Gestión pública y realidad social

Por: Luis Armando González.

 

Tenemos ante nosotros dos esferas (instancias o ámbitos) cuyas interacciones son complejas y difíciles de entender y prever: la gestión pública, que concierne al Estado, y la realidad social que concierne a las interacciones diversas que tienen los individuos entre sí y con el medio ambiente en el que están insertos, interacciones que dan lugar a consecuencias impredecibles y no queridas por nadie en particular. Para aclarar las cosas desde el principio, se tiene que decir que el Estado (y los individuos que toman decisiones desde el mismo) es parte de la realidad social, sólo que una parte con unas tareas específicas, entre las que sobresalen la de conducir (orientar, dirigir) al conjunto social, mantener el orden en el mismo y corregir anomalías (problemas, fallas, carencias) que friccionan o amenazan la estabilidad del orden social y el  bienestar ciudadano.

O sea, el Estado no flota en aire, como algo independiente de la realidad social, ni es una instancia que decida o haga cosas por su cuenta: son los individuos que lo integran –especialmente en su jerarquía superior de mando— quienes hacen planes y toman decisiones que repercuten (que tienen consecuencias) en grupos e individuos particulares, y también sobre el entorno medio ambiental.

Se trata de interacciones complejas las que se dan entre los dos ámbitos, como ya se dijo. Y ello se explica, ante todo, por el carácter de la realidad social, cuyas dinámicas y estructuración tienen lógicas que van más allá de la voluntad y deseos que puedan emanar de los individuos, estén estos o no involucrados en la gestión pública. Así como el Estado no flota en el aire, tampoco sucede eso con la realidad social que se articula y estructura a partir de realidades físicas, químicas y biológicas, cuya legalidad (natural, no jurídica) impone sus ritmos –por ejemplo, el de la vida y la muerte, la corrosión y el desorden— a los principales componentes de la realidad social –los individuos, que son realidades físicas, químicas, biológicas y psicológicas— y por supuesto al entorno socio-natural en el que éstos se reproducen, viven y mueren.

En virtud de las leyes (físicas, químicas y biológicas) que gobiernan los fundamentos materiales de la realidad social, esta seguirá un rumbo propio, aunque desde la gestión pública no se haga nada para incidir en el entorno social y natural: la realidad social siempre está cambiando, se está transformando en sus fundamentos materiales. También está cambiando debido a las acciones e interacciones de todo tipo que tienen los individuos en su vida cotidiana, sin importar que en ellas haya una finalidad consciente por cambiar algo de la realidad pues, aunque en lo inmediato exista esa finalidad, en el mediano o largo plazo hay consecuencias no queridas de esas acciones e interacciones.

En consecuencia, las dinámicas de la realidad social son sumamente complejas; son difíciles de comprender teóricamente y difíciles de manipular técnicamente, no sólo de manera global, sino en aspectos particulares suyos. Hay dinámicas de distinto carácter, y algunas de ellas son especialmente perjudiciales para la vida y el bienestar de los seres humanos. Reciben el nombre de “problemas”, y van desde la pobreza, la marginalidad y la exclusión hasta el deterioro de las ciudades, la contaminación, la basura, la violencia criminal y las precariedades en los sistemas sanitarios y educativos. La lista de problemas se puede ampliar o puede hacerse más corta –lo mismo que serán más o menos agudos—, dependiendo de las sociedades y el tipo de gestión pública que se impulsa en ellas.

Hay sociedades en las cuales los problemas sociales son múltiples y agudos. Es decir, sus ciudadanos se encuentran en una situación poco envidiable en empleo, ingresos, salud, educación, seguridad, convivencia, bienestar, cultura, instituciones y legalidad. En estos contextos, la lógica del deterioro (o de la entropía) ha hecho de la suyas, y lo seguirá haciendo a menos que haya una intervención humana no para anular la tercera ley de la termodinámica, sino para contenerla y paliar sus efectos más nocivos sobre el bienestar y la felicidad de las personas. Esa intervención debería provenir del Estado, a través de una gestión pública oportuna, eficaz y anclada en una visión lo más apegada posible a la realidad social (natural, física, química, biológica y psicológica).

