Entrevista a François Houtart, sociólogo y teólogo «El bien común de la humanidad como matriz de la nueva sociedad»

América del Sur/8 Octubre 2016/Autora: Cira Pascual Marquina/Fuente: Rebelión

Esta conversación con el sociólogo y teólogo de la liberación François Houtart, que apareció por primera vez en el número 17 del mensuario PolítiK, explora los límites de los procesos de cambio en América Latina y el concepto de bien común de la humanidad.

-Cira Pascual Marquina (CPM): En el libro Más allá de la economía, el bien común de la humanidad (2013), planteas que para asegurar la continuidad de la humanidad y de la vida en el planeta hay que construir un nuevo paradigma en el que el bien común esté por encima del bien individual. ¿Podrías explicar el concepto de “bien común de la humanidad”?

-François Houtart (FH): El concepto de bien común de la humanidad tiene varias dimensiones. La primera es la dimensión de lo que se llaman los comunes o en inglés the commons: los bienes que no son individuales sino comunes, por ejemplo la tierra antes del capitalismo y hoy en día los servicios públicos. Hay muchas luchas en el mundo para proteger, recuperar o aumentar la dimensión de los bienes públicos. Ahora tenemos como bienes públicos la educación, la salud, pero también el agua, la comunicación, etc. Este es un primer nivel de lo que podemos llamar el bien común de la humanidad.

Sin embargo hay un segundo nivel, y el segundo nivel es el concepto clásico del bien común: cosas que le pertenecen al conjunto de la sociedad y que no pueden ser propiedad de individuos como, por ejemplo, en una ciudad, los parques o los espacios verdes, etc. Eso es un bien común. Pero hay sectores que no son directamente materiales, que son más bien de tipo jurídico, por ejemplo el código de circulación (si no se organiza, es el caos). En verdad este es un concepto que existe ya desde la filosofía griega, en particular Aristóteles, que reconoce que hay espacios en la vida colectiva que son espacios comunes, de bien común, y esta fue la base sobre la que la iglesia católica construyó su doctrina social.

Pero pienso que debemos ir un poco más allá y por eso he hablado del bien común de la humanidad: un principio de organización de la vida colectiva de la humanidad en el planeta que se base sobre la vida y no sobre la muerte… así este concepto se opone al concepto fundamental del sistema capitalista. Y cuando digo que el nuevo paradigma se basa sobre la vida, esto implica la posibilidad de crear, de conservar, de mejorar la propia vida –la vida en su sentido completo, no solamente la vida física, biológica, sino también la vida cultural, la vida espiritual–. Y no solamente construir en función de la vida de los seres humanos, sino también de otros géneros: los animales, las plantas, etc. Lo que se llama hoy el derecho de la naturaleza.

Este concepto es más amplio que el concepto de los comunes y que el concepto del bien común, pero integra estos dos conceptos. Este concepto que he llamado el bien común de la humanidad, es evidentemente un nombre; no importa el nombre, lo que importa es el contenido. Podemos darle otros nombres, por ejemplo el sumak kawsay que es el buen vivir, el concepto de los indígenas andinos, o podemos llamarlo socialismo del siglo XXI.

-CPM: En el libro que mencioné anteriormente enumeras cuatro elementos clave para aterrizar el concepto del bien común de la humanidad; podríamos decir que estos elementos son una especie de hoja de ruta para organizar la tarea colectiva en cuanto a la definición de la nueva sociedad postcapitalista. ¿Puedes explicárnoslos?

-FH: Sí, debemos concretar las cosas porque todo esto puede parecer algo abstracto. Precisamente he tratado de ver, como sociólogo, qué significa esto en la práctica de la vida colectiva humana. Por eso he tomado cuatro realidades fundamentales de toda sociedad, que son, por una parte la relación con la naturaleza, ya que ninguna sociedad puede vivir sin la naturaleza; después la producción material de la vida, porque la vida no es una abstracción y sin producción material no hay vida; la organización social de la vida, que debe ser colectiva en lo social y en lo político; y finalmente la cultura, porque el género humano es el único que puede reflexionar sobre su propia realidad y eventualmente anticipar el futuro, y que es, como dicen los mayas, “la parte consciente de la naturaleza”.

Reflexionando sobre estos cuatro elementos fundamentales de toda sociedad podemos entrar en detalles, especialmente comparando con la situación actual del sistema capitalista. Por ejemplo, en cuanto a las relaciones con la naturaleza: ¿cómo ve el capitalismo la naturaleza? Para el capitalismo la naturaleza es recursos naturales, es decir, una naturaleza que se debe explotar, y explotar en función de los intereses del capital y de la acumulación del capital. Por el contrario, en lo que se refiere a la nueva organización del bien común de la humanidad, la naturaleza debe ser respetada: es la fuente de toda vida, de la vida física, biológica, cultural, espiritual, y en este sentido la naturaleza no es solamente un objeto de explotación.

