La pedagogía popular de la comunicación

Claudia Korol

Ponencia en «Conversatorio: comunicación en clave de movimientos sociales», en la Universidad Andina Simón Bolívar

La pedagogía popular de la comunicación, en el  diálogo de diversidades, y en la creación de alternativas al pensamiento hegemónico.

Tanto en los procesos de resistencias populares al neoliberalismo, como en las nuevas alternativas que se van generando al mismo, los movimientos sociales han ido creando herramientas, códigos, símbolos, lenguajes, señales, en los que subyace una pedagogía popular que concibe a la comunicación como un momento fundante de la praxis transformadora.

Es una pedagogía que hace de la comunicación interpersonal en los movimientos, entre los movimientos populares, y de estos con el resto de la sociedad, dimensiones concretas que requieren ser trabajadas como parte de la batalla cultural contrahegemónica. Una pedagogía que intenta crear lazos firmes entre lo que dice y lo que hace, entre lo que muestra y lo que es, entre teorías y prácticas, entre información y formación.

Las palabras, en la pedagogía auténticamente popular, tienen la densidad de los actos. «Pedagogía del ejemplo», llaman los Sin Tierra del Brasil, a esta manera de comunicar con el testimonio de vida; con representaciones de gestos que existen, que son, o metáforas de un mundo deseado, por el que se está dispuesto a luchar de cara al futuro, mientras se van realizando ensayos en los proyectos cotidianos. Son palabras que señalan, que adivinan, que pelean sentidos, que atraviesan históricas incomprensiones.

Es la comunicación que se encarna en prácticas sociales colectivas, comunitarias, que visibilizan lo ocultado, que develan las muchas miradas del mundo producidas simultáneamente desde distintas experiencias, sin privilegiar unas sobre otras, sino haciendo de las diferencias el punto de partida para posibles encuentros.

La incomunicación como estrategia de la dominación

En los años 80, como consecuencia de varios factores, entre ellos el impacto de las dictaduras que se extendieron en gran parte de América Latina, la brusca interrupción de la «vía chilena al socialismo» como consecuencia del golpe de estado avalado por los EE.UU., la no concreción de algunos proyectos revolucionarios en curso en Centro América, la caída del Muro de Berlín y la frustración de la experiencia del Este Europeo, la expansión del ideario neoliberal contenido en el Consenso de Washington, la contrarrevolución conservadora de Reagan y Thatcher, se creó un imaginario de derrota de las revoluciones, de clausura de las utopías, de triunfo de una cultura de mercado, en donde las ideas, los valores, los sueños, los sentimientos y los cuerpos, podían ser comprados y vendidos, de acuerdo a los parámetros de un sistema en el que todo, desde el agua, hasta la tierra y la vida se pretenden mercantilizar.

Sobre este escenario subjetivo, se expandieron las nociones predicadas por la postmodernidad, que devaluaron los proyectos políticos revolucionarios, las pasiones que ellos encarnaban, las prácticas sociales colectivas, los sentimientos que se creían trascendentes; subsumiendo a la cultura en la modorra del fragmento, a la política en el objetivo del cortoplazo pragmático y del «vale todo», despreciando las ideologías y las prácticas reales o simbólicas anticapitalistas, volviendo todo descartable y efímero.

En un tiempo en el que los avances tecnológicos permiten globalizar el conocimiento de lo que sucede en el mundo, así como de lo que se estudia y se dice sobre esto; se produjo sin embargo un doble efecto: conviven y van conformando la subjetividad de esta época, la saturación informativa y la incomunicación alienante.

Las distancias creadas por la política hegemónica, entre las imágenes y dichos que saturan los medios de comunicación de masas -construyendo una percepción del mundo funcional a la dominación-; y el ancho campo de las resistencias, los dolores y las esperanzas populares, llevan al desencuentro de las palabras con sus significados, de las imágenes que consumimos con las representaciones de nuestros actos. Esto provoca una fuerte enajenación de los sujetos.

