Siete claves para la innovación educativa

Noticia/06 Agosto 2020/elpais.com

Muchos de los cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de grandes tecnologías

Semanas atrás, una docente me comentó que no podía realizar ninguna innovación en su aula porque no contaba con tecnología. Esto me dejó pensando en cómo muchos discursos sobre educación parecen estar equiparando tecnología e innovación educativa, y planteando la tecnología como la panacea para los grandes cambios educativos que demandan las sociedades actuales.

Sin embargo, ni el uso de la tecnología supone necesariamente una innovación ni toda innovación en educación requiere de ella. Tampoco el uso de la tecnología por sí mismo se traduce en mejora de los aprendizajes. Ejemplo de ello es cuando un dispositivo móvil se utiliza del mismo modo que tradicionalmente se ha utilizado el pizarrón y la tiza. No nos podemos olvidar de que somos los seres humanos quienes interactuamos con la tecnología, y a través de ella, quienes decidimos su uso y utilidad.

Me atrevo a afirmar que muchos de los cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de grandes tecnologías sino, más bien, transformaciones sustanciales en las formas de gestión y en las dinámicas de relaciones sobre las que se fundamentan los procesos de enseñanza-aprendizaje. Entonces, ¿qué entendemos por innovación en educación? ¿para qué sirve la innovación educativa?

Innovación es un proceso permanente, original e intencional de búsqueda de mejora de la calidad educativa y de los aprendizajes de los y las estudiantes. Innovar en educación implica tener objetivos claros sobre qué queremos enseñar, cómo queremos enseñarlo y para qué, y luego ponderar los cambios que necesitamos realizar para lograr dichas metas. Innovar en educación es, ante todo, mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas desde el desarrollo pleno de sus capacidades. Como señala Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC): “Es innovación si añade valor al aprendizaje”.

Me pregunto: ¿cómo innovar en el aula? ¿cómo hacer innovación educativa? ¿cómo promoverla e implementarla? Desde mi experiencia como especialista de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura (OEI), como docente y como investigadora, identifico siete claves fundamentales:

1. La calidad del profesorado es crucial para la innovación educativa. Se requiere de docentes con sensibilidad, compromiso, constancia, creatividad, empatía y capacidad para motivar y emocionar a sus estudiantes. Docentes con apertura, autocrítica y flexibilidad para permanentemente reinventarse y transformar sus prácticas de enseñanza acorde a las necesidades específicas de cada grupo de estudiantes. Asimismo, docentes en procesos de autoformación y reflexión sobre su accionar, para lo cual necesitan disponer de horas para el estudio y la investigación.

2. La innovación es posible y se hace sostenible si ocurren cambios en la gestión escolar. Se necesita de un liderazgo pedagógico que sea inclusivo, distribuido y no adultocéntrico, capaz de generar y mantener una cultura de innovación en el centro educativo. Un entorno colaborativo es fundamental para la innovación educativa.

3. En palabras de Mariano Jabonero, Secretario General de la OEI, la innovación es el recurso indispensable para mejorar de forma efectiva la educación y la misma surge de la revisión crítica del interior de la propia escuela. Innovar implica una transformación radical del modelo educativo. Es necesario desaprender el modelo centrado en la información, la memorización y la verticalidad, y construir modelos centrados en metodologías activas, el aprender a aprender, la autorregulación del aprendizaje y el trabajo colaborativo y cooperativo. Recordemos que la construcción del conocimiento es posible mediante el diálogo y la exploración activa. O como decía Paulo Freire, influyente educador de nuestra época, en la “búsqueda inquieta”.

4. La diversidad es otro pilar fundamental para la innovación y una oportunidad para los aprendizajes. “Los grupos diversos son más creativos y capaces de innovar”, ha afirmado Mara Dierssen, neurobióloga e investigadora de Barcelona. Considero que la innovación educativa va siempre de la mano con la atención a la diversidad, la personalización del aprendizaje y la inclusión. El diálogo y el encuentro entre lo diferente encierran una gran fuerza transformadora para la educación. Junto a esto, se necesita también que las aulas sean espacios libres de estereotipos y prejuicios a fin de no etiquetar al estudiantado ni condicionar sus proyectos de vida.

5. En una época donde se valora lo rápido e inmediato, es necesario reivindicar la lentitud como necesidad pedagógica. Todo proceso de aprendizaje requiere tiempo a fin de que sea significativo, profundo y perdurable. La pedagogía de la lentitud reclama la necesidad de dedicar el tiempo justo a cada actividad educativa y de respetar (e incluso potenciar) los diversos ritmos de aprendizaje. Para esto, y siguiendo los planteamientos del experto educativo Joan Domènech, se necesita que en las aulas exista tiempo para la reflexión, para la distracción, para el error, para observar; tiempo para realizar aprendizajes en profundidad, llegar a comprender procesos y aprender a aplicarlos a situaciones nuevas.

6. Innovar es construir ciudadanía. Formar como vía para obtener mejores empleos, desarrollar emprendimientos y, así, mejorar la calidad de vida individual, es importante. Pero la clave de la educación es la formación de ciudadanas y ciudadanos con capacidad de relacionarse desde la valoración mutua y el de respeto a los derechos humanos. Formar seres humanos con inteligencia socioemocional y empatía por su entorno. No se trata solo de preparar a los y las alumnas para los trabajos del futuro, sino —y sobre todo— de formarles para que puedan construir la sociedad en la que desean vivir. Un clima escolar positivo y una convivencia armónica son también imprescindibles para la innovación educativa.

7. Finalmente, la más eficaz innovación educativa es la que inicia ahora y se asume como una práctica sostenida en el tiempo, con el foco siempre puesto en mejorar los aprendizajes de nuestro estudiantado y en formar una ciudadanía crítica y solidaria. Porque solo es posible innovar innovando.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/07/31/planeta_futuro/1596204508_015285.html

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El reto de la cooperación iberoamericana

Por: Mariano Jabonero Blanco

El diálogo se incrementa y enriquece de manera continuada cuando se produce en torno a aquello que más nos une: la educación, la ciencia y la cultura

En Iberoamérica han sucedido en 2019 acontecimientos sociales y políticos que podemos pensar que son consecuencia de lo que ocurrió, o mejor aún, de lo que no ocurrió durante décadas precedentes. En ellas coexistieron en la región dos bloques de países cuyas orientaciones políticas estaban perfectamente diferenciadas, mientras que se vivieron algunos momentos de fuerte crecimiento económico. Años, en fin, en los que ni cuando se disfrutó de la mayor bonanza económica se superó el penoso atributo de ser la región más desigual del mundo.

Morir por cerrar los ojos es el título de una obra del autor emblemático del exilio español Max Aub. Este título es perfectamente aplicable a lo ocurrido durante los últimos años en Iberoamérica, donde se cerraron muchos ojos, o se evitaron miradas críticas, ante situaciones persistentes de injusticia, desigualdad, pobreza, corrupción o violencia. Sí, es cierto, millones de personas salieron de la pobreza. Las mejoras en asuntos tan capitales como la educación, la salud o la seguridad han sido notables, más en términos cuantitativos de cobertura que de calidad y equidad en el acceso a estos servicios básicos. Sin embargo, caímos en lo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) denomina la trampa de la renta media, que nos ha llevado a competir en desventaja en una economía global donde somos una región con muy baja productividad porque seguimos dependiendo de la venta de materias primas o de mano de obra barata. Y seguimos obsesionados con buscar soluciones locales a problemas comunes. En consecuencia, continuamos siendo, permanentemente y hasta el hastío, la región del futuro. De un futuro que, como el horizonte utópico de Galeano, cuantos más pasos damos hacia él, más se aleja.

Las consecuencias de lo ocurrido e insistimos, de lo no ocurrido, se están manifestando en ocasiones a través de votos que provocan cambios de Gobiernos con orientación política radicalmente opuesta en algunos países y, en otros, como son los casos de Chile, Colombia o Ecuador, con movilizaciones en las calles, que en ocasiones son violentas. No ayuda a aliviar esta situación el comportamiento ostentoso y prepotente que en muchos casos manifiesta la minoría iberoamericana más adinerada.

Las políticas que se han llevado a cabo, con una inversión en el área social que no supera el 9% frente al más del 21% en los países de la OCDE, no aseguran mejores expectativas de futuro para la región. Así ocurre, a título de ejemplo, con los 30 millones de estudiantes de educación superior que hoy hay en Iberoamérica, procedentes de esas nuevas familias de clase media recién salida de la pobreza en las que jamás ninguno de sus predecesores pisó un aula universitaria. Un logro histórico en nuestra región que amenaza con convertirse en una frustración más si el 70% de esos nuevos universitarios no encuentran gracias a sus estudios satisfacción a sus expectativas.

Apelar al diálogo en estas circunstancias no es un lugar común, sino una imperiosa necesidad que choca con la gran debilidad, incluso incomparecencia, de buena parte de las entidades de concertación política que durante los últimos decenios se crearon en la región. Algunas como ALBA o UNASUR son casi solo un recuerdo; las exclusiones y vetos justifican esta situación.

No obstante, hay que persistir en la búsqueda de ese diálogo, más necesario que nunca, identificando nuevos interlocutores y espacios que lo hagan posible y contribuyan de manera efectiva a consolidar la democracia y salir de la citada trampa de la renta media y de otras asociadas a ella, como son la debilidad de las instituciones o la crisis medioambiental.

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) quizás pueda servir como referencia para visualizar que es posible mantener el diálogo a través de una entidad que lo hace posible y, además, contribuir al desarrollo. La OEI, la organización de cooperación multilateral que con sus 70 años es la decana de la región, es la que cuenta con mayor presencia territorial gracias a sus 18 oficinas en otros tantos países y su sede central en Madrid. Tiene interlocución directa con todos los Gobiernos iberoamericanos, universidades y otras organizaciones internacionales. Ha demostrado que el diálogo no solo es posible, sino que se incrementa y enriquece de manera continuada cuando se produce en torno a aquello que más nos une a la comunidad iberoamericana: la educación, la ciencia y la cultura, con el vehículo común de dos lenguas en las que nos entendemos, el español y el portugués, que compartimos 800 millones de personas, además de cientos de lenguas originarias cuya diversidad nos enriquece.

Desde su fundación en 1949 la OEI no ha cesado de crecer, tanto en sedes en la región y actividad cooperadora sobre el terreno como en acuerdos con gobiernos y otras entidades internacionales y de la sociedad civil. Gracias a ello, ha desarrollado cientos de proyectos que han beneficiado a millones de personas, ha alfabetizado a 2.300.000 personas, ha reunido en programas de formación a más de 100.000 docentes de diferentes países y ha convocado decenas de reuniones de ministros y altos responsables de educación, educación superior y ciencia, demostrando con ello que el diálogo es necesario, posible y que contribuye al desarrollo de Iberoamérica. Porque, como afirmó el escritor y político cubano José Martí, la mejor manera de decir es hacer.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/01/24/opinion/1579872856_065840.html?prod=REGCRART&o=cerrado&event_log=oklogin

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Proyecto Paulo Freire: estudiantes de México y República Dominicana en proceso enseñanza/aprendizaje

América del Norte/ México/ 03.12.2018/ Fuente: www.uleam.edu.ec.

Diez estudiantes 5 de México y 5 de República Dominicana cumplen su proceso de enseñanza/aprendizaje, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, a través del Proyecto Paulo Freire.

Este programa de Movilidad Académica para estudiantes de Programas Universitarios de Formación del Profesorado constituye una acción de movilidad académica sólo para la Facultad de Ciencias de la Educación.

Edgar Ulises Licon, estudiante de 22 años, es oriundo de Guanajuato, México, actualmente está cursando el tercer semestre de la licenciatura en Educación Especial en la UIleam. “Tengo un mes y medio en la universidad, me he encontrado con personas amables, mi experiencia académica ha sido buena y mis prácticas han sido en el Instituto Angélica Flores, las cuáles han sido una experiencia única”.

Solanyi Tabares, estudiante de República Dominicana, estudia la carrera de Educación Inicial, ella resalta que el conocer otras culturas, otras vivencias, le permite tener una mayor experiencia en su formación educativa.

Por su parte el Rector del Alma Mater, Dr. Miguel Camino Solórzano, quien compartió un almuerzo en la sala de rectorado con los jóvenes estudiantes, resaltó la importancia de este intercambio que fortalece el conocimiento, habilidad y destreza de los jóvenes estudiantes. “Es enriquecedor escuchar sus experiencias, la importancia de cada vivencia en el proceso pedagógico, educativo, práctico y vinculativo”.

Los estudiantes de la Uleam han hecho intercambio en México, Chile y actualmente 3 están en República Dominicana.

Fuente de la noticia:  https://www.uleam.edu.ec/proyecto-paulo-freire-estudiantes-de-mexico-y-republica-dominicana-en-proceso-ensenanza-aprendizaje/

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