La celebración de una conferencia iberoamericana de ministros y ministras es posible que despierte en algunos cierto escepticismo o dudas sobre su sentido y utilidad, o alguna crítica sobre la contribución de este tipo de eventos a la mejora de la cultura y la educación en condiciones de calidad y equidad para los 800 millones de personas de la extensa región.
Neguemos la mayor y cuestionemos su existencia: esto nos conduciría a invalidar de un plumazo el ingente trabajo desarrollado durante años por los más variados gobiernos, expertos, académicos, entidades cívicas y docentes a favor de un proyecto educativo común para Iberoamérica; una región que persigue como sueño la integración, en la que la movilidad de sus ciudadanos es cada vez mayor y en la que su futuro, en una economía global e interconectada, pasa necesariamente por la creación, a través de la educación, de conocimiento compartido. Si no existieran estas conferencias, apostaría a que en estos momentos estaríamos criticando torpes y miopes políticas locales y anhelando miradas más largas y comunes.
La integración iberoamericana es una aspiración política que nació junto con los deseos independentistas de las nuevas repúblicas. Así lo defendieron próceres como Miranda, Simón Bolívar, Hidalgo, José Martí, San Martín, Sarmiento o Vasconcelos. Durante años, esta integración ha pasado, debido a circunstancias políticas o económicas diversas, por mejores y peores momentos. Sin embargo, en los últimos decenios la educación y la cultura han cobrado más fuerza que nunca como motores de esa vieja aspiración y lo hacen, precisamente, en momentos en los que otras instituciones políticas supranacionales languidecen en el ejercicio de ese liderazgo. La educación y la cultura son los elementos vertebradores de la sociedad iberoamericana: porque en la primera esta encuentra respuesta a sus aspiraciones de desarrollo personal y social y, en la segunda, reconocimiento y proyección para su diversidad y riqueza. En ambos casos, las conferencias de ministros han sido siempre un espacio insustituible de debate, intercambio de experiencias, coordinación de políticas y suma de esfuerzos compartidos. Pero también, y por encima de ello, de logros tangibles.
«La educación superior ha dejado de ser un asunto académico formal más o menos elitista para convertirse en una política pública prioritaria»
A título de ejemplo, desde la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) se promovió, a través una conferencia de ministros de Cultura, la Carta Cultural Iberoamericana, ratificada por los jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre de Montevideo de 2006: en la actualidad este texto es el máximo instrumento jurídico y político regulador y protector en nuestra región de los derechos culturales.
En el ámbito educativo, los programas de alfabetización y educación básica de jóvenes y adultos, promovidos por las conferencias de ministros de educación, e implantados en numerosos países iberoamericanos, han hecho posible que millones de personas, en particular los más desfavorecidos, accedan a la lectura, escritura y al cálculo. Cientos de escuelas ubicadas en los lugares más recónditos y aislados cuentan hoy con luz eléctrica y conectividad gracias al programa Luces para aprender, aprobado en 2011 en la XIX Conferencia Iberoamericana de Educación en Paraguay y desarrollado por la OEI.
El Programa Metas 2021, acordado por la Conferencia de ministros de Educación celebrada en 2008 en El Salvador, ratificado por los jefes de Estado y de Gobierno en 2010, ha servido para estructurar, fijar metas e indicadores, coordinar estrategias y movilizar importantes recursos a favor de la extensión y mejora de la educación iberoamericana. Y todo ello, sin olvidar los ejemplos de buenas prácticas compartidas que han servido para mejorar la educación de manera eficiente, dotando de nuevas competencias profesionales a miles de docentes, quienes han compartido saberes y experiencias con colegas de otros países.
La realidad iberoamericana es hoy muy diferente en términos políticos, económicos y sociales a lo que era en décadas pasadas. Tiene a gala, por ejemplo, estar saliendo mejor de la crisis que otras regiones del mundo o ser la que más invierte en educación, con un 5,1% del PIB, por encima del 4,6% de la media mundial. En consecuencia, los desafíos educativos y culturales son muy distintos, y las agendas de las conferencias de ministros así lo reflejan: una vez que ya hemos alcanzado objetivos cuantitativos de amplia cobertura escolar, ahora el reto es la calidad, la inclusión y la equidad. Es el objetivo que guía la XXVI Conferencia Iberoamericana de ministros de Educación, que tiene lugar en La Antigua Guatemala el 27 de septiembre, en la que la OEI presenta soluciones a estos retos, como son la mejor atención a la primera infancia, el desarrollo de las competencias para el siglo XXI, la mejora de la gobernanza de los centros y sistemas educativos, el apoyo al bilingüismo en español y portugués en una comunidad de 800 millones de personas que se entienden en ambas lenguas, junto a cientos de lenguas originarias, y la educación en valores, derechos humanos y ciudadanía iberoamericana para hacer frente a la creciente insatisfacción de los ciudadanos ante graves problemas a los que sus democracias formales no dan cumplida respuesta.
«El objetivo último es crear un auténtico Espacio Iberoamericano del Conocimiento en el que se compartan saberes»
Mención especial merece la educación superior que ha dejado de ser, si es que lo fue realmente en algún momento, un asunto académico formal más o menos elitista para convertirse en una política pública prioritaria. El hecho de que se haya incrementado notablemente el número de jóvenes que acceden a la educación universitaria es una gran noticia, pero supone también una enorme responsabilidad ante ellos, en su mayoría procedentes de una nueva clase media. Debemos garantizar que estos jóvenes reciben una formación a la altura de sus expectativas, tanto laborales, como de desarrollo personal y social y a las demandas de la actual sociedad del conocimiento globalizada. De ahí que sea una prioridad la movilidad de estudiantes y profesores, con todo lo que implica de eliminación de obstáculos, reconocimiento de títulos y estudios y armonización de nuestros sistemas universitarios. El objetivo último es crear un auténtico Espacio Iberoamericano del Conocimiento en el que se compartan saberes, por ejemplo mediante titulaciones conjuntas, y se genere conocimiento susceptible de ser transferido al sistema productivo y al conjunto de la sociedad con actividades que fomenten la cultura científica.
La nueva agenda iberoamericana enfrenta los desafíos del siglo XXI, aun cuando como afirmó el chileno José Joaquín Brunner, tenemos todavía pendientes de resolver algunas importantes deudas del siglo XX. Ante esta situación apostamos, desde la educación y la cultura, por la democracia, el valor legítimo y representativo de las instituciones y poderes públicos, la integración iberoamericana y la eficacia política. Por ello, debemos concluir que, si no hubiera conferencias iberoamericanas de ministros y ministras de educación y de cultura, tendríamos que inventarlas.
Fuente del Artículo:
https://elpais.com/elpais/2018/09/24/planeta_futuro/1537802395_871634.html
ove/mahv