Las iras de Selma

Por: Leonardo Díaz

Martin Luther King enseñó que debíamos conservar el espíritu contestario de la ira vengativa, renunciando a la venganza.

El 7 de marzo de 1965, la marcha del movimiento reinvindicativo por los derechos ciudadanos de los afroestadounidenses, inspirado por el Dr. Martin Luther King, e iniciada en la ciudad de Selma, Alabama, recibió una despiadada represión policial en el puente Edmund Pettus.

En Selma se enfrentaron dos tipos de ira: una, caracterizada por la indignación no vengativa ante el atropello de la dignidad humana, en palabras de la filósofa Martha Nussbaum, una “ira transicional”; la otra, caracterizada por el odio racial, marcada por el deseo de castigo violento a los “transgresores del orden natural de las cosas”.

Dos años antes, frente al Capitolio, el Dr. King habia pronunciado su célebre discurso “tengo un sueño”, con la denuncia de una proclama incumplida, la de la emancipación de la descendencia esclava: “la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación”. (https://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/texto-integro.html)

Señaló que la nación estadounidense habia fallado en su promesa, porque: “En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de ‘fondos insuficientes’”. (Ibid).

En el discurso del reverendo no encontramos ninguna condena personal. Sus análisis se centran en procesos e instituciones, se despersonaliza la confrontación. Las situaciones de injusticia social trascienden a los individuos que protagonizan las coyunturas, y por tanto, la solución de las mismas no se logra con el aniquilamiento personal de los agresores.

El Dr. King entendía que el proceso de transformación social a la que aspiraba requería de una curación, de una transmutación de los objetos de odio en sujetos de cambio, una reconversión similar a la que Esquilo había representado en su obra Las euménides, donde la supervivencia de la ciudad requería la transformación e incorporación de las diosas de la venganza, expresión de un orden autoritario y cruento, al nuevo orden social democrático.

Como señala Nussbaum (La monarquía del miedo, cap. 3), la analogía entre la situación de los afroestadounidenses con la de ciudadanos con un cheque carente de fondos no es fortuita. La deuda requiere una reparación, no la aniquilación del deudor. Si queremos que la deuda sea saldada debemos recomponer las relaciones entre deudor y acreedor. Y estas nuevas relaciones se basan en la esperanza de que el deudor honrará su compromiso, y en la imaginación, para pensar las estrategias que deben diseñarse para realizar el saldo, si hay resistencia al cumplimiento.

Desde la perspectiva del Dr. King, ese aspecto es muy importante pues consideraba que el movimiento de los derechos civiles “podía desarrrollar una organización social íntegra y saludable” para lograr sus objetivos, o sucumbir ante la ira que buscaba represalia por el daño infligido.  El objetivo de esta ira era sancionador, pero no llevaba hasta las últimas consecuencias, no construía. (Nussbaum, op. cit.).

Martin Luther King enseñó que debíamos conservar el espíritu contestario de la ira vengativa, renunciando a la venganza. Consideró que entregarnos a esta destruye la posibilidad de transformar las condiciones objetivas de la injusticia y la de potenciar una auténtica conciencia democrática. Como Esquilo, percibió la ira vengativa impidiendo:

…“¡que la feraz prosperidad de una vida provechosa

haga brotar la tierra

la radiante claridad del sol!”

(Euménides, vv.916-926, citado en M. Nussbaum, La ira y el perdón, FCE.)

Fuente: https://acento.com.do/opinion/las-iras-de-selma-8908896.html

 

Comparte este contenido:

“Ira transicional”

Por: Leonardo Díaz

Aceptando el referido supuesto, debemos ser conscientes de nuestra propensión a confundir nuestro miedo y nuestra ira vengativa con el deseo de justicia.

Concluyo mi pasado artículo,Ira y justicia”,  con dos problemas: ¿es posible transmutar la ira vengativa en una indignación no colérica? ¿cuál es la importancia de lograrlo para una sociedad democrática?

Martha Nussbaum introduce el concepto de ira transicional” para plantear la posibilidad de una ira no vengativa. (La monarquía del miedo, cap. 3). A diferencia de la ira colérica, que se cierra en torno a una acción pasada para agraviar al transgresor, la ira transicional” se abre hacia el futuro, en busca de la rehabilitación.

Nussbaum ejemplifica el fenómeno con la indignación de los padres por la acción indebida de sus hijos. Los buenos tutores se indignan, pero no castigan retributivamente” a sus tutelados. Pueden imponer un castigo, pero no realizan un acto vengativo. Su indignación no colérica se proyecta al futuro mediante una acción formadora.

La actitud vengativa no busca una auténtica reparación. La pena de muerte para el asesino no repara el asesinato, solo aniquila al homicida. Por el contrario, la actitud de la ira transicional” pretende reincorporar al infractor transformándolo como agente moral; una transformación que no solo lo modifica como individuo, sino también, contribuye a cambiar las condiciones objetivas que lo han llevado a producir un agravio. Por esto, a diferencia de la primera disposición, la segunda contribuye a una auténtica transformación social.

Nussbaum sostiene que la ira vengativa se fundamenta en el miedo, que a su vez, se relaciona con nuestra vulnerabilidad. Partiendo del supuesto de que la ira constituye la respuesta a un daño causado contra nosotros, o contra el objeto de nuestro amor, una persona invulnerable nunca sentiría ira, porque nunca sería agraviada. Una tradición rigorista de la filosofía, que se remonta a la escuela estoica, ha querido hacernos invulnerables a través del desapego a todo aquello que puede generar daño o dolor, y con ello, convertirnos en invulnerables con respecto al miedo.

El problema, como señala Nussbaum, es que esta actitud no es viable, nos deshumaniza. Cuando perdemos el miedo, perdemos también el amor” (op. cit. p.111). Cuando amamos, somos vulnerables, no estamos en control de la situación, ni pretendemos tenerlo; somos más sensibles, más humanos. El precio de nuestro amor, de nuestra humanidad, es la conservación del miedo.

Aceptando el referido supuesto, debemos ser conscientes de nuestra propensión a confundir nuestro miedo y nuestra ira vengativa con el deseo de justicia. Esto puede ocurrir defendiendo una causa social (la equidad de género, la igualdad racial, la libertad de expresión), si nos preocupamos mucho más por destruir a los responsables de una situación que consideramos injusta en vez de comprender los procesos sociales y psicológicos que la han creado para transitar hacia otros nuevos.

La evolución de las sociedades democráticas ha implicado el proceso de una ira vengativa a lo que Nussbaum denomina una ira transicional”. El avance en el reconocimiento de los derechos humanos que caracteriza a las sociedades abiertas, y las distingue de las sociedades autoritarias, nos ha dado muestras históricas fehacientes. En mi próximo artículo, mostraré uno de ellos.

Fuente:

Comparte este contenido: