Entrevista a Joseba Sarrionandia: El proceso de paz será como andar con una pierna

Entrevista

El proceso de paz será como andar con una pierna

Jose Goitia

No es fácil sacar una buena foto a Sarri, acaso siente como los africanos, que el fotógrafo le va a robar el alma. De todas maneras, en una y en otra foto, aparece la misma cara de hace 30 años, la de un niño al que sorprenden robando un caramelo. A veces se le endurecen las facciones y da la impresión de que Sarri, en realidad, hubiera preferido no salir nunca en fotos. [ELKARRIZKETA EUSKARAZ]

De repente aparece Joseba Sarrionandia en La Habana, ¿dónde estabas?
Hace años que vivo en La Habana, haciendo vida normal. Me sorprende que la prensa diga que vivo escondido y que no dejo que me saquen fotos. Hace bastantes años que no vivo escondido, aunque nunca he tenido ningún interés en salir en la prensa.

Hace 16 años que no tienes problemas con los tribunales en España. ¿Por qué vives tan discretamente?
Es que yo me dedico a escribir, que es un trabajo para el que por suerte uno se sienta solo en la esquina de un cuarto y ya está, escribe. Eso es lo que me gusta hacer, además de conversar con los amigos, o mirar la luna. Pero no entiendo para qué tengo que salir en la prensa salvo que haya publicado un libro.

A Milan Kundera tampoco le gusta salir en la prensa, pero manda de vez en cuando una foto. Salman Rushdie, que está amenazado por los islamistas, se deja ver también en los medios. De ti no ha aparecido foto en 30 años.
Agradezco a los que tienen fotos mías que no las hayan publicado, por el respeto humano que implica. Y tengo que agradecerte a ti por compararme con escritores que aparecen en Babelia y en el ‘New York Times’, aunque no creo que tenga mucho que ver con esas eminencias. Soy un humilde escribidor de una lengua del monte, y no me veo en los medios audiovisuales. Lo que espero, con la foto que me vas a sacar ahora, es pagar el tributo a la sociedad del espectáculo, que no se diga que no hay fotos mías, y ya, que me dejen trabajar. Sácame por lo menos tres, para que no venga algún idiota a sacarme treinta.

Hubo escándalo cuando te dieron el Premio Euskadi con el Gobierno de Patxi López y retuvieron el dinero. Luego se habló cuando programaron una conferencia tuya en la Universidad de Mondragón, y ahora cuando te han nombrado profesor de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca en La Habana.
Me parece que fueron globos periodísticos propios de la prensa amarilla, y de la política amarilla, porque la política es también muy amarilla en relación a ciertos temas. Yellow, en inglés, además de amarillo significaba cruel y cobarde: el tergiversar la voz del otro, los titulares sensacionalistas, las falsedades normalizadas de tanto repetirlas.
Se trata de hablar de la basura. Hace siglo y pico se hacía referencia a la manera de actuar de William Randolph Hearst, pero hace tiempo que casi todos los medios se mueven de esa manera Hearst.

Una pregunta que despierta curiosidad, ¿dónde has vivido antes?
Pues, en diversos lugares, habitados por muchas personas, como yo, o diferentes. No me gusta contar las cosas a todo el mundo, por eso prefiero escribir, porque es como hablar a una persona. Quien lea con un poco de atención mis libros se dará cuenta en dónde he andado.

¿Qué es este trabajo en La Habana? ¿Cómo te lo dieron?
Se convocó la plaza de lector en La Habana por parte del Instituto Etxepare y, simplemente, me presenté a las oposiciones. Se presentaron 39 personas, según me dijeron y, mediante una selección por puntos, eligieron a 3. La Universidad de La Habana eligió una de 3 tres personas, de acuerdo con el escalafón, y en julio me avisaron que debía acudir a trabajar.

¿Qué vais a hacer?
La asignatura de Lengua y Cultura Vasca va a ser asignatura optativa a partir de tercer año en la carrera de Lengua y Literatura, y en la de Historia del Arte. También son optativos el gallego, el catalán y el turco, mientras la lengua inglesa es obligatoria. Además, espero que organicemos algunas actividades culturales y publiquemos cosas.

¿Qué vais a publicar?
Tenemos la idea de publicar, por ejemplo, una revista que se llamará Kokuioa, o sea, ‘El Cocuyo’, que es un coleóptero que vuela de noche dando una luz verde. La luciérnaga tiene la luz en el culo, pues el cocuyo la tiene en la cabeza, ¿verdad?, jejeje. Espero que la revista ilumine un poco algunos temas lingüísticos, literarios o históricos poco explorados.

¿Vais a organizar conferencias?
Espero que sí, por ejemplo sobre Blas de Otero, que vivió en La Habana más de 3 años entre el 64 y el 68, un periodo de su vida interesante con momentos muy tormentosos sobre el que se ha publicado poco. Quisiéramos reunir en un conversatorio a gente que lo conoció en La Habana de aquel tiempo.

Como usas el nosotros, ¿trabajas con más gente?
Estoy solo en nómina, pero creo que debo usar el plural por los colaboradores voluntarios que he tenido en estos tres meses. Me han ayudado profesores de la facultad o vascos que viven aquí, gracias a los cuales ya tenemos un buen local con su pequeña biblioteca. He acumulado ilusión hacer cosas con la solidaridad y la generosidad, o como se quiera llamar, que he visto en bastantes personas.