Al hablar de gestión pública no hay que perder de vista que son personas concretas las que la piensan, diseñan y ordenan su ejecución a otras personas concretas. Al hablar de personas concretas –es decir, de homo sapiens— no se puede obviar lo que en filosofía de la ciencia, biología evolutiva y paleontología es sabido hasta la saciedad: el homo sapiens –cualquier persona, hombre o mujer— es falible (propensa al error), emocional, con intereses inevitables (comenzando con los que la vinculan a sus parientes cercanos) y con conocimientos limitados, pero también con herramientas a su disposición para corregir sus errores (no para anular su falibilidad), para que sus intereses y sus emociones no lo atrapen más allá de lo prudente y para que su conocimiento se aproxime mejor a la realidad. Estas herramientas son la ciencia (natural y social), la tecnología y las instituciones jurídicas y morales.

De cara a las personas que diseñan e implementan acciones de gestión pública –dígase planes de gobierno o políticas públicas— hay variables que no se deben subestimar y que ellas mismas no deberían subestimar, como es el caso de su falibilidad y de lo limitado de su conocimiento, así se trate de los expertos mejor cualificados del mundo. A ello se añade el que –por ser agentes sociales— realizan acciones e interacciones cuyas consecuencias escapan a su control, es decir, son no queridas ni previstas por ellos. Y, por último, está la propensión humana, demasiado humana, al abuso y a la corrupción, por aquello de que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Con todo, la gestión pública sólo cobra vida –y sólo puede incidir en los problemas de la realidad social— si hay personas a cargo de la tarea. Su responsabilidad es grande, tanto más cuando los problemas sociales son variados y agudos, y sus limitaciones (emocionales, de intereses y cognoscitivas) son muchas. Y se trata aquí de limitaciones inevitables, propias de cualquier homo sapiens: no hay humanos sin emociones, sin intereses e infalibles en sus decisiones o su conocimiento.

A lo anterior se suman otras limitaciones, estas sí corregibles, pero no de manera fácil. En primer lugar, los compromisos ideológicos, políticos o económicos que puedan tener (o tienen) las personas que tienen la responsabilidad de la gestión pública condicionan fuertemente sus sesgos y es bueno prestarles atención, pues pueden ir en contra del bienestar ciudadano; en segundo lugar, el nivel de conocimiento que esas personas tienen de la realidad social, ya que un pobre conocimiento puede traducirse en decisiones contraproducentes; en tercer lugar, lo lógico o ilógico de su visión de la realidad (su cosmovisión, si se quiere), que puede dar pie a una interpretación equivocada de los problemas; en cuarto lugar, el carácter de los recursos financieros, técnicos e institucionales con los que cuentan en un momento determinado para realizar sus propuestas de gestión pública, lo cual es decisivo para el éxito de cualquier intervención en la realidad social; en quinto lugar, la fuerza de sus socios y aliados, y la fuerza de sus oponentes y “enemigos”, que pueden facilitar u obstaculizar de manera significativa una gestión pública; y por último los tiempos de gobierno en una democracia, que imponen límites temporales a las acciones que se pueden diseñar y ejecutar desde la administración pública. En una democracia, para cualquier gestión pública que tenga que encarar problemas diversos y graves, el tiempo siempre será poco, y sólo por eso no le será posible resolver todos o la mayoría de problemas.

Pues bien, es con todos esos condicionantes y limitaciones que, desde el Estado, se diseñan y ejecutan acciones de gestión pública con la finalidad de incidir en (corrigiendo o intentando solucionar problemas de) la realidad social. Definitivamente, ésta es mucho más compleja que lo que se conozca de ella en un momento determinado; y sus problemáticas son tan intrincadas que atinarle a la solución de todas (o varias de) ellas es sumamente incierto. O sea, lo problemas sociales (y las dinámicas de la realidad social) siempre superan los conocimientos y la capacidad de intervención mediante la gestión pública. Y esta distancia es más crítica ahí donde es mayor la brecha entre el conocimiento y los recursos (financieros, técnicos e institucionales) y la diversidad y gravedad de los problemas sociales.

Ahora bien, toda gestión pública, por definición, tiene como finalidad incidir en la realidad social, y de muchas manares siempre termina haciéndolo. Otra cosa es que incida poco o mucho; que esa incidencia sea eficaz o ineficaz, o que la misma genere consecuencias imprevistas positivas o negativas. No tiene sentido, pues, decir que tal o cual gobierno no hizo nada, ya que en el límite por el sólo hecho de constituirse y funcionar como gobierno genera una incidencia –por los recursos que consume y por las decisiones que no se toman— en la realidad social.

Dejando de lado, por tanto, la hipótesis extrema de que desde una determinada administración gubernamental no se haga nada en materia de gestión pública, en la práctica las posibilidades de intervención que se ofrecen para aquélla son las siguientes: a) buscar atacar la totalidad de los problemas sociales en un momento dado; b) elegir un conjunto de problemas para su solución; c) apuntar a un problema fundamental, a la espera de que esta gran solución sea una especie de locomotora que articule, como vagones, otras soluciones a problemas que están asociados con el problema mayor.

Se trata de tres visiones de la gestión pública, cada una con sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No necesariamente se dan en estado puro y no resulta extraño que un determinado gobierno las mezcle o las haga suyas en distintos momentos de su gestión, o cuando hay continuidad en el control gubernamental por parte de un mismo partido. Sin embargo, la primera ha acompañado a varias gestiones de gobierno de izquierda en América Latina. Por ideología y por una incorrecta interpretación de la teoría de sistemas (o del “holismo” como gusta decir a muchos), importantes líderes e intelectuales de izquierda han creído que desde la gestión pública se puede incidir (para resolver, por supuesto) en la totalidad de los problemas sociales.

Al obviar los recursos disponibles, las limitaciones humanas, institucionales, técnicas y temporales (además de la propensión al abuso y los condicionamientos impuestos por las relaciones de poder vigentes) les cuesta darse cuenta de que atacar la totalidad de los problemas sociales es un imposible, y que realistamente lo único que puede suceder es que la ineficacia y la superficialidad ganen la partida. Varios de los dirigentes e intelectuales de la izquierda latinoamericana no se han dado cuenta de que “el que mucho abarca, poco aprieta”. Por aquí quizás esté la explicación de por qué algunas izquierdas han dejado la sensación de no haber hecho nada: quisieron hacer tanto que al final sólo rozaron en el tratamiento de todos los problemas que habían prometido resolver, con lo cual defraudaron a quienes esperaban el surgimiento de un nuevo ordenamiento socio-económico, cultural y político como desenlace feliz de esas gestiones.

Ampliar, sin control alguno, el abanico de los problemas a resolver cuando los recursos, las capacidades y los tiempos son limitados (y las relaciones de fuerza son adversas) no puede más que traducirse en acciones ineficaces –es decir, en una incidencia pobre— en prácticamente todos los problemas a los que se presta atención. Y, claro está, como desde el “holismo” en el que descansa esa visión se cree, erróneamente, que incidir en la totalidad significa incidir en todos los problemas, se termina por obviar el peso y relevancia de cada uno de ellos en la estructuración del todo social.

Desde una visión sistémica más rigurosa, se debe entender que en la totalidad no todos los componentes, dinámicas, fuerzas, etc., tienen el mismo peso, pues las decisivas (en las que hay que incidir si se quiere alterar la totalidad) son las que estructuran al todo. Eso permite identificar, no sin dificultades teóricas y empíricas, los problemas fundamentales, que tienen que ver con las dinámicas que configuran la realidad social, y atacarlos de frente, con todas las energías, capacidades y recursos disponibles.

De alguna manera, este es el espíritu que anima a quienes creen que la gestión pública no debe pretender alterar o transformar la totalidad social, sino atacar, de entre un abanico amplio de problemas, un conjunto limitado de ellos que afectan gravemente el bienestar ciudadano.

No es este un mal enfoque de la gestión pública. Por supuesto que se corre el riesgo de no elegir bien los problemas a resolver o de no articular sus respectivas soluciones correctamente. Pero es una respuesta razonable, dada la complejidad de la realidad social (y sus problemas) y dada la limitación de los recursos, los tiempos y las capacidades humanas. Además quienes enfocan así la gestión pública no juegan al todo o nada: aunque no resuelvan plenamente el conjunto de problemas escogidos para la intervención pública, pueden atacarlos con eficacia y ofrecer resultados positivos a los ciudadanos.

Y, por último, los problemas de la realidad social se pueden atacar seleccionando uno de ellos, como el objeto privilegiado de la gestión pública. Sin duda, hay problemas cuya envergadura e impacto en la sociedad exigen una priorización casi absoluta por parte no sólo de los gobiernos, sino de los Estados. Atinarle a la solución de un problema de envergadura y que esa solución sea la palanca para atender otros problemas puede ser un gran acierto de un gobierno. El riesgo es que la apuesta falle, pues eso se traduciría en un fracaso absoluto de la gestión pública. Y ello porque aquí también se juega al todo o nada. Empero, la política supone riesgos –y la gestión pública es gestión política— y hay quienes están dispuestos a correr el riesgo resolver un problema fundamental o de fallar en el intento. No es lo usual, pero sucede de vez en cuando.

En definitiva, caben pocas dudas que –dados unos recursos, tiempo y capacidades limitados— lo razonable es inclinarse por elegir un conjunto limitado de problemas sociales que estén articulados entre sí, y diseñar e implementar una gestión pública orientada a su solución. Es tan razonable esta forma de proceder que, en la práctica, tanto la gestión pública “holística” como la gestión pública centrada en un problema fundamental no pueden evitar (por las presiones y condicionamientos de la realidad) moverse hacia ella; y la que lo tiene más fácil es la gestión pública centrada en un problema, pues irremediablemente éste se haya asociado a otros que, en lo inmediato, también exigen una intervención desde la esfera pública.

San Salvador, 5 de septiembre de 2019

[1] Docente Investigador de la Universidad Nacional de El Salvador. Escuela de Ciencias Sociales. Miembro del Grupo de Trabajo CIESAS Golfo, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

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La promoción del neoliberalismo fascista a través de los videojuegos

Por: Vicenç Navarro

El cambio dramático del clima meteorológico y la toma de conciencia de los enormes daños causados a las poblaciones en su bienestar ha despertado una preocupación global sobre la necesidad de tomar medidas para paliar tal deterioro. Reuniones, congresos, artículos, películas, revistas, propuestas legislativas y un largo etcétera sobre el cambio de clima meteorológico son prueba de ello. Y como consecuencia, se percibe como un ignorante peligrosísimo a quien, como el presidente Trump, de EEUU, continúa negando que haya un cambio del clima meteorológico –como resultado de la intervención humana- que constituye una amenaza mundial .

Pero hay otro cambio de clima, también provocado por el ser humano, que está causando también un enorme daño y sobre el cual no se está haciendo nada . Me estoy refiriendo al cambio del clima cultural-ideológico que está teniendo lugar desde los años ochenta a los dos lados del Atlántico Norte, y que está deteriorando masivamente y de forma alarmante la calidad de vida de las poblaciones expuestas a él . A partir de los años ochenta hemos visto en los países de los continentes a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y Europa) un cambio muy significativo en los valores ideológicos y culturales hegemónicos en sus sociedades, de manera que se han ido sustituyendo los valores de solidaridad, así como de universalidad de derechos políticos, sociales, laborales y culturales (que habían surgido después de la derrota del nazismo y el fascismo en la II Guerra Mundial), por los valores de competitividad sin límites, con un individualismo feroz, en un proceso de selección darwiniano en el que la responsabilidad colectiva, pública y social es repudiada . Su objetivo es conseguir el máximo nivel de acumulación de riqueza, instrumentalizando el Estado para obtener tal fin, habiendo provocado una enorme concentración de la riqueza y de los ingresos a nivel nacional e internacional. En otras palabras, el triunfo del neoliberalismo, iniciado por el presidente Reagan en EEUU y la Sra. Thatcher en el Reino Unido, propició toda una nueva cultura que ha promovido tales valores intrínsecos a la ideología neoliberal.

Un elemento clave que ha garantizado la promoción y reproducción de tal cambio en el clima cultural-ideológico han sido los mayores medios de reproducción de valores – desde los sistemas educativos hasta los medios de información y persuasión – controlados por los intereses financieros y económicos que han promovido dicho cambio. Esta transformación ha sido muy acentuada en los medios audiovisuales y, de manera muy creciente, en la industria de los videojuegos, estos últimos orientados sobre todo hacia la infancia y la juventud, el tema principal de este artículo .

Los videojuegos violentos como cambio del clima cultural-ideológico: el neoliberalismo fascista en los medios

Un valor central que promueve esta cultura-ideología es, como acabo de indicar, el de la competitividad sin frenos, que se concreta en el objetivo de alcanzar mayor riqueza y mayores beneficios por parte del individuo que juega mediante el uso de todo tipo de intervenciones y comportamientos violentos y machistas, que han alcanzado unos niveles nunca vistos antes en cuanto a la intensidad de su crueldad y vileza . Es una especie de neoliberalismo darwiniano con características fascistas que incluye un canto a la fuerza física, al machismo (las mujeres son sistemáticamente presentadas como instrumentos de satisfacción erótica del hombre, merecedoras de ser violentadas y violadas) y a la violencia en cualquier forma, la cual va desde el asesinato hasta los robos, atropellos con vehículos, degollamientos, torturas y un largo etcétera.

Si usted, lector, no se lo cree, vea algunos de los videojuegos más vendidos en el mundo, tales como Grand Theft Auto , o PlayerUnknown’s Battlegrounds, el tercero y el quinto en este ranquin, respectivamente. Del primero se han distribuido 100 millones de copias, y del segundo 50 millones. En Grand Theft Auto, el tercero más vendido en el mundo, el jugador tiene por objetivo sobrevivir a costa de robos, asesinatos sin escrúpulos y estafas financieras, en una ciudad ficticia en la que no hay límites, ni para el enriquecimiento ni para los métodos para conseguirlo. Es la versión pura del neoliberalismo mafioso con características de una ultraderecha claramente fascistoide. Igual de violento es PlayerUnknown’s Battlegrounds , donde la violencia se expresa más a través del armamento militar, incluyendo armas de gran potencia. Aquí el objetivo es conseguir las armas y el equipamiento necesario para matar a todas las personas que han sido dejadas en una isla, hasta que solamente quede una en pie.

Manhunt , uno de los más viralizados por su sadismo (en sus versiones de 2003 y 2016), tiene como protagonista a un hombredespiadado y cruel que ejecuta a sus víctimas a través de distintos métodos, incluyendo hachazos, asfixia mediante bolsas de plástico o simplemente degollamientos. Mortal Kombat, otro de los juegos, añade otras acciones como arrancar la columna vertebral a las víctimas o aplastarles los genitales. Bully Game, en cambio, enseña cómo controlar un centro escolar mediante el bullying a alumnos y profesores. Y así, un largo etcétera.

La protesta en defensa de la vida frente a tanta violencia fascista y machista

La inclusión de tales prácticas violentas con el objetivo de optimizar el beneficio personal ha alarmado, por fin, a varias asociaciones internacionales de pediatría, medicina y psicología, así como a los consumidores, motivo por el que se ha creado un código internacional –el PEGI, Pan-European Game Information- para catalogar los videojuegos según su contenido, y que alude a la edad recomendada para su uso . Pero ello es dramáticamente insuficiente.

Una de las causas de esta creciente alarma es la evidencia que se está acumulando de que hay una relación directa entre actos de violencia y matanzas, por un lado, y la exposición a tales tipos de videojuegos, por el otro . Así pues, hay evidencias de que la exposición a los videojuegos violentos tiene relación directa con conductas, pensamientos y actitudes agresivas, así como con la disminución de comportamientos prosociales y de empatía hacia las víctimas . Uno de los estudios más relevantes es el llevado a cabo por Craig A. Anderson (2010), catedrático del Departamento de Psicología de la Iowa State University, titulado Violent video game effects on aggression, empathy, and prosocial behavior in Eastern and Western countries: A meta-analytic review , en el que, junto con otros autores, realiza un meta-análisis de 130 estudios experimentales y no experimentales hechos en EEUU y en Japón, que contienen una muestra acumulada de 130.000 individuos. Los principales resultados del estudio son:

– La exposición a los videojuegos violentos está relacionada positivamente con comportamientos agresivos, cognición agresiva y actitudes agresivas. También está relacionada con la desensibilización, la falta de empatía y la falta de conductas prosociales . Los resultados son estadísticamente significativos en los estudios experimentales, los cross-culturales y los longitudinales.

– Los efectos de los videojuegos violentos son significativos tanto en EEUU como en Japón.

– Los estudios longitudinales afirman que los videojuegos violentos son un factor de causalidad de riesgo a largo plazo (conductas agresivas, empatía-desensibilización, etc).

En un estudio anterior de 2008, titulado Longitudinal Effects of Violence of Violent Video Games on Aggression, Empathy and Prosocial Behavior in Japan and the United States , Anderson y otros autores ya señalaron que el tiempo destinado al consumo de videojuegos en los EEUU pasó de 4 horas semanales a 16 en solo 20 años, y que los juegos favoritos de los niños/as y jóvenes tienen contenidos violentos, a pesar de las restricciones de la industria .

