Educación sexual e interculturalidad: una deuda pendiente de Santelices y de la política educacional en Chile

Por: Ricardo Bravo Lepe. 

La educación sexual forma parte de una educación de calidad; si queremos avanzar en una sociedad respetuosa de los derechos humanos, equitativa y con mejores niveles de calidad de vida, necesitamos desarrollar políticas públicas integrales, sin “culpabilizar” a las personas por la carencia de una política pública que aborde una cuestión tan central como la sexualidad y la afectividad. Es decir, individualizar las “culpas” es no hacerse cargo de las falencias estructurales de nuestros actuales sistemas de salud y educación.

El pasado 14 de febrero, el actual ministro de Salud, Emilio Santelices, anunció la situación de los casos de VIH-Sida en nuestro país. Según cifras del Instituto de Salud Pública (ISP), entre enero y diciembre de 2018 se registraron 6.948 nuevos casos de VIH-Sida, lo que evidencia un aumento de 1.132 casos en comparación con los registros del 2017.

Estos son los “datos duros”, que tanto se requieren para diagnosticar cuestiones socialmente relevantes. El problema es cómo se presenta dicha información, pues el titular de la cartera de salud señaló: “Cuando uno desagrega esta cifra, puede encontrar que la mayor parte de estos pacientes, son pacientes extranjeros. Es decir, los que se incrementaron este año son, en mayor parte, pacientes que vinieron con VIH. Sobre eso, lo que a nosotros nos corresponde como Minsal es focalizar nuestra estrategia, generar nuevas estrategias complementarias para ir a identificar esas poblaciones”. Además, en una entrevista radial, agregó que uno de los elementos para explicar el aumento de VIH en el país es que “cuando aparece la píldora del día después ya no usan condón para evitar el embarazo. Entonces, todos estos elementos contribuyeron, y esto por mucho tiempo se fue invisibilizando y hoy en día tenemos estos resultados”.

Las palabras del ministro Santelices son preocupantes para todas aquellas personas que trabajamos directa o indirectamente en el sistema educativo, pues de manera irresponsable e insidiosa tratan de reforzar algunas ideas prejuiciosas y estigmatizadoras respecto de dos grupos de especial protección: migrantes y mujeres. Este discurso se condice, además, con una política antiinmigrante y discriminatoria del actual Gobierno, que se suma a la estrategia de presentación de cifras, muy propia de la actual administración, que solo desvía el foco del problema, el que se deriva de responsabilidades ministeriales. Los dichos y explicaciones del ministro se centraron en culpar a la población migrante, en vez de plantear propuestas que apuntasen al diseño de estrategias que aborden una educación sexual más efectiva desde la promoción, como así también preventiva. La forma en que el ministro de Salud presenta las cifras es una manifestación más de esta política migratoria del actual Gobierno.

Las palabras del ministro Santelices son preocupantes para todas aquellas personas que trabajamos directa o indirectamente en el sistema educativo, pues de manera irresponsable e insidiosa tratan de reforzar algunas ideas prejuiciosas y estigmatizadoras respecto de dos grupos de especial protección: migrantes y mujeres. Este discurso se condice, además, con una política antiinmigrante y discriminatoria del actual Gobierno, que se suma a la estrategia de presentación de cifras, muy propia de la actual administración, que solo desvía el foco del problema, el que se deriva de responsabilidades ministeriales. Los dichos y explicaciones del ministro se centraron en culpar a la población migrante, en vez de plantear propuestas que apuntasen al diseño de estrategias que aborden una educación sexual más efectiva desde la promoción, como así también preventiva. La forma en que el ministro de Salud presenta las cifras es una manifestación más de esta política migratoria del actual Gobierno.

Por un lado, refuerza una idea que se ha instalado en una parte de la población en Chile: que la migración es perjudicial para nuestro país, pues las personas migrantes “traen enfermedades” y “se aprovechan” de nuestro sistema social de salud. Este argumento, por lo demás, ha sido muy utilizado en diferentes momentos y espacios contra la población migrante, demostrando con esa ubicuidad lo artificiosa que es la afirmación. Sin ir muy lejos, ni en tiempo ni en kilómetros, se culpó a los migrantes bolivianos de transportar el dengue por la frontera, en la Argentina del menemismo, y actualmente se suscita un debate emparentado en el país vecino, acerca del supuesto aprovechamiento del sistema de salud por parte del mismo grupo de migrantes, lo que por otra parte muestra un creciente discurso xenófobo a escala regional, que se vale de este argumento sanitario, entre otros. Incluso sin salir de nuestro país, antes se culpó a los migrantes de aumentar la cifra de tuberculosis, o de reactivar la lepra. En definitiva, transformar al migrante en portador de pestes es una estrategia tan vieja y usada como dudosa.

Por otro lado, de manera implícita, las palabras del ministro nos sugieren que las mujeres se han preocupado de prevenir los embarazos, pero no las enfermedades de transmisión sexual. De este modo, la responsabilidad del aumento de las cifras de VIH sería principalmente de ellas.

El ministro de Salud, con sus dichos, refuerza un discurso xenófobo y sexista, pero además desconoce la realidad de las políticas públicas, tanto en el ámbito de su cartera como en el de educación.

En Chile, las campañas públicas de prevención de enfermedades de transmisión sexual que el MINSAL ha desarrollado han sido poco exitosas, entre otras razones, por su fuerte tinte moral y por no vincularse con las reales prácticas sexuales de la población, careciendo de una campaña dirigida específicamente al mundo juvenil, que es un grupo en el que se han incrementado los casos de VIH-Sida.

Desde el campo de la educación, los Objetivos de Aprendizaje Transversales de las Bases Curriculares establecen metas de carácter comprensivo y general para la educación escolar, referidas al desarrollo personal, intelectual, moral y social de las y los estudiantes. Así, en la dimensión afectiva, se plantea “comprender y apreciar la importancia que tienen las dimensiones afectiva, espiritual, ética y social para un sano desarrollo sexual”. Sin embargo, según el análisis de la inclusión de la educación en derechos humanos en el currículum escolar, que realizó el Instituto Nacional de Derechos Humanos en Chile el 2015, solo hay una incorporación directa de temas de sexualidad en dos objetivos de aprendizaje de la asignatura de Ciencias Naturales, en séptimo básico y en segundo medio. Asimismo, no se reconocen los derechos de las personas migrantes en ningún objetivo de aprendizaje explícito, y tampoco hay alusiones a la promoción de la igualdad entre  hombres y mujeres, o la corresponsabilidad doméstica y de crianza.

En consecuencia, una educación sexual con enfoque de derechos humanos e intercultural debiera referirse a derechos sexuales y reproductivos, métodos anticonceptivos seguros y planificación familiar, riesgos de embarazo precoz, prevención y tratamiento del SIDA y de las ETS, diferencias culturales en las formas de concebir y experimentar la sexualidad, entre otros temas. Dichas temáticas se deben abordar de manera integral, sin estigmatizar a ningún grupo de personas y promoviendo una cultura respetuosa de la dignidad de todas ellas. Es por ello que las palabras del ministro Santelices resultan de tal gravedad, pues de manera simplista y unicausal argumentó que las cifras del VIH se debían a la llegada de personas migrantes y a las mujeres que no se cuidan.

La educación sexual forma parte de una educación de calidad; si queremos avanzar en una sociedad respetuosa de los derechos humanos, equitativa y con mejores niveles de calidad de vida, necesitamos desarrollar políticas públicas integrales, sin “culpabilizar” a las personas por la carencia de una política pública que aborde una cuestión tan central como la sexualidad y la afectividad. Es decir, individualizar las “culpas” es no hacerse cargo de las falencias estructurales de nuestros actuales sistemas de salud y educación.

