Por: Sofía García-Bullé
El 53.3 % de las futbolistas profesionales en la liga mexicana cuentan con al menos una licenciatura.
La semana pasada se celebró el Día internacional del Fútbol Femenino, también bajo el contexto de la recientemente disputada e histórica Copa Champions Femenil y el próximo cierre del torneo de la LIGA MX Femenil, podemos hablar de un deporte que ha crecido de una manera extraordinaria en estos últimos cinco años.
En artículos anteriores hemos hablado sobre intersecciones importantes entre el deporte, la educación física y la equidad de género. Hoy nos parece importante plantearnos la siguiente pregunta: ¿Cómo intersecta el fútbol no solo con la oportunidad de una formación universitaria, sino con qué tantos atletas aprovechan esta oportunidad? Una nota de El Economista sostiene que de las 489 jugadoras registradas en la LIGA MX Femenil en 2021, el 53.3 % cuenta con estudios de licenciatura o de posgrado.
Si bien podemos hablar de un mercado laboral más establecido en las divisiones varoniles, la relación de los atletas masculinos con una educación tradicional es mínima. El tiempo de entrenamiento para un futbolista profesional es de 4 a 6 horas diarias, esto sumado al tiempo de operaciones administrativas, el tiempo de descanso y recuperación, además de los viajes para asistir a encuentros deportivos. Con un cronograma así de saturado, un jugador profesional difícilmente podrá repartir su atención entre el fútbol y una formación académica tradicional. Este es un problema que afecta a ambas divisiones, pero su efecto tiene mucho mayor impacto en la liga femenil, en la que se exige este compromiso de las jugadoras sin empatar con una estructura de seguridad que les afiance un futuro económico aún cuando se encuentran jugando en ligas profesionales como la mexicana. Ante esta deficiencia, la educación universitaria es una necesidad básica.
La brecha salarial y su relación con la educación superior
La diferencia entre la producción de activos económicos y del fútbol masculino como negocio en comparación con el femenino no se discute, y aunque sí hay un tema crítico de dignidad humana y trato laboral justo en cómo se gestionan las divisiones femeniles, no podemos comparar los valores de producción monetaria de un aparato deportivo varonil que comenzó su proceso de profesionalización en 1863, con un hómologo femenil que no tuvo una federación propia ni un mundial hasta 1971.
Lo anterior no solo influye en la necesidad de las futbolistas para perseguir una formación universitaria y de posgrado que les procure estabilidad económica fuera de la cancha, sino el tiempo que pueden estar dentro de esta. Desde el inicio de su carrera en fuerzas básicas, las mujeres tienen que preocuparse por la formación académica y la capacitación que les conseguirá sustento tras una carrera futbolística que todavía no ofrece dividendos suficientes.
El rango de tiempo que dura la trayectoria futbolística de una mujer, en comparación con la de un hombre, también es un factor determinante. Durante la Copa Mundial Femenina disputada en Francia en 2019, el promedio de edad de las jugadoras era de 26 años, mientras que en Rusia 2018, la media se perfilaba en 27.4 años. Los jugadores masculinos tienden a quedarse más tiempo ejerciendo la profesión porque las exigencias físicas y psicológicas están más que empatadas con la compensación financiera, privilegio que muchas ligas femeninas todavía no gozan.
Esta disparidad puede leerse como un aspecto negativo del deporte, pero una perspectiva más positiva puede encontrarse al poner a la educación como activo eje en la conversación, como menciona la analista y periodista deportiva, Marion Reimers, en un reciente video sobre el perfil educativo de la liga mexicana femenil.
“Si vas a ser futbolista profesional, ten una red de contención que no únicamente tenga que ver con el dinero, no algo que te genere satisfacción, pura curiosidad intelectual y capacidad de asombro”.
Reimers agrega que el fútbol femenil tiene toda la capacidad para generar una nueva narrativa que beneficie la fibra del deporte mismo, visibilizando el valor de crear una red de contención más allá del ejercicio profesional de cualquier disciplina física, esto a través de de la formación académica, la educación continua y el aprendizaje a lo largo de la vida.
¿Piensas que la formación didáctica es importante para cualquier atleta? ¿Cómo crees que la práctica de un deporte puede mejorar la disponibilidad y seguimiento de ofertas educativas? ¿Consideras que el deporte en sí mismo tiene el potencial de ser una herramienta de aprendizaje? Cuéntanos en los comentarios.
Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/futfem-educacion-universitaria