Nos volvemos espectadores/as de una historia en la que nuestra actuación queda invisibilizada. El protagonismo de los cuerpos en las acciones colectivas se metamorfosea en representaciones distorsionadas, ahistóricas, como un collage de «situaciones» emergentes disociadas de proyectos, de raíces y de posibles frutos. La dificultad para inscribir las imágenes espasmódicas en procesos, aumenta la confusión y la sensación de malestar. La creencia sobre la realización o frustración personal y de los proyectos se mide en el instante.

La comunicación en formato «zapping» agudiza la ruptura de la comprensión de las relaciones causa-efecto, y en consecuencia, del rol de los sujetos colectivos en la historia. Se abre así el espacio para interpretaciones mesiánicas, para los fundamentalismos, para la exacerbación de los individualismos; y también para la brusca frustración de cada una de las creencias en los fetiches sucesivos creados por el mercado.

La sociedad de consumo tiene como parte inherente de su propia existencia, la generación de mensajes y estímulos que producen necesidades y ansiedades, funcionales para legitimar la reproducción ampliada del capital. La producción de mercancías, que pese al avance tecnológico tienen un valor de uso cada vez más efímero, requiere para continuar su ciclo, de una demanda exasperada.

Los mensajes y estímulos que consumimos, tienen más densidad e impacto que las noticias. La cultura consumista encuentra su contracara en la perversión de las ideas, representaciones y sentimientos que nos consumen, sobre lo que es necesario «tener» para  ser, para existir en este tiempo.

Los medios de comunicación de masas son los principales productores de estas informaciones alienantes, estimulando una manera de estar en el mundo atravesada por la imposibilidad de satisfacer las necesidades creadas por la sociedad de consumo, y por la angustia permanente frente a ello. A lo que se agrega la incapacidad de reaccionar frente a los hechos que se suceden vertiginosamente en las pantallas de las TVs; o en los informativos de los diarios y radios, que pueden dar cuenta simultáneamente de las políticas de destrucción de la naturaleza, de las guerras e invasiones que se multiplican en nuestras narices, o de la imposibilidad de vivir sin consumir un refresco o de progresar sin un celular de última generación.

La incomunicación es parte de la vida cotidiana actual, de las estrategias del poder para acentuar el individualismo, la fragmentación, el escepticismo, la depresión, y la desesperanza. Seres humanos aislados, desencontrados con sus pares y consigo mismos, se van sintiendo cada vez más perplejos frente al mundo.

Esta generalizada sensación de dificultad para la comprensión del mundo, se acentúa de acuerdo a las culturas, las generaciones, las clases de las que se provenga; acentuando las incomprensiones y en consecuencia, la fragmentación social.

Tenemos dificultades para comprendernos entre las distintas generaciones, entre los diferentes pueblos, entre las diversas experiencias populares. Hay códigos que muchas veces se vuelven barreras infranqueables, que potencian los procesos de disociación social. Los sujetos se vulnerabilizan, las identidades se diluyen, las solidaridades se desvanecen.

La necesidad de constitución de sujetos colectivos con capacidad de transformación, tiene como condición la posibilidad de que exista una comunicación que favorezca los procesos de identificación, de comprensión de las diferencias y sus fundamentos, la capacidad de discriminar entre el diferente y el antagónico, y la creatividad para hilvanar, no en un único relato, sino en un abanico de relatos comprensibles y dialogantes entre sí, los fragmentos de un discurso roto y de un lenguaje mutilado por las dictaduras militares, así como por la dictadura mediática del pensamiento único.

Comunicarnos para comprender

En este contexto se vuelve fundamental compartir y comprender los sentidos con que intentamos nuestras transformaciones. Comprender y comprendernos, y para ello comunicarnos y comunicar.

Para asumir este desafío, los movimientos populares han multiplicado iniciativas político-culturales, que dan cuenta de una enorme creatividad (forjada y educada en el esfuerzo de sobrevivir en tiempos de exclusión). Estas iniciativas hablan de nuevas maneras de entender la militancia, el compromiso social, en las que se revaloriza la lucha cultural en la renovación del imaginario popular sobre las posibilidades del cambio social y en las que se forman los nuevos intelectuales orgánicos de los movimientos populares.

