Entrevista a Viviana Roldán: «Que una niña o niño no juegue es grave, es una bandera roja de alerta»

Fuente: La Capital /Autora: Marcela Isaías

La psicóloga Viviana Roldán llama la atención sobre el «chupete electrónico», el celular para callar a los bebés.

or qué es importante el juego en la infancia? ¿Qué papel tienen los adultos como promotores de los espacios y momentos lúdicos? Y ¿qué pasa cuando una nena o uin nene no juega? La psicóloga Viviana Roldán recorre estas y otras preguntas alrededor del valor del juego en la infancia, una función que define como natural a los niños y niñas.

Roldán es docente de la Cátedra de Psiquiatría Infanto Juvenil de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR), donde también realiza tareas de asistencia. Además, integra el Forum Infancias Rosario, un espacio conformado por profesionales de la salud y la educación. En charla con La Capital, mira con preocupación que desde bebés se les ponga un celular en la mano para callarlos, el famoso «chupete electrónico», que funciona como un dispositivo de adiestramiento al servicio de los adultos.

—¿Por qué es importante que un nene o una nena jueguen?

—El juego es una función natural en los niños. Si pensamos una postal en cualquier lugar del mundo vemos niños y niñas jugando. Incluso en los libros, en los cuentos… siempre hay imágenes jugando. Ahora, ¿por qué es importante que el niño juegue, tenga ese espacio libre de intromisión?, porque cuando juega va recreando un espacio que es propio y se va constituyendo como sujeto. Es importante que tenga esa propia libertad para elegir a qué jugar, cuánto tiempo. A medida que los niños van creciendo van entrando otras variables, pero el juego sigue teniendo esa misma función.

—¿Se puede decir que «se enseña» y «se aprende» a jugar?

—Si tengo que decir una primera respuesta diría que se puede enseñar, pero es mejor pensar en que se promueva y se acompañe al juego, porque el juego es inherente al niño y a la infancia. Claro que hay etapas donde aparecen situaciones como «te enseño a jugar al ludo», «te enseño a jugar a las cartas»…

—¿Qué pasa con los adultos y el juego de los chicos?

—Es común escuchar a los padres y madres que expresan: «Yo no estoy jugando con mis hijos porque no tengo tiempo», «Me doy cuenta de que cuando llego quiere jugar y no tengo ganas ni pilas». Y por todo eso, «ahora me estoy haciendo un ratito en la agenda para estar a tal hora». ¿Sirve esto? No, no sirve. Sirve si lo disfruta y si hay ahí un deseo y comunicación verdaderos. Incluso es mejor si dejamos al niño que juegue espontáneamente. En todo caso, en algún momento hay que hacerse la pregunta sobre por qué no hay tiempo para estar con el hijo. Por otra parte, es importante un llamado de atención a la cantidad de horas que el chico le dedica a los aprendizajes, cuando al tiempo de la escuela primaria se le suman otras actividades extras. Inclusive sería genial que en las mismas escuelas hubiese un tiempo para que puedan jugar de manera libre, a lo que se les ocurra. Un tema muy difícil porque hay disposiciones para controlarlos, para que no se peleen o golpeen, hay temor a los reclamos judiciales. Hay escuelas donde directamente está prohibido correr. Nosotras jugábamos a «Ladrón y policía», corríamos y desplegábamos toda esa motricidad de los 10, 11 años que llega con lo prepuberal. Hay una cuestión lúdica que va procesando, va marcando la realidad, cómo se introducen en la sexualidad, en el juego de conocer a un chico o una chica…

—¿Qué ocurre con el juego y las pantallas?

—Es un tema de preocupación que cada vez desde más pequeñitos estén con el «chupete electrónico». En un restorán o en cualquier lugar donde es natural que el bebé grite, quiera comer con la mano o que «moleste» de alguna manera, es común que los padres les den el celular y se calmen automáticamente. El celular tiene pantallas cada vez más lindas, mejores colores, con videos. Es realmente impactante, inquietante, ver cómo funciona en los más pequeños como una cuestión bien adaptativa y de adiestramiento al servicio de los adultos, porque le dan un celular y se calla. O bien cuando tienen que deambular, y sin embargo están tirados en el piso, quietos con el celular en la mano. Y no deambulan, no gritan, nada. Esto es de atención.

—¿Y con los nenes y nenas más grandes?

—El punto clave aquí es que no pueden estar al margen. El celular se ha convertido en un punto de socialización y si el chico, a determinada edad, no tiene el celular no participa de una juntada, una salida al cine, no se comunica en el grupo de WhatsApp con sus compañeros… prohibirlo no tiene sentido. Es más, cuando son un poquito más grandes hemos asistido en el consultorio a brotes y peleas familiares impresionantes porque les han querido sacar el celular. No se puede sacar el celular, pero tampoco puede haber un corrimiento tan radical de quien está en función materna y paterna. De ninguna manera. Lacan dice que el cachorro humano es aquel más vulnerable de la especie y quien necesita más tiempo de acompañamiento del otro para crecer. Entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo? Si cada vez desde más chiquitos les estamos dando un aparato, eso seguramente va a impactar en su subjetividad. Hay un corrimiento del papel del adulto. El papel de padre y de madre es irreemplazable, del otro que acompañe, introduzca en el lenguaje, que haga «upa», que calme, eso es irreemplazable.

—¿Cómo un adulto sabe cuál es el límite con el uso y juegos con las pantallas?

—En general, los padres están muy pendientes y se preocupan: «Uy, cuánto hace que están con la play». Pero a la vez hay padres que dicen: «Apagá eso, te la voy a romper en mil pedazos». Yo he escuchado padres que me han llegado a decir «tuve que cortar la luz, porque me pide «un ratito más, un ratito mas»…». El padre o la madre tienen que quedarse al lado o cerca del niño cuando le dice que corte y vaya a hacer otra cosa. A lo mejor cuando se lo pida el niño le va a decir «bueno, juguemos juntos», «ayudame a hacer la tarea» o «a hacer lo que hace tres meses me dijiste que íbamos a hacer». Es decir, demanda su acompañamiento, que es irreemplazable. La responsabilidad es de nosotros. No podemos como adultos alarmarnos por la cantidad de horas que pasan frente a las pantallas sin hacerles otra oferta o estar ahí presentes, para sostener con nuestro cuerpo esa responsabilidad. Y obviamente que no está bueno que el único plan de un niño o niña en el fin de semana sea sentarse a jugar a la play.

—¿Qué dice un nene o una nena que no juega?

—Un niño que no juega es grave. Como profesionales de la salud mental, podemos pensar en las patologías más graves. Depende la edad, puede tratarse de un arrasamiento de la subjetividad, una inhibición muy importante, algo muy intrusivo de parte del otro que el niño no puede procesar. Que un niño no juegue no es una bandera amarilla, es una bandera de alerta roja. No es lo mismo un niño de dos o tres años que no juega, que no habla, que no fija la mirada y que hace pensar en una patología grave, que otro de 6, 7 años que venía con un crecimiento normal, le ha ocurrido algo y no juega. Aquí sí pensamos en alguna inhibición, que le ocurrió alguna situación traumática, como ser objeto de alguna situación de violencia o también por alguna cuestión muy rígida al interior de la educación de cada familia: como, por ejemplo, que quiera jugar con una muñeca y el padre se lo prohíba. El psiquismo queda conmovido. Que un nene o una nena no juegue no es lo mismo en cada momento, pero siempre es un signo de alerta.

El próximo 5 de agosto comienza el curso de posgrado «Clínica interdisciplinaria con niños y adolescentes». Se dicta los sábados, de 9 a 14, en la Facultad de Ciencias Médicas (UNR). Está coordinado por las psicólogas Viviana Roldán, Marcela Salvai y la fonoaudióloga Yanina Romani. El plantel de docentes lo integran profesionales de la Universidad Nacional de Rosario, integrado por Ana Bloj, Ana Rebechini, Martín Varela, Daniel Vaccaro, Esther Tocalli, Angeles Celaya, Marisa Odone y Hugo Melfi. Y como invitados especiales están Enrique Orchansky (pediatra y cirujano), Irene Sobol (fonoaudiologa), Gabriela Dueñas (docente UBA, Usal), Alba Flesler (supervisora Hospital Carolina Tobar García e integrante de la Escuela Freudiana de Buenos Aires). Para más información, consultar en Facebook Desafíos en la Infancia; al correo: desafiosenlainfancia.fcm@gmail.com El cupo es limitado.

 

Fuente de la entrevista: http://www.lacapital.com.ar/educacion/que-una-nina-o-nino-no-juegue-es-grave-es-una-bandera-roja-alerta-n1429829.html

Fuente de la imagen: http://static.lacapital.com.ar/adjuntos/203/imagenes/020/934/0020934532.jpg

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Técnicas para dejar de odiar las mates

Por Ana Carrasco

Va a tener lugar un campeonato de tenis en el que competirán 128 jugadores. En cada partido, el participante que gane pasará a la siguiente ronda y el que pierda será eliminado. ¿Cuántos encuentros deben celebrarse hasta que uno se proclame campeón? Este fue el reto que Óscar Abellón, director y profesor de Matemáticas del colegio Nuestra Señora del Pilar de Soria, propuso hace 15 años a alumnos de nueve y 16 años. Ante este desafío matemático puede que usted, como hicieron los estudiantes más mayores, se lanzara a realizar operaciones. Curiosamente, el primer chaval en responder correctamente fue uno de los de nueve años. «Deben celebrarse 127 partidos», aseguró rápidamente. Los alumnos de 16 años no daban ningún crédito a su respuesta y siguieron con sus operaciones. ¿Resultado? 127. ¿Cómo podía ese estudiante tan pequeño averiguar la respuesta tan pronto y sin realizar ninguna operación? «Si en cada partido se elimina a un jugador, participan 128 y sólo puede ganar uno, necesariamente han de eliminarse a 127 y, por lo tanto, habrán de jugarse 127 partidos», respondió.

«¿Por qué nos ponemos todos a hacer cuentas?», se pregunta Abellón. «Porque es la única manera que tradicionalmente se nos ha enseñado a enfrentarnos a un desafío matemático. Ese día me di cuenta de la importancia de no acabar con la capacidad de los alumnos de hallar soluciones por otros caminos».

Matemáticas siempre ha sido la asignatura hueso por excelencia y la reina de los suspensos. «Mucho tienen que agradecer las carreras de letras a la manera completamente obsoleta en que se enseña la asignatura», asegura Jaime Martínez, creador del método de cálculo ABN, acrónimo de Abierto y Basado en Números, que ya se utiliza en más de 700 colegios. Martínez, ya jubilado, fue inspector de educación durante casi 40 años. Desde el año 77 ha estado analizando los métodos de enseñanza tradicionales y desarrollando el suyo propio. «¿Cómo es posible que se siga explicando la asignatura igual que hace 60 años cuando no existían aparatos que calcularan ni ordenadores?».

Y esto, ¿para qué sirve?

A la hora de aprender matemáticas, muchos nos hemos hecho esta pregunta: ¿por qué tengo que estudiar esto que no me va a servir para nada? «Es el gran problema de la enseñanza tradicional de esta asignatura: la abstracción»,aseguran los docentes. «El modelo tradicional falla porque es individualista, memorístico, centrado en contenidos y aislado de la vida cotidiana», enumera Abellón. Para los profesores de Matemáticas del colegio Vizcaya, en la provincia homónima, el método tradicional da más importancia al programa de enseñanza que al proceso de aprendizaje del alumno. «De esta manera, los conceptos básicos no se adquieren de una forma adecuada: los estudiantes encuentran muchas dificultades con el vocabulario matemático y la comprensión de las definiciones. Además, los docentes no pueden volcarse con el alumno por lo que, en muchos casos, se produce un diagnóstico tardío de las dificultades».

Es un problema que no encuentran los titulares de otras asignaturas como Lengua: «Los alumnos se van a casa y leen y escriben continuamente: libros, cómics, mensajes a sus amigos… Con las matemáticas esto es más complicado, ningún niño va a ponerse a multiplicar los juguetes que hay en su habitación, por ejemplo», asegura Gina Betts, profesora de Matemáticas de educación infantil y primaria del colegio Montfort de Madrid. «El reto de un buen docente es convertir cada día en una experiencia matemática. Con los pequeños es más sencillo, cada día nos preguntamos cuántos compañeros van de blanco, por ejemplo, o les digo: hoy es martes que es el segundo día de la semana. Tienen que ver que las matemáticas nos rodean y forman parte fundamental de nuestro día a día».

En opinión de Martínez, la falta de conocimientos matemáticos en la población es algo muy grave a lo que no se le da la importancia que merece. «La falta de competencia matemática hace que la mayoría de la población se encuentre indefensa. Se nos engaña continuamente: con ofertas que no son tan buenas como parecen, encuestas cuya muestra no es representativa… El engaño es continúo».

Contra la desmotivación

Uno de los principales hándicap de los alumnos es la desmotivación. «El típico problema de las edades no tiene aplicación en la vida real, por eso los chavales no se interesan y acaban odiando la asignatura», asegura Abellón. En sus clases, el profesor utiliza métodos cooperativos que fomentan la autonomía, el trabajo en equipo, la investigación y el autoaprendizaje. «La lección no se limita a una explicación por mi parte. Es más, antes de abordar cualquier temario les planteo un desafío y les facilito las herramientas para que averigüen la solución por sí mismos».

Por ejemplo, para explicar trigonometría, uno de los conceptos más difíciles de encontrar aplicación en la vida diaria, el profesor les plantea el siguiente desafío: se ha avistado un objeto volante no identificado entre dos localidades sorianas, los únicos datos que se facilitan es que desde una de ellas el OVNI se divisa bajo un ángulo de 70º y desde la otra bajo un ángulo de 40º desde la recta que une ambas poblaciones. Divididos en grupos, los alumnos se las ingenian para calcular la altura a la que se encuentra el objeto y el punto exacto de la provincia sobre el que está situado. «Ni siquiera les facilito la distancia entre las localidades, ellos mismos, al conocer los nombres, pueden calcularla y cada grupo lo hace de distinta manera. Mi papel no se limita a hablarles de triángulos, debo guiarles y facilitarles las herramientas para que sean los alumnos quienes apliquen las fórmulas trigonométricas necesarias», explica.

También echa mano de ejemplos reales en sus clases Fernando Martínez, profesor de Matemáticas de Secundaria y Bachillerato del colegio Buen Pastor de Sevilla. «Para cada unidad dedico aproximadamente un mes, los primeros días, nunca más de cuatro, son de explicaciones por mi parte. Después, son los niños quienes trabajan e investigan, normalmente divididos en grupos y fijan los conceptos por sí mismos. Por ejemplo, les pregunto cómo podemos medir la Catedral de Sevilla. Sin subirnos a ella, obviamente».

¿Funcionan estas nuevas metodologías? Parece que sí, tanto el colegio vasco como el soriano se han sometido a las pruebas de PISA for School, una evaluación en la que se obtiene el nivel de un centro concreto y se compara con el de los distintos sistemas educativos. Pues bien, los estudiantes del Colegio Vizcaya obtuvieron 562 puntos en competencia matemática, mientras que los de Nuestra Señora del Pilar alcanzaron los 559 puntos. Ambos muy por encima del resultado de Finlandia (519), del de España (484) y del de las grandes potencias mundiales matemáticas: Corea del Sur (554) y Japón (536).

Aprender jugando

Tradicionalmente, Matemáticas es una asignatura que cuesta mucho. «Vamos a jugar a aprender a aprender y también a desaprender y volver a aprender. Estas son mis primeras palabras al entrar en clase, pues si pronuncio Matemáticas, a secas, los alumnos palidecen. No importa que sea Didáctica de las Matemáticas o Desarrollo del Pensamiento Matemático, el problema es Matemáticas», asegura María José Carretero, profesora de la Universidad Camilo José Cela.

La clave para disfrutar con la asignatura, como con casi todo, es entrar en un círculo virtuoso: hago algo que entiendo, como lo entiendo avanzo, como avanzo mejoro y quiero seguir aprendiendo. Para entrar en ese círculo virtuoso muchos profesores utilizan los concursos y competiciones como motivación. «En cada curso organizo concursos de cálculo mental», explica Rubén Wensell, profesor de Matemáticas y Ciencias del IES Jesús María en Madrid. «Hay que ponerse en el lugar de los alumnos. ¿Cómo aprendiste las cosas que mejor recuerdas? Jugando. Todo lo que se aprende así se retiene y, si se olvida, se recuerda con mayor facilidad. En cambio, cuando te imponían una tarea se volvía tediosa y se olvidaba en seguida. Hoy puedo decir con orgullo que mis alumnos no sólo no odian las matemáticas, disfrutan, para muchos es incluso su asignatura favorita». Pues sí que han cambiado las cosas.

Fuente: http://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2016/11/14/58259912468aeb603a8b460b.html

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