La fuerza de la educación: salir juntos de la pandemia

La fuerza de la educación: salir juntos de la pandemia

Por Mariano Jabonero

Todos trabajamos conjuntamente transparentando carencias con voluntad de cambio y mejora.

Mariano Jabonero, Secretario General de la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación

Siempre he defendido que la construcción de políticas de integración regional y subregional en Iberoamérica es posible a través de la educación y de la cultura. Salvo excepciones, otros intentos con una mayor intencionalidad política han tenido una vida breve o sufrido todo tipo de avatares. Así, hoy podemos decir que solo dos organizaciones mantienen una actividad multilateral estable: la Alianza del Pacífico y el Sistema de Integración Centroamericano (SICA). Por supuesto que sin considerar a la banca multilateral (BID, CAF o el BCIE), cuya actividad financiera e inversiones en toda la región han asegurado su continuidad.

En este sentido, es justo destacar la creciente presencia y actividad de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), quien con 71 años de experiencia es la organización decana del sistema iberoamericano de cooperación. Sus 17 oficinas en otros tantos países aseguran la mayor presencia y actividad cooperadora en Iberoamérica, y ponen de manifiesto que la educación, la cultura y las lenguas son los medios más poderosos para unir intereses, trabajar juntos y apostar por un futuro mejor para todos.

Por todo ello, el pasado 18 de junio ocurrió un hecho muy relevante que demuestra ese potencial antes expuesto: la educación nos une y cuenta con una gran capacidad para hacernos trabajar de la mano y encontrar soluciones compartidas. Ese día, la OEI convocó a una reunión virtual a ministras y ministros de todos los países centroamericanos, e invitó a participar en ese evento al secretario general del SICA, Dr. Vinicio Cerezo. La actividad fue coordinada por el exsecretario de Educación Pública de México y presidente del Consejo Asesor de la OEI, Dr. Otto Granados.

El éxito del evento fue total, con asistencia de todos y cada uno de los máximos responsables educativos de El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Después de las intervenciones preliminares de los secretarios generales de la OEI y del SICA, cada responsable ministerial fue exponiendo con detalle la reacción de su gobierno frente al covid-19.

Melania Brenes, viceministra académica de Costa Rica, expuso la estrategia del país que se dirige a cuatro tipos de estudiantes: los que cuentan con conectividad y dispositivos, los que tienen conectividad de baja calidad, los más vulnerables con conectividad pero sin dispositivos y los que no cuentan ni con dispositivos ni conectividad. Para todos ellos están entregando contenidos educativos digitales y otros apoyos.

La ministra salvadoreña, Carla Hananía, nos informó sobre la creación de diferentes grupos de trabajo cuya actividad se programa en cuatro fases: contención de la emergencia, integración de diferentes plataformas, digitalización de la educación y regreso a clase. Han priorizado la capacitación de docentes en habilidades digitales, la revisión de los currículos y la salud mental de los docentes, entre otros aspectos, considerando los efectos negativos añadidos producidos por la tormenta Amanda.

Para la ministra de Guatemala, Claudia Ruiz Casasola, también es importante la adecuación curricular y dar continuidad a la entrega de alimentos a niños y niñas. La situación de conectividad de cada zona ha condicionado los recursos paliativos suministrados, por lo que han hecho especial énfasis en la televisión, los programas radiales y guías didácticas, provisión de un seguro médico escolar y atención telemática en los hospitales.

El ministro Arnaldo Bueso, de Honduras, informó que desde el momento del confinamiento empezaron a servirse de canales de televisión públicos o privados para dar servicio educativo a través de ese medio, así como apoyar a los docentes para que su desempeño sea eficaz en condiciones diferentes y, al igual que expusieron otros colegas suyos, asegurar la entrega de alimentos a los estudiantes.

La ministra de Nicaragua, Miriam Raudez, informó que decidieron no suspender las clases presenciales de manera generalizada y que trabajan intensamente en medidas preventivas, con iniciativas de educación no presencial en algunos municipios, como son los cinco que registran mayor absentismo escolar, a los que ya han empezado a enviar recursos complementarios de apoyo.

Por último, intervino Maruja Gorday, ministra de Panamá, quien informó que ante la pandemia, la reacción fue rápida: apoyarse en los recursos que los organismos internacionales les proporcionamos, como hicimos desde la OEI, junto con la cooperación no reembolsable y definir una estrategia en tres fases: restablecer el año lectivo a distancia, garantizar el derecho a la educación y resaltar y priorizar la acción en los grupos vulnerables, entre ellos los alumnos que se gradúan y pasan a la universidad. Han invertido, entre otros rubros, en la mejora de infraestructura, capacitación de docentes y recursos virtuales.

La OEI decidió desde el primer día de pandemia que no cerraba, que solo cambiaba su forma de trabajar; tampoco los ministerios de Educación centroamericanos cerraron: asumieron con responsabilidad y determinación hacer frente al covid-19 para seguir asegurando el derecho a la educación para todos y todas, aun en las condiciones más difíciles.

Todos, gobiernos, escuelas, docentes, familias y sociedad civil y organizaciones internacionales, como es el caso de la OEI, trabajamos conjuntamente transparentando carencias con voluntad de cambio y mejora, frente a quienes niegan u ocultan los problemas pretendiendo con ello perpetuar desigualdades e injusticias. Tampoco caímos en el retórico e inútil ejercicio de los llamamientos, ni en las estériles y grandilocuentes declaraciones. Juntamos esfuerzos, compartimos información, preocupaciones, estrategias, contenidos digitales y audiovisuales, programas de capacitación de docentes, redes, etc. Y vislumbramos un futuro distinto en cuanto a modelos curriculares, docentes con capacitación más pertinente y un sistema híbrido presencial y en línea que asegure una ventana de innumerables oportunidades educativas para todos y todas en unas nuevas repúblicas digitales.

La educación en Centroamérica no paró y demostramos, una vez más, que la educación nos une y nos fortalece. ¡Gracias a todos!

Fuente de la Información: https://www.laprensagrafica.com/opinion/La-fuerza-de-la-educacion-salir-juntos-de-la-pandemia-20200703-0048.html

 

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El reto de la cooperación iberoamericana

Por: Mariano Jabonero Blanco

El diálogo se incrementa y enriquece de manera continuada cuando se produce en torno a aquello que más nos une: la educación, la ciencia y la cultura

En Iberoamérica han sucedido en 2019 acontecimientos sociales y políticos que podemos pensar que son consecuencia de lo que ocurrió, o mejor aún, de lo que no ocurrió durante décadas precedentes. En ellas coexistieron en la región dos bloques de países cuyas orientaciones políticas estaban perfectamente diferenciadas, mientras que se vivieron algunos momentos de fuerte crecimiento económico. Años, en fin, en los que ni cuando se disfrutó de la mayor bonanza económica se superó el penoso atributo de ser la región más desigual del mundo.

Morir por cerrar los ojos es el título de una obra del autor emblemático del exilio español Max Aub. Este título es perfectamente aplicable a lo ocurrido durante los últimos años en Iberoamérica, donde se cerraron muchos ojos, o se evitaron miradas críticas, ante situaciones persistentes de injusticia, desigualdad, pobreza, corrupción o violencia. Sí, es cierto, millones de personas salieron de la pobreza. Las mejoras en asuntos tan capitales como la educación, la salud o la seguridad han sido notables, más en términos cuantitativos de cobertura que de calidad y equidad en el acceso a estos servicios básicos. Sin embargo, caímos en lo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) denomina la trampa de la renta media, que nos ha llevado a competir en desventaja en una economía global donde somos una región con muy baja productividad porque seguimos dependiendo de la venta de materias primas o de mano de obra barata. Y seguimos obsesionados con buscar soluciones locales a problemas comunes. En consecuencia, continuamos siendo, permanentemente y hasta el hastío, la región del futuro. De un futuro que, como el horizonte utópico de Galeano, cuantos más pasos damos hacia él, más se aleja.

