Por: Ignacio Lautaro Pirotta.
Las autoridades universitarias dicen que el recorte les permitirá sólo funcionar hasta septiembre.
El pasado miércoles 15, estudiantes y docentes universitarios salieron a las calles en más de 200 ciudades brasileñas para protestar contra el importante congelamiento presupuestario en universidades federales decretado por Jair Bolsonaro. Según los rectores de las universidades, la medida del gobierno imposibilita el funcionamiento de las instituciones más allá del próximo septiembre.
El congelamiento presupuestario y la también decretada modificación de los procedimientos para la elección de rectores y directores, medida que afecta la autonomía universitaria, constituyen una ofensiva a la educación superior en base a consideraciones de índole ideológica y en el marco, por supuesto, de un modelo de austeridad.
Es que las universidades son consideradas por Bolsonaro y los suyos un antro de la izquierda. El sentido autoritario de la embestida contra las universidades quedó claro en la forma en que se gestó el recorte. El un primer momento el ministro de Educación, Abraham Weintraub, anunció que tres universidades tendrían un recorte del 30% por haberse dedicado a organizar actividades políticas en vez de académicas, tildando a esas actividades de «balbúrdia» (lío, desorden).
El mismo día, y luego de ser alertado de la inconstitucionalidad de la medida en función de su arbitrariedad, el ministerio anunció que el recorte del 30% sería para todas las universidades federales. Una semana después la medida pasó de «recorte» a «congelamiento» hasta tanto la situación fiscal mejore o bien se apruebe la reforma previsional.
Las universidades son consideradas por Bolsonaro y los suyos un antro de la izquierda. Se trata del bloqueo del 30% del presupuesto no obligatorio (todo aquello que no son salarios ni jubilaciones, los cuales constituyen el grueso del presupuesto total) y que corresponde según el gobierno a sólo el 3,4% del presupuesto para de las universidades.
Sin embargo, el congelamiento afecta al presupuesto destinado a servicios básicos como agua, luz, seguridad, limpieza, y también a las actividades de laboratorio, investigación y buena parte de las becas. De allí que los rectores señalan la inviabilidad del funcionamiento de las instituciones más allá de septiembre, al tiempo que afirman que el recorte es del 54% y no del 30% como dice el gobierno.
La respuesta de estudiantes y profesores universitarios fue contundente, con movilizaciones en todas las capitales del país y más de 200 ciudades, incluyendo más de 250 mil personas movilizadas en el corazón de San Pablo. Se trató de la primer gran manifestación en contra del gobierno de Bolsonaro y, a diferencia de lo que éste etendía, el reclamo no quedó circunscripto a la izquierda.
La respuesta de estudiantes y profesores universitarios fue contundente, con movilizaciones en todas las capitales del país y más de 200 ciudades En el Brasil reciente las manifestaciones de la calle han tenido protagonismo.
Las heterogéneas movilizaciones de 2013 y sobre todo las de 2015 y 2016 en apoyo a la Lava Jato y a favor del impeachment contra Dilma Rousseff, marcaron la política reciente. En las movilizaciones a favor de la educación del 15 de mayo, el signo político fue otro al de aquellos que pedían la salida del PT del gobierno, hecho insoslayable y apuntado por varios analistas. A su vez el bolsonarismo ya ha realizado su tercera convocatoria en lo que va del gobierno, para este domingo 26 de mayo. En las otras dos oportunidades el motivo de la convocatoria realizada por el bollsonarismo vía redes sociales y Whats App fue la defensa de la Lava Jato, pero lejos estuvieron de tener la masividad de otros tipos.
Por el contrario, las dos convocatorias evidenciaron el decreciente apoyo al gobierno, envuelto en permanentes polémicas y aún sin ofrecer siquiera un rumbo claro, orientado a solucionar los problemas económicos o sociales. Para este domingo 26, sin embargo, la apuesta fue más fuerte y la intención fue opacar a las manifestaciones de los universitarios.
El bolsonarismo disputa la calle.
