Harnecker y Los conceptos elementales del materialismo histórico

Juan J. Paz y Miño Cepeda

Cuando iniciaba mis estudios universitarios al comenzar la década de 1970, el marxismo era una teoría en auge en las ciencias sociales, y en las universidades públicas del Ecuador incluso existía la cátedra de “Materialismo histórico”, para la cual se utilizaban no solo textos originales de Marx, Engels o Lenin, sino una serie de manuales provenientes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que se adquirían a precios bajísimos. Predominaba esa visión “soviética” del marxismo.

Pero también circulaban los libros de Mao Zedong (Mao Tse Tung) y alguna literatura marxista de los “chinos”, que servían para contrarrestar a los “cabezones” comunistas pro-rusos. Así se definían las posiciones marxistas de aquellos años, atravesadas por dogmatismos fuertemente arraigados y que convertían a cada grupo o partido marxista (en las universidades proliferaban esas organizaciones con distintos membretes) en campeones autoproclamados de la auténtica interpretación marxista, de la correcta línea estratégica y táctica, así como de la verdadera revolución.

Sin embargo, el activismo y la retórica de aquellos tiempos, si bien sirvieron para politizar a muchos estudiantes que se definieron por el marxismo y consagraron su vida en el espacio de la izquierda nacional, no lograron crear la fuerza unificada que espiritualmente se anhelaba para encaminar la toma proletaria del poder y la instauración del soñado socialismo. Eso no resta, en modo alguno, la importancia histórica del izquierdismo de aquellos años en la lucha social contra la opresión interna y frente al imperialismo.

Pero, además, la represión institucional y gubernamental contra todo proyecto socialista tenía suficiente experiencia y dureza, como para impedir su avance definitivo. Y si bien Cuba había logrado mantener su revolución bajo las condiciones más adversas y con un bloqueo brutal, el proyecto de socialismo por la vía pacífica, impulsado por Salvador Allende en Chile desde su triunfo electoral en 1970, fue liquidado en 1973 con la implantación del terrorismo de Estado por el régimen de Augusto Pinochet, que no tuvo límite alguno al momento de perseguir, encarcelar, desaparecer, torturar y asesinar a miles de “comunistas-marxistas”. Semejante “ejemplo” fue seguido en el Cono Sur latinoamericano por otras dictaduras militares igualmente terroristas.

El triunfo del Sandinismo en Nicaragua (1979), pareció abrir un nuevo camino esperanzador para las izquierdas de América Latina, pero la frustración también llegó con el paso de los años. Y, sin duda, con el derrumbe del socialismo mundial a raíz de la perestroika impulsada por Mijaíl Gorbachov (1985-1991) en la URSS, la utopía socialista perdió piso, las filas de la izquierda se desestabilizaron y el propio marxismo decayó como teoría digna de estudio.

En este marco histórico se ubica la presencia y obra de Marta Harnecker (1937-2019), intelectual marxista chilena, quien falleció hace pocos días. Su libro “Los conceptos elementales del materialismo histórico” (1973) era utilizado como otro de los manuales para el estudio del marxismo entre los universitarios de la década de los setentas. Miles de latinoamericanos tuvieron como referente a esa obra. Algunos años más tarde comprendí ciertas limitantes de su obra y expuse mi posición crítica en una nota del libro en el que traté sobre la teoría histórica de Hegel y de Marx.

En todo caso, Marta fue para Chile, durante el gobierno de la Unidad Popular, una consecuente activista e impulsó la educación popular, cuyos cuadernillos también llegaron a Ecuador. Debiendo escapar de su país de origen por la instauración del pinochetismo, vivió primero en Cuba y más tarde en Canadá, siempre indesmayable en continuar con su labor pedagógica y teórica. La conocí en Caracas hace una década y desde entonces mantuvimos continua comunicación. Cuando venía a Quito nos juntábamos para realizar análisis de la realidad y también disfrutar de las conversaciones más triviales.

En 2014 integré, junto con el filósofo italiano Gianni Vattimo, el director de la revista Punto Final de Chile, Manuel Cabieses Donoso, el arqueólogo y escritor Mario Sanoja, y la doctora en Ciencias Sociales Alba Carosio, de Argentina, el jurado para el Premio Libertador al Pensamiento Crítico (otorgado por el gobierno bolivariano de Venezuela), que por unanimidad decidimos que se entregara a Marta Harnecker no solo por su libro “Un mundo a construir (nuevos caminos)” (2013), sino por su obra y coherencia intelectual. La última vez que la vi fue en Quito, en 2016 y desde entonces solo mantuvimos esporádicos cruces de correos electrónicos. Ahora, su recuerdo queda en miles de latinoamericanos e intelectuales del mundo.

Además de sus estudios globales, Marta también dedicó varios textos a Ecuador y queda un importante libro: “Ecuador. Una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud” (2011). De modo que su obra y su lugar en la historia, pertenecen ahora a la herencia intelectual que fortaleció el pensamiento marxista crítico

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/200470

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Contra la ideología

Alberto Benegas

He apuntado en otros escritos que el uso generalizado de la expresión ‘ideología’ no calza con la definición del diccionario de conjunto de ideas (también en el sentido utilizado primeramente por Antoine Destutt de Tracy en 1786), ni con la marxista de “falsa conciencia de clase”, sino de algo terminado, cerrado e inexpugnable; en otros términos, una pseudocultura alambrada. Como también he escrito, esta última acepción, la más común, es la antítesis del espíritu liberal, puesto que esta tradición de pensamiento requiere puertas y ventanas abiertas de par en par al efecto de incorporar nuevo conocimiento, ya que este demanda debates entre teorías rivales, puesto que el conocimiento es siempre provisorio, abierto a refutaciones.

Una vez precisado lo anterior, conviene enfatizar que, al contrario de lo que sostienen algunos profesionales de la economía en cuanto a que hay que “manejarse con los hechos”, en ciencias sociales, a diferencia de las físico-naturales, no hay hechos con el mismo significado de este último campo de estudio fuera del andamiaje conceptual que interpreta los diversos sucesos. Sin duda que las físico-naturales también requieren de interpretación, pero en un sentido distinto, debido a que, como decimos, los llamados “hechos” son de naturaleza distinta.

No es que se patrocine el relativismo epistemológico en ciencias sociales debido a la interpretación de fenómenos complejos. Muy por el contrario, quienes mejor interpreten esos fenómenos estarán más cerca de la verdad, lo cual se va puliendo en un azaroso camino que, como señalamos, es de corroboraciones provisorias y refutaciones. En un proceso abierto de competencia, los estudiosos que mejor interpreten y mejor explican esos fenómenos serán los de mayor rigor. Esto no sólo sucede con los economistas y los cientistas sociales, sino también con los historiadores.

Esta cuestión de confundir planos científicos en las ciencias sociales empuja a que se aluda a los “hechos” como si se tratara de constatar la mezcla de líquidos en un tubo de ensayo del laboratorio, puesto que, a diferencia del campo de las ciencias físicas, se trata de acción humana (las piedras y las rosas no tienen propósito deliberado).

El premio Nobel en economía Friedrich Hayek, en su ensayo titulado “The Facts of the Social Sciences” (Ethics, octubre de 1943, expandido en tres números sucesivos de Economica), explica que los llamados hechos en ciencias sociales “no se refieren a ciertas propiedades objetivas como las que poseen las cosas o las que el observador puede encontrar en ellas, sino a las visiones que otros tienen sobre las cosas […]. Se deben abstraer de todas las propiedades físicas de las cosas. Son instancias de lo que se suelen llamar conceptos teleológicos, esto es, se pueden definir solamente indicando la relación entre tres términos: un propósito, alguien que mantiene ese propósito y el objeto que la persona considera apropiado como medio para ese propósito”. Por eso, cuando el historiador “explica por qué se hace esto o aquello, se refiere a algo que se encuentra más allá de lo observable”, nos indica Hayek en el mismo ensayo en el que concluye: “La teoría social […] es lógicamente previa a la historia”. Es decir, prestamos atención a los fenómenos basados en un esqueleto teórico previo, ya que no se trata de cosas que se miran en el mundo físico, sino de nexos causales subyacentes e inseparablemente unidos a la interpretación de los sujetos actuantes.

