Por: Lusmery Yamileth Alvarado
“Nuestra manera de pensar determina nuestra forma de ser y nuestra forma de estar (en el mundo)” Pittaluga (2014)
Esta es la época de las adversidad, de los cambios y donde como gerentes debemos desarrollar habilidades directivas que coadyuven al fortalecimiento de la gestión ante determinadas situaciones, una de ellas la resiliencia potenciando necesariamente el pensamiento estratégico del gerente. Las organizaciones hoy más que nunca necesitan de una planeación estratégica que les permitan conocer, entender y sobre todo anticiparse a los cambios y transformaciones que la época demanda.
Dentro de las instituciones de educación universitaria, en la época actual debemos planear estratégicamente sobre estos contextos dinámicos e inciertos marcados por fenómenos o características como por ejemplo: la pandemia del COVID-19 para la cual no estábamos preparados pero que hemos sabido inteligentemente cómo sobrellevar, el bloqueo económico que criminalmente a diario nos agobia y la implementación de un nuevo modelo educativo que responda a las características demandadas hacia la consolidación de una educación multimodal, que inició con la iniciativa del desarrollo del Plan Universidad en Casa emanado desde el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria.
En este contexto, es oportuno traer a Chiavenato (2010) quien afirma que la planeación estratégica “es un proceso esencial en la organización que se encarga de trazar las directrices para definir los planes de acción que generarán sus ventajas competitivas y sustentabilidad a largo plazo”; por ende, la gerencia académica universitaria debe plasmar sus acciones dentro de un plan estratégico que coadyuve a la renovación y revitalización de sus competencias, planes y estrategias que le permitan consolidar su encargo social.
La articulación del gerente académico universitario, con la planeación estratégica y el pensamiento estratégico, se funden sobre las bases del alimento del alma que dan cuerpo, aliento y espíritu a la mente del estratega, como el capitán que se aferra a su timón virando hacia el horizonte seguro que no le permite naufragar en el intento. Interpretando a Pittaluga (2014) la mente del estratega es la mente de un observador dinámico, investigador, creador e inquisitivo, un trabajador perseverante, que observa la realidad desde una perspectiva reflexiva y única, encontrando siempre un camino que trazar.
El gerente académico universitario, nacido desde las entrañas académicas de la universidad, debe ser un visionario inédito, capaz de distinguir acciones de estrategias, decisiones de acciones, realidades de caprichos, y sobre todo sobrevivir al arte, reflexión y acción de la estrategia trazada; debe cultivar un pensamiento estratégico con imaginación, compromiso, intuición, ética, amor e impulso para emprender. En palabras de Chiavenato (2010), el pensamiento estratégico no se puede transferir a otros y aun cuando podemos explicarlo magistralmente no podremos enseñarlo con claridad y pormenores, es algo que lleva impregnado el corazón del estratega.
Entonces entiendo, que el gerente académico universitario de esta época, debe cultivar un pensamiento estratégico que alimente su mente, este gerente no solo debe enfocarse en diseñar planes, sino en tratar de impactar positivamente en los modelos mentales de quienes toman las decisiones que agregan valor a la gestión sin perecer en el intento, debe estar claro, que existen tres niveles de planeación: estratégico, táctico y operativo, donde cada uno de ellos poseen una misión en su actuación, y donde el estratega orienta como brújula al táctico y operativo sin dejar que estos tomen su lugar.
Por ahora, centramos nuestro conocimiento en cultivar y hacer crecer la mente del estratega, esa mente que según Pittaluga (2014) “está abierta y dispuesta para considerar cualquier perspectiva, por retadora e inusual que parezca. La mente del estratega abandona el día de ayer, porque está fuertemente orientada al futuro, dado que allí moran las fuerzas que nos impulsan. Pero, al mismo tiempo, no deja de aprovechar el pasado como una fuente de lecciones aprendidas. La mente del estratega es la menta de una persona muy bien informada, pero muy poco prejuiciosa: está signada por la flexibilidad y por la capacidad de adaptación. Es la mente que permite comprender, predecir y gobernar la organización de la cual se está a cargo” (p.74), de modo que en lo inmediato podamos construir escenarios sobre las bases de un diagnóstico interno y externo que nos lleve a conocer nuestro contexto de acción disminuyendo los peligros presentes, la incertidumbre y el caos ocasionado en la mayoría de los casos por quienes no conocen o no asumen en qué nivel organizacional se encuentran ubicados y cómo pueden remar hacia la meta segura que de equilibrio y estabilidad a la organización.
Referencia Bibliográfica:
* Idalberto Chiavenato (2010). Planeación estratégica. Fundamentos y Aplicaciones.
* Carlos José Pittaluga Zerpa (2014). Liderazgo Resiliente. La innovación en entornos adversos.