Por. Daniela Bermúdez
Gestos, empujones o pellizcos, ¿son normales en el preescolar?
– «Maestra, mi niña me dijo que ayer le jalaron el cabello, incluso venía despeinada».
– «Miss, me dijo Juan que un niño lo empujó y se cayó en el recreo, le encargo por favor».
Estos comentarios son frecuentes en el jardín de niños. Las educadoras solemos considerarlos tan normales como las acciones de las que hablan. Es decir, es normal que una madre de un niño pequeño se preocupe y le duela si piensa que su hijo es maltratado (incluso por niños más pequeños), pero también son normales estas conductas entre los niños de kínder.
Pensemos un poco, un ser humano de apenas tres, cuatro o cinco años de edad, no ha desarrollado el lenguaje ni las habilidades emocionales necesarias para resolver todos sus conflictos mediante el diálogo, entonces sus armas de discusión o desaprobación suelen ser un gesto, un pellizco, un empujón o un aviso a la maestra. Sería muy raro observar a la mayoría de los niños gestionando tiempo para subirse a los columpios o convenciendo sobre por qué él o ella debería estar usando cierto material didáctico. Por tal motivo, es normal que por naturaleza los niños en algún momento estén en algún lado de la situación: son agredidos y agreden.
Además, es común que aquellas situaciones de «dolor» sean blanco fácil de atención para los padres, por lo que el menor se percata de ello y enfatiza o maximiza (sin darse cuenta del sentimiento que provoca en sus padres) aquellos episodios conflictivos en la escuela.
Como padres, es conveniente recordar que la estadía del niño en el jardín es un largo periodo para él, (de tres a seis horas) tiempo en el que seguramente hubo risas, bailes, aprendizaje y uno que otro conflicto. Además, debe considerarse que el menor está rodeado no de uno, dos o tres (como puede ser en casa), sino de quince niños o más de edades similares y quienes al igual que su hijo están aprendiendo a relacionarse y a respetar reglas y en el intento pueden tener dificultades para convivir pacíficamente.
Algunos autores consideran al jardín de niños como una «jungla» en el que seres con pocas habilidades sociales intentan obtener los mayores beneficios, y la mayor atención de los pocos adultos que pueden satisfacer sus necesidades tanto emocionales, físicas y de seguridad. Aunque la comparación me parece un tanto áspera, en algunas circunstancias puede asemejarse, sobre todo en los primeros días del año con los alumnos más pequeños. No falta la niña que con tiernas miradas trata de ganar tu atención y solicita tu compañía para todos lados, sin percatarse que tus ojos deben repartirse en otros veinte niños, o aquél que te grita, llora o te jala para ser escuchado y atendido antes que todos los demás.
Por eso, para el niño que viene de casa en donde la atención es uno a uno, (e incluso en algunos hogares, tres a uno) se convierte en un verdadero reto comprender que no es el único, que no puede obtener toda la atención del adulto, y que debe encontrar métodos propios para ser autónomo y resolver sus conflictos. Estos aprendizajes forman parte de los propósitos fundamentales del preescolar, por ello, debe permitirse al niño «tropezarse» como cuando empieza a caminar. Poco a poco las situaciones conflictivas serán menos frecuentes, lo que puede observarse con los grupos de tercer grado, en donde generalmente el ambiente es más armónico, ya que los niños han incrementado su habilidad para compartir y convivir.
Con ello no estoy diciendo que el niño esté solo. Es parte esencial del trabajo de una educadora mediar en las situaciones que se presentan entre los niños, socializar los problemas y utilizarlos para reflexionar y aprender, pero también es imposible que la docente pueda evitar todas las caídas, jalones o gestos. Por tal motivo, es de gran ayuda para el infante que en casa fomenten un clima armónico, conversen sobre la mejor forma de solucionar un problema entre niños (que obviamente no es con golpes), preparen a sus hijos antes de ingresar con las destrezas de autonomía necesarias (quitarse y ponerse un suéter, abrochar y desabrochar su pantalón, limpiarse al ir al baño, abrocharse las cintas, sacar y guardar pertenencias de su mochila…), para que tenga menos motivos para esperar la intervención del adulto y su estancia en el jardín sea aún más agradable que la de por sí es relacionarse con otros niños.
En la siguiente columna, extenderé el tema para resolver la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto no son normales los conflictos en preescolar? Espérala.
Gracias por permitirme compartir mi experiencia. Si tienes algunas sugerencias o dudas, escríbeme en Facebook:/Mtra.DanielaBermudez/.
Fuente: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1260694.educar-es-amar.html
Imagen: teachingconamor.blogspot.com/2016/04/educar-es-cosa-del-corazon.html