Lo dicho en modo alguno permite suponer que el buen historiador interponga sus juicios de valor en la descripción de lo que interpreta. Ludwig von Mises destaca (en Theory and History, Yale University Press, 1957) que resulta impropio que en la descripción histórica se pasen de contrabando los valores del que describe. Entonces, una cosa es la subjetividad presente en la selección de los fenómenos y su respectiva interpretación, y otra bien distinta es incrustar juicios de valor, sin desconocer, claro está, que la declaración de esforzarse con seriedad y honestidad intelectual por realizar una interpretación adecuada constituye en sí mismo un juicio de valor.

Como se ha dicho, cuando se trasmite la noticia circunscrita a que fulano murió, esto corresponde al campo de las ciencias naturales (un fenómeno biológico), pero si se notifica que fulano dejó una carta antes de morir, estamos ubicados en el territorio de las ciencias sociales, donde necesariamente cabe la interpretación de la referida misiva y todas las implicancias que rodean al caso. En realidad, no cabe la refutación empírica para quien sostenga que la Revolución francesa se originó en los estornudos de Luis XVI, sólo se puede contradecir en el nivel del razonamiento sobre interpretaciones respecto a las conjeturas sobre los propósitos de los actores presentes en ese acontecimiento. En ciencias sociales, no tiene sentido referirse a “los hechos”, extrapolando la idea de las ciencias físico-naturales.

Todo esto nada tiene que ver con la objetividad del mundo que nos rodea, es decir, que posee una naturaleza, propiedades y atributos, independientemente de lo que los sujetos consideren que son. Es otro plano de debate. Lo que estamos ahora considerando son las apreciaciones y las evaluaciones respecto a las preferencias, los gustos y los propósitos de seres humanos.

Es por cierto también paradójico que resulte muy frecuente que los partidarios de sistemas autoritarios tilden de “ideólogos” a los que se inclinan por la sociedad abierta, que son, por definición, los que promueven procesos pluralistas en el contexto de debates en los que se exploran y contrastan todas las tradiciones en libertad, cuando en realidad aquellos, los autoritarios, son por su naturaleza ideólogos impermeables a otras ideas en libertad, debido a su cerrazón mental. Hay que distinguir con claridad los que reclaman que entre aire fresco a una habitación con un pesado tufo a encierro de los que pretenden mantener y acrecentar esa situación hasta la asfixia total.

Robin Collingwood (en The Idea of History, Oxford Univesity Press, 1946) escribe: “En la investigación histórica, el objeto a descubrir no es el mero evento sino el pensamiento expresado en él”. Y en su autobiografía (Fondo de Cultura Económica, 1939-1974) subraya que, a diferencia de la historia: “Las ciencias naturales, tal como existen hoy y han existido por casi un siglo, no incluyen la idea de propósito entre las categorías con que trabajan […] el historiador debe ser capaz de pensar de nuevo, por sí mismo, el pensamiento cuya expresión está tratando de interpretar” y, en ese contexto rechaza “la historia de tijeras y engrudo, donde la historia repite simplemente lo que dicen las ´autoridades´ [… ] El ser humano que, en su capacidad de agente moral, político y económico, no vive en un mundo de ´estrictos hechos´a los cuales no afectan los pensamientos, sino que vive en un mundo de pensamientos que cambian las teorías morales, políticas y económicas aceptadas generalmente por la sociedad en que él vive, cambia el carácter de su mundo”.

Por todo esto es que Umberto Eco (en su disertación “Sobre la prensa” en el Senado romano y dirigido a directores de periódicos italianos, en 1995) consigna: “Con excepción del parte de las precipitaciones atmosféricas [que son del área de las ciencias naturales], no puede existir la noticia verdaderamente objetiva”, en el sentido a que nos hemos referido en las ciencias sociales, a lo que agregamos que dado que en las ciencias sociales tiene un gran peso la hermenéutica, debe destacarse que la comunicación no opera como un escáner, ya que el receptor no recibe sin más el mensaje tal como fue emitido.

En resumen —y esto no es un juego de palabras— podrá decirse que la objetividad precisamente consiste en la adecuada interpretación subjetiva de los fenómenos bajo la lupa. Pero, insistimos, hay que tener bien en cuenta que no es objetiva en la acepción habitual del término, en cuyo contexto las deliberaciones en las que hemos incursionado aquí tal vez sirvan para poner en perspectiva las consecuencias y la importancia de separar metodológicamente las ciencias naturales y las sociales, al efecto de no confundir planos y no llegar a conclusiones apresuradas.

Entonces, es del todo inconducente mantener que el economista, el historiador o el cientista social “no hacen ideología” (en un sentido irónico y peyorativo) para referirse impropiamente al antedicho andamiaje conceptual, sino que se basan en “los hechos”, como si esto tuviera algún sentido en ciencias sociales, tal como subrayan Hayek y tantos otros filósofos de la ciencia.

El ideólogo es por naturaleza un dogmático clausurado a las contribuciones de nuevas ideas y teorías que explican de una mejor manera el fenómeno estudiado. Al ideólogo no le entran balas ni es capaz de contraargumentar, se encapricha en circunscribir lo que recita, sin someter a revisación ninguna parte de su verso, que machaca hasta el hartazgo.

Sólo a través del estudio crítico y el debate abierto es que resulta posible el progreso en el conocimiento, tal como lo han puesto de manifiesto autores de la talla de Karl Popper. Por su parte, cientistas sociales empecinados en “guiarse sólo por los hechos” demuestran su ignorancia supina en la materia que pretenden conocer, con lo que contribuyen a difundir un ejercicio metodológico incompatible con su propio campo y así, en definitiva, introducen una férrea ideología.

Fuente del autor: http://opinion.infobae.com/alberto-benegas-lynch/2016/06/04/contra-la-ideologia/index.html#more-1472

Fuente de la imagen: http://definicionyque.es/wp-content/uploads/2015/08/ideologia-e1439480304469.jg

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Ser o no ser socialista

Por: Lidia Falcón

El dilema existencial del PSOE parece haberse resuelto con la elección de Pedro Sánchez como Secretario General. Según lo vertido por los contendientes en la polémica campaña de primarias, se trataba de elegir entre ser socialistas o centrista; afirmarse en sus principios ya centenarios de defensa de las clases trabajadoras o arrimarse al espacio liberal para atraerse el voto de las clases medias, con la concesión, eso sí, de ayuditas para los pobres, y obtener la fuerza y el poder de la aceptación de las bases del partido o del “establishment”.

Ganaron las propuestas de Sánchez demostrando una vez más que las bases del partido son más socialistas que la dirección, al igual que sus votantes, causa de que en los últimos años ese partido haya perdido 5 millones de votos. Los de todos aquellos a los que no gusta la deriva liberal burguesa de Zapatero y Rubalcaba, y siguen creyendo que votar PSOE es votar socialismo. Ya antes de esta reciente constatación de la adscripción ideológica de buena parte del pueblo español, este hecho era evidente. Los votantes del PSOE lo eran porque preferían un Estado social, frente al Estado liberal del PP. Y resulta sorprendente que los dirigentes del partido no hayan sido capaces de comprenderlo. Instalados en la soberbia por las sucesivas victorias de González, dilapidaron el caudal acumulado por la persecución y la opresión de la dictadura. Y ciertamente el caudal era impresionante porque han tenido que transcurrir cuarenta años para que la mitad de sus votantes los abandonaran. Los militantes y votantes no valoraban el apoyo del capital que pagaba las sedes del partido y las millonarias campañas electorales, sino el discurso populista de González y de Guerra. Hasta que se cansaron de esperar que las promesas se hicieran realidad.

Lentos pero seguros, millón a millón, los electores han ido comprendiendo que aquellos principios y estrategias que se aprobaron en el Congreso de Suresnes de 1974, donde incluso se llegaba a hablar de aceptar la lucha armada para alcanzar el poder, a las transformaciones que se van a suceder en 1976 y sobre todo en 1979, donde se abandona el marxismo, el PSOE no es un partido socialista sino de la derecha avanzada liberal, directamente aliado con el capital.

Los escándalos de corrupción y de crímenes de Estado que jalonaron los últimos años del gobierno de González, acabaron con él, pero cuando el PSOE remontaba con la victoria de Zapatero –más debida al fracaso del PP que a méritos propios- la sumisión de este a los dictados de la troika europea sumieron al partido en los fracasos que han cosechado Rubalcaba y Sánchez. Recuperarse de ellos es la principal tarea del nuevo secretario general. Y se supone que se dispone a ello volviendo al discurso de la legitimidad que le concede el apoyo de los afiliados, y al enfrentamiento con su verdadero enemigo: la derecha. Lo que puede enardecer los ánimos decaídos de una militancia desencantada y escéptica que ha visto como desde los Pactos de la Moncloa hasta la última reforma laboral, su partido ha sido autor, coautor y cómplice del hundimiento del movimiento sindical, estudiantil y vecinal, de la pérdida de derechos y ventajas económicas duramente conquistadas por la clase obrera, desde el Estatuto de los Trabajadores hasta el cumplimiento de las órdenes emanadas por Bruselas; del sostenimiento económico de la Iglesia Católica; del imperdonable pecado mortal de habernos introducido en la OTAN, incluyendo la estructura militar que estaba exenta, según se formulaba en la pregunta del referéndum, y por supuesto del mantenimiento de la monarquía.

Pero este entusiasmo de hoy de los afiliados al PSOE tendrá que afianzarse viendo los avances que Sánchez consiga en el terreno legislativo, de donde emanan todas las órdenes, y allí el nuevo secretario general es enormemente débil. En primer lugar por su fuerza parlamentaria: 85 diputados. Con ella hacen falta varios aliados para llegar a la Moncloa, y estos a su vez o son de derechas o son sus rivales o son independentistas o son más débiles que él mismo.

En segundo lugar y no de menor importancia, por haber abandonado su escaño parlamentario para dar un golpe de efecto espectacular que ha encandilado a muchos de sus seguidores, que alaban su coherencia y honradez, pero que ha sido un error político. Porque además de ser honrado hay que ser inteligente, y perder su representación en la Cámara le supone un hándicap. ¿A quién nombrar como portavoz parlamentario cuando la mayoría de los diputados se pasaron con armas y bagajes al sector sometido a las directrices de la coordinadora? ¿Cómo controlar un grupo parlamentario que en su mayoría le dio la espalda en la crisis de octubre? ¿Ese portavoz podrá dominar la evidente hostilidad que le tendrán sus compañeros? ¿Y, en caso de disidencia, e incluso de rebelión, cómo se hará Sánchez con el mando desde fuera del Parlamento?

Estos serán los problemas inmediatos, y no pequeños, con que se encontrará el secretario general, en el interior de su organización. Pero los votantes que le han alzado a la dirección del partido esperan algo más que volver a ser espectadores de las guerras fratricidas de los dirigentes que ya conocen. Se trata de gobernar para cambiar el país y aquí no caben muchas combinaciones. Con la fuerza parlamentaria que tiene el partido socialista debe buscar los aliados que le voten en una moción de censura, y nuevamente se presenta el mismo dilema que en enero y junio de 2016. O con Ciudadanos, con quien se asoció en enero a toda prisa, o con Podemos que muestra continuamente su rivalidad y su rechazo porque le considera su principal estorbo en su pretendida y rapidísima carrera hacia la Moncloa. Y aun así tampoco suman, como se dice. Y por tanto hay que acercarse al espectro nacionalista e independentista que miran en direcciones opuestas. Los vascos ya han conseguido del PP el botín que pretendían, los catalanes aseguran que se “lo harán ellos solos”, en cuanto proclamen la independencia.