Esto, si queremos ir más allá en la práctica, tiene muchas consecuencias para la vida cotidiana y también para la organización nacional e internacional. Por ejemplo, si aceptamos que la naturaleza es la fuente de la vida, no podemos aceptar que personas individuales o corporaciones, grandes empresas multinacionales, se apropien de la naturaleza (y en particular las riquezas naturales que son los minerales, las fuentes de energía, etc.) por la simple razón que estas cosas deben entrar en la concepción del bien común. Aquí no digo que no se debe extraer, porque la madre tierra es generosa, sino que se debe hacer respetando los derechos de la naturaleza, la posibilidad de regenerarse y de continuidad de la vida. Este es un ejemplo práctico. También, por ejemplo, no se puede aceptar la mercantilización de bienes básicos para la vida como las semillas o como el agua. Ese es un primer paso.

El segundo es la producción de la base material de la vida. Como he dicho, cada vida tiene su base material y no se puede continuar sin esta base. Ahora la base material de la vida –la economía–, está organizada por la lógica del capital. El capital es el único motor de la economía, con su necesidad inagotable de tener ganancias para poder acumularse. Frente a esto la lógica debe ser absolutamente diferente: no una lógica de acumulación del capital, de valorización única del valor de cambio. Porque hay dos tipos de valores para todo servicio o bien: el valor de uso, es decir lo que es útil para la humanidad, para la naturaleza, para el mundo, y el valor de cambio o lo que permite ganancia. Solamente el valor de cambio, es decir, si una cosa es una mercancía, contribuye a la acumulación del capital. Por eso en el capitalismo todo debe convertirse en mercancía. Esta es la lógica del capital. Debemos salir de esta lógica, con todas las consecuencias en cuanto a la propiedad de los medios de producción, significa, en lo práctico, que no podemos aceptar la dominación del capital financiero, los paraísos fiscales, etc.

Un tercer elemento es la organización social y política, que debe ser democrática, para permitir que todos los seres humanos sean actores y no solamente sujetos de una política decidida desde arriba o por una minoría. No hay nada menos democrático que la economía capitalista que concentra el poder y desconoce lo que se llaman las “externalidades”: los daños ambientales y los daños sociales, que no paga el capital. Se deben promover procesos democráticos en todas las instituciones, desde las políticas y económicas hasta las culturales, sociales, religiosas. Esto también debe extenderse a todas las relaciones sociales, como las relaciones entre hombres y mujeres. Este es el tercer aspecto que tiene muchas aplicaciones en el mundo.

Finalmente, en cuanto a la cultura, hablamos de la interculturalidad. El hecho de no permitir que la cultura occidental, totalmente inmersa en el concepto de modernización, absorbida por la lógica del capital, sea la única cultura aceptable en el mundo, y comprender que todas las culturas, los saberes y las espiritualidades pueden contribuir al bien común de la humanidad y a la ética necesaria para esta construcción.

Ahora, todo esto puede parecer una bella utopía pero no lo es. No es una utopía en el sentido de ilusión, porque en el mundo hay millares de grupos que luchan por construir mejores relaciones con la naturaleza, por otro tipo de economía social y solidaria, por los derechos de todos los grupos humanos y finalmente por la interculturalidad. Esto significa que existe ya en la realidad la posibilidad de perseguir valores que no son puramente abstractos, sino que ya son el proyecto concreto de muchos movimientos y organizaciones en el mundo. Por eso pienso que sobre esta base se puede construir una perspectiva nueva.

-CPM: En algunas intervenciones has planteado que los procesos de cambio en América Latina se caracterizan por ser posneoliberales, pero todavía no se han dado pasos concretos hacia el postcapitalismo. ¿Podrías profundizar sobre esta caracterización de los procesos en Nuestra América y cómo avanzar hacia el postcapitalismo?

-FH: Sí, yo pienso que hay muchos aspectos en todos los dominios. Voy a tomar solo un ejemplo práctico: el problema de la agricultura. Los países que se dicen progresistas en América Latina –y que realmente han sido posneoliberales en el sentido que han reconstruido un Estado que trabaja por una cierta redistribución de la riqueza y también por un mejor acceso a los servicios como la educación o la salud para las clases desfavorecidas– promueven el monocultivo para la exportación, con todas sus consecuencias ambientales: destrucción de la selva amazónica, destrucción de los suelos, contaminación de las aguas, y también, finalmente, daños muy graves para las poblaciones, para la salud, y en cuanto a los efectos sociales como las migraciones hacia las grandes ciudades o al exterior.

Así han promovido esta agricultura en detrimento de la agricultura campesina, que podría dar una respuesta muchísimo mejor a la primera función de la agricultura, que es nutrir la población: es un hecho que la agricultura campesina en América Latina está nutriendo más del 60% de la población del continente. Una segunda función es participar en la regeneración de la Madre Tierra: muchas veces los campesinos trabajan con agricultura orgánica y de manera respetuosa de la naturaleza. Y, finalmente, el bienestar de los campesinos, frente a una agricultura de monocultivos, mucho más productiva, pero que proletariza al campesino o lo integra al sistema capitalista de monopolios, que crea dependencia de las grandes multinacionales de producción o de distribución. La agricultura campesina no es una cosa arcaica, del pasado, sino una cosa del futuro, y esto es reconocido incluso por la FAO.

Lo que hemos visto en América Latina es un intento de construir sociedades posneoliberales –pero no postcapitalistas, y en este sentido continuando con la idea de la modernización de las sociedades, y finalmente con un “capitalismo moderno”; esto tiene como consecuencia, por ejemplo en el campo de la agricultura, que no se promueve una nueva agricultura campesina que podría resolver muchos de los problemas de la pobreza rural y también de la producción de alimentos y de la soberanía alimentaria. Este es un ejemplo, pero podríamos dar otros ejemplos de otros aspectos que nos permiten decir que los ensayos de cambio, de los países progresistas, que fueron muy interesantes y tuvieron varios logros muy reales, finalmente no han transformado la lógica fundamental de la organización de las sociedades. Por eso me parece que desarrollar el concepto de Bien Común de la Humanidad podría ser un paso adelante frente a la crisis que afecta a todos estos países actualmente.

-CPM: Hablando de la crisis, un camino que impulsa el Gobierno Bolivariano para la salida es el Arco Minero. Se supone que explotar el oro y otros minerales en la enorme cuenca del Orinoco nos ayudará a salir de la crisis. Así, tras el anuncio de apertura, más de 150 corporaciones mineras han expresado interés, y ya se han firmado contratos con la canadiense Gold Reserve y con empresas chinas. ¿Qué opinión tienes sobre este tipo de propuestas?

-FH: Esta situación no es particular a Venezuela aunque el caso del Arco Minero es impresionante. Encontramos situaciones similares, tal vez a menor escala, en Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina. El problema es que la única respuesta que ven los gobiernos progresistas actuales frente a la crisis, que es una crisis a escala mundial y que afecta a muchos de estos países porque son exportadores de bienes primarios (explotación minera, petrolera o agrícola), es abrirse más al mercado y entrar en políticas de tipo neoliberal. Evidentemente es una contradicción fundamental. Pienso que estos gobiernos no han reflexionado suficientemente sobre las alternativas al capitalismo.

Debemos reconocer la realidad: Estas medidas contradicen de manera fundamental lo que se ha planteado como meta, y vemos un creciente abismo entre el discurso y las prácticas. La verdad es que estas prácticas van a llevar a una mayor concentración del capital y al desconocimiento de las externalidades, es decir, la destrucción de la naturaleza y la destrucción social y cultural. Eso debemos reconocerlo y debemos tratar de ver qué soluciones podemos encontrar que no entren en contradicción con lo que se había propuesto.

-CPM: Tenemos una tarea clara: la superación del capitalismo. Pero también nos encontramos con múltiples barreras como la enajenación o la pérdida de la esperanza. ¿Qué hacer en estas circunstancias difíciles?

-FH: Precisamente por la situación que vivimos debemos tratar de redefinir la tarea de la izquierda y reflexionar sobre las estrategias posibles. Por eso me parece que un trabajo de conjunto entre movimientos sociales e intelectuales va a ser necesario primero para redefinir las metas (definir qué tipo de sociedad queremos); aquí entra la propuesta de Bien Común de la Humanidad, donde tocamos un espectro que va desde la relación con la naturaleza hasta la organización colectiva de la política y la sociedad, y también la espiritualidad, la manera de vivir las cosas en lo cotidiano…

Entonces, el primer aspecto significa que juntos debemos trabajar por una redefinición colectiva de las metas de la sociedad, no solamente con intelectuales que tienen toda la verdad que se debe imponer a las masas. No, este concepto de vanguardia es obsoleto. Debe ser un trabajo colectivo: por una parte con la experiencia de los movimientos políticos y sociales de izquierda que debemos recoger y tratar de sistematizar, y por otra parte, con el trabajo de los intelectuales. Con todos los logros que hemos desarrollado en los dos últimos siglos, la reflexión fundamental del marxismo, pero también de otras corrientes intelectuales que pueden ser útiles. La cuestión es cómo redefinir la meta fundamental de la humanidad y de la sociedad.

El segundo aspecto es cómo definir las transiciones. Es evidente que no podemos construir el socialismo o comunismo instantáneamente. Eso provocaría catástrofes económicas derivadas del boicot y de los embargos o incluso intervenciones militares. Eso no es posible, pero sí, podemos pensar transiciones, es decir, pasos que nos ayudan a construir el paradigma nuevo. No se trata de adaptar el capitalismo a nuevas situaciones sino de construir una sociedad diferente. En cuanto a la cuestión de cómo construir transiciones, hay que hacerlo desde una perspectiva dialéctica, sin caer en la idea del progreso de la modernidad –un progreso lineal sobre un planeta inagotable (un concepto muy capitalista de la “modernidad”, por cierto.

Es necesario redefinir la modernidad, encontrar transiciones y actores que pueden actuar en cada aspecto. Este es el gran reto no solamente para América Latina sino también para el mundo entero. Y ya podemos empezar, de forma humilde y cotidiana, a pequeña escala, como lo han hecho por ejemplo los zapatistas, y después poco a poco ampliar esta visión para construir otra matriz de desarrollo humano. Esto es absolutamente necesario frente a la destrucción de la naturaleza que el capitalismo está provocando, y también de destrucción humana, cultural y espiritual.

-CPM: Has mencionado en algunas intervenciones que para entender la sociedad hay que hacerlo en términos de clase. En el periódico PolítiK estamos absolutamente de acuerdo. ¿Podrías profundizar sobre la necesidad del análisis de clase?

-FH: El análisis de la sociedad desde una perspectiva de clases es ciertamente importante. También es verdad que en el siglo XIX –en la Europa en que Carlos Marx reflexionó y escribió– la clase obrera era la clase fundamental para iniciar el cambio. En este sentido el papel de la clase obrera para cambiar el conjunto de la sociedad era absolutamente fundamental. Hoy en día debemos reflexionar frente a la realidad actual: una clase obrera muy segmentada por el sistema capitalista y que ha cambiado en los países industrializados, donde han desplazado la actividad de producción hacia las periferias y que se especializan en servicios.

Esto significa que la clase obrera hoy es diferente a la clase obrera del siglo XIX europeo o norteamericano. Así, otras clases sociales, como los campesinos por ejemplo, están también afectadas por la lógica del capital, y hoy vemos que frente a esta destrucción sistemática del pequeño campesinado, hay movimientos que son más radicales que el movimiento obrero. En particular, en el plano internacional, la Vía Campesina, la organización mundial de los campesinos, es más radical contra la Organización Mundial del Comercio o el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional que la organización Internacional de los sindicatos. Este es un hecho y debemos reflexionar sobre las nuevas realidades.

Es verdad que son los trabajadores los que enfrentan la contradicción fundamental con el capital, pero ya no son solo los trabajadores industriales, también están los trabajadores del campo, los precarizados, todos estos grupos sociales que son afectados hoy por la lógica del capital , y por eso la lucha y la organización de la lucha social debe ser pensada de otra manera que en el siglo XIX. Esta es una de las tareas para los movimientos sociales y los movimientos políticos de izquierda, para no equivocarse ni en el vocabulario –lo cual es secundario pero importante–, ni en las prácticas sociales y políticas, es decir: la definición de las luchas sociales.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217095

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Entrevista: «Vamos hasta el fondo», por Teresa Tovar Samanez

Por Teresa Tovar Samanez
Socióloga, Especialista en Políticas Educativas, Docente de la PUCP

A propósito del artículo “Calidad de la educación o nuevo Paradigma de la educación”, de José Francisco Lacayo”.

El texto de José Lacayo nos invita a de-construir, replantear, cambiar radicalmente el sentido y contenido de lo que se viene entendiendo hoy por “calidad de la educación”. Esta visión cuestionadora sobre “calidad educativa” no se mueve únicamente en el plano de la educación, sino que parte del contexto de la misma, es decir comienza con una mirada crítica a los paradigmas instalados sobre “desarrollo“. Veamos.

¿Debemos seguir hablando  de “desarrollo humano”? Lo interesante de la controversia de Lacayo con el actual paradigma de “desarrollo” no se deriva sólo de la constatación de que este desarrollo, e incluso el “desarrollo humano”, no se está produciendo, sino que dicha controversia involucra un cuestionamiento al mismo concepto de desarrollo humano y sostenible.

Así, el pensamiento de Lacayo converge por un lado con diversos autores1 en afirmar que el actual desarrollo se ha equiparado a crecimiento económico y por tanto nos ha conducido a una crisis civilizatoria holística profunda, que coloca la humanidad de una situación límite. Pero, por otro lado, Lacayo, con una radicalidad similar a Freire, emprende una iniciativa de teoría crítica y señala que el concepto de desarrollo es cuestionable, aun cuando se le añadan términos como “desarrollo humano”, “desarrollo sostenible”, “desarrollo con equidad social”. ¿Por qué? Porque en estos términos lo humano ha sido reducido a la calidad y adjetivo en lugar de ser sustantivo. Si invirtiéramos esto y colocamos lo humano como sustantivo, podríamos hablar de humanidad desarrollada, o humanidad plenamente realizada.

Adicionalmente, el “desarrollo” resulta un fin bastante limitado, ya que lo que en realidad tenemos que hoy perseguir y conseguir es la sostenibilidad de la vida, la preservación de la vida, hoy amenazada precisamente por dicho “desarrollo”. Por tanto, si colocamos la vida como cimiento central de un nuevo paradigma teórico, entonces podemos hablar de “buen vivir”, enunciado que dibuja el horizonte deseable según Lacayo y otros pensadores. Por tanto podríamos hablar con propiedad de “humanidad para el buen vivir y la convivencia”.

Es decir, se trata de ir hasta el fondo para buscar los fines y sentidos de la existencia humana. Si estos fines son únicamente la expansión de bienes, lo humano se reduce a parte de los insumos de esta expansión: pasa a denominarse “capital humano”. Si, por el contrario, los fines son la plenitud de la realización humana y la armonía con todo ser vivo, lo humano es lo esencial, y todo lo demás (producción, bienes, son los insumos e instrumentos). Como lo humano es indisociable de la naturaleza, el nuevo paradigma a construir implicará que variemos nuestros modos de producir, de hacer, de trabajar, de consumir, para conseguir una vida plena. Lacayo otra pone en este sentido “buen vivir”, sello del nuevo paradigma, a “vivir mejor”, expresión del antiguo paradigma en declive.

A nuestro parecer, sería interesante establecer vínculos entre esta discusión sobre desarrollo y los planteamientos de Nussbaum sobre la necesidad de replantear el “contrato social”. Nussbaum señala que el actual contrato social se ha erigido sobre la base de la búsqueda del beneficio material, con lo cual han quedado excluidos o perjudicados aquellos sectores y poblaciones que producen menos beneficios. Ella plantea que debe celebrarse un nuevo contrato social basado en la búsqueda de la dignidad de la vida2. En lugar de regirse por la lógica del beneficio equivalente y, por tanto, por la lógica de la producción de ganancias, debe estatuirse  por  el principio de la armonía y la felicidad, el bien que debe buscarse es el de toda la humanidad.

¿Cuál es entonces el nuevo paradigma educativo? Lacayo señala con acierto que el reto de reinventar un modelo educativo está en directa relación con la reinvención del modelo de sociedad y de desarrollo. Por tanto, si hay un cuestionamiento de fondo del modelo y del concepto de desarrollo, tendría que haber una ruptura de base con el modelo y el concepto de educación. En otras palabras buscar un modelo alternativo de sociedad conduce a la invención de un modelo alternativo de educación.

Es preciso terminar con educación que instrumentaliza a las personas en función de la lógica del beneficio, del crecimiento económico y  de la producción sin fin y sin límites. Las personas deben educarse para su realización plena, para la convivencia con la madre tierra, y para el enriquecimiento mutuo a partir de la diversidad humana y natural. Lacayo plantea esto con bastante claridad, convergiendo con el pensamiento internacional actual que enfoca la educación como derecho humano fundamental. Si parafraseamos a Delors podríamos decir que educar es aprender a ser y  convivir,  no únicamente a hacer (producir). Se trata como remarca Savater de reafirmar la de las personas, nacemos humanos, pero esto no basta, tenemos que llegar a serlo3.

Ahora bien, los paradigmas educativos vienen asociados a una terminología y léxico que se instalan en los sistemas educativos con inusitada fuerza. Por ejemplo el concepto de “competencias” está vinculado al logro de fines de empleo y producción. Se busca que el sistema educativo convierta a los alumnos en más competentes, para que puedan producir más beneficios, y  ser en última instancia más competitivos. Así mismo la idea de éxito y logro educativo, también están asociadas a la inserción productiva en el mercado. Sabemos además que en los últimos tiempos para conseguir reformas educativas “eficaces” y exitosas, se ha producido una grave distorsión del sistema educativo, que hoy opera y se organiza en función de elevar los rendimientos y  medirlos obsesivamente. Ello va acompañado por una creciente presión  tanto alumnos como a docentes para lograrlo, sin importar que ello conduzca una reducción de los contenidos de la enseñanza (a un par de asignaturas), a un serio empobrecimiento del acto mismo de educar
(convertido en adiestramiento uniforme para las pruebas estandarizadas;  a una expropiación de los derechos de los estudiantes a jugar, a explorar libremente, a elegir qué aprender, etc.

Considero que es imperativo buscar un nuevo léxico y una nueva terminología para expresar el concepto de calidad educativa que estamos reinventando. En este sentido tengo un matiz con el planteamiento de Lacayo, quien propone un contenido distinto y radical para la educación, utilizando terminología como “educación eficaz”, “aprender a emprender”. Esto es como poner vino nuevo en odres viejos. Si bien este léxico cuestionable es adicionado a otro como “aprender a convivir”, “aprender a reconocer y valorar las diversidades”, etc. creo que el esfuerzo de Lacayo de resignificar términos que están fuertemente impregnados de una ortodoxia conservadora puede ser insuficiente.

Necesitamos recurrir a la radicalidad freiriana de reinventar el mundo y, en consecuencia, plantear una educación emancipatoria. Ello  nos conduce a colocar de relieve el aprender a discernir, desarrollar el pensamiento crítico y  cultivar la divergencia, como cimientos fundamentales de una educación que efectivamente quiera reinventarse. Al lado de ello, los aprendizajes vinculados al relacionamiento de los seres humanos entre ellos y con la naturaleza son también fundatorios del paradigma emergente, ya que cambian el eje de la relación instrumental hoy imperante: seres humanos-bienes, seres humanos-crecimiento económico, seres humanos-conocimientos instrumentales, seres humanos-éxito individual; para proponer en cambio otro eje de relación:  seres humanos-vida, seres humanos-naturaleza, seres humanos-diversidad, seres humanos-emociones, seres humanos-reciprocidad.

En suma, la refundación de un paradigma educativo tendrá que partir, simultáneamente, de un cambio del eje fundacional (las personas y la vida en lugar del beneficio y la ganancia) y, a la vez,  de una enorme capacidad crítica frente al sistema educativo, sus conceptos, formatos y procesos (enfoque emancipatorio). Los nuevos procesos educativos buscarán el desarrollo del espíritu crítico en los estudiantes simultáneamente a su reafirmación como seres humanos. De esta manera las nuevas generaciones serán a la vez hijas y gestoras del cambio de paradigma.

Notas

1 Martha Nussbaum, Non for Profit” (2010); Laval y Dardot, La nueva razón del mundo (2013); Leonardo Boff, Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres (2011);  Enrique Left, Latin American environmental thinking: a heritage of knowledge for sustainability (2012).

2 Martha Nussbaum, Las fronteras de la justicia, consideraciones sobre la exclusión (2007)

3 Fernando Savater, El valor de educar (1997)

Fuente: http://www.debatebuenaeducacion.org/index.php/entrevistas/42-articulo-vamos-hasta-el-fondo

Imagen: http://www.debatebuenaeducacion.org/images/Educ-Mexico_opt.jpg

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Transformaciones Epocales: Una Mirada a La Familia Postmoderna

Dorys Alleyne (*)

 “El postmodernismo, privilegia la heterogeneidad y la diferencia como

fuerzas liberadoras en la redefinición del discurso cultural”

Harvey, (2008)

La familia valorada en cualquier ámbito, genera significados densos, profundos,  de gran alcance y representa a su vez el punto de partida para prácticamente todos los caminos que transita el ser humano. Por ende, este importante grupo social representa una realidad multidimensional, ya que es en la familia donde se gesta lo humano, lo cultural, lo discursivo y lo vivencial de una sociedad.

Para lograr definir a la familia postmoderna, es necesario considerar cada espacio y momento histórico, las distintas formas de reproducción social que han influido en su organización y estructura interna.

Para algunos autores, como es el caso de Hernández (2001), se considera a la familia postmoderna como una entidad flotante, la cual emerge del acuerdo relativamente informal que poseen sus relaciones familiares y que fluctúa en su estructura y organización conforme a las tendencias sociales.

En este sentido, Tal como lo plantea Vidal (2009) la familia postmoderna debe entenderse como una agrupación humana, diversa, dinámica y por ende en permanente cambio.

En este orden de ideas, se asume que la familia actual está atravesando transformaciones epocales que dan lugar a nuevas formas de organización, ahora bien como lo afirma Castells (2000), no se trata de la desaparición de la familia, sino de un proceso de evolución hacia una profunda diversificación y de cambio en su sistema interno de poder.

Se puede entonces, concebir a la familia postmoderna, como un espacio humano lleno de retos, cambios y oportunidades, primordialmente porque en ella se inicia la transición de un modelo nuclearizado y en un segundo término porque dado el cambio epocal se produce en ella una innovación histórica, tanto en la estructura como en las dinámicas familiares.

La revolución del afecto como una forma de desplazamiento en la estructura del sentimiento

Autores como Harvey (2008) y Vidal (2010), plantean una interesante perspectiva ante la familia postmoderna, con un epicentro transformacional tan profundo que exige la reordenación de los roles de sus miembros y por tanto de las relaciones intrafamiliares que en ella tienen lugar.

Esta llamada revolución del afecto que forma parte de la familia postmoderna,  implica varias cosas, pues plantea una nueva frontera ética en torno a las formas de relacionarse con el otro.

En este sentido, se genera un nuevo esquema de redes afectivas,  en las que pasa a coexistir en una especie de territorio “borderline” con elementos (hasta ahora inamovibles en la familia concebida por la sociedad), tales como: la monogamia, la fidelidad,  la dominación por parte del hombre adulto sobre el sistema de relaciones en la familia, y asimismo la heteronormatividad en la pareja conyugal.

Al respecto Herrera (2016), plantea al amor como una utopía de la postmodernidad, afirma que este sentimiento en otrora base de la conformación de la pareja conyugal que daría pie posteriormente a la familia, es sólo un elemento marginal de la sociedad actual, ya que este sentimiento requiere de una gran apertura y entrega personal, generosidad, comunicación, honestidad, empatía y altruismo, que colisionan con la realidad de las relaciones postmodernas.

En torno a lo anterior, emergen una serie de efectos postmodernos en la familia entre los que destacan: el auge del divorcio y de las uniones libres, nuevas formas de relacionarse en pareja, reducción de las autoridades familiares tradicionales, caída de la natalidad, yuxtaposición en las funciones de la familia y la inestabilidad familiar.

Evidentemente la familia ha demostrado a través del tiempo, su gran capacidad para reinventarse, por lo que Castells (2000), considera que la familia sufre una metamorfosis que se refleja en la diversidad de estructuras de hogares, con lo cual se diluye el predominio del modelo clásico de la familia nuclear tradicional, que da lugar a la crisis de los patrones sociales de reemplazo generacional que pone en entredicho a la estructura y valores de la familia patriarcal.

¿Cómo entender a la familia postmoderna?

En un ámbito de transformación profunda en la familia actual, Vidal (2009) plantea algunos modelos teóricos, los cuales plantea como los más aceptados y con mayor capacidad hermenéutica, en este sentido, se encuentra las consideraciones de:

  • Familia incierta[1]: Este modelo de familia no se concreta en un solo modelo sino que está abierta a diversas formas de convivencia o de agrupación humana. Sus contornos son indefinidos, porque en ella progresa la desinstitucionalización y falta la condición de estructura concreta en cuanto a parentescos, composición y estructura.
  • Familia mediadora[2]: Este modelo plantea la reinstitucionalización de la familia en la esfera pública y genera un tipo de familia “mediadora”, que desarrollará este rol fundamental con las diversas generaciones que transitan y comunican sus experiencias, saberes, sueños y rebeldías.
  • Familia autopoyética[3]: Se refiere a la familia actual en cuanto a que se autoconstituye y se reinventa. Una característica de la cultura postmoderna es la capacidad que tienen las instituciones para autoorganizarse y cambiar tanto por factores endógenos como exógenos.
  • Familia relacional[4]: Este modelo plantea a la familia como una agrupación que se constituye, primordialmente, mediante las relaciones interpersonales. Esta caracterización de la familia postmoderna tiene el mismo significado que la “familia autopoyética”, aunque discurre desde el punto de vista de las interacciones.
  • Familia individualizada[5]: Este modelo destaca el rasgo de la “individualización” e indica el ideal que configura la vida intrafamiliar, en este sentido, la autorrealización personal constituye necesariamente la deposición de las actitudes de sacrificio y resignación, que anteriormente en una familia tradicional caracterizaban a la mujer.

En atención a los modelos teóricos de familia planteados por Vidal (2010) quedan reflejados criterios o valores propios de la postmodernidad: 1) la “desinstitucionalización” este deriva del ejercicio de la libertad en la conformación de las historias de vida  familiares y 2) la “individualización” de las relaciones intrafamiliares.

Es importante señalar, que ambos valores permean el contexto que genera la pluralización de modos de acceso, permanencia y salida de la vida familiar desconocida hasta el presente, lo cual instala la cultura de postmodernidad dentro de la vida familiar.

Algunas notas para cerrar

La familia postmoderna es sin duda un tema que puede causar incomodidad, polémica y controversias, especialmente si las sociedades insisten en mirar hacia otro lado, ante la inminente transformación de este grupo social.

En este sentido,  se considera que mientras las políticas públicas se formulen solo para un modelo de familia tradicional e idealizada, estas no surtirán los impactos deseables en cuanto a su atención integral, por lo que se hace necesario que quienes deciden los asuntos de interés dentro de la agenda pública, reconozcan que ese modelo de familia nuclear está atravesando un proceso de transformación.

Asimismo, en el contexto de lo público, es pertinente y oportuno aceptar como una realidad que el patriarcado se ha venido debilitando, hecho que ha originado múltiples eventos hasta ahora inéditos, que se están gestando en planos aun emergentes, lo que vislumbra la conformación de un escenario pluridimensional en lo referente a las formas de vida familiar postmoderna.

Como lo plantea Castells, (2000) desde todo punto de vista, es importante considerar las transformaciones epocales que atraviesa la familia, redefinirla en atención a esos cambios profundos y entenderla dentro de su intrincada complejidad.

Para cerrar, se resalta el planteamiento de Zigmund Bauman (s/f), quien como sociólogo contemporáneo afirma que uno de los problemas de la postmodernidad es el hecho de que en este tiempo todo pierde solidez y vamos hacia una sociedad líquida, permeable a todas las ideas y dispuesta a tomar la forma de cualquier recipiente, las relaciones no tienen profundidad, los vínculos son tan frágiles que se deshacen rápidamente y la familia actual parece no escapar de esta realidad…

[1] L. ROUSSEL, La familia incierta (París, 1992).

[2] P. DE NICOLA, La identidad de la familia en la trama de las redes sociales (Milán, 1988).

[3] P. DONATI, La familia emergente “autopoyética”: P. DONATI (Ed.)

[4] P. DONATI, La familia en la sociedad relacional (Milán, 1986)

[5] Ll. FLAQUER, La familia alternativa. El feminismo y el individualismo, factores clave en la nueva pareja: EL PAÍS. (1990).

Referencias Bibliográficas       

  • Castells, M. (2000) La Era de la Información, Economía, Sociedad y Cultura. Vol. 2. El Poder de la Identidad. Madrid.
  • De Nicola, P. (1988) La identidad de la familia en la trama de las redes sociales Milán.
  • Donati, P. (1986) La familia emergente “autopoyética”: P. DONATI (Ed.)
  • Donati, P. (1986) La familia en la sociedad relacional.
  • Flaquer, L (1990) La familia alternativa. El feminismo y el individualismo, factores clave en la nueva pareja: EL PAÍS.
  • Harvey, D. (2008) La condición de la postmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
  • Hernández, E. (2001) La Familia Postmoderna. Revista LiberAddictus.
  • Herrera C (2016) La Construcción Social del Amor Romántico. Edit. Fundamentos. Madrid.
  • Roussel, L. (1992) La familia incierta. París.
  • Vidal, M (2009) Para orientar a la familia Postmoderna. Madrid.

(*) Dorys Alleyne

contacto: dorysmalleyne@gmail.com

La autora forma parte del  Doctorado Latinoamericano en Educación Políticas Públicas y Profesión Docente.

El presente es un artículo inedito, publicado con el consentimiento de la autora.

