Por: Gilberto Guevara Niebla
Una cuestión no abordada hasta ahora por ninguna reforma educativa mexicana es la organización territorial del sistema educativo. Es cierto que hablamos de la zona escolar como referencia espacial, pero ésta es en realidad una mera entelequia: el poder efectivo de la zona escolar es inexistente.
En otros países las escuelas se organizan a nivel local en entidades locales vigorosas. En Estados Unidos, por ejemplo, el sistema educativo se organiza en distritos escolares gobernados por Consejos Escolares (School Boards). Cada distrito escolar es una entidad independiente con un propósito especial.
Desde el punto de vista jurídico, el distrito escolar estadounidense es un gobierno local con poderes similares a los de un condado (county) o un pueblo (town) y, entre otras cosas, el distrito puede cobrar impuestos (para el sostenimiento de las escuelas) y, en ciertos casos, incluso, expropiar terrenos privados para fines públicos.
La fuerza del distrito escolar deriva en gran parte de sus finanzas y del hecho de que sus consejos se constituyen mediante elección directa de la ciudadanía. El consejo escolar también nombra a un Superintendente que se encarga de la implementación de políticas y de tomar las decisiones que se necesitan a diario. Usualmente el superintendente es un administrador público experimentado.
Este ordenamiento permite que las escuelas reciban apoyos, asistencia y protección de manera eficaz por una agencia cercana y fuerte. El distrito es una unidad poderosa de gestión; es la célula orgánica del sistema educativo estadounidense.
En México, en cambio, heredamos un sistema centralizado de gestión escolar que concentra las decisiones en el gobierno federal y en los gobiernos estatales. Eso es todo. No existe una organización con base local o municipal y, de hecho, los municipios (aunque cuentan con un regidor en educación) están desprovistos de todo protagonismo en la gestión del sistema educativo.
Esto es un reflejo, evidentemente, de la estructura del poder político. El resultado de nuestro esquema organizativo es lamentable porque las escuelas, en su funcionamiento diario, no cuentan con una estructuración local que permita la solución inmediata y eficaz de los problemas cotidianos. Por ejemplo, si la escuela tiene necesidad de un apoyo técnico-profesional (requiere de un médico, o un psicólogo, etc.) con frecuencia se ve obligada a solicitar la ayuda de una entidad central anónima y remota o a buscar soluciones fuera del sistema educativo.
Este vacío en la gestión escolar de México se explica —no se justifica— por razones histórico-políticas y por razones financieras. Erigir agencias locales como los citados distritos escolares, supone introducir cambios radicales en la estructura de poder del sistema educativo, afectar los intereses de las “fuerzas vivas” que actúan dentro del sistema y, al mismo tiempo supone realizar una inversión de recursos que el país no está en capacidad de afrontar. ¿Pero, si no es hoy, cuándo?
Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=5758:escuelas-en-mexico-la-gestion-territorial&Itemid=140