El motivo de la convocatoria para el 26 de mayo es el apoyo a las iniciativas del Bolsonaro hoy empantanadas en el Congreso y expresión de la parálisis en que se encuentra el gobierno. Las principales son el paquete de leyes anticrimen propuesto por Sergio Moro (Ministro de Justicia y Seguridad), la famosa reforma previsional y la medida provisoria (decreto) n° 870 de reforma administrativa, la cual redujo de 29 a 22 los ministerios y que debe ser aprobada por el Congreso antes del día 3 de junio cuando, de lo contrario, quedaría sin efecto e inmediatamente volvería a regir la estructura del estado y los 29 ministerios heredados de Michel Temer.
Este conjunto de medidas, al igual que otras, han sido inviabilizadas por el Congreso, con especial participación del conjunto de partidos de mediano porte de centro y centro derecha denominados «Centrão». Este conjunto de partidos, cuyo origen se remonta al retorno de la democracia, por momentos actúa coordinadamente y cuando lo hace el peso de sus algo más de 200 diputados lo convierte en el actor más importante del Congreso.
La acción coordinada del denominado Centrão fue decisiva por ejemplo para el impeachment de Dilma Rousseff. En ausencia de una coalición de gobierno que asegure el apoyo legislativo al gobierno el Centrão se ha organizado y tomado las riendas del Congreso. Es que el gobierno de Jair Bolsonaro utilizó una estrategia completamente disruptiva de la lógica política brasileña de presidencialismo de coalición y priorizó a las bancadas temáticas en la formación de su gabinete, marginando a los partidos y sus líderes en la elección del mismo.
La lógica propuesta por Bolsonaro es la de un gabinete de técnicos propuestos por las bancadas temáticas (por ejemplo la ruralista, la evangélica, la de la salud, etc) que suelen ser muy numerosas y transversales a los partidos. El gobierno, en su relación con el Congreso, priorizó así el apoyo programático, de contenidos, que cada iniciativa suya pudiera tener entre los congresistas por sobre el apoyo institucional de los partidos.
Sin embargo, estos tienen un peso insustituible en la dinámica del Congreso producto de prerrogativas exclusivas, las cuales recaen fundamentalmente en los líderes partidarios en cada cámara, por ejemplo en el establecimiento de la agenda parlamentaria. El negarse a negociar con los partidos, Bolsonaro apostó a construir mayorías programáticas ad hoc en el fragmentado Congreso brasileño.
El gobierno, en su relación con el Congreso, priorizó el apoyo programático, de contenidos, que cada iniciativa suya pudiera tener entre los congresistas por sobre el apoyo institucional de los partidos La lógica propuesta por Bolsonaro no funcionó. El gobierno ha sufrido ya varias derrotas en las comisiones y plenarios. El Centrão, secundado por la oposición (compuesta por los partidos de izquierda, entre ellos el PT) han manejado los tiempos del Congreso a su antojo. La reforma previsional propuesta por el gobierno ha sido hábilmente demorada en las comisiones hasta quedar claro que Bolsonaro tiene enormes dificultades en llevarla a cabo.
La estrategia del Centrão cambió en las últimas semanas: en vez de continuar con dilaciones y bloqueos de una reforma de la cual está muy instalada en la agenda pública su necesidad impostergable, ha decidido impulsar su propia reforma previsional. La propuesta del gobierno será cajoneada, y se proseguirá con una propuesta elaborada por el Centrão.
La jugada le quita a Bolsonaro los réditos que pudiera tener la aprobación de la reforma, deja en claro que el gobierno no tiene apoyos en el Congreso y pone entre signos de interrogación la gobernabilidad. La esperanza que muchos brasileños tenían con Bolsonaro se sintetizaba en la idea de que éste se moderase y se rodease de un equipo, sobre todo económico, que supiera lo que hace.
La importancia de la política y de las capacidades del jefe de Estado fueron subestimadas, entre otros por el llamado mercado, al tiempo que se esperaba que Bolsonaro fuera menos Bolsonaro en su forma de hacer política por el hecho de ocupar la presidencia de la República. Bolsonaro eligió el estilo confrontativo y extremista que es aplaudido por sus seguidores. No se trata, sin embargo, de la mayoría de los brasileños. El bolsonarismo existe, pero no tiene raíces.
Fuente del artículo: https://www.perfil.com/noticias/opinion/opinion-ignacio-pirotta-jair-bolsonaro-brasil-educacion-superior-congreso.phtml