha política. Una serie de movimientos que ocurren por todo el mundo, en diferentes momentos históricos, con sus altibajos y con diferentes tipos de compromisos. En definitiva, un movimiento que pretende acercar a la realidad una serie de posibilidades aún no imaginadas.

P. El nuevo feminismo ha establecido el consentimiento como criterio fundamental en las relaciones sexuales. En España, ha sido el resultado de la llamada ley del solo sí es sí.

R. Es un asunto de extrema importancia. La permisibilidad legal del sexo, en lo que se refiere al consentimiento, ha supuesto un gran avance del feminismo, frente al modo histórico en que se planteaban estos supuestos, cuando la fuerza era el criterio fundamental en la agresión sexual. Ya sabemos que hay casos en los que la fuerza no se usa, como cuando las víctimas son personas vulnerables o niños, pero que suponen, sin embargo, una violación obvia. En este sentido, avanzar hacia el consentimiento ha supuesto una victoria.

P. Pero…

R. Pero plantea varios problemas. En una sala de justicia, necesitas tener criterios claros. Criterios que resulten operativos y que te permitan tomar decisiones en las que quede clara la distinción entre casos de sexo legal e ilegal. Pero cuando sales de esa sala de justicia, en una relación interpersonal real, las cosas son mucho más complicadas. Hay casos en los que uno de los dos no solamente no dirá “no” ni se resistirá, sino que incluso dirá “sí”, pero será un “sí” producto de ciertas expectativas de comportamiento social que, a lo mejor, la otra persona ni siquiera comparte. Es algo que puede observarse especialmente en mujeres jóvenes, que han consentido activamente, y, sin embargo, no quieren tener esa relación.

A veces algunas feministas son culpables de apoyar excesos de regulación. Quieren utilizar la ley —o sucedáneos de la ley, como la normativa en centros universitarios— para forzar a las personas a actuar como debieran hacerlo en una situación moral ideal. Por eso uno de los temas centrales de mi libro versa sobre los límites de la ley a la hora de cambiar esos hábitos culturales, y sobre los modos alternativos que tenemos para lograrlo.

P. En determinadas sociedades, hay sectores que no entienden el tono excesivamente combativo del feminismo. Creen percibir una agresividad que no ven necesaria.

R. El objetivo de un movimiento político no siempre consiste en convencer a tus oponentes, ¿no? Puede haber un valor, y de hecho hay un valor, en la idea de expresar o experimentar ciertos tipos de emociones políticas extremas, como modo de movilizar a un grupo de personas. Un ejemplo obvio es el caso de Malcolm X y el Black Power en Estados Unidos. Un modo extremo de desconcertar y asustar al pensamiento predominante, blanco y masculino. Resultó ser bastante eficaz porque logró que Martin Luther King, un político bastante radical por sí mismo, sobre todo en sus planteamientos económicos, pareciera alguien moderado.

¿Deberíamos pensar del mismo modo en la rabia que usted señala acertadamente como elemento central de los movimientos feministas? Por supuesto. Puede resultar desconcertante, pero también puede galvanizar a las personas. Y, en ocasiones, resultar muy persuasiva. La gente puede acabar respondiendo simplemente por miedo a no hacer lo correcto. O, por puro contraste, puede lograr que algunas exigencias resulten moderadas y sensatas. Y, finalmente, esa rabia, aunque a veces sea contraproducente, puede ser justamente la emoción que necesitamos sentir.

P. Uno de sus ensayos, motivado por la aparición del movimiento incel [celibato involuntario: foros en red de hombres rabiosos por ser ignorados sexualmente], plantea un debate provocador: ¿existe un derecho al sexo?, ¿qué pasa con todas aquellas personas a las que se niega?