Acaba de publicarse la traducción al castellano de ‘Será colosal’, que yo leí en euskara.
Es un relato desde el punto de vista de un niño de la guerra civil en una población imaginaria de la costa entre Ondarroa y Mutriku: la inocencia frente al desastre. El título se refiere al triunfalismo de los vencedores y a lo que se preparaba acabados los combates en el 37, porque lo que iba a venir de Alemania era más colosal todavía.

Ahora estás dando las últimas correcciones a una antología de poesía, ¿cómo se titula?
Se publicará en la editorial Pamiela, de Iruñea, y se llamará La poesía está muerta. Pero no pienses que fui yo, ¿eh?

Estoy seguro de que participaste de alguna manera… Yo leí el libro de los moros, que me asombró por la investigación que implica. ¿Cómo te pusiste a escribir un libro así?
Porque tenía tiempo y curiosidad por conocer cómo se desplegaron desde mediados del siglo XIX las relaciones de poder que se llamaron colonialismo. Y una gramática rifeña escrita en español me proporcionó un hilo para ir investigando sobre la ocupación y la resistencia, la economía y la religión, las lenguas y la política, especialmente en el norte de África, pero lo que pasa en el Rif sucede en todo el mundo. Moro es siempre el otro, pero somos nosotros los verdaderos moros. Las relaciones de poder se establecen en todas partes, y tuve esa obsesión por tratar de entender el desastre sobre el que se asienta la sociedad nuestra.

El año pasado publicaste ‘Lapur banden etika ala politika’, que todavía no se ha traducido, pero tiene un título que dice bastante: La ética de la banda de ladrones o la política.
La idea de que la organización política funciona con la ética de una banda de ladrones atraviesa toda la filosofía política: es una de las ideas básicas de Platón en su República. San Agustín glosó la idea con aquella conversación entre Alejandro Magno y el pirata. El capitalismo, desde Adam Smith hasta Friedrich Hayek piensa que esa ética de la banda de ladrones estimula el crecimiento económico. Y lo peor es que parece cierto, porque por ejemplo la destrucción de Libia viene a ser una gran oportunidad para las empresas americanas y europeas, para crecer y crear puestos de trabajo, como dicen ellos. Todas las organizaciones políticas tienen algo de Cosa Nostra, el socialismo real naufragó en esas contradicciones. Y bueno, ese es uno de los temas del libro, donde también hay autocrítica. La cuestión fundamental es a ver si se pudiera hacer política de otra manera.

Tu padre murió este último verano, ¿cuánto tiempo hacía que no lo veías?
31 años y unos días, y me dejó con una gran deuda con él por todo ese tiempo. Tengo todavía allí a mi madre, y un montón de sobrinos.

¿Por qué no vuelves al País Vasco?
Por un motivo, se puede decir que político, que espero que se resuelva pronto.

¿Qué opinas sobre el proceso de pacificación? Te lo pregunto porque la gente, sobre todo en España, te vincula a ETA.
Yo fui de ETA a finales de los 70, como algunos de los que me criminalizan ahora. Después anduve de la ceca a la Meca no porque fuera de ETA, sino porque me perseguía la Policía española. En cuanto a tu pregunta, claro que estoy de acuerdo con el proceso, incluso me parece que debía haberse negociado veinte años antes y se hubieran ahorrado muchas desgracias.

¿Y por qué no hiciste entonces declaraciones públicas desvinculándote de ETA?
¡Qué iba a decir yo frente a la Inquisición Española y con el sambenito puesto en el cuello, si me perseguían como a una bruja del siglo XVII! Además, ¿qué es eso de recondenar a los condenados? Yo no voy a ponerme a servir a los inquisidores. Perseguían a los de ETA y, de paso, a los que no eran de ETA, y hace cinco años que no tienen el pretexto de ETA, pero siguen igual. A los catalanes, que nunca han disparado un chícharo, ya han procesado a centenares de representantes políticos por defender la libre decisión de la ciudadanía.

Hablan de violencia, cuando los únicos que usan la violencia son ellos. Tienen un presupuesto policial y militar impresionante y asumen tan alegremente el monopolio de la violencia que hasta se sienten con derecho a bombardear Afganistán e Irak. Y quién duda que, tras cargarse un poco de motivos como quien recarga una pila, estarían dispuestos a bombardear de nuevo Barcelona o Gernika. Ni se plantean por qué muchos vascos, muchos catalanes y bastantes gallegos queremos la independencia. «Mi mundo no es de ese reino», decía José Bergamín, a pesar de que era profundamente español.

A mí me seguirán criminalizando mientras no hable bien de la Constitución, de la Guardia Civil y de lo bien que nos sentimos los vascos en España, pero es algo que no está entre mis planes.

Me ha sorprendido, buscando en internet, encontrar una foto tuya, publicada en ‘El Correo’ el 7 de julio de 1985, en que apareces visiblemente torturado.

La foto es de noviembre de 1980, del segundo o tercer día de detención, y siguieron torturándome durante otros seis días. En aquel tiempo me parece que torturaban a la mayoría de los detenidos por el tema nuestro. Hay gente que dice que no sabía que sucedía, pero cómo no iba a saber, ¡si publicaban las caras de los torturados en la prensa! Era lo normal, fue lo normal durante décadas y me parece que siguen torturando, aunque ahora se cuidan de que no haya fotos. Hace unos días la Policía mató a un senegalés en una comisaría Pamplona. La gente que dice que no sabe que sucede, lo sabría si sucediera al revés, ¿no?

¿Cómo se podría solucionar el problema de los presos?
Cuando se acaba una guerra o un conflicto político hay una justicia transicional. Pero el Estado español no quiere ninguna paz, como no quiere ninguna libre decisión de la ciudadanía, y entonces el proceso de paz será como andar con una pierna.

Los presos deberían quedar libres en el proceso de paz y, mientras tanto, en mi opinión, son secuestrados políticos. Es verdad que ha habido muchos desastres, pero los presos vascos deberían quedar libres aunque solo fuera por la injusticia comparativa que supone que la violencia del Estado ha quedado impune. Porque, en términos individuales, quién ha matado más gente que Enrique Rodríguez Galindo, que hizo unos meses de cárcel, o Felipe González, que ni ha sido procesado…
No es que espere ni que suelten a los presos vascos y que el Estado español se procese a sí mismo por asesinatos, por torturas y por miles abusos. No sé cómo se puede resolver el problema, pero en la década de los 70 se consiguió con mucha solidaridad, muchas actuaciones unitarias a partir de diversas sensibilidades y mucha insistencia hasta conseguir abrir los muros.

Has pasado 30 años sin fotos y sin un trabajo público, ¿Un nuevo modo de vida?
Yo seguiré igual, me parece. Las fotos en que aparezco yo no me entusiasman. Y continuaré escribiendo, que pienso que es en lo que puedo aportar algo.

Fuente: http://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20161119/el-proceso-de-paz-sera-como-andar-con-una-pierna

Comparte este contenido:

Ecuador: Inauguran en sede de Unasur sala en honor a Pablo Neruda.

El organismo regional nombró uno de salones en honor al Premio Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda.

América del Sur/Ecuador/27.09.2016/Autor y Fuente:http://www.telesurtv.net/

El secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Ernesto Samper, inauguró hoy en la sede de la organización, en la capital ecuatoriana, una sala en honor al Premio Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, al cumplirse el cuadragésimo tercer aniversario de la muerte del poeta.

La organización suramericana. señaló que se trata de un homenaje de la Unasur «a uno de los grandes poetas universales».  A partir de hoy se llamará «Pablo Neruda» al salón principal de eventos de la sede del país andino.

El espacio de mil metros cuadrados de superficie, tendrá como objetivo  albergar los trabajos de la Unión, y se tranformará en «un área de referencia cultural de Ecuador y de las naciones que conforman el Organismo», apuntó.

En el salón se ubicará un retrato de Neruda, diseñado en Santiago de Chile fue fabricado con acero quemado y cubierto en cobre, de tres metros cuadrados y casi 400 kilos de peso.

El retrato refleja la imagen más representativa del poeta con su boina y su mirada perdida hacia el infinito, como diciendo: «Estoy mirando, oyendo, con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra, y con las dos mitades del alma miro al mundo», detalló la Embajada de Chile en Ecuador en un comunicado.

Agregó que en la mitad del salón, estará también grabado el poema «América, no invoco tu nombre en vano», de igual forma otros de sus poemas estarán plasmados en las columnas centrales del salón, que complementarán la exhibición sobre la vida y obra del poeta, Nobel de Literatura en 1971.

El Embajador de Chile en Ecuador, Gabriel Ascencio, tuvo participación en el evento.

Fuente: http://www.telesurtv.net/news/Inauguran-en-sede-de-Unasur-sala-en-honor-a-Pablo-Neruda-20160923-0037.html

Imagen:http://www.telesurtv.net/__export/1474657220215/sites/telesur/img/multimedia/2016/09/23/neruda_y_unasur.jpg_1718483346.jpg

Comparte este contenido:

Entrevista al escritor uruguayo Fernando Butazzoni, autor de “Las Cenizas del Cóndor”.

Por: Angela Barraza

«Las Cenizas del Cóndor» es una obra del más alto valor literario y testimonial que han dado las letras sudamericanas en las décadas recientes.

