Por: Jaume Carbonell
“La vejez existe cuando se empieza a decir: nunca me he sentido tan joven”. Jules Renard
En estos últimos años, merced a una cláusula de la LOGSE, se están jubilando anticipadamente muchos maestros y maestras de la enseñanza pública a los 60 años, en vez de a los 65, tras cumplir 35 años de servicio. Aunque hay quien aguanta un poquito más. Es la generación que se estrenó en el oficio en la década de los setenta, una época en que, tras persistentes movilizaciones, se logró la construcción de gran cantidad de centros públicos con la consiguiente provisión de docentes que muy pronto sacaron la plaza en propiedad. Eran otros tiempos. Hoy, la pregunta más insistente de los cincuentañeros es: ¿hasta cuándo se mantendrá está jubilación anticipada? Nadie sabe ni contesta, aunque los pronósticos de futuro, por aquello de la caída en picado del fondo de pensiones, pintan bastos.
Se jubilan del trabajo pero, en general, siguen con una vida activa, incluso muy activa. Hay quien, antes de tomar decisiones, contempla con parsimonia el ingente panorama de nuevas ofertas y oportunidades. Pero hay quien toma velocidad de crucero y se llena pronto la agenda, a veces de modo desmesurado. Sí, también existe el estrés del jubilado. De forma paciente o impaciente se aprende a gestionar esta nueva etapa: a encontrar el arte de saber vivir con sabiduría, serenidad, libertad y dignidad, al hilo del dicho de Rousseau: “La juventud es el momento de estudiar la sabiduría, la vejez el de practicarla”. Con una mirada más libre, con un criterio de elección más exigente y con las fuerzas aún intactas, sobre todo en los primeros compases, se lanzan a recuperar las asignaturas pendientes y a colmar los deseos que, por razones obvias, nunca pudieron cumplir o, al menos, no con la regularidad e intensidad que quisieran. Se apuntan a un curso de pintura, aprenden a tocar un instrumento musical o se dedican a perfeccionarlo, aprenden idiomas, cantan, bailan y se lanzan al disfrute de nuevos o viejos placeres, y también se meten en cosas y aventuras que jamás se habrían imaginado.
Se sigue fielmente la consigna clásica del “Mens sana in corpore sano”. En efecto, frecuentan exposiciones, salas de cine y teatro, clubs de lectura, conferencias y cursos de todo tipo. A veces de modo regular a lo largo del año, apuntándose a las múltiples ofertas de universidades de la tercera edad e incluso mezclándose con jóvenes estudiantes para cursar una carrera, con exámenes incluidos. ¡Qué valor! Hay actividades en las que la presencia de pensionistas es tan dominante que solo se visualizan cabezas calvas y de pelo blanco. Ah, y viajan cuanto pueden, aprovechando las gangas del IMSERSO u otras de temporada baja. Hay docentes que nunca viajaron tanto como ahora. Eso sí, siempre que la condición de abuelos no les crea una dependencia extrema que se lo impida. Como ocurre con las familias, también crece la diversidad de roles y ocupaciones de las abuelas y abuelos. Entre los docentes que durante su vida laboral militaron en una organización política, sindical o social hay de todo: desde los que cortan de raíz y los que no quieren o no saben desenchufarse, pasando por los que mantienen su compromiso con un papel resituado: como asesores, consultores o formadores espontáneos u organizados de otras personas que deben tomar el relevo, aunque este no siempre llega tan pronto como sería deseable.
¿Hasta cuándo se mantendrán intelectualmente vivos y conectados? Supongo que hasta que la curiosidad no decaiga, aunque hay que decir que también abundan los docentes poco inquietos y sedentarios, con menesteres y hobbies caseros y menos ambiciosos. Ah, claro, y hasta que el cuerpo aguante. Por eso se cuidan, con paseos por el campo y estancias en el gimnasio donde se esfuerzan con aparatos y estiramientos o se relajan en el agua, con el yoga y sus variantes, la danza o algún que otro masaje reparador. Es la manera de prevenir o lidiar dignamente con dolencias y achaques que de forma brusca o más lentamente tienen que llegar algún día. Asimismo, son tiempos para volver la vista atrás y regresar a la infancia -un territorio que nunca se abandonó del todo-, para evocar una mirada más tierna y amable al recuerdo y para rescatar emociones y amistades que habían quedado arrinconadas.
Por otro lado, hay docentes que siguen con algún tipo de vinculación con la escuela. Mayormente se dedican a tareas de biblioteca y administrativas, refuerzo escolar dentro y fuera del aula, apoyo a proyectos educativos, impulso a la lectura y cuentacuentos, acompañamiento en salidas y colonias, participación en talleres y educación de personas adultas y cooperación. También los hay que se dedican a la elaboración de materiales, a escribir libros y artículos y a impartir cursos y conferencias, haciéndose muy visibles en las redes. O que colaboran con entidades culturales y museos o en el mantenimiento y divulgación del patrimonio histórico-artístico. Recuerdo que en Mérida, en un reciente viaje, quienes nos mostraron el teatro romano y otras joyas arquitectónicas clásicas eran maestros.
Es evidente que la sabiduría y experiencia acumulada no puede quedar en saco roto. De ahí la necesidad de que el profesorado prejubilado o recién jubilado intervenga en tareas de asesoramiento y formación inicial y permanente del profesorado: quien quiera, pueda y reúna las competencias para hacerlo. Eso sí, en pequeñas dosis, para pasar el testigo protagónico a las nuevas generaciones, mediante un diálogo compartido que apunte hacia un futuro incierto pero esperanzador y no hacia un pasado que, con frecuencia, se evoca con excesiva nostalgia e idealismo, y con la falsa aseveración de que cualquier pasado fue mejor. Aunque, ciertamente, algunos proyectos e historias conviene no olvidarlos.
Asimismo, abunda la presencia de pensionistas en los colectivos de renovación educativa. Y no solo eso: se ha organizado un espacio específico para ellos dentro de la Federació de Moviments de Renovació Pedagògica de Catalunya (FMRPC). Se trata de la Asociación de Maestros y Profesores Jubilados RELLA www.rella.cat -nombre alusivo a una parte del arado que penetra en la tierra-, que lleva ya unos años de funcionamiento bajo este lema: “Seguimos enseñando, seguimos aprendiendo, nos seguimos divirtiendo”. Y para hacer realidad este propósito se crean grupos de trabajo para organizar el voluntariado en el ámbito educativo, académico y social; conversaciones en inglés y clubs de lectura; paseos, salidas y actividades lúdicas y culturales; y debates sobre temas de actualidad y, más prioritariamente, sobre la educación actual, participando activamente en el nuevo plan de formación inicial del profesorado y en los debates que conforman hoy la política y la innovación educativa del presente-futuro.
Ahora están trabajando en la organización de un encuentro con otros grupos de jubilados. Es posible que también conecten con otras asociaciones de toda España y hasta de algún país extranjero. Porque me imagino que su objetivo final es la creación de la Internacional de Profesores y Profesoras Jubiladas Ánimos y empuje para ello no les van a faltar a estos maestros jubilados pero no retirados.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/03/08/jubilados-pero-no-retirados/