Haití arde mientras el mundo lo ignora

Por: Karen Varon Rojas

Haití es conocido mundialmente por ser el país con los índices de desigualdad más altos de América Latina y el Caribe; también ha sido tema de conversación los últimos días debido a las publicaciones en prensa internacional y a las reacciones en redes sociales producto de las fuertes manifestaciones que vienen desarrollándose desde el pasado jueves en la capital y en distintas zonas del país.

Si nos proponemos por dos minutos tejer algo de memoria sobre este lugar, que parece ajeno para muchos en el mundo, podemos mencionar que fue la primera y única nación de esclavos negros que logró liberarse; que el kreyol o criollo haitiano (lengua materna y herencia de la revolución) es uno de sus idiomas oficiales además del francés, y aproximadamente un 99% de la población lo conoce y/o habla.

También podemos decir, que históricamente su lectura de la religión, de la espiritualidad, del arte, de la música y de la cultura han sido señaladas, estigmatizadas y juzgadas debido a que configuran una cosmovisión del mundo distinta a las convencionales y/o a las occidentales, por involucrar y reconocer el medio ambiente, la música, los tambores y los orígenes en la ancestralidad africana.

Un poco de contexto necesario

El 7 de febrero de 1986, Jean Claude Duvalier dictador haitiano conocido como «Baby Doc» fue derrocado por una revuelta popular dando fin a su atroz dictadura, a las constantes violaciones de derechos humanos y a los numerosos casos de corrupción que se vivieron durante su mandato. Paradójicamente, en esta misma fecha en 2017, Jovenel Moise, se posicionó como presidente de Haití.

Dos años más tarde, es decir el pasado jueves 7 de febrero, iniciaron las fuertes manifestaciones en Puerto Príncipe y en distintas zonas del país reclamando la renuncia del mandatario, luego de que el Tribunal Superior de Cuentas emitiera un informe de auditoría que evidencia una infinidad de irregularidades, la terrible gestión de recursos y las posibles desviaciones de fondos prestados por Venezuela en 2008 para ayudar y potenciar el desarrollo económico y social de Haití con el programa de PetroCaribe.

El informe revela además la participación en este grave escándalo de corrupción de 15 exministros y altos funcionarios del gobierno, entre ellos el actual presidente Jovenel Moise, quien apareció como responsable de una empresa que se benefició de dichos fondos para la construcción de una carretera, por medio de un proyecto en el que no se encontraron contratos o procesos legales oficiales, y quien además siempre había defendido su inocencia en declaraciones pasadas cuando se referían a este caso.

Es importante señalar, que esta situación sale a la luz pública en un momento de tensión, ya que el pasado 5 de febrero, el Gobierno declaró el país en urgencia económica, lo que se ha visto traducido en la devaluación de la moneda local frente al dólar de manera exponencial las últimas semanas, una inflación cercana al 15% acumulada en 2 años, la escasez de combustible en el país que también resulta en una de crisis de electricidad y en general la imposibilidad de garantizar el acceso a alimentos básicos para suplir una canasta familiar.

7 días de fuertes manifestaciones

Hoy las calles amanecen con un ambiente de incertidumbre en el séptimo día de manifestaciones convocadas por la oposición y diferentes sectores sociales reclamando la renuncia inmediata de Jovenel y el gobierno aún permanece en silencio; el único pronunciamiento lo hizo el secretario de gobierno Eddy Jackson Alexis el lunes 11 de febrero a través de un comunicado de prensa, en el cual rechaza la violencia y llama al diálogo entre la oposición y el gabinete del actual mandatario. La comunidad internacional y el sector económico nacional también emitieron un comunicado a través del Core Group llamando al diálogo entre ambas partes, no obstante, las protestas continúan en Puerto Príncipe y en el resto del país.

La situación es de tal urgencia que el día de ayer al menos 78 prisioneros de la cárcel civil en la comunidad de Aquin, escaparon en medio de las manifestaciones; la embajada estadounidense recomendó a mujeres, niños y personas no esenciales abandonar el país, y se percibe un ambiente de tensión e incertidumbre por una posible crisis migratoria.

Ahora veamos en qué lugar tiene los ojos el mundo, veamos en donde centra su dolor selectivo, pues en este país, el Estado además de estar absolutamente ausente, también es represor y violento con los manifestantes: desde que iniciaron las protestas el número de muertos supera los 16 y hasta el día de hoy, según reportes no oficiales, la cantidad de heridos es desconocida (el reporte oficial de la PNH es de 4 muertos).

Veamos si su nivel de indignación permanece intacto cuando muchos de los muertos han sido consecuencia de la violencia policial y la imposibilidad del Estado por responder a las demandas de los manifestantes; o porque el acceso a salud y a educación es limitado y casi nulo; o en general, por las condiciones de vida en las que viven la mayoría de los haitianos que no suplen muchas de sus necesidades básicas.

En Haití no hay petróleo, y Estados Unidos ya vino «a salvarlo», o mejor a intervenirlo (siempre luego de algún momento de desestabilidad política o algún fenómeno natural como el terremoto de 2010 o el Huracán Jeann en 2004), a través de la «donación» de casi 60 mil sacos de semillas híbridas de maíz y otros vegetales provenientes de MONSANTO, alterando la agricultura local y afectando la semilla nativa, porque nunca se explicaron los efectos futuros sobre el suelo y las posibles consecuencias de su uso en el medio ambiente y en la salud de las personas.

Organismos como la ONU ya se han pronunciado y la comunidad internacional también, de hecho, su presencia en el territorio haitiano ya tiene varios años; sin embargo, es de vital importancia señalar que la descomunal ayuda humanitaria y los mecanismos de control eran y/o siguen siendo el motor del fenómeno de corrupción que agobia este país. Un ejemplo de ello fue el despliegue militar que hubo con los llamados cascos azules que vinieron a «impartir orden y a traer la paz a las calles haitianas» en 2004 a través de la llamada Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), no obstante, olvidaron mencionar que fueron dichos cuerpos de seguridad quienes también trajeron el cólera, violaron y dejaron a muchas mujeres haitianas en embarazo antes de retornar a sus países, entre otras graves vulneraciones a los derechos humanos.

El daño que le ha hecho la «ayuda humanitaria» a Haití, la sobre intervención de organizaciones no gubernamentales, los altos montos de dinero que le pagan a extranjeros en las organizaciones de «expertos» cuando en la realidad ni siquiera se les exige hablar criollo haitiano o hacer contacto con la gente en la cotidianidad, o con la cultura local. El complejo modelo de Estado, la centralización del poder en Puerto Príncipe y a su vez la gobernabilidad desdibujada ha resultado en la opción de desarrollo del país a manos de organismos internacionales sin una adecuada regulación por el Estado haitiano.

Lo anterior, es sólo una opinión que me permito construir luego de vivir dos años en este país, y trabajar con comunidades; es un llamado a analizar y a reflexionar cómo EEUU salva los países, con qué criterios, con qué objetivos, y sobre todo a repensar hacia dónde están nuestras preocupaciones, nuestra indignación, nuestro dolor y también nuestra indiferencia.

Fuente: http://www.radiolaprimerisima.com/articulos/8200/haiti-arde-mientras-el-mundo-lo-ignora/

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Invasiones y terrorismo, 5.000 soldados para las guerras ajenas

Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Las elites de la clase política global, estudian, diseñan, formulan y trazan la política a seguir en cada nueva intervención político-económica-militar. La elite, situada en el Pentágono, la Casa Blanca, la Torre Trump, el G-7, configura ideológicamente el plan a seguir. La base de esta planeación estratégica, con análisis de escenarios, alianzas, costos y beneficios, distribución de poder y proyecciones, se resume en definir al enemigo de la seguridad y la paz global al que hay que combatir. El paso dos del proceso de planeación se orienta a comprometer a otros, al lobby diplomático, las visitas in situ (como la reciente de vicepresidente Mike Pence el 13 de agosto para hablar entre otros de Venezuela, Irán, Rusia y pedir que se corten relaciones con Corea del Norte), a crear vínculos con gobiernos, formaciones políticas (especialmente de derechas), trasnacionales, organizaciones multilaterales o incluso ONU, OEA, medios de comunicación y grupos de opinión, sobre los que se descarga la idea de que en la siguiente etapa de destrucción se hará lo que la opinión pública quiere que se haga porque la democracia lo exige y la seguridad lo necesita.

La siguiente etapa que es de destrucción, inicia con la injerencia de la matriz mediática insistente, incisiva, redundante, imparable, y la ocupación del terreno en todos sus componentes (político, social, económico, cultural), nada distinto al proceso de invasiones a América con conquista, evangelización y colonización. La tarea queda a cargo de ejércitos, tropas y novedosos aparatos asesinos no tripulados, que componen la intervención militar, en la que a las elites les resulta útil comprometer a un buen numero de países, gobiernos y estados que cumplan tareas directas, se hagan visibles, atiendan ordenes de campaña y extiendan el marco de posibilidades para que las consecuencias ya previsibles de retaliación con acciones terroristas sean también redistribuidas.

La tercera etapa es de reconstrucción, en la que se juega a fondo el orden económico global estrechamente vinculado al capital financiero. El modelo de invasión se termina interpretando como de guerra asimétrica, en aplicación de la Ley Patriot de 2011 y de la guerra preventiva que derrumba las barreras y limites entre lo civil y lo militar, entre lo político y lo económico, entre la vida y la muerte, que a la vez destituyen el orden legal del DIH y de los derechos humanos y termina por imponer la premisa de que no hay derechos ni garantías de protección para los declarados enemigos sean pueblos o personas. El objetivo de las elites globales y en escala locales, de su metódica planeación, destrucción y reconstrucción, es obtener el control total de la población, el territorio y las riquezas, cambiar reglas y someter al orden hegemónico ideológico y cultural.

Los invasores, que impiden cualquier expresión de levantamiento p

opular de resistencia, esperan una contraparte que les permita legitimar y mantener sus acciones de guerra, y empujan para obtener respuestas de tipo terrorista, de cuya existencia son sus responsables. De esta manera los civiles dejan de existir y con ellos el sentido del sufrimiento de las victimas. El agresor puede ser cualquiera y la victima también, los mercenarios se llaman ahora contratistas y los contratistas no entienden de ética ni legitimidad. Las invasiones y las acciones de respuesta asimétrica de tipo terrorista, llevan implícito el regreso de la ley del talión, en tanto que si un país ataca a otro, queda expuesto a ser atacado con la misma ferocidad por quien quiera proclamares representante de una comunidad, pueblo, minoría o grupo y puede también o no tener conexiones globales.

El que ataca como parte de un ejercito de invasión, no recibe ordenes directas si no que cumple misiones y entenderá que la destrucción es un daño colateral necesario, sea de vidas humanas, bienes culturales o infraestructuras y el que ataca en acción terrorista entenderá que responde a una venganza. El que ataca como parte del ejercito invasor representa a su país de origen sobre el que recaerán las retaliaciones por donde menos lo espere. Un soldado en guerra ajena inscribe el nombre de su país como territorio próximo de la retaliación. Cuando la acción terrorista no se hace posible en el lugar geográfico del invasor, el ataque podrá producirse en cualquier parte con alguna representación global donde se junten nacionales de distintos países, como sitios de peregrinación, grandes superficies, parques públicos, sitios turísticos, centros culturales o deportivos, calles, avenidas, fiestas populares, iglesias, mezquitas, sinagogas. Basta que haya escarnio y el dolor genere mas rabia y menos tolerancia, que despierte pasiones y desate lo menos humano de los humanos, que active el imaginario de que en cualquier lugar hay un enemigo anunciando que el que ataque también será atacado, a su tiempo, en el momento preciso.

Son guerras inventadas, planeadas para mantener al mundo bajo estado de excepción, (estado de sitio del que Colombia es su precursor en democracia), para acelerar la velocidad de expansión del capital triplicado en papeles especulativos; desestabilizar independencias; sostener la desigualdad global y local que muestra a menos de millón de humanos dueño de mas de la mitad de todo lo que existe incluida la profundidad de los mares y la inmensidad del infinito ante varios miles de millones que sobreviven con hambre, sufrimientos y carencias. La desigualdad acoraza a la arrogancia del poder que queda libre para extender el capital especulativo, los nuevos instrumentos financieros, las tecnologías y el despojo de las riquezas materiales que sostienen la vida humana y del planeta.

Las de hoy son invasiones asimétricas, guerras inútiles alimentadas con odios, con mitos morales y discursos espurios de buenos y malos, con mentiras, con falsos temores que provocan miedo y hacen que las mismas victimas se encarguen de pedir mas control, mas seguridad, aunque esta traiga consigo socavar derechos y eliminar libertades. Los cambios en la morfología de la economía y la política globales, ponen al descubierto un modelo ideológico que promueve la guerra cotidiana, que desestabiliza la idea de que “para alguien pueda existir lo cotidiano fuera del espacio y el tiempo de la guerra” (Appadurai, 2007). Lo inalcanzable y despiadado de las fluctuaciones del capital resulta tan lejano y tan solido en su capacidad de controlarlo todo, que desborda los antagonismos que antes lo enfrentaban y eliminan los espacios para confrontarlo y ponerlo a debate. Es en la mitad de estos cierres e intolerancia que surge el terror celular, individual o colectivo con capacidad de globalizarse y reemplazar por violencia cualquier salida de paz como pilar de la vida cotidiana. El terrorista reclama representar la incapacidad de los pueblos para resistir tanta muerte y humillaciones.

La terrible noticia para Colombia, es que aparte de incumplir la palabra empeñada para responder al compromisos de la paz firmada, de soslayo abra las posibilidades para participar en otras guerras del lado de los invasores y se disponga a enviar 5000 soldados como carne de cañón y a costa del erario a perseguir enemigos señalados así las elites de la clase política global, que con xenofobias, discriminaciones y odios extienden una política de ultraderecha global basada en intervención, injerencia y violación de la soberanía y libre autodeterminación de otros pueblos. Quizá rememorando el envió de tropas en 1951 para empezar la guerra fría, Colombia envió a corea a casi 5000 soldados a impedir la expansión del comunismo, aunque no sabían donde quedaba, sin embargo entre el casi cercano medio millón de victimas murieron 196 y mas de 400 quedaron heridos y olvidados. Resulta poco comprensible que el presidente Santos que ha cosechado logros políticos y sociales en nombre de la paz y obtenido un premio nobel dedicado a las victimas y ofrendado a la vida, incentive, promueva y conduzca soldados campesinos a guerras ajenas de las que no todos regresarán, en las que hay destrucción, muerte, sufrimiento y también retaliación terrorista. ¿Cual democracia hay que defender en territorios ajenos, si aquí todavía no funciona?, ¿cuales derechos hay que devolverle a otros pueblos si aquí todavía no es clara la idea de ser humano que estamos construyendo y que no dejamos de violentar?, ¿Cual terrorismo hay que salir a combatir, si aquí la barbarie supera lo imaginable y borra sus huellas con nueva barbarie?.

Nada justifica las acciones orientadas a producir terror y todas son condenables, repudiables. Tampoco nada justifica las intervenciones abiertas y encubiertas que desestabilizan la vida, provocan la muerte y alientan que la intimidación, el temor y el miedo se apoderen de las vidas y las mentes de los inocentes. Es por lo menos incoherente con la paz en construcción llevar soldados de estas tierras a combatir en tierras ajenas, porque mañana vendrán los expulsados de allá y crecerá la xenofobia, la rabia, el odio y entonces basta con una acción terrorista. Ese es el plan, el circulo vicioso que crea el capital con soldados que matan y mueren, con terroristas que envilecen y también son asesinados, civiles expuestos de lado y lado y elites que distribuyen réditos políticos y riquezas, impidiendo entender que no puede seguir siendo cierto que los buenos sean buenos porque matan a los malos. La lucha hay que ganársela a toda intervención, a toda violencia, a toda agresión imperial y de venganza.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=230496&titular=invasiones-y-terrorismo-5.000-soldados-para-las-guerras-ajenas-

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