La educación de niños y niñas refugiados: una intervención que salva vidas

Redacción: Periodistas Digital

Según ACNUR, 68,5 millones de personas desplazadas forzosamente en el año 2017

«La educación tiene un componente sanador esencial que devuelve a las niñas y a los niños procedentes de países en conflicto armado la estabilidad y la normalidad y que atenúa los traumas derivados del conflicto»

Los Estados miembro de las Naciones Unidas (ONU) aprobaron, el pasado 11 de julio, el último borrador del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular y se espera que, a la vuelta de verano, se concluya el del Pacto Mundial para los Refugiados. Ambos se adoptarán oficialmente en la cumbre que tendrá lugar los días 11 y 12 de diciembre en Marrakech.

En la Declaración de Nueva York, suscrita en la Cumbre de la ONU del pasado año en la que se acordó la celebración de los pactos, la comunidad internacional expresó su compromiso de garantizar el derecho a la educación de las niñas y los niños refugiados. El borrador final del Pacto Mundial para las migraciones incorpora la educación de manera transversal en todos los objetivos y le dedica un apartado específico, el 31 f): «proporcionar una educación de calidad inclusiva y equitativa para los niños y jóvenes migrantes, así como facilitar el acceso a las oportunidades de aprendizaje permanente […]»

La importancia atribuida por los Estados a la educación de niñas y niños migrantes y refugiados llega en un momento crucial. Así lo reflejan los datos contenidos en el último informe de ACNUR. Registra 68,5 millones de personas desplazadas forzosamente en el año 2017-dos millones de personas más que en 2016-, cifra record por segundo año consecutivo. Señala, además, que el 52% de la población refugiada del mundo son niños, niñas y jóvenes menores de 18 años.

Como consecuencia, el derecho a la educación de estos menores es en muchas ocasiones vulnerado: según ACNUR, las niñas y los niños refugiados tienen cinco veces más probabilidades de estar sin escolarizar que los no refugiados. Solaf, de 13 años, refugiada siria en Líbano ha visto su aprendizaje interrumpido: «Ahora mismo estoy en cuarto grado, aunque debería estar en un curso más, pero cuando llegamos aquí a Líbano no había colegios hasta que abrió este […] Estuve casi tres años sin ir a clase y me dio mucha pena, se me olvidó todo lo que había aprendido antes«.

Y eso que la educación es un derecho que no se suspende durante las crisis humanitarias, ni en situaciones de refugio o desplazamiento forzoso. «La educación es un derecho, vengan de donde vengan, sea más fácil o más difícil […]. La educación es esencial para todos, especialmente para las personas refugiadas. ¡Cómo no van a necesitar educarse! ¡Como todas las personas! ¡Por eso la educación es un derecho!», señala Maya Yakooub, que trabaja en el Jesuit Refugee Service(JRS) en Líbano.

Pero, además, es una intervención que salva vidas. La educación tiene un componente sanador esencial que devuelve a las niñas y a los niños procedentes de países en conflicto armado la estabilidad y la normalidad y que atenúa los traumas derivados del conflicto. Así lo señala Samuel Shukuru, de 13 años, desplazado en Goma (República Democrática del Congo): «Volver a la escuela a estudiar y estar con mis amigos ayuda a que me sienta normal otra vez. Me ayuda a olvidar la guerra y el sufrimiento por no estar en mi casa, en mi pueblo».

Y, dado que la media de años que un refugiado o desplazado pasa en esa situación es de 17-lo que equivale a un tiempo superior al periodo educativo de una persona-, garantizar el derecho a la educación es esencial para promover su dignidad humana y evitar la pérdida de generaciones enteras. «Lo más importante es que sientan seguridad y amor, que puedan soñar y que quieran perseguir sus sueños, en eso es en lo que trabaja el JRS, porque sin sueños el país no se arregla, es importante que vuelvan con ilusión a su país«, señala Ahmad, profesor sirio en el Líbano.

Desde Entreculturas y JRS, asumiendo los cuatro verbos en torno a los que el Papa Francisco propone los 20 puntos de acción que deben guiar la adopción de los pactos globales -acoger, proteger, promover, integrar-, lanzamos la campaña «4 words to open the world» (4 palabras que abren el mundo), con ocasión al día mundial del refugiado, el pasado mes de junio.

Tal y como figura en nuestro documento de posicionamiento, queremos influir en los Estados para que, de cara a los pactos globales, coloquen por fin el derecho a la educación de las niñas y los niños refugiados en primer término. También queremos contribuir a generar una cultura de hospitalidad en las sociedades de acogida. Sin la voluntad de los Estados y el firme compromiso de las sociedades, no se podrá garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa que devuelva a los menores refugiados la posibilidad de un presente y un futuro dignos.

Fuente:  http://www.periodistadigital.com/religion/solidaridad/2018/08/07/repor-entreculturas-entreculturas-ante-el-pacto-mundial-para-los-refugiados-educacion-vital.shtml

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Los niños refugiados luchan por obtener educación en Tanzania

Tanzania/08 de Enero de 2018/ACNUR.org

En el campamento de refugiados de Nduta, la escasez de fondos ha provocado que algunas clases se tengan que impartir bajo los árboles.

– Irahoze Diello se siente confiado en su prueba de matemáticas de hoy. Incluso sin libros, zapatos, un lugar seguro para estudiar o una comida por la mañana, ha trabajado duro para prepararse para este momento. Solo espera que la lluvia le dé suficiente tiempo para completarla.

“Cuando llueve, todo se moja”, dice Irahoze, de 14 años, que huyó de Burundi y ahora estudia debajo de los árboles en el campamento de refugiados de Nduta en Tanzania. “Cuando hace viento, las ramas se caen y cuando el sol está fuerte hace demasiado calor. A veces tenemos que parar las clases”.

Él es uno de los cerca de 200 niños refugiados que asisten a la escuela primaria Furaha, donde la falta de fondos significa que las clases se llevan a cabo al aire libre. Los bancos y las pizarras están esparcidas entre los árboles, creando aulas improvisadas. Por cada tres niños que asisten, solo hay una niña, y con poca comida para comer en casa, muchos alumnos se esfuerzan por concentrarse.

“A veces tenemos que parar las clases”.

El mal tiempo puede detener por completo las clases.

“Cuando hace viento, nuestros papeles se van volando y cuando llueve, mis libros se arruinan”, dice Tuyishemele Kenilde, de 15 años, oriundo de Burundi. Suspira: “es mucho más complicado trabajar aquí cuando llueve y está mojado”.

“Tenemos bastantes clases sin escritorios”, agrega Hafashimana Euphrasie, de 14 años, cuyo preciado libro está roto. “Realmente necesitamos algo más para no tener que sentarnos en el piso”.

Los profesores, también refugiados de Burundi, hacen lo que pueden. “A veces, cuando las ramas caen, los estudiantes se lesionan y las clases tienen que detenerse mientras los maestros los llevan al hospital”, dice el director Ndayisenga Aimable, de 34 años. “No han comido cuando vienen a la escuela porque las raciones de alimentos son bajas y muchos de ellos están demasiado hambrientos para aprender”.

La escuela Furaha (alegría) es una de las nueve escuelas primarias del campamento Nduta, donde un cuarto de los niños con edades entre los seis y los 14 años no asiste a la escuela. 55 por ciento de la población del campamento es menor de 17 años y solamente hay una escuela secundaria con un índice de asistencia del 8 por ciento. Los estómagos vacíos, el largo y agotador camino a la escuela y la falta de diplomas provocan que los adolescentes abandonen sus estudios.

En el campamento Nyarugusu, Claude Nahilma, de 19 años, ha estado estudiando en la Escuela Secundaria Hope desde que llegó de Burundi hace dos años. Él se preocupa por su futuro. “Cuando completas tus estudios es difícil tener acceso a la universidad”, dice él. “Es un punto muerto. Quiero volver a casa a continuar con mis estudios. Aquí hay mucho lodo y realmente necesitamos botas para la lluvia”.

El índice de matrícula es mucho mayor en Nyarugusu, llegando al 80 por ciento en primaria, a pesar de que varias escuelas carecen de instalaciones permanentes y materiales didácticos. Muchos niños estudian en tiendas de plástico que colapsan con el viento, pero que se queman con el sol del mediodía.

Moutaka Bahininwa es un refugiado de la República Democrática del Congo (RDC) y el director de la escuela primaria Sifa, donde más de 2.300 niños de la RDC vienen a aprender. “Aquí tenemos un problema grave”, dice. “Cuando llueve, no podemos escuchar nada. Si hay viento, esta área se convierte en un corredor de viento. El ambiente no es seguro para los niños”.

Ayer mismo, una ráfaga de viento casi destruye el aula de Geny Naboy, de 12 años. “Estábamos asustados”, dice ella. “Necesitamos estructuras más permanentes”.

Para Samwel Falliala, de 10 años y quien tiene visión parcial, es imposible aprender en clases de más de 100 niños con el viento, sin materiales especiales como libros en braille.

“Quiero ir a casa para continuar mis estudios”.

“Cuando escribo en la pizarra, tengo que anunciarlo”, dice su profesor, Sweddy Bikyeombe Byondo, de 28 años. “Cuando escribo, escribo en letras grandes”.

Los desafíos que enfrentan los estudiantes en los campamentos de Nduta y Nyarugusu son, lamentablemente, demasiado comunes para los niños refugiados en todo el mundo. Mientras que en todo el mundo, el 91% de los niños asisten a la escuela primaria, para los refugiados, esa cifra es mucho más baja con solo el 61%, y en los países de bajos ingresos es menos del 50%, según un reciente informe del ACNUR.

A medida que los niños refugiados crecen, los obstáculos aumentan: solo el 23% de los adolescentes refugiados están matriculados en la escuela secundaria, en comparación con el 84% a nivel mundial. En países de ingresos bajos, solo el 9% de los refugiados pueden ir a la escuela secundaria, según el estudio.

Un enorme déficit de fondos significa que el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y sus socios han podido construir solo 137 aulas en los tres campamentos de refugiados de Tanzania entre 2016 y abril de este año. Más del 70 por ciento de los estudiantes en los campamentos de refugiados de Nduta, Nyarugusu y Mtendeli tienen que estudiar al aire libre, con solo 193 aulas permanentes para unos 9.600 niños. Una alta proporción de alumnos por docente se suma a las dificultades.

Deben construirse alrededor de 638 aulas adicionales en los tres campamentos, pero la financiación es un problema grave. El Plan Regional de Respuesta a los Refugiados para los refugiados de Burundi en Tanzania es extremadamente insuficiente, con solo el 25% de los fondos recibidos.

Según James Onyango, Oficial de Educación del ACNUR en Kibondo, construir un salón de clases cuesta 12.000 dólares, cada examen 250 dólares, el pago para los maestros cuesta 27 dólares por mes y enviar a un niño a la escuela por un año cuesta 35. “Ese es el mínimo requerido para que un maestro pueda escribir en un pizarrón y los alumnos puedan aprender algo”.

ACNUR continúa trabajando por la inclusión de la educación de los refugiados dentro de los sistemas nacionales de educación, reconociendo que el sistema nacional brinda acceso a servicios educativos acreditados y supervisados. Al mismo tiempo, la operación del ACNUR en Tanzania continúa buscando alternativas más efectivas en términos de costos para la construcción de salones de clase, con el fin de abordar la severa escasez, a medida que las abarrotadas clases debilitan el acceso a una educación de calidad dentro de los campamentos de refugiados.

En la Escuela Primaria Furaha en Nduta, los estudiantes se sienten entusiasmados por mudarse pronto a un nuevo edificio construido con ladrillos. El edificio es construido por Save the Children, socio de ACNUR en materia de educación en el campamento Nduta. Este edificio contará con nueve clases, una sala para el personal, una oficina para el director y baños. Por fin, los niños podrán concentrarse en sus estudios.

“Me siento muy feliz, porque cuando nos mudemos, las clases tendrán paredes”, dice Hafashimana con una sonrisa. “Cuando termine mis estudios, quiero ser maestra”.

Fuente: http://www.acnur.org/noticias/noticia/los-ninos-refugiados-luchan-por-obtener-educacion-en-tanzania/

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España se desentiende de sus responsabilidades educativas con los y las menores refugiadas

Europa/España/02 Diciembre 2017/Fuente: El diario la educación

Un estudio de CCOO señala la escasa presencia de estas niñas y niños en el sistema educativo, así como las necesidades que debería cubrir la Administración para garantizar sus derechos fundamentales.

De los 17.000 refugiados que iban a llegar a España a partir de 2015, muy pocos son que lo han conseguido de verdad. En realidad, prácticamente la décima parte. De los 3.700 menores que aquel año pidieron medidas de protección internacional, como el refugio, solo 389 las consiguieron. De estos, solo 63 tienen carácter de refugiados; el resto tienen medidas de protección secundarias, menores a las de los refugiados.

Esta es parte de la radiografía que se constata en la investigación España: Esperanza en la diversidad, cuya autora es Begoña López. Una investigación auspiciada por la Federación de Enseñanza de CCOO y la Internacional de la Educación, organismo que engloba a sindicatos docentes de 176 países y que ha financiado la investigación.

Una investigación que se presentará en el Senado hoy y que pretende llamar la atención a las autoridades españolas sobre sus obligaciones para con este grupo de personas que se encuentran en una situación tan complicada.

Dominique Marlet es la coordinadora de Derechos Humanos de la Internacional de la Educación y ha sito una de las persona que ha arropado la presentación de la investigación, que forma parte de un proyecto europeo en el que se ha estudiado la situación de 1′ 0 países en total. España, Alemania, Suecia, Portugal, Polonia… entre ellos.

El mensaje que Marlet quiere trasladar a las autoridades es que “el reto no va a desaparecer” en relación a la llegada o permanencia de personas refugiadas. Es necesario pues que se adopten determinadas políticas: incremento de la financiación, del número de docentes en las aulas (en países como Suecia o Alemania, explica a este periódico, el docente con alumnado refugiado recibe ayuda, incluso de otro docente que hable el idioma mayoritario del alumnado refugiado que tenga en el aula). “En cualquier caso, hace falta mucha más financiación”.

Según la experta, también hace falta poner en contexto la situación real de Europa con respecto a quienes llegan a sus fronteras, o lo intentan. “El 90% de la población que abandona su país se queda en África, Asia y en Oriente Medio. 90%. El 90% de la gente que huye está en países menos desarrollados que España, o Alemania o cualquier país europeo”.

Por eso cree que en Europa estamos en buena posición para hacer frente al reto que se nos plantea. Implementando programas para una mejora de la inclusión en las aulas que podría pasar, por ejemplo, por enseñar el idioma del país de acogida lo antes posible para que niñas y noños puedan integrarse en el grupo de referencia que les haya tocado.

Explica Marlet que en Suecia, por ejemplo, hasta hace poco se mantenía a niñas y niños migrantes apartados de las clases normales durante dos años para que aprendieses sueco. Pero se han dado cuenta de que de esta manera este alumnado quedaba aislado del resto. Por esto estudian disminuir este tiempo. Y pone de ejemplo España, en donde en 6 meses estas chicas y chicos ya están en la clase ordinaria. “Es un gran reto, pero es mejor para la inclusión en la sociedad española”.

Otra forma, dice, para mejorar la inslución pasa por las actividades extraescolares, en las que se pueden mezclar con otros alumnos diferntes y, además, “es necesario involucrar a las familias en este proceso”, asegura la directora de programas de derechos humanos de la IE, que incide en que se tienen expectativas bajas para este alumnado, o se les lleva a vías profesionalizantes de poco recorrido “sin tener en cuenta a las famlias, a las que no se les pregunta por su visión, o el sueño de futuro que tienen para sus hijos”.

Hay que recordar que en España, además de que las cifras de personas refugiadas  nunca estuvieron cerca de las comprometidas en su primer momento, el presupuesto para atención a la diversidad de cualquier tipo ha disminuido de forma drástica desde 2012, primer año del anterior gobierno del PP.

Un presupuesto en franca disminución al que se ha sumado el aumento de las ratios y de las horas lectivas de los docentes, algo que, según los sindicatos, ha supuesto la desaparición de más de 30.000 docentes. con esta situación, la atención al alumnado con necesidades educativas, entre los que se incluyen quienes tienen medidas de protección internacional, sean o no refugiados, se ha visto comprometida.

A esto se suman otros problemas, explicaba Marlet en la rueda de prensa de presentación del estudio, cómo han visto en los apaíses de la UE que en muchos casos falta cooperación entre las diferentes administraciones a la hora de operar soluciones pensando en el largo plazo.

También explicó cómo los centros educativos de otros países reciben incrementos en los presupuestos cuando reciben a personas refugiadas y migrantes, algo que no ocurre en España, o, por ejemplo, cómo el esfuerzo en inclusión de este alumnado, en muchos casos, queda en manos de la voluntad de las direcciones de los colegios.

Insitía Dominique Marlet en que poner el foco en la educación de las personas refugiadas era también poner el foco en las debilidades del sistema educativo a la hora de incluir a quienes lo tienen más complicado para amoldarse a un sistema estandarizado, para todos igual. Una idea, además, que casa con la idea de tratar a todos los alumnos y alumnas refugiadas como un bloque igual, en vez de como individuos, cada uno con un trauma, con una historia educativa diferentes, con unas experiencias. También con destrezas y habilidades y no solo con carencias.

Conclusiones del informe

Habría que hacer muchas peticiones a las administraciones competentes en materia de refugio. Una de las primeras, según Begoña López comentó en la presentación del informe, es que desde el Ministerio del Interior se den cifras actualizadas de la situación en la que se encuentran las personas refugiadas: quiénes son, cuándos, dónde se encuentran, en qué punto del proceso de refugio… Desde el de Educación, en concreto, sobre su escolarización y su paso por el sistema educativo.

Otras peticiones pasan por ofrecer becas y ayudas a estas personas para garantizar en la medida de lo posible su contiuidad en el sistema educativo, haciendo también seguimiento de cómo se producen las transiciones entre los ciclos educativos.

También que se facilite un apoyo lingüístico para que las dificultades a la hora de superar las diferentes evaluaciones del sistema sean lo menores posibles; invertir en la formación permantente e inicial del profesorado para que pueda hacer frente a una educación de la mayor calidad posible en unas buenas condiciones de trabajo; también con la incorporación a la docentcia dde personas refugiadas.

El trabajo con las administraciones locales también podría ser interesante para que estas, junto a las escuelas, fomentasen una actitud de acogida, no solo en los centros educativos, si no en los territorios, en sus sociedades.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/27/espana-se-desentiende-de-sus-responsabilidades-educativas-con-los-y-las-menores-refugiadas/

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Unicef identifica a 1.600 niños no acompañados rohinyás en Bangladesh

Bangladesh/26 de septiembre de 2017/Fuente: http://www.eldiario.es

Unicef alertó hoy del riesgo que corren los 1.600 niños no acompañados que ha identificado entre los más de 250.000 menores rohinyás que se han refugiado en Bangladesh huyendo de la violencia en Birmania (Myanmar).

«Estamos muy preocupados por su protección. Porque si bien todos los niños refugiados han sufrido un gran trauma, estos más, porque en muchos casos han sido testigos de la muerte de sus padres y han tenido que huir solos. Pero además, ahora no tienen ningún adulto que los proteja», afirmó en una rueda de prensa Christoph Boulierac, portavoz de Unicef.

Sostuvo que uno de los principales riesgos que corren estos menores son los matrimonios precoces, «dado que están en un contexto proclive a que los adultos quieran aprovecharse de su fragilidad».

Boulierac explicó, además, que los matrimonios precoces «suceden en esa sociedad» con asiduidad.

Otro de los desafíos es evitar que esos niños sean empleados «y acaben trabajando 20 horas por día y esa actividad se convierta en trabajo infantil o incluso en abuso sexual», alertó.

Desde que el pasado 25 de agosto comenzó el éxodo de los rohinyás del estado de Rakáin (noroeste de Birmania) hacia Bangladesh, un total de 436.000 personas han sido identificadas, el 60 % de las cuales son menores de edad, según Unicef.

Esta agencia de la ONU ha establecido centros de educación para niños, pero también centros para adolescentes donde se les explican los riesgos que tiene su situación, especialmente para aquellos que no cuentan con la protección de un adulto.

Por su parte, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hizo hoy un llamamiento para que se redoble la respuesta humanitaria a Bangladesh, dado que las necesidades no cesan.

«Lo que se está haciendo sobre el terreno es heroico, pero debemos redoblar los esfuerzos para poder mejorar las condiciones de acogida y saneamiento, especialmente, para evitar a toda costa que se produzcan brotes epidémicos», indicó Adrian Edwards, portavoz de ACNUR.

Por su parte, Tarik Jasarevic, portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), especificó que por ahora no se ha dado ningún brote de cólera entre los refugiados, pero recordó que Bangladesh es un país donde esa enfermedad es endémica, y que las condiciones de falta de saneamiento y de acceso al agua potable son las idóneas para que resurja la dolencia.

Fuente de la Noticia:

http://www.eldiario.es/politica/Unicef-identifica-acompanados-rohinyas-Bangladesh_0_690831346.html

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LÍbano; niños, refugiados y sin derecho a educación

Líbano/25 de julio 2017/ Por: Iraitz Astarloa/Fuente: http://www.noticiasdealava.com

Con cuatro millones de habitantes, el país cuenta con otros dos millones de desplazados.

Una delegación vasca visitó la zona para conocer un proyecto educativo financiado por Gipuzkoa.

El 80% de los menores refugiados en Líbano no tiene acceso a la educación, o lo que es lo mismo, solo uno de cada cinco niños de familias refugiadas acude a la escuela. Estos datos fueron ofrecidos recientemente en Beirut por la directora general de la organización independiente que trabaja por el empoderamiento entre las comunidades palestina y libanesa PARD (The Popular Aid for Relief and Development) en Líbano, Rita Hamdan. Hamdan ofreció una visión general de la situación de los menores refugiados en una reunión con la delegación institucional guipuzcoana que hace unos días visitó este país de Oriente Medio.

El grupo, encabezado por el diputado de Cultura y Cooperación de Gipuzkoa, Denis Itxaso, lo completaban los directores de Derechos Humanos y Cooperación al Desarrollo, Maribel Vaquero y Fernando San Martín, respectivamente, así como por representantes de todos los grupos junteros salvo el PP, que no pudo acudir. Los representantes institucionales acudieron a Líbano para conocer de primera mano el funcionamiento de un proyecto educativo financiado por la Diputación de Gipuzkoa y que se sitúa en la localidad de Tyro, al sur del país. Pero antes de ver in situ el proyecto, la delegación aprovechó para celebrar una serie de encuentros con los representantes del PARD así como del Pnoud, la entidad coordinada por naciones unidas, que brindaron una visión global de la situación de los desplazados que viven en Líbano.

En este punto, cabe destacar que pese a contar con tan solo cuatro millones de habitantes, en los dos últimos dos años han llegado hasta este país cerca de dos millones de refugiados, si bien tan solo la mitad están censados.

Además, la guerra de Siria y la masiva llegada de desplazados de los últimos meses no han hecho más que agravar una situación ya de por sí insostenible para los libaneses, que vienen absorbiendo desde el año 1948 un flujo migratorio constante de palestinos expulsados de su país. De hecho, se calcula que en la actualidad un total de 280.000 palestinos tratan de sobrevivir en un Líbano cada vez más hostil y en el que los recursos comienzan a agotarse para responder a la crisis humanitaria. Pese a que oficialmente hay doce campos de refugiados, existen también otros 42 asentamientos informales que no cuentan con la supervisión ni de la ONU ni de Acnur.

La barriada de Sabra es buen ejemplo de ello. La delegación guipuzcoana tuvo la oportunidad de visitar el asentamiento, de recorrer sus angostas calles en las que el alcantarillado brilla por su ausencia y el cableado eléctrico sobrevuela las cabezas de los escasos visitantes que se dejan ver en esta deteriorada zona de Beirut. Aquí la huella de la guerra civil libanesa (1975-1990) permanece sellada en las fachadas en forma de orificio de bala y donde gran parte de los niños vagan sin rumbo por las calles dejando que pasen los días mientras sus padres logran unas pocas libras con las que sobrellevar un día más. En este desalentador núcleo se centran muchos de los esfuerzos llevados a cabo por el PARD para la escolarización de los más pequeños. Buen ejemplo de ello es el Daouk Kinder Garden, un centro preescolar dirigido a niños de entre tres y seis años, mayoritariamente palestinos, aunque ante la llegada masiva de refugiados sirios también han comenzado a responder a esta necesidad.

“El acceso a la educación para estas personas es muy difícil”, cuenta Hamdan, quien denuncia que “la población refugiada palestina en Líbano es la única en el mundo que no tiene derechos”. “Se acepta su derecho al retorno, pero no que puedan acceder a la educación, a la sanidad o al resto de derechos humanos”, asevera. Tanto es así que, pese a que los primeros palestinos llegaron a Líbano en 1948 y aunque ya hay dos generaciones de palestinos nacidos en Líbano, a estos se les deniega la nacionalidad libanesa.

Tampoco tienen acceso normalizado al mercado laboral y, en la actualidad, tienen vetadas hasta un total de 74 profesiones. Ni siquiera pueden votar ni tienen representación política en un país que se resiste a actualizar el censo llevado a cabo en la década de los 60 para evitar así que cristianos maronitas, chiíes y sunitas, repartidos en las funciones del poder, pierdan peso en el statu quo creado. El periodo escolar ha terminado ya, pero en Daouk Kinder Garden la actividad no cesa. Las aulas continúan abiertas. “Muchos de ellos se han visto obligados a huir de sus casas y no han tenido la oportunidad de ir nunca a la escuela”, enfatiza Hamdan, quien insiste en que la labor en el aula va más allá de la educación y sirve muchas veces también como “terapia para superar los horrores que han vivido”.

Subsistencia Pero la faceta educativa no es la única que trabaja el PARD. La ONG ofrece una ayuda mensual de 27 dólares a las familias para que puedan hacerse cargo de su alimentación. “Esta gente no tiene ahorros. Lo poco que ingresan se lo tienen que gastar en un alquiler. No pueden gastárselo en comida ni para ellos ni para sus hijos”, precisó. De esta forma, el PARD consigue cubrir dos de las necesidades básicas de la población palestina en el exilio. Pero además, las ONG trabajan para conseguir que los habitantes de estos guetos cambien determinados hábitos. Así, en el último año se ha llevado a cabo una campaña de concienciación en un total de 2.400 casas con el objetivo de reducir las basuras de las calles. Con mucho trabajo de sensibilización ambiental y basándose en algunas de las enseñanzas del profeta Mahoma relacionadas con la naturaleza, se ha logrado que las familias de cuatro campos reciclen. Algo similar a ocurrido con el aprovechamiento de la escasa agua potable de la que disponen los asentamientos, fuente de conflicto con la población libanesa, que acusa a los refugiados de “robarles” el agua.

Fuente de la Noticia:

http://www.noticiasdealava.com/2017/07/24/sociedad/libano-ninos-refugiados-y-sin-derecho-a-educacion

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