Mariátegui y el maestro

Por: Gustavo Espinoza M.

 

El Maestro Primario está más cerca del pueblo, que el profesional que dedica sus esfuerzos a otras actividades.

 

Confirmada la victoria electoral de Pedro Castillo Terrones, un Maestro rural nacido en Puña, provincia de Tacabamba en octubre de 1969, vale remitirse a algunas de las reflexiones que nos legó José Carlos Mariátegui, referidas al Maestro de Escuela.

 

Como se recuerda. el Amauta sostiene que “ninguna categoría de trabajadores intelectuales aparece tan naturalmente destinada a dar su adhesión a las nuevas ideas, como los maestros de Primera Enseñanza”

 

Y es así. El maestro de primeras letras proviene en nuestros países de los segmentos económicamente más deprimidos en la sociedad. Hijo de obreros, de artesanos, o de campesinos; se siente más próximo a una actividad modesta y humilde, como es la de enseñar las primeras letras. Por eso se dice que el Maestro Primario está más cerca del pueblo, que el profesional que dedica sus esfuerzos a otras actividades.

 

Probablemente por eso, la clase dominante se ha resistido   siempre a considerar al Magisterio como una profesión, y le ha dado más bien la connotación de un oficio. En el extremo, ha considerado que la preparación que debe tener quien atiende a los infantes, debe ser elemental, no académica, ni calificada.

 

Por eso, en nuestra patria, la Escuela Normal o el Instituto Pedagógico resultaron casi la prolongación del colegio, y proporcionan a quienes se educan en ellos, una educación incompleta y más bien elemental.

 

Esta tendencia hizo que durante muchos años, se considerará en el Perú que los Maestros no tenían derecho a formación universitaria. Así se introdujo una separación artificial entre el Profesor de Educación Primaria –“el Normalista”- y el Profesor de Educación Secundaria, a quien se le ubicó, de todos modos, en una suerte de escalafón superior.

 

De ahí que las Facultades de Educación de las Universidades formarán profesores de ese nivel, pero no Maestros Primarios, cuya preparación lucía más precaria y menos formal, y se relegaba a la Escuela Normal.

 

Ese mismo criterio se afirmó siempre, negando la existencia a de la Carrera Docente. Y asegurando que, en definitiva, no tenía por qué ser un maestro de Escuela el que tuviese el monopolio de la formación de los escolares.

 

Cualquier estudiante de ingeniería, por ejemplo, podría enseñar matemáticas; o cualquier biólogo, hacerse cargo de cursos de zoología, o anatomía; cualquier abogado podría estar en capacidad de enseñar historia, o literatura; y cualquier estudiante universitario, pergeñar nociones de economía política.

 

Incluso, cualquier mujer en su casa, podría enseñar las primeras letras a los niños, sin ser Maestra ¿Para qué, entonces, invertir en establecimientos de formación de maestros? ¿Para qué incubar la idea de una Carrera Magisterial que podría engendrar derechos y beneficios, que perjudicarán finalmente al Estado?

 

Tras esa valoración, se escondía siempre una discriminación de clase. La idea,  se afirmaba en el concepto que la Escuela era una suerte de adorno social;  y no un centro de formación cultural y humana.

 

La formación -se dijo- viene del hogar, sin considerar que éste no era una unidad armoniosa ni solvente en todos los casos, que muchas veces el hogar estaba atravesado por los efectos de la crisis, o que reflejaba las consecuencias del atraso y la miseria que afectaba a la mayoría de la sociedad.

 

Curiosamente, esta concepción mantuvo vigencia muchos años, acuñada por los políticos de turno y los gamonales de horca y cuchillo que mandaban en “sus tierras” libremente. Y sólo fue contrastada por las reflexiones de Mariátegui, y por el esforzado trabajo de profesionales de la educación que percibieron el problema desde otra óptica.

 

Fue, en efecto, otra, la manera de enfocar las cosas, de educadores como José Antonio Encinas, y sus conceptos de la Escuela Nueva; Walter Peñaloza, y su experiencia en La Cantuta, entidad que en su momento fuera virtualmente destruida por marchar contra la corriente en la materia, y cuestionar la metodología deformadora impuesta por la clase dominante; y Omar Zilbert, quien también aportó ideas novedosas y conceptos renovados.

 

Ellos estuvieron, objetivamente, más cerca del pensamiento de Mariátegui, que de la escuela tradicional, e hicieron suya la idea de que el Maestro,  tendría que ser un actor en la lucha por la transformación radical de la sociedad.

 

Dignificar al Maestro, es decir, darle el papel que le corresponde, y ayudarlo a enfrentar los retos de nuestro tiempo, fue una manera de recuperar en la segunda parte del siglo XX, el sentido de la Carrera Docente.

 

En nuestro tiempo, esa batalla no ha concluido. Al calor de las orientaciones del neoliberalismo, la Clase Dominante buscó retroceder la historia y retornar a los viejos tiempos del dómine empecatado y déspota que hacía de las suyas en el aula, traicionando su calidad de docente y su compromiso con la vida.

 

Para enfrentar esta idea, es indispensable volver a Mariátegui. “El maestro peruano quiere ocupar un puesto en la obra de reconstrucción social. No se conforma con la supervivencia de una realidad caduca. Se propone contribuir con su esfuerzo a la creación de una realidad nueva”. Por eso -añadía- “De todas las victorias humanas, les toca a los maestros en gran parte el mérito. De todas las derrotas, les toca en gran parte la responsabilidad”

 

Pedro Castillo, el Maestro rural de primeras letras tendrá la posibilidad de asumir esta tarea. Para ello, deberá exaltar el papel de Mariátegui como formador de la peruanidad; y colocarlo en el sitial que le corresponde. A partir de allí, reivindicar al Maestro Peruano, y transformar la educación nacional.

 

Fuente e imagen:  alainet.org

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Entrevista a José Yorg: “Fui un maestro rural con método de enseñanza bilingüe. Castellano – guaraní”

Noticia.  Opinión Ciudadana  27 de Febrero de 2019

Refirió el reconocido docente José Yorg que “con gran satisfacción leí en los medios comunicacionales que un equipo de investigación de la Facultad de Humanidades de la UNNE, desde el año 2001, estudia los usos del guaraní y el castellano en contextos escolares y comunitarios de la provincia de Corrientes”.

“Doblemente complacido -prosiguió Yorg- al saber que tales experiencias se realizan en dos escuelas rurales del departamento de San Luis del Palmar, Corrientes, ciudad donde me recibí de Profesor, y por tanto, conozco la idiosincrasia de ese pueblo laborioso y generoso que me acogió”.

Señaló Yorg que “instintivamente, al desempeñarme en las campiñas formoseñas, en zonas guaraníticas, establecí un puente bilingüe que me permitió un dialogo pedagógico formidable”

DISCURSO DE PROHIBICIÓN DEL GUARANÍ

“Al igual que el equipo de investigadores de la Facultad de Humanidades de la UNNE, que llevan adelante la experiencia, tropecé con discursos de resistencia y prohibición del guaraní por parte de directivos, pero con mucho tacto y respeto pude demostrar que el método ayuda a desinhibir y enriquece el horizonte cultural del educando”, comparó Yorg.

LENGUAJE CULTURAL

Puntualizó el educador que “Debemos tener en cuenta que el guaraní es una lengua riquísima en su estructura gramatical y en su vocalización y además es utilizado para designar especies animales y vegetales científicamente”.

“Constituye el guaraní en la región un vehículo transmisor de cultura e historias, por ejemplo, mi bisabuela, correntina, de San Luis del Palmar, al igual que muchas familias, se vieron obligadas a emigrar con todas sus pertenencias a Paraguay, producto de esas oleadas de conflictos políticos entre Autonomistas y Liberales correntinos, eso explica que, tanto en Paraguay como en Corrientes, existan familias del mismo apellido y origen”, concluyó Yorg.

Fuente: https://www.diariopinion.com.ar/noticias/2019/02/10/25337-yorg-fui-un-maestro-rural-con-metodo-de-ense%C3%B1anza-bilinge-castellano–

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Normales, única opción de educación para los más pobres

Por Laura Poy Solano

A casi un siglo de la fundación de las normales rurales en México sigue vigente el propósito que les dio origen, porque pese a las reformas y cambios que se les han impuesto no han dejado de ser, en muchos casos, la única opción para llevar la educación a los más pobres del país, afirmó César Navarro Gallegos, maestro rural, médico, historiador y profesor-investigador del Instituto José María Luis Mora.

Galardonado a principios de este mes con la medalla Maestro José Santos Valdés, máximo reconocimiento que se otorga cada seis años a quienes destacan en el ejercicio docente y la defensa del normalismo rural, subrayó que estas escuelas han logrado persistir pese a los embates y los intentos permanentes por desaparecerlas, y por supuesto, gracias a todo su modelo pedagógico, cuyo principal promotor fue Santos Valdés.

Egresado con tan sólo 17 años de edad de la Escuela Normal Rural Matías Ramos Santos de San Marcos, Zacatecas, reconoció que se enfrenta el deterioro de los postulados propuestos por Santos Valdés, que se guió mucho por las escuelas socialistas que emergieron tras la revolución en Rusia, pero también retomó ampliamente los preceptos de la escuela socialista impulsada por el cardenismo en México.

Agregó que desde el gobierno federal y el Estado se ha buscado por todos los medios acabar con el normalismo rural, pero podemos afirmar que pese al desgaste de la propuesta pedagógica impulsada por Valdés, que ha sufrido múltiples cambios en diversas reformas, lo que sigue intacto es el compromiso social y político de quienes egresan de las normales rurales.

Tras recibir el galardón de la Asociación Nacional de Egresados de las Normales Rurales, y en el contexto del 89 aniversario de la fundación de la Escuela Normal Rural de San Marco, Navarro Gallegos recordó a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, quienes, sostuvo, se han convertido en una herida abierta para todo el normalismo rural.

Destacó que la labor de los normalistas por acompañar a los padres de sus compañeros desaparecidos ha sido constante. Su exigencia de justicia no es sólo por sus hermanos, también porque en este caso se juega el derecho a la justicia no sólo de los muchachos, sino del propio normalismo rural.

Fuente de la reseña: https://www.jornada.com.mx/2018/09/30/politica/013n3pol

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