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El juego es algo serio

Por Fausto Segovia Baus

¿Qué es el juego? Una cuestión de niños o alude también al mundo de los adultos? La alianza existente entre el juego y el trabajo es el resultado de una perversión del juego, o de una adulteración del trabajo? Para intentar responder a estas interrogantes trataremos de esclarecer la naturaleza del juego. Un tratado sobre el juego es el ‘Homo ludens’, de Johan Huizinga (1872-1945), quien plantea que el juego es más ‘viejo’ que la cultura.

Este historiador holandés demostró –siguiendo las ideas orteguianas- que los seres humanos somos mucho más que ‘homo sapiens’ u ‘homo faber’: somos esencialmente juego, tan esencial como la reflexión y el trabajo. Huizinga descubrió que la génesis y el desarrollo de la cultura tienen carácter lúdico. La política, la religión, el arte, la ciencia, la tecnología y todos los lenguajes, según Huizinga, están impregnados de juego.

• El juego como expresión de la libertad

En esa línea de pensamiento no es posible ignorarlo. ‘Casi todo lo abstracto –dice Huizinga- se puede negar: el derecho, la belleza, la verdad, el espíritu, los dioses. Lo serio se puede negar; el juego, no. El juego por mandato no es juego. El verdadero juego es una expresión de la libertad. Y es desinteresado. Por eso el juego está reconocido como un tesoro espiritual, que puede ser transmitido por tradición y repetido en cualquier momento’.

• El jugador adulto

La característica fundamental del juego del adulto reside en el ‘permiso’. Se dice que hay pocos adultos, por libres que sean para disponer de su tiempo o de su persona, que no hayan sido sorprendidos alguna vez con un gesto furtivo para disimular que jugaban. Existen, sin duda, aquellos en quienes el juego provoca remordimiento. Pero en la mayoría el sentimiento de permiso acabó por prevalecer sobre la prohibición y acrecentó la alegría de jugar. El origen de los deportes, según algunos estudios, está en la ‘tregua’. Michel Bouet concede al deporte una función agonística; es decir, como sustituto de la guerra.

Hay varios ejemplos que ilustran esta hipótesis. Se dice que la ‘pelota bretona’, antepasado del fútbol, que consistía en elevar una pelota al terreno adversario, oponía a rivales de pueblos vecinos y desencadenaba grandes esfuerzos, y a veces cobraba víctimas en tiempos de paz. Observamos que nuestros niños imitan a los adultos al jugar a la guerra, y que varios deportes que hoy se practican son claramente violentos. Desde el punto de visto sociológico, ¿es el deporte una violencia permitida? ¿La función del deporte es evitar una guerra verdadera? El jugador adulto goza del juego al ser protagonista de su propio mundo. En realidad no se puede calificar como ‘felicidad’ el resultado del juego. Pero sí es cierto que en cada jugada el adulto descubre una nueva dimensión de sí mismo: la mano del destino o la satisfacción más profunda de su auto realización. No se trata, pues, de ganar o perder; merced a la magia del juego el hombre se humaniza.

El juego del adolescente

El adolescente ante todo busca su identidad personal porque trata de afianzar su vida interior. Los ‘juegos de niños’ no le interesan. Propiamente los juegos de su edad son pocos. Podríamos decir, sin exageración, que toda la etapa adolescente es un gran juego, en el que las principales conductas lúdicas se orientan hacia la mofa y el desafío. Al burlarse el adolescente de sí mismo con juegos ridículos, confieren al mundo la responsabilidad de su condición. Y en cuanto al desafío, rivaliza con el adulto. El adolescente desafía la cordura del adulto y a sí mismo, a quien todavía no ha encontrado. Las apuestas estúpidas, los riesgos innecesarios, el gusto por el peligro sirven de descarga emotiva, en la que la ley del juego es una especie de externalización de la tempestad interior.

• El juego del niño

‘La infancia sirve para jugar’ dijo Jean Chateau. Esta concepción adulta de la infancia se parece a cierto tipo de antropología que convierte en ‘primitivos’ a los testigos sobrevivientes de una etapa superada por esos ‘civilizados’ que son los etnólogos. El juego lo encontramos en todas las instancias evolutivas de la vida humana. Pero una educación ‘adulto–centrista’ ha convertido al juego en una característica infantil, cuando la verdad es otra. El ludismo del adulto se ha definido como auto permiso; el del adolescente, como la mofa y el desafío. El ludismo infantil está representado por el juego simbólico. Las conductas lúdicas del niño se relacionan con el adulto en tres dimensiones básicas: tutela y libertad, discusión y disponibilidad, estímulo y seguridad.

• ¿Qué es el juego?

El juego es algo serio. Sutilmente, el juego no resiste a las desfiguraciones que se dan entre la regla y lo arbitrario; entre lo secreto y lo compartido; entre lo prohibido y lo permitido; entre lo incierto y lo codificado; entre lo real y lo ficticio. Desde el juego de palabras en el adulto hasta la significación afectiva en el niño, la actividad lúdica es un vector hacia el porvenir, profetiza las relaciones sociales y conduce al lenguaje. El juego es una parodia de la conducta mágica.

El niño y el adulto mediante el juego simulan creerse poderosos para aceptar en última instancia su pequeñez. De esta forma, el juego exorciza el espectro de la engañosa magia, salvaguardando las fuerzas necesarias para el trabajo. El juego es para el ser humano la mejor higiene que existe. Mediante el juego el hombre deja de tomar la vida en serio, precisamente porque el juego es una ‘cosa seria’. El juego es parte esencial de la cultura. Con el juego aprende, aprende a aprender.

• Esencia de la vida

Del juego brota la fuerza necesaria para lograr la comunicación, la fraternidad y el reino de la libertad. El ser humano no es libre sino cuando juega, cuando encuentra la comprensión gratuita de sobrevivir, abandonando por un momento la realidad para sumergirse en su propio mundo. Bien decía Johann Friedrich Shiller: ‘el hombre no es perfectamente humano sino cuando juega’.

El juego, por fin, es sin duda alguna una infracción a las disciplinas y tareas que a todo ser humano le imponen las necesidades prácticas de la vida, el cuidado de su situación, de su personaje; pero lejos de ser su negación, las supone.

El juego no se opone al trabajo; al contrario, lo dignifica. El juego no se opone al descanso porque la persona que juega, en cierto modo, también descansa. El juego está presente en todos los estadios de la vida humana, porque responde en cada etapa a necesidades psicológicas, y resume en cada sonrisa la enorme capacidad de ternura que todavía nos queda.

Fuente Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/juego-serio-tipos-vida-faustosegovia.html. 

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