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Greta Thunberg: un año de huelgas por el clima para cambiar el paradigma sobre la crisis climática

Redacción: Climática

Un año después de que iniciase una huelga por el clima, la activista sueca de 16 años es una referente que ha logrado impulsar el movimiento ecologista.

Hace justo un año, era una chica sueca de 16 años que comenzó a faltar al colegio una vez a la semana como forma de protesta ante la inacción frente al calentamiento global. Hoy, ha dejado de ser habitual encontrar esta descripción al lado de Greta Thunberg. Su nombre y apellido son tan conocidos como sus dos largas trenzas y su discurso sobre hacia dónde estamos llevando el planeta. Es tal su repercusión, que la versión británica de la revista GQ acaba de nombrarla ‘Game Changer of the Year’.

Thunberg habla de «crisis» y «emergencia climática», términos que hasta hace unos meses eran utilizados, sobre todo, en ámbitos activistas y científicos, pero que ahora, gracias, en parte, a ella, se han normalizado también en los medios de comunicación.

La acción individual de Thunberg ha impulsado los Fridays For Future, las movilizaciones que la comunidad educativa está llevando a cabo para visibilizar las cuestiones climáticas y en las que las personas más jóvenes, organizadas en colectivos, están siendo las principales protagonistas —la semana pasada, estudiantes de 40 países se reunieron en Lausana para definir y consensuar las líneas del movimiento—.

Sin embargo, aunque ahora se haya convertido en un icono, Thunberg no deja de ser la estudiante adolescente que era el 20 de agosto de 2018 cuando subió a su cuenta de Instagram la primera foto con su ya conocida pancarta, en la que puede leerse «Skolstrejk för klimatet» —Huelga escolar por el clima—. Ese día, acompañó la imagen con un texto en sueco. Enseguida se pasó al inglés en un perfil en el que ya acumula más de 2 millones de seguidores.

«Lo importante es qué se quiere transmitir y no quién lo transmite»

De la misma forma en que ha contribuido a cambiar la terminología que los medios de comunicación utilizan para abordar las cuestiones climáticas, también ha estado en el foco mediático por todas y cada una de sus acciones. La última: viajar hasta Nueva York en un yate de alta velocidad para asistir a la Cumbre sobre la Acción Climática que Naciones Unidas ha convocado para el 23 de septiembre.

«Los medios son dados a personalizar, a buscar protagonistas. Creo que ya consideran a Greta como un icono, porque también lo es para parte de la sociedad», explica Rogelio Fernández Reyes, periodista ambiental e investigador. Es por eso que ahora, además de hablar de ella como un «fenómeno», también hay periodistas que la critican y menosprecian. «Su discurso por el bien común es peligroso para numerosos intereses particulares. Eso es un riesgo para ella y para todo lo que está ligado a ella. Entra dentro de la dialéctica de intereses», añade Fernández Reyes.

De hecho, en un reportaje sobre Greta Thunberg que la revista TIME publicó el pasado mes de mayo en un especial sobre líderes de la próxima generación, la periodista Suyin Haynes escribe que «los comentaristas de derechas y los negacionistas de la crisis climática la han llamado «marioneta de relaciones públicas» (…) Otros han criticado su apariencia y su «voz monótona». A lo que ella responde, según el mismo artículo: «No voy a dejar que eso me detenga porque sé que esto es mucho más importante».

En este sentido, Samuel Martín-Sosa, responsable de Internacional en Ecologistas en Acción, apunta que «tendemos a buscar este tipo de figuras, un liderazgo. Pero un liderazgo no es solo una persona que hace de portavoz sino que tiene que ayudar a vehicular un movimiento. En este sentido, Greta no es portavoz de nadie y lo que está haciendo es estimular otros movimientos, acelerar la lucha frente a la crisis climática. Esto no es el capricho de una niña, como a veces se quiere hacer creer».

En la misma línea se explica el político de Equo Juan López de Uralde: «Cada vez que aparece alguien hablando de manera clara y contundente sobre crisis climática y que trata de levantar a la sociedad se le busca alguna crítica. Esto desvía la atención y propicia una agenda anticlimática. La aparición de Greta es impagable porque ha sido catalizadora de un movimiento juvenil muy renovador. Lo importante es qué se quiere transmitir y no quién lo transmite».

Su exposición mediática y su responsabilidad como activista han servido, además, para que muchas y muchos jóvenes se fijen en ella como una referente. Desde la perspectiva educativa, Míriam Leirós, maestra de primaria, educadora ambiental y parte del movimiento Teachers For Future, analiza que «Greta es un personaje muy positivo que ha recuperado la importancia de los valores». Leirós ha visto cómo su alumnado busca constantemente referentes en la música o en personajes «de moda» y ahora han encontrado esa inspiración en la joven sueca.

Greta y su repercusión

En una investigación en la que participó el periodista Rogelio Fernández Reyes se pone de relieve que, entre mediados de agosto de 2018 y marzo de 2019, Greta Thunberg cuadriplicaba la presencia en los medios respecto al movimiento Fridays For Future. «No es raro, pues dicho movimiento surgió a raíz de ella. Nos encontramos ante un referente, muy necesario hoy en distintos ámbitos. Thunberg habla con la contundencia que lleva sembrando la educación ambiental y el ecologismo desde hace décadas. Es fruto de ello y ha levantado una bocanada de esperanza digna de agradecer», apunta Fernández Reyes.

¿Puede el protagonismo que ha recibido Thunberg llevar a invisibilizar a otros colectivos y otras personas que también luchan frente a la crisis climática? El periodista Fernández Reyes explica que «no es incompatible: la causa es común y se trata de sumar y de no dejar de enfocar a otros colectivos desde los medios». En este sentido, añade además que «una red siempre tiene más resiliencia que una sola persona».

Además, «esto es algo que ha pasado siempre en las luchas sociales», comenta Míriam Leirós. «Se necesita un icono, un referente, pero Greta no sería el personaje que es sin miles de integrantes de Fridays For Future y los movimientos ecologistas subyacentes. Aun así, era necesaria una Greta porque es el ejemplo, el referente», añade Leirós, quien ve más consecuencias positivas que negativas en cómo se ha ‘utilizado’ la figura de Greta Thunberg.

«Ha cambiado la conversación social»

Los expertos coinciden en una afirmación: la activista sueca ha catalizado un movimiento en el que diversos colectivos ya llevaban trabajando mucho tiempo y ha contribuido a su impulso. «No sale de la nada, no es solo una persona, pues se construye a partir de algo existente», explica Samuel Martín-Sosa, que compara a Greta Thunberg con Severn Cullis-Suzuki, una escritora y activista ambiental que en 1990 -con 10 años- fundó la Organización Infantil del Medio Ambiente con un discurso parecido al que hoy tiene Thunberg. Como ella, Cullis-Suzuki apelaba a la responsabilidad de las personas adultas para cambiar el paradigma climático.

«En aquel momento, Severn Cullis-Suzuki no tuvo el efecto que ha tenido Greta Thunberg, aunque también era una chica joven. Esto se explica porque han cambiado muchas cosas y el problema se ha agravado: hay un mayor cabreo socialy más conocimiento e información sobre el tema. Greta ha conectado con sentimientos como el hastío y la desconfianza hacia el sistema; también con la parte más emocional: el miedo de la gente joven al futuro. Su figura ha sido fundamental y ha cambiado la conversación social: hace un año no se hablaba tanto en términos de crisis y emergencia climática», concluye Martín-Sosa.

Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/greta-thunberg-un-ano-de-huelgas-por-el-clima-para-cambiar-el-paradigma-sobre-la-crisis-climatica/

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Estudiantes ‘roban’ supermercados en Alemania para proteger el ambiente

Europa/Alemania/20 Junio 2019/Fuente: El comercio

Encapuchado y ‘armado’ con una lámpara frontal, Andrea, un estudiante de máster en Física,  se desliza de noche bajo el imponente enrejado que bloquea el acceso al patio trasero de un supermercado berlinés. En pocos pasos, llega a su objetivo: un contenedor de basura que desborda de productos alimenticios aún comestibles.

“Hay que darse prisa, respetar el lugar y sobre todo no ser atrapado por la policía, porque hacerse con productos no vendidos de un contenedor de restos es ilegal en Alemania”, susurra este joven de 22 años, que milita de esta manera contra el despilfarro de alimentos.

Andrea dice no carecer de nada pero que participa en estas operaciones nocturnas, a veces en grupo, y varias veces por semana, por “razones políticas».

“Combato al sistema basado en el hiperconsumo. Mi abuela me decía: ‘¡No tires la comida!’, pero la gente prefiere tirar cosas en lugar de dejarlas gratis” para quienes las necesitan, se lamenta.

Guarda su botín del día en una mochila: pasta, un cartón de leche de almendra (con embalaje deteriorado), ensaladas (teóricamente caducan el día siguiente) , chocolates de Pascua y aceite de oliva trufado.

Al día siguiente, lo compartirá con sus compañeros de piso y con un comedor solidario que reparte colaciones gratis.

Esta acción de “rebuscar” en contenedores  es penada con una multa que puede ser de cientos de dólares, y está prohibida al ser considerada como un robo: cualquier objeto depositado en un basurero situado fuera de los espacios públicos sigue siendo propiedad privada hasta que sea recolectado.

Sin embargo, en toda Alemania, centenares de activistas agrupados en comités locales optan por la ilegalidad.

A fines de enero, dos estudiantes fueron condenadas cerca de Múnich por el delito de robo agravado ocho horas de trabajo social y USD 255 de multa por haberse apropiado de alimentos en los basureros de un supermercado.

Las dos jóvenes, en una petición que superó las 140 000 firmas, exhortaron al gobierno alemán a legislar, imitando el modelo francés o belga, para obligar a los grandes supermercados a entregar los productos no vendidos a obras de caridad. Una similar iniciativa europea recogió 1,5 millones de firmas.

En Francia, una ley de 2016 contra el despilfarro alimenticio prohíbe a los grandes supermercados de más de 400m2 tirar comida o convertir en impropio para el consumo los excedentes no vendidos. Desde su entrada en vigor, 10 millones de comidas fueron distribuidas, y las donaciones a las asociaciones sociales aumentan a un 22%, se congratula Arash Derambarsh, uno de los activistas por esta la ley.

Pero en Alemania prima la voluntad de los comerciantes. El ministerio de Agricultura está contra el “ containern ” y considera que los supermercados colaboran “ muy bien ” con los bancos de alimentos de forma voluntaria, lo que ayuda a 1,5 millones de personas necesitadas.

11 millones de toneladas de alimentos son desechadas cada año en Alemania. Una cifra que, según el WWF, llega a los 18 millones si se incluyen los productos que por diversas razones (frutas y verduras demasiado maduras, que no corresponden a las normas, etc.) no están en los circuitos de venta.

Estas pérdidas alimentarias son evaluadas en 88 millones de toneladas por año en los 28 países de la Unión Europea (UE).

Desde 2012, el gobierno de Angela Merkel se impuso el objetivo de dividir por dos el despilfarro alimenticio antes de 2030 en el territorio alemán, en línea con las recomendaciones de la ONU. Pero los efectos han sido escasos.

A fines de febrero, la ministra de Agricultura y Alimentación, Julia Klöckner, presentó un “plan nacional” con los mismos objetivos, centrado en la educación de los ciudadanos y sus comportamientos alimenticios.

Los militantes ecologistas se han congratulado por la iniciativa pero lamentan que el plan ministerial se centre en la responsabilidad del consumidor.

“Aquí, como en el asunto de los desechos plásticos, no consideramos normal que sólo sea responsabilizado el consumidor, cuando los profesionales» son responsables del “ 60% del despilfarro alimenticio global”, asegura Tanja Dräger de Teran.

Imagen: https://www.elcomercio.com/files/article_main/uploads/2019/06/18/5d09157d38a8a.jpeg

Fuente:https://www.elcomercio.com/tendencias/estudiantes-robo-supermercado-proteccion-ambiente.html. 

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Entrevista a Jorge Riechmann: “Consumimos el planeta como si no hubiera un mañana»

Fuente: lecturassumergidas/Autor: Por Emma Rodríguez © 2015 

Denomina Jorge Riechmann al siglo XXI como “el siglo de la gran prueba” o como “la era de los límites”. Nos dice que “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias” y que ya no podemos confiar en que será la generación de nuestros nietos la que las lleve a cabo, porque estamos en “tiempo de descuento”. Todo esto nos lo cuenta en Autoconstrucción, uno de esos libros que funcionan como un aldabonazo en las conciencias, que sacuden el letargo y conducen a plantear la gran pregunta: ¿Estamos aún a tiempo de salvar el planeta? Es un interrogante que el propio autor abre una y otra vez en en el recorrido de un ensayo esclarecedor que nos invita a tomar conciencia de la urgencia de la lucha ecológica, de la necesidad de avanzar lo más suavemente que se pueda hacia sociedades de la sobriedad, de la contención, de otro tipo de realizaciones y plenitudes no asociadas a la adquisición constante de pertenencias, de propiedades, de productos de consumo.

Profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista, miembro de Ecologistas en Acción y desde hace poco del Consejo Ciudadano de Podemos, Riechmann va desgranando un buen puñado de verdades, de reflexiones incómodas, pero absolutamente necesarias, en esta Autoconstrucción, subtitulada La transformación cultural que necesitamosque nos anima a pensarlo todo de otra manera, a encontrar nuevas palabras, nuevos vínculos, nuevas imágenes para situarnos frente a un presente de resquebrajamientos y de oportunidades de cambio. “Jamás se había hablado tanto sobre las desigualdades sociales, jamás se había hecho tan poco para reducirlas… Nunca se había hablado tanto los daños ecológicos, y nunca se ha hecho tan poco para delimitarlos”, leemos muy al comienzo de un libro que traza un magnífico diagnóstico de dónde estamos y hacia dónde podemos dirigirnos.

El autor es consciente de que el pesimismo no está de moda, de que el continuo estímulo del pensamiento positivo se puede llegar a convertir en una conveniente cortina de humo, de que a muchos se les llena la boca con la palabra “buenismo” para definir cualquier propósito de solidaridad, de compasión, de cooperación, de igualdad, de que los ecologistas son vistos en muchas ocasiones como catastrofistas y agoreros dispuestos en todo momento a chafar una fiesta en la que muchos siguen pasándolo bien, a costa de mayorías cada vez más empobrecidas e indefensas. Todo parece estar en contra, pero no cabe la resignación, la no resistencia. “Hay esencialmente dos opciones político-morales. La de quienes desean un mundo de amos y esclavos, por una parte; y la de quienes luchan por un mundo de iguales. Al poder del dinero y de las armas, el segundo grupo solamente puede oponer la fuerza de la organización”, abre Riechmann un cauce de futuro.

No deja de haber autocrítica en el trayecto y tampoco falta el realismo, grandes dosis de realismo que parten de la constatación de las dificultades, de los enormes retos. Y, por supuesto, se revelan hechos y se ofrecen datos, hechos y datos que hablan por sí solos y que, nos guste o no, indican que el rumbo no es el adecuado. Así, el cambio climático que nos conduce a un mundo cuatro grados centígrados más cálido, según predicciones muy optimistas, pero ante el que tantos siguen quitando importancia en nombre de intereses empresariales, intereses que obstaculizan la necesaria disminución de los gases de efecto invernadero. Así, la escasez de fuentes de energía fósiles, que lleva a la agonía de un modelo que se alarga artificialmente, vía prácticas como el fracking, en vez de apostar por invertir en el camino de las renovables.

“HAY ESENCIALMENTE DOS OPCIONES POLÍTICO-MORALES. LA DE QUIENES DESEAN UN MUNDO DE AMOS Y ESCLAVOS, POR UNA PARTE; Y LA DE QUIENES LUCHAN POR UN MUNDO DE IGUALES. AL PODER DEL DINERO Y DE LAS ARMAS, EL SEGUNDO GRUPO SOLAMENTE PUEDE OPONER LA FUERZA DE LA ORGANIZACIÓN”, ESCRIBE RIECHMANN EN AUTOCONSTRUCCIÓN.

Mientras las capas de hielo ártico desaparecen, mientras el proceso de la fotosíntesis se está viendo afectado en zonas con altos niveles de contaminación, mientras las abejas se ven amenazadas, mientras… seguimos pensando que habrá tiempo, que la técnica será capaz de solucionarlo; que llegará un día en que volveremos a la normalidad de un modo de vida que nos parece el mejor posible. ¿Cómo convencernos, habitantes del Primer Mundo del siglo XXI, de que ya no volveremos a la normalidad de antes de la crisis, de antes de la amenaza ecológica; cómo convencernos de que es necesario cambiar la orientación y las estructuras del sistema para seguir viviendo bien, e incluso mejor, pero con otros parámetros?

He aquí las cuestiones que plantea Jorge Riechmann en Autoconstrucción (Ediciones Catarata). Son muchas las salidas que ofrece este libro, pero lo esencial es su llamamiento a un cambio de conciencia, de valores, de usos y costumbres. “La economía es una construcción humana. Las leyes económicas no son como la ley de la gravedad. Pueden ser transformadas (…) Pero para ello la gente ha de cambiar de conducta”, se utiliza como arranque de un capítulo este párrafo-lema extraído del informe de un centro de estudios económicos. Hay en el ensayo reflexiones sobre el papel cada vez más activo de los consumidores –consumidores rebeldes–; sobre la cultura como base de la comprensión de los cambios; sobre los movimientos sociales que deben convertirse en la base de las nuevas sociedades… “Hemos de vivir de otra manera”, es la frase que cierra el libro. Pero aquí, lejos de cerrar, empezamos con la conversación.

– ¿En qué punto se encuentra el movimiento ecologista hoy a nivel global? ¿Cuáles son sus expectativas?

– Si lo analizamos con perspectiva, el movimiento ecologista moderno, como tal, es muy reciente. Surge en los años 60 del siglo XX, aunque el pensamiento ecológico arranca de más atrás, de antecedentes tan ilustres como Thoreau, a quien releemos con mucho interés, o, antes, Alexander von Humboldt, que tanto contribuye en la creación de la ciencia ecológica, de la biología de los ecosistemas. Ahí están las raíces, pero hay que dar un salto hasta llegar, en 1962, a un hito importantísimo, una obra clásica de la conciencia ecológica, La primavera silenciosa, de Rachel Carson. En ese año se empiezan a poner en marcha dinámicas sociales, políticas, intelectuales, culturales, que conducen a algunas sociedades, dentro de procesos muy contradictorios, a emprender un nuevo aprendizaje de los modos de vida. Y ya en 1972 nos encontramos con otra aportación esencial, el estudio Los límites del crecimiento, el primer informe del Club de Roma, que pone en marcha un debate de alcance mundial a partir del cual ya empiezan a circular los lemas básicos, las consignas del ecologismo sobre la necesidad de conformar una conciencia de especie en las singulares condiciones históricas que nos ha tocado vivir. Ese proceso de aprendizaje social se rompe a finales de los años 70 y comienzos de los 80, con la irrupción de la fase última de la historia del capitalismo, el capitalismo neoliberal financiarizado. A esos decenios, a esa etapa en la que aún estamos inmersos, yo la denomino a veces la era de la denegación, porque hay fuerzas muy poderosas que, lejos de impulsar el aprendizaje, están trabajando en sentido contrario.

– Denegar es un verbo que utilizamos muy poco y que explica muy bien lo que está sucediendo. A los pueblos cada vez se les niega más lo que desean. Las democracias se están vaciando cada vez más de sentido.

– Denegar es un término que usan los psicólogos y psicoanalistas para referirse a ese fenómeno que no consiste sólo en ignorar algo sino en hacer un esfuerzo por no ver lo que tenemos delante de los ojos. Yo creo que ha habido, que hay mucho de eso, en la cultura dominante durante los tres últimos decenios. Es indudable que hay un permanente negacionismo si hablamos de fenómenos como el calentamiento climático, del mismo modo que lo hubo anteriormente con respecto al cáncer ocasionado por el tabaco. Y es indudable la eficacia de los esfuerzos organizados por el sector empresarial para expandir toda la tinta de calamar y toda la desinformación posible con el fin de impedir que se tomen las decisiones correctas. Ahora mismo, más allá de circunstancias concretas, tendríamos que referirnos a un negacionismo mucho más vasto que se refiere a todo lo que tiene que ver con los límites al crecimiento, y eso es mortal porque nuestra situación, nos pongamos como nos pongamos, es la que es. Las leyes de la naturaleza, de la física, de la química, de la dinámica de los seres vivos, son las que son, no vamos a cambiarlas, por grandes que sean nuestras ilusiones a ese respecto, y el conflicto esencial que se plantea, que estaba en ese debate de los años 60 y 70, es el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta, que se ha ido agravando y agudizando cada vez más. Si usamos la herramienta efectiva de la huella ecológica, hacia 1980, fue cuando ésta superó la biocapacidad del planeta para seguir creciendo después. Según los investigadores, ahora estamos en el 150% de la capacidad del planeta. Y esa situación no durará demasiado, porque estamos, como se dice a veces, consumiendo el capital, no los intereses, empleando en este caso la habitual metáfora financiera. Estamos sobreexplotando los recursos y las capacidades de absorción de contaminación, de una forma que es insostenible. Parece que consumimos el planeta como si no hubiera un mañana.

Fuente de la noticia: https://lecturassumergidas.com/2015/04/29/jorge-riechmann-consumimos-el-planeta-como-si-no-hubiera-un-manana/

Fuente de la imagen: https://i2.wp.com/lecturassumergidas.com/wp-content/uploads/2015/04/jorgeriechmann_por_nachogoberna-02656

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Las golondrinas nos enseñan que las estaciones ya no son lo que eran

Carmelo Marcén

La escuela puede ser un lugar de investigación del mundo animal, más allá de los libros, a base de la observación de lo que ocurre alrededor.

Las vemos que van y vienen desde la ventana de nuestra aula. Las grandes cigüeñas nos recuerdan que el mundo animal es un libro vivo, cambiante, más entretenido que los que hay que estudiar en la escuela. Muchos animales -aunque demasiados no lleguen a su destino- buscan con las largas o cortas migraciones asegurar la vida, como han hecho desde siglos. Parece que el número ha disminuido mucho con respecto a hace unas décadas. Lo tienen más fácil los animales alados. Dicen que más de 200 especies de aves de las 3.000 que viven en Sudamérica migran estacionalmente. Hay viajes extremadamente largos (4.000 km) como los que hacen cada año las mariposas monarca, famosas en Norteamérica por su eclosión multicolor; o los que efectúa el zarapito trinador entre Chile y Alaska. Pero la reina de las migraciones es una diminuta libélula, unos 4 cm, que recorre 7.000 km entre la India y Áfricacon una sola intención: tener la humedad necesaria para reproducirse.

Las pequeñas golondrinas, ajenas al calendario que usamos los humanos, han adelantado un año más su llegada a Europa. Se ve que por sus tierras africanas también se siente lo del calentamiento global y el subsiguiente cambio climático, aunque ellas no lo llamarán así. Porque no ven la tele, ni leen, pero perciben como nadie las alteraciones de su hábitat. Quién sabe de qué medios se valen para auscultar el tiempo. Se han hecho estudios que aseguran que ahora llegan un mes antes de lo que lo hacían hace un siglo. No son las únicas que se han puesto en marcha siguiendo los itinerarios que unen de sur a norte el continente americano, o África con Europa. Nos recuerdan el poema de Pablo Neruda ‘Migración’: “Todo el día una línea y otra línea, /un escuadrón de plumas, /un navío/ palpitaba en el aire,/… Sobre el agua, en el aire,/ el ave innumerable va volando,…/ construye la unidad con tantas alas,/… y solo un ala inmensa se desplaza”. Dicen que todas las especies de larga migración -algunas paran a descansar en los mismos sitios todos los años- efectúan sus travesías utilizando una brújula que les sirve para guiarse; esperemos que no se les altere con el calentamiento global.

Con ellas debemos preguntarnos si cambia o no el tiempo cada año -así lo hacían nuestros antepasados-, o acaso se está modificando la dinámica atmosférica global. La observación de estas idas y venidas de los animales migrantes -también los cambios en las plantas- se llama fenológica, y fue muy importante hace muchos años. La escuela puede ser un lugar de investigación, observando y anotando con detalle las señales que nos envían las especies migratorias, u otros seres vivos. Así lo hizo el naturalista español Félix de Azara a comienzos del siglo XIX con los pájaros rioplatenses. Hay redes de Organizaciones ecologistas (BridLife y Audubon entre ellas) con las que se puede colaborar.

Fuente del articulo: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/10/las-golondrinas-nos-ensenan-que-las-estaciones-ya-no-son-lo-que-eran/

Fuente de la imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/03/GOLONDRINA-De-I-Malene-CC-BY-2.5.jpg

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Entrevista a Rafael Díaz: «La formación de personas ecologistas debe ser el principal reto de la educación»

12 Febrero 2017/Fuente:elcorreo /Autor: NEREA PÉREZ DE NANCLARES

Rafael Díaz-Salazar, profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense. Este sociólogo defiende que «el principal objetivo de la educación debe ser la formación de personas ecologistas».

–Su conferencia se titula ‘¿Para qué educar?’. ¿Para qué?

–Para aprender cinco cosas: crecer como personas, convivir con los que son diversos, conocer las ciencias y las humanidades, transformar la sociedad y adquirir un saber hacer profesional. No se debe reducir la enseñanza a la didáctica de unas asignaturas ni a la preparación para un empleo.

–Usted defiende que se ha consolidado un modelo de enseñanza sin educación. ¿Cómo explica esto?

–En bastantes colegios la actividad consiste en aprender libros de textos para sacar una buena nota. Muchas familias se convierten en los principales enemigos de sus hijos cuando lo que demandan es que los preparen para el triunfo económico. En edades cruciales de la vida no siempre se sabe enlazar lo que se enseña con el desarrollo psicológico y social de la personalidad. Tenemos que conectar la enseñanza con la educación de la interioridad y con la educación para el compromiso con el cambio ecosocial.

–¿En qué consiste este cambio ecosocial?

–Hay que vivir de otra manera, consumir menos, regular ecológicamente la producción e ir transitando hacia un poscapitalismo. Pero, claro, no pueden existir sociedades verdes sin personas ecologistas. La formación de una personalidad ecológica debería ser el principal objetivo de la educación.

–¿Qué parte de ese cambio deben impulsar los colegios?

–Vivimos en sociedades de ciegos y sordos con mucha tecnología. Los colegios tienen que ser escuelas del despertar para que los ciegos vean y los sordos escuchen los gritos de la Tierra violada y de los empobrecidos del mundo. Debemos conectar el conocimiento con el sufrimiento social y ecológico. Para ello hay que transformar radicalmente los contenidos curriculares. Necesitamos Matemáticas ecosociales, Lengua ecosocial, Física ecosocial, etc. Tenemos que adecuar ecológicamente las instalaciones con energías renovables, plantar huertos ecológicos, enseñar la conexión entre lo que comemos y la destrucción de las tierras y los océanos, iniciar en el comercio justo y el consumo responsable, establecer conexiones con los movimientos ecologistas para que profesores y alumnos se incorporen a ellos.

–¿Y cómo pueden convertir los padres a sus hijos en ‘personas verdes’?

–Tenemos que ecoalfabetizarnos, conocer con más precisión lo que le sucede al mundo con nuestra vida cotidiana. Cambiemos nuestra forma de comer, usemos menos el coche, reciclemos más, invirtamos nuestros ahorros en la banca ética y ecológica, compremos en tiendas de comercio justo, boicoteemos los productos de las empresas que destruyen el medio ambiente, condicionemos nuestro voto a los programas y las prácticas ecologistas de los partidos, incorporemos a nuestros hijos a las secciones juveniles de los movimientos ecologistas, a los que previamente debemos pertenecer. El cambio ecosocial es posible.

Felicidad sin dinero

–¿Pero no es tremendamente complicado desterrar la máxima de ‘a mi niño que no le falte de nada’?

–Hay que educar desde la infancia en la autocontención, en la frugalidad, en el sentido del límite, en la carencia de bienes, en el descubrimiento de prácticas de felicidad que no conllevan gasto económico. Lo que más nos puede hacer felices no requiere mucho dinero. Tenemos que luchar por un tipo de vida que consista en trabajar menos para trabajar todos y vivir mejor con menos.

–¿Y cómo convencería a cualquier joven de que hay que vivir con menos y de que se convierta en activista ecologista?

–Contemplemos la Tierra destruida y la vida de los empobrecidos. A la vez, conozcamos a personas, asociaciones y movimientos que en nuestro entorno crean felicidad colectiva a través del compromiso social y ecológico. Integrémonos en ellas. Fluirán nuestros sentimientos morales de compasión, ayuda, indignación y rebelión. Ellos dan la felicidad.

Fuente de la entrevista: http://www.elcorreo.com/alava/araba/201702/08/formacion-personas-ecologistas-debe-20170207211858.html

Fuente de la imagen:http://www.elcorreo.com/noticias/201702/08/media/entrevista-ecologistas-kwdF-U211973321691vxB-575×323@El%20Correo.jp

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La editorial Dyskolo presenta un ensayo inédito de Manuel Sacristán

Prólogo de “La función de la ciencia en la sociedad contemporánea. Propuestas ecosocialistas alternativas”, de Manuel Sacristán

Salvador López Arnal
Dyskolo
Hoy 27 de agosto se cumplen 31 del fallecimiento del pensador Manuel Sacristán. Por tal motivo, y como reconocimiento a su labor intelectual, la editorial Dyskolo presenta en versión digital y con licencia creative commons una conferencia inédita del filósofo, junto con otros textos relativos al papel de la ciencia y los investigadores en el mundo actual. Sacristán fue uno de los filósofos españoles más importantes del siglo XX y una figura fundamental del pensamiento marxista y el compromiso político. Este ebook, cuyo título es “La función de la ciencia en la sociedad contemporánea. Propuestas ecosocialistas alternativas”, ha sido preparado y anotado por Salvador López Arnal. El texto siguiente es el prólogo de la presente edición.


La función de la ciencia en la sociedad contemporánea

Propuestas ecosocialistas alternativas

Manuel Sacristán Luzón

Edición, presentación y notas de Salvador López Arnal

Edición 1.0. agosto 2016

Código de registro Safe Creative: 1608259002944

epub: 487 Kb. / mobi: 558 Kb. / pdf: 181 pág.

Página del libro y descarga: http://www.dyskolo.cc/cat%C3%A1logo/lib021/




La decisiva importancia de una política de la ciencia aliada del movimiento obrero y de los nuevos movimientos sociales

En la información acerca del nacimiento de Mientras tanto que podía leerse en el apéndice del primer número, señalaba Manuel Sacristán Luzón (1925-1985), el director de la publicación, que «la orientación de la revista es sustancialmente la misma que mantuvo Materiales, aunque con la clarificación y la sedimentación debidas a la evolución de ciertos problemas durante estos dos últimos años». La evolución seguida, proseguía, no había sido para mejorar y había llevado «a una situación contradictoria que tiene precedentes de mal augurio».

Por un lado, la crisis mundial del capitalismo de finales de los años setenta del pasado siglo se extendía y se enquistaba; abarcaba desde «los hechos económicos básicos —el cansancio de los motores del crecimiento en la época de los «milagros económicos», la dificultad para llevar a cabo la reestructuración del capital fijo, el estancamiento con inflación, un paro de magnitud considerable y cuya raíz estructural es manifiesta, una crisis monetaria muy expresiva del final de una época que empezó precisamente con el esfuerzo más organizado que se haya emprendido en la historia del capitalismo por asegurar el orden monetario, etc.—», hasta fenómenos fuertemente llamativos de disgregación cultural «que culminan en una exacerbación de la insolidaridad individualista hasta llegar a la institución de la violencia verbal y física como forma corriente de relación en la vida cotidiana», pasando, al mismo tiempo, por un conjunto de dificultades políticas «que se pueden considerar como una crisis del estado, la cual no sólo arruina la ideología del estado-providencia o estado del bienestar que fue la gloria del capitalismo restaurado con la eficaz ayuda o incluso el protagonismo de los partidos de la II Internacional (absurdamente llamada socialista)», sino que hasta permitía pensar, por el estallido de los nacionalismos y particularismos en las tres monarquías más antiguas del occidente europeo, la española incluida por supuesto, «que se está debilitando la legitimación del estado burgués, o de la Edad Moderna, precisamente en las tierras en las que nació».

Pero, por otro lado, proseguía el traductor de Lukács y Adorno recogiendo las reflexiones e impresiones del colectivo editor, la gestión de la crisis estaba dando pie a un proceso de recomposición de la hegemonía ideológico-cultural burguesa. La contradicción era tan áspera que resultaba paradójica. Sin embargo, «nos parece que tiene una explicación bastante sencilla: esta profunda crisis básica capitalista, además de afectar a los países del socialismo que se llama a sí mismo «real» en la medida, mayor o menor, en que éstos son elementos parciales y todavía subalternos del sistema capitalista mundial», coincidía con una crisis de la cultura socialista —«en el amplio sentido ochocentista de esta palabra, que incluye el anarquismo»—, confundida por la crisis de una civilización de la que «no se distancia suficientemente (caso de los grandes partidos obreros), o reducida a una marginalidad casi extravagante» y, a menudo —añadía—, funcional al rasgo del sistema que Herbert Marcuse, un autor por él traducido, había llamado «tolerancia represiva».

El mal momento de la cultura socialista, del que Sacristán había alertado desde mediados de los años sesenta, sobre todo y especialmente desde la inadmisible invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia, tenía una consecuencia de particular importancia: «la incapacidad de renovar la perspectiva derevolución social». Precisamente porque la crisis de la civilización capitalista era radical, «la falta de perspectiva socialista radical facilita la reconstitución de la hegemonía cultural burguesa al final de un siglo que asistió por dos veces a su resquebrajamiento por causa de las guerras mundiales que desencadenó». La I y la II, y también la aún no concluida guerra fría.

Lo que era crisis de la economía y la sociedad capitalistas se veía, se solía ver superficialmente, «como desastre de la forma más reciente de ese sistema social, su gestión keynesiana y socialdemócrata». El neoliberalismo se había puesto ya en pie de guerra y aniquilación de las conquistas obreras. La identificación de la gestión socialdemócrata del capitalismo con el socialismo facilitaba un rebrote ideológico capitalista, «a veces financiado discretamente por alguna gran compañía transnacional».

Sin la adecuada réplica material ni ideal de un movimiento obrero cuyas organizaciones mayoritarias estaban entonces «tan identificadas con muchos valores capitalistas como lo está la parte de las clases trabajadoras a la que representan», las clases dominantes sin excepción habían pasado «a una ofensiva llena de confianza (y no meramente represiva)» que apenas nadie habría previsto años atrás. Esa ofensiva arrancaba de la esfera de la producción material, «con una política económica de sobreexplotación y un programa de fragmentación y atomización de la clase obrera en nuevos dispositivos industriales», se articulaba en el plano político con éxitos perceptibles, «el más importante de los cuales, la despolitización, se está logrando con la colaboración tal vez involuntaria, pero, en todo caso, torpe hasta el suicidio, de las organizaciones obreras», se arropaba, además, con el florecimiento de una apología directa e indirecta del dominio, la explotación y la desigualdad social por parte de intelectuales (los entonces llamados nuevos filósofos por ejemplo) que volvían a hacerse con «una orgullosa autoconsciencia de casta, y tiende a eternizarse mediante una «solución» final de las luchas sociales, a saber, el incipiente aparato represivo de nuevo tipo justificado por el gigantismo del crecimiento indefinido (cuya manifestación más conocida, pero en absoluto única, son las centrales nucleares) e instrumentado por los ordenadores centrales de los servicios policíacos de información».

Con esas hipótesis generales los editores de la revista intentaban entender la situación y orientarse en el estudio de ella, para el saber a qué atenerse de su admirado Ortega. El paisaje que dibujaban era oscuro en su opinión. Pero, precisamente porque era tan negra la noche de esta nueva restauración, podía resultar algo menos difícil orientarse en ella «con la modesta ayuda de una astronomía de bolsillo». En el editorial del nº 1 de la Materiales, una revista publicada por ellos mismos y algunos amigos más durante los años 1976 y 1977, habían escrito que sentían «cierta perplejidad ante las nuevas contradicciones de la realidad reciente». Aunque convencidos de que las contradicciones entonces aludidas se habían agudizado, ahora, sin embargo, se sentían un poco menos perplejos, lo que no quería decir más optimistas, respecto de la tarea que «habría que proponerse para que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo».

La tarea que, en su opinión, no podía cumplirse con agitada veleidad irracionalista, «sino, por el contrario, teniendo racionalmente sosegada la casa de la izquierda», consistía, en primer lugar y destacadamente, «en renovar la alianza ochocentista del movimiento obrero con la ciencia». Podía ser que los viejos aliados tuvieran dificultades para reconocerse, pues los dos habían cambiado mucho: la ciencia, porque desde la declaración de Emil Du Bois Reymond —ignoramus et ignorabimus, ignoramos e ignoraremos—, llevaba ya asimilado «un siglo de autocrítica (aunque los científicos y técnicos siervos del estado atómico y los lamentables progresistas de izquierda obnubilados por la pésima tradición de Dietzgen y Materialismo y Empiriocriticismo no parezcan saber nada de ello); el movimiento obrero, porque los que viven por sus manos son hoy una humanidad de complicada composición y articulación».

La tarea podía verse de varios modos, según el lugar desde el cual se emprendiera: consistía, por ejemplo, en conseguir que «los movimientos ecologistas, que se cuentan entre los portadores de la ciencia autocrítica de este fin de siglo», se dotaran de capacidad revolucionaria; consistía también, por otro ejemplo, «en que los movimientos feministas, llegando a la principal consecuencia de la dimensión específicamente, universalmente humana de su contenido», decidieran fundir su potencia emancipadora con la de las demás fuerzas de libertad; o consistía en que las organizaciones revolucionarias clásicas comprendieran que «su capacidad de trabajar por una humanidad justa y libre tiene que depurarse y confirmarse a través de la autocrítica del viejo conocimiento social que informó su nacimiento, pero no para renunciar a su inspiración revolucionaria, perdiéndose en el triste ejército socialdemócrata precisamente cuando éste, consumado su servicio restaurador del capitalismo tras la segunda guerra mundial, está en vísperas de la desbandada»; sino para reconocer que ellos mismos, los que vivían por sus manos, habían estado demasiado deslumbrados por los ricos, por los que Sacristán llamaba «descreadores de la Tierra».

Todas esas cosas se tenían que decir muy en serio. «La risa viene luego, cuando se compara la tarea necesaria con las fuerzas disponibles». Las suyas alcanzaban sólo para poner «cada dos meses noventa y seis páginas a disposición de quien quiera reflexionar con nosotros acerca de todo lo apuntado». Quienes de verdad tenían la palabra eran los movimientos potencialmente transformadores, «desde las franjas revolucionarias del movimiento obrero tradicional hasta las nuevas comunidades amigas de la Tierra». Sólo cuando unas y otras coincidieran en una nueva alianza se abriría una perspectiva esperanzadora. Mientras tanto, como en el «Grito hacia Roma» de García Lorca, ellos intentarían entender lo que pasaba y allanar el camino, por lo menos el que había que recorrer con la cabeza.

En ese camino que había que recorrer con la cabeza, en ese intento de nueva alianza del movimiento obrero con la tecnociencia contemporánea, la política de la ciencia, una política de la ciencia de orientación socialista y ecologista, era esencial. En este libro recogemos los dos nudos señalados, dos de las grandes aportaciones del profesor expulsado de la Universidad de Barcelona en 1965 por su militancia antifascista: el análisis del papel de la tecnociencia en la sociedad contemporánea y las propuestas alternativas para construir y abonar una ciencia de orientación anticapitalista y socialista.

No fueron éstas las únicas intervenciones de autor de Panfletos y Materiales en este ámbito esencial, en la que sin duda fue una de sus preocupaciones centrales hasta sus últimos días. No fueron las únicas, como decía, pero sí acaso dos de las más representativas. Siguen siendo de “gran actualidad” (los clásicos juegan siempre con ventaja) para saber a qué atenernos nosotros en nuestro mundo, en el mundo de nuestra hora.

Las notas finales de cada apartado son mías. He respetado el tono y construcción de las intervenciones orales en mi transcripción con alguna ligera modificación en caso de repetición de términos. En ambas conferencias.

Si mi tarea de editor-anotador-presentador tiene algún mérito, a la memoria de Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey me gustaría dedicarlo. También a Eduard Rodríguez Farré del que no dejo de aprender prudencia, conocimientos y compromiso social. Y amistad a lo lejos y hacia dentro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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Holanda: Ecoaldea cultiva su propia comida, genera su propia electricidad y recicla su propia basura

Europa/Holanda/21 Agosto 2016/Fuente y Autor: ecoinventos

La ecoaldea de reGen, a las afueras de Amsterdam, cultivará su propia comida, generará su propia energía y reciclará su propia basura. Será una comunidad 100% autosuficiente.

Quien tenga la suerte de vivir en una de las casas de este nuevo barrio en construcción, en un suburbio de Amsterdam, tendrá su comedor junto a un huerto urbano interior. En el exterior, tendrá otro jardín estacional. Y por la calle, casi todo lo que comas se cultivará en granjas verticales de alta tecnología.

El barrio será un nuevo tipo de comunidad diseñada para ser completamente autosuficiente, cultivar sus propios alimentos, generar su propia energía y reciclar sus residuos en un circuito cerrado.
Utilizarán los métodos más avanzados para cultivar alimentos, una combinación de aeroponía, acuaponia, permacultura, bosques de alimentos y agricultura ecológica de alto rendimiento — el barrio generará más alimentos que una granja tradicional del mismo tamaño, con menos recursos. La acuaponia, por ejemplo, puede producir 10 veces más alimentos en la misma cantidad de terreno, con un 90% menos de agua.
La comunidad también produce su propia energía, usando una mezcla de energías geotérmica, solar, solar térmica, eólica y biomasa.

Una red inteligente distribuirá la energía eficientemente, usando los coches eléctricos como sistema de almacenamiento de energía para los picos de demanda.

Una planta de biogás convertirá cualquier residuo no compostable en energía y agua.

Un sistema de almacenamiento de agua recogerá el agua de lluvia y las aguas grises para redistribuir a jardines estacionales y al sistema acuapónico.

Esta es la primera de una red de comunidades similares que ReGen planea construir alrededor del mundo.

La comunidad será inaugurada en 2017.

Fuente de la noticia: http://ecoinventos.com/ecoaldea-holanda/
Fuente de la imagen: http://i2.wp.com/ecoinventos.com/wp-content/uploads/2016/06/ecoaldea.jpg?w=1024
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