Cinco Libros Para Dar Con La Respuesta A La Crisis Climática

RESEÑA:  Ethic

La literatura es una de las herramientas más accesibles y sencillas para buscar –o, al menos, intentarlo– soluciones efectivas contra la crisis ambiental. Desde ensayos escritos desde la experiencia hasta reflexiones filosóficas únicas, hacemos una selección de algunos de los textos capaces de aportar nuevos enfoques sobre el mayor reto del siglo XXI.

Las páginas cambian la historia. Son incontables los ensayos que han marcado un antes y después, o incluso han fomentado el salto de un ciclo histórico a otro. Aprender, difundir, concienciar. Esa es la función de la infinita biblioteca de libros de la que disfruta el mundo: democratizar el conocimiento y enriquecer a las sociedades. En la actualidad, las publicaciones que abarcan como tema central la crisis climática y los futuros escenarios que presenta ya han dejado de ser terreno exclusivo para la comunidad científica. Es un problema que nos afecta de forma directa, por lo que la literatura se convierte en la herramienta más accesible para buscar –o, al menos, intentarlo– soluciones definitivas contra la crisis ambiental. Desde narrativas escritas con la pluma de la propia experiencia hasta análisis filosóficos que aportan nuevos enfoques al prisma de la crisis climática, seleccionamos cinco libros esenciales para abordar sus causas y consecuencias a través de las letras.

‘Ecoansias’ (Ariel, 2020), por Irene Baños

La relación del ser humano con el cambio climático suele estar plagada de dudas. ¿Estamos haciendo lo suficiente? ¿Está sirviendo el esfuerzo de algo? ¿Hemos arruinado nuestro planeta (y futuro) para siempre? El constante bombardeo de avisos alarmantes, que señalan responsables y responsabilidades, en ocasiones provoca el efecto contrario en la lucha contra la crisis climática, ejerciendo una presión aplastante sobre que anula la acción, en lugar de motivarla. Las buenas intenciones pueden verse condicionadas por la impresión de que aquellos con mayor capacidad de acción, como gobiernos y grandes compañías, demandan más de lo que actúan. Nuestras acciones se nos quedan cortas y nos hacen desistir. ¿Cómo gestionar toda esa culpa? La periodista Irene Baños aborda estas dudas, planteamientos y anécdotas en un libro que promete restar esa ‘ansiedad’ ecológica que nos abruma.

‘Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tierra’ (Biblioteca de divulgación científica, 1985), por J.E. Lovelock

Considerado el gran pensador ecológico de nuestra época, el científico James Ephraim Lovelock dio a conocer su teoría Gaia con esta publicación en los años ochenta, una de las grandes décadas del pensamiento ecológico. Desde entonces, no hemos entendido nuestro planeta de la misma manera. Frente a la narrativa ecológica que recuerda nuestra alta dependencia del planeta, Lovelock propone un enfoque a la inversa: la vida sobre la tierra regula gran parte de los sistemas de los que ella misma depende. Esta abarca la ‘teoría de la hospitalidad’, que propone que la vida siempre trata de mejorar las condiciones que la hacen posible, por lo que muchos de los actuales problemas a los que nos enfrentamos –acidificación de los océanos, degradación de la atmósfera, etc.– dependen de que la biodiversidad sobre la Tierra se mantenga a flote. En otras palabras, una hipótesis tan fructífera como esta puede ayudar a comprender mejor la interconexión de todo lo que nos rodea.

‘El pensamiento ecológico’ (Paidós, 2018), por Timothy Norton

La literatura de este filósofo y profesor de universidad en Texas suele ser complicada y llega a incluir neologismos creados por él mismo –por ejemplo, los ‘hiperobjetos’, entidades tan extensas en el tiempo y el espacio que no somos capaces de percibirlas plenamente, como la crisis climática–. Sin embargo, en este libro, Morton trata de asegurar la mayor comprensión al desarrollar sus principales ideas de una más comprensibles ahondando en la necesidad de un pensamiento de mayor alcance capaz de comprender la gran ‘malla’ en la que todos y todo está inmerso. Así, lo ecológico es lo global y transversal, más humano que científico, y tiene muy poco que ver con la tan venerada Naturaleza (en otros libros, propone renegar de la idea cultural de naturaleza para el éxito de la ecología). Con continuas referencias a la cultura popular (música, arte, cine), Norton hace de este libro una lectura accesible con un gran potencial para cambiar la forma de entender el mundo y cómo nos relacionamos con él.

‘La gran encrucijada’ (Libros en Acción, 2017), por Fernando Prats, Yayo Herrero y Alicia Torrego

Conceptos como ‘límite’ y ‘decrecimiento’ son cada vez más recurrentes en la memoria colectiva de las sociedades. Han surgido por necesidad en una época en la que las capacidades ecológicas del planeta se rebasan constantemente. El libro de estos tres expertos permite un acercamiento a los análisis y propuestas propios en un cambio de época como este, donde el reto ecológico propicia un cambio de ciclo histórico. Ante el estado de emergencia ambiental, la mayor encrucijada en décadas, los autores proponen identificar las posibles formas de transicionar en ámbitos clave como el clima, la energía o los sistemas alimentarios.

Crisis climática

‘Confesiones de un ecologista en rehabilitación’ (Errata Naturae, 2019), por Paul Kingsnorth

No todo el que niega es negacionista. Es más, cualquier persona, en mayor o menor medida, niega ciertas verdades concebidas como incómodas sobre la crisis climática a fin de no caer en la desesperación. Seguimos construyendo carreteras, puentes, ciudades y puertos mientras se talan bosques, se contaminan los ríos y desaparecen los polos. A pesar de las posturas ecologistas nacidas del descontento de los años 70, la capitalización ecológica no da tregua. Sin embargo, la sostenibilidad llegó para convertirse en la cómplice del desarrollo. Después de años de activismo y ante un desencanto cada vez mayor con las posturas y acciones, Kingsnorth deja plasmadas en estas páginas sus impresiones sobre los entresijos de los movimientos ecológicos y sostenibles que todavía tienen décadas por delante.

Fuente de la información e imagen:    https://ethic.es

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¿Qué puede venir después del coronavirus?

Por: Leonardo Boff

Muchos lo han visto claramente: después del coronavirus, ya no va a ser posible continuar el proyecto del capitalismo como modo de producción, ni del neoliberalismo como su expresión política. El capitalismo sólo es bueno para los ricos; para el resto es un purgatorio o un infierno, y para la naturaleza, una guerra sin tregua.

Lo que nos está salvando no es la competencia –su principal motor–, sino la cooperación; ni el individualismo –su expresión cultural–, sino la interdependencia de todos con todos.

Pero vayamos al punto central: hemos descubierto que el valor supremo es la vida, no la acumulación de bienes materiales. El aparato bélico montado, capaz de destruir varias veces la vida en la Tierra, ha demostrado ser ridículo, frente a un enemigo microscópico invisible que amenaza a toda la humanidad. ¿Podría ser el Next Big One (NBO), el que los biólogos temen que va a llegar, “el gordo˝, “el próximo gran virus” que pueda destruir el futuro de la vida? No lo creemos. Esperamos que la Tierra siga teniendo compasión de nosotros y nos esté dando sólo una especie de ultimátum.

Dado que el virus amenazador proviene de la naturaleza, el aislamiento social nos ofrece la oportunidad de preguntarnos: ¿cuál fue y cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza y, más en general, con la Tierra como Casa Común? La medicina y la técnica, aunque muy necesarias, no son suficientes. Su función es atacar al virus hasta exterminarlo. Pero si continuamos atacando a la Tierra viva, “nuestro hogar con una comunidad de vida única”, como dice la Carta de la Tierra (Preámbulo), ella contraatacará de nuevo con más pandemias letales, hasta una que nos exterminará.

Sucede que la mayor parte de la humanidad y de los jefes de estado no son conscientes de que estamos dentro de la sexta extinción masiva. Hasta ahora no nos sentíamos parte de la naturaleza ni tampoco como su parte consciente. Nuestra relación no es la relación que se tiene con un ser vivo, Gaia, que tiene valor en sí mismo y debe ser respetado, sino de mero uso según nuestra comodidad y enriquecimiento. Estamos explotando la Tierra violentamente, hasta el punto de que el 60% de los suelos han sido erosionados, en la misma proporción los bosques húmedos, y causamos una asombrosa devastación de especies, entre 70-100 mil al año. Esta es la realidad vigente del antropoceno y del necroceno. De seguir esta ruta vamos al encuentro de nuestra propia desaparición.

No tenemos otra alternativa que hacer, en palabras de la encíclica papal “sobre el cuidado de la Casa Común”, una conversión ecológica radical. En este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la exigencia perentoria de una relación amistosa y cuidadosa con la naturaleza. ¿Cómo implementarla en un mundo que se dedica a la explotación de todos los ecosistemas? No hay respuestas listas. Todo el mundo está a la búsqueda. Lo peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver a lo de antes: las fábricas produciendo a todo vapor, aunque con cierto cuidado ecológico. Sabemos que las grandes corporaciones se están articulando para recuperar el tiempo perdido y las ganancias.

Pero hay que reconocer que esta conversión no puede ser repentina, sino gradual. Cuando el presidente francés Macron dijo que “la lección de la pandemia era que hay bienes y servicios que deben ser sacados del mercado”, provocó la carrera de decenas de grandes organizaciones ecologistas, como Oxfam, Attac y otras, pidiendo que los 750.000 millones de euros del Banco Central Europeo destinados a remediar las pérdidas de las empresas se destinaran a la reconversión social y ecológica del aparato productivo, en aras de un mayor cuidado de la naturaleza, así como de más justicia e igualdad sociales. Lógicamente, esto sólo se hará ampliando el debate, involucrando a todo tipo de grupos, desde la participación popular hasta el conocimiento científico, hasta que surjan una convicción y una responsabilidad colectivas.

Debemos ser plenamente conscientes de una cosa: al aumentar el calentamiento global y aumentar la población mundial devastando los hábitats naturales, acercando así los seres humanos a los animales, éstos transmitirán más virus a los que no seremos inmunes, que encontrarán en nosotros nuevos huéspedes. De ahí surgirán las pandemias devastadoras.

El punto esencial e irrenunciable es una nueva concepción de la Tierra, ya no como un mercado de negocios que nos coloca como sus señores (dominus), fuera y por encima de ella, sino como una superentidad viviente, un sistema autorregulado y autocreador, del que somos precisamente su parte consciente y responsable, junto con los demás seres como hermanos (fratres). El paso de dominus (dueño) a frater (hermano) requerirá una nueva mente y un nuevo corazón, es decir: ver a la Tierra de manera diferente, y sentir con el corazón nuestra pertenencia a ella y al Gran Todo. Unido a ello, el sentido de inter-retro-relación de todos con todos y una responsabilidad colectiva frente al futuro común. Sólo así llegaremos, como pronostica la Carta de la Tierra, a “un modo de vida sostenible”, y a una garantía para el futuro de la Vida y de la Madre Tierra.

La fase actual de recogimiento social, puede significar una especie de retiro reflexivo y humanista, para pensar en tales cosas y nuestra responsabilidad ante ellas. Es urgente, y el tiempo es corto, no podemos llegar demasiado tarde.    

Publicado originalmente en: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=981

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/pandemia-y-aprendizajes/8813037-que-puede-venir-despues-del-coronavirus/

Imagen: Marion en Pixabay

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