Ser un país intercultural, es decir, una sociedad que respete, valore e incorpore realmente la diversidad, es un esfuerzo que se debe impulsar desde diversos sectores de la sociedad, pero el rol de Estado es crucial, por su obligación de desarrollar políticas respetuosas de los derechos humanos, promover un trato igualitario, sin discriminar ni estigmatizar a ninguna persona por su nacionalidad, origen étnico, género, sexo, edad, o cualquier otra condición.

Fuente de la entrevista: https://www.elmostrador.cl/destacado/2019/02/28/educacion-sexual-e-interculturalidad-una-deuda-pendiente-de-santelices-y-de-la-politica-educacional-en-chile/

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Escuelas de élite y propuesta de “Ley Machuca”.

Por: Tomas Ilabaca.

Pocos días después del triunfo electoral en segunda vuelta de Chile Vamos, el recién electo senador de Evópoli, Felipe Kast, señaló que el futuro gobierno debería impulsar una política educacional que busque democratizar las escuelas de élite por medio de que ellas acepten alumnos provenientes de sectores vulnerables, lo que al mismo tiempo significaría entregar una “educación de mejor calidad” para ellos.

Kast la denominó “ley Machuca” en alusión a la película chilena sobre como un colegio durante la Unidad Popular aceptó alumnos provenientes de clases bajas.

La propuesta de Felipe Kast por un lado devela una buena voluntad por democratizar estos colegios de élite, algo que es absolutamente necesario. Estas escuelas congregan un alumnado proveniente de un nicho selecto (élite socioeconómica) lo que da cuenta de una alta homogeneidad en su origen.

A su vez, si bien estas escuelas poseen una relativa diversidad de proyectos (dentro de ellas hay algunas destinadas a una élite católica conservadora, católica progresista o de tintes más laicos) al interior son absolutamente homogéneas también en estos aspectos.

A nivel curricular, la poca evidencia que existe de ellos da cuenta que la enseñanza se encuentra orientada hacia la formación de una élite empresarial, política y en menor medida intelectual (la gran mayoría de los egresados estudian derecho, ingeniería o economía), y en general con una tendencia ideológica (pertenecientes a los sectores de derecha).

Por otra parte, la propuesta de Kast implicaría el deseo que los alumnos que accederían a dichas escuelas pudiesen tener una educación de mejor calidad, dado que estos colegios se encuentran en la vanguardia en resultados académicos medidos en test estandarizados. Qué duda cabe con los últimos resultados PSU, los cuales son sólo un ejemplo.

El problema de Kast, quien egresó de una de estos colegios, es que su propuesta podría terminar siendo menos inclusiva o democratizante de lo que él podría esperar mientras que también podría significar otro golpe de gracia a la alicaída educación pública chilena. A su vez, devela un profundo sesgo de clase que posee el parlamentario. Vamos por parte.

En primer lugar, si se fomenta el ingreso de alumnos provenientes de diferentes clases sociales, culturas o, por qué no, credos, sin una regulación de la educación que estas escuelas realizan, el resultado sería una colonización de una cultura sobre otra (“educar al bárbaro”), donde el resultado sería seguir observando que los alumnos que salen de dichas escuelas piensan igual, tienen los mismos intereses, las mismas creencias, etc.

Esto ha ocurrido en otros espacios de la élite: una parte menor de la élite empresarial proviene de sectores de clase media, lo que podría significar tener una visión política, ideológica, cultural, diferente a la que caracteriza al empresariado, pero lo que se observa a nivel general es lo contrario, asumen las practicas, discursos e ideología hegemónica dentro de la élite empresarial. Lo mismo puede suceder en estas escuelas, por lo que, para poder realizar un cambio realmente inclusivo y democrático sería necesario establecer diversas regulaciones en estas escuelas.

Un segundo elemento a considerar sería que ocurriese una “huída” de las clases altas de estas escuelas. No es una locura pensar eso ya que ha sucedido en la historia de Chile.

Antiguamente la élite dirigencial del país se educaba en liceos públicos (el Instituto nacional es el mayor ejemplo), pero a medida que las clases medias fueron inscribiendo a sus hijos en estos, la clase alta fue creando y emigrando a escuelas privadