Mendigar para sobrevivir

Por: Juan Manuel Parrado 

A poco que ustedes se fijen en cualquier ciudad, región o autonomía de España, se darán cuenta de que están rezando y deseando que ocurra un hecho que les salve del desastre. Ese hecho es que todo vuelva a la normalidad, que el desconfinamiento acabe, que los negocios abran y que se recupere la actividad económica habitual que les garantice empleo y, por tanto, su supervivencia. El Gobierno de Ceuta no comparte ese rezo. Y no es porque no sepa rezar, de hecho se alardea de diversas religiones en perfecta armonía. No lo comparte porque aunque abran los negocios, esa actividad no va a garantizar su supervivencia.

Imaginen que ninguno de ustedes, que ahora están leyendo estas palabras, conociera Ceuta. Es política ficción, lo sé, pero hagan el esfuerzo. Si, como yo he hecho, invirtieran (que no es lo mismo que gastar, algo que les explicaré más adelante) diez minutos de su inestimable tiempo en escuchar y, sobre todo, ver la intervención del señor Vivas en la Cámara del Senado de nuestro país, se apresurarían sin dudarlo ni un instante a levantar sus confinados traseros del sofá y, con lágrimas en los ojos aplaudirían al son de Manolo Escobar hasta que sus manos parecieran haber saltado la valla, pero con concertinas y todo. Ese discurso, apelando a la solidaridad interterritorial, a la Constitución y a la lealtad hacia la patria les movería las conciencias y desearían darle todo lo que está pidiendo, incluso un plan económico. Acto seguido crearían una ONG y promoverían un crowdfunding para ayudar a tan simpático señor y que su sufrimiento sobrevenido fuese aliviado junto con todos los males que le aquejan, tanto a él como a todos los compatriotas que vivimos allá por la tierra mora, allá por tierra africana.

Ahora imaginen una cifra, una cifra alta, tal vez indecente. Una cifra que pudiera transformar cualquier sufrimiento de una ciudad de poco más de ochenta mil habitantes, digamos…  ¡cinco mil millones de euros! Pero no nos quedemos ahí, junto con esa cifra, démosle también tiempo, un período de tiempo no sólo razonable, sino más que de sobra, para gestionar esa cifra y convertir a esa ciudad en la envidia del mundo. Por ejemplo… ¿diez? No, mejor, ¡veinte años! Que tuviera tiempo de sobra para gestionar e invertir todos esos fondos y que esa marinera ciudad tuviera un futuro económico.

Parece perfecto. La señora ministra, que se sintió tan conmovida y empática hacia el sufrimiento de los ceutíes, firmaría esa propuesta con los ojos cerrados si fuera posible y estuviera en su mano, incluso si ignorara que ese bonachón que le habla desde su tribuna mientras frota sus manos está entre los cuatro alcaldes mejor pagados de España y que cobra más que el presidente del Gobierno de España. Bien, ¿ya lo tienen? ¿Se ponen en situación?

Pues bien, eso ya ha ocurrido. Ese entrañable señor tan cariacontecido, patriota y pedigüeño que habló en el Senado ante la ministra y sus Señorías, ha tenido a su disposición veinte años y más de cinco mil millones de euros de presupuesto (con ajustes de inflación) a su disposición durante ese tiempo. ¿Eso lo sabe la ministra? Y, lo que es más importante, ¿eso lo ven los votantes?

Sé lo que están pensando. Hay algo que se les escapa. ¿No estaré equivocado? ¿Dónde está todo ese dinero? ¿Qué se ha hecho en veinte años? De acuerdo, es difícil de entender si siguen imaginando que no conocen Ceuta, intentaré exponerlo con sencillez. Pero para eso dejemos la ensoñación y volvamos a la realidad.

Cuando alguien recibe fondos, en este caso del Estado, suficientes para sobrevivir, existen dos vías de actuación. La primera, es gastarlos y vivir lo mejor que se pueda mientras duren. La segunda es invertirlos de manera productiva para procurar una estructura que genere más fondos por sí misma para no sólo sobrevivir, sino crecer. En Ceuta se ha optado por la primera vía, gastar, no invertir.

Efectivamente, esta ciudad no tiene una estructura productiva, sino que tiene una estructura de gasto incomprensible. Hace unas semanas algún sindicato incluso ya enmendaba la plana a la ciudad cuando pretendía endeudarse más y le replicaba que primero hay que reducir la estructura de gasto innecesario, y luego, si es necesario, endeudarse.

El verdadero problema es que ese gasto se ha convertido en una estructura en sí mismo y que este Gobierno se ha preocupado de hacer imprescindible. La cantidad de entes municipales innecesarios es vergonzosa, la cantidad de subvenciones, la cantidad de asesores, cargos políticos, de directores generales, de gerentes municipales, de… ¡Señores, que hablamos de una ciudad autónoma sin competencias, que hablamos de un municipio de menos de cien mil habitantes que tiene una cantidad de fieles cargos políticos totalmente innecesarios cobrando cifras mareantes!

Por otra parte, cuando los que conocemos Ceuta escuchamos a Vivas decir que estamos asediados y recibiendo inmigrantes a los que mantener y que el Gobierno no atiende a nuestras peticiones  “desde hace unos meses”, no podemos por menos que quedarnos boquiabiertos, porque recibimos inmigrantes a los que mantener desde hace años, muchos años, y porque al Gobierno no se le han planteado las peticiones adecuadas nunca. Ni siquiera cuando se ha contado con la ventaja de tener el mismo color político. Porque de repente nos quieren hacer creer que el Gobierno de la Nación siempre ha sido de otro partido.

¿Es acaso normal que cualquier territorio de España pueda comprar y recibir con total normalidad productos a través de empresas como Amazon, sobre todo ahora en el confinamiento, y que nosotros no seamos capaces ni ahora ni nunca de recibir un mísero paquete de una compra online con unas mínimas garantías? ¿Es admisible que no se haya aprobado un nuevo PGOU en casi quince años? ¿Todo eso también es culpa de Marruecos o del Gobierno de España? Ese, ese es el verdadero baremo de nuestra tragedia, no un ataque al oponente político o a gobiernos extranjeros.

Nuestro drama como ceutíes no es Marruecos, no es la extrapeninsularidad, no es el Gobierno de España, ni es nuestra “singularidad”. Nuestro verdadero drama es nuestra gestión, no haber sabido cuáles eran nuestras prioridades, haber dilapidado todo lo que hemos tenido a nuestra disposición a favor del exclusivo beneficio político de perpetuarse en el poder. Nuestra catástrofe es haber tenido veinte años para haber diseñado y aplicado un plan económico integral, haber votado a unos políticos que decían tener la clave de lo que necesitábamos y luego verles cómo piden desesperadamente que alguien les haga ese plan con veinte años de retraso, (ya sean empresas externas pagándoles lo que les pidan, ya sea al Gobierno de la Nación) porque ellos no tienen ni idea.  Eso sí, antes ellos mismos se han asegurado de tener la vida resuelta antes de ponerse a mendigar para que la ciudad pueda sobrevivir.

Y mientras tanto los ceutíes no alzamos la voz y nos quedamos anestesiados entre dulces y patrióticas palabras. La verdadera vergüenza que nos lastra es nuestra indiferencia hacia la gestión de quienes nos han gobernado. A los que nos duele Ceuta, nos duele que se nos mienta sobre el futuro de esta ciudad, sobre todo porque la demagogia la vemos nosotros, pero no la ven en el Senado. ¿No tenemos la decencia suficiente como para haber dicho “basta”? ¿O es que nuestra decencia ha sido comprada desde hace muchos años?

Les mentiría si dijera que soy pesimista sobre mi ciudad. No lo soy, confío ciegamente en sus posibilidades y discrepo de quien dice que no tenemos futuro, que estamos vendidos. En quiénes no confío, desgraciadamente, es en sus dirigentes. Será que mi tolerancia hacia quiénes nos mienten a la cara se ha reducido drásticamente.