Ciertamente el ser o no ser de Pedro Sánchez es existencial. Y desde que logró la secretaria general en las primeras primarias ha recorrido muchos meandros intentando encontrar su destino. Cuando en enero se fue a Portugal creímos que iba a escoger la solución a la portuguesa, y de ello presumió algún tiempo, hasta que de pronto se alió con Ciudadanos, dejándonos perplejos. Y cuando ante la negativa de Podemos a apoyar esta alternativa se celebran las segundas elecciones, le abandonaron un buen número de votantes y perdió 5 escaños.

Tiene, quizá, la oportunidad de dar marcha atrás al calendario y repetir la visita a Lisboa, pero España no es Portugal, donde afortunadamente no surgen Mesías que pretendan desgajar de su Estado una porción de territorio  y Podemos no es el Bloco de Esquerda ni el Partido Comunista portugués es Izquierda Unida.

Ciertamente, como he repetido numerosas veces, tampoco en España se puede esperar un avance de la izquierda sin que  se repita el Frente Popular, ya que no hay otra manera de oponer una mayoría electoral a la derecha rocosa e instalada. Pero en dicho cervantino: segundas partes nunca fueron buenas, y como afirma el axioma marxiano, si la primera es una tragedia la segunda es una farsa. Lo que se puede temer que ocurra  de estar obligados a contar con el PdeCAt, ERC, Bildu o el PNV, de cuya lealtad quedan muchas dudas.

Y todavía hay  que analizar qué efectos y consecuencias tendrá en Podemos e IU la elección de Pedro Sánchez y las medidas que estas formaciones se propongan tomar. Pero eso es tema de otro artículo.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/05/23/ser-o-no-ser-socialista/

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Cuba: Concluyó intercambio sobre la enseñanza de Historia y Marxismo

Cuba/Abril de 2017/Autora: María Antonia Medina Téllez/Fuente: Agencia Cubana de Noticias

Conceptos y programas para la enseñanza del Marxismo-Leninismo e Historia de Cuba en la Educación Superior, fueron expuestos en la reunión nacional de directores y jefes de departamentos de esas disciplinas, que concluyó en Santiago de Cuba.

En la Universidad de Oriente (UO) especialistas y estudiosos del tema desarrollaron tres jornadas de intercambio y valoraciones, para hacer más atractiva la instrucción de esas asignaturas a las nuevas generaciones y como carreras en las universidades.

Pedro Tejera, director de marxismo en la UO y coordinador del evento, afirmó que este año tiene una connotación especial por los cambios en los planes de estudios y programas para crear mejores profesionales en menos tiempo.

Mencionó carreras que pasarán de cinco a cuatro años, lo cual reduce en casi un 20 por ciento los gastos en la formación de especialistas, a la vez que articulan la instrucción de pregrado, preparación para el empleo y la educación posgraduada.

Durante el intercambio se significó el papel de quienes enseñan esas asignaturas para la actualización del modelo económico y social cubano.

Rafael Cervantes, director nacional de Marxismo, afirmó que se requiere actualizar la disciplina ante los tiempos complejos y de riesgos que se viven en el  mundo, especialmente para la Revolución cubana y los jóvenes que estudian en las universidades.

Como constructores de ideología la misión es propiciar el debate sin miedo, discutir los temas más polémicos en el aula, donde puedan aclararse las dudas sobre todo si tienen que ver con la propia Historia y evitar la unilateralidad intencionada, argumentó Cervantes.

Participaron en la reunión los 22 centros de Educación Superior con sus departamentos de Marxismo e Historia, las universidades de Ciencias Médicas, además de los institutos superiores de Arte, Diseño Industrial y Relaciones Internacionales.

También asistieron representantes de organismos formadores de la Salud, Sociedad Cultural José Martí, Centro de Estudios Martianos, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la dirección de Marxismo del Ministerio de Educación Superior y 60 profesores, de los cuales 10 fueron de la UO.

Fuente: http://www.acn.cu/cuba/26117-concluyo-intercambio-sobre-la-ensenanza-de-historia-y-marxismo

 

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Bolivia: Morales abre escuela militar para combatir «dominio» ideológico del «imperio

América del Sur/Bolivia/ 18 de agosto de 2016/ Fuente: eltiempo

Los efectivos castrenses bolivianos que quieran ascender del grado de teniente al de capitán están obligados a hacer los cursos de «antiimperialismo» en institución.

La Paz.- El presidente de Bolivia, Evo Morales, inauguró hoy en el este de su país una escuela que impartirá a altos mandos oficiales una doctrina para combatir lo que considera un dominio cultural, ideológico y político del «imperio».

El gobernante abrió la Escuela de Comando Antiimperialista «General Juan José Torres Gonzales» en un acto en la región de Santa Cruz (este) al que asistieron los ministros de Defensa de Nicaragua, Martha Ruiz Sevilla, y de Venezuela, Vladimir Padrino López, además del viceministro ecuatoriano de esa área, Felipe Vega.

En su discurso, Morales justificó que era necesario crear esta institución para «construir» un pensamiento que permita «enfrentar el dominio cultural, ideológico, político, económico del imperio y su estructura capitalista» y lograr así la «verdadera liberación» de los pueblos.

Señaló que la escuela será «un espacio institucional de discusión, de conocimiento y de construcción de un pensamiento anticolonial, anticapitalista, antiimperial, orgánico, que permita la solidaridad» entre Fuerzas Armadas y movimientos sociales.

Según el mandatario boliviano, en la institución los militares podrán «conocer la naturaleza del imperio, cómo se construyó históricamente, cómo funciona hoy en el mundo, cuáles son sus estrategias, sus instrumentos de poder, sus instituciones, sus aliados, su discurso, su ideología».

Morales también ratificó sus críticas a la llamada Escuela de las Américas, el centro militar que dirigió Estados Unidos en Panamá durante cuatro décadas (1946-1984), donde, según dijo, los uniformados aprendían que «el enemigo interno» de la institución castrense «son los movimientos sociales».

«Si el imperio enseña desde sus escuelas militares a dominar al mundo, nosotros desde esta escuela aprenderemos a enseñarnos a librarnos de la opresión imperial, será una escuela para la defensa del pueblo y no del imperio», sostuvo.

Además, leyó diez ideas sobre las cuales, a su juicio, se debería basar el «pensamiento antiimperial de las Fuerzas Armadas» regionales, entre las que destacó la integración de esas instituciones «en un gran bloque estratégico» para contribuir a la paz del continente y el mundo.

«Nuestras Fuerzas Armadas deben defender la soberanía regional de cualquier intervención imperial y asumir que la agresión contra uno de nuestros pueblos significa una agresión contra todos», añadió.

La escuela «antiimperialista» tiene su sede en la localidad cruceña de Santa Rosa del Paquío, donde antes estuvo un centro de entrenamiento para misiones de paz de las Naciones Unidas.

Por disposición de Morales, los militares bolivianos que quieran ascender del grado de teniente al de capitán están obligados a hacer los cursos de «antiimperialismo» en esta institución.

Fuente: http://eltiempo.com.ve/mundo/educacion/morales-abre-escuela-militar-para-combatir-dominio-ideologico-del-imperio/226747

Imagen: http://pbs.twimg.com/media/CqGFZZPXgAU1loA.jpg:small

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