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Investigar para transformar la realidad: se inaugura en Cuba primera Escuela MOST

Cuba/14 de julio de 2016/Fuente: UNESCO

Que la investigación trascienda los diagnósticos para lograr propuestas concretas es el papel que corresponde asumir a las Ciencias Sociales en las peculiares circunstancias históricas que vive hoy la humanidad. Así coincidieron la Viceministra cubana de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), Dra. América Santos, y la Directora de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, Dra. Katherine Müller-Marín, al intervenir en el panel especial inaugural de la Escuela del Programa de Gestión de las Transformaciones Sociales de la UNESCO (MOST), celebrado el pasado 12 de julio y moderado por el Presidente del Comité Cubano del Programa MOST, Juan Luis Martín.

Ambas oradoras destacaron la importancia del programa MOST y sus Escuelas para la consecución de ese objetivo y saludaron la realización por primera vez en Cuba de una Escuela MOST, organizada de conjunto por el Sector de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO, su Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe; el Centro de Estudios de la Juventud y el Comité del Programa MOST de Cuba; y la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO (CNCU).

Con el tema “Metodologías para políticas inclusivas de juventud: investigación participativa, intermediación de conocimientos y sistemas anticipatorios”, la Escuela se desarrollará en La Habana entre el 12 y el 15 de julio. La decisión de focalizar las discusiones de esta primera Escuela MOST en la temática de juventud es muy pertinente y muestra que Cuba prioriza la juventud como pilar para el desarrollo, resaltó la Directora de UNESCO La Habana.

“El Programa de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO busca conseguir que en la puesta en práctica de la Agenda para el Desarrollo 2030 se afiancen valores y principios como la solidaridad, la inclusión, la lucha contra la discriminación, la cultura de paz, la igualdad de género, la rendición de cuentas, entre otros”, manifestó Müller-Marín. Para ello es importante, además, que la investigación contribuya a “reforzar iniciativas existentes y elaborar nuevas de carácter interdisciplinario, multidimensional, centradas en los resultados esperados y considerando proyecciones de escenarios futuros”, aseguró.

La Dra. Santos, por su parte, destacó la labor realizada en Cuba por más de cinco décadas en el campo de las Ciencias Sociales, donde existe el mayor índice de profesionales en el Caribe y una amplia red de centros de investigación y de Educación Superior dedicados al tema distribuidos en todo el país. Incluso, como dato curioso, comentó que el Polo de Ciencias Sociales y Humanas fue creado en Cuba en 1992, dos años antes del nacimiento del Programa MOST, con el cual el país ha asumido un firme compromiso.

Debemos llevar a los investigadores, los académicos y los tomadores de decisiones al convencimiento de que el uso de las Ciencias Sociales es cada vez más necesario en estos momentos, no por la cantidad de proyectos que propicie, sino por el impacto que estos realmente provoquen en la sociedad, señaló.

En los “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución” adoptados por el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, específicamente en el número 137, se reconoce expresamente la necesidad de  “Continuar fomentando el desarrollo de investigaciones sociales y humanísticas sobre los asuntos prioritarios de la vida de la sociedad, así como perfeccionando los métodos de introducción de sus resultados en la toma de decisiones a los diferentes niveles”, hecho que fue destacado por ambas panelistas como muestra de la importancia que se concede al tema en el país caribeño.

La realización de la Escuela contribuirá, asimismo, a continuar fortaleciendo los lazos entre Cuba y la UNESCO, cuyo establecimiento de relaciones arribará el próximo año a su 70º aniversario. En ese sentido, la viceministra del CITMA anunció que el Ministerio ha preparado un conjunto de actividades durante 2017 para conmemorar esta efeméride.

La Presidenta de la CNCU, Alicia González Gutiérrez, a su vez, señaló que se ha invitado a las entidades relacionadas con la Organización en todo el país a sumarse al amplio programa de celebración de esta importante efeméride y del aniversario de la creación de la propia CNCU, que igualmente cumple 70 años en 2017.

El Panel concluyó con un novedoso ejercicio de participación conducido por la también representante de la UNESCO para Cuba, República Dominicana y Aruba y la intervención de algunos de los participantes, entre ellos el Dr. Pedro Monreal, oficial de programa del sector de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO, el Dr. Riel Miller, especialista en Previsión y Prospectiva del mencionado sector, y la Dra. Lidia Garrido, especialista en sistemas de anticipación, todos ellos expertos internacionales que conducirán varios de los paneles de la Escuela.

Asimismo, es oportuno resaltar la participación como facilitadores de destacados especialistas cubanos, incluidos altos directivos de algunos de los principales centros de investigación social del país

El programa intergubernamental MOST de la UNESCO, trabaja desde su creación en 1994 en la producción y sistematización de conocimientos, el despliegue de enfoques de pensamiento sistémico, la promoción de intercambios de conocimientos y experiencias entre actores diversos y el fomento de métodos y métricas para la construcción de respuestas integradas a los desafíos que la comunidad humana enfrenta.

Las Escuelas MOST, de capacitación a nivel nacional, regional e internacional, promueven diálogos entre la academia, los decisores y representantes de sectores sociales que favorezcan las salidas prácticas de los conocimientos hacia la transformación social, hacia su concreción en políticas públicas.

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Fuente: http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/investigar_para_transformar_la_realidad_se_inaugura_en_cuba/#.V4fwP9LhDIU

Imagen: https://futurocubano.files.wordpress.com/2016/07/dsc_4915.jpg?w=701&h=467&crop=1

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