¿A dónde conducirá la crisis boliviana? Elecciones y reconfiguraciones políticas

Por: Fernando Molina

 

Bolivia se encamina a las elecciones presidenciales con un nuevo escenario político: tras la caída de Evo Morales y el impacto sufrido por su fuerza política, el Movimiento al Socialismo (MAS) recuperó terreno y podría ganar otra vez. ¿Lo logrará? Si así fuera, ¿podrá retornar al poder? En cualquier caso, se avizora una batalla polarizada entre el MAS y sus adversarios.

Nota del editor: en una reciente decisión, el Tribunal Supremo Electoral cambió nuevamente la fecha de las elecciones y la fijó para el 18 de octubre, lo que generó diversas amenazas de movilizaciones para reponer el 6 de septiembre, la fecha aprobada por el Parlamento.

Las elecciones bolivianas del 6 de septiembre próximo expresarán una enorme polarización política y social. No es el único caso: el proceso electoral de noviembre en Estados Unidos también lo hará. Pero la diferencia es que el sistema electoral estadounidense, siendo bipartidista, tiende naturalmente a la polarización. El ejemplo boliviano, en cambio, resulta peculiar. Participarán varios partidos, pero el electorado se dividirá de acuerdo con una sola alternativa: a favor o en contra del Movimiento al Socialismo (mas).

Todavía no se sabe qué partido logrará representar a los votantes «anti-mas». Existe una competencia entre varias expresiones de centro y derecha que es alentada por las leyes electorales bolivianas, las cuales establecen la posibilidad de una segunda vuelta o balotaje. Esta posibilidad abre espacio para que estos partidos hagan cálculos individuales, una práctica que muchos antimasistas consideran indignante, ya que pone en riesgo lo logrado con el derrocamiento del presidente Evo Morales en noviembre pasado, esto es, el brusco apartamiento del poder del bloque sociopolítico que conmovió y manejó el país desde comienzos del siglo xxi.

Tal es, hoy, la principal preocupación de las elites económicas, intelectuales y mediáticas bolivianas: evitar que los peligrosos juegos entre los antiguos opositores a Morales –que se resisten a ceder unos ante los otros y no son capaces de formar un frente único contra el «enemigo público número uno», como llamó al ex-presidente un periodista paceño1– terminen invocando al espectro más terrorífico para la parte alta la sociedad: el «retorno del mas».

Los partidos criticados pretenden redimirse asegurando que cada uno de ellos está en las antípodas del mas y que, gracias a sus particulares virtudes, garantizará un triunfo definitivo y sostenible sobre este2. Al mismo tiempo, cada uno de ellos busca demostrar que sus rivales no son dignos de confianza porque su actuación lleva agua al molino del mas. La expresión que se usa es: «ser funcional al mas». Esta fue la tónica, por ejemplo, de la réplica del oficialismo (la agrupación Juntos, que postula a la presidenta interina Jeanine Añez) a los candidatos opositores Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, cuando estos criticaron su manejo de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de covid-193. A la inversa, los partidos opositores han acusado al oficialismo de propiciar, con su mala gestión de esta crisis, el retorno del mas4. En este juego han entrado también los medios de comunicación, como indica este titular de El Deber, el principal periódico de Santa Cruz, sobre el ex-presidente y candidato para 2020: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo»5.

El odio al mas

Aborrecer al mas es la pasión dominante de las elites tradicionales del país. En las raíces de esta pasión se mezclan el recuerdo de los agravios sufridos (la pérdida de espacios de poder por la disolución de la tecnocracia de los años 90 y la desvalorización del «capital genealógico» durante 14 años), las diferencias ideológicas (liberal-republicanismo versus nacional-caudillismo) y el racismo contra los indígenas y los mestizos plebeyos o «cholos».

El odio al mas comenzó incluso antes de la asunción al poder del «primer presidente indígena» y la instalación en él de movimientos sociales que aglutinaban a indígenas, campesinos y trabajadores. Esto ya se podía sentir en 2002, cuando el mas se transformó en una alternativa seria de poder. Entre 2006 y 2008, durante los dos primeros años de gobierno de Morales, estuvo a punto de provocar una guerra civil entre las regiones noroccidentales y surorientales del país. Si no lo hizo, fue por el peso de la popularidad del presidente, que sin embargo no logró consolidarse en el gobierno sin antes pulir las aristas más radicales de su programa de reformas al Estado y reducir al mínimo su programa de redistribución de la propiedad agraria.

Pese a ello, el aborrecimiento al partido izquierdista y su líder no desapareció. Incluso durante el periodo de auge 2009-2015, mientras el país vivía el mejor momento económico de su historia, la mayoría de los bolivianos tenían más ingresos y el bienestar social aumentaba, esta animadversión estuvo ardiendo como llama votiva en los altares secretos de las organizaciones empresariales, los clubes sociales, las logias, las fraternidades del carnaval de Santa Cruz, los grupos de rummy de las mujeres acomodadas y, en fin, en los múltiples escenarios de la vida privada en los que las elites tradicionales blancas no perdieron su primacía. Incluso si algunos dirigentes burgueses «se pasaban» al gobierno del mas o si amagaban confraternizar con él; o si la mayor parte de los intelectuales y periodistas se cuidaban de «criticar demasiado» al poderoso régimen, la enemistad clasista y racial siempre estuvo allí, esperando un mejor momento para expresarse.

Lo mismo pasó con el prejuicio racial. Aunque las expresiones públicas de este prejuicio quedaron atenuadas por miedo a que el gobierno implementara las sanciones legales y morales que merecían, el país continuó lastrado por las rémoras del orden estamental colonial. El mas tuvo incluso que hacer concesiones de Realpolitik al racismo, como designar a personajes más pintorescos que persuasivos en el recién creado Viceministerio de Descolonización, diseñado para dirigir la política igualitaria; o como tolerar que las Fuerzas Armadas mantuvieran un estatuto que discriminaba a los sargentos y cabos, la mayoría de los cuales son de origen indígena6.