Las consecuencias de lo ocurrido e insistimos, de lo no ocurrido, se están manifestando en ocasiones a través de votos que provocan cambios de Gobiernos con orientación política radicalmente opuesta en algunos países y, en otros, como son los casos de Chile, Colombia o Ecuador, con movilizaciones en las calles, que en ocasiones son violentas. No ayuda a aliviar esta situación el comportamiento ostentoso y prepotente que en muchos casos manifiesta la minoría iberoamericana más adinerada.

Las políticas que se han llevado a cabo, con una inversión en el área social que no supera el 9% frente al más del 21% en los países de la OCDE, no aseguran mejores expectativas de futuro para la región. Así ocurre, a título de ejemplo, con los 30 millones de estudiantes de educación superior que hoy hay en Iberoamérica, procedentes de esas nuevas familias de clase media recién salida de la pobreza en las que jamás ninguno de sus predecesores pisó un aula universitaria. Un logro histórico en nuestra región que amenaza con convertirse en una frustración más si el 70% de esos nuevos universitarios no encuentran gracias a sus estudios satisfacción a sus expectativas.

Apelar al diálogo en estas circunstancias no es un lugar común, sino una imperiosa necesidad que choca con la gran debilidad, incluso incomparecencia, de buena parte de las entidades de concertación política que durante los últimos decenios se crearon en la región. Algunas como ALBA o UNASUR son casi solo un recuerdo; las exclusiones y vetos justifican esta situación.

No obstante, hay que persistir en la búsqueda de ese diálogo, más necesario que nunca, identificando nuevos interlocutores y espacios que lo hagan posible y contribuyan de manera efectiva a consolidar la democracia y salir de la citada trampa de la renta media y de otras asociadas a ella, como son la debilidad de las instituciones o la crisis medioambiental.

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) quizás pueda servir como referencia para visualizar que es posible mantener el diálogo a través de una entidad que lo hace posible y, además, contribuir al desarrollo. La OEI, la organización de cooperación multilateral que con sus 70 años es la decana de la región, es la que cuenta con mayor presencia territorial gracias a sus 18 oficinas en otros tantos países y su sede central en Madrid. Tiene interlocución directa con todos los Gobiernos iberoamericanos, universidades y otras organizaciones internacionales. Ha demostrado que el diálogo no solo es posible, sino que se incrementa y enriquece de manera continuada cuando se produce en torno a aquello que más nos une a la comunidad iberoamericana: la educación, la ciencia y la cultura, con el vehículo común de dos lenguas en las que nos entendemos, el español y el portugués, que compartimos 800 millones de personas, además de cientos de lenguas originarias cuya diversidad nos enriquece.

Desde su fundación en 1949 la OEI no ha cesado de crecer, tanto en sedes en la región y actividad cooperadora sobre el terreno como en acuerdos con gobiernos y otras entidades internacionales y de la sociedad civil. Gracias a ello, ha desarrollado cientos de proyectos que han beneficiado a millones de personas, ha alfabetizado a 2.300.000 personas, ha reunido en programas de formación a más de 100.000 docentes de diferentes países y ha convocado decenas de reuniones de ministros y altos responsables de educación, educación superior y ciencia, demostrando con ello que el diálogo es necesario, posible y que contribuye al desarrollo de Iberoamérica. Porque, como afirmó el escritor y político cubano José Martí, la mejor manera de decir es hacer.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/01/24/opinion/1579872856_065840.html?prod=REGCRART&o=cerrado&event_log=oklogin

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¿Para qué sirven las conferencias iberoamericanas de educación y de cultura?

España / 30 de septiembre de 2018 / Autor: Mariano Jabonero / Fuente: El País

El XXVI encuentro de ministros del ramo de la región, que tiene lugar mañana en La Antigua Guatemala, debatirá sobre cómo garantizar calidad, inclusión y equidad en la educación

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El reto de la educación iberoamericana

Por Mariano Jabonero.

En 2019 la Organización de Estados iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura (OEI) cumplirá 70 años. Aniversario que pone de manifiesto compromiso, continuidad y presencia territorial, atributos que le han convertido en la entidad de referencia en materia de cooperación educativa, científica y cultural, en una región muy diferente a como lo era entonces, y como lo ha sido en tiempos más recientes. Desde un punto de vista político, la democracia se ha consolidado en Iberoamérica. Aun cuando persistan situaciones de inestabilidad, las diferencias entre países se resuelven a través del diálogo y el respeto a las leyes, a lo cual han contribuido, no obstante algunas dificultades, los procesos de integración regional y subregional: juntos y unidos, somos más.

En cuanto a la economía, el Banco Mundial opina que estamos superando la crisis de mejor manera que otras regiones del mundo: si en 2017 salimos de la recesión con un crecimiento del PIB del 0,7%, para 2018 se prevé un 2% y se estima que en 2019 alcancemos el 2,6%.

Podemos creer que Iberoamérica ya se sitúa en el lado de las soluciones y esperanzas y que ya no es parte del problema, pero conviene no caer en un optimismo prematuro: en la reciente Cumbre de las Américas se puso de manifiesto que un 45% de los habitantes de la región opinan que viven en democracias con graves problemas, en las que la corrupción, la economía, la pobreza y la delincuencia son sus mayores preocupaciones.

Aunque persisten situaciones de inestabilidad, las diferencias entre países se resuelven a través del diálogo y el respeto a las leyes

Persisten problemas estructurales como son la excesiva dependencia de commodities cuyos precios se fijan en mercados ajenos, la incertidumbre política, la fragilidad de nuestro territorio y que, siendo la región más rica del mundo, tengamos la distribución de la riqueza más desigual; con un coeficiente Gini de 0,46 que, según la CEPAL, representa un grave obstáculo para el desarrollo sostenible.

Al situar lo que acabamos de describir en un contexto mundial cada vez más interdependiente, globalizado y en una sociedad digital, donde el conocimiento es el principal valor, debemos concluir que es necesario aplicar nuevas políticas promotoras de desarrollo social y reconocer el protagonismo que hoy tiene la educación, ya convertida en una prioridad política en Iberoamérica, como lo demuestra el hecho de que, según el BID, en 2017 hayamos dedicado el 5,1% a este rubro, cuantía superior al 4,9% de los países de la OCDE y más aún del 4,6% que registra la media mundial.

Sin embargo, el esfuerzo se ha centrado en cumplir el objetivo cuantitativo de universalizar la cobertura en educación primaria y básica. El reto de la calidad sigue pendiente: como afirman los ex presidentes y ex ministros de educación de Chile y México, Ricardo Lagos y Ernesto Zedillo, mejorar la calidad de la educación en Iberoamérica representa la diferencia entre estancamiento y desarrollo. En cuanto a la equidad educativa sirve recordar que no hay sistema en el que ese objetivo no vaya unido de manera inseparable al de calidad y que, en cualquier caso, la escuela debe trabajar para reducir desigualdades y evitar injusticias.

Quizás las políticas educativas claves sean la extensión y cualificación de la educación infantil, trabajar las denominadas competencias del siglo XXI para educar a nuestros hijos y nietos para un futuro incierto y cambiante, distinto a nuestro pasado, dotándoles de competencias que les hagan sentirse confiados, fuertes y resilientes. Apostar por la construcción de una ciudadanía iberoamericana que fortalezca el sentido de identidad y pertenencia a nuestra comunidad, en la que nadie se sienta objeto político y sí sujeto político con derecho a tener derechos y responsabilidades, sin discriminación alguna por razón de sexo, etnia, lugar de origen o residencia o condición social. Todo lo anterior será efectivo si contamos con mejores sistemas de gobernanza que aseguren una gestión educativa más eficiente, participativa y transparente.

Mención especial merece la educación superior. Son miles las instituciones de este nivel y millones los alumnos que a ellas asisten, a quienes debemos ofrecer respuestas de amplio alcance que promuevan la movilidad, la remoción de obstáculos, el reconocimiento mutuo y la extensión de dobles titulaciones, y todo aquello que contribuya a hacer efectivo un sistema iberoamericano del conocimiento y de la educación superior.

