Sobre lógica dialéctica, pensamiento dialéctico y pensamiento metafísico

Por: Salvador López Arnal

En un reciente artículo -“El valor como riqueza social” [1]- el profesor Francisco Umpiérrez Sánchez hace referencia al que suscribe esta nota en dos ocasiones. Unos breves comentarios por mi parte.

Empiezo por su segunda observación:

Escuchemos de nuevo a Krugman y Wells en la obra referida [Introducción a la Economía]: “Los billetes que lleva usted en su billetera son dinero. Otras formas de la riqueza, como los automóviles, las casas o los títulos de valor, no son dinero”. A esto se llama forma metafísica de pensar, todo lo contrario del pensamiento dialéctico –para que tome nota López Arnal– .

 

Aunque no acabo de captar bien por qué Umpiérrez Sánchez se dirige a mí explícitamente en este punto, tomo nota por supuesto (y añado, de manera cortés, que no me parece totalmente cortés la forma que tiene de indicarme que tome nota).

Para nuestro autor un rasgo de lo que él llama “pensamiento metafísico” es pensar, por una parte, por medio de definiciones aisladas -lo que, en su opinión, hacen Krugman y Wells en el citado ensayo-, y, por otra, en la desconexión de las partes del todo. Sin estar muy puesto en estas consideraciones metodológicas, a mí también me parece adecuado evitar las desconexiones (acaso provisionalmente necesarias en muchas ocasiones) construyendo un pensamiento globalista cuidadoso (no especulativo sin pie firme) que las integre o disuelva (y que supere, si existiera, la desconexión inicial).

Veamos la primera referencia, la que abre su artículo. Dice así:

López Arnal siempre ha presentado reparos al estatuto de la Lógica Dialéctica como tal Lógica. Pero cambiemos de nominación y así tal vez ponga menos reparos. Hablemos del pensamiento dialéctico sin que este se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo. Pensar, entre otras cosas, implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema. Cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico.

 

La verdad es que no ha sido siempre. Me hice un lío sobre el tema hace ya muchos años; algunas lecturas juveniles no ayudaron. Pero ciertamente sigo teniendo reparos a la consideración de la mal llamada “lógica dialéctica” como una alternativa a la fijista, antidinamicista o incluso burguesa “lógica formal”. Los disparates de esa “línea de reflexión e investigación” son conocidos. No es necesario citar nombres. Manuel Martínez Llaneza habló de ese maltrato de la ciencia en un estudio imprescindible [2]. En algunos de esos escenarios, se habla de la contradicción como un atributo permanente y generalizado de la realidad misma y se generan elogios a una “lógica dialéctica alternativa” que asuma la tal contradicción como si fuera esperada y bendita agua de abril o mayo. Un sendero claramente equivocado.

No se bien a qué se refiere Umpiérrez Sánchez cuando afirma que “sin que este [el pensamiento dialéctico] se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo”, pero, desde luego, no tengo ninguna objeción con el uso de la expresión. Aunque no siempre está claro lo que queremos decir con ella (Mario Bunge, entre otros, nos enseñó sobre ello hace muchos años), me parece mucho mejor hablar de pensamiento dialéctico que de la lógica dialéctica.

Dudo, eso sí, si pensar, “entre otras cosas, implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema”. Tal vez ese tener en cuenta todos los aspectos sea una tarea sobrehumana y, por el contrario, en muchas ocasiones pensar significa no tener en cuenta, provisionalmente, todos los aspectos pertinentes que concurren, o creemos que concurren, en un problema. En las ciencias naturales, en la física por ejemplo, ese no tener en cuenta “todos los aspectos” de manera provisional es frecuente. Los resultados están a la vista.

Umpiérrez Sánchez afirma a continuación que “cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del pensamiento dialéctico”. Me parece entender aquí una finalidad gnoseológica razonable. Ningún problema si es operativa, si no nos leva al desasosiego por no alcanzar imposibles. Me parece entonces que, siguiendo esa forma de hablar, muchísimo conocimiento científico, en ciencias naturales o sociales, aspira a ser (es incluso) pensamiento dialéctico.

En cambio, cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, añade nuestro autor, “más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico”. La afirmación parece ser, de nuevo, una caracterización de lo que él llama pensamiento metafísico, una limitación -unilateralismo- severa en términos gnoseológicos (también en términos políticos). Para evitar confusiones, desde el uso normal del término metafísica (asociado a pensamiento metafísico, si bien en otra acepción de la expresión), en mi opinión es perfectamente posible un hacer metafísico, un pensar metafísico, que sea dialéctico en grado sumo. Ejemplo: el reciente ensayo, deslumbrante en mi opinión, de uno de nuestros filósofos más dialécticos… y más metafísicos (a un tiempo y sin contradicción), Miguel Candel: Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista [3].

En síntesis, creo que el profesor Umpiérrez Sánchez y yo tenemos total o casi total acuerdo en que es mejor no hablar de lógica dialéctica y que vamos por mejor camino gnoseológico si hablamos de pensamiento dialéctico, esforzándonos en concretar, en la medida de nuestras fuerzas, qué entendemos por tal, a un tiempo que reflexionamos si existe tanta diferencia real entre ese tipo de pensamiento (que sería, digamos, el bueno, el vindicable) y otros pensamientos que no llevan adheridos la etiqueta “dialécticos”.

 

Notas

1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257025

2) Manuel Martínez Llaneza, La ciencia mal-tratada. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant.http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=9497

3) Publicado por la editorial Montesinos en 2018. Sendas entrevistas con el autor sobre su ensayo -Entrevista a Miguel Candel sobre Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista. “La metafísica puede parecer inane, uránica y escapista, pero tiene muchas más consecuencias prácticas de las que uno podría pensar a primera vista”- en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246375 https://www.rebelion.org/noticia.php?id=246585

 

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=257118

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La paradoja del mentiroso

Por: Ignacio Mantilla

Entre nosotros hay una palabra de moda: “posverdad”. Este término ingresará en diciembre de este año al diccionario de la Real Academia Española como neologismo. Debería también aprovecharse para definir concretamente una nueva palabra que, de forma similar y desde hace algunos meses, de manera frecuente nos hace falta. Me refiero a la “posmentira”. Este otro neologismo haría referencia a todas las consecuencias que se derivan de las falsas noticias (también muy de moda), las acusaciones infundadas y los señalamientos sin sustento, que con especial dominio se trinan haciendo uso de muy pocos caracteres para calumniar sin reparo.

¿Qué recursos tenemos para desmentir? Sin lugar a dudas, la lógica es una de las más poderosas herramientas que pueden ser usadas para descubrir la mentira y, por lo tanto, también la verdad. Pero existe una categoría especial de expresiones que fácilmente conducen a contradicciones lógicas, que superan nuestro sentido común porque aparentemente son falsas y pueden ser verdaderas o de apariencia verdadera, o porque resultan falsas aun cuando son de apariencia verdadera. Expresiones que nos hacen cuestionar nuestras propias conclusiones cuando descubrimos que éstas son absurdas y que hemos llegado a ellas conducidos a partir de algunos pocos supuestos razonables. Estoy hablando de las paradojas.

No quiero entrar a profundizar en las diferentes categorías de paradojas, sólo quiero compartir con los lectores una muy famosa y simple, que para el tema resulta pertinente: se trata de la paradoja del mentiroso. Su origen es muy antiguo y se debe a Eubulides de Mileto, quien vivió en el siglo IV a.C. Su versión es: “Un hombre dice que está mintiendo”. ¿Es lo que él dice verdad o mentira? Veamos:

Si lo que dice es falso, entonces entramos en una contradicción, pues si él afirma que está mintiendo y lo que dice es falso, entonces no miente, así que dice la verdad. Contradice lo supuesto.

Si el hombre dice la verdad, entonces su afirmación es verdadera, pero él dice que está mintiendo, y como dice la verdad, la afirmación confirma que él miente, por lo tanto no dice la verdad, en contradicción con lo supuesto inicialmente.

Por consiguiente, ambas suposiciones conducen a contradicciones lógicas y no puede afirmarse que el hombre miente o dice la verdad.

Este ejemplo es similar a la conocida paradoja de Epiménides, quien afirmaba: “Todos los cretenses son mentirosos”. Aparentemente, eso no es ninguna paradoja, pero si tenemos en cuenta que Epiménides era cretense, aparece la paradoja, pues entonces debe estar mintiendo y entramos en contradicciones como las expuestas arriba.

En realidad, me divierto escuchando a un político cuando afirma que todos los políticos son mentirosos, porque me recuerda a Epiménides.

La paradoja del mentiroso tiene múltiples variantes que hábilmente se utilizan en los debates, pero que a veces no se alcanzan a identificar. Hace un tiempo escuché un debate en el Congreso en el que un senador X afirmó: “Presidente, lo que va a decir el senador Y es falso”. Cuando tomó la palabra el senador Y, dijo: “Presidente, lo que ha dicho el senador X es verdad”. Cada frase independiente no es una paradoja, pero juntas conforman un fascinante círculo paradójico. ¿Cuál senador miente?

Una muy bonita variante de la paradoja del mentiroso es la que se conoce como la tarjeta de Jourdain, formulada en 1913 por el matemático inglés Philip Jourdain. Este matemático concibió una tarjeta con un mensaje en cada cara de la tarjeta. En una cara decía: “La oración del otro lado de la tarjeta es verdadera”, y en la otra cara estaba escrito: “La oración del otro lado de la tarjeta es falsa”.

La paradoja de Pinocho es otra de las populares versiones y resulta muy aleccionadora. Si la nariz de Pinocho crece solamente cada vez que él miente, ¿qué pasa si Pinocho afirma: “Ahora me crecerá la nariz”? Veamos:

Si le crece la nariz, dijo la verdad, luego no debió crecer su nariz.

Si no le crece la nariz, Pinocho mintió, luego su nariz ha debido crecer.

Un ejemplo clásico es también el del libro en cuya nota final afirma: “Todo lo escrito en este libro es falso”. Como esta frase está incluida en el libro, forma entonces parte de él y aparece la paradoja nuevamente.

Pero la más simple de las formas de la paradoja del mentiroso es: “Esta oración es falsa”.

He encontrado algunas variantes de esta antigua paradoja revisando los trinos de ciertos personajes que sigo en Twitter. Algunos de ellos son irremediablemente mentirosos y calumniosos, pero al afirmar que son portadores de la verdad aparece la paradoja que los delata porque, aun cuando seguramente no tenían la intención de mentir, descuidan la lógica y el sentido común.

En todo caso, creo que la palabra posmentira, al igual que posverdad, debería también incluirse en el diccionario de la Real Academia Española para describir fácilmente este paradójico mundo actual de las falsas verdades.

Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/la-paradoja-del-mentiroso-columna-723736

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¿Lenguaje sin lógica?

Por: Ignacio Mantilla

Si hay algo que los matemáticos aprendemos desde el inicio de nuestra formación es la diferencia entre un ejemplo, un lema, un contraejemplo y un teorema; especialmente aprendemos a diferenciar entre un caso particular y una generalización. También aprendemos muy temprano algunos métodos de demostración, entre los que aparecen siempre el de “reducción al absurdo” y el de “inducción”.

A veces es bueno usar ese conocimiento básico y examinar entonces, con criterio matemático, lo que se afirma en el lenguaje corriente, para detectar errores comunes que con frecuencia conducen a conclusiones falsas, desproporcionadas o absurdas, aparentemente muy bien sustentadas, pero que en realidad esconden engañosas demostraciones.

Los recientes sucesos que han empleado algunos para estigmatizar como “terroristas” a los estudiantes y egresados de la Universidad Nacional y demás universidades públicas, y como “corruptos” a los de las universidades privadas de élite, son un buen ejemplo de esas falsas conclusiones. Se trata de uno de los métodos preferidos, de aparente demostración por inducción: si se presenta un caso comprobado de un estudiante de universidad pública autor de un acto terrorista en 2015, de otro estudiante con el mismo delito en 2016 y un par más en 2017, se concluye que todos los estudiantes de universidades públicas son terroristas. Si hay un egresado de una universidad privada acusado de corrupción en 2014, dos más en 2015 y tres en 2017, la conclusión es que todos los egresados de universidades privadas son corruptos. Comúnmente se cree que la prueba es más contundente aún si se suma algún caso más antiguo conocido.

Recuerdo, como anécdota, que en la Universidad de Mainz (Alemania) el profesor de matemáticas Ernst Hölder sostenía una marcada rivalidad con algunos de sus colegas de física y no desperdiciaba oportunidad para hacer bromas sobre sus métodos y logros científicos. Era costumbre en la universidad hacer un acto especial de celebración para homenajear a los profesores cuando cumplían 60 años de edad. Tuve la oportunidad de asistir a la celebración del cumpleaños 60 del profesor Peter Paul Konder y recuerdo cómo el profesor Hölder, después del brindis, tomó la palabra y provocó risas entre los asistentes al decir: “El número 60 es muy importante en la vida de los matemáticos, pues es divisible por 1, por 2, por 3, por 4, por 5, por 6. Es decir que, como dirían mis colegas físicos, es divisible por todos los números”.

Pero más comunes que las falsas pruebas de tipo inductivo son las que usan frecuentemente algunos personajes que dominan una gran oratoria para demostrar que de una afirmación P se concluye otra Q, que es completamente falsa. Puesto que “P implica Q” es una proposición verdadera cuando P es falsa, independientemente del valor de verdad de Q (por ejemplo, es verdadera la proposición: “Si Colombia está en África entonces los caballos ponen huevos”), es usual que se parta de una afirmación falsa P y durante media hora se pronuncie un gran discurso en el que sólo se dicen cosas verdaderas, ojalá fácilmente comprobables, para concluir con una afirmación absurda Q, que al estar precedida de tan convincente discurso no despierta mayores dudas entre los oyentes de que se trata de una brillante y certera demostración de la verdad de Q, que además evidencia la elocuencia del orador (en la literatura reciente de las calumnias hay buenos ejemplos).

Frecuentemente encontramos también la generalización, no necesariamente con el interés de estigmatizar a partir de un ejemplo o de una pequeña muestra, como lo señalaba arriba, sino como costumbre de caracterizar grupos de personas con base en el conocimiento de una o de unas pocas personas de ese grupo. Igual si se trata de un país o de una región. Me refiero a sentencias como: “Todos los colombianos son narcotraficantes”, “a todos los costeños les gusta el vallenato”. Y qué decir de las generalizaciones para los grupos de profesionales o las culturas: “Todos los filósofos son aburridos”, “todos los mexicanos comen picante”, “todos los antioqueños son negociantes y todos los santandereanos son peleadores”. Combinada la generalización con una forma condicional puede afirmarse por ejemplo: “Todos los árabes huelen mal y los mejores ingenieros son árabes, entonces los mejores ingenieros huelen mal”.

Existe también la marcada tendencia a calificar a todos por una experiencia, casi siempre negativa. Si tuvimos un pésimo profesor de matemáticas, afirmamos que “todos los profesores de matemáticas son pésimos”. Si en Nueva York un taxista turco nos cobró más de lo indicado, entonces afirmamos que los turcos (todos) son “tumbadores”. Si en una oficina no nos contestaron el teléfono, aseguramos que “allá nunca contestan”. Pero peor aún es la tendencia a calificar a todos los habitantes de un país de acuerdo con sus gobernantes: “Todos los venezolanos son groseros e incultos” o “todos los gringos son ignorantes”.

No escapan a estas generalizaciones las que podemos clasificar entre las paradojas. Así, por ejemplo, el político que muy enfáticamente afirma que “todos los políticos son corruptos”. Esa es una buena paradoja, comparable a la antigua y famosa paradoja de Epiménides: “Todos los cretenses son mentirosos”. Como Epiménides era cretense, ¿es entonces verdadera la afirmación?

La mayoría de los profesionales necesitan de una buena capacidad argumentativa para desempeñar un trabajo. Y la lógica correctamente usada no necesariamente está en relación directa con la capacidad de oratoria, por eso creo que, tan importante como las clases de oratoria, son las asignaturas de lógica en todas las carreras profesionales.

Hace algunos años, mi colega Fernando Zalamea Traba ideó en la Universidad Nacional un exitoso curso que llamó “Lógica para Abogados”. Estoy seguro de que aun por fuera de un currículo formal este tipo de iniciativas despiertan el interés hasta en ilustres juristas que tendrán la satisfacción de conocer la formalidad de la lógica matemática básica que permite detectar con facilidad las engañosas y falsas demostraciones en el ejercicio profesional.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/lenguaje-sin-logica-columna-705408

 

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Los ritmos del capital

Europa/Francia/Noviembre 2016/Daniel Bensaïd/http://www.rebelion.org/

Tras la Segunda Guerra Mundial, el movimiento revolucionario se vio confrontado a una situación imprevista. El régimen burocrático soviético no solo sobrevivió a la guerra, sino que parecía conocer una expansión en Europa oriental. El capitalismo, asfixiado en los años 1930, parecía recuperar vigor. En 1947, el joven militante Ernest Mandel, se aferra en un primer momento a la idea de que este boom no era más que un corta respiro previo a un nuevo desarrollo revolucionario. Constatando los efectos del plan Marshall en la recuperación de la producción y la estabilización de la situación en Europa, algunos trotskistas, como Tony Cliff o Nahuel Moreno, se mostraron más vacilantes durante el congreso de la IV Internacional en 1948. Cuando estuvo claro que en realidad se trataba del inicio de un período de expansión duradera, Ernest Mandel, se comprometió en el esclarecimiento del enigma de esta vitalidad recuperada del capital. A partir de entonces, la reflexión teórica sobre los ciclos de acumulación y las crisis constituye uno de los hilos conductores de su obra económica: desde el Tratado de economía marxista (1962) hasta el libro sobre las ondas largas que ahora se edita en francés, pasando por El capitalismo tardío (1972), La crisis (1978) y El capital: cien años de controversia sobre la obra de Marx(1985)/1.

¿Cómo explicar el dinamismo recuperado del capitalismo de los «treinta gloriosos»?, ¿Por qué el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial no se tradujo, a diferencia de los años 1920, en el renacimiento de un potente movimiento revolucionario en los países capitalistas desarrollados? Las respuestas de Mandel a estas cuestiones jamás fueron simples. Para el, las tendencias económicas fuertes están estrechamente entrelazadas a las innovaciones tecnológicas, a las luchas sociales y a los acontecimientos políticos. De ese modo, en los años 1960 Mandel fue uno de los primeros en retomar el debate sobre los ciclos del desarrollo capitalista, interrumpido en los años 1920, a partir de una relectura de Kondratieff, en aquella época víctima de la amnesia organizada por la ortodoxia estalinista. Mientras que, en Marx, la «periodicidad regular» de las crisis tenía que ver exclusivamente con las crisis del ciclo industrial o comercial (aproximativamente cada diez años), desde principios del siglo XX economistas académicos (como Jean Lescure o Albert Aftalion) y teóricos socialistas (como Parvus o Van Gelderen) registraron fluctuaciones de otra amplitud. Pero la primera síntesis que ponía en relación los movimientos a largo plazo de los precios y de la producción fue la de N.D. Kondratieff en los artículos y conferencias de 1922 a 1926/2. Desde los trabajos de Simiand y Schumpeter en el periodo de entreguerras, la teoría de los grandes ciclos cayó en desgracia. La expansión de los «treinta gloriosos», la atenuación de los ciclos cortos y la eficacia relativa de las políticas anti cíclicas alimentaron la ilusión de que el espectro de la crisis estaba definitivamente conjurado. Así pues, cuando parecía que iban a triunfar las teorías del equilibrio, del neocapitalismo organizado y del crecimiento ordenado, Mandel fue uno de los raros autores en sostener y desarrollar la teoría de las ondas largas. Si muchas de las interrogantes vinculadas a esta teoría continúan aún sin respuesta, la hipótesis de las ondas largas se ha impuesto en los programas de investigación con la larga depresión iniciada en los años 1970/3.

Así pues, Mandel estuvo entre los primeros a comprender el significado histórico del cambio de ciclo, o de onda, que se dio a mediados de los años 1960-1970, y a ofrecer una interpretación compleja, que no se puede recudir, como a veces lo hace la economía vulgar, al efecto mecánico de la «crisis del petróleo» de 1973. A la luz de este cambio, profundizó la distinción terminológica entre ciclo y onda, tratando de corregir la interpretación mecanicista a la que se podría prestar la noción de ciclo. A este fin, retomó las cuestionen esbozada por Trotsky en los años 1920. Éste, en su informe de junio de 1921 al 3er Congreso de la Internacional Comunista sobre La crisis económica mundial y las tareas de la Internacional, echó un pulso a todos los que establecían una relación mecánica entre crisis económica y situación revolucionaria. En su artículo de 1923 sobre La curva del desarrollo capitalista, insistió de nuevo, contra Kondratieff, sobre la complejidad de las relaciones entre economía y política: « Es una tarea muy difícil, imposible de resolver en su pleno desarrollo, el determinar aquellos impulsos subterráneos que la economía transmite a la política de hoy.» Los ciclos tienen según el, un valor explicativo real, pero «no podemos decir que estos ciclos lo explican todo: eso está excluido por la simple razón de que los ciclos mismo no constituyen fenómenos económicos fundamental, sino derivados.» Si el capitalismo se caracterizase solo por la recurrencia de los ciclos, «la historia no sería más que una repetición compleja y no un desarrollo dinámico.»

A finales de los años 1970, uno de los mayores problemas planteados a los revolucionarios por la entrada en una nueva onda larga depresiva fue (y continúa siéndolo) el de las condiciones para [el desarrollo de] una nueva onda expansiva. Si por una parte, la tendencia descendente se puede comprender teóricamente a la luz de la caída tendencial de la tasa de beneficio, por otra, la tendencia ascendente parece requerir una modificación radical de las relaciones de fuerza y la modificación de las condiciones políticas e institucionales para la realización del valor del capital. Mandel subraya así que la originalidad de su concepción de la «ondas largas asimétricas» se basa en que «nos apoyemos en la relativa autonomía del factor subjetivo para concluir de ella que la salida de una onda larga depresiva no está predeterminada sino que depende de la lucha de clases entre fuerzas sociales vivas.» De ese modo, rechaza el economicismo y el determinismo heredados de la II Internacional. Sin embargo, la oposición entre los factores «endógenos» (económicos) que determinarían la inflexión de la tendencia descendente, y los «factores exógenos(extraeconómicos) que determinarían la tendencia ascendente continúa siendo tributaria de una separación demasiado formal entre economía y política, entre objetividad y subjetividad:

«Por todas las razones señaladas, nos aferramos a nuestra concepto de un ritmo fundamentalmente asimétrico para las ondas largas del desarrollo capitalista, en el cual la tendencia descendente (el paso de una onda larga expansiva a una onda larga depresiva) es endógeno, mientras que la ascendente no lo es. Ésta depende sobretodo del cambios radicales en el contexto histórico y geográfico general del modo de producción capitalista, cambios capaces de inducir un ascenso fuerte y sostenida de la tasa media de ganancia.»

El hecho es que el pensamiento de Ernest Mandel se opone tanto a la simplificación harmónica, según la cual, el capitalismo habría superado sus contradicciones internas y alcanzado un régimen de crecimiento ilimitado, como a la simplificación catastrofista que se obstina en negar las nuevas formas del capitalismo mundial para continuar profetizando permanentemente su crisis final. Esta posición le costó sufrir un fuego cruzado, siendo acusado tanto de profetizar una crisis improbable, como de ceder a las sirenas de un «neocapitalismo» capaz de regular sus contradicciones. Sin embargo, para él, esas contradicciones seguían estando bien presentes. Y no solo conducían a una crisis generalizada de las relaciones sociales sino, también, a una crisis de las relaciones culturales y de la relación con las condiciones naturales de reproducción de la especie. En ese sentido, su programa de investigación era particularmente profundo. Mientras, como lo recuerda Francisco Louça, la teoría económica dominante se construyó, «sobre las propiedades newtonianas de un universo atomista», su teoría de las ondas largas era «histórica por esencia y conforme a las exigencias epistemológicas de un enfoque realista de la economía.» Para elucidar la conjunción de las tendencias regulares y de las irregularidades periódicas, Mandel se opuso tanto a un marxismo mecanicista como a la «mística del equilibrio» de la economía clásica, de las nociones de «variables parcialmente autónomas» y el «determinismo dialéctico.»

De ese modo, retoma y desarrolla la lógica dialéctica de Marx, presente en la tercera sección del libro 3 de El Capital en torno a la baja tendencial de la tasa de beneficio, «ley bidefálica según la cual, las mismas causas que provocan una disminución de la tasa de beneficio provocan el incremento simultáneo de la masa de benficio»/4. En efecto, extraña ley esta «ley tendencial» que contiene las causas «que la contrarrestan» y desarrolla sus propias «contradicciones internas». Semejantes fórmulas implican una causalidad diferente a la única causalidad mecánica y lineal clásica de causa-efecto. Así, la dinámica de una fase expansiva no puede, insiste Mandel, explicarse por la sola lógica del «capital en general». Implica una «serie de factores extra-económicas, tales como las guerras de conquista, la ampliación y contracción del ámbito de actuación del capital, la competencia intercapitalista, la lucha de clases, las revoluciones y las contrarrevoluciones, etc.»

Ernest Mandel distingue así los ciclos económicos de un «ciclo largo de la lucha de clases, del ascenso y declive de la combatividad y la radicalización de la clase obrera, relativamente independientes de las ondas largas de acumulación, aunque en cierta medida entrelazadas a ella«. La verificación empírica de tal «ciclo largo de la lucha de clases» está por hacer. Hay quien ha tratado de hacerlo/5. Una primera dificultad reside en los indicadores que se manejan y en su fiabilidad. Suponiendo que la misma sea resuelta (a través de una estadística rigurosa de las huelgas, de los resultados electorales, de los efectivos sindicales y de los movimientos sociales), sin duda, se podría establecer la relación entre las fluctuaciones económicas y la conflictividad social. Sin embargo, este vínculo no sería suficiente para dotarnos de las razones explicativas de la periodicidad de un ciclo largo de la lucha de clases, salvo que giremos en redondo deduciéndola (en cierta forma mecánicamente!)… ¡del ciclo económico! Hasta el final de su vida, Ernest Mandel soñó con una teoría de los ciclos de la lucha de clases dialécticamente articulada a la de las ondas largas. Sueño de formalización sin duda inalcanzable en la medida en que se enfrenta a los efectos complejos de la discordancia de los tiempos/6.

En el tercer capítulo de la Ondas largas, Mandel evalúa el desarrollo histórico del capitalismo a la luz de los cambios operados desde la Primera Guerra Mundial:

«Desde entonces hemos entrado en una nuevo periodo histórico que implica tanto el declive como la contracción geográfico de ese modo de producción. La victoria de la Revolución rusa y las pérdidas subsiguientes que sufrió el sistema capitalista internacional, en la Europa del Este, en China, en Cuba y en Viertnam, son manifestaciones significativas de ese proceso, aunque en modo alguna sean las únicas.»

Desde que fueron escritas esas líneas, Rusia y China se han integrado en el espacio de la globalización mercantil. Millones de trabajadores y trabajadoras de estos países han sido arrojados al mercado mundial sin protección social. A pesar de las derrotas infligidas al movimiento obrero a escala mundial, a pesar del restablecimiento de la tasa de beneficio, a pesar de los resultados financieros de las multinacionales y de los fondos de pensiones, la onda depresiva no se ha transformado en una onda expansiva. Nos encontramos en el umbral de una nueva época, bastante diferente de la postguerra en la que Ernest Mandel trató de descifrar estos enigmas. Por lo tanto le corresponde a la nueva general aprender a utilizar los útiles conceptuales que nos legó para descifrar los enigmas del presente.

Prefacio de 2008 al libro de Ernest Mandel Les ondes longues du développement capitaliste. Une interprétation marxiste, coeditado por M-Ediciones (Quebec) y la Fundación Leon Lesoil (Bélgica). Editions Syllepse, Paris 2014, 252 páginas, 25 euros.

Notas

1/ La edición original del libro sobre las ondas largas apareció en inglés en 1980 con el título Long Waves of Capitalist Development. El Tratado de Economía Marxista fue publicado por Ediciones ERA en 1969. El capitalismo tardío, se publicó inicialmente en allemán en 1972 en Ediciones Suhrkamp Verlag con el título Der Spätkapitalismus. En castellano fue publicado por ERA en 1979. La crisis fue publicada por Fontamara en 1975. Por último, El Capital, Cien anos de controversias, apareció en México en 1985 editado por Siglo XXI.

2/ Artículos publicados y presentados por Louis Fonvieille con el título Les grands cycles de la conjoncture, paris, Economica, 1992.

3/ Ver Bernard Rosier et Pierre Dockès, Rythmes économiques, Paris, La Découverte, 1983 ; Bernard Rosier, La théorie des crises, Paris, La Découverte, 1987 ; Jean-Paul Fitoussi et Philippe Sigogne (dir.), Les cycles économiques, Paris, Presses de la Fondation des sciences politiques, 1994 ; Francisco Louçã, Turbulence in Economics : An Evolutionary Appraisal of Cycles and Complexity in Historical Processess, Cheltenham, Edward Elgar Publishing, 1997 ; Chris Freeman et Francisco Louçã, As Time Goes by, Londres, Oxford University Press, 2001 ; Robert Brenner, The Economics of Global Turbulence, Londres, Verso, 2006.

Sin embargo, un autor como Makotoh Itoh no admite la hipótesis de las ondas largar mas que como fruto de una constatación empírica sin marco teórico establecido: «No seria necesario que la teoría de los ciclos largos presentada en la obra de Mandel oscurezca el carácter homogéneo del periodo de las crisis cíclicas regulares. La teoría de los ciclos largos debe ser considerada como un ensayo de generalización a partir de las experiencias históricas de las grandes depresiones de fin del siglo XIX y de los años 1930. Dudo mucho que se pueda probar que ella integre la teoría fundamental de la crisis de Marx» (Makotoh Itoh, La crise mondiale, théorie et practique, Paris, EDI, 1987).

4/ Karl Marx, Le Capital, livre 3, t. 1, Editions sociales, 1957, p 233.

5/ Ver, entre otros, G. Gatteï, Every 25 Years ? Strike Waves and Economic Cycles, coloquio internacional sobre las ondas largas y la coyuntura económica, Bruselas, 1989.

6/ para Henryk Grossmann, los intentos de transformación de la economía política en ciencia exacta están prisioneros de una cuantificación unilateral que les impide pensar la dinámica temporal del desequilibrio: «Se ha podido escribir que el sistema de equilibrio propio a la teoría matemática no conoce ni índices, ni coeficientes de tiempo; por lo tanto, es incapaz de concebir un estado de equilibrio real.» Su único mérito, si es que se puede decir así, es por lo tanto el de constituir una «economía atemporal» (Henryk Grossmann, Marx, l’économie politique classique et le problème de la dynamique, Paris, Champ libre, 1975). Para Frossmann la economía dinámica obedece a la lógica del desequilibrio que modifica las nociones clásicas de la ley y de la causalidad. Marx afirma también que «la ley está determinada por su contrario, a saber la ausencia de la ley» de forma que «la verdadera ley de la economía política es el azar» y que la ley se impone «a través del juego ciego de las irregularidades» (Le Capital, op. cit., livre 1, p. 112-113). Esta lógica asimétrica del desequilibrio concierne sobre todo a las ondas largas.

 Traducción del francés: VIENTO SUR / http://www.vientosur.info/spip.php?article9625

Fuente:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192955

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/vPSxtfK_BdetthCYepHqbEhMUmjlLwROrbSv-9uLN-WnzxgcjKKm-FaqPfF9ZGuz6pKxRg=s88

 

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