Los nostálgicos de los viejos poderes y de las antiguas relaciones interclasistas se fueron fortaleciendo paulatinamente conforme el gobierno del mas se iba debilitando por el desgaste natural de su prolongada permanencia en el poder, los errores que iba cometiendo y las limitaciones que iba revelando. Ser «antimasista» se convirtió en un signo de estatus social y racial, y por tanto comenzó a ser interiorizado por las clases medias bajas como un elemento «aspiracional», esto es, como un mecanismo de ascenso social.

¿Cuáles fueron los errores que cometió y las limitaciones que desveló el gobierno del mas? Su «electoralismo», que terminó reduciendo el proceso social a una sucesión de triunfos en las urnas y a la conservación del poder a toda costa, incluso con métodos autoritarios; su «campesinismo», que debe entenderse como una relativa sordera frente a las demandas de los sectores urbanos; su cooptación por parte de una cúpula de incondicionales «evistas»; su corrupción y burocratización; su indecisión ideológica entre un extremo pragmatismo y el «nacional-estalinismo»7 y, sobre todo, su caudillismo.

Con su éxito político, económico y gubernamental, Morales se convirtió en el más importante caudillo de un país que había estado lleno de ellos; un país en el que, según su sociólogo más creativo, René Zavaleta, «el caudillo es el modo de organizarse de las masas»8. La centralidad del presidente y el culto estatal a su personalidad llegaron a unas cotas igual de altas que las alcanzadas por otros grandes líderes nacionales, como Víctor Paz Estenssoro o José María Linares. Si al principio la adulación oficial a Morales se correspondía en parte con la realidad, más tarde se convirtió en un espejismo y en un mecanismo de gratificación y manipulación del narcisismo del presidente boliviano. A punto tal que este creyó que tenía fuerza suficiente, incluso, para darle la espalda a la fuente de su poder, las mayorías electorales, en caso de que estas lo contrariaran.

Así lo hizo en lo que respecta al referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, que le prohibió la reelección, y quizá también en lo que respecta al resultado de las elecciones del 20 de octubre de 2019, que, según la percepción de la mayoría de los bolivianos9, hizo alterar para evitar una segunda vuelta (una noción que, sin embargo, Morales y el mas niegan y que en este momento es objeto de disputa en la campaña electoral y los tribunales).

En todo caso, suponer que la indudable fuerza de su figura era superior al apego de los bolivianos al voto –que en este país es clave, porque permite resolver las sempiternas disputas por las rentas provenientes de los recursos naturales– constituyó un gravísimo paso en falso. Terminó confundiendo y fragmentando el bloque social que respaldaba al gobierno del mas, el cual ya estaba debilitado por su larga incorporación al oficialismo, con todas las ventajas y tentaciones que esta situación implicaba10. Al final, en las últimas horas de su gobierno, el mas, que había surgido de las luchas sociales, no era sin embargo capaz de movilizar eficientemente a sus adherentes; se había transformado en una maquinaria electoral que todavía podía lograr buenas votaciones pero que ya no despertaba ningún fervor progresista. Solo los ultraleales cocaleros del Chapare, los vecinos de los barrios más indígenas de la metrópoli aymara de El Alto y ciertos grupos de funcionarios estuvieron dispuestos a luchar efectivamente para impedir que Morales cayera.

Luego de su derrocamiento, la quema de buses, fábricas y casas de opositores a Morales en La Paz, así como el «cerco a las ciudades» ordenado por el ex-presidente desde el exilio, despertaron el ancestral terror de los blancos bolivianos al «malón indio» y elevaron el aborrecimiento al mas al nivel de la histeria colectiva. Fue en ese momento cuando emergió el relato furibundamente antisocialista que continúa vigente hasta hoy. Pablo Stefanoni detectó en él «tres palabras claves: ‘hordas’ –los militantes del mas son reducidos a meros grupos de choque facinerosos–; ‘despilfarro’ –el ampliamente elogiado manejo macroeconómico [de Morales] habría sido una mera realidad virtual– y ‘tiranía’ –los últimos 14 años habrían sido puro despotismo estatal–»11. Este relato fue en parte el móvil y en parte la cobertura de la represión del mas ejecutada por el gobierno interino. Los grupos que se movilizaron a favor del ex-presidente Morales fueron desmantelados por las fuerzas combinadas de la Policía y las Fuerzas Armadas, lo que costó la vida de más de 30 personas. Casi 1.000 dirigentes fueron detenidos temporalmente. Varias decenas de ex-funcionarios, entre ellos Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera, tuvieron que salir del país con rumbo a México y Argentina. Cientos han sido investigados por corrupción. Dos ex-ministros fueron apresados y continúan en la cárcel. Siete jerarcas del mas se refugiaron en la residencia de la Embajada de México en La Paz, donde quedaron varados por la falta de salvoconductos para salir del país.

Al mismo tiempo, la esfera pública fue casi completamente ganada por los voceros –genuinos y advenedizos– de la «revolución de las pititas», como llamó la prensa a las protestas que antecedieron al derrocamiento de Morales12. Incluso los intelectuales que habían estado vinculados y habían medrado con el gobierno anterior comenzaron a practicar tiro al blanco contra Morales, convertido en la «bolsa de golpear» de cualquiera que supiera hilvanar unas cuantas frases para producir un artículo de opinión. Los más importantes académicos de izquierda se cuidaron mucho de contrariar este clima de opinión e hicieron gestos de absolución del gobierno interino de Añez13. Este gobierno disfrutó desde el inicio de la hegemonía sobre los medios de comunicación14, que recién ahora comienza a tornarse menos intensa por el rápido desgaste del manejo del poder, pero que todavía resulta unánime si se invoca en contra del mas.

En este contexto, cualquiera habría pensado que el mas tenía los días contados, que su futuro sería convertirse en un grupo político secundario, exclusivamente rural, en fin… Sin embargo, a principios de año, pese a las condiciones adversas que hemos descrito, el mas apareció encabezando las primeras encuestas de intención de voto, incluso antes de tener candidatos. La sigla atraía una adhesión «dura», esto es, ideológica y sociológica, de alcances masivos. En enero, 21% del electorado estaba dispuesto a votar por ella sin que importara quiénes fueran sus figuras y cuáles fueran sus ofertas electorales15. En marzo, con sus candidatos ya elegidos, 33% de la población la apoyaba16.

Los trabajadores, los sectores plebeyos de la población, los indígenas y los cholos que no se habían «desclasado» seguían viendo en el mas –aunque este no había hecho ninguna autocrítica consistente de sus errores– la única fuerza capaz de representarlos y de defender el estatismo, el nacionalismo y el igualitarismo racial que la vuelta al poder de las elites tradicionales parecía haber puesto en riesgo. Pero, además, esta fuerza está asociada a una época de prosperidad y estabilidad política inusitadas. (Por esta razón, entre otras, no prosperó la iniciativa de los «pititas» más radicales de usar la acusación de fraude que pende sobre el mas para vetar su participación en las elecciones).Se trataba de un resultado contraintuitivo. Pese a todo lo ocurrido, el mas seguía estando en el centro de la escena política y las demás fuerzas se posicionaban respecto a él. Ni siquiera la derrota de alcances históricos que había sufrido en noviembre pasado lo había desplazado de este lugar «nuclear». Se trataba de un sorprendente ejemplo de resiliencia política, que sin duda expresaba, como hemos dicho, procesos de identificación clasista y, simultáneamente, racial.

La respuesta del mas después de su caída

El «evismo» (o admiración y lealtad –no siempre sanas– a Evo Morales), por un lado, y la posibilidad de obtener un triunfo electoral en las próximas elecciones, por el otro, son las dos fuerzas que han conservado la unidad del mas después del terrible remezón que significó para este partido su salida violenta del gobierno. Para quienes suponen que su caída se debió solo a la acción de una fuerza externa (la «conspiración del imperio para apropiarse del litio boliviano» o el «golpe policial y militar»), la unidad de los masistas puede parecer una premisa obvia, pero no es así porque, como hemos visto, el desmoronamiento del gobierno de Morales respondió a causas tanto internas como externas. Además, el mas nunca ha sido un partido ideológico, sino «sindicalista», y parte de su atractivo ha residido en su capacidad de posibilitar el ascenso social de los elementos más despiertos y ambiciosos de los sindicatos y las clases medias plebeyas. De modo que la expectativa de volver pronto al poder ha influido sobre su comportamiento unitario.

Morales también ha tenido una participación fundamental en ello, al constituirse en la referencia única de grupos que, sin él, probablemente buscarían competir entre sí para expresar a ese 33% o más del electorado que hoy se inclina a la izquierda. Este siempre ha sido el papel de Morales. Si el mas logró consumar uno de los más caros anhelos de los progresistas del siglo xx, la «unidad de la izquierda», no lo hizo sobre las bases previstas (hegemonía ideológica, frente defensivo, etc.), sino, a la boliviana, en torno de una figura tutelar17. Morales articula las tres alas principales de su partido, todas las cuales son «evistas». Logra que «se queden en el Instrumento Político» al mismo tiempo que evita el surgimiento de competidores peligrosos para su liderazgo carismático.

Las tres grandes facciones del mas, cada una de las cuales incluye a muchos grupos menores, son las siguientes:

a) El ala formada por las organizaciones obreras y campesinas del denominado «Pacto de Unidad». Esta está dirigida, por un lado, por David Choquehuanca, ex-canciller entre 2006 y 2018, actual candidato vicepresidencial y líder indígena altiplánico, y por el otro, por el joven Andrónico Rodríguez, dirigente efectivo de las federaciones sindicales cocaleras que siguen siendo presididas por Morales.

b) La formada por los numerosos grupúsculos de militantes que vienen de la izquierda tradicional; en esta ala predominan los dirigentes radicales y «nacional-estalinistas», aunque en ella también se ubica el más moderado candidato a la Presidencia, el ex-ministro de Economía y militante socialista Luis Arce.

c) La formada por los intelectuales neomarxistas, posmodernos, humanistas de izquierda y demócratas progresistas que se sumaron al mas en vísperas y después de su llegada al poder y que, dado su capital educativo, cumplieron un importante papel en la gestión gubernamental. Una parte minoritaria de estos elementos de clase media tiene vínculos con Choquehuanca, mientras que otra parte más amplia estuvo relacionada con García Linera (cuyo papel futuro es incierto).

El ala indígena y sindical leyó la salida de Morales del poder en una clave puramente racial. En parte, este sentimiento se ha volcado contra los propios militantes de clase media del mas, que han sido considerados oportunistas que se aprovecharon del «gobierno de los indios» para construir fama y fortuna. En el marco de esta crítica, resurgió la popularidad de Choquehuanca, quien había estado «en la congeladora» por un par de años, desde que Morales lo echara del Ministerio de Relaciones Exteriores por tomarse en serio la posibilidad que se le atribuía de sucederlo en la Presidencia, justo cuando el jefe de Estado buscaba el respaldo incondicional de su partido para su tercera reelección. De hecho, Choquehuanca cumplió un rol importante, como articulador de varias ong con base rural, al promover el salto del joven «hermano Evo» del sindicalismo campesino a la política nacional.

Cuando se fundó el mas, Choquehuanca era su principal operador en la zona aymara del país (el altiplano que abarca La Paz y Oruro), mientras que Morales, pese a su origen también aymara, dominaba los valles de Cochabamba, con predominio de población de origen quechua. Choquehuanca es un indianista cultural y, por tanto, moderado, pero tiende a acumular fuerza política de la oposición entre los indígenas y la clase media del mas. Dentro del gabinete, se enfrentó sordamente con García Linera. Con arreglo a su visión de tonalidades racistas sobre el balance de fuerzas dentro de su partido, acusó al entonces vicepresidente de ser culpable de todos los defectos del gobierno, inclusive de su propia salida del poder, en tanto que absolvió de ellos, por lo menos en público, a Morales.

Después de que perdieran la Cancillería, los choquehuanquistas fueron apartados del gobierno y Choquehuanca mismo fue enviado al «exilio dorado» en Venezuela como secretario ejecutivo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (alba). Luego del derrocamiento de Morales, el Pacto de Unidad los postuló a él y a Andrónico Rodríguez como candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia, respectivamente. El partido aprobó esta postulación, igual que la lista de candidatos decidida por el Pacto de Unidad, lo que mostró cuál de sus alas era la más fuerte. Sin embargo, Morales objetó la fórmula e impuso como candidato presidencial a una figura de clase media cercana a él, Luis Arce, y desplazó a Choquehuanca a la segunda posición. A diferencia de Choquehuanca, Arce no tiene base social propia, y en caso de triunfo dependería de Morales. De forma característica, el ex-canciller aceptó la decisión de Morales en público, pero fue reticente a ella en privado y la atribuyó a una intriga de García Linera. De cualquier forma, su acatamiento, haya sido hipócrita o no, impidió que se produjera un choque entre el Pacto de Unidad y el exilio en Buenos Aires que habría sido muy peligroso para el mas.

Sin embargo, las tensiones entre «trabajadores» y «profesionales», «fundadores» rurales e «invitados» urbanos, «nacionalistas» y «comunistas» siguen existiendo y seguramente se expresarán más abiertamente en el futuro, tanto si el mas gana como si pierde las elecciones. Una muestra muy elocuente de estas tensiones fue la denuncia del senador del mas Efraín Chambi en contra de

actores de extrema izquierda, comunista, como Raúl García Linera [hermano del ex-vicepresidente], que lamentablemente se ha estado dedicando en los últimos tiempos a incitar y utilizar a algunas personas en el país, lo que no representa al mas… Siempre en el mas ha habido extremistas de este tipo, comunistas. No todos, algunos del Partido Comunista son muy sabios, coherentes y responsables. Pero sabemos también que hay otros, como la persona que hice referencia, y lo denuncio sin miedo alguno, porque le hace mucho daño al Instrumento Político18.

Probando la flexibilidad y la porosidad del mas, Chambi no fue sancionado por relacionar en la prensa a uno de sus compañeros con la violencia callejera, en un contexto en el que la represión no era imaginaria.

Otra figura política surgida de las organizaciones sociales, la presidenta de la Asamblea Legislativa, Eva Copa, ha mantenido una línea de reivindicación racial y ha conducido a los parlamentarios masistas con cierta independencia respecto de Arce, por un lado, y del exilio, por el otro. No es forzado clasificarla entre los «choquehuanquistas». Poco después de la caída de noviembre, Copa llegó a ciertos acuerdos con el gobierno de Añez que no coordinó con sus compañeros en Bolivia y, en algunos casos, tampoco con los de Buenos Aires. También ha criticado públicamente a dirigentes de clase media, como la senadora Adriana Salvatierra, pese a que esta se hallaba en una difícil situación personal. Ninguna de estas conductas ha sido desautorizada por Morales. Este, como tantos otros caudillos, mantiene relaciones con todos los grupos e individuos a los que puede usar para concretar sus planes. La actitud de Evo –y, por otra parte, la falta de interés o de dedicación del gobierno para lograrla– ha impedido la deserción de la bancada del mas en la Asamblea Legislativa. Luego de que pasara el momento más álgido de la represión, en el que esta deserción parecía inminente, los parlamentarios recuperaron la iniciativa parlamentaria y comenzó lo que algunos observadores han visto como un contraataque del bloque nacional-popular19.

La tolerancia extrema e incluso el descuido ideológico del mas se deben a que este partido es profundamente electoralista. A la vez, estas características determinan que permanezca como tal: amorfo y pensando que la solución a todos sus problemas –o, mejor, que su único problema– reside en ganar los siguientes comicios. Como es lógico, esto le ha impedido debatir sistemáticamente las causas de su derrota política, aprender de sus errores, mejorar… Si Morales, muy a regañadientes, llegó a aceptar que se había equivocado al intentar reelegirse por tercera vez20, ahora, aprovechando la leve mejoría de su situación en Bolivia a causa de los problemas de gestión que enfrenta Añez, entre ellos los debidos a la crisis sanitaria, ha cambiado de idea. Acaba de decir, otra vez, que no erró al postularse una vez más21.

¿Puede el mas volver al poder? ¿Le convendría a mediano plazo?

¿Puede el mas volver al poder en septiembre? Técnicamente, sí. Le bastaría sacar más de 40% de los votos –lo que no es imposible, si pensamos que ya tiene entre 33% y 35%– y esperar que Mesa y Añez, corriendo por separado, no superaran excesivamente los sendos porcentajes de 20% con que cuentan ahora. El mayor obstáculo para esto residiría en que, en vísperas de las elecciones, el electorado «anti-mas» virase masivamente a favor de uno u otro de estos candidatos. Un viraje parecido ya ocurrió en las elecciones de octubre de 2019 y las encuestas lo hallan probable. En ese caso, se debería ir a un balotaje entre Arce y uno de estos retadores: Mesa o Añez. La polarización se intensificaría al máximo y probablemente ganaría, por poco, el candidato anti-mas, sea este cual fuere.

Ahora bien, si el mas llegase a ganar, ¿podría asumir el gobierno? En la historia boliviana existe un periodo con similitudes con el actual. Durante la segunda mitad de la década de 1940, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (mnr), que había cogobernado con militares nacionalistas entre 1943 y 1946, enfrentaba igualmente el aborrecimiento y odio de los sectores altos de la población. Tanto que Mamerto Urriolagoitia, el presidente saliente, no aceptó el triunfo de Paz Estenssoro en las elecciones de 1951 y, con tal de que este no gobernase, prefirió entregar el poder a una junta militar. Esta maniobra pasó a la historia como el «mamertazo».

¿Hay campo para un nuevo «mamertazo» en la historia boliviana? Hoy, por supuesto, la situación internacional es muy distinta. No obstante, fuerzas muy poderosas podrían resistir con todos los recursos a su alcance el retorno del «cáncer de Bolivia» –como llamó al mas un columnista22–. Entre ellas, una parte del Ejército23.

Si el argumento de Urriolagoitia para desconocer el triunfo del mnr fue que no se le podía entregar el poder a los «comunistas», ahora varios podrían señalar que no debe pasar a las manos de los «narcoterroristas»; o que debe impedirse el ascenso de un partido que trató de engañar al país con un fraude electoral, y que debió haber sido inhabilitado antes de las elecciones… Morales ha advertido sobre la posibilidad de este desenlace. «Puede pasar… es el Plan b», declaró a France 2424.

La parte más democrática de las elites bolivianas, sin embargo, vería la reedición de un «mamertazo» como la repetición de un error. Hay que recordar que, apenas unos meses después de la acción de Urriolagoitia, estallaba la Revolución Nacional y Paz Estenssoro volvía de su exilio argentino en olor de multitudes.Una pregunta aún más interesante –aunque ingenua– es si volver de inmediato al poder le conviene al mas. Pensemos que, en tal caso, no tendría tiempo ni espacio para revisarse a sí mismo, reponerse de sus heridas, establecer una relación más sana con su «presidente Evo», en fin, no podría evitar cometer los mismos errores y sufrir los mismos quebrantos que antes. Por otra parte, también es cierto que, siendo en este momento un partido acorralado por los servicios de seguridad del Estado, quedarse fuera del gobierno podría terminar diezmándolo y dividiéndolo. No cabe duda de que una cosa como la «ventaja de perder» no está en la mente de Morales, Arce y los conductores del mas, y mucho menos en la de los masistas metidos en juicios, prisiones o exilios.

¿Qué harían Arce y Choquehuanca si llegasen a gobernar? ¿Qué tendrían que enfrentar en el periodo 2020-2025? Algunos pronósticos: enfrentarían la resistencia –por lo menos inicial– de los organismos de seguridad del Estado; la implacable campaña en su contra de las elites económicas, sociales, universitarias y mediáticas; la movilización constante de ciertos sectores de clase media que no querrían retirarse a sus cuarteles de invierno luego de haber disfrutado de las mieles del poder; un Parlamento dividido; un mas agitado y erosionado por la batalla entre «revanchistas» y «conciliadores»; y, encima de todo, los coletazos de la pandemia y una de las peores crisis económicas de la historia del país.

En ese contexto, no cabe duda de que Arce tendría suerte si lograse detener el proceso de restauración que sus enemigos han comenzado y administrase el Estado desde la perspectiva de los de abajo. Asignarle cualquier otro objetivo resultaría poco realista… Y si fracasase en esto, probablemente comprometería aún más las posibilidades de montar un proyecto izquierdista de grandes alcances en el futuro.En todo caso, como testifican los anales y las epopeyas, los generales nunca han hecho caso de los agoreros cuando ya se habían decidido a partir a la batalla.

  • 1.Robert Brockmann: «El enemigo público No 1» en Brújula Digital, 18/6/2020.
  • 2.«Mesa: mi responsabilidad es ganarle al MAS en elecciones para evitar que siga gobernando el país»
    en ANF, 24/6/2020.
  • 3.«Samuel acusa a ‘Camacho, Mesa y el MAS’ de conformar un bloque contra el Gobierno» en Correo del Sur, 26/5/2020.
  • 4.Erika Segales: «Camacho, Mesa y Tuto pasan a la ‘ofensiva’ contra Añez» en Página Siete, 26/5/2020.
  • 5.Marcelo Tedesqui: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo» en El Deber, 20/6/2020.
  • 6.Por ejemplo, no se les permite comer en los mismos «casinos» donde lo hacen los oficiales. Ver Fernando Molina: «Patria o muerte. Venceremos. El orden castrense de Evo Morales» en Nueva Sociedad No 278, 11-12/2018, disponible en <www.nuso.org>.
  • 7.Esto es, un antiimperialismo estereotipado, proclive a fantásticas teorías de la conspiración, poco apegado a la democracia y con tendencia a organizar purgas internas.
  • 8.R. Zavaleta: Obras completas I, Plural, La Paz, p. 112.
  • 9.Katiuska Vásquez: «El 70% cree que Evo se fue por revuelta y 62%, que hay fraude» en Los Tiempos,
    23/12/2019.
  • 10.P. Stefanoni: «Las lecciones que nos deja Bolivia» en Nueva Sociedad, edición digital, 3/2020, disponible en <www.nuso.org>.
  • 11.P. Stefanoni: «Bolivia: anatomía de un derrocamiento» en El País, 21/1/2020.
  • 12.En alusión a las pitas o cuerdas delgadas utilizadas para bloquear las calles para eludir la necesidad de movilizar a muchos manifestantes, una costumbre de las clases medias bolivianas que fue ridiculizada por Morales en uno de sus últimos discursos como presidente del país.
  • 13.Por ejemplo, v. Luis Tapia: «Crisis política en Bolivia: la coyuntura de disolución de la dominación masista. Fraude y resistencia democrática» en CIDES-UMSA, 19/11/2019.
  • 14.F. Molina: «Hegemonía instantánea: la prensa en la crisis boliviana» en Contrahegemonía.web, 3/12/2019
  • 15.Paula Lazarte: «Ciesmori perfila al candidato del MAS como ganador en encuesta» en Página Siete, 2/1/2020.
  • 16.«Arce aumenta ventaja y Mesa afianza el segundo lugar, según encuesta de Ciesmori» en Página Siete, 15/3/2020.
  • 17.Fernando Mayorga: Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales, Fundación Friedrich Ebert, La Paz, 2019.
  • 18.M. Tedesqui: «Desde el mas apuntan a Raúl García Linera por violencia del jueves y Murillo les dice ‘dos caras’» en El Deber, 6/5/2020.
  • 19.F. Mayorga: «‘Elecciones ya’: ¿el mas recupera la iniciativa?» en Nueva Sociedad, edición digital, 6/2020, <www.nuso.org>.
  • 20.«Evo Morales: ‘Fue un error volver a presentarme’» en DW, 17/1/2020.
  • 21.Boris Miranda: «Evo Morales en entrevista con bbc Mundo: ‘Nosotros vamos a recuperar el gobierno’» en BBC Mundo, 24/6/2020.
  • 22.Francesco Zaratti: «El cáncer de Bolivia» en Página Siete, 16/11/2019.
  • 23.Ver Isabel Mercado: «El plan del mas es ‘sacar esta ley, maniatarnos y crear milicias’», entrevista al ministro de Defensa Fernando López en Página Siete, 29/6/2020.
  • 24.Natalio Cosoy: «Evo Morales cree que puede haber un ‘golpe’ si el mas gana las elecciones en Bolivia» en France 24, 17/3/2020.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/donde-conducira-la-crisis-boliviana/

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Entrevista a Samir Amin. La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital

Entrevista a Samir Amin
«La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital «

 

Por: Raffaele Morgantini
Investig’Action
Los análisis sobre la crisis que agita -de manera estructural- el actual sistema capitalista llegan a ser de una esterilidad patética. Mentiras de los medios, políticas económicas antipopulares, olas de privatización, guerras económicas y “humanitarias”, flujos migratorios. El cóctel es explosivo, la desinformación es total. Las clases dominantes se frotan las manos frente a una situación que les permite mantener y reafirmar su predominio. Intentemos entender algo. ¿Por qué la crisis? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son ahora y cuales deberían ser las respuestas de los pueblos, de las organizaciones y de los movimientos preocupados por un mundo de paz y justicia social? Entrevista con Samir Amin, economista y pensador egipcio sobre las relaciones de dominación (neo)-coloniales, presidente del Foro Mundial de Alternativas.

-Raffaele Morgantini (Investig’Action): Durante varias décadas, sus escritos y sus análisis nos dan elementos de análisis para descifrar el sistema capitalista, las relaciones de dominación Norte-Sur y las respuestas de los movimientos de resistencia de los países del Sur. Hoy hemos entrado en una nueva fase de la crisis sistémica capitalista. ¿Cuál es la naturaleza de esta nueva crisis?

-Samir Amin: La crisis actual no es una crisis financiera del capitalismo, sino una crisis del sistema. Esto no es una crisis en “U”. En las crisis capitalistas ordinarias (las crisis en “U”) las mismas lógicas que llevan a la crisis, después de un período de reestructuraciones parciales, permiten la recuperación. Estas son las crisis normales del capitalismo. Por contra, la crisis actual desde los años 1970 es una crisis en “L”: la lógica que llevó a la crisis no permite la recuperación. Esto nos invita a hacer la siguiente pregunta (que es también el título de uno de mis libros) ¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?

Una crisis en “L” indica el agotamiento histórico del sistema. Lo que no significa que el régimen vaya a morir lenta y silenciosamente de muerte natural. Al contrario, el capitalismo senil se vuelve malo, y trata de sobrevivir redoblando la violencia. Para los pueblos la crisis sistémica del capitalismo es insostenible, ya que implica la creciente desigualdad en la distribución de los beneficios y de las riquezas dentro de las sociedades, que se acompaña de un profundo estancamiento, por un lado, y la profundización de la polarización global por el otro. A pesar de que la defensa de crecimiento económico no es nuestro objetivo, hay que saber que la supervivencia del capitalismo es imposible sin crecimiento. Las desigualdades con estancamiento, se convierten en insoportables. La desigualdad es soportable cuando hay crecimiento y todo el mundo se beneficia, incluso si ello es de forma desigual. Como en los gloriosos años 30. Entonces hay desigualdad pero sin pauperización. Por contra, la desigualdad en el estancamiento se acompaña necesariamente de empobrecimiento, y se convierte en socialmente inaceptable. ¿Por qué hemos llegado aquí? Mi tesis es que hemos entrado en una nueva etapa del capitalismo monopolista, que yo califico la de los “monopolios generalizados”, caracterizada por la reducción de todas las actividades económicas al status de facto de la subcontratación en beneficio exclusivo de las rentas de los monopolios.

-¿Cómo evalúa vd. las respuestas actuales a la crisis por parte de los países y de los diferentes movimientos?

-Ante todo, me gustaría recordar que todos los discursos de los economistas convencionales y las propuestas que avanzan para salir de la crisis, no tienen ningún valor científico. El sistema no saldrá de esta crisis. Vivirá, o tratará de sobrevivir, a costa de destrucciones crecientes en una crisis permanente. Las respuestas a esta crisis son hasta el momento, lo menos que se puede decir, limitadas, poco fiables e ineficaces en los países del Norte.

Pero hay respuestas más o menos positivas en el Sur que se expresan por lo que se llama “la emergencia”. La pregunta que surge entonces es: ¿emergencia de qué? Emergencia de nuevos mercados en este sistema en crisis controlado por los monopolios de la tríada (de los imperialismos tradicionales, de la tríada Estados Unidos, Europa Occidental y Japón) o de las sociedades emergentes? El único caso de emergencia positiva en esta dirección es el de China que intenta asociar su proyecto de emergencia nacional y social para su posterior integración en la globalización, sin renunciar a ejercer el control sobre las condiciones de esta última . Esta es la razón por la que China es probablemente el mayor oponente potencial a la tríada imperialista. Pero también están los semi-emergentes, es decir, aquellos a los que les gustaría serlo, pero que no lo son realmente, como la India o Brasil (incluso en el tiempo de Lula y Dilma). Países que no han cambiado nada en las estructuras de su integración en el sistema mundial, permanecen reducidos a la condición de exportadores de materias primas y productos de la agricultura capitalista .Son “emergentes” en el sentido de que registran en ocasiones tasas de crecimiento no demasiado malas acompañadas por un crecimiento más rápido de las clases medias. Aquí la emergencia es la de los mercados, no de las sociedades. Luego están los otros países del Sur, los más vulnerables, notablemente los países africanos, árabes, musulmanes, y aquí y allá otros en América Latina y en Asia. Un Sur sometido a un doble saqueo: el de sus recursos naturales para el beneficio de los monopolios de la Tríada y los ataques financieros para robar los ahorros nacionales. El caso argentino es emblemático en este sentido. Las respuestas de estos países son a menudo por desgracia “pre-modernas” y no “post-modernas”, como se las presenta: retorno imaginario al pasado, propuesto por islamistas o cofradías cristianas evangélicas en África y en América Latina. O aún respuestas pseudo-étnicas que hacen hincapié en la autenticidad étnica de pseudo-comunidades. Respuestas que son manipulables y a menudo eficazmente manipuladas, aunque dispongan de bases sociales locales reales (no son los Estados Unidos quienes inventaron el Islam o las etnias). Sin embargo, el problema es grave, por que estos movimientos tienen grandes recursos (financieros, mediáticos, políticos, etc.) puestos a su disposición por las potencias capitalistas dominantes y sus amigos locales.