Fuente:  https://www.ceutaactualidad.com/opinion/juan-manuel-parrado/mendigar-para-sobrevivir/20200501130712103915.html

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/pension-poverty-man-silhouette-1338231/

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Los futuros líderes

Por Carolina Vásquez Aray

Las debilidades del sistema marginan y condenan a la niñez

Los futuros líderes

Imagine que nació en donde la mayoría de niñas y niños aterrizan en este planeta: una choza humilde con piso de tierra y un techo que cada invierno sale volando. Unos padres frustrados, cansados y carentes de las herramientas educativas capaces de ofrecerle una salida a sus múltiples problemas. Un sistema de gobierno orientado a favorecer a un grupo pequeño de políticos y empresarios cuyos objetivos están cada vez más alejados de las urgentes necesidades suyas y de su núcleo familiar.

Sus requerimientos de alimentación, vestuario y atención sanitaria, obviamente, serán insatisfechos y, al haber nacido de una madre malnutrida y sin idea alguna sobre los pasos necesarios para llevar adelante una crianza adecuada, sus opciones de salir bien librado de esa primera etapa de su vida son bastante escasas. Pero supongamos que ya pasó ese valladar y tiene edad para asistir a la escuela. En su vecindario, asentamiento, caserío o como se llame el sitio en donde vive, ese lujo no existe. Para recibir clases deberá emprender una larga caminata afrontando riesgos desconocidos, como sufrir un accidente o ser capturado por alguna de las numerosas bandas delictivas dedicadas al tráfico de personas.

Al llegar a la escuela -de haber tenido la fortuna de superar el temor y la travesía- se encuentra con un escenario nuevo, un espacio parecido a su propio hogar: piso de tierra, techo volátil. Una maestra o maestro impotente para satisfacer, dada la pobreza de recursos didácticos, las necesidades de un alumnado lleno de expectativas. Y así pasan los años de una niñez considerada en cada período de campaña «el futuro de la Patria», «la esperanza del porvenir», «la nueva generación de líderes».

Esta «nueva generación de líderes «, sin embargo, ya ha perdido un alto porcentaje de su potencial intelectual y físico debido a la falta de una correcta alimentación desde el momento de la concepción. Los nutrientes indispensables para el desarrollo de su cerebro, músculos y huesos no figuran en la frugal dieta a la cual se acostumbró su pequeño cuerpo, un menú reducido de acuerdo a las escasas posibilidades económicas, agravado por falta de información sobre nutrición y un ambiente poco propicio en términos de higiene y sanidad. Este cuadro ya tiene nombre, se llama «desnutrición crónica» y también ha sido profusamente analizado y publicado en sesudos informes de expertos contratados por poderosas organizaciones. También se refleja en una estadística que aumenta cada año a pesar de los «importantes avances» publicitados por los diversos ministerios e instituciones creadas ad hoc.

Imagine ahora cómo un país, cuya joven población sufre semejante abuso, podría algún día alcanzar el desarrollo. No hay que ser tan ambicioso y esperar un desarrollo tipo europeo, eso ni pensarlo. Quizás, aspirar a un desarrollo modesto capaz de proporcionar un bienestar mínimo al grueso de la niñez y juventud, con énfasis en la satisfacción de sus necesidades nutricionales y educativas. Nada imposible para una sociedad consciente y responsable, con visión suficiente como para comprender en dónde están sus prioridades.

El drama de la niñez y la juventud no tiene visos de terminar en países gobernados por una casta de políticos, cuya consigna es sacar el máximo provecho del poder para afianzar los privilegios de sus financistas y así asegurar el futuro económico de sus próximas generaciones. En tanto sea ese el objetivo y no exista una visión de nación con la voluntad firme de cambiar esa perspectiva, el colapso general será inevitable.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Los-futuros-lideres-20170220-0004.html

Imagen: cdn.ipsnoticias.net/wp-content/uploads/2015/08/infancia-629×420.jpg

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