Y por si el grado de violencia del contenido de los videojuegos no fuera suficiente, no deberíamos ignorar que en la mayoría de ocasiones hablamos de jóvenes que se encierran en su habitación y pasan horas y horas conectados a la pantalla pero desconectados del mundo real, dejando en un segundo plano su vida social o familiar y sus estudios .

Clasismo, machismo y racismo en los videojuegos

Finalmente, cabe destacar también que la mayoría de estos videojuegos contienen, además, estereotipos muy claros de raza,clase social y género . En Grand Theft Auto , por ejemplo, que, como hemos señalado, es uno de los más vendidos, los ricos son blancos, viven en mansiones, van bien vestidos y peinados, y juegan al golf. Los delincuentes viven en los suburbios, son latinos y/o afroamericanos que escuchan música RAP, van mal vestidos y no están integrados socialmente. Las mujeres, como ya he indicado anteriormente, nunca son protagonistas . Solo aparecen como víctimas la mayoría de las veces, y siempre enmarcadas en situaciones de denigración y marginación: son prostitutas o strippers, aparecen con poca ropa y la mayoría son hispanas y/o afroamericanas . Su actitud es siempre sexual, vulgar y provocativa. La figura de la mujer es presentada como mero objeto sexual para placer y diversión del hombre, con la asociación de placer de uno a costa del dolor del otro.

El adoctrinamiento neoliberal y también de la violencia fascista en nuestra sociedad

Ni que decir tiene que la gran mayoría de creadores de tales videojuegos violentos niegan que tengan ningún impacto entre sus jugadores . Tal argumento también fue utilizado en su día por los canales televisivos que proyectaban y promovían la violencia en sus películas. La evidencia acumulada ha mostrado su falsedad.

La amenaza existe, pues los videojuegos son una de las formas de ocio preferidas por niños y jóvenes, promovida por una industria que solo en España manejó 1.359 millones de euros en 2017, siendo este país el cuarto mercado de videojuegos en el ámbito europeo. Según la Asociación Española del Videojuego (AEVI), cerca de un 44% de la población española entre 6 y 64 años se declara jugador/a de videojuegos, con una dedicación semanal de 6,6 horas, siendo los videojuegos el 62% de todo el consumo de ocio audiovisual, mucho más que el cine (27%) y la música grabada (11%). Ni que decir tiene que los videojuegos pueden tener también fines educativos y ser utilizados de forma que no empobrezcan las relaciones interpersonales, gozando de las experiencias colectivamente, lo que puede convertirlos en una herramienta útil . Pero es más que preocupante que sean los medios de ocio más utilizados por los jóvenes y niños, y que algunos de los más populares – y de una manera creciente – sean los más violentos . Tal como ha denunciado Amnistía Internacional, la sistemática violación de los derechos humanos que tal tipo de videojuegos está promoviendo debe denunciarse. Como ya he indicado anteriormente, en EEUU el tiempo dedicado al consumo de videojuegos ha pasado de ser de 4 horas semanales a 16 en solo 20 años, y lo que es preocupante es que algunos de los juegos preferidos por niños y jóvenes sean los más violentos. De ahí que, en aquel país, donde tales programas han sido más extensos, la American Academy of Pediatrics, la American Psychology Association, la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, la American Medical Association, la American Psychiatric Association y el Ministerio de Salud del Gobierno Federal (el US Department of Health) hayan denunciado esta situación, exigiendo un control de tales productos, propuesta a la que se oponen, cómo no, las fuerzas neoliberales, que defienden lo que ellos llaman el derecho del consumidor en el mercado .

El neoliberalismo siempre ha utilizado su supuesta defensa de la libertad para desarrollar y promover las peores dimensiones del ser humano, habiendo defendido regímenes y Estados horribles a fin de defender lo que preservan como mercado, que no es ni más ni menos que la instrumentalización y manipulación de la ciudadanía para el beneficio de los intereses económico-financieros que controlan las instituciones políticas y mediáticas . La ciudadanía debe, pues, rebelarse, ya que tal epidemia de valores violentos está haciendo un daño enorme -y quizás irreparable- a la sociedad. Le ruego al lector que distribuya extensamente este artículo y que se movilice para parar y denunciar tal acoso.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252765

 

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