-¿Qué respuestas se podrían imaginar, por parte de los movimientos de la izquierda radical a los retos planteados por este capitalismo peligrosamente moribundo?

-Una de las tentaciones, que voy a descartar de inmediato, es que frente a una crisis del capitalismo global, la respuesta buscada también debe ser global. Tentación muy peligrosa porque inspira estrategias condenadas al fracaso seguro: “la revolución mundial”, o la transformación del sistema global desde arriba, por decisión colectiva de todos los Estados. Los cambios en la historia nunca se han hecho de esa manera. Han partido siempre de aquellas naciones que son eslabones débiles en el sistema global; de progresos desiguales de un país a otro, de un momento al otro. La deconstrucción se impone antes de la reconstrucción. Esto vale para Europa por ejemplo: deconstrucción del sistema europeo si se quiere reconstruir otro posteriormente, sobre otras bases. Debemos abandonar la ilusión de la posibilidad de “reformas” llevadas a cabo con éxito dentro de un modelo que ha sido construido en hormigón armado para no poder ser otra cosa que lo que es. Lo mismo para la globalización neoliberal. La deconstrucción, llamada desconexión aquí, ciertamente no es un remedio mágico y absoluto, que implicaría la autarquía y la migración fuera del planeta. La desconexión llama a la inversión de los términos de la ecuación; en lugar de aceptar ajustarse unilateralmente a las exigencias de la globalización, se intenta obligar a la globalización a adaptarse a las exigencias del desarrollo local. Pero atención, en este sentido, la desconexión no es jamás perfecta. El éxito será glorioso si se realizan sólo algunas de nuestras principales demandas. Y esto plantea una cuestión fundamental: la de la soberanía. Este es un concepto fundamental que debemos recuperar.

-¿De qué soberanía está hablando? ¿Cree vd. en la posibilidad de construir una soberanía popular y progresista, en oposición a la soberanía tal como fue concebida por las elites capitalistas y nacionalistas?

-¿La soberanía de quién? Esa es la pregunta. Hemos sido acostumbrados a través de la historia a conocer lo que se ha denominado como la soberanía nacional, la implementada por la burguesía de los países capitalistas, por las clases dominantes para legitimar su explotación, en primer lugar sobre sus propios trabajadores, pero también para fortalecer su posición en la competición con los otros nacionalismos imperialistas. Es el nacionalismo burgués. Los países de la tríada imperialista nunca han conocido hasta el momento más nacionalismo que ese. Por contra, en las periferias hemos conocido otros nacionalismos, procedentes del deseo de afirmar una soberanía antiimperialista, trabajando contra la lógica de la globalización imperialista del momento.

La confusión entre estos dos conceptos de “nacionalismo” es muy fuerte en Europa. ¿Por qué? Pues bien, por razones históricas obvias. Los nacionalismos imperialistas han estado en el origen de dos guerras mundiales, fuente de estragos sin precedentes. Se entiende que estos nacionalismos sean percibidos como nauseabundos. Después de la guerra, la construcción europea ha dejado creer que ayudaría a superar este tipo de rivalidades, para el establecimiento de un poder supranacional europeo, democrático y progresista. Los pueblos han creído en eso, lo que explica la popularidad del proyecto europeo, que sigue en pie a pesar de sus estragos. Como en Grecia, por ejemplo, donde los votantes se han pronunciado contra la austeridad pero al mismo tiempo han conservado su ilusión por otra Europa posible.

Hablamos de otra soberanía. Una soberanía popular, en oposición a la soberanía nacionalista burguesa de las clases dominantes. Una soberanía concebida como un vehículo de liberación, haciendo retroceder la globalización imperialista contemporánea. Un nacionalismo antiimperialista, por tanto, que nada tiene que ver con el discurso demagógico de un nacionalismo local que aceptaría inscribir las perspectivas del país implicado en la globalización local, que considera al vecino más débil como su enemigo.

-¿Cómo se construye pues un proyecto de soberanía popular?

-Este debate lo hemos llevado a cabo varias veces. Un debate difícil y complejo teniendo en cuenta la variedad de situaciones concretas. Con, creo, buenos resultados, especialmente en nuestras discusiones organizadas en China, Rusia, América Latina (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil). Otros debates han sido aún más difíciles, especialmente los organizados en los países más frágiles.

La soberanía popular no es fácil de imaginar, porque está atravesada por contradicciones. La soberanía popular se da el objetivo de transferir un máximo de poderes reales a las clases populares. Estos pueden ser tomados en los niveles locales, pudiendo entrar en conflicto con la necesidad de una estrategia a nivel del Estado. ¿Por qué hablar del estado? Por que nos guste o no, se continuará viviendo bastante tiempo con los Estados. Y el Estado sigue siendo el principal lugar de decisión que pesa. Aquí está el fondo del debate. En un extremo del abanico del debate, tenemos a los libertarios que dicen que el Estado es el enemigo con el que se debe luchar a toda costa, y que se debe actuar fuera de su esfera influencia; en el otro extremo tenemos las experiencias nacionales populares, especialmente las de la primera ola del despertar de los países del Sur, con los nacionalismos antiimperialistas de Nasser, Lumumba, Modibo, etc. Estos líderes han ejercido una tutela verdadera sobre sus pueblos, y pensado que el cambio sólo podía venir desde arriba. Estas dos corrientes han de dialogar, comprenderse para construir las estrategias populares que permitan auténticos avances.

¿Qué se puede aprender de aquellos que han podido ir más lejos, como en China o América Latina? ¿Cuáles son los márgenes que estas experiencias han sabido aprovechar? ¿Cuáles son las fuerzas sociales que son o podrían ser favorables a estas estrategias? ¿Por qué medios políticos podemos esperar movilizar sus capacidades? Estas son las preguntas fundamentales que nosotros, los movimientos sociales, los movimientos de la izquierda radical, militantes antiimperialistas y anticapitalistas, debemos preguntarnos a nosotros mismos y a las que hay que responder, con el fin de construir nuestra propia soberanía, popular, progresista e internacionalista .

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217929

Imagen: http://www.ayudaeficaz.es/el-modelo-economico-breve-introduccion-al-pensamiento-critico/

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México polarizado: marcha de la derecha y movilización a dos años de Ayotzinapa

América del Norte / México / 02 de octubre de 2016 / Por: Pablo Oprinari Ciudad de México / @POprinari

En los últimos días, dos movilizaciones, de signo opuesto, recorrieron las calles de la Ciudad de México. El trasfondo: el debilitamiento y la pérdida de legitimidad del gobierno de Peña Nieto.

El sábado, decenas de miles de personas congregadas por el Frente Nacional por la Familia y la Unión Nacional Cristiana por la Familia se manifestaron en “defensa de la familia” y contra el derecho al matrimonio igualitario. Después de realizar hace algunas semanas manifestaciones en decenas de ciudades de todo el país, ahora redoblaron la apuesta. El escenario elegido no podía ser más emblemático: la Ciudad de México, territorio en el que distintas demandas del movimiento de mujeres y la comunidad sexodiversa fueron conquistadas.

En la movilización, alentada por la jerarquía de la Iglesia Católica y otras iglesias cristianas, se hizo evidente el carácter absolutamente reaccionario de las demandas sustentadas por los organizadores –entre quienes destacan junto a renombrados políticos y ex funcionarios pertenecientes a los partidos Acción Nacional y Encuentro Social–, y se plegaron a la misma grupos neonazis.

Al día siguiente, después de lo que sus organizadores consideraron un “éxito”, la jerarquía eclesiástica volvió a la carga a través de su principal líder. Norberto Rivera, cardenal primado de México, justificó una vez más su oposición al matrimonio igualitario, en las páginas de Desde la Fe, semanario oficial del Arzobispado:“Un niño tiene más posibilidades de sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”.


Crisis del gobierno y polarización

El redoblado impulso dado por la Iglesia y las organizaciones derechistas a este movimiento reaccionario contra una demanda democrática fundamental –el derecho al matrimonio igualitario, como es el derecho al aborto–, tiene como trasfondo el debilitamiento del gobierno, que buscan aprovechar para imponer su “agenda”. De hecho, el proyecto de matrimonio igualitario –cuyo impulso por parte de Peña fue un intento de aparecer como “democrático”– fue congelado en el Congreso por la bancada oficialista.

Peña Nieto arrastra una fuerte caída en su popularidad y atravesó recientemente una importante crisis política, que llevó a la renuncia del “supersecretario” Luis Videgaray. En un contexto de complicaciones económicas más que evidentes y de descrédito gubernamental, desde la jerarquía católica hasta los empresarios, salieron a criticar algunas de sus medidas y a ejercer presión sobre EPN. Desde ya que esto no implica diferencias en torno al proyecto estratégico contra los trabajadores y el pueblo, pero sí indica un debilitamiento de la capacidad gubernamental para alinear incondicionalmente a sectores muy importantes que venían apoyando a su administración.

Mientras los empresarios saludaron con beneplácito la salida de Videgaray, la Iglesia mostró previamente su distanciamiento con el partido de gobierno en las pasadas elecciones, cuando muchos sacerdotes impulsaron abiertamente el voto por Acción Nacional.

La movilización del pasado domingo –que encontró como respuesta acciones protagonizadas por organizaciones de la comunidad sexodiversa– indican también una polarización social y política que recorre a la sociedad mexicana. La movilización a favor “de la familia como en Nazaret” es una clara expresión por derecha de esto; y es también una respuesta al descontento creciente y la lucha por los derechos democráticos y laborales que han protagonizado en los últimos años importantes sectores de los trabajadores y la juventud, desde el #YoSoy132 y las movilizaciones por Ayotzinapa a la lucha magisterial. Aunque referenciada hoy en el repudio a la comunidad sexodiversa y los derechos de las mujeres, se entrelaza con los reclamos del empresariado de “aplicar mano dura” contra los maestros. Y a no dudar: representa una potencial base social de cualquier ataque, del gobierno y las instituciones, contra los trabajadores y el pueblo, y contra las libertades democráticas.

Ayotzinapa: la otra marcha

Apenas dos días después de la movilización de la derecha, decenas de miles marcharon del Angel de la Independencia al Zócalo. En las consignas y en los cánticos, “Fue el Estado”, “Ayotzinapa vive”.

Miles acompañando desde las banquetas y en ríos humanos por las laterales de Paseo de la Reforma, mostrando que el coraje sigue más vivo que nunca y que los familiares de los 43 desaparecidos y los tres asesinados, no están solos. Numerosos contingentes estudiantiles, así como de sindicatos como el de los trabajadores de la UNAM, y organizaciones sociales, hicieron de ésta una poderosa y masiva demostración política.

Lo nutrido de la movilización y las muestras de apoyo popular recibidas son también una muestra de la polarización social y política a la que nos referimos arriba, alimentada por el creciente descrédito de gobierno.

No hay que olvidar que apenas 11 días atrás, el 15 de septiembre, decenas de miles se congregaron también para reclamar “fuera Peña”. La caída en la popularidad de EPN, y el descontento existente con su administración, puede alimentar el reverdecer de la protesta social.

Esa posibilidad plantea la necesidad de la unificación y la coordinación de los trabajadores que vienen resistiendo las reformas estructurales –como los maestros– y luchando por sus conquistas laborales, los sectores populares y juveniles que salieron a las calles el 15 y 26 de septiembre, así como quienes se manifiestan por los derechos de las mujeres y la comunidad sexodiversa. Un Encuentro Nacional de organizaciones obreras y populares sería un gran paso adelante para concretar esta perspectiva, y resolver un plan de acción unitario.

Como dijimos en La Izquierda Diario y desde el Movimiento de los Trabajadores Socialistas, frente a los planes del gobierno y a los ataques reaccionarios de la derecha, es fundamental que los trabajadores, junto a los explotados y oprimidos del campo y la ciudad, den una salida favorable a nuestros intereses, que son contrapuestos a los de los empresarios y sus representantes políticos.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Mexico-polarizado-marcha-de-la-derecha-y-movilizacion-a-dos-anos-de-Ayotzinapa?id_rubrique=5442

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