Mientras deshierbaban la maleza en una parcela agrícola, varias campesinas salvadoreñas destacaron el empoderamiento económico que les ha traído un sistema de ahorro comunitario, con el que se volvieron más independientes financieramente y también más solidarias.
“La idea es poder ayudarnos entre todas, si necesitan un crédito, una nunca les dice que no”, explicó a IPS la presidenta del grupo de ahorro de la finca La Reforma, Enemesia Portillo.
Ese colectivo, conformado por 62 mujeres, fue creado en 2017 por campesinas que laboran en esa finca, que es a su vez parte de la Cooperativa El Espino, productora de café, ubicada en las faldas del volcán de San Salvador, en el municipio de Antiguo Cuscatlán, vecino a la capital salvadoreña.
La iniciativa busca que mujeres rurales se empoderen económicamente a través de estos grupos de ahorro comunitarios, y sean ellas quienes forjen su propio destino, una idea que está siendo impulsada desde 2012, gracias al apoyo de la organización humanitaria internacional Oxfam.
En ese esfuerzo también participan organizaciones locales, como la Federación de Cooperativas de la Reforma Agraria de la Región Central (Fecoracen), que desde 2017 ha aprovechado la red organizativa que tiene en varias zonas del país para promover esos grupos de ahorro.
“Casi todas son madres solteras, luchadoras, y no creo que se dejen dominar ya, el patriarcado aquí ya va quedando abajo”, agregó Portillo, de 53 años, casada, madre de cuatro hijos, varones y hembras.
Actualmente hay 104 grupos de ahorro en 11 municipios del departamento de La Libertad, y en tres de San Salvador.
En total participan 1700 mujeres y se benefician igual número de familias considerando que cada mujer representa a un grupo familiar.
Esas familias campesinas pueden tener acceso a un pequeño crédito de corto plazo, algo muy difícil de lograr en el sistema financiero nacional.
El monto de los créditos ronda los 150 dólares, a una tasa de interés de 10 %, en general, aunque el grupo de la finca La Reforma es de 20 %. Cada mes, el grupo otorga préstamos por unos 1000 dólares.
En general los préstamos se destinan para gastos en salud, compra de ropa, útiles escolares o electrodomésticos, entre otros, y tienen un plazo de un mes, aunque pueden otorgarse prorrogas.
“Recibir un préstamo en el sistema bancario es complicado, hay que presentar documentos como constancia de salarios, y nosotras como mujeres campesinas no tenemos esos beneficios”, explicó la secretaria del grupo, María Elsa Meléndez, durante una charla con IPS tras concluir la faena del día, en la que participaron otras cinco mujeres.
Su amiga y compañera Portillo, agregó: “Así como son las condiciones de nuestras asociadas, no nos prestaran en el banco. Por eso esta iniciativa sí funciona sobre todo en la zona rural”.
En este pequeño país centroamericano de 6,7 millones de habitantes, únicamente 30 % de la población tiene acceso a la banca, y solo 12 %, a un crédito, según reportó en 2019 uno de los principales bancos del país. La población rural alcanza a 38,3 por ciento del total, según el censo de 2019, y se estima que es la que está menos bancarizada.
Tanto Meléndez como Portillo, al igual que el resto de campesinas que conforman el grupo y la cooperativa, laboran en las faenas agrícolas, sobre todo las vinculadas a la producción de café.
Meléndez, una madre soltera de 40 años, también se dedica a la costura, haciendo remiendos de ropa, que le genera un pequeño ingreso extra para la economía de su familia, compuesta por su hija de ocho años y su madre.
La capacidad de ahorro anual de los colectivos de mujeres, en conjunto, es de 200 000 dólares en promedio.
Esfuerzo colectivo
Estos grupos están conformados por entre cinco y 26 mujeres, aunque los hay como el de la finca La Reforma, con 62 participantes, uno de los más numerosos, y por eso mismo, uno de los que más ahorros ha colectado: 14 000 dólares.
Son las propias participantes quienes ponen las reglas sobre el funcionamiento de su grupo en particular, de forma autónoma, que puede variar entre los grupos de ahorro.
Ellas establecen, por ejemplo, el rango de los montos que cada quien va a aportar, que en general va desde uno a 300 dólares.
También deciden el interés a cobrar por los créditos otorgados, que en promedio es de 10 %, una tasa más alta que la del sistema financiero, e incluso se definen temas como las multas que se imponen a las personas que lleguen tarde o no llegue a las reuniones.
Que la tasa de interés sea más alta que la cobrada por los bancos del país no es del todo una desventaja, porque al final del periodo, que va de enero a diciembre, se distribuye lo recaudado ese año entre todas las participantes del grupo, de forma equitativa.
También se redistribuyen otros ingresos, como los cobros de las multas y los obtenidos con actividades extras, como la venta de comidas o la realización de rifas.
“El interés obtenido junto a los otros ingresos es un bienestar para todas, se divide entre todas”, afirmó Portillo.
Esos encuentros se suelen realizar dos veces al mes, y ahí las participantes realizan sus aportes, que se van guardando en una pequeña caja metálica manejada por la tesorera del grupo.
Pero la llave para abrirla y cerrarla la posee otra persona, para dar confianza de que los fondos están debidamente protegidos.
En las reuniones también se aprueban los préstamos solicitados, y cada participante tiene una libretita para registrar esos datos, al igual que sus aportaciones personales.
Luchadoras mujeres campesinas
La idea de que mujeres rurales ahorren colectivamente ha tenido un buen desarrollo en el caserío La Esperanza, del cantón Mizata, del municipio de Teotepeque, también en el departamento de La Libertad, una comunidad asentada al borde del océano Pacifico.
Ahí Marta Nidia Menjívar, de 36 años, es una de las más entusiastas en los dos grupos de ahorro en los que participa, a los que dedica parte de su escaso tiempo.
Ella cosecha vegetales y hortalizas, como yuca, caña, camote (Ipomea batatas) y chile (pimiento) jalapeño, entre otros, todo orgánico, que cultiva en una pequeña parcela rentada y que vende en su comunidad.
También cría pollos y gallinas y cosecha más yuca en una cooperativa de la que también es socia.
Pero aún le alcanza el tiempo para generar otros ingresos, que suma al pequeño excedente que ahorra en los dos grupos.
“Hago de todo un poco, porque además de la parte agrícola hago pedicura, manicura, masajes y bisutería”, contó Menjívar a IPS, en el patio de su casa, durante un encuentro en que también participaron algunas de sus compañeras del grupo.
Ella trabaja la tierra junto a su esposo, con quien tiene dos hijos, de 13 y 17 años.
Mientras, Nancy Guzmán hace lo propio en el cantón San Sebastián Asuchillo, del municipio de Zaragoza, también en el departamento de La Libertad.
Aquí se han desarrollado cuatro grupos de ahorro, en uno de los cuales participa Guzmán, de 32 años, madre de un niño de 5 años.
“Todas tenemos que prestar 150 dólares, para tener derecho a la misma ganancia, pero si alguien quiere prestar más, se puede”, dijo Guzmán a IPS.
Su esposo trabaja en una fábrica, cerca de San Salvador, pero para generar más ingresos ella produce jaleas, sobre todo de fresa, las que vende en pequeños frascos, a dos dólares cada uno, en la comunidad y en un pequeño negocio de comidas en la capital salvadoreña.
“Ahora estoy pensando en desarrollar mi marca de jaleas”, precisó Guzmán, lo cual piensa lograr con el apoyo de una institución estatal que promueve el trabajo de los pequeños y medianos empresarios.
Por supuesto que también trabaja la tierra: produce pepinos y berenjenas, una actividad en la que la apoya su esposo cuando no está en la fábrica.
El propietario de la parcela donde trabajan no les cobra por el uso de la tierra, sino que le basta con que se mantenga limpia de malezas y sea productiva.
Con los 119 dólares que recibió como dividendos en 2020 por el grupo de ahorro al que pertenece, Guzmán y su esposo tuvieron para comprar una cama nueva.
Ahora se han fijado como meta obtener un dividendos 1000 dólares al final de 2021,un dinero con el que pretenden ayudarse para comprar una motocicleta.
El objetivo es que su esposo pueda desplazarse sin problemas de transporte del trabajo a la casa. De ese modo él pueda estar más vinculado al trabajo agrícola que ambos desarrollan.
“Tenemos la esperanza de que lo vamos a lograr, ese es nuestro objetivo este año”, finalizó convencida de que su meta es realizable.
ED: EG
Este artículo integra la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de las Mujeres Rurales, el 15 de octubre, que este año tiene como tema: “Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas.
América del Sur/Brasil/29 Octubre 2016/Fuente y Autor:vermelho
A juventude da Via Campesina Brasil emitiu uma nota neste sábado (22) repudiando o governo golpista de Michel Temer e denunciando o retrocesso na área da educação proposta pelas medidas neoliberais que estão sendo implantadas no país.
Precisamos de um amplo processo de debate e construção de uma profunda reforma da educação, mas é fundamental que ocorra de acordo com os interesses do povo brasileiro e de sua juventude. Continuaremos ocupando escolas, praças, instituições e latifúndios, mobilizando e convocando toda a juventude a se juntar à luta e barrar o golpe e toda ofensiva contra o povo brasileiro!”, afirmam em trecho da nota.
A nota ainda aponta que nesse contexto de golpe, a juventude do campo tem sido atacada diretamente. “Estamos sendo atacados por diversas frentes. A inviabilização da Reforma Agrária, o fim do MDA (Ministério do Desenvolvimento Agrário), a proposta de Reforma da Previdência Social, o corte no orçamento do Programa Nacional de Educação na Reforma Agrária (PRONERA), a ameaça de entrega de nossas terras e bens naturais à estrangeiros são algumas medidas que já estão sendo tomadas e nos afetam diretamente”.
Confira abaixo a nota na íntegra
Juventude camponesa se manifesta contra o golpe na educação
O Brasil vive um processo político com um governo golpista completamente rendido aos ditames do grande capital internacional. Essa conjuntura reposiciona a juventude na luta política, uma vez que é diretamente contra ela que se direcionam boa parte das medidas neoliberais defendidas pelo Banco Mundial e seguidas fielmente por Michel Temer e sua corja.
Nós, jovens do campo, estamos sendo atacados por diversas frentes. A inviabilização da Reforma Agrária, o fim do MDA (Ministério do Desenvolvimento Agrário), a proposta de Reforma da Previdência Social, o corte no orçamento do Programa Nacional de Educação na Reforma Agrária (PRONERA), a ameaça de entrega de nossas terras e bens naturais à estrangeiros são algumas medidas que já estão sendo tomadas e nos afetam diretamente.
Além da ameaça aos nossos territórios e à natureza, o (des)governo golpista escolheu outra frente de ataque: a educação. Nesse momento, duas medidas aparecem como ataques diretos a esse direito fundamental, a Proposta de Ementa Constitucional (PEC) 241 e a Medida Provisória (MP) nº 746/2016 de reforma do Ensino Médio.
A PEC 241 propõe congelar o investimento nas áreas sociais por 20 anos, atingindo especialmente a saúde, educação e assistência social. Somente nos primeiros anos, em caso de se efetivar esta PEC, a Educação perderá 58,5 bilhões de reais, na Saúde são 161,04 bilhões e a Assistência Social 125,3 bilhões de reais. Saúde e educação são direitos fundamentais, porém ainda estão extremamente precarizados, principalmente para a população camponesa.
A Medida Provisória 746/2016 que institui uma reforma no Ensino Médio, caracteriza a educação apenas como um meio de capacitação técnica de mão de obra, onde não importa a formação humana, muito menos o pensamento crítico em torno das contradições sociais.
Essa medida aponta diversos retrocessos, tais como a retirada da obrigatoriedade de disciplinas como Artes, Educação Física, Filosofia e Sociologia. Desqualifica a atuação docente ao permitir que qualquer pessoa, que seja entendida como de “notório saber”, possa atuar como educador, sucateando o ensino e esvaziando de conhecimento os processos escolares formativos.
Não é por acaso que a MP 746/2016 segue o rito da Lei 5.692/71, implantada na ditadura militar que também retirou as disciplinas de Filosofia e Sociologia e em seus lugares colocaram a disciplina Educação Moral e Cívica. O objetivo é garantir a hegemonia política-ideológica em todos os níveis da educação, agudizar a relação direta e imediata entre educação e produção capitalista.
Há ainda, o Projeto Escola sem Partido (PLS 193/2016, PL 1411/2015 e PL 867/2015) ou “Escola com Mordaça”, que tem como objetivo suprimir a discussão ideológica nas escolas, restringindo os conteúdos de ensino, baseado na pretensa ideia de “neutralidade do conhecimento”, inviabilizando assim a atuação dos educadores/as na construção do pensamento crítico sobre a realidade social, sobretudo os profissionais da área das Ciências Humanas.
Esse PL fere o princípio do pluralismo de ideias e a liberdade de aprender, ensinar e partilhar saberes que representam uma visão crítica sobre o mundo.
O movimento de ocupação das escolas pelos jovens secundaristas, que vem ganhando força em todo país, se configura como ferramenta política importante na luta contra todas essas medidas reacionárias, bem como na luta contra a negação do direito a Escola e a educação pública de qualidade. Essas lutas são expressão da insatisfação da juventude com todo esse desmonte da nossa Educação, já tão precária. Demonstra o reconhecimento de que a Educação e a Escola pertencem a esses sujeitos e por tanto deve atender as suas necessidades e não responder a manutenção do status quo.
A emergência destas medidas só pode ser compreendida em contexto de um golpe, que tem interesse em aplicar o receituário neoliberal na educação e assaltar os fundos públicos que a financiam. Não à toa, é que na própria Justificativa do MEC, na mensagem de envio da MP ao Congresso Nacional menciona uma pesquisa realizada pelo Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap), com o apoio da Fundação Victor Civita – FVC, esta última sendo a pessoa jurídica da Revista Veja, e ainda afirma atender, tal reforma, às recomendações do Banco Mundial, essa instituição interventora, cujo papel tem sido o de ajustar as políticas públicas dos países da África, Ásia e América Latina às necessidades do capital. Portanto, a educação está no centro dessa disputa.
A saída para a crise não passa pelo ataque aos direitos do povo brasileiro. Usam a desculpa da crise para aumentar a desigualdade social e retirar nossos direitos. O que está em jogo nesse debate é a quem o Estado e a educação devem servir.
Por isso, nós, juventude da Via Campesina Brasil nos somamos à luta pela:
Fora Temer;
Garantia de 75% dos royalties do pré-sal para educação e 25% para a saúde;
Revogação da Media Provisória Nº 741/2016 de reforma do ensino médio;
Arquivamento da PEC 241 que congela investimentos nas áreas sociais;
Precisamos de um amplo processo de debate e construção de uma profunda reforma da educação, mas é fundamental que ocorra de acordo com os interesses do povo brasileiro e de sua juventude. Continuaremos ocupando escolas, praças, instituições e latifúndios, mobilizando e convocando toda a juventude a se juntar à luta e barrar o golpe e toda ofensiva contra o povo brasileiro!
CONTRA O GOLPE NA EDUCAÇÃO!
NENHUM DIREITO A MENOS!
EDUCAÇÃO É DIREITO. NÃO É MERCADORIA.
Juventude da Via Campesina Brasil
MST – Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra
MPA – Movimento dos Pequenos Agricultores
MAB – Movimento dos Atingidos por Barragens
MMC – Movimento de Mulheres Camponesas
FEAB – Federação dos Estudantes de Agronomia do Brasil
CPT – Comissão Pastoral da Terra
PJR – Pastoral da Juventude Rural
ABEEF – Associação Brasileira dos Estudantes de Engenharia Florestal
CIMI – Conselho Indigenista Missionário
MPP – Movimento de Pescadores e Pescadoras Artesanais do Brasil
MAM – Movimentos pela Soberania Popular na Mineração
CONAQ – Coordenação Nacional de Articulação das Comunidades negras Rurais Quilombolas
Fuente de la noticia: http://www.m.vermelho.org.br/noticia/288697-1
Fuente de la imagen: http://imagem.vermelho.org.br/biblioteca/juvenrude_campesina102458.jpe
A principios de 1997 llegaban, como forma de protesta, cerca de 2.000 personas a Brasilia desde diferentes rincones del país. La ruta había sido larga, unos 64 días, durante los cuales algunos de los campesinos llegaron a recorrer más de mil kilómetros. Todos ellos se reunieron frente al Congreso junto con más de 100.000 simpatizantes que apoyaban la propuesta de una reforma agraria que redistribuyera de una manera justa la tierra. Al grito de ‘la tierra es de quien la trabaja’ el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra) se consolidaba en aquella marcha como uno de los movimientos sociales más potentes y organizados de Brasil y de Latinoamérica.
No hacía tanto tiempo había tenido lugar la famosa masacre en Eldorado dos Carajás, en la que durante una protesta que pretendía forzar al gobierno a asentar a unas familias de campesinos sin tierra, la policía militar cargó contra estos matando a 19 campesinos e hiriendo a 57. Conviene comprender qué hay detrás de un movimiento social que lleva casi desde los años 80 en activo y que mantiene un rol relevante como grupo de presión a pesar de los sustanciales cambios que ha atravesado tanto su organización interna como la sociedad en la que habita.
Las raíces del Movimiento Sin Tierra
Se podría decir que este movimiento conserva sus raíces en la desigual distribución de la tierra en Brasil. Ya durante la colonización portuguesa, la Corona había dividido entre varias familias el territorio sobre el que además tenían un derecho de propiedad hereditario y la posibilidad de beneficiarse de la producción agrícola que allí se trabajara. La contestación a esta desigual situación es también larga; a principios del siglo XVII, esclavos recién liberados o escapados se instalaban en tierras de manera ilegal, reproduciendo en Brasil sus aldeas originarias africanas a las que se llamó ‘quilombos’. De ahí que en numerosas ocasiones el movimiento se vincule intelectualmente con la superación de la esclavitud y la formación incipiente de una ciudadanía con derechos sobre la tierra.
Las reivindicaciones más modernas por un reparto equitativo de la tierra se gestan con la dictadura tras el golpe de 1964. Apenas unos días antes del golpe, el presidente João Goulart intentaba poner en marcha la primera reforma agraria en respuesta a las movilizaciones del noreste del país, que habían ido yendo en aumento desde el comienzo de la década de los 60. La llegada de los militares supuso un giro en la implementación de esta reforma, ya que estos iban a tomar otra dirección.
Los militares tenían el proyecto de modernizar el sector primario para exportar productos agrícolas, especialmente soja, y entrar así con fuerza en el mercado internacional. Pero el golpe estuvo en gran medida apoyado por las élites rurales y los militares se toparon con una poderosa esfera con intereses propios, por lo que a la modernización le acompañó la corrupción. Las políticas agrarias de la dictadura, aunque aumentaron la producción, fueron desarrollando tendencias clientelistas que favorecieron a los grandes propietariosy no siempre, como se preconizaba, a la productividad y al libre mercado. Asimismo, supusieron abruptos desplazamientos para los pequeños agricultores y los sin tierra, que se vieron obligados bien a emigrar a los países vecinos, bien a buscar suerte en las ciudades, aún a pesar del vertiginoso desempleo de los núcleos urbanos.
Junto con las medidas encaminadas a renovar el sector primario, los militares desarrollaron un plan energético para la creciente industria, para lo que se veía necesario la construcción de gigantescas centrales hidroeléctricas que de nuevo supusieron importantes desplazamientos en un momento de crecimiento poblacional. La expropiación de territorio a pequeños campesinos en el sur del país fue importante.
El desarrollo de una conciencia y activismo rurales en un momento tan represivo se debe, en parte, a la búsqueda de una alternativa al sindicato de campesinos apoyado y controlado por los militares, es decir, al intento de lograr una forma de organización fuera de las instituciones del régimen que denunciara los cuantiosos desplazamientos. Esta opción fue posible gracias al respaldo e impulso de la Comisión Pastoral de la Tierra.
Hasta el golpe militar, la Iglesia se había visto representada en las instituciones y era muy cercana al estado y a las élites, pero con la consecución del golpe se rompió dicha alianza. No hay que olvidar que la Iglesia apoyó en un primer momento el golpe militar, pero la debilidad de la Iglesia Católica en Brasil en ese momento, junto con el crecimiento de los poderes seculares y su falta de influencia, llevó a cambios internos por los que decidió cambiar su relación con la sociedad. Este giro también obedece a un incremento en el número de miembros progresistas en el seno de la Iglesia brasileña y al Concilio Vaticano II, con especial relevancia de la reunión regional que se celebró en Medellín y en la que numerosos obispos latinoamericanos expresaron su deseo de convertirse en la ‘opción de los pobres’.
En el caso particular de Brasil, la Iglesia Católica sirvió para legitimar el activismo rural e incluso cumplió una labor pedagógica crucial para la toma de conciencia de los campesinos. Numerosos miembros del clero buscaban generar una identidad religiosa y política combativa basada en muchos casos en la Teología de la Liberación. De hecho, ante las profundas transformaciones que tuvieron lugar en el campo por las políticas de modernización de los militares, algunos obispos, como los de la Amazonia, expresaban directamente una opinión contraria al sistema capitalista en conjunto, al que tildaban de envenenado. La base ideológica mezclaba el marxismo y el catolicismo, aunque con un concepto de clase que pretendía ser lo más amplio posible, e instaban a la población a tomar de conciencia de ello para variar su situación.
Además de una función ideológica, la Iglesia sirvió para organizar el movimiento y darle prestigio fuera de Brasil. Por un lado proveía de un servicio local, que movilizaba a la población, era un caladero de líderes y creaba vínculos comunitarios, y por otro, como institución internacional, conseguía apoyos y recursos de simpatizantes por el país y por el mundo. Curiosamente, el apoyo de la Iglesia y esta alianza se disiparían en la transición democrática del país, que no sobrevivió ni a la alianza de los movimientos rurales con el Partido dos Trabalhadores y con la CUT (Central Única dos Trabalhadores), ni al mayor peso del ala conservadora en la Iglesia brasileña con el Papa Juan Pablo II, con el que la Iglesia se alejaba de la visión de la Teología de la Liberación y adoptaba una postura conservadora.
No obstante, resulta hoy innegable la importancia del poso que dejó la Comisión Pastoral de la Tierra para la supervivencia del movimiento, no sólo a nivel ideológico, sino por las entidades organizativas que dejó, que refuerzan la identidad comunitaria y la importancia del papel de la educación como motor para el cambio y el activismo político. Cabe decir que una de las razones por las que este movimiento ha sobrevivido tantos años, es su robusta organización interna, sin perder por ello flexibilidad. Los peregrinajes que organizaba la Comisión Pastoral reforzaron su espíritu comunitario, y la importancia de la educación filosófica, además de la teológica, fue crucial para armar de contenido al movimiento.
Además de la organización interna, una de las señas de identidad de los campesinos sin tierra es la estrategia de ocupación de territorios improductivos para el asentamiento de familias. Esto empezó en 1979 cuando, inspirados por un economista del sindicato de campesinos, João Pedro Stédile, se ocupó un enorme territorio improductivo, la Hacienda Macali. Tras lograr su expropiación, este modus operandi se replicó durante los 80 y fue evolucionando desde esa primera ocupación: se realizaban acampadas en territorios como llamada al gobierno para negociar el asentamiento de familias en territorios baldíos, aunque no fueran obligatoriamente aquel donde habían acampado en un primer momento.
Esta táctica se mostró tan polémica como efectiva. La reforma agraria y el reparto equitativo de la tierra eran a menudo vistos como una cuestión marginal desde el gobierno, que respondía de forma parcial parcheando el problema y siempre en connivencia con la élite local y los grandes conglomerados empresariales de la industria agrícola. Las ocupaciones se realizaba tras una planificación meticulosa, buscando primero territorios improductivos, organizando los campamentos, asignando diferentes funciones a cada quien dentro de los mismos y elaborando rigurosos planes logísticos. A su vez, se planificaba una propuesta para negociar con el gobierno que había sido estudiada previamente por abogados del MST.
Papel en la transición y consolidación democrática
Oficialmente, el nacimiento del movimiento tiene lugar en el encuentro en Cascavel (1984) donde se reunieron líderes de diversos movimientos rurales de desplazados. En esta reunión se afianzó el nombre del movimiento, Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, y se fijaron una serie de puntos ideológicos que ambicionaban unir a movimientos diversos en su origen y características. Entre los puntos compartidos estaban el acuerdo de mantener una presencia a nivel estatal y el de conservar su independencia frente a partidos políticos.
La reunión de Cascavel coincide con el ultimo año de dictadura militar, en el que el MST se asienta como nueva fuerza a nivel estatal, adoptando la consigna ‘sin reforma agraria no hay democracia’. A pesar de haber promulgado su independencia frente a partidos políticos, con la transición democrática aparecieron con fuerza como actores políticos el sindicato CUT y el Partidos de los Trabajadores, que recibieron con brazos abiertos las peticiones del MST. Aunque debe matizarse que en ocasiones existieron debates internos sobre la pertinencia de que los campesinos compartieran espacio político con los obreros urbanos.
Durante la dictadura militar había tenido lugar una profunda renovación y modernización del sector agrícola, que había hecho crecer su producción a pesar del clientelismo. Los años 80 trajeron consigo la crisis de la deuda que azotó a toda la región latinoamericana, y que supuso el impulso de medidas neoliberales apoyadas por las entidades financieras internacionales. En el caso de Brasil, estas políticas favorecieron a la élite rural debido a la decisión del gobierno de impulsar las exportaciones de productos primarios para pagar la deuda a los acreedores. Esta élite consiguió, a pesar de las consignas de libre mercado, una enorme cantidad de recursos estatales, así como protección a nivel institucional. El estado también consintió la apropiación, considerada en muchos casos fraudulenta, de importantes terrenos en el Amazonas.
Las medidas neoliberales, junto con el impulso del sector agrícola, atrajeron inversión extranjera y se asentaron en Brasil grandes conglomerados empresariales que tenían gran poder e influencia sobre el precio de los productos, el mercado de semillas y el de pesticidas. Por citar los más conocidos encontramos a Monsanto, a Bayer o a Dupont. Estas grandes empresas conforman a día de hoy un gran lobby que, junto con las élites locales, controlan la industria agrícola del país y vetan propuestas encaminadas a una distribución más equitativa de la tierra. La sobrerrepresentación del la élite rural en el Congreso, la llamada ‘bancada ruralista’, controla la agenda política en este tipo de temas y deja poco margen de decisión en la materia a los poderes ejecutivo y legislativo.
El MST jugó un papel significativo en la transición democrática del país y se convirtió en un apoyo para el Partido de los Trabajadores. Durante este periodo sufrió profundas transformaciones internas relacionadas con la ruptura de su alianza con la Iglesia, que supuso un duro golpe tanto a nivel organizativo como ideológico: la secularización del movimiento dividió a muchos de sus miembros. Ello no impidió que se le diera una importancia central a la cuestión agraria en la nueva Constitución brasileña de 1988, en la que se instituye como principio general la función social de la propiedad y se imponen una serie de requisitos a las propiedades rurales.
Así, en el Artículo 184 del Capítulo III de la nueva Constitución, se establece la posibilidad de expropiar por interés social mediante justa indemnización, salvo en el caso de propiedades pequeñas y medianas, y de aquellas que se mantengan productivas. Asimismo, en el Artículo 186 se fijan una serie de requisitos para que una propiedad cumpla una función social, a saber, su aprovechamiento racional y oportuno, la utilización adecuada de los recursos naturales con atención al medio ambiente o el que favorezca al bienestar de propietarios y trabajadores y cumpla con las disposiciones de regulación laboral. Otro artículo que plasma las reivindicaciones del MST es el 191, según el cual aquel que sin ser propietario de un inmueble, urbano o rural, posea como suya una superficie de tierra no superior a 50 hectáreas por cinco años sin interrupción y la haya puesto a producir con su trabajo, adquirirá la propiedad.
Pese a los múltiples intentos de criminalizar el movimiento, tanto por parte de la prensa, como por parte de los poderes judicial y político, que en ocasiones buscaban tildarlo de antidemocrático e ilegal, éste ha logrado tener un papel crucial en la transición democrática, dando voz a las clases populares rurales, proveyendo de organización a las mismas y defendiendo derechos básicos. Se ha consolidado como un actor con capacidad de negociar con las autoridades públicas, apoyar campañas, impulsar reformas legislativas y ganar batallas legales para implementar de forma efectiva lo dispuesto en la Constitución.
En un país con las disparidades económicas de Brasil, que frecuentemente se traducen en un abismalmente menor acceso a los recursos políticos y judiciales de las clases populares, el MST ha logrado canalizar las demandas de un importante número de población y ha realizado una labor social apremiante, que era lograr tierras para miles de familias campesinas desplazadas. Es más, ha propuesto una amplia gama de políticas al poder ejecutivo para resolver las cuestión de la desigual distribución de la tierra en un país que posee, según informes del gobierno brasileño, el 22% de las tierras cultivables del planeta, y en el que a pesar del crecimiento industrial, el sector primario y la población rural siguen ocupando un puesto importante en los indicadores económicos y sociales. En el siglo XXI, apenas un 1,6% de los propietarios detentan cerca del 50% del territorio cultivable y más de 4 millones de familias siguen sin tierra, por lo que la circunstancia que dinamitó la creación de este movimiento está lejos de haberse superado.
La resiliencia del movimiento
Durante el primer periodo de gobierno de Henrique Cardoso (1995-1998) se produjeron numerosos asentamientos, de hecho es quizá el periodo político en el que más asentamientos se concedieron, en parte facilitados por la caída en los precios en las propiedades rurales en esos años. Sin embargo, durante la Administración de Cardoso, cayeron las ayudas a los campesinos, y los intentos de criminalizar al MST y sus estrategias de ocupación fueron en aumento, especialmente después de su reelección en 1998.
La conservadora prensa brasileña lo apoyó en su determinación de apartar al MST como actor en la arena política, y el movimiento pasó una época crítica durante la que muchos querían adivinar ya su final. A nivel internacional, el Banco Mundial secundó e impulsó iniciativas para un reparto de la tierra con el mercado como asignador de recursos, lo que minó aún más la labor de los sin tierra.
Con la victoria del presidente Lula da Silva del Partido de los Trabajadores en las elecciones de 2003, muchos ‘rurales’ –como se les llamaba frecuentemente– celebraron lo que creían que iba a ser una nueva era para el reparto de la tierra y la reforma agraria. Los compromisos con la industria agrícola y el sector energético frenaron muchas de las promesas de Lula y terminaron por decepcionar a los sin tierra. Pese a que el viraje pragmático del PT se sintió como un abandono de los ideales socialistas que compartía con el MST, este presidente no buscó criminalizar el movimiento y éste volvió a conseguir apoyos después de la oscura época que supuso el ostracismo mediático de la administración anterior.
Con Dilma Rousseff el número de asentamientos de familias se ha estancado y gran parte de las asignaciones de territorios se deben a procesos que se iniciaron antes de su llegada al gobierno. Las disparidades se mantienen y la propia ministra de agricultura, Kátia Abreu, llegó a negar en una entrevista la existencia de latifundios en Brasil. El enfriamiento en la relaciones con el gobierno central del PT se une a un estancamiento tanto en la redistribución de la tierra, que sigue siendo profundamente desigual, como con nuevos problemas que afronta el movimiento en el desarrollo de los asentamientos hacia un modelo competitivo.
Stédile, un economista que se presenta como una de las pocas caras visibles del movimiento, explica los cambios que ha atravesado el sector agrícola desde los años 60. En sus inicios, las reivindicaciones de los sindicatos campesinos meramente buscaban que los grandes propietarios les cedieran tierra en la que cultivar, hoy existen otros temas que resultan cruciales para una reforma agraria justa. La modernización de la agricultura y la entrada del sector en un mercado global con una competencia feroz contra los grandes conglomerados empresariales, trae consigo otras cuestiones que requieren, a ojos del MST una reformulación: el acceso al capital, el proceso agro-industrial, el know-how, y el modelo tecnológico. Una reforma agraria verdaderamente redistributiva, supone la democratización de estas cuestiones y no lo que se ha entendido hasta este momento como tal, que es básicamente expropiar terrenos improductivos y cederlos a familias sin tierra.
Hasta ahora se ha parcheado el problema con expropiaciones y cesiones, pero la dificultad hoy es avanzar desde la fase de subsistencia a una de producción y entrada en el mercado. Esto es cada vez más difícil y aunque existen organizaciones y universidades que colaboran con el know-how, existen a menudo problemas relacionados con la capacidad de producción de ciertos terrenos, la especialización o la imposibilidad de competir en un mercado copado por las grandes empresas.
En suma, el MST es un movimiento social que ha sobrevivido a contextos poco amigables, desde su gestación en la dictadura militar, hasta las sacudidas de la conservadora prensa brasileña. Su aliado político, el PT, parecer haber cedido ante los aprietos de la Realpolitik y el MST se enfrenta hoy a la difícil de tarea de hacer un hueco al modelo cooperativo en un mercado de grandes conglomerados empresariales y de dura competencia a nivel internacional, debida en gran medida al proteccionismo que en otras regiones acolchona este sector. Veremos si en los próximos años el movimiento continúa a flote y mantiene la misma capacidad de transformación.
03 jun. CI.- La Plaza 29 de mayo de Ocaña, Norte de Santander, fue el escenario para que este jueves estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander Ocaña, se unieran en un plantón solidario con el Paro Nacional. El colectivo estudiantil y juvenil del Catatumbo Cisca-Cecat-, el movimiento estudiantil Jera y la escuela democrática universitaria -EDU-, participaron del evento.
Informar a la cuidanía ocañera acerca de las actividades que se adelantan en el Paro Nacional, compartir con la comunidad los temas del pliego de exigencias y las peticiones del campesinado del Catatumbo, además de enfatizar en el reclamo al gobierno de Juan Manuel Santos para que se siente en la mesa de negociación, fueron los objetivos de la acción solidaria de los estudiantes.
En el comunicado difundo afirman:
“CUANDO EL CAMPESINADO DICE COMIDA, la institucionalidad dice palma,
CUANDO EL CAMPESINADO DICE AGUA, le institucionalidad dice petróleo,
CUANDO EL CAMPESINADO DICE TERRITORIO, la institucionalidad dice minería,
CUANDO EL CAMPESINADO DICE TENGO QUE SALIR A PARO, PARA NO DESAPARECER, la institucionalidad dice guerra y represión”.
Los estudiantes hicieron un llamado para que se garantice la movilización social en la región del Catatumbo, estigmatizada en las últimas semanas por las declaraciones del Presidente Santos al compararla con el sector bogotano del Bronx. Además, manifestaron inconformidad a la hora de realizar el plantón debido a la presencia de fuerza pública que grabó y fotografió al grupo mientras participaban de este acto pacífico. El material fotográfico y audiovisual ha sido utilizado para hacer señalamientos, lo que ha generado en ocasiones desapariciones extrajudiciales o “falsos positivos”.
La juventud, una vez más, expresó su participación en este Paro Nacional y su completa solidaridad con las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes que participan en este. Rechazar la represión y persecución de la Policía y el Ejército fue la consigna.
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