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Libro: Introducción al Pensamiento Geopolítico

Main Author: Cruz, Galo
Format: Libros
Published: Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE2017
Subjects:
Online Access: http://repositorio.espe.edu.ec/handle/21000/13762

Reseña:

En las últimas décadas del siglo anterior, la humanidad experimentó acontecimientos extraordinarios (algunos previsibles) como el fin del comunismo soviético, la unificación alemana, el paso de China a una economía de mercado, la configuración de un mundo globalizado bajo el capitalismo financiero y una sociedad organizada en redes y conectada en tiempo real. Deslumbrados por lo sorprendente y acelerado de estos sucesos, algunos pensadores proclamaron el fin de la historia, un orden mundial sin fronteras, sin ideologías, sin contradicciones antagónicas, en el que, por ende, no quedaba lugar para la geopolítica. En pocos años, esa visión optimista forjada especialmente por intelectuales de los países vencedores de la ‘Guerra Fría’, se ha desvanecido dejando en su lugar un escenario de incertidumbres, temores y expectativas que ha obligado a un escrutinio agudo de instituciones, ideologías, doctrinas y prácticas políticas. En ese proceso, también ha sido necesaria una revisión profunda de la geopolítica para adecuarla a las nuevas formas de generación y gestión del poder y el territorio, mediadas por inéditas relaciones dialécticas entre tiempo y espacio. La nueva revolución científico-técnica y productiva ha transformado de manera radical la forma como los seres humanos producen, comercian, consumen, se relacionan y se organizan política y territorialmente. De la estructura de la sociedad en redes surge la “globalización”, impulsada por los intereses de las grandes corporaciones internacionales, convertidas en nuevos actores geoestratégicos, con capacidad de influencia en los juegos de poder superior a gran parte de los Estados, especialmente periféricos, y aliadas a los intereses de los países centrales en una ardua competencia por el espacio geoeconómico mundial. En ese ambiente, con diferentes énfasis según la ubicación que les corresponda en función de la capacidad de su poder, los Estados nacionales han soportado compulsiones internas e internacionales que, de forma sistemática, han ido modificando su naturaleza intrínseca y su papel central en la gestión de lo público dentro de su territorio y fuera de él. Demasiado pequeños – se ha dicho- para enfrentar por sí solos los grandes retos del mundo globalizado, deben integrarse en espacios supranacionales; mientras que, por otra parte, excesivamente grandes para adecuarse a la diversidad regional y local, enfrentan exigencias de descentralización, autonomía y, en casos extremos, independencia. En las circunstancias descritas, nuevos temas atraen la preocupación de la geopolítica: el cambio climático, derivado de la incontrolada emisión de gases de efecto invernadero, que provoca desastres cada vez más aterradores; el crecimiento de la población mundial más allá de la capacidad del planeta para sostenerla; el crimen organizado con todas sus peligrosas manifestaciones; el terrorismo político, religioso e inclusive delincuencial; fundamentalismos de diversa índole, incluido el de quienes idolatran el mercado. Todos estos problemas se expresan en términos políticos y geográficos. En este entorno de tantas y tan peligrosas complejidades, los aportes de la geopolítica a la seguridad de las personas, comunidades, Estados, organizaciones internacionales y a la humanidad entera, son invalorables. Enfrentados a las nuevas circunstancias del momento, es indispensable asumir la geopolítica como una disciplina que aporta científica y metodológicamente a la investigación sobre las múltiples formas cómo el medio geográfico influye, tanto en la vida de las personas y las comunidades, como en el desenvolvimiento de los Estados y de las relaciones de éstos en distintas escalas, desde la vecinal a la global. Debe servir también para apoyar amplios debates sobre las relaciones espaciales del poder, que sirvan para descifrar oportunamente las grandes incógnitas que este siglo nos presenta y dilucidar la naturaleza de los retos a los que estamos enfrentados. Hay que comprender que la geopolítica, como rama de la ciencia política, mucho más que un texto o un manual, es una invitación a desentrañar los elementos fundamentales del mundo en que vivimos, comprender las relaciones de causa y efecto de los acontecimientos que se presentan en el espacio urbano, regional, nacional e internacional. Hay que considerar que, en este sentido, la geopolítica es una disciplina instrumental, una guía de pensamiento, una apasionante oportunidad de develar lo que se encuentra atrás, lo no evidente, las amenazas y oportunidades de cada realidad que deben colocarse a la luz de la comprensión de la comunidad y de los líderes políticos y sociales para una conducción menos riesgos a de los asuntos públicos y particulares. Esa es la importancia de esta “Introducción al Pensamiento Geopolítico”, oportunamente publicada por el Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE), que permitirá a los lectores iniciarse en el estudio sugestivo de los temas del espacio, el poder y la seguridad.

Descargar en:http://repositorio.espe.edu.ec/handle/21000/13762

Fuente: https://www.bibliotecasdelecuador.com/Record/ir-:21000-13762

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La decepción de Europa del Este: Entrevista a Ivan Krastev

Por: Claudia Detsch

Los países de Europa del Este abrazaron acríticamente el capitalismo liberal occidental. Hoy, asisten a la crisis profunda de ese modelo y hay quienes aprovechan para llevar agua al molino autoritario. ¿Qué pasa en esa parte de Europa a la que nunca se le presta la suficiente atención? Ivan Krastev, reconocido politólogo e intelectual búlgaro, analiza la situación política de Europa del Este en esta entrevista.

Usted llama los 30 años posteriores a la caída del muro de Berlín la «edad de la imitación», cuando los Estados nacionales de Europa central y oriental se suponía que debían imitar a las democracias liberales de Occidente en lugar de seguir su propio camino. ¿Cómo habría sido un verdadero modelo de desarrollo de Europa del Este?

Al finalizar la Guerra Fría, el capitalismo democrático se convirtió en sinónimo de modernidad, por lo que no tiene nada de extraño o equivocado que las sociedades de Europa del Este decidieran imitar las instituciones y los estilos de vida occidentales. Lo que me parece preocupante es que nos hayamos sorprendido tanto de que se haya producido una reacción contra la política de imitación precisamente cuando el modelo liberal entró en crisis en el propio Occidente y, al mismo tiempo, las sociedades de Europa del Este tuvieron la sensación de que se las trataba como discípulos que nunca podrán graduarse.

¿Cuánto peso tuvo la política de Occidente en el rumbo tomado por Europa central y oriental y cuánto se debe a factores endógenos? ¿Hubo una suerte de engaño o estaban realmente ansiosas por convertirse en Estados y sociedades de estilo occidental?

Sería injusto culpar a Occidente del fracaso de las democracias de Europa del Este. Pero sí podría culparse a Occidente por la falta de curiosidad ante la compleja transformación que vivió esta región de Europa. Incluso los analistas occidentales más empáticos parecen no darse cuenta de que la crisis democrática en lugares como Rumania o Bulgaria es en gran medida resultado de la decepción popular con las democracias occidentales y los sistemas que anteriormente estos países habían admirado e intentado emular.

Cuando el primer ministro albanés, en medio del debate del Brexit, comentó por televisión que la Cámara de los Comunes le recordaba al Parlamento bosnio, intentaba transmitir la idea, compartida en toda la región, de que la desarticulación simultánea de las normas e instituciones democráticas en el Este y el Oeste son expresiones de la misma crisis subyacente.

¿Aprendieron la lección los liberales arrogantes de antaño?

Hoy la mayoría de los liberales están enojados o asustados. Se sienten traicionados por la historia o, para ser más precisos, por la idea del «fin de la historia». A fin de aprender la lección, deben estar preparados para reconocer que no todo lo que sus críticos dijeron estaba errado.

¿Es definitivo el fracaso del liberalismo en Europa del Este, teniendo en cuenta que el éxodo de personas jóvenes y formadas perjudica las posibilidades de los partidos liberales?

Los temores demográficos desempeñaron un papel fundamental en el surgimiento de los regímenes políticos antiliberales de la región. En las sociedades del Este, que envejecen y se reducen demográficamente, muchos jóvenes están convencidos de que si quieren vivir en un país democrático, lo mejor que pueden hacer es irse al extranjero en lugar de luchar por cambiar el gobierno.

Pero, al mismo tiempo, sería un error hablar del fracaso definitivo del liberalismo en la región. Lo que presenciamos es el resurgimiento de un nuevo liberalismo pospopulista, como resultado de la experiencia de sociedades que viven bajo paradigmas populistas. Este liberalismo es diferente del liberalismo imitativo de los años 90. Por ejemplo: el presidente de Eslovaquia y el recién electo alcalde de Budapest no hablan inglés; hablar idiomas extranjeros era uno de los símbolos del nuevo liberalismo de Europa del Este.

¿Por qué el fantasma de la inmigración masiva es un relato tan poderoso para los líderes populistas de Europa del Este, mientras que probablemente la mayor amenaza para sus sociedades es la emigración masiva?

Como George Steiner escribió una vez, «los árboles tienen raíces, mientras que la gente tiene piernas», y la gente usa sus piernas para irse a lugares que le parecen mejores, donde cree que podrá vivir una mejor vida. Los europeos del Este somos muy conscientes de esto porque somos migrantes. Paradójicamente, la hostilidad de los europeos orientales hacia la inmigración es producto del trauma provocado por la huida de muchos de sus compatriotas que decidieron abandonar el país, y del temor a la diversidad étnica presente en el ADN de los Estados de Europa oriental. Ese temor se originó con la desintegración de los imperios continentales multiculturales de Europa –Habsburgo, Otomano y Soviético.

En el siglo XX, las revoluciones, las guerras mundiales y las olas de limpieza étnica cambiaron el mapa étnico de Europa. Todos estos traumas y trastornos dejaron atrás una Europa cuyos Estados y sociedades son más homogéneos étnicamente, y no menos. En el siglo XX, la homogeneidad étnica se pensó como vía para reducir las tensiones, aumentar la seguridad y fortalecer las tendencias democráticas. Las minorías eran vistas con desconfianza.

La homogeneización étnica es particularmente visible en Europa central y oriental. En 1939, casi un tercio de la población de Polonia no eran polacos étnicos: había importantes minorías alemanas, judías, ucranianas, entre otras. Hoy en día, los polacos étnicos representan más de 95% de los ciudadanos polacos. En este rincón de Europa, muchos consideran que la homogeneidad étnica es esencial para la cohesión social.

Sin embargo, el siglo XXI está aportando más diversidad. Si el siglo XX fue en Europa el siglo de la pureza, el siglo XXI es el de la mezcla étnica. Detrás del desafío de la migración al que los países de Europa central y oriental se ven enfrentados, existe un desafío intelectual: para hacer frente con éxito a la migración, estas sociedades tendrán que desaprender lo que muchas de ellas todavía ven como la principal lección del siglo XX: que la diversidad étnica y cultural es una amenaza para la seguridad.

La reputación del liberalismo en la región nunca se recuperó de la crisis de 2008. ¿Podría una reforma integral del capitalismo quitar el viento en las velas populistas, o ya zarpó el barco?

Cuando terminó la Historia y comenzó la Era de la Imitación, en 1989, el Este se enamoró del Oeste. Simultáneamente, y en parte como resultado, el Oeste se enamoró de sí mismo. Halagados por el deseo del Este de rehacerse según el modelo de Occidente, los legisladores occidentales perdieron toda perspectiva crítica sobre las deficiencias de sus propias sociedades.

Ahora quedó claro que el cambio de modelo económico es una condición previa para restablecer la confianza de los ciudadanos en la democracia liberal. En la segunda mitad del siglo XX, la democracia logró domar al capitalismo; en el siglo XXI no ha podido hacerlo. Pero el cambio de modelo económico no va a significar el retorno de las políticas económicas del periodo socialdemócrata clásico. La nostalgia no es tan poderosa como para volver el tiempo atrás.

¿Sigue siendo optimista respecto del proyecto europeo, o lo hemos echado a perder?

Lo que optimistas y pesimistas comparten es una visión determinista de la historia. Ser optimista o pesimista implica pretender saber lo que vendrá en el futuro. Para mí el futuro es la invasión de lo desconocido, así que no soy optimista ni pesimista. Estoy preocupado pero esperanzado: preocupado porque creo que la desintegración de la Unión Europea es una opción realista, pero también esperanzado porque no quisiera vivir en una Europa post-Unión Europea.

Ivan Krastev es investigador del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Escribe regularmente en The New York Times. Ha escrito numerosos libros sobre la democracia, el liberalismo y la Guerra Fría.

Traducción: Rodrigo Sebastián

Fuente e imagen:  https://nuso.org/articulo/europa-este-crisis-liberalismo-politica/

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La educación es poder: China en la guerra comercial con USA

Redacción: Urgente 24

Global Times es un diario propiedad de Diario del Pueblo, vocero del Partido Comunista Chino. Global Times, editado en inglés, se especializa en cuestiones de negocios y de política exterior. Resulta muy interesante cómo el medio de comunicación refleja qué ocurre en China con la guerra comercial que inició el presidente estadounidense Donald Trump.

La escalada de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que se ha convertido en una nueva guerra fría en tecnología, ha hecho que atraer talento sea una tarea urgente.

El reciente llamado del fundador del Huawei de China para mejorar el sistema educativo fundamental del país se hizo eco en toda la sociedad china, mientras que los observadores enfatizaron la importancia de la ciencia y las matemáticas.

En una entrevista reciente con China Central Television transmitida durante el fin de semana, el fundador y CEO de Huawei, Ren Zhengfei, cuya compañía se encuentra actualmente en medio de la batalla comercial entre China y Estados Unidos, reiteró la importancia de la educación e investigación fundamentales en lugar de pasar demasiado tiempo hablando. sobre el futuro de su compañía.

El empresario de 75 años dijo que él se preocupa más por la educación porque se preocupa por el país. «Si no le damos importancia a la educación, volveremos a la pobreza», remarcó.

El desarrollo del país se basa en la cultura, la filosofía y la educación, que son fundamentales, dijo Ren. Y la escalada de la guerra comercial entre los Estados Unidos y los Estados Unidos conlleva fuerza en la ciencia y la tecnología, que se reduce al nivel de educación.

Sus comentarios ponen el foco en la educación básica.

La nueva Guerra Fría es con tecnología, para lo que hay que desarrollar recursos humanos de alta competencia.
La nueva Guerra Fría es con tecnología, para lo que hay que desarrollar recursos humanos de alta competencia.

Wang Lixin, vicealcalde de Shenzhen, una ciudad que a menudo se considera el nuevo Silicon Valley, ya que reúne a cientos y miles de empresas de alta tecnología, dijo en una conferencia reciente que la investigación fundamental es importante no solo para Shenzhen sino para todo el país.

«En la década de 1980, a menudo decíamos que si aprendes bien Matemática, Física y Química, lo lograrás en cualquier parte. Luego tuvimos dudas, ya que trabajar en finanzas, economía o diseño te haría ganar más dinero. Teniendo en cuenta la situación actual, es hora de vuelve a poner ese eslogan», dijo Wang el domingo 26/05 en los informes de los medios de comunicación.

Como parte de los esfuerzos más amplios para fortalecer la ciencia y la tecnología, Shenzhen, que ahora se encuentra a la vanguardia de la batalla tecnológica entre China y Estados Unidos, donde se ubican firmas de tecnología como Huawei y DJI a las que apunta el gobierno de Trump, se comprometió a invertir una La tercera parte de su financiación de la ciencia y la investigación a la investigación fundamental, por una suma de más de 4.000 millones de yuanes (US$ 580 millones), según informes.

En el Twitter de China, Weibo, los usuarios de la red elogiaron el llamado de Ren y consideraron que mejorar el sistema educativo del país era la tarea más urgente. «El crecimiento de la alta tecnología no puede ser apoyado sólo por una gran cantidad de dinero. Exclusivamente con esfuerzos continuos en la educación fundamental se puede lograr la meta», dijo un internauta.

STEM (Science, Technology, Engineering & Maths) significa Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, y estas disciplinas académicas a menudo se consideran fundamentales para un país en una carrera por la supremacía de la alta tecnología.

«Estoy pensando en enviarla a un curso de capacitación para después de la escuela en Matemáticas este verano», dijo a Global Times el lunes, refiriéndose a su hija de 7 años, que ahora vive en un entorno cada vez más competitivo.

Investigación fundamental

Como las dos economías más grandes del mundo se dedican a la tecnología, los representantes de la industria china están considerando mejorar la educación fundamental, incluida la ciencia y las matemáticas, como una tarea importante, especialmente después de que muchos padres chinos se hayan quejado en los últimos meses sobre las actuales políticas dogmáticas de sofocación del talento creciente. 

El último movimiento de las autoridades para aliviar la carga del trabajo escolar en los estudiantes de Primaria y Secundaria también debilitó la educación en Ciencias y Matemáticas, y la prohibición del entrenamiento extracurricular para los concursos al estilo de la Olimpiada emitidos en 2018 afectará seriamente el cultivo de estudiantes talentosos en STEM, según los analistas .

«Este enfoque único para todos afectará la educación fundamental en el país y hará que nuestros hijos queden atrás de sus contrapartes estadounidenses en el futuro, lo que debe corregirse», Mei Xinyu, investigadora de la Academia China de Comercio Internacional. y la Cooperación Económica, dijo al Global Times.

El Ministerio de Educación emitió una guía en diciembre de 2018 para aliviar la carga académica en las escuelas primarias y secundarias. La guía dice que las escuelas primarias y secundarias tienen prohibido albergar Olimpiadas de matemáticas para reclutar estudiantes. La medida sigue un cambio en la política para detener la concesión de puntos extra a los estudiantes que hayan ganado las Olimpiadas académicas o las competencias de ciencia y tecnología.

Pero los padres también aplaudieron los esfuerzos del gobierno para aliviar la carga de los niños, mientras que algunos abogaron por un enfoque de educación elemental feliz.

Ren dijo que otorga gran importancia a la investigación fundamental, y que el país debería invertir más en el desarrollo de matemáticos, físicos y químicos, en lugar de solo invertir dinero en las industrias.

La represión de los EE. UU.

Huawei, como parte de la batalla tecnológica entre China y EE. UU., estimulará la autosuficiencia tecnológica al tiempo que impulsará la investigación científica y la innovación, ya que las sanciones de los EE. UU. reflejan la deficiencia general en el sector.

Es cada vez más urgente que las compañías tecnológicas chinas atraigan talento, ya que la guerra tecnológica eventualmente se convertirá en una batalla por más talento, dijeron analistas.

«Nuestro país debe tener conciencia de la crisis y ver claramente la brecha real entre China y los Estados Unidos en la educación», dijo Chu Zhaohui, investigador del Instituto Nacional de Ciencias de la Educación con sede en Beijing, a Global Times el lunes. .

Por ejemplo, los estudiantes estadounidenses tienen una comprensión más profunda de las ciencias naturales y las matemáticas, a medida que aprenden siguiendo sus propios intereses, anotó. «Cómo despertar el interés de los estudiantes chinos en la ciencia y la tecnología, que llevará a una mejor investigación fundamental, sigue siendo un desafío», dijo.»

Fuente: https://www.urgente24.com/ocio/lectura/la-educacion-es-poder-china-en-la-guerra-comercial-con-usa

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¿Pueden evitarse las guerras?

Por: Marcelo Colussi

¿Existe algún medio que permita al ser humano librarse de la amenaza de la guerra?preguntaba angustiado Albert Einstein a Sigmund Freud en una famosa carta de 1932: ¿Por qué la guerra?, cuando arreciaba el nazismo y el odio contra los judíos en Alemania y la posibilidad de un gran conflicto internacional ya se veía en el horizonte. Pocos años más tarde estallaría la Segunda Guerra Mundial, con un saldo de 60 millones de personas muertas, y el uso (innecesario en términos bélicos) de armas atómicas por parte de Estados Unidos para dar fin al enfrentamiento (en realidad: bravuconada para mostrar quién detentaba el mayor poderío). “Todo lo que trabaja en favor del desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”, respondía el fundador del Psicoanálisis en otra misiva igualmente famosa: ¿Por qué la guerra?

 

Sin dudas la preocupación en torno a la guerra, a su origen y a su posible evitación, acompaña al ser humano desde tiempos inmemoriales (de ahí la diplomacia, como forma civilizada de arreglar diferendos). «Si quieres la paz prepárate para la guerra», decían los romanos del Imperium. No se equivocaron. El fenómeno de la guerra es tan viejo como la humanidad, y según van las cosas nada indica que esté por terminarse en lo inmediato. La paz, parece, es aún una buena aspiración,…..pero debe seguir esperando.

 

Más allá de pacifismos varios que hacen llamamientos a la evitación de la guerra, la misma es una constante en toda la historia. Sus móviles desencadenantes pueden ser variados (elementos económicos, guerras religiosas, problemas limítrofes, diferencias ideológicas), pero siempre, en definitiva, se trata de choques en torno al ejercicio de poderes. En otros términos, aunque la cultura (o civilización) se ha desarrollado y, eventualmente, puede ser un freno a la guerra, la dinámica humana se sigue desplegando en torno al ejercicio de la violencia. ¿Quién pone las condiciones? o, si se prefiere, ¿quién manda?, es el que detenta el mayor poderío (el garrote más grande ayer, las mejores armas estratégicas hoy). La apelación a la fuerza bruta sigue siendo una constante. Nos civilizamos… solo un poco. La fuerza bruta sigue mandando.

 

La posibilidad de un órgano global que vele por la paz de todos los habitantes del planeta, más allá de una buena intención, no ha dado resultados. Dejar librada la paz a la “buena voluntad” no funciona. El mundo, ayer como hoy (la comunidad primitiva o nuestra actual aldea global) se sigue manejando en función de quién detenta la mayor cuota de poder (el garrote más grande). La Organización de Naciones Unidas, que nació para asegurar la paz mundial luego del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, ha fracasado rotundamente, porque no dispone de la fuerza necesaria para hacer cumplir su mandato. El ejército de paz de la ONU (los Cascos Azules)… dan risa, porque no constituyen un ejército. De hecho, quienes toman las decisiones finales allí son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, las cinco principales potencias atómicas y, casualmente, los cinco mayores productores y vendedores de armas del mundo (¿“Astucias de la razón”? diría Hegel. ¿O patetismo descarnado?) Las declaraciones pomposas sobre la paz son pisoteadas inmisericordes una y otra vez.

 

Tomamos las armas para abrir paso a un mundo en el que ya no sean necesarios los ejércitos«, dijo el líder del movimiento zapatista en Chiapas, México, el Subcomandante Marcos, en un intento de sentar bases para un futuro distinto al actual, donde la violencia define todo finalmente (y la guerra es su expresión suprema). Pero, más allá de lo hermoso de tal formulación, un mundo sin guerras, por tanto, sin armas, sin tecnología de la muerte, un mundo que hace pensar en el ideal comunista de una comunidad planetaria de “productores libres asociados”, como dijera Marx, donde ya no fuera necesaria la fuerza coercitiva de un Estado, hoy por hoy eso no pasa de bella aspiración. O de quimera utópica.

 

II

 

En la actualidad, si bien ha terminado la Guerra Fría –escenario monstruoso que sentó las bases para una posible y real eliminación de la especie humana en su conjunto en cuestión de pocas horas– continúan en curso cantidad de procesos bélicos, suficientes para producir muerte, destrucción y dolor en millones de personas en todo el mundo. Al menos son 25 las guerras en curso: Sudán del Sur, Siria, Afganistán, Birmania, Turquía, Yemen, Somalia, República Centroafricana, República Democrática del Congo, el conflicto israelí-palestino, Nigeria, Myanmar, la guerra contra el narcotráfico en todo México, Irak, por nombrar algunas, más la posibilidad siempre latente de nuevas guerras (Irán, Norcorea, Venezuela). La lista pareciera no tener fin. ¿Brasil y Colombia declararán la guerra a Venezuela? Parecía impensable unos años atrás; hoy día, no.

 

¿Por qué la guerra? ¿Es posible evitarla? Esta pregunta viene acompañando al ser humano desde sus orígenes, con lo que se ve que el problema es particularmente arduo y no existe una solución definitiva. “Usted se asombra de que sea tan fácil incitar a los hombres a la guerra y supone que existe en los seres humanos un principio activo, un instinto de odio y de destrucción dispuesto a acoger ese tipo de estímulo. Creemos en la existencia de esa predisposición [pulsión de muerte] en el ser humano y durante estos últimos años nos hemos dedicado a estudiar sus manifestaciones”, respondía Freud en su carta a EinsteinLa historia de la humanidad, o la simple observación de nuestra realidad global actual, muestra fehacientemente que la guerra acompaña siempre al fenómeno humano. Entre Honduras y El Salvador, hasta una guerra ¡por un partido de fútbol! pudo declararse.

 

Alguien dijo mordazmente que nuestro destino como especie está marcado por la violencia, pues lo primero que hizo el primer humano al bajar de los árboles fue, nada más y nada menos, que producir una piedra afilada: ¡un arma! De ahí a los misiles intercontinentales con ojiva nuclear múltiple con capacidad de barrer una ciudad completa pareciera seguirse siempre el mismo hilo conductor. ¿Será realmente nuestro destino?

 

Se podría pensar, quizá amparándose en un pretendido darwinismo social, que esta recurrencia casi perpetua es connatural a nuestra especie, genética quizá. De hecho, el ser humano es el único espécimen animal que hace la guerra; ningún animal, por sanguinario que sea, tiene un comportamiento similar. Los grandes depredadores matan para comer, continua y vorazmente…, pero no declaran guerras. Y las peleas entre machos por territorio y por las hembras, no terminan con la muerte del rival y su sometimiento. Como toda conducta humana, también la violencia –y la guerra en tanto su expresión más descarnada– pasan por el tamiz de lo social, del proceso simbólico. La guerra no llena ninguna necesidad fisiológica: no se ataca a un enemigo para comérselo. En su dinámica hay otras causas, otras búsquedas en juego. Se vincula con el poder, que es siempre una construcción social; quizá la más humana de todas las construcciones. Ningún animal hace la guerra a partir del poder; nosotros sí.

 

A partir de esto, se ha dicho entonces que si la guerra es una «creación» humana, si su génesis anida en las «mentes», perfectamente se podría evitar. En esta línea, para pensar en la posible evitabilidad de la guerra y de la violencia cruel y gratuita, puede partirse de las conclusiones a que llegaron varios científicos sociales y Premios Nobel de la Paz congregados en Sevilla (España) en 1989 para analizar con todo el rigor del caso qué había de verdad y de mentira en relación a la violencia. El Manifiesto de Sevilla que redactaron afirma que la paz es posible, dado que la guerra no es una fatalidad biológica. La guerra es una invención social«Se puede inventar la paz, porque si nuestros antepasados inventaron la guerra, nosotros podemos inventar la paz», expresaron en el documento.

 

No puede dejar de situarse el momento en que tuvo lugar tal acontecimiento: fue contemporáneo de la desintegración del campo socialista soviético y de la caída del Muro de Berlín, cuando el mundo quedó unipolarmente establecido, con Estados Unidos a la cabeza, y la Guerra Fría llegaba a su fin. Pudo pensarse en ese momento que el conflicto (¿conflicto de clases?) terminaba. De ahí la elucubración (quizá ingenua) respecto a que se podían sentar bases para terminar con las guerras (sin la molestia de un campo socialista. Pero ¿acaso desaparecían las contradicciones sociales, más allá de la pomposa declaración de Fukuyama de haber alcanzado el “fin de la historia y de las ideologías”?)

 

Si hubiese sido cierto que con la extinción del socialismo europeo (y la conversión de China a un “socialismo de mercado”, un socialismo light para la visión occidental) terminaban las tensiones, ¿por qué el fenómeno de la guerra no decae, sino que, por el contrario, aumenta? ¿Por qué sigue en ascenso la inversión en armamentos a nivel global? (más de un billón de dólares anuales), –armas que, indefectiblemente, son usadas en contra de otros humanos, y por tanto continuamente renovadas, mejoradas, ampliadas–. ¿Por qué, pese a que en muchísimos países en estas últimas décadas han aumentado la información, la participación ciudadana en la toma de decisiones, la cultura democrática, se decide con valentía intelectual acerca de temas candentes como la eutanasia, el aborto o los matrimonios homosexuales, por qué pese a todo ese avance civilizatorio las posibilidades reales de desaparición de las guerras se ven como algo tan quimérico? Hay en todo esto una relación paradójica: de liberarse toda la energía de las armas atómicas acumuladas hoy día sobre la faz del planeta, se generaría una explosión tan monumental que su onda expansiva llegaría a la órbita de Plutón. ¡Proeza técnica!, sin dudas. Pero ello no impide que el hambre siga siendo la primera causa de muerte de la humanidad. Pareciera más importante hacer la guerra que la paz. Se invierte más en armas que en procedimientos para terminar con el hambre. ¿Nuestro ineluctable destino: la destrucción de la especie?

 

Dígase, por otro lado, que esa quimera ilusoria de un mundo “pacífico” con Washington a la cabeza en forma unipolar, duró muy poco. Con el retorno de Rusia y China al primer plano de la política internacional, quedó más que demostrado que las guerras siguen. Siria marcó el retorno de Rusia como superpotencia militar, disputándole la supremacía global a Estados Unidos de igual a igual (derrotándolo en el país medioriental). Y Venezuela, con la posibilidad de una conflagración de características impredecibles dado el total compromiso en este pretendido “patio trasero” estadounidense de las dos potencias euroasiáticas ahora intocables, Rusia y China, el espectro de una guerra total (con armamento nuclear) está más cerca que cuando la crisis de los misiles en Cuba en 1962.

 

Aunque vivimos el fin de un período especialmente bélico como fue la llamada «Guerra Fría» (una virtual Tercera Guerra Mundial), la virulencia del actual marco guerrerista es infinitamente mayor a aquél. Con el actual tablero político internacional puede decirse sin temor a equivocarse que hoy se viven días de tanta tensión como en los peores momentos de aquel enfrentamiento Este-Oeste. Quizá la marca de dicho conflicto no está dado, básicamente, por una pugna ideológica (como lo fue la Guerra Fría: pugna capitalismo-socialismo) sino por enormes intereses económicos de las actuales superpotencias, disputa por supremacías geoestratégicas. Pero, independientemente de los motivos finales, la tensión sigue estando. Y también las armas más letales, cada vez más mortíferas y eficaces. ¿Qué garantía real existe de que no se usarán? Incluso, puede haber errores fatales.

 

Si bien es cierto que, aparentemente, la humanidad ha pasado el peor momento respecto al holocausto termonuclear a cuyo borde vivió por varias décadas, la paz hoy está muy lejos de avizorarse. Nuevas y más maquiavélicas formas de violencia se van imponiendo. La guerra, la muerte, la tortura pasaron a ser «juego de niños», literalmente. Cualquier menor de edad, en cualquier parte del mundo, se ve sometido a un bombardeo mediático tan fenomenal que lo prepara para aceptar con la mayor naturalidad la cultura de la guerra y de la muerte. Sus juegos, cada vez más, se basan en esos pilares. Los íconos de la post modernidad chorrean sangre, y pasó a ser un juego en cualquier «inocente» pantalla la decapitación de alguien, su desmembramiento, el bombardeo de ciudades completas, el triunfador «bueno» que aniquila «malos» de cualquier calaña. La cultura de la militarización lo invade todo. Parece que la máxima latina sigue más que vigente: la paz se consigue con preparativos bélicos. Dicho sea de paso, la industria armamentista es el renglón más redituable a escala planetaria: unos 35.000 dólares por segundo, más que el petróleo, las comunicaciones o las drogas ilícitas. Y la mayor inteligencia creativa, paradójicamente, está puesta en este sector, el sector de la destrucción.

 

Si es cierto que las guerras se mantienen porque, en definitiva, son un buen negocio para algunos, esto debería llevarnos a preguntar: ¿es entonces esa la esencia de lo humano? ¿La primera piedra afilada del Homo habilis de dos millones y medio de años atrás, un arma, es nuestro ineluctable destino? La pulsión de autodestrucción que invocaba Freud en su «mitología» conceptual para entender la dinámica humana, la pulsión de muerte (Todestrieb), no parece nada descabellada.

 

III

 

Retomando entonces el esperanzado y optimista Manifiesto de Sevilla formulado por la UNESCO: ¿es cierto que la guerra puede desaparecer? Si no es un destino ineluctable de nuestra especie, si la clave es preparar y educar a la gente para la paz, ¿por qué cada vez hay más guerras pese a los supuestos esfuerzos por construir un mundo libre de este cáncer?

 

Es curioso: nunca antes en la historia se habían destinado tantos esfuerzos a educar para la paz, para la no-violencia; nunca antes se había legislado tan profusamente acerca de todos los aspectos vinculados a la muerte y la agresividad. Nunca antes se había intentado poner fin a los tormentos de la guerra, la violación sexual, la tortura como lo que vemos actualmente, con tratados y convenciones por doquier, con combates frontales al machismo, al racismo, a la homofobia. Pero las guerras se mantienen inalterables, violentas, crueles y brutales. La actual tecnología militar nos hace ver las hachas, las flechas o las bombardas como inocentes juegos de niños, no sólo por el poder letal de las actuales armas de destrucción masiva, sino por la criminalidad de la doctrina bélica en juego: golpear poblaciones civiles, desaparición forzada de personas, concepto de guerra sucia, grupos élites preparados como «máquinas de matar», y como un ingrediente descomunalmente importante: guerra psicológica. Es decir: como parte de la guerra, mantener embobada a las poblaciones, desinformada, anestesiada. Hay una larga lista de operaciones de psicología militar que, cada vez más, se afinan y perfeccionan, teniendo efectos más devastadores que las bombas.

 

Crecen los esfuerzos por la paz, pero también crecen las guerras. Lo cual lleva a pensar si crecen realmente esos esfuerzos preventivos, si están bien direccionados, o si quizá hay que plantear la cuestión en otros términos. Las guerras, en definitiva, se hacen a partir del ejercicio de poderes, y la defensa a muerte de la propiedad es el eje común que los aglutina. Todo indica que vale más la defensa de la propiedad privada que la de una vida humana (si mato al ladrón que me robó el teléfono celular, no soy un asesino. ¿Interesa más la propiedad privada que la vida?) La esperanza que nos queda es que si se cambian las relaciones en torno a la propiedad, podría cambiar también la civilización basada en la guerra. La cita anterior del Subcomandante Marcos va en esa línea. Por lo pronto, dato importantísimo soslayado por la academia y los medios de comunicación capitalistas: jamás un país socialista inició una guerra.

 

Para conseguir la paz (lo cual suena bastante grande por cierto, ampuloso incluso): ¿alcanza «educar para la paz«? ¿Se pueden cambiar las crudamente reales relaciones de poder apelando a una transformación moral? ¿Cómo conseguir efectivamente reducir la violencia, reinventar la solidaridad y liberar la generosidad, tal como piden las declaraciones de Naciones Unidas? Obviamente están planteados ahí enormes desafíos: está demostrado que no hay un destino genético en juego que nos lleva a la guerra como nuestro sino inexorable. Hay grupos humanos actuales, en pleno siglo XXI, aún en la fase neolítica de desarrollo, pueblos nómades sin agricultura ni ganadería, recolectores y cazadores primarios, sin concepto de propiedad privada, que no hacen la guerra. ¿Podremos llegar a imitarlos pese a toda la parafernalia técnica que desarrollamos? El comunismo, como fase superior del socialismo, sería esa comunidad. En principio, nada justificaría ahí las guerras, porque el grado civilizatorio alcanzado sería maravilloso. Pero sin pensar en utopías, la realidad actual nos muestra 25 guerras simultáneas, con desplazados, muertos, desmembrados, odio y mucho miedo.

 

La educación no termina de transformar la ética; por tanto, no es el mejor camino para transformar la realidad socioeconómica. Un persona con mucha educación formal –con todos los post grados universitarios que se quiera, maestrías y doctorados– no es necesariamente un agente de cambio; por el contrario, puede ser de lo más conservador, y por tanto defender a muerte el actual orden de cosas justificando la guerra («A veces la guerra está justificada para conseguir la paz», dijo el educado afrodescendiente Barack Obama, cuando era presidente de la principal potencia bélica del mundo al recibir el Nobel de la Paz). Las guerras, por cierto, no las deciden las poblaciones, el ciudadano común de a pie, sino unos pocos encumbrados en algún lobby de hotel lujoso, plagados de títulos universitarios.

 

Una transformación social implica básicamente cambios en las relaciones de poder. Y esto último nos lleva –círculo vicioso– a un cambio que se resiste a ser operado si no es desde una acción violenta, como han sido hasta ahora todos los cambios en las relaciones de poder habidos en la historia. «La violencia es la partera de la historia», dedujo Marx, analizando con otros términos la máxima latina. Si hay cambios posibles entonces, ¿más guerra todavía? La Revolución Francesa, paradigma primero de nuestra actual sociedad planetaria democrática y ¿civilizada?, triunfó cortando la cabeza de los monarcas. Es radicalmente cierto lo dicho por los zapatistas entonces: hoy por hoy, para conseguir un mundo futuro sin ejércitos, es necesario triunfar, imponerse sobre el mundo actual, defendido a capa y espada por las armas de la clase dominante. Y ese triunfo tendrá que apelar a la violencia revolucionaria. ¿Quién cede el poder alegremente, sin resistencia? Absolutamente nadie.

 

Hoy, desde las ciencias sociales de los poderes que marcan el ritmo global (la historia la escriben los que ganan, no olvidar), se habla insistentemente de resolución pacífica de conflictos. Acción violenta y lucha armada quieren hacerse pasar como rémoras que quedaron en la historia, como un pecado del que no hay que hablar, que cayeron junto con el muro de Berlín, y la línea en juego actualmente nos lleva a desarrollar una educación para la convivencia armónica. Lo curioso, lo fatal y tristemente curioso es que pese al Decenio para la Paz que fija la Organización de Naciones Unidas (que pasó sin pena ni gloria, y del que nadie se enteró prácticamente), estamos cada vez más inundados de guerras. Y todavía no empezaron todas las que están en lista de espera de la actual administración de Washington. Claro que… quien juega con fuego se puede terminar quemando. ¿Empezará la guerra de invasión en Venezuela? Allí hay estacionado armamento nuclear para uso del gobierno venezolano, con más potencia que los misiles de Cuba en 1962. ¿Se juega con fuego?

 

Con el «pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad» que la situación requiere, como reclamaba Gramsci, creamos firmemente y hagamos lo imposible para que ese supuesto destino ineluctable de la violencia y las guerras no se termine concretando. Hoy, con los armamentos atómicos de que se dispone (17,000 misiles nucleares), el fin de la especie humana está garantizado si se desata una gran guerra total. Venezuela, no lo dudemos, puede ser el disparador. Nadie, absolutamente nadie es una “santa paloma” (¡los humanos no somos eso!, ni la Madre Teresa lo es); pero, una vez más: nunca un país socialista inició una guerra.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/199410

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Ministro de Educación y Cultura: La Guerra Fría sigue viva para gobierno ultraderechista de Brasil

Redacción: Cuba Debate

El nuevo ministro de Educación y Cultura de Brasil, Abraham Weintraub, declaró como prioridad combatir el “marxismo cultural” en las universidades, para poner en marcha  a una cartera paralizada por su antecesor.

El riesgo de otro fracaso persiste, porque se mantiene la orientación. Ambos son de la misma secta que aún considera el comunismo una amenaza al país y que la Guerra Fría prosigue especialmente en el ámbito cultural.

Además Weintraub, un economista del sector financiero y profesor universitario de ciencias contables, asumió el ministerio sin ninguna experiencia en gestión en el ámbito educativo, al igual que su predecesor, Ricardo Vélez, un colombiano que adquirió la nacionalidad brasileña en 1997, doctor en filosofía y exprofesor de varias universidades.

Vélez se caracterizó por contramarchas en las medidas anunciadas durante los 97 días en el cargo, como en el nombramiento de sus colaboradores.

Por lo menos 15 de sus asesores fueron despedidos apenas días después de su designación, por decisión de la presidencia o presiones de grupos influentes en el gobierno. “Faltó gestión”, sentenció el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, al justificar la sustitución del ministro.

La última polémica de su corta gestión derivó del anuncio de que sustituiría los millones de libros didácticos que el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) distribuye cada año a los estudiantes, para borrar la definición de dictadura atribuida al gobierno militar de Brasil entre 1964 y 1985.

Un “estalinismo de derecha”, en el sentido de falsear la historia, se alza en las filas del poder político actual.

No hubo golpe de Estado militar en 1964 y tampoco dictadura, sostienen no solo el ya exministro, sino el mismo presidente y numerosos miembros de su gobierno, donde hay decenas de militares retirados y algunos aún activos.

“El dogmatismo religioso” está por detrás de la “agenda irracional” que adoptan algunos sectores de ese gobierno, según Sonia Correa, una de las coordinadoras del Observatorio de Sexualidad y Política, cuyos estudios sobre el ascenso político del conservadurismo eclesiástico articulado en el mundo ayudan a comprender el triunfo de Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018.

“Dios por encima de todos” fue la consigna electoral de Bolsonaro, que la mantiene en la presidencia, que asumió el 1 de enero.

La adhesión “por la fe, la creencia dogmática” resalta en un grupo de cuatro ministerios, los de Educación, Relaciones Exteriores, Medio Ambiente y Mujer, Familia y Derechos Humanos, que son los que concentran las polémicas en el comienzo de la nueva administración.

Pero “el núcleo duro, cada día más hegemónico en el gobierno, lo componen militares moderados”, así tengan “puntos en común” con el llamado grupo “ideológico”, al defender “un orden social y político jerárquico, desigual, neopatriarcal y androcéntrico”, definió Correa a IPS.

En su análisis, el gobierno de Bolsonaro va “por caminos imprevisibles”.

Sus disputas internas e visiones irreales lo entorpecen, pero “no generan solo despelotes”, sino que va imponiendo medidas, como recortes presupuestarios o cierre de órganos culturales, ambientales, sanitarios y de derechos humanos, que afectan a mucha gente y a la democracia en el país,
lamentó.

De todas formas, las creencias que orientan y desorientan a los miembros del equipo de Bolsonaro se hacen más visibles ahora, porque el ejercicio del gobierno desnudó sus consecuencias, y además sus ideas y proyectos fueron escasamente discutidas en la campaña electoral, en una estrategia que ayudó a su ascenso al poder.

La religiosidad y el alineamiento con el gobierno estadounidense del republicano Donald Trump, por ejemplo, condujeron a Bolsonaro a prometer, durante la campaña electoral, que trasladaría de Tel Aviv a Jerusalén la embajada brasileña en Israel.

Pero tuvo desechar hacer efectiva la medida por las presiones del poderoso sector agrícola, que teme perder exportaciones de carne a los países árabes, uno de sus principales mercados.

Los grandes agricultores constituyeron, tal como las iglesias evangélicas, los militares y movimientos anticorrupción, un factor decisivo para el triunfo de Bolsonaro.

Pero sus intereses se han visto sacrificados por las opciones ideológicas del gobierno, que podrían, por ejemplo, echar a perder el mercado chino, mayor importador de productos agrícolas y minerales de Brasil.

Bolsonaro amenazó con provocar esa hecatombe, al visitar Taiwán antes de las elecciones y luego hacer declaraciones despectivas sobre las inversiones chinas que, según él, estarían “comprando a Brasil” en lugar de á “comprar de Brasil”.

Para amortiguar la molestia en Bejing, empresarios y militares han tomado una serie de acciones. Entre las medidas diplomáticas destaca el plan del vicepresidente Hamilton Mour úo, un general retirado del Ejército, de visitar China en este semestre, mientras intenta neutralizar otros actos
ofensivos del presidente.

Los generales, que controlan ocho de los actuales 22 ministerios, además de otros cargos de alto nivel, descartan una intervención militar en Venezuela,  a una posibilidad inicialmente admitida por el ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo.

Venezuela pasó entonces a ser un asunto de Mourúo y aparentemente los militares pusieron bajo su “tutela” en cuestiones geopolíticas al canciller, alineado fervorosamente con Trump.

Varios de los generales ahora ministros quedaron escarmentados de la participación del país en conflictos en Haiti y la República Democrática del Congo, donde comandaron fuerzas pacificadoras de la Organización de las Naciones Unidas.

Pero los militares, aunque pragmáticos y menos torpes que los ministros “ideológicos”, son también un factor de inestabilidad. Sus disputas de poder con el grupo guiado por el “gurú” Olavo de Carvalho, profesor informal de filosofía, contribuyó a la defenestración de Vélez en el ministerio.

Mourúo, ecuménico en sus diálogos internacionales y con actores internos abominados por los bolsonaristas, como el de los sindicalistas, se convirtió en el blanco de la ira de Carvalho y sus seguidores.

Entre los dardos en su contra está el que está jugando a sustituir a Bolsonaro, lo que podría suceder si se produjese un juicio político en su contra, como ya sucedió en 2006 con Michel Temer, entonces vicepresidente de la destituida presidenta Dilma Rousseff.

Los ministros generales, graduados como oficiales en los primeros años de los 70, tal como Bolsonaro, tampoco reconocen que existió una dictadura militar.

El golpe de 1964, argumentan, fue necesario para evitar una dictadura comunista y preservó la democracia, pero obvian en su relato el veto a las elecciones, la proscripción, prisión, tortura, asesinato y exilio de centenares de opositores en los 21 años siguientes.

Bolsonaro y sus seguidores “ideológicos” consideran que el marxismo cultural, basado en el italiano Antonio Gramsci, venció la “batalla de las ideas” e impuso su versión del régimen militar de 1964-1985, como dictadura. La tarea de la derecha, ahora que controla el poder, sería de “corregir” la historia.

El fin de la Unión Soviética en 1991 no debilitó el comunismo, que “se reinventó”, asegura Weintraub, nuevo ministro de Educación, que vislumbra comunistas en todas partes, al igual que sus correligionarios .

Son dueños de bancos, de empresas monopolistas y de medios de comunicación, dijo en la Cumbre Conservadora de las Américas en Foz de Iguau, ciudad de la fontera suroccidental de Brasil, el 8 de diciembre de 2018.

Algunas creencias pueden dejar en ridículo o inducir a errores. Bolsonaro y su canciller afirman que el nazismo en Alemania fue un movimiento de izquierda, ya que llevaba el nombre de Partido Nacional Socialista Obrero Alemán.

El canciller condena el “globalismo” y sostiene que la globalización, el cambio climático, las organizaciones internacionales y el feminismo son una conspiración marxista contra la nación y el Occidente cristiano.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/04/11/ministro-de-educacion-y-cultura-la-guerra-fria-sigue-viva-para-gobierno-ultraderechista-de-brasil/#.XLBrbolKjMw

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La nueva Guerra Fría y Venezuela

Por: Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Lo que está pasando en Venezuela es una tragedia anunciada, y probablemente causará la muerte de mucha gente inocente. Venezuela está al borde de una intervención militar extranjera y el baño de sangre que resultará puede asumir proporciones dramáticas. Quien lo dice es el líder más conocido de la oposición a Nicolás Maduro, Henrique Capriles, al afirmar que el presidente-títere Juan Guaidó está usando al pueblo venezolano como “carne de cañón”. Él sabe de lo que está hablando. Sabe, por ejemplo, que Hugo Chávez tomó muy en serio el destino de la experiencia socialista democrática de Salvador Allende en Chile. Y que, entre otras medidas, armó a la población civil, creando las milicias, que obviamente pueden ser desarmadas, pero que muy probablemente ello no ocurrirá sin cierta resistencia. Sabe también que, a pesar del inmenso sufrimiento a que el país está siendo sometido por la mezcla tóxica de errores políticos internos y presión externa, en particular a través de un embargo que la ONU considera humanitariamente condenable, en el pueblo venezolano continúa arraigado un sentimiento de orgullo nacionalista que rechaza con vehemencia cualquier intervención extranjera.

Ante la dimensión del riesgo de destrucción de vidas inocentes, todos los demócratas venezolanos opositores al gobierno bolivariano se hacen algunas preguntas para las que solo muy duramente van teniendo alguna respuesta. ¿Por qué Estados Unidos, acompañado de algunos países europeos, se embarca en una posición agresiva y maximalista que desde el principio inviabiliza cualquier solución negociada? ¿Por qué se hacen ultimátums típicos de los tiempos imperiales de los que, por cierto, Portugal tiene una amarga experiencia? ¿Por qué se rechazó la propuesta de intermediación hecha por México y Uruguay, que tiene como punto de partida el rechazo de la guerra civil? ¿Por qué un joven desconocido hasta hace unas semanas, miembro de un pequeño partido de extrema derecha, Voluntad Popular, directamente involucrado en la violencia callejera ocurrida en años anteriores, se autoproclama presidente de la república tras recibir una llamada del vicepresidente de Estados Unidos, y varios países se disponen a reconocerlo como presidente legítimo del país?

Las respuestas irán surgiendo con el tiempo, pero lo que va siendo conocido es suficiente para indicar de dónde vendrán. Se empieza a saber que, a pesar de poco conocido en el país, Juan Guaidó y su partido de extrema derecha, que ha defendido abiertamente una intervención militar contra el Gobierno, son hace mucho los favoritos de Washington para implementar en Venezuela la infame política de “cambio de régimen”. A esto se une la historia de las intervenciones de Estados Unidos en el continente, un arma de destrucción masiva de la democracia siempre que esta significó la defensa de la soberanía nacional y cuestionó el libre acceso de las empresas estadounidenses a los recursos naturales del país. No es difícil concluir que lo que está en juego no es la defensa de la democracia venezolana. Lo que está en juego es el petróleo de Venezuela. Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo del mundo (el 20% de las reservas mundiales, mientras Estados Unidos tiene el 2%). El acceso al petróleo de Oriente Medio determinó el pacto de sangre con el país más dictatorial de la región, Arabia Saudí, y la destrucción de Irak, Siria, Libia, en el norte de África; la próxima víctima bien podría ser Irán. Además, el petróleo de Oriente Medio está más cerca de China que de Estados Unidos, mientras que el petróleo de Venezuela está en la puerta de casa.

El modo de acceder a los recursos varía de un país a otro, pero el objetivo estratégico ha sido siempre el mismo. En Chile, conllevó una dictadura sangrienta. Más recientemente, en Brasil, el acceso a los inmensos recursos minerales, a la Amazonia y a las reservas petrolíferas del presal, implicó la transformación de otro favorito de Washington, Sérgio Moro, de ignorado juez de primera instancia a ganar notoriedad nacional e internacional, mediante el acceso privilegiado a datos que le permitieron ser el justiciero de la izquierda brasileña y abrir el camino para la elección de un confeso apologista de la dictadura y de la tortura que estuviese dispuesto a vender las riquezas del país como desperdicio y formase un gobierno del que el favorito pronorteamericano del futuro de Brasil formara parte.

Pero la perplejidad de muchos demócratas venezolanos tiene que ver especialmente con Europa, también porque en el pasado Europa estuvo activa en negociaciones entre el gobierno y las oposiciones. Sabían que muchas de esas negociaciones fracasaron por presión de Estados Unidos. De ahí la pregunta: ¿también tú, Europa? Son conscientes de que si Europa estuviese genuinamente preocupada con la democracia, hace mucho habría roto relaciones diplomáticas con Arabia Saudí. Y de que si Europa estuviese preocupada por la muerte en masa de civiles inocentes, hace mucho que habría dejado de vender a Arabia Saudí las armas con las que este país está llevando a cabo el genocidio en Yemen. Incluso tal vez esperasen que las responsabilidades históricas de Europa delante de sus antiguas colonias justificasen alguna contención. ¿Por qué este alineamiento total con una política que mide su éxito por el nivel de destrucción de países y vidas?

Paulatinamente irá quedando claro que la razón de este alineamiento reside en la nueva Guerra Fría que estalló entre Estados Unidos y China, una Guerra Fría que tiene en el continente latinoamericano uno de sus centros y que, tal como la anterior, no puede disputarse directamente entre las potencias rivales, en este caso, un imperio declinante y un imperio ascendente. Tiene que ser acometida por vía de aliados, sean ellos, en un caso, los gobiernos de derecha en América Latina y los gobiernos europeos y, en otro caso, Rusia. Ningún imperio es bueno para los países que no tienen poder para beneficiarse por entero de la rivalidad. Cuando mucho, procuran obtener ventajas del alineamiento que les está más próximo. Y el alineamiento, para ser eficaz, debe ser total. Esto es, se necesita sacrificar los anillos para no perder los dedos. Esto es tan verdad en Canadá como en los países europeos.

Me he reconocido bien representado por el gobierno de mi país (Portugal) en el poder desde 2016. Sin embargo, la legitimidad concedida a un presidente-títere y a una estrategia que muy probablemente terminará en un baño de sangre me hace sentir vergüenza de mi gobierno. Solo espero que la vasta comunidad de portugueses en Venezuela no tenga que sufrir con tamaña imprudencia diplomática, para no usar otro término más vehemente y verdadero sobre la política internacional del gobierno en este caso.

*Fuente: https://blogs.publico.es/espejos-extranos/2019/02/06/la-nueva-guerra-fria-y-venezuela/

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Boaventura: eis a Guerra Fria, no século 21

Por: Boaventura De Sousa Santos

Em decadência, EUA já não podem abater a China. Tentam fustigá-la atacando seus aliados: Rússia, Coreia do Norte, Irã, BRICS. A devastação espalha-se — da guerra na Síria ao golpe no Brasil. Como contê-la?

Por Boaventura de Sousa Santos | Imagem: George GroszEclipse do Sol (1926)

O bombardeio de alvos sírios onde supostamente se produzem ou armazenam armas químicas supostamente usadas pelo governo de Bashar al-Assad contra os rebeldes deixou os cidadãos do mundo confusos, num misto de perplexidade e de ceticismo. Apesar do bombardeio (imagem apropriada no caso) midiático dos meios de comunicação ocidentais, tentando convencer a opinião pública das mais recentes atrocidades do regime de Bashar Al-Assad; apesar da quase unanimidade dos comentaristas políticos de que se tratou de uma intervenção humanitária, de uma punição justa e de mais uma prova da vitalidade da “aliança ocidental”; apesar de tudo isto, os cidadãos do mundo ocidental (dos outros nem se fala), sempre que consultados, mostraram as suas dúvidas a respeito da narrativa midiática e manifestaram-se majoritariamente contra os ataques. Por que?

As consequências

Porque os cidadãos minimamente informados têm uma memória mais apurada que os comentaristas e porque, sem serem peritos sobre as causas destes atos bélicos, são peritos no conhecimento das suas consequências, algo que escapa sempre às contas dos ditos comentaristas. Lembram-se que em 2003 a invasão do Iraque foi justificada pela existência de armas de destruição em massa, que se provou mais tarde não existirem. Lembram-se que as fotos que na altura foram mostradas eram fotomontagens para dar credibilidade à mentira. Lembram-se que, tal como agora, o ataque foi feito na véspera de chegar ao país uma comissão independente de peritos para averiguar a existência ou não de tais armas. Lembram-se que essa mentira deixou no terreno um milhão de mortos, um país destruído e rendeu lucrativos contratos de reconstrução entregues a empresas norte-americanas (Halliburton, por exemplo) e de exploração do petróleo às empresas petrolíferas ocidentais. Lembram-se que em 2011 a mesma aliança destruiu a Líbia, tornou-a um antro de terroristas e de negociantes de tráfico de refugiados e emigrantes e rendeu o mesmo tipo de lucrativos contratos. Lembram-se que a guerra da Síria já causou 500 mil mortos, 5 milhões de refugiados e 6 milhões de pessoas deslocadas no interior do país. E sobretudo, talvez pela misteriosa astúcia da razão de que falava Hegel, lembram-se do que lhes não é dito pela mídia. Lembram-se que naquela região estão em curso dois genocídios perpetrados por terrorismo de Estado de que quase não se fala porque os Estados agressores são “nossos” aliados: o genocídio dos iemenitas pela Arábia Saudita e o dos palestinos por Israel.

Estas são as consequências mais visíveis. Mas há outras vítimas de que o cidadão comum tem uma ideia mais vaga, uma suspeita que por vezes não é mais que um mal-estar. Saliento três. A primeira vítima é o direito internacional que foi mais uma vez violado, uma vez que tais intervenções bélicas só são legítimas em caso de legítima defesa ou sob mandato do Conselho de Segurança da ONU, condições que não se verificaram. Os tratados bilaterais e multilaterais estão a ser deitados no lixo um atrás do outro, ao mesmo tempo que as guerras comerciais se acirram cada vez mais. Estamos entrando numa nova Guerra Fria com menos regras e mais mortes inocentes? Estamos a caminho de uma terceira guerra mundial? Onde estará a ONU para a evitar pela via diplomática? Pode esperar-se outra coisa de países como a Rússia, a China ou o Irã senão que se afastem ainda mais dos países ocidentais e do falso multilateralismo destes e que organizem as suas próprias alternativas de cooperação?

A segunda vítima são os direitos humanos. A hipocrisia ocidental atingiu o paroxismo: a destruição militar de países e a morte de populações inocentes tornou-se o único meio de promover os direitos humanos. Aparentemente, deixou de haver outros meios de promover os direitos humanos senão violando-os. A democracia de tipo ocidental não sabe florescer senão nas ruínas. A terceira vítima é a “guerra contra o terrorismo”. Ninguém de boa vontade pode concordar com a morte de vítimas inocentes em nome de qualquer objetivo político ou ideológico, e muito menos os países que desde há vinte anos têm dado total prioridade à guerra contra o terrorismo, os EUA e seus aliados. Sendo assim, como se pode compreender que estejam sendo financiados e armados pelas potências ocidentais grupos de rebeldes da Síria que são reconhecidamente organizações terroristas e que, tal como Bashar al-Assad, usaram no passado armas químicas contra populações inocentes? Refiro-me particularmente à frente al-Nusra, conhecida como a Al Qaeda da Síria, um grupo extremista salafista que quer implantar um Estado islâmico. Aliás, o mais fiel aliado dos EUA, a Arábia Saudita, é quem tem sido acusado mais frequentemente por instituições norte-americanas de financiar grupos extremistas e terroristas. Quais são os objetivos ocultos de uma guerra contra o terror que financia e arma terroristas?

As causas

Os cidadãos comuns têm mais dificuldades em identificar as causas porque estas se furtam ao ruído das notícias. É convencional distinguir entre causas próximas e estruturais. Entre as causas próximas, a disputa sobre o gasoduto do gás natural tem sido a mais mencionada. As grandes reservas de gás natural da região do Qatar e Irã têm dois trajetos alternativos para chegar à rica e voraz consumidora Europa: o gasoduto do Qatar através da Arábia Saudita, Jordânia, Síria e Turquia; e o gasoduto do Irã, através do Irã, Iraque e Síria. Por razões geopolíticas, os EUA favorecem o primeiro trajeto e a Rússia, o segundo. Bashar al-Assad também preferiu o segundo por favorecer apenas governos xiitas. A partir de então passou a ser um alvo a abater pelos governos ocidentais. O Major Rob Taylor, professor do US Army´s Command and General Staff College, escreveu no Armed Forces Journal de 21 de Março de 2014: “Visto através de uma lente geopolítica e econômica, o conflito na Síria não é uma guerra civil; é antes o resultado do posicionamento de vários atores internacionais no tabuleiro do xadrez geopolítico, preparando-se para a abertura do gasoduto em 2016”.

As causas estruturais são talvez mais convincentes. Como tenho defendido, estamos num momento de transição entre globalizações do capitalismo. A primeira globalização ocorreu entre 1860 e 1914 e foi dominada pela Inglaterra. A segunda ocorreu entre 1944 e 1971 e foi dominada pelos EUA. A terceira iniciou-se em 1989 está terminando agora. Foi dominada pelos EUA, mas com crescente participação multilateral da Europa e da China. Nos intervalos das globalizações, a rivalidade entre países aspirantes ao domínio aumenta e pode redundar em guerras entre eles ou entre os aliados de cada um. A rivalidade neste momento é entre o EUA, um império em declínio, e a China, um império ascendente. Segundo o estudo “Tendências globais, 2030” do insuspeito National Intelligence Council dos EUA, em 2030 “a Ásia será o motor da economia mundial como foi até 1500” e a China pode vir a tornar-se a primeira economia do mundo.

A rivalidade intensifica-se e não pode ser de enfrentamento direto porque a China é já hoje muito influente na economia interna dos EUA e um credor importante da sua dívida pública. A guerra comercial é fundamental e atinge as áreas de alta tecnologia porque quem dominar estas (a automação ou robótica) dominará a próxima globalização. Os EUA só investem em tratados que possam isolar a China.

Como a China é já demasiado forte, tem de ser enfrentada através dos seus aliados. O mais importante é a Rússia, e os acordos recentes entre os dois países preveem transações comerciais, sobretudo de petróleo, não denominadas em dólares, uma ameaça fatal para a moeda de reserva internacional. A Rússia em caso algum poderia vangloriar-se de uma vitória na Síria (uma vitória contra os extremistas terroristas, diga-se de passagem), uma vitória que esteve a ponto de obter devido ao suposto desnorte da política de Obama ao não incluir a Síria na lista das prioridades. Por isso, os EUA precisavam encontrar um pretexto para regressar à Síria e continuar a guerra por mais alguns anos, como acontece no Iraque e no Afeganistão. A Coreia do Norte é outro aliado e tem de ser hostilizado de modo a embaraçar a China. Finalmente, a China, como todos os impérios ascendentes, investe em (falsos) multilateralismos e por isso responde à guerra comercial com abertura comercial.

Mas além disso tem investido concretamente em acordos multilaterais limitados que visam criar alternativas ao domínio econômico e financeiro norte-americano. O mais importante desses acordos foi o Brics que incluía, além da China e Rússia, a Índia, a África do Sul e o Brasil. Os Brics chegaram a criar um Banco Mundial alternativo. Era preciso neutralizá-los. A Índia desinteressou-se do acordo desde que o presidente Narenda Modi chegou ao poder. O Brasil era o parceiro particularmente estratégico porque se articulava, ainda que relutantemente, com uma alternativa mais radical que emergira na América Latina por iniciativa de alguns governos progressistas, com destaque para a Venezuela de Hugo Chávez. Refiro-me à Alba, Unasur, e Celac, um conjunto de acordos político-comerciais que visavam libertar a América Latina e o Caribe da secular tutela dos EUA.

O país mais vulnerável dos Brics, talvez porque o mais democrático de todos eles, era o Brasil. A sua neutralização iniciou-se com o golpe institucional contra a presidente Dilma Rousseff e continuou com a prisão ilegal de Lula da Silva e o desmonte de todas as políticas nacionalistas empreendidas pelos governos do PT. Curiosamente, na África do Sul, Jacob Zuma, sem dúvida um líder corrupto e entusiasta dos Brics, foi substituído por Cyril Ramaphosa, um dos homens mais ricos da África (menos corrupto que Zuma?) e adepto incondicional do neoliberalismo global. A Cúpula das Américas que teve lugar em Lima, nos passados dias 13 e 14 de Abril, foi uma peça geopolítica muito importante neste contexto. A participação da Venezuela foi vetada e, segundo o El Pais (edição brasileira) de 15 de Abril, a reunião selou o fim da América bolivariana. O fortalecimento da influência dos EUA na região está bem patente no modo como foi criticada pela delegação norte-americana a crescente influência da China no continente.

Por tudo isto, a guerra na Síria é parte de um jogo geopolítico bem mais amplo e de futuro muito incerto.

Fuente: https://outraspalavras.net/destaques/boaventura-eis-a-guerra-fria-no-seculo-21/

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