R. Ya está muy documentado, por ejemplo, el modo en que las personas de cierta raza resultan discriminadas en las aplicaciones para ligar. Sabemos que las mujeres, a partir de cierta edad, ya no se consideran deseables para los hombres de esa misma edad. Nuestro mercado sexual está organizado por una jerarquía del deseo sobre los ejes de raza, género, rasgos de discapacidad, etcétera. ¿Qué hacemos a ese respecto? En los años setenta, algunas feministas experimentaron con soluciones separatistas, como el celibato forzado en las mujeres de su grupo, o la exigencia de que se practicara un lesbianismo político. Pero esos proyectos siempre acaban mal e ignoran otras realidades. Por eso me gustaría recalcar dos cosas. La primera: nos corresponde a todos crear una cultura sexual que desestabilice la noción jerárquica actual. Y dos: quiero que la gente recuerde esos momentos que la mayoría hemos experimentado alguna vez, donde nos hemos visto atraídos —sexual, romántica o amistosamente— hacia alguien que no nos debería atraer de acuerdo con el marco político que nos condiciona. Porque su cuerpo no es el tipo de cuerpo al que aspiramos, porque su raza no es la que nos tiene que atraer, porque su entorno social o la clase de la que procede no son las indicadas. Todos hemos tenido esa clase de experiencias.

P. ¿Se trataría entonces de reeducar nuestro deseo?

R. Sí, pero no en el sentido de autoimponernos una cierta disciplina. Se trata simplemente de recordar de modo crítico esos sentimientos que tuvimos en algún momento y que luego hemos negado. Es una experiencia que resulta muy familiar para las personas queer. Todas ellas han crecido con emociones y sentimientos que la sociedad y la política les decían que no debían tener, y que silenciaban. Ese acto de romper el silencio, de rememorar en su plenitud nuestros deseos y afinidades, es algo bueno.

P. Hay una batalla en ciernes entre el feminismo nuevo y el tradicional en torno a las mujeres trans que confunde y angustia a mucha gente.

R. Al igual que ocurrió con la incorporación de la mujer al mercado laboral, o con el matrimonio homosexual, las personas trans suponen una amenaza a la vida tradicional o al orden establecido. Alteran el sistema de género, sexualidad e identidad que forma parte fundamental de una visión tradicional y patriarcal del mundo. Las personas trans se dirigen directamente a una ansiedad que sufrimos muchos, aunque nos veamos decididamente a nosotros mismos como mujeres u hombres. Una ansiedad que sentimos respecto a nuestra relación con el género y el sexo. A veces tenemos sueños sexuales con las personas equivocadas, con los cuerpos equivocados, con los deseos equivocados, y para regresar a la vida política y social predominante necesitamos reprimir todo eso.

Por eso mi mensaje para aquellas feministas que oponen resistencia a la gente trans es que deben comenzar a detectar los lazos de continuidad que existen entre las personas cis [que se identifican con el género asignado al nacer] y las personas trans, y comenzar a trabajar a partir de esos puntos comunes. Por supuesto que deberán establecerse determinadas normativas concretas, pero creo que este pánico desatado respecto a asuntos como los cuartos de baño comunes, o los bloqueadores de la pubertad para los menores que deciden llevar a cabo la transición, nos alejan de la conversación fundamental que debemos tener entre nosotros: ¿Tan segura estás de ser una mujer? ¿Tan seguro estás de ser un hombre? ¿Y qué significa realmente ese sentimiento?

P. ¿Qué hay detrás del debate de las falsas denuncias? ¿Es un problema? ¿Un efecto no deseado?

R. Es difícil hacerse con buenas estadísticas, pero en Estados Unidos, por ejemplo, cuando buscas casos de personas condenadas y luego exoneradas —por ejemplo, con el uso de pruebas de ADN—, los hombres negros representan una proporción inmensa. De hecho, representan una proporción inmensa en todo tipo de delitos que luego se demuestran falsos. Quizá al hablar de acusaciones falsas deberíamos centrarnos más en los fallos generales del sistema. Pero, en cualquier caso, yo sí quiero centrarme, dedicar tiempo y tomarme en serio el hecho de que una falsa acusación de violación es algo terrible. No podemos ignorarlo. En parte, porque comparte puntos comunes con la experiencia de una mujer violada, que consisten sobre todo en el hecho de que no te crean. Ambos, el hombre falsamente acusado y la mujer que ha sido violada, se enfrentan a una misma conspiración de incredulidad. Pero preguntémonos a la vez quiénes son los hombres que más sufren esta situación y por qué. La respuesta, muy a menudo, es que suelen ser hombres negros o de clase trabajadora.

P. Pensado con cierta lógica, la crisis de 2008 tiene mucho que ver con el renacer del feminismo.

R. Así es, y es un resurgir del feminismo que reside en dos motivos. Las crisis económicas siempre afectan de modo concreto a determinados grupos, entre los que se encuentran las mujeres pobres. Suelen ser las responsables de lograr la cuadratura de un círculo imposible de salarios decrecientes, desigualdad en aumento, mayor coste de la vida o desaparición de la protección social. Son las mujeres las que deben arreglárselas para alimentar a sus hijos, para que sus maridos trabajen y para encontrar trabajo ellas mismas. Pero es que, además, la crisis de 2008 fue el fin de ciertas verdades ortodoxas, como que siempre habría un crecimiento económico, o que los tecnócratas iban a asegurarse de que nos llegaran a todos las ventajas del motor del capitalismo. En países en los que el socialismo era casi una palabra maldita, como EE UU, ha surgido un interés creciente, especialmente entre los jóvenes, por un socialismo radical marxista y por alternativas feministas marxistas. Del mismo modo que ha surgido un mayor impulso contra el cambio climático.

P. Y, sin embargo, hay una izquierda tradicional que considera que el debate identitario —o fragmentado— ha acabado arruinando el discurso progresista.

R. Más bien al contrario. Creo que no tenemos ninguna duda de que el capitalismo se ha apropiado con éxito de la energía radical que suponen el feminismo o el movimiento antirracista, ¿no? En el propio interés de las empresas está el deshacerse del racismo o el machismo, para lograr que funcione de modo más fluido el sistema de la meritocracia y lograr mejores trabajadores. Otra cosa es el análisis de clase, que siempre queda fuera. Hablar de la clase trabajadora, de su opresión o de su poder, resulta bastante amenazador para el capital. Pero si la vieja izquierda busca simplemente un análisis basado en las relaciones salariales, o en la relación entre los propietarios del capital y los que venden su fuerza laboral, nunca acabará de entender la estabilidad del capitalismo. ¿Por qué Estados Unidos no ha tenido nunca un movimiento potente de la clase trabajadora? Por un racismo que permitió a los propietarios segregar entre obreros blancos, negros y latinos y forjó líneas de animosidad entre ellos. Del mismo modo que no se puede pensar en la fortaleza del capital sin tener en cuenta el trabajo no retribuido de las mujeres en el hogar. El análisis completo que persigue la izquierda tradicional no se puede lograr sin incluir las llamadas políticas identitarias.

Fuente: https://elpais.com/ideas/2022-12-04/amia-srinivasan-filosofa-las-mujeres-deben-ser-iguales-a-que-hombres-tampoco-hay-igualdad-entre-los-hombres.html

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Entrevista a Gioconda Belli: Teletrabajo permanente para cuidadoras/es: sus riesgos para el avance en los derechos de la infancia y de las mujeres

“Creer que solo sobre la madre descansa esta responsabilidad es la primera injusticia de la que hemos sido víctimas las mujeres” –Gioconda Belli.

La crisis sanitaria de los últimos años, trajo consigo un avance forzoso en cuanto a los medios tecnológicos en el ejercicio laboral. A raíz del encierro obligatorio debido a los riesgos del Covid 19, se instaló temporalmente el teletrabajo en los sectores laborales posibles, considerando a la vez, el cierre de los establecimientos educacionales y la emergencia que esto desató en las familias respecto al cuidado de niñas y niños.

Si bien esta medida favoreció la posibilidad de mantener las funciones laborales desde los hogares, y asegurar, por tanto, la productividad y el ingreso de un salario, innumerables son los estudios que arrojaron elevados montos de angustia y estrés en quienes ejercían estas tareas de manera simultánea al cuidado de otras personas, principalmente niñas y niños menores de 12 años.

Lo anterior, dejó brutalmente en evidencia la crisis de los cuidados y el lugar de las mujeres como principales responsables y protagonistas de dobles y triples jornadas que comenzaron a vivirse de forma simultánea, los horarios se difuminaron y las mujeres se vieron crudamente atravesadas por el aislamiento. El resultado es conocido, mujeres cargando con trabajo doméstico, de cuidado y laboral remunerado al mismo tiempo, sin límite de espacio ni horarios. Sin embargo, como contingencia, la prioridad se acentuaba en el cuidado inmediato de la salud y de las vidas, debiendo todas y todos adaptarse en la medida de lo posible, en situaciones más y menos favorables, a estas nuevas condiciones de trabajo, de crianza y de existencia en su totalidad.

Imprescindible no hacer alusión, también, a la violencia de género a nivel intrafamiliar que agudizó el confinamiento, mujeres y niñas/os que quedaron recluidas/os con sus agresores, perdieron espacios de protección, de resistencia y redes de apoyo.

Que la demanda por el derecho al apego con los y las hijas/os se levante desde la alternativa de un teletrabajo permanente, excluye entonces a la mayoría de las mujeres e invisibiliza otras realidades, obstaculizando la posibilidad de construir políticas públicas que aborden el problema de manera integral y equitativa. El apego con sus cuidadoras/es un derecho de toda la infancia.

 

La pandemia y sus efectos visibilizaron ferozmente las violencias e inequidades de género en la esfera privada, y los peligros, entonces, de la privatización de la vida, vale decir, de relegar solo al mundo privado dimensiones de la vida como los cuidados y el trabajo remunerado. Ahora bien, en cuanto a este último, hay quienes tras volver a la presencialidad, continúan optando y/o solicitando una modalidad online. No resultando extraño que se trate de agrupaciones de mujeres, pues como se ha mencionado, sobre nosotras recae la responsabilización de los cuidados y trabajo doméstico.

Esta demanda de teletrabajo permanente para quienes cuidan, se ampara justamente en el supuesto de que la medida favorecería el ejercicio de los cuidados. En virtud de esto cabe preguntarse como punto de partida:

¿Por qué habría que pensar los cuidados como una tarea que puede realizarse de manera simultánea al trabajo remunerado? La idea deja entrever otra, que los cuidados no serían un trabajo en sí mismo. Esta lógica contraviene la lucha feminista por el reconocimiento de la crianza y cuidados como un trabajo que requiere alta e incluso, en ocasiones, absoluta dedicación en el momento en que se realiza, que desgasta, cansa e implica no solo despliegue físico sino que mental y emocional. La organización que concierne a la logística del día a día, es también, una carga que ha sido depositada en las mujeres. Así las cosas, un teletrabajo permanente para cuidadoras podría estar reproduciendo el estereotipo que el feminismo ha combatido desde hace años, el de la Mujer Pulpo que puede con todo y al mismo tiempo, la Súper Mamá que estaría entonces, también presente mientras ejecuta su jornada laboral remunerada. ¿Queremos seguir enalteciendo la productividad por sobre los cuidados? ¿O bien queremos medidas y flexibilidades laborales que permitan disfrutar de esto último?

El foco puesto en las infancias, en la línea de “la teoría del apego” y la eventualidad de que niñas y niños pequeñas/os estén con sus madres y/o cuidadora/es por periodos más prolongados antes de la escolarización o en otras circunstancias, requiere una madre psíquicamente presente. Una madre realizando funciones laborales, presionada por trabajos demandantes y exigentes, incluso desgastante en términos emocionales (como trabajadoras de la salud mental, entre muchos otros) ¿se encontraría emocionalmente en condiciones “óptimas” de, al mismo tiempo, cumplir con ese rol de cuidadora que favorece un apego saludable, al que se aspira con esta propuesta? ¿No podría esto, incluso, agudizar los niveles de estrés de cuidadoras a raíz de frustraciones propias por las expectativas que esta idea porta respecto al “apego”? A lo que apunta esto, es a que presencia física no garantiza un apego “saludable”. En situaciones de emergencia es suficiente, pero ¿cómo se sostiene en el tiempo?

En la misma línea de la teoría del apego y los múltiples argumentos que la promueven  en cuanto a la demanda de teletrabajo permanente, basados en la necesidad de conciliar la maternidad con trabajo remunerado, resulta peligroso que sea una medida como esta la que emerja como respuesta al problema. Pensarlo desde ahí, pareciera denotar tintes de privilegios, toda vez que la mayoría de las mujeres no realiza trabajos que puedan realizarse de manera virtual, mujeres trabajadoras en casa particular, mujeres que realizan funciones de aseo, comida rápida, faenas, cosechas, y tantas otras, con jornadas generalmente más extensas, ingresos mínimos y varias horas de traslado.

Que la demanda por el derecho al apego con los y las hijas/os se levante desde la alternativa de un teletrabajo permanente, excluye entonces a la mayoría de las mujeres e invisibiliza otras realidades, obstaculizando la posibilidad de construir políticas públicas que aborden el problema de manera integral y equitativa. El apego con sus cuidadoras/es un derecho de toda la infancia.

Las mujeres hemos estado por siglos relegadas a lo familiar, lo privado, mientras que el lugar de lo público ha quedado permitido para los hombres. Nuestro ingreso al mundo laboral no ha estado exento de obstáculos y dificultades, partiendo por trabajos que venían a reproducir las funciones de lo privado, se nos asociaba a asuntos de cuidado y domésticos y en consecuencia, menos valor, peor pagados.

Menores salarios, dobles o triples jornadas de trabajo, toda vez que el ingreso al campo laboral no ha ido de la mano con la corresponsabilidad en lo privado ni el avance de políticas públicas en materias de la socialización de los cuidados. Validar y reconocer el trabajo de las mujeres en lo público ha sido otro avance feminista, disputar espacios en que nuestras voces sean escuchadas, ocupar cargos de liderazgo y no vivir discriminación por tener hija/os o encontrarnos en edades fértiles. La lucha contra la violencia de género en este contexto público, también implica una de las violencias más normalizadas y continuas en nuestras vidas, el acoso y violencia sexual.  ¿Qué podría significar que muchas mujeres / cuidadoras desocuparan, de manera literal, determinados espacios en sus lugares de trabajo?

El teletrabajo permanente para cuidadoras podría configurarse como contraproducente a la bandera feminista por los cuidados como un bien público, ya que retorna esta responsabilidad al espacio doméstico reproduciendo la feminización de los cuidados. Los últimos años han develado la crisis de los cuidados con las mujeres como protagonistas, la corresponsabilidad no es aún una realidad, mientras así sea, puede ser que el teletrabajo permanente para cuidadoras/es enmascare y reproduzca una lógica sexista.

Se requiere de políticas públicas que garanticen la equidad y redistribución social y de género en esta tarea. El gobierno actual ha desarrollado un plan de Sistema Nacional de Cuidados poniendo la centralidad en la responsabilidad social, para ello urgen medidas como el avance de la ley de las 40 horas laborales o la mejora en los sistemas de pre y post natal, así como el énfasis en el acceso a jardines infantiles de calidad en cuanto espacios seguros.

Este texto no pretende, bajo ningún punto de vista, negar la crisis de los cuidados y la urgencia por asentar normas que salvaguarden la compatibilización de la crianza y el trabajo, considerando la salud mental de cuidadoras, niñas y niños y la vida familiar. Por el contrario, busca problematizar la cuestión en función del riesgo de una propuesta en particular y la premura por considerar una serie de factores y dimensiones a la hora de su abordaje y análisis político y social.

Mientras los cuerpos dóciles de las mujeres sean solo un engranaje condenado ahora no solo a la reproducción sino también a la explotación, la virtualidad solo seguirá siendo el anverso de un espejismo que trae en su reverso, volver a velar lo que por toda la historia, una y otra vez, volvemos a denunciar.

Fuente: https://www.elmostrador.cl/braga/2022/09/22/teletrabajo-permanente-para-cuidadoras-es-sus-riesgos-para-el-avance-en-los-derechos-de-la-infancia-y-de-las-mujeres/

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Desexilio con antifaces: Sólo las chicas, en la sala 2 del Teatro Circular

La obra ocurre en un verano de los `80 en el que se cruzan las generaciones y todo vuelve a empezar.

No hay armario, hay percheros, dos hileras repletas, una a cada lado y en el medio una pantalla donde se proyectarán tramos de corte testimonial en blanco y negro. Son cinco actrices, pero parecen más, quizás porque siempre están ocupadas o porque hacen de muchas y de algunos. Son todas para una, Clelia (Carla Moscatelli), el punto de confluencia, el personaje de Cesare Pavese que Domenico Caperchione traslada de Turín a Montevideo. Es su adaptación libre de Entre mujeres solas, de 1949, una novela breve que catapultó al autor piamontés.

“Cuanto más me convenzo de que hablar sin necesidad no sirve de nada, más hablo. Especialmente entre mujeres”, le hace decir Pavese a esa mujer contenida, que vuelve a su tierra para rehacerse, y eso implica montar una tienda de moda. El relato es posterior a la guerra, el espectáculo, al regreso de un exilio económico en la década de 1980. La acción sucede siempre en Carnaval, en un clima de supuesta distensión en el cual el hedonismo es el caldo de cultivo del splín, la puerta a la nostalgia, al vacío ante lo que quedó.

Como en Devenir Felisberto, para el que trabajó sobre Por los tiempos de Clemente Colling, el dramaturgo y director se regodea en la construcción de un universo. Por ejemplo, la obra abre con Perfidia (la que va “Mujer / si puedes tú con Dios hablar”) aunque quizás llegue al pico de euforia cuando bailan Cara, un tema melódico que se impuso en el Río de la Plata como hit estival en la época en que el ítalo disco acaparaba ese tipo de espacios.

Hay un aire banal bien instalado, unos modos aprendidos y madurados, que no alcanzan a tapar la gravedad de los asuntos. El círculo es nuevo, las amigas inquietas, demandantes, los galanes algo inútiles pululan, la juventud contrasta, en su ir enhebrando antojos, con la obligación de empezar otra vez, de un cambio de hábito de orden social. Corre el espumante y la ropa de estreno, los chismes y los proyectos, pero a veces las malas noticias, como un suicidio, cortan en diagonal la escena.

Un encuentro casual de esta Clelia con una lectora curiosa dará pie para intercalar citas a Orlando, de Virginia Woolf, y Carol, de Patricia Highsmith, en una suerte de educación sentimental de la eventual amante y de índice para el espectador. Lo menos teatral, quizás, de estas Chicas, sean sin embargo los monólogos a cámara, como un diario personal subrayado. Hay una sentencia de Clarice Lispector apropiada para casos como este, en que es mejor no revelar tanto: “Pero ya que hay que escribir, que al menos no aplastemos con palabras las entrelíneas”. A>ML

Sólo las chicas, una producción de Los Cronopios Teatro, con dramaturgia y dirección de Domenico Caperchione, va en Teatro Circular (Rondeau 1388), Sala 2, los sábados a las 21:00 y los domingos a las 19:30. Localidades en venta por Tickantel y boletería de la sala a $550 (2×1 Comunidad la diaria). Elenco: Carla Moscatelli, Sofía Corso, Patricia Fry, Mariana Piven y Victoria F Astorucci. Diseño de vestuario: Mauricio Pera. Diseño de escenografía: Guillermo Ifrán. Realización audiovisual: Germán Nocella, Tatiana Datz.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2022/9/desexilio-con-antifaces-solo-las-chicas-en-la-sala-2-del-teatro-circular/

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