La recreación del imaginario popular, se viene realizando en claves comunicacionales propias de estos movimientos. No desde la nostalgia conservadora, que pretender anclar las transformaciones sociales en la restauración de los mundos perdidos, sino desde la posibilidad de revolucionar simultáneamente al mundo actual así como la memoria de anteriores resistencias.

Radios comunitarias, páginas de Internet, boletines, experiencias de TV realizadas de manera comunitaria desde los movimientos populares, videos, graffitis callejeros, libros, «marchas y actos que comunican», performance, redes de información alternativa, agencias de comunicación, murgas, teatro del oprimido, diversas formas de arte popular, son parte de las muchas herramientas apropiadas por los movimientos sociales para expresar sus esfuerzos de transformación del mundo.

La metodología con que se producen estas herramientas, en muchos casos son parte de la pedagogía popular, que permite que al tiempo que se discute qué y cómo comunicar, se sistematicen experiencias, se creen conocimientos a partir de estos análisis, se teorice desde las prácticas, se forjen sentidos, se simbolice, se decodifique.

Las tensiones entre la diversidad de sujetos que expresan crecientemente sus demandas, y los proyectos en los que intentan articularse resistencias más enérgicas y alternativas populares, tienen en la comunicación, un lugar para nuevas prácticas políticas de creación colectiva de saberes, y de invención de códigos comunes que permitan interpretar las búsquedas emancipatorias.

La pedagogía popular de la comunicación hace del diálogo y de la pregunta, algunos de los momentos fundamentales. La pregunta, la escucha, son tan importantes como la respuesta y la opinión.

La posibilidad de cuestionar y cuestionarnos nuestras propias afirmaciones, de tratar de descubrir cuántas huellas de la cultura hegemónica pueden estar marcando nuestras creencias, es una manera de disponernos a poner nuestros cuerpos en el juego de la transformación. Es animarse a quitarnos las máscaras de las apariencias, y dejarnos atravesar por el dolor de desaprender la opresión, para experimentar más que proclamar los cambios necesarios. Caminar sobre esas huellas una y otra vez, para no perder el origen, para descubrir que en nuestras concepciones o en nuestros sentires asoma el prejuicio racista, la moralidad burguesa, la naturalización de la cotidianidad patriarcal, el sentido común de quienes han hecho un mundo descartable, es un ejercicio imprescindible para descolonizar nuestra cultura popular, en las batallas por las múltiples identidades que nos constituyen como pueblos.

Hacia la descolonización del pensamiento crítico latinoamericano

Uno de los talones de Aquiles en nuestros esfuerzos por cambiar al mundo, durante todo el siglo 20, ha sido la presencia en nuestro pensamiento de fuertes incrustaciones dogmáticas y liberales.

El eurocentrismo, el iluminismo, el positivismo, reforzaron la base cultural colonizada del pensamiento dominante en la izquierda, y en franjas amplias de la producción académica de las ciencias sociales. Esto generó una fuerte distancia con las culturas de resistencia de los pueblos originarios. En muchos lugares este desencuentro reforzó el aislamiento de las batallas de estos pueblos; sus esfuerzos de resistencia silenciosa al genocidio cultural; empobreciendo al mismo tiempo al pensamiento crítico.

Los dos genocidios fundantes del capitalismo en América Latina: el de los pueblos originarios, y el de los afrodescendientes, fueron reducidos de este modo a meros capítulos sin mayores consecuencias en el relato histórico, más devaluados aún en la mirada sobre los desafíos actuales de los proyectos alternativos.

Temas que hoy se ponen en debate, como son la defensa del patrimonio cultural de los pueblos, las batallas contra el saqueo de los bienes de la naturaleza, la lucha contra la depredación de las posibilidades de vida en el planeta, forman parte, dichos con otros lenguajes y en otras perspectivas, de la diversidad de cosmovisiones de nuestros pueblos.

Su visibilización a partir del año 1992, en el marco de los 500 años de resistencia indígena, negra y popular, y después del levantamiento zapatista en Chiapas, en 1994, en el contexto de una crisis y desorientación gigantesca de la izquierda, en sus diversas corrientes, permitió otro diálogo entre estas tradiciones emancipatorias. Los levantamientos en Ecuador y Bolivia, la llegada al gobierno de Evo Morales, colocaron en un nuevo espacio del pensamiento latinoamericano al conjunto de estos aportes.

La aprobación en la ONU de la Declaración de derechos de los Pueblos Indígenas, recientemente, da cuenta de este cambio de paradigmas, que impacta especialmente a la región (teniendo en cuenta que con la excepción de Colombia, todos los países latinoamericanos la apoyaron).

Pero mientras esto sucede, continúa la realización de proyectos que en nombre del desarrollo, multiplican la depredación de la naturaleza, la expropiación de sus territorios, y la criminalización de los movimientos que resisten estos atropellos. Sin existir una resolución sencilla de estos conflictos, el primer tema que aparece es la urgencia de dialogar sobre los mismos no desde preconceptos, sino fundando, junto a la afirmación de la necesidad de crear un poder popular con capacidad de desafiar al poderío imperialista, contando para ello con posibilidades materiales de autosuficiencia y autodeterminación; la posibilidad de avanzar simultáneamente en la descolonización de los saberes, que permita imaginar colectivamente la sociedad y el mundo en que queremos vivir.

La comunicación en estos casos, entre las fuerzas del Estado y los movimientos populares, está interferida por intereses concretos que resultan contradictorios. La búsqueda de superar la contradicción puede basarse en la prioridad política de que todas las alternativas, apunten fundamentalmente a la constitución del sujeto histórico de las transformaciones

Es importante para ello hacer más sistemático el diálogo, no sólo en pos de una mayor comprensión de los puntos de partida de cada grupo o sector social emancipatorio; sino también para poner en debate las estrategias de lucha política y de creación de alternativas populares en el nuevo milenio.

Cuando en muchos de nuestros países se proclama la integración del continente en una propuesta como el ALBA, cuando en algunos de ellos se propone como horizonte el socialismo del siglo 21, el lugar de la comunicación pasa a ser estratégico ya no sólo para la creación de redes de resistencias a las políticas imperialistas, sino también para el ejercicio de un modelo de integración que no reproduzca imposiciones ni colonizaciones de unos países sobre otros.

Las relaciones interestatales, los diálogos entre los gobiernos y movimientos populares, hoy exigen pensar en nuevas dinámicas de interacción, respetuosas de los tiempos y de las demandas de cada sujeto, y de los sujetos colectivos que participan en estos procesos.

En esta dirección, la comunicación tiene que atender también a la complejidad de signos y de lenguajes de los pueblos.

Si es cierto que los avances en el terreno tecnológico favorecen la posibilidad de crear nuevas redes de información, de interconexión y de diálogo, existe también el riesgo de que se aumente la brecha entre un activismo informado, y las bases de los movimientos que no acceden a estas tecnologías.

Popularizar las posibilidades de acceso a las diversas formas de comunicación, es una condición para democratizar las alternativas, en función de garantizar el protagonismo popular, y de no generar nuevos fetiches alienantes en nuestros propios movimientos como puede ser el manejo de los medios alternativos de comunicación en manos de unos pocos.

Acompañar esta democratización, con procesos de educación popular y de formación política que creen capacidades de interpretación de la masa de comunicaciones que se genera, es también uno de los desafíos.

Una vez más, es necesario decir que los procesos de cambio y transformación social, encuentran sus raíces en la base de los movimientos, y no en los despachos estatales. Las creaciones de poder popular, pueden ser estimuladas desde políticas de redistribución de la riqueza, de educación de masas, de procesos políticos «de empoderamiento» promovidos «desde arriba». Sin embargo, la perspectiva de continuidad en el tiempo y de arraigo permanente de estos procesos, en todos los casos, se afirma en la existencia real de sujetos populares que se constituyan con autonomía política, capacidad de acción colectiva, de control sobre los eventuales gobiernos, y de diálogo entre sus demandas y las interpretaciones de las mismas por parte de los funcionarios del Estado.

La integración de las redes y proyectos de comunicación alternativos, y la educación popular, son entonces dimensiones específicas contrahegemónicas, para una batalla cultural que en condiciones de extremo desequilibrio, puede hacer sin embargo de la creatividad popular, la imaginación, la sensibilidad, la potencia simbólica, las armas secretas contra la alienación y el aburrimiento que ofrece como horizonte cultural el capitalismo.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=58656

Fuente de la imagen: https://conektio.files.wordpress.com/2013/07/image001356481515512hiltwj.png?w=438&h=34

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Medios sin miedo

Alejandro Floría Cortés

Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación,

os harán amar al opresor y odiar al oprimido”

El-Hajj Malik El-Shabazz (Malcom X)

“El capitalismo post-industrial que, por mi parte, prefiero calificar de Capitalismo Mundial Integrado (CMI), tiende cada vez más a descentrar sus núcleos de poder de las estructuras de producción de bienes y de servicios hacia las estructuras productoras de signos, de sintaxis y de subjetividad, especialmente a través del control que ejerce sobre los medios de comunicación, la publicidad, los sondeos, etcétera”

Félix Guattari

“Lo que importa es el conocimiento. No tiene interés, creo yo, insistir en la información. Hay que insistir más bien en la relación que ésta tiene con el conocimiento y el poder económico y político. Hay que averiguar quiénes son los dueños de las fuentes de información y de los medios de difusión. Si la información está distribuida equitativamente, puede beneficiar a todo el mundo. Si, en cambio, está concentrada en pocas manos, va a beneficiar primordialmente, sino exclusivamente, a los dueños de esas fábricas de información.“

Mario Bunge

Leo que el consumo televisivo diario de los españoles se situó el pasado mes de septiembre de 2016 en una media de 231 minutos (3 horas y 51 minutos) [1]. Para quien le guste la cosa de los porcentajes, esto viene a ser el 15% de las 24 horas de nuestros días, ahí es nada, y el 22% del tiempo que pasaría (dudosamente) despierto si tuviese suficiente con seis horas de sueño diarias.

Tanta devoción deja poco tiempo para leer, claro. Ojalá hubiera, al menos, un cierto interés en ello y es que el barómetro del CIS del mismo mes [2] confirma que, haberlo, lo hay poco. Así, casi un 40% de los encuestados, dice el informe, no ha leído ni un solo libro en el último año, lo que parece de esperar si el 57,5% de los encuestados nunca ha acudido a una librería y el 74,7% tampoco ha pisado una biblioteca.

Con estos datos no aporta mucho ahondar en el resto de los porcentajes, ni entrar en demasiadas consideraciones sobre qué programas de televisión tienen mayor audiencia [3] o qué títulos son los más vendidos [4] (mucho podríamos discutir si duele más lo presente o lo ausente), ni detenernos en cuánto y cómo han influido en estas cifras los libros electrónicos, la web 2.0 [5] y la prensa digital [6].

Lo que parece evidente es que hay una clara preferencia, ya hace tiempo prevista, analizada e interpretada, por el consumo de entretenimiento e información procesados en formatos, tiempos y alcances muy concretos, más saciantes que edificantes, así como por frecuentar espacios virtuales en los que resulta tremendamente sencillo encontrar a alguien que te de la razón y experimentar, con un bajo coste emocional, todas las vicisitudes de cualquier relación presencial.

En esta tesitura, los Salvados de Jordi Évole, se convierten, en las redes, en el paradigma de todas las tomas de conciencia. Utilizo intencionadamente el término en plural, dada la eminente orientación de estos programas a la denuncia de diversas consecuencias, en lugar de tratar el cómo de lo que, a todas luces, es una sola causa.

Así, los días siguientes al documental sobre los minerales de sangre (10/11/16), proliferaba en el 2.0 el concienciado discurso de que el próximo móvil a adquirir habría de ser libre de coltán, y si el coltán era imprescindible, pues que estuviera libre de sangre, y profundos razonamientos en esta línea.

Eso sí, de descolonizar África y de reponer la huella histórica-ecológica-económica, nadie dice nada. ¿Cómo puede resultar tan increíble algo tan obvio?. ¿Intuimos que acabaría con nuestro way of life?. Idéntica observación podemos hacer en cuanto al capítulo del Astral, que asumía el discurso oficialista euro-americano. ¿Qué aspiras a cambiar, entonces, Jordi Évole?

Ilustra a la perfección J.R. Mora en una de sus viñetas la creación de categorías de pobreza que posibilitan la desconexión y el no reconocimiento entre las víctimas de las unas y las otras. Válido más allá de toda escala, alcance y geografía. Así, tres indigentes sin rostro se calientan en torno a una fogata en un pequeño barril:

  • “Me han dicho que tengo pobreza energética, emergencia habitacional, inseguridad alimentaria y ligeros desajustes en el bienestar” – dice el primero.
  • “Pues yo sólo soy pobre” – replica el segundo.
  • “Menudo pringao,…” – apunta un tercero.

La consolidación de la falsa multiplicidad de los síntomas de la misma enfermedad conduce a la urgencia de lo paliativo, a aspirar a mínimos, a dispersar esfuerzos y recursos, a las lentes para ver de cerca, a los ansiolíticos y a los antidepresivos. A que lo natural y necesario empiece a concebirse inimaginable.

En este sentido, los miedos de masas, en tanto que sirven y forman parte de intereses particulares, tienen una función eminentemente destructiva de la cohesión social y del pensamiento crítico. Apenas la derecha se siente fuerte, sustituye el pensamiento por la violencia, escribía Simone de Beauvoir (vis “fuerza”, -olentus “abundancia”, violens “impetuoso, furioso”).

Esta violencia se materializa, también, mediante esa habilidad de los legisladores de legalizar lo ilegítimo y de ilegalizar lo legítimo. Y la de los medios para consolidar el desastre en el imaginario popular. Así, parece ser que terrorismo, o presunto terrorismo, es citar un chiste de humor negro, una pelea de bar, denunciar una in-justicia en una obra de títeres o explotar el filón que ofrece el gobierno en la cosa de los memes; parece ser, por contra, que no lo es el saqueo de las arcas públicas, la pederastia en la iglesia, matar a golpes a un detenido o sacarle un ojo a un manifestante. Los caminos de los mass mierda para hacer versión y silencio son inescrutables.

Parece, cuanto menos, ilusionante el proyecto del Salto [7], en el que el colectivo editor de DIAGONAL plantea “la creación de una cooperativa estatal de medios y el lanzamiento de un nuevo medio de calidad, incisivo, con nuevos formatos y hecho desde las premisas de la economía social”.

Para ello convocaron a más de 20 medios (Pikara Magazine, El Salmón Contracorriente, Arainfo (Aragón), Directa (Catalunya), Praza Pública (Galiza), Último Cero (Valladolid), El Salto Andalucía, Galiza Ano Cero, Wiriko, Nodo50, SiberiaTV, La Marea, Pamplonauta (Nafarroa), La Entrevista del Mes, revista Ecologista, revista Pueblos, Viento Sur, Colectivo Burbuja, Revista Bostezo, medios locales como Voces de Pradillo (Móstoles), Periódico de Hortaleza, El Despertador, Ágora Alcorcón, Periódico 15M, diferentes radios libres comunitarias…).

Acumulación de fuerzas más que sugerente que entiende “el periodismo como una herramienta a disposición del tejido social y de los debates e ideas que de aquí surgen, como una herramienta más que posibilita esos cambios”.

Cualquier posibilidad de transformación parece pasar, indefectiblemente, por la auto-organización y por la cooperación y, por supuesto, por formas de pensar radicalmente diferentes e iniciativas consecuentes con ese pensamiento. Y ningún ámbito queda excluido. Lo cierto es que, en algún momento y en algún lugar, tendremos que encontrarnos.

[1] El consumo televisivo diario subió en octubre hasta las 3 horas y 51 minutos (según un informe elaborado por Barlovento Comunicación con datos de Kantar Media)

http://www.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/internet/consumo-televisivo-diario-octubre-minutos_0_968003507.html

[2] Los españoles siguen sin leer

http://www.estandarte.com/noticias/varios/habitos-de-lectura-de-los-espanoles-segun-el-cis-_3661.html

[3] Fórmulas TV – Audiencias

http://www.formulatv.com/audiencias/

[4] Los 20 libros más comprados en las librerías de Casa del Libro

http://www.casadellibro.com/libros-mas-vendidos/20

[5] Estudio de Redes Sociales 2016 – IAB Spain

http://www.iabspain.net/wp-content/uploads/downloads/2016/04/IAB_EstudioRedesSociales_2016_VCorta.pdf

[6] La mitad de los internautas lee prensa digital a diario

http://www.rtve.es/noticias/20160504/mitad-internautas-lee-prensa-digital-diario/1348380.shtml

[7] Más de 20 medios de comunicación se encuentran para dar El Salto

https://www.diagonalperiodico.net/promocion/32264-22-medios-comunicacion-se-citan-para-dar-salto.html

Fuente del articulo:https://elcomunista.net/2016/11/19/medios-sin-miedo/

Fuente de la imagen:https://elcomunista.files.wordpress.com/2016/11/medios-sin-miedo.png

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Sus medios y los nuestros El problema de la unidad en comunicación emancipadora

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

¿Por qué nos cuesta tanto unirnos? Uno de nuestros peores errores, en materia de comunicación, es la escasa Unidad que suele lastimarnos de maneras muy diversas en la base de muchos otros problemas y debilidades. Des-unidos somos siempre un blanco fácil. Por des-unidos tenemos periódicos sin lectores, televisoras públicas sin público, radiodifusoras sin audiencias… porque -entre otras calamidades- tenemos egolatrías -de género muy diverso- que ahuyentan a las masas y desalientan a los trabajadores.

El resultado suele ser que tenemos pueblos movilizados con urgencias de cambios radicales, movimientos sociales que olfatean el rumbo pero que no encuentran fortaleza comunicacional -confiable- porque, esencialmente, perciben des-unión, individualismo y tufos burocrático-sectarios. Mal de males. Así pues, nuestra desorganización se vuelve instrumento de la burguesía, ella a cambio, se organiza y nos derrota cuando, además, el problema no es sólo “unirse” sino producir un gran cambio en la situación. Ya lo advertía el Informe MacBride en 1980.

Unidad no significa uniformidad. Unidad no implica anonimato. La Unidad no extingue la critica ni anestesia el debate. La Unidad no implica alianza dogmática y no implica complicidad de sectas. Oponerse a la Unidad, demorarla… implica una aberración y un peligro que debe ser denunciado en todo frente y, no obstante, sigue siendo una tarea postergada. Con sus debidas excepciones. Y no obstante el despojo, el secuestro y la subordinación de las herramientas para la comunicación, tenemos hoy un escenario mundial extraordinario donde fermentan y crecen, de manera desigual y combinada, experiencias emancipadoras que impulsan la liberación honesta de los caudales expresivos de la humanidad. Pero estamos, por causas muy diversas, atomizados y divididos mientras las oligarquías lo celebran.

Los “Medios de Comunicación”, “alternativos”, “comunitarios”, “populares”, “independientes” -o como cada cual prefiera denominarse- no logran convertirse en fuerza que constituya influencia política poderosa y organizada. Permanecen como una minoría numéricamente importante pero políticamente intrascendente. Su papel frente de las luchas de los pueblos no adquiere la influencia política decisiva, como debiera ser. Eso puede tener muchas explicaciones pero no puede admitir excusas. Mientras tanto, los pueblos permanecen bajo la metralla de las máquinas de guerra ideológica.

Es una obligación de nuestro tiempo asegurar la Unidad en la lucha presente. La Unidad debe construir un camino organizativo, preparando en terreno para hacer posibles, en cualquier momento, acciones coordinadas sin reducir las tareas a la sola propaganda. Debemos ganar confianza con los pueblos y apoyar acciones conjuntas respecto a una serie de tareas vitales “hombro a hombro” con los trabajadores unidos en organizaciones respectivas y con todas las luchas organizadas que se desarrollan a estas horas. Y esto significa crecimiento del contenido comunicacional para generar condiciones mucho más favorables para las acciones, los métodos de lucha y, en general, para la praxis. Hacia un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación.

Los pueblos trabajadores tienen la necesidad permanente de la Unidad para la acción. Eso no es una novedad ni una sorpresa para nadie. Necesitan de la Unidad para resistir todos los ataques. La necesidad de la Unidad no sólo es una urgencia propagandística sino un paso crucial para la organización y la acción. A nosotros debe interesarnos siempre la Unidad para correlacionar -en la práctica- nuestras acciones con las de las organizaciones que necesitan expresarse libremente y en pie de lucha. Y por eso la Unidad debe desarrollarse en todas sus escalas, con acuerdos organizativos que no deben quedarse a medias y que, naturalmente, reclaman un grado ético nuevo con cierta disciplina para la acción.

“Un solo mundo, voces múltiples”. Nos urge reagrupar y hacer converger todas las tendencias comunicacionales, todas las herramientas y los métodos, todas las voluntades y los talentos… todas las organizaciones en torno a tareas concretas que permitan hacer avanzar a la clase trabajadora y a los pueblos en general en términos de consciencia y fuerza para transformarlo todo. Los medios de comunicación independientes, rebeldes, revolucionarios… están llamados a mostrase ante las clases populares no sólo como la vanguardia en la disputa por el poder comunicacional, sino también como una fuerza unificadora de la clase para todas las luchas cotidianas.

La única manera de librarnos de todo silenciamiento es avanzar unidos, no amontonados, no en tropel, no en estampida, no amorfos… No uniformes, no sin identidad y no sin diversidad. No reformistas, no reconciliadores, no olvidadizos. Unidad para lo inmediato y para los largos plazos. Unidad como un salto cualitativo de la conciencia. Unidad como peldaño necesario. Unidad rica y sabrosa, compendio de las mejores ideas, acciones y voluntades. Unidad que implica mucho más que acuerdos de coyuntura o episodios para salir del paso. Unidad inmensa y generosa plena de retos y promesas. Unidad dialéctica y sin simplismos. Unidad de clase. Unidad para aprovechar el tiempo. Unidad que educa.

Es necesario un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora como acción política porque hoy tenemos muchos medios muy desorganizados mientras tenemos un terreno excelente con universidades; con algunos estudiantes y profesores críticos, con los medios de los gobiernos democráticos de verdad… tenemos la prensa de muchos partidos revolucionarios y muchos movimientos sociales y, también tenemos mítines, discursos, cátedras, asambleas, manifestaciones… herramientas excelentes que languidecen si no se organizan… si no se unen.

Nuestra tarea urgente es ahora la Unidad. Combatir los vicios que nos des-organizan. Unidad de acción que construya un programa muy flexible, y al mismo tiempo enérgico. No confundir las tácticas con los principios. Necesitamos un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora que de ninguna manera abandone las tareas educativas, organizativas… que bajo ningún concepto abandone la lucha ideológica y que mantenga una posición firme en todas las tareas y tácticas de la Unidad transformadora que exige precisión teórica, científica y política en interés del porvenir humano. Las condiciones están dadas. ¿Qué esperamos?

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=222190

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