“Las Cenizas del Cóndor” es un libro que me cautivó por el nombre. Mi interés por los Derechos Humanos viene de siempre a pesar de haber nacido en los últimos coletazos de la dictadura. Y es que ya en la democracia aún persistía la frase “de religión y de política no se habla” y todo lo prohibido me resultaba magnético. Entonces comenzaron las indagaciones infantiles respecto de lo que pasó y la Operación Cóndor estaba en todos lados, al igual que La Caravana de la Muerte. Recuerdo además, que no entendía por qué a Patricio Aylwin le decían “Pluto”, porque buscaba huesos y entre medio algunas revistas que hablaban de Pisagua y de los degollados, generaron en mí una fabulación sobre una realidad que estaba oculta. Ya de más adolescente comencé a leer a Patricia Verdugo y cuanto libro sobre dictadura llegaba a mis manos (ese acceso se lo tengo que agradecer a mi madre) y de ahí en adelante se perpetuó la necesidad de saber. Por eso, cuando vi el título, me puse en alerta.
Planeta tuvo la gentileza de enviarme el libro -Agradecimientos a Isabel Machado por su impecable gestión siempre- y en realidad es un poco atemorizante por su tamaño. Sin embargo, cuando comencé con la lectura, lamenté profundamente que no fuera más grande aún ya que es un libro llano, cautivador y muy revelador respecto de las dimensiones y la envergadura de la sombra del cóndor en América Latina.
Maravillosa fue la sorpresa de saber que el autor venía a Chile en el marco de la FILSA. A Butazzoni no lo había leído nunca y luego de leer su libro, no me podía perder la oportunidad de entrevistarlo. Ahora ando a la cacería del resto de sus libros, no sólo por su literatura, sino también por el personaje que es él; con una historia de  vida que es demasiado intensa.
Les dejo la entrevista para que conozcan un poco más de un hombre que, exiliado de su país (Uruguay) se viene a Chile, en donde vivió los últimos meses de gobierno de Salvador Allende, que salió de Chile en la puerta de la dictadura, que viajó a Cuba, donde ganó el Casa de Las Américas con su primer libro, que fue amigo de Cortázar y de Guayasamín, que se unió al Frente Sandinista en Nicaragua y luchó en la batalla como oficial de artillería entre otras cosas que le han permitido ser un escritor tremendo.
Fernando Butazzoni_-5
Con 19 años llegaste a Chile y viviste el último año de gobierno de Salvador Allende. ¿Cómo viviste ese período y cuáles fueron las razones por las que tuviste que migrar a Cuba?
Yo viví acá, en un apartamento en la Calle Merced, a dos cuadras de acá. Yo llegué a un Chile que estaba muy convulsionado,  por arriba y por abajo. Estaban pasando por un momento de mucha agitación social. El Gobierno de Allende tenía que enfrentar un proceso muy complicado, con una oposición muy fuerte de los empresarios, de lo sectores más conservadores y además, una serie de divisiones internas dentro de la misma Unidad Popular. Entonces, eso se traducía en que en la calle había una gran efervescencia y había muchas manifestaciones. Era un clima muy convulso. Pero bueno, ese proyecto político era un proyecto que a mí, personalmente, me interesaba muchísimo, porque era un proyecto político de reformulación total de la sociedad a partir de una vía democrática, que no se había probado hasta ese momento. Y con muchos sectores que decían que eso era imposible y que eso iba a culminar de la peor manera. Y bueno, cuando la situación comenzó a empeorar y ya era evidente que el gobierno de Allende no tenía mucho futuro, me tuve que ir. Yo vivía aquí en condiciones bastante precarias. Había estado militando en Uruguay y no podía volver a mi país porque estaba requerido por el ejército, por lo tanto, me tomé un avión y me fui derechito a Cuba.
¿Te fuiste después del golpe? Me fui antes. En el mes de agosto. Me fui en uno de los últimos viajes que se pudieron hacer, entre comillas, tranquilamente.
A la edad de 25 años publicas tu primer libro (Los días de nuestra sangre) con el que obtuviste el Premio Casa de las Américas de cuentos ¿Cómo surgió esa primera publicación en Cuba y cuál fue el impacto en ti, de recibir tan tremendo premio con un primer libro?
En realidad este libro fue producto de la desesperación y de la desesperanza. Yo estaba viviendo en Cuba, totalmente aislado del mundo, porque bueno, en las condiciones en las que estábamos tampoco había mucha información de lo que estaba pasando afuera. Más encima, cargando con mi mochila de Uruguayo en un país del Caribe, que era como vivir en el Polo Norte, o sea, nada que ver.
Pasé por un período muy depresivo y muy triste y producto de esa desesperanza nació la elaboración de esos primeros cuentos. Yo era un gran lector y había escrito desde la adolescencia, pero nunca me había planteado ser escritor. Jamás.
Yo estaba estudiando microbiología cuando me gané el premio. No era mi vocación, pero era una cosa que pensé que podía ser útil, interesante. Y escribí esos cuentos, envuelto en esta especie de nube de melancolía, de tristeza y de recuerdos de lo que había pasado en Uruguay. Y bueno, tenía el libro escrito y se lo pasé a dos o tres amigos cubanos y todos me dijeron que el libro era bárbaro, que les gustaron los cuentos y uno me dijo que por qué no lo enviaba al premio Casa de las Américas.
Yo en ese momento soy un joven completamente desconocido, completamente novato, pero al final me decidí y lo mande, como quien tira una botella al mar. Hubo una inconciencia de mi parte y no tenía ningún vínculo con la vida cultural cubana ni nada. Más encima vivía en una provincia; ni siquiera vivía en la Habana. Viví en Olguín. En una ciudad del oriente de Cuba de la cual yo siempre dije que estaba más cerca de Haití que de la Habana. Y bueno, lo mandé y me dijeron “ganaste el premio”.  Y eso, de alguna manera, me cambió la vida, porque me cambió la profesión. Yo, a partir de eso, dije “bueno, puedo ser escritor” que es lo que a mí me gusta.
Yo creía que era lo que me gustaba, pero que en verdad no lo podía hacer. A partir de eso entonces, me dije que podía ser escritor y entonces seguí escribiendo. Y ahí conocí a gente. Conocí a Mario Benedetti, que en ese momento estaba trabajando en La Casa de las Américas, este, después de dos años yo, también terminé trabajando en la Casa de las Américas, que para mí fue una beca cultural muy importante, porque ahí conocí y me hice amigo de gente con la que tuve amistad durante muchos años como Julio Cortázar; el mismo Roberto Fernández Retamal y que fueron grandes amigos que hice porque trabajaba en la Casa de las Américas, que era, en ese momento, un centro cultural muy importante.
También me hice amigo de Guayasamín, el pintor ecuatoriano, entonces fue una época realmente de formación. Fue como “La universidad de La Casa de las Américas”. De verdad que para mí fue muy importante. Y en realidad tuvo una importancia mucho más espiritual que material, porque el premio, lo que me permitió fue conocer gente porque en metálico era verdaderamente insignificante. Pero sí, me permitió convertirme en escritor, publicar un libro y que me conocieran.
Fernando Butazzoni_-4
A fines de 1978 te enrolaste en las filas de la resistencia nicaragüense contra la dictadura de Anastasio Somoza y a comienzos de 1979 fuiste enviado al frente de batalla como oficial de artillería. Qué significó para ti vivir un proceso revolucionario que resultó triunfante, luego de ver experiencias como la de Chile y de ser un extranjero en esa patria que ayudaste a liberar.
Fue muy interesante, porque ahí había un mix, una mezcla. Porque el Frente Sandinista, se propone una guerra para derrocar a Somoza, pero se la proponía para instaurar un sistema democrático para Nicaragua, que no existía. Entonces yo, el orgullo que tengo, pese a que la guerra es la experiencia más devastadora que puede sufrir un ser humano, y sobrevivir y que te marca profundamente para el resto de tu vida, tengo el gran orgullo de que esa guerra terminó con una tiranía que era totalmente abyecta y medieval e instauró una sociedad democrática. El Frente Sandinista se comprometió a llamar a elecciones y lo hizo. Y las perdió. Y teniendo el poder lo entregó y para mí eso, más allá de lo que pasó después, de lo que es hoy Nicaragua y de la corrupción y de todo eso, yo lo tengo como una cosa que fue muy positiva como experiencia, de que no necesariamente una revolución tiene que terminar en un desastre. También se pueden rescatar cosas positivas. Y yo no me sentía demasiado extranjero, porque en realidad los nicaragüenses pedían ayuda a todo el que podía, entonces, este, yo fui ahí, porque ellos me pidieron que fuera y lo hice desinteresadamente y simplemente, tratando de ayudar.
¿Cómo llegaste a eso?
Porque yo tuve vínculos -porque coincidimos en un avión- con un joven que era Nicaragüense, que se llamaba Humberto Ortega y él era el hermano de Daniel Ortega. Él me invitó. Después, él terminó siendo Ministro de Defensa de Nicaragua. Y bueno, yo conocía obviamente de la situación en Nicaragua. Además era un gran lector de la poesía nicaragüense como de José Antonio Cuadra, Cardenal, tenía admiración por Rubén Darío y encontraba que era justa la causa. Y así fue como terminé enrolado. Es una historia muy larga en verdad, pero te la estoy resumiendo a las cosas fundamentales. Pero cada minuto en la guerra es una brutalidad.
¿Cómo es tu relación con la muerte, después de vivir estos procesos de dictaduras, guerras y revoluciones?
Y, es una relación rara. Más que con la muerte, tengo una relación con la vida. Y es rara, porque uno siempre como que está viviendo una propina, una extra. Te das cuenta de que pudiste haber muerto un montón de veces y que, por alguna razón, dios dijo que no: “a este no lo vamos a elegir” Y uno lo vive con la maravilla de todos los días. De ver el sol, el aire, los árboles, la familia, ver crecer la familia y ahora a mis nietas, entonces todo es como un fabuloso regalo que me lleva a preguntar si realmente me lo merezco.
1980, escribiste tu libro  “De la noche y la fiesta”, que es de poesía. ¿Por qué ese cambio de género, si habías incursionado tan exitosamente en la narrativa?
Y bueno, porque estaba en Nicaragua, en donde todo era poesía. Teníamos una revolución triunfante, la gente en las calles, etc. Pasamos muchísima hambre, por ejemplo, durante la guerra. No había comida. Entonces, después de que triunfó la revolución la gente, lo que nos daba era comida. Nos daban frijoles. Y nos sentábamos a comer con las familias en las casas. No sabíamos ni quienes eran; estábamos todos sucios, con los uniformes llenos de barro y oliendo a chivo, y ellos compartían lo poco que tenían con nosotros. Entonces era un momento de la vida muy poético, en donde todo era alegría y bueno, escribí poemas. Esa fue lo que me salió. No hubo ningún plan y la prueba está en que nunca más publiqué otro libro de poemas. Si escribí más poesía, pero nunca más los publiqué.
Fernando Butazzoni_-9
¿Cómo fue que llegaste al periodismo?
Y también fue por el premio Casa de las Américas. En el año 78 me pidieron que hiciera unas corresponsalías para una revista para República Dominicana y, en  cuanto triunfó la revolución, me pidieron que hiciera crónicas sobre lo que estaba pasando en Nicaragua. Que para ese entonces era noticia mundial. Comenzaron a llegar canales de televisión del mundo. Y ahí comencé a escribir crónicas y me convertí en periodista y de ahí, nunca más dejé el periodismo. Es un vicio que lo tengo metido en la sangre. Y hago periodismo cada vez que puedo. Es más, en mi pasaporte dice “periodista” porque quiero tener la libertad de poder escribir en cada parte, sin que nadie venga a decirme nada. Partí escribiendo cuentos y terminé escribiendo notas periodísticas. Entonces decidí ponerle en mi pasaporte la palabra periodista porque, creo, que es básicamente, lo que soy.
En 1986 fuiste designado director de la revista “Gaceta Universitaria”, órgano de la Universidad de la República que había sido censurado y clausurado durante la dictadura militar de Bordaberry. ¿Qué significó para ti desempeñarte en ese cargo y en tu país, en una instancia nuevamente democrática?
Fue como una especie de “Diploma de aceptación social”. Yo vengo de una familia muy humilde, me fui de mi país cuando era muy joven, tenía 19 años. Y volví siendo un hombre ya, con 2 hijos, y a una sociedad que en realidad no conocía.
Y lo otro es que fue un gran orgullo, porque yo gané ese cargo de Director de la revista, por un concurso. Y el director anterior de la revista, al que destituyeron cuando llegó la dictadura, era Eduardo Galeano. Entonces yo fui el Director siguiente a Galeano. Estuve poco tiempo ahí, estuve un par de años nada más, pero fue muy honroso para mí, desempeñarme en el cargo.
En ese año se publicó en Montevideo tu segunda novela “El tigre y la nieve”, la cual obtuvo un importante éxito editorial. Este libro narra los periplos de una chica estudiante uruguaya detenida y “desaparecida” durante 16 meses en los campos de exterminio de Argentina, en 1976. El libro tiene un éxito mundial. A qué le achacas el éxito?
Yo creo que es básicamente, por mirar lo que pasó en nuestros países, desde una perspectiva diferente. El Tigre y la Nieve cuenta la historia de una relación afectiva entre una prisionera y su torturador. Pasa que nadie se había atrevido a hablar del tema. Yo conocía varios casos de mujeres que habían estado presas en el Uruguay y que habían tenido hijos de sus carceleros. Pero todo eso se sabía en sordina. Había como una especie de vergüenza para hablar de eso. Y yo me puse a investigar y conté esa historia, y creo que la gente sintió que esta historia les pertenecía ya que todos sabían que era verdadera, pero nadie se había atrevido a decirla en voz alta Y el libro, muy por el contrario de lo que yo creía, cayó muy bien, incluso dentro de esos ámbitos. Con ese libro me pasó una cosa muy extraña. Y es que, el protagonista masculino, que era un Capitán del ejército argentino. Cuando sale el libro, él me escribe una carta, diciéndome que él, en realidad – porque de alguna manera, en la novela yo planteaba que, en realidad él no estaba enamorado de la chica- diciéndome que él sí había estado realmente enamorado. Y este tipo después termina cayendo preso porque participa en uno de los intentos de golpe de estado que hubo en Argentina. Se llamaba Capitán Ernesto Barreiro.
Perdona, pero esto está basado en una historia real. Cuéntame, ¿Qué pasó al final con la mujer, con la chica que es la protagonista del libro?
Se murió. La verdad es que se suicidó. Yo conozco la historia a través de ella. Yo la conocí en Suecia, ella estaba exiliada en Suecia, había logrado escapar luego de estar casi dos años resa en este cuartel en La Perla, en Córdoba y fue a dar a Suecia Cuando me entero de la historia, la voy a ver y le pido que me contara. Yo no podía entender cómo ella había sobrevivido y ella, lo primero que me dijo fue: “Y quién te dijo que yo sobreviví”. Y ahí, yo entendí que había una historia, de cómo la sobrevida no es siempre lo que parece. Y bueno, ahí yo escribí el libro a partir de lo que me contó ella, de una investigación y de cosas que hice, conociendo lo que había pasado en Córdoba en ese año, que fue el 77. Ellos caen en el 76 y ella está presa hasta finales del 77. Y está como prisionera y mantiene ese vínculo como prisionera. Lo curioso es que él mantiene ese vínculo con ella como torturador.
Junto con el periodista Alfonso Lessa, realizaste el programa radial “En vivo y en directo”, en radio Sarandí. Esta experiencia, que fue de gran importancia en términos intelectuales ya que entrevistaste a pensadores de diversas partes del mundo (José Saramago, Leopoldo Zea, Arturo Pérez-Reverte, entre otros) y duró apenas 10 meses, pues la empresa dueña de la emisora terminó tu contrato y lo sacó del aire. ¿Qué pasó? Por qué terminó ese programa si tenía una calidad tan importante?
Bueno, pasó que el partido político, el Partido colorado, ganó las elecciones y tenía vínculos con la radio. Y consideró que no era bueno que siguiéramos con el programa, que en ese momento era el número uno de la radio. Y de la radiofonía uruguaya en términos generales. Era muy escuchado. Y nos despidieron en la Nochebuena. Eso yo lo cuento en esta novela, Las Cenizas del Cóndor, porque esta novela empieza en la radio en la que yo trabajaba. Estaba trabajando allí cuando me llama un chico para decir “yo tengo información sobre el paradero de los desaparecidos”. Y el Alfonso, que aparece en la novela es Alfonso Lessa, que era mi amigo además y nos tocó vivir esa experiencia juntos.
En el año 2002 empezaste a desarrollar, junto al escritor argentino Mempo Giardinelli, diferentes tareas de resistencia a la política de guerra de EE.UU. En 2003 crearon un Comité Internacional de Intelectuales Contra la Guerra, en el que participaron, entre otros, Juan Gelman, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Luis Sepúlveda y Antonio Cisneros. Cuál fue la motivación y la expectativa?
La motivación era tratar de aportar a limitar la política belicista que tenía USA en ese momento a través de Bush. Tratar de hacer algo, lo que  nosotros podíamos. Y lo que se nos ocurrió fue hacer un grupo de gente más o menos conocida, con cierta capacidad de predicamento, para decir “paremos esto”. No teníamos muchas expectativas, como finalmente sucedió. No pudimos hacer nada, pero, por lo menos, alzamos la voz. Y hubo muchísima gente que se plegó a esto, se hicieron diversas actividades; de dieron a conocer las premisas del comité, el cual era muy diverso, pero básicamente, era gente que estaba en contra de esa política guerrerista que terminó provocando esta especie de caos que hay en Oriente Medio actualmente, en donde cada remedio es peor que la anterior enfermedad. Ahora, el grupo ISIS es el resultado, también, de occidente. La famosa “Primavera Árabe” terminó en Isis y eso es una cosa que las grandes potencias de occidente deben reflexionar. ¿Cómo intervenir de manera inocua? Es imposible. Si tú intervienes, desatas fantasmas y demonios que después no sabes a dónde van a dar.
Llegas nuevamente a Chile con “Las Cenizas del Cóndor” bajo el Brazo. Una novela reportaje que es reveladora respecto de la sombra que oscureció a América Latina. Cómo fue el proceso de escritura?
Fue un proceso larguísimo que duró diez años. Yo recibí la información de un jóven que tenía la sospecha de ser hijo de prisioneros políticos desaparecidos, porque era adoptado. Y fue adoptado por un capitán de los servicios de inteligencia del Uruguay. Y mi mérito consistió en tirar y tirar de la piola y sacar cosas que no eran las que él pensaba, porque no era hijo de prisioneros desaparecidos, pero la historia era mucho más reveladora de lo que yo me hubiera imaginado. Porque “Las Cenizas del Cóndor” plantea un problema que, hasta ahora, ha sido poco estudiado, que es que el año 74, fue un año bisagra en la guerra fría y que esa bisagra, curiosamente, pasaba por nuestros países. Sobre todo por Argentina, por Buenos Aires, que era un país, entre comillas democrático, y digo entre comillas, porque era un país en el que igual había escuadrones de la muerte y todo eso. Pero era un país en el que todos los servicios de inteligencia, todos los servicios operativos militares de Argentina, de Chile, de Bolivia, de Paraguay, de Uruguay, oficiales de la CIA, agentes de la KGB soviética, agentes de la RDA se encontraban presentes ahí. Yo tuve la suerte de encontrar un filón a partir de un señor que fue un alto director, que se llama Nikolái Leonov, que ahora debe tener como 90 años, pero vive todavía y goza de muy buena salud; bueno, él era un director del KGB y un gran especialista en América Latina, que publicó incluso sus memorias, y a partir de ahí, pude rescatar algunos itinerarios que son sorprendentes y que nadie se hubiera imaginado que pasaba eso en nuestros países en algún momento. Entonces creo que las Cenizas del Cóndor cuenta una historia individual, verdadera, de una mujer que lucha por conservar a su hijo, y para conservarlo tiene que pasar por situaciones muy difíciles y mentir sobre el origen de este hijo. Ella inscribe como adoptado a su hijo para preservarlo y para evitar de que sospecharan de ella y de ese hijo. Ella vive varios años aterrorizada de que le fueran a quitar al hijo. Pero yo descubrí que en esa historia pequeña e individual, de una mujer joven con su niño, se conectaba con muchas otras historias vinculadas con las historias de Argentina y de Chile. Al Chile de Pinochet, del Mamo Contreras, del Plan Cóndor y en la realidad, el plan cóndor fue una idea de Pinochet, muy anterior a su instalación oficial en el año 75. A fines del 73 y principio del 74, ya Pinochet y Contreras tenían claro de que querían operar fuera de sus fronteras y querían hacerlo con impunidad, entonces tenían que adquirir contactos que les permitieran funcionar así en todas partes del mundo. De esta forma fue como llegó un personaje que parece de ficción, pero que es real, que es un príncipe italiano. Junio Borghese llegó clandestinamente con uno de sus ayudantes a Santiago en el año 74. Aquí se encontró con Pinochet y con Contreras y ese año armaron una estructura clandestina que terminó matando gente en Europa, en Estados Unidos, en Argentina y en un montón de partes del mundo. Y eso es lo que cuenta un poco la novela.
Estuviste en Chile en tu juventud y en un proceso histórico que fue clave. Ahora que estás acá nuevamente cómo nos percibes como idiosincrasia? Hemos cambiado mucho?
Lo que pasa es que el mundo cambió. Cambió Santiago, cambió la gente y ya nada es igual. Yo he venido a Chile en varias ocasiones y uno ve la progresión de cómo va cambiando.
Yo viví un Chile que era muy solidario. Cuando llegué a Santiago, lo hice sin un centavo, sin ningún vínculo y a mí me ayudaron los chilenos. Me consiguieron un trabajo. Yo trabajaba en una fábrica de cerveza que había en Av. Independencia. También me prestaron un apartamento para que yo viviera, porque no tenía dinero; pero yo creo que la solidaridad se ha ido diluyendo, no sólo en Santiago, sino que en el mundo en general y hay que hacer un esfuerzo por rescatarla y tal vez, nosotros vivimos en una sociedad global, hiperconectada e hiperincomunicada. Uno ve extremos de chicos que están sentados en una mesa y que en vez de hablar se mandan un whatsapp. Y eso es terrible. Yo creo que, sin aspirar a volver a vivir a un  paraíso -que no existió- o de volver a un pasado en el que no había teléfonos celulares, ni internet ni nada de eso, pero sí creo que sería bueno replantearnos algunos aspectos de nuestra vida respecto de nuestras relaciones con nuestros semejantes. Qué vínculos tenemos, cuánto amor hay en nosotros y a dónde va a dar ese amor, porque a veces ese amor termina por ser recibido por una computadora. Hay muchas parejas jóvenes que en lugar de tener hijos, eligen tener un perro. Entonces, yo no me cuestiono el que una pareja no quiera tener hijos, pero lo que que sí me cuestiono es que esa pareja prefiera tener un perro y que los trate como lo mismo. Y eso no pasa solamente en Chile, pasa también en Uruguay, en Japón y en todas partes. Y creo que vamos hacia el borde de un precipicio y parece que estamos todos entusiasmados por dar un paso hacia adelante. Creo que debemos pensar más hacia a dónde vamos con la naturaleza, con los alimentos, con las relaciones humanas. Yo no soy muy optimista, esa es la verdad y creo que hay que hacer un esfuerzo individual por transmitir lo necesario de pensar en el futuro, no inmediato de la gente, sino de sus hijos y de sus nietos.
Comparte este contenido:

Colombia: La Gaboteca, una biblioteca virtual de García Márquez

Excelsior/15 de abril de 2016/

 

Se llama La Gaboteca y es un sitio web que la Biblioteca Nacional de Colombia presentará esta tarde en Bogotá para que toda la obra Gabriel García Márquez esté a tan solo un clic de sus lectores.

La idea de La Gaboteca surgió tras la muerte del autor colombiano laureado con el premio Nobel, el 17 de abril de 2014 en la Ciudad de México, explicó Nicolás Pernett, historiador e investigador del mencionado centro cultural.

En esta biblioteca virtual, los usuarios no solo encontrarán ordenadas las obras del autor, sino además libros que se han escrito sobre él y las traducciones de los unos y los otros.

Aunque la obra del Nobel es mundialmente conocida, la biblioteca ha dicho que en La Gaboteca también habrá rarezas, «como su obra de teatro (‘Diatriba de amor contra un hombre sentado‘), su guión nunca grabado aunque publicado como libro (‘Viva Sandino‘) o sus discursos y ensayos sobre la educación en Colombia».

A un clic de los lectores

La idea de La Gaboteca surgió tras la muerte del autor colombiano laureado con el premio Nobel, el 17 de abril de 2014 en la Ciudad de México. (Archivo)

Desde luego el lector también encontrará hasta el más mínimo detalle de la biografía de «Gabo«, como por ejemplo que nació en un remoto poblado del Caribe colombiano llamado Aracataca en 1927, que estuvo casado con Mercedes Barcha, que tuvo dos hijos llamados Rodrigo y Gonzalo y que a los 87 años murió en la capital mexicana.

«La viuda de Gabo, doña Mercedes, ha estado muy presente con la biblioteca y le ha donado muchos libros… También una de sus máquinas de escribir, la medalla del Premio Nobel. Ella ha estado muy pendiente de nuestro trabajo de divulgación de la memoria de García Márquez», indicó Pernett.

Recordó que el año pasado Barcha le regaló a la biblioteca 390 libros de las colecciones personales del autor de «Cien Años de Soledad» que no se consiguen en Colombia y que, en algunos casos, están en coreano y en indio.

El colombiano más universal

Considerado por muchos como el colombiano más importante de todos los tiempos y también como el escritor de habla hispana más grande de la historia después de Miguel de Cervantes, García Márquez fue laureado en 1982 con el Premio Nobel de Literatura por «por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente».

Aunque aún no se ha concretado el hecho, su familia ha querido que sus cenizas reposen en el puerto de Cartagena de Indias, que fue su lugar de residencia en Colombia y el escenario de una de sus obras cumbre: «El Amor en los Tiempos del Cólera«.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2016/04/14/1086526

Comparte este contenido: