Ser madre en tiempos de pandemia y una propuesta para repensar ese papel Maternidad en cuarentena

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ESI: Educación Sexual vía Internet

Redacción: Pagina 12

Aborto, diversidad, fobias, enfermedades y tabúes: la serie éxito de Netflix condensa problemáticas de riesgo para jóvenes.

La industria del entretenimiento mueve montañas y, lejos de tener algún afán pedagógico, persigue su negocio. Pero a veces una cosa puede mezclarse con la otra y es lo que pasa en Sex Education, la serie británica que Netflix sacó a la luz a principios de 2019. En la época en que reinan las series, en ese universo basto colmado de historias de época, narcos simpáticos o personas normales volviéndose criminales por casualidad y deseperación, puede surgir un héroe a la altura: Otis Milburn (Asa Butterfield).

Adolescente, virgen, con una madre terapeuta sexual (Gillian Anderson, ex agente Scully en los X Files) y un padre ausente, traumado sexualmente en su infancia, el pobre Otis no puede ni masturbarse, pero descubre que es un genio de la sexualidad. De la sexualidad ajena. Y emprende un consultorio sexual para ayudar a sus compañeres –incluso quienes lo detestan y toman por tonto– a mejorar sus caóticas experiencias sexuales. ¿Y cómo llegan allí? Como pueden, consumiendo ese porno que impone modelos alejados de la realidad, probando, errando. Como en la vida real: aunque infinidad de voces conservadoras se levanten para protestar contra la educación sexual en las escuelas –la discusión local con la ESI es solo un dato más de un contexto global–, les jóvenes exigen un cambio.

Sex Education se ha vuelto un éxito en poco más de un mes, es lo más visto en la plataforma y ya ha logrado que anuncien una segunda temporada. Diarios y revistas del mundo entero hablan de la serie e invocan problemas locales en relación a la educación sexual. Otis, muñido de un poco de empatía, un amigo gay y Maeve (Emma Mackey encarna una contrafigura rebelde, sexualmente decidida, feminista, culta y pobre) acaba por encarnar la educación sexual que la familia y la escuela no proveen. Que, incluso, pueden obturar. Otis, entonces, acaba siendo en la serie lo mismo que la serie puede hacer en la vida real: ante la falta de discusión o conocimiento, una porción de entretenimiento acaba cumpliendo un rol educativo. ¿Pero se le puede exigir que esté a la altura de tamaña responsabilidad?

No hace falta ser muy puntillosos para mezclar Sex Education, una de esas series-livianas-pero-no-tanto que agradan a cualquier público, con la actualidad nuestra de cada día: mientras se estrenaba, una nena de 12 años acudía en pedido de un aborto en Jujuy con un embarazo en curso producto de una violación. Una niña (y una familia) que no habían sabido reconocer la posibilidad cierta del embarazo aún a sabiendas de la violación que lo provocó. ¿Qué hubiera pasado si esa chica hubiera tenido ESI vigente y funcionando? Ni hablar de si se cumplían los protocolos para aplicar el aborto no punible, claro. Pero el asunto es la educación, que es incluso un paso previo que debería ser garantizado por el Estado y celebrado por los supuestos adoradores de la vida intrauterina.

La educación sexual global es un problema, y el patriarcado no perdona. Esta serie engloba varias aristas: mecha el discurso de época sin buscar ser un manual ni tener afán pedagógico, y siembra la denuncia sin buscarlo. Les pibes necesitan conocimiento. Que no es no. Cómo manejar contenido sexual que se viraliza, con el sexting a la orden del día. La homofobia como discurso perimido y oxidado, pero con palizas a las sexualidades diversas incluidas. La sombra de la virginidad. La masturbación como tabú. Los estigmas. La sororidad. El feminismo. Y el aborto. Todos los tópicos todos en una ensalada de ocho capítulos que se vuelan en un fin de semana.

No es casual: Laurie Nunn, la autora de la serie, escribió hace tres años un corto (Pregnant Pause) sobre la maternidad deseada o no deseada. Aunque en ese caso se trata de una pareja establecida de adultos que dudan acerca de continuar o no con un embarazo no esperado, la sola mención a la posibilidad del aborto y de la duda sobre el deseo de la maternidad hablan de un cambio de discurso y de época. Ese empoderamiento y esa presencia están durante toda la serie en Sex Education.

Y no es menor la mención. Según datos del Banco Mundial, las Naciones Unidas, Unicef y demás, en Argentina hay alrededor de 100 mil embarazos adolescentes al año. De esos, al menos un 70 por ciento son no deseados. En ese territorio es en donde aún hoy, pleno 2019, se discute si Educación Sexual Integral sí o Educación Sexual Integral no. Bienvenida entonces la serie que alerte a los dinosaurios sobre su inevitable extinción.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/175029-esi-educacion-sexual-via-internet

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España: Rechazo o Aversión a los Pobres ‘Aporofobia’, historia de la palabra que acuñó la valenciana Adela Cortina

España/06 de enero de 2018/Por: EFE. JAVIER LASCURÁIN/ Fuente: http://www.lavanguardia.com

La filósofa lo utilizó por primera vez en 1995 porque veía que el racismo no discriminaba por país de origen, sino por riqueza.

Lo que no tiene nombre no existe. Por eso es necesario buscar palabras que nos ayuden a definir realidades sociales innegables y cotidianas como el miedo, el rechazo o la aversión a los pobres. Solo así, dando nombre a esa realidad, podremos hacerla presente en el debate social, conocer sus causas, enfrentarnos a ella, buscar soluciones… Eso es lo que pensó la filósofa valenciana Adela Cortina cuando en 1995 preparaba una columna para ABC Cultural en la que denunciaba que, bajo muchas de las actitudes racistas xenófobas que vemos cada día a nuestro alrededor, late una fobia distinta: la que nos producen los pobres, aquellos que en esta sociedad del intercambio, del dar y recibir, no parecen tener nada que ofrecernos.

Como ella misma explica en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre” (Paidós, 2017), “no repugnan los orientales capaces de comprar equipos de fútbol o de traer lo que en algún tiempo se llamaban ‘petrodólares’, ni los futbolistas de cualquier etnia o raza que cobran cantidades millonarias pero son decisivos a la hora de ganar competiciones”. “Por el contrario -explica Cortina-, lo cierto es que las puertas se cierran ante los refugiados políticos, ante los inmigrantes pobres, que no tienen que perder más que sus cadenas. (…) Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad”. “El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza”, concluye.

No repugnan los futbolistas de cualquier etnia que cobran cantidades millonarias, pero las puertas se cierran ante los refugiados políticos y ante los inmigrantes pobres”

ADELA CORTINA

La existencia de esa “lacra sin nombre” llevó a la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universitat de València a rebuscar en sus diccionarios escolares de griego hasta encontrar el término “áporos” (‘pobre’, ‘sin recursos’) y construir, a partir de él, el neologismo “aporofobia”. Volvió a emplearlo en otros artículos y conferencias, en libros de texto… y pronto la palabra fue ganando terreno entre las organizaciones sociales y los defensores de las personas sin recursos. Por fin había un término capaz de señalar una realidad lacerante, de hacerla visible.

La Fundación del Español Urgente le dedica una de sus recomendaciones diarias sobre el buen uso del idioma, en la que explicábamos su significado, su utilidad y su formación válida. Varias personas y colectivos pidieron, siguiendo una propuesta de la propia Cortina publicada en el año 2000 en El País, la incorporación de esa voz al Diccionario de la Lengua Española, que se ha producido finalmente hace unas semanas. El término llegó incluso a las instituciones: el Senado español aprobó el pasado mes de septiembre una moción en la que pide la inclusión de la aporofobia como circunstancia agravante en el Código Penal.

Aporofobia en el DRAE
Aporofobia en el DRAE (LVD)

Todo ello hizo que esa voz fuera desde el primer momento una de las candidatas del equipo de la Fundéu BBVA para ser palabra del año 2017. Como en ocasiones anteriores, tratamos de poner en la balanza el interés lingüístico del término y su presencia y utilidad desde el punto de vista informativo.

En el primer aspecto, “aporofobia” es el sueño de todo estudioso del idioma: una voz con autor conocido y fecha de nacimiento, una “rara avis” en el análisis del origen de las palabras. En el ámbito informativo parecía en cambio evidente que otras de las candidatas han tenido mayor proyección y presencia en los medios (“bitcóin”, “turismofobia”, “superbacteria”…). Sin embargo, no es tan seguro que la aporofobia como concepto, las actitudes personales, políticas y sociales de rechazo al pobre no estén marcando cada vez más el devenir del mundo.

Poner esa realidad sobre la mesa, ayudar a que las palabras nos permitan entender y mejorar nuestro entorno es igualmente un buen objetivo para este galardón con el que cada doce meses pretendemos reflexionar sobre las palabras y el mundo que con ellas construimos.

El Senado aprobó en septiembre la inclusión de la aporofobia como agravante en el Código Penal

Fuente de la Noticia:

http://www.lavanguardia.com/local/valencia/20171229/433939190707/aporofobia-palabra-adela-cortina.html

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