En resumen, integración iberoamericana construida desde una educación de calidad y equitativa, con el desarrollo de nuevas competencias, con una identidad y ciudadanía iberoamericana, en un espacio común del conocimiento donde el español y el portugués se afirmen como lenguas francas que compartimos cerca de ochocientos millones de personas.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/04/25/opinion/1524659801_579095.html

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Una apuesta por la educación

MARIANO JABONERO BLANCO

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un plan global a favor de las personas

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es un plan de acción global a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que atribuye a la educación un valor estratégico. Entre los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), el número 4 establece como compromiso: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.

Una agenda que responde al nuevo escenario mundial y a una sociedad con nuevas necesidades y diferentes aspiraciones que, por encima de redundantes y estériles debates, es consciente de la exigencia de disponer de más y mejor educación para hacer frente a un incierto futuro cuyos empleos aún no existen y ni siquiera podemos adivinar.

Las políticas que fueron relevantes en el siglo pasado, fundamentadas en paradigmas psicopedagógicos y presupuestarios de entonces, están siendo objeto de revisión en el marco de la nueva agenda mundial. A título de ejemplo, en Iberoamérica el cumplimiento de metas cuantitativas en cuanto a cobertura educativa, junto con una generalización de la aplicación de pruebas de evaluación externa y estandarizada de la educación y un fuerte incremento en la inversión educativa, han sido esfuerzos que no se han traducido, frente a los pronósticos y esperanzas depositadas tiempo atrás, en significativas mejoras de la calidad y equidad educativa.

De acuerdo con lo descrito, es evidente que para alcanzar el objetivo educativo previsto en los ODS es necesario trabajar de otra manera, con otras prioridades y aliados y tener presente que no siempre más es sinónimo de mejor.

Un reciente informe de la Oficina Internacional de Educación (OIE) de UNESCO aporta un completo análisis y propuestas, entre las que en esta reflexión solo abordaremos las referidas a los logros de los alumnos, los genuinos protagonistas de la educación.

En primer lugar, es urgente universalizar y mejorar la educación infantil. El nobel de economía J. Heckman demostró que la inversión social que más retorno genera es la realizada en esta etapa educativa. Investigadores, como Melina Furman, aseguran que es en esos años cuando mejor se puede desarrollar mentes curiosas, mediante la formación precoz del pensamiento científico y tecnológico. Las competencias científicas, tecnológicas y matemáticas —las STEM por sus siglas en inglés— deben ocupar una posición privilegiada en la actividad educativa desde estos momentos iniciales, así como su concreción didáctica mediante la realización de proyectos o resolución de problemas. En segundo lugar, destacamos la lectura, por ser la competencia que mejor contribuye a garantizar un futuro educativo y personal prometedor. Competencia que abre todo tipo de oportunidades para el aprendizaje, para relacionarse con las personas y el mundo y para disfrutar. La formación de lectores desde la primera infancia es una prioridad, así lo demuestran ejemplos como el excelente programa de la Presidencia de la República de Colombia: “De Cero a Siempre”.

Las competencias no cognitivas cuentan y mucho. Una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cumplimentada por empleadores de diferentes países y áreas de producción, demuestra que estas competencias son las más valoradas por ellos, por encima de las generales o específicas, a la hora de cubrir puestos de trabajo.

Las evaluaciones de la educación aportan ingente cantidad de información, siempre devuelta a la sociedad, sin que con frecuencia sea interpretada correctamente y, menos aún, sirva como evidencia para construir políticas efectivas de mejora; información en la que apenas se reconoce el valor de las competencias no cognitivas. Según el investigador Javier Ferri, el empeño puesto en su correcta realización, además de sus logros en términos de aprendizajes, predice resultados educativos y sobre el futuro laboral muy asociados con el valor de la perseverancia y la capacidad de esfuerzo.

Extensión y mejora de la educación infantil, promoción de la lectura y desarrollo de competencias tecnológicas, matemáticas y científicas, así como las no cognitivas, son estrategias claves, de fácil consenso y rápida implementación, cuya contribución es decisiva para alcanzar el objetivo educativo previsto en la Agenda 2030.

Fuente de la articulo:https://elpais.com/elpais/2018/01/11/opinion/1515689806_617331.html

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El gran eje iberoamericano: La educación se consolida como el más eficaz instrumento integrador de la región

Por Mario Jabonero Blanco

“Si hubiera que empezar de nuevo, empezaría por la educación”. Esta afirmación, que se atribuye comúnmente a Jean Monnet, uno de los padres de la Unión Europea, quizá premonitoria de actuales dificultades, puede ser útil para reflexionar sobre el momento que vive Iberoamérica como consecuencia de los cambios políticos recientes, las indeseables presiones ajenas que hoy sufre y la necesidad de llevar a cabo un nuevo proceso de integración regional que le permita competir en un mundo cada vez más tecnológico, globalizado y cambiante, para con ello lograr mejores niveles de seguridad y cohesión interna que aporten más bienestar a la región y a sus ciudadanos.

No obstante los recientes esfuerzos realizados a favor de la educación, las evaluaciones internacionales más solventes ponen de manifiesto que la educación de la región es deficiente en calidad y equidad. Sus estudiantes sufren un desfase promedio, con respecto a sus colegas de los países de la OCDE, de dos cursos escolares y el origen social llega a producir un retraso de hasta tres o cuatro cursos en alumnos de la misma edad. La brecha, en cuanto a aprendizajes y competencias, con otras regiones del mundo con las que debe competir es grande, así como insoportables desigualdades educativas existentes entre países y entre ciudadanos: en opinión de los expresidentes de Chile y de México, Ricardo Lagos y Ernesto Zedillo, mejorar la calidad de la educación iberoamericana representa la diferencia entre estancamiento y desarrollo.

Ante situaciones como la descrita, Andreas Schleicher, director de Educación y Competencias de la OCDE, afirma que el empleo, la riqueza, y el bienestar individual dependen solo de lo que las personas saben y de lo que pueden hacer con ello, así como que sin competencias adecuadas las personas terminan en los márgenes de la sociedad, los avances tecnológicos no se traducirán en crecimiento económico y, entre otros efectos negativos, los países perderán el aglutinante que mantiene cohesionadas a las sociedades democráticas.

El incremento de la cobertura es el avance cuantitativo más notable logrado recientemente en Iberoamérica: es ya casi total en educación primaria y básica y se han producido importantes mejoras de escolarización en educación infantil y secundaria. También ha ocurrido algo similar en la educación superior, nivel en el que en breve plazo de tiempo se ha llegado al impresionante número de veinticinco millones de alumnos, con más de tres millones de egresados por año de las miles de instituciones de educación superior existentes en la región.

Es posible tener sociedades más fuertes y desarrolladas con la aplicación de políticas educativas eficaces y eficientes

Logros que se convierten en retos al comprobar que, no obstante mejoras recientes, nuestros países ocupan las últimas posiciones del mundo en las evaluaciones externas estandarizadas de la educación, que persiste una insuficiente cobertura y calidad de la oferta en una etapa crítica como es la primera infancia, y que la expansión de la educación superior se debe en buena medida al incremento desmesurado de una oferta privada que registra un crecimiento líder a nivel mundial, a la que acceden mayoritariamente los hijos de los sectores sociales más favorecidos: los que superan en una alta proporción la educación secundaria, alumnos procedentes de las familias con más recursos económicos quienes, además, también se benefician en mayor medida de la oferta gratuita o semigratuita de las universidades públicas financiadas gracias al esfuerzo fiscal de todos.

En consecuencia, la educación puede ser el eje articulador a través del cual se impulse un nuevo proceso que dé continuidad a una histórica y perseverante vocación integradora subregional y regional iberoamericana y que sea capaz de aportar cohesión y fortaleza a la región, en un contexto mundial cada vez más competitivo e incierto.

Para ello, como defiende un reciente informe del Diálogo Interamericano, es preciso alcanzar un amplio pacto social por la educación cuyas prioridades sean la extensión y mejora de la educación infantil, contar con profesores más competentes, desarrollar sistemas de evaluación de aprendizajes y competencias más creíbles y orientados a la mejora de la gestión, aprovechar la tecnología para mejorar la calidad, hacer que la educación secundaria y terciaria sean más relevantes, es decir acordes con las actuales necesidades de competitividad y empleo, promover un ambicioso programa que combine la internacionalización de nuestras universidades y la movilidad regional de sus estudiantes y contar con sistemas de financiamiento mixtos sustentables y equitativos.

Un pacto construido en el Marco Global de Acción 2030 para el Desarrollo aprobado por Naciones Unidas, a partir de necesidades y expectativas bien identificadas y compartidas de acuerdo con la abundante y rigurosa información disponible, en el que los poderes públicos regionales y nacionales ejerzan las competencias reguladoras que habitualmente han desempeñado y, además, asuman competencias inversoras y evaluadoras comunes. No hay soluciones mágicas ni necesidad de raros inventos: hoy todos sabemos que existen variados precedentes en otros lugares del mundo, válidos para cada contexto, citados con frecuencia como políticas exitosas, que demuestran la posibilidad de tener sociedades más fuertes y desarrolladas con la aplicación de políticas educativas eficaces y eficientes, construidas desde el consenso, que pueden llevarse a cabo en plazos razonables de tiempo.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/03/24/opinion/1490382356_494870.html

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La educación: con o sin pactos

Por: Mariano Jabonero Blanco

Hay que invertir más y mejor en aquellos aspectos que hacen que los centros educativos sean más eficaces y eficientes. La autonomía de gestión, la evaluación externa y la innovación pedagógica son elementos esenciales de mejora.

Cuando se produce una inundación, lo primero que falta es agua potable. Esta paradoja ilustra la situación vivida durante años por la educación española. Mientras se producía una inundación de declaraciones de principios, casi siempre excluyentes, y disquisiciones de similar calibre, la escuela y sus grandes protagonistas, profesores y alumnos, han sobrellevado su actividad cotidiana sin recibir la atención que se merecen.

 

Pasó el tiempo y se han perpetuado graves situaciones, tan conocidas como nunca resueltas: nuestra inversión en educación, el 4,3% del PIB, sigue estando lejos de la media de los países de la OCDE, que es de un 5,2%. Junto a ello, la distribución de la inversión nos enfrenta a una inercia reacia al cambio, que despierta otra preocupación cualitativa: tan importante es invertir más, como hacerlo mejor.

 

 Hoy sabemos que hay que invertir más en aquellos aspectos que hacen que los centros educativos sean más eficaces y eficientes, y sabemos, aunque no lo parezca, que eso solo se consigue si se trabaja a favor de la equidad, el desarrollo intelectual temprano, con la mejora de la formación, selección y evaluación del profesorado, fortaleciendo el liderazgo y la mejora de la dirección y gestión escolar, promocionando la enseñanza del inglés, mediante el desarrollo de nuevas competencias o apoyando la inversión en nuevas metodologías didácticas y en sistemas educativos digitales.

Hablando de inversión, es obligado referirnos a un factor de inequidad que, quizás por crear incomodidad política, suele soslayarse por parte de algunos autoproclamados expertos. Al nacer un niño o niña en algunas de nuestras comunidades autónomas puede sentir helado su corazón, y no en el sentido machadiano sino en el educativo, si lo hace en aquellas que invierten por alumno casi la mitad de lo que hacen otras, en ocasiones vecinas. Pocas lideran ese esfuerzo inversor y son, en consecuencia, las que obtienen mejores resultados y menores tasas de desempleo juvenil, por hacerlo en lo que realmente importa y en la formación profesional.

La lotería que siempre ha supuesto nacer en uno u otro lugar de España, hoy tiene importantes efectos educativos y de bienestar futuro para las personas: en algunas comunidades es una ventaja, en otras es un hándicap, agravio que no solo tiene una dimensión presupuestaria, sino que representa un importante desafío político que apela por igual a la justicia, la igualdad y la cohesión interna.

El problema fundamental sigue siendo lo que saben nuestros alumnos y lo que saben hacer con lo que saben. De nuevo la realidad es terca: no obstante algunos avances, somos un país líder en Europa en abandono escolar temprano y en el maldito fenómeno de los “ninis”: jóvenes con edades entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan, categoría en la que destacamos con un 22,8% sobre el total de ese tramo de edad, lo que equivale a 1,6 millones de jóvenes en esa situación. Y según nos dice la OCDE, la insuficiencia u obsolescencia de las competencias de nuestros conciudadanos mayores de 16 años en relación con las necesidades del sistema productivo se encuentra entre los peores niveles de occidente.

España dedica a educación el 4,3% del PIB, cuando la media de la OCDE es del 5,2%

Un análisis con perspectiva nos lleva a conclusiones aún más preocupantes: nuestro alto nivel de desempleo, junto con la elevada tasa de abandono escolar temprano, han sido factores decisivos para que la brecha de la desigualdad existente en España entre ricos y pobres no haya dejado de crecer desde 2008. De acuerdo con un reciente informe del BBVA, tenemos un país con dos grandes grupos poblacionales: los insiders, es decir, los que tienen trabajos o pensiones indefinidas, y los outsiders, un numeroso y creciente colectivo de desempleados, con empleos precarios o temporales, que han pasado a ser parte de ese traumático colectivo, o pueden dejar de ser parte de él a través de la educación.

El próximo día 6 de diciembre se hará público el nuevo informe PISA que actualizará la ingente información que aporta esa evaluación externa. Seguro que de nuevo se despertarán fantasmas: por un lado, quienes sobrevaloran PISA con interpretaciones interesadas, sin olvidar que solo es, y no es poco, una evaluación de tres competencias básicas; y, por otro, los que, con gesto atávico, querrán romper un espejo que les devuelve una imagen negativa que les interpela y cuestiona. Se intentará matar al mensajero o utilizarlo en provecho propio, lo que no deja de ser lo mismo, aunque supongo que PISA nos dirá lo que ya sabemos: que hemos hecho avances, como venimos haciendo desde comienzos de la Transición, que tenemos un sistema inclusivo con graves desequilibrios internos, y que nos cuesta alcanzar el nivel educativo que este país necesita y merece.

Finalmente quiero referirme a dos cuestiones importantes para la mejora de nuestra educación. En primer lugar, la autonomía de los centros educativos, requisito que, junto con la evaluación externa, como demuestran Hannusek y Woskmann de la Universidad de Harvard, son decisivos para el éxito de una escuela, como la española, a veces reacia a la evaluación y con un frecuente intervencionismo por parte de sus titulares, públicos o privados.

El alto desempleo y la elevada tasa de abandono escolar temprano han aumentado la desigualdad

En segundo lugar, la importancia de la innovación educativa, especialmente la didáctica y metodológica: un factor cualitativo y diferenciador de mejora que hoy caracteriza a las escuelas de manera distinta a la tradicional clasificación en públicas o privadas: las que son inclusivas e innovadoras cuentan cada vez con mayor reputación y las que no innovan pierden reconocimiento y relevancia.

Una estrategia de mejora de la educación necesita un impulso político amplio que ayude a movilizar un sistema que durante un tiempo sufrió una cierta parálisis como consecuencia de los efectos de la crisis, la injustificada confianza en opciones tan excluyentes como supuestamente providenciales y, en ocasiones, distraído en cuestiones coyunturales o particulares que solo interesan a quienes las defienden.

Stiglitz dice que el aprendizaje nunca ha sido tan importante como ahora. Exigencia propia del momento que vivimos, que llega cuando la escuela está perdiendo su función histórica de ser transmisora de información y conocimientos, para tener que asumir el reto de dotar a sus alumnos de nuevas competencias necesarias para un futuro caracterizado por la incertidumbre.

En estos momentos un primer paso, como el dado en estos días, es muy importante: sirve por igual a objetivos a corto y largo plazo y ayuda a superar inundaciones y disponer del agua potable que realmente importa: más y mejor educación para todos, sin demoras.

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