De acuerdo con Shettima, si no se frena y se pone bajo control la situación podría causar un incremento.
Un total de 52.311 niños del estado de Borno de Nigeria han quedado huérfanos a causa de los ataques del grupo terrorista Boko Haram en la región ubicada en el nordeste de Nigeria, así lo informó Xinhua Español.
El gobernador del estado de Borno, Kashim Shettima, dijo hoy a los reporteros en Maiduguri, capital del estado, que unas 54.911 mujeres quedaron viudas por los ataques sin sentido del Boko Haram.
De acuerdo con Shettima, si no se frena y se pone bajo control la situación podría causar un incremento en la crisis humanitaria en el estado y en la región nororiental de Nigeria en general.
El funcionario dijo que las autoridades estatales consideran que la educación es una solución verdadera al desafío, y señaló que el gobierno está listo para invertir en educación junto con diversos programas de intervención iniciados en colaboración con el gobierno central, la Organización de las Naciones Unidas y los socios de desarrollo globales.
Las autoridades de Borno también han emprendido la reconstrucción masiva de casas, escuelas, clínicas y estructuras públicas en las comunidades liberadas de los insurgentes.
El Boko Haram ha sido culpado de la muerte de más de 20.000 personas y del desplazamiento de 2,3 millones más en Nigeria desde que empezó su insurgencia en 2009.
ARMAS QUÍMICAS SIGUEN AZOTANDO A SIRIA
En otros lamentables hechos; una agencia global que supervisa el empleo de armas químicas encontró trazas de sarín tras un ataque en el norte de Siria a finales de marzo, días antes de un ataque mortal que utilizó el mismo agente nervioso en otra localidad siria.
La Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés) anunció el jueves que sus análisis habían encontrado restos de “sarín o productos químicos relacionados con sarín” en Ltamenah tras un ataque el 30 de marzo que dejó 50 heridos. No hubo fallecidos. La organización no reveló más detalles.
Unos días más tarde murieron casi 100 personas en un ataque el 4 de abril contra la ciudad noroccidental de Khan Sheikhoun. Siria niega ser responsable del ataque químico. Se espera que una investigación de la OPCW y Naciones Unidas determine este mes las responsabilidades por el ataque en Khan Sheikhoun.
La organización dijo que sigue trabajando en su misión de investigación sobre ataques químicos en Siria.
La violencia de los yihadistas ha dejado miles de huérfanos y de niños que durante su huida se separaron de sus padres
El zoo de Maiduguri es un lugar de respiro sucio. Los fines de semana, familias, grupos de amigos y parejas adolescentes compran por 50 nairas (doce céntimos de euro) un rato de emoción y paz entre jaulas de leones y fosos de elefantes. El zoológico ha tenido tiempos mejores. Durante los peores días de la guerra con los yihadistas de Boko Haram, el recinto estuvo semiabandonado y los cuidadores sacrificaron a otros animales para alimentar a los felinos y los cocodrilos. La jaula más sucia es la de los babuinos, nada más entrar. Uno de los monos ha aprendido a hacer una cabriola y no para de saltar sobre sí mismo entre montañas de botellas de plástico y basura.
Después de cada pirueta, alarga la pata entre los barrotes y la gente, divertida, le tira cosas. No tarda en agruparse una multitud frente a la jaula. Entre las piernas de los curiosos, se escurren tres niños vestidos con harapos y uno de ellos, animado por el jolgorio, se acerca e intenta tocar al animal. Un guardia le echa una bronca de impresión. “Son huérfanos y viven en la calle, en la entrada les dejan pasar para que se entretengan”, comenta Bitar, un vecino asiduo al parque de animales. En las calles de Maiduguri hay cientos de niños de camisetas rotas como ellos. Según las autoridades, hay más de 52.000 huérfanos sólo en el estado de Borno, aunque admiten que la cifra real podrían ser perfectamente el doble. Nadie lo sabe. El conflicto descarnado entre el Gobierno nigeriano y Boko Haram, que ya ha dejado 35.000 muertos en siete años, ha provocado una ola de niños perdidos, que han quedado huérfanos o que durante su huida desesperada (los yihadistas suelen atacar las aldeas de madrugada) se separaron de sus familias y no les han vuelto a ver.
Hay más de 52.000 menores perdidos tan sólo en el estado nigeriano de Borno
Además de la camiseta descosida, Umar Isa tiene roto el pantalón. Tiene la entrepierna abierta y, cuando se sienta y como no lleva calzoncillos, se tapa con las manos para que no se le vea demasiado. Pero se le ve. Habla tan bajito, y está tan acongojado, que hay que empezar por preguntas amables, que no traigan demasiado pasado.
Su deporte preferido, dice entre susurros, es el fútbol e ir en bici, pero no sabe quién es Messi ni Cristiano Ronaldo. Su mejor amigo, aquí se despierta más, se llama Rawana y a los dos les gustaría ser soldados cuando crezcan. Y Umar directamente sonríe al confesar su perdición: los caramelos de sandía Freely.
De repente, Umar empieza a recordar y abre la herida sin anestesia. “Empezaron a disparar y una bala le dio a mi mamá”. Vivía en Kwata, un pueblo del noreste de Nigeria y a él y a su padre les dio tiempo a escapar porque durante el ataque de Boko Haram los dos estaban trabajando el campo. Los yihadistas no le dejaron tiempo
para llorarla. Durante el funeral, al día siguiente, los barbudos regresaron y con ellos los disparos. “Dejamos a mi mamá allí, sin enterrar”, señala.
Umar se tapa la cara con las manos y se hunde en una silla de plástico azul cuando se cansa de preguntas. En realidad, el resumen de su vida, de su última vida al menos, está estampado en su camiseta gris. En ella hay dibujado un monstruo de color verde junto a un lema que parece una broma de mal gusto. “Run for your life”. Corre por tu vida. Es lo que Umar lleva haciendo desde hace meses.
El zoológico de Maiguri ha tenido tiempos mejores. Durante los peores días de la guerra con los yihadistas de Boko Haram, el recinto estuvo semiabandonado
La huida con su padre le llevó por diferentes pueblos, pero tarde o temprano los yihadistas volvían a atacar y ellos a escapar. Bosso, Daban Masari, Malam Fatori… Umar enumera bajito, casi silbando, las aldeas donde se instalaron y donde los extremistas volvían a golpear. Su vida y la de su padre se convirtió en una huida eterna, aunque juntos. Hasta llegar a Charkari. Y aquí la voz de Umar se quiebra: volvían de comprar en el mercado y cuando sonaron los tiros, todo el mundo echó a correr. Se separaron. Desde entonces, no sabe dónde está.
A Umar lo llevó un tío lejano a la ciudad porque había oído hablar de un programa de acogida para huérfanos y niños perdidos. Coordinado por la oenegé italiana Coopi y por Unicef, selecciona a familias locales que acojan a los niños y les integren en sus hogares hasta que son adultos o, si tienen suerte, hasta lograr reunirles con algún
familiar.
Umar dice que su hermana huyó a Diffa, en Níger, y querría ir con ella. O con su padre, si aparece. Pero no será fácil. Primero hay que comprobar que realmente sea así y hablar con el familiar para ver si quiere y puede hacerse cargo del menor. Sólo entonces empieza el largo proceso de reunificación.
Para Muntala Hatuna, no hay prisa. Él acogió a Umar en su casa de Damaturu, donde nos recibe para explicar sus motivos. “Soy musulmán y nuestra religión dice que debemos ayudarnos. Cuando puedo, le compramos ropa”. Pero no es a menudo. El patio de su casa, con paredes de adobe desconchadas y techos y puertas de uralita, avisa de que nadie lleva una vida de excesos aquí. Aunque las oenegés les dan mantas, enseres de higiene personal y algo de comida y dinero para gastos —tres pagos de 3.000 nairas (siete euros), dice Hatuna—, el sacrificio sólo se sostiene por la solidaridad de las familias de acogida.
Por una bondad parecida, Amina Abatcha soporta la pena. Ella es la otra cara del drama de los niños perdidos. Vivía en Dikwa, también en el noreste, cuando su hijo mayor, de quince años, desapareció durante un ataque de Boko Haram. En las calles de la localidad aún duermen las cicatrices de aquellos días: esqueletos de coches calcinados y torres de teléfono derribadas. No hay conexión telefónica desde hace meses.
Amina no sabe nada de su hijo perdido, pero insiste convencida en que lo secuestraron, que no está muerto. “Rezo cada día para que el ejército de Nigeria lo rescate”, dice. Mientras espera, ayuda a los que sí son libres. Se ha presentado voluntaria como cocinera para los recién llegados: grupos de personas, normalmente mujeres y niños, que o bien llegan por su propio pie a Dikwa huyendo de la violencia tras varios días de travesía o bien han sido llevados allí por los militares, después de haber limpiado alguna zona bajo control de la banda yihadista.
Esa mañana Amina ha tenido mucho trabajo. Han llegado más de doscientas personas y ha preparado para ellos dos ollas de hierro enormes de arroz con alubias. Cuando reparten la comida en platos planos, decenas de personas se colocan alrededor y comen con las manos y una ansia imposible de disimular. Tienen mucha hambre. Amina les observa comer desde la distancia; tan quieta y con la mirada fija, que parece estar dejando volar la imaginación. Pero se seca el sudor y guarda silencio. Cuando le pregunto, dice que no pensaba en nada.
Con el apoyo de la ampliación de la Escuela St. Justine en Kidatu, en Tanzania, Homag está ayudando a garantizar una buena educación escolar para 200 niños, muchos de ellos huérfanos.
Los ingresos generados por la venta de piezas de demostración Homag durante Ligna 2017 se utilizaron una vez más para financiar una organización que necesita ayuda urgentemente. Con su iniciativa ‘Homag Cares’, la compañía alemana está ayudando a financiar una serie de proyectos que merecen el esfuerzo: los visitantes de ferias de todo el mundo adquieren artículos de demostración originales y útiles para usar en sus hogares, y los beneficios se utilizan para beneficiar a las personas que afrontan desafíos que requieren desesperadamente de una financiación.
Como parte de la iniciativa ‘Homag Cares’, en Ligna 2017 se recaudaron 2.000 euros de la venta de piezas de demostración, y esta suma fue doblada por Homag una vez finalizada la feria. La suma total de 4.000 euros recaudados fue donada a la organización ‘Future Chances for Kids and Poor in Tanzania’, donde Homag está ayudando a financiar la ampliación y el equipo de una escuela establecida para ofrecer a los niños desfavorecidos una buena educación.
Comprometida con proyectos sostenibles
La cara visible de esta organización es Petra Bernhardt, de Weil der Stadt, cerca de Böblingen. Ella ha hecho realidad su misión de implementar proyectos educativos en Tanzania: “Hace algunos años, mi atención se dirigió a una escuela que se había ocupado hasta la fecha de la educación primaria: la Escuela St. Justine en Kidatu. Esta pequeña escuela fue fundada por profesores de Tanzania para ofrecer a los niños huérfanos y más pobres una educación; una oportunidad que muchos niños en Tanzania nunca reciben, ya que los medios ofrecidos por las escuelas estatales son con frecuencia insuficientes”.
Escuela actual de St. Justine, en Kidatu.
El pequeño pueblo de Kidatu se encuentra en las montañas de Udzungwa, una de las últimas selvas tropicales de África del Este. Alrededor de la mitad de todos los niños que viven en la región actualmente no tienen acceso a la educación. Petra Bernhardt y su equipo están ahora ampliando la escuela existente. “La escuela ya enseña a los alumnos más jóvenes en inglés. Esto aumenta enormemente sus posibilidades de acceder a una futura carrera. El objetivo principal de la Escuela St. Justine es reducir el déficit de plazas escolares en las escuelas primarias y secundarias; nuestro sueño se ha convertido en realidad, ya que ya hemos comenzado la construcción de una escuela primaria para 200 niños”, dice Petra Bernhardt.
La financiación de Homag será utilizada por Petra Bernhardt para poner en marcha su próximo proyecto. Tan pronto como se complete la escuela primaria, planea comenzar la construcción de una escuela secundaria. La donación de Homag Cares está destinada a la fabricación y la adquisición de mobiliario escolar. La evolución del proyecto se puede seguir en vivo en www.futurechances.org.
Pero eso no es todo: cualquier persona que se sienta movida a apoyar el proyecto puede conseguir que las familias pobres obtengan cabras para su rebaño o financiar la explotación de un campo de arroz. Cuando se trata de asignar el dinero, la principal preocupación de Petra Bernhardt es asegurar la sostenibilidad. “Antes de gastar dinero en cualquier cosa, elaboramos un presupuesto y lo calculamos todo cuidadosamente. Las donaciones que recibimos deben utilizarse para garantizar el desarrollo a largo plazo y la independencia de la aldea, para que sea autosostenible. Por eso hemos lanzado una serie de proyectos agrícolas para cubrir los gastos mensuales fijos de la escuela”, explica Bernhardt.
Homag Cares ofrece la oportunidad de una educación
La donación fue presentada por Ulrich Schmitz, Director General de Homag GmbH. “Estamos realmente impresionados por el trabajo de Future Chances y estamos encantados de que nuestra donación apoyará un proyecto tan vital. No existe la menor duda de que cada centavo de lo que se recibe se utiliza donde más se necesita. Para nosotros, la oportunidad de recibir una educación se da prácticamente por sentado; para muchos otros es un lujo. Recientemente estuve en Tanzania y presencié de primera mano lo urgente que es el apoyo en algunas áreas. Dar a la gente, particularmente a las generaciones jóvenes, la oportunidad de recibir una educación, es la base fundamental para construir el desarrollo sostenible del país y combatir la pobreza”.
Alrededor de la mitad de los niños de la región actualmente no tienen acceso a la educación.
El compromiso social en la cultura corporativa de Homag
El compromiso social está firmemente anclado en la cultura corporativa de Homag. La iniciativa Homag Cares ha sido una constante durante muchos años en ferias y eventos en todo el mundo y siempre con el objetivo primordial de apoyar las causas caritativas.
La idea original se generó en 2008 en la India, donde se donó a escuelas más de 200 muebles fabricados con máquinas Homag.
La última recaudación obtenida, que siguió a la Homag Treff en 2016, fue donada a una organización benéfica de asesoramiento psicosocial para enfermos de cáncer en Horb y la organización benéfica ‘Choice e.V.’, en Stuttgart.
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