Entrevista/07 Noviembre 2018/ Autor y Fuente: Semana Educación
Con Generación E, el país contará por otros cuatro años con un formato similar a Ser Pilo Paga, en el que se privilegia la excelencia como vía de acceso a la universidad. Por eso, Semana Educación conversó con Horacio Álvarez Marinelli, especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo, quien evalúa los aciertos y desafíos del programa.
El 20 de octubre el presidente Duque dio a conocer Generación E, el programa para el acceso a la educación superior que reemplaza Ser Pilo Paga. Con él Duque planea fortalecer las universidades públicas y construir un país en el que sus estudiantes de bajos recursos económicos entren en equidad a la universidad.
El plan, en el que participarán el Ministerio de Educación, el Departamento de Planeación Nacional, el Icfes y el Icetex, constará de tres componentes: avance a la gratuidad (equidad), reconocimiento de los mejores bachilleres (excelencia) y fortalecimiento de las instituciones de educación superior públicas. Generación E contará con una inversión de 500.000 millones, los cuales serán divididos entre los tres componentes.
Es justamente el segundo componente el que guarda la esencia de Ser Pilo Paga: por medio de este programa se reconocerá a los bachilleres cuyos resultados en las pruebas Saber sobresalgan. Sin embargo, cuenta con algunas distancias del anterior programa: en vez de 40.000 estudiantes beneficiados, al finalizar el cuatrenio serán 16.000. Además, es una línea que esta vez contempla una estructura de corresponsabilidad para cuando los estudiantes elijan una universidad privada.
Como el formato de Ser Pilo Paga se mantiene de alguna forma, Horacio Álvarez, especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), analiza los aciertos del programa y los aprendizajes de ese programa. Algunas fueron aplicadas en Generación E.
Semana Educación: ¿Cuál es su opinión sobre Ser Pilo Paga?
Horacio Álvarez: Ser Pilo Paga es una buena idea. Sin embargo, se implementó muy apresuradamente y no se recogieron, en su diseño, las lecciones aprendidas de otros programas de becas existentes en el país e internacionalmente.
S.E.: ¿Qué lecciones se obviaron? ¿Qué no se tuvo en cuenta?
H. A.: Parte de lo que se pudo haber definido más favorablemente, en términos de financiamiento, es el copago de las universidades privadas o la reducción de la matrícula y las pensiones de estas a los estudiantes becados. Esta es una constante en programas de becas con financiamiento público. Por ejemplo, la Secretaría de Educación de Bogotá tiene un proyecto de becas para docentes en el que solo se paga el 75% del valor de la matrícula y pensiones.
S. E.: ¿Las universidades hacen descuento al sector público?
H. A.: Sí. Universidades privadas acreditadas, como el Externado y la Javeriana, hacen descuentos cuando paga el sector público. Esto porque la estructura de costos lo permite. Por ejemplo, agregar diez nuevos cupos a una cohorte de 100 estudiantes es sumamente rentable para una universidad. Si los 100 alumnos están en cuatro grupos de 25, y agregan dos más por grupo, no sufre la calidad, pero el ingreso por esos estudiantes adicionales es una ganancia para la universidad y el programa. Los costos fijos y variables (docentes, currículum, edificios, laboratorios, etcétera) están cubiertos con los 100 alumnos inscritos sin becas. Los ingresos por alumnos becados representan un monto adicional de las universidades.
S. E.: ¿Qué otro tema cree que se pudo tomar en cuenta?
H. A.: Desde la experiencia internacional, se pudieron estudiar los mecanismos para evitar la deserción y el cambio de carrera. En Estados Unidos, por ejemplo, algunos programas cuentan con un mecanismo institucional de apoyo a los estudiantes que ingresan, tanto para seleccionar la carrera como para sentirse confiados con el camino que escojan. Cuentan además con sistemas dentro de los programas, tales como grupos de estudiantes, de pares, que los apoyan para “sobrevivir” la experiencia universitaria.
S. E.: Pero uno podría decir que el programa ha sido exitoso, ¿no? Pocos estudiantes desertan…
H. A.: No existen datos publicados y actualizados sobre la deserción del programa para todas las cohortes. Se prevé que sea importante en algunas carreras y universidades. Se habla siempre de un dato de 2% de deserción, pero este solo se circunscribe a la primera cohorte, en su primer año de universidad. No se sabe cómo ha sido su trayectoria el resto de años, o el dato respecto a las otras tres cohortes. Además, esta información no tiene en cuenta el cambio de carreras.
S. E.: ¿Por qué el cambio de carrera se vuelve un problema?
H. A.: El tema es que, por lo general, el cambio de carrera incrementa el número de semestres que debe estudiar un estudiante, dependiendo del momento del cambio. Aunque lo hagan en la misma universidad, habrán cursado clases que no serán convalidadas en una nueva carrera porque no pertenecen al currículo. Por ejemplo, si un pilo comenzó en Leyes y decide pasarse a Ingeniería luego de un año, no tendrá muchas clases que convalidar, lo que implica más costos para el programa. Si estos estudiantes no terminan en los ocho semestres previstos, ¿quién asume la diferencia y el costo de los semestres adicionales?
S. E.: Se habla mucho de que los beneficios exceden los costos del programa. ¿Esto es cierto?
H. A.: Sí y no. El programa tiene beneficios claros para los estudiantes y sus familias, las universidades participantes y la sociedad. El tema está en definir quién debe pagar por los beneficios obtenidos. Por ejemplo, si el pilo tiene un beneficio directo –por tener mayor movilidad social al ser parte de una universidad privada versus una pública–, el costo de este no debería ser pagado por la sociedad en su conjunto a través de los impuestos.
Recordemos que así se financia un programa como Ser Pilo Paga: con los impuestos de la población. En este caso, si hubiera un beneficio adicional, por ejemplo de ser un estudiante graduado de Economía del Rosario versus uno egresado de la misma carrera en la Nacional, el costo adicional debiera ser pagado por el alumno, en un futuro, cuando esté trabajando. Estos son los programas de pago contingente al ingreso, que la exministra Giha ya había propuesto y que tengo entendido estará dentro del programa de la ministra Angulo. Ahora bien, no estoy seguro de que los estudiantes pilos tengan mayores ingresos por estudiar en el sector privado versus el sector público por la calidad de la universidad.
Luego mencionan el beneficio que tiene para los alumnos de estratos altos la integración social en sus universidades. El costo de este beneficio lo deberían pagar las universidades y los estudiantes de ingresos altos, si consideran que es importante, con becas para alumnos de ingresos bajos. Es por ello que universidades como Harvard y Stanford tienen tantas becas para estudiantes de escasos recursos. Pero no debiera pagarlo el gobierno, aunque sea una buena política la de lograr mayor integración en nuestras sociedades tan desiguales.
Ahora bien, la mejor política de integración en la educación superior sería tener una universidad y una educación públicas de primerísimo nivel, a la que asistan todos los estratos sociales, tal como sucede en la mayor parte de países europeos.
S. E.: Algunos argumentan que la inversión en Ser Pilo Paga es relativamente baja en relación con el presupuesto total del sector. ¿Qué opina sobre eso?
H. A.: Como porcentaje del total del sector puede ser. Pero recordemos que la inversión es para atender 40.000 estudiantes, mientras el resto del sector está atendiendo a más de nueve millones de alumnos desde preescolar hasta la media, y unos 600.000 estudiantes de educación superior. Lo que sí es un hecho es que la inversión en Ser Pilo Paga, que cubre a esos 40.000 alumnos, equivale a las transferencias totales que realiza el gobierno nacional para la cobertura de 600.000 estudiantes que asisten a educación superior pública.
Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/un-experto-del-bid-analiza-lo-bueno-y-lo-malo-de-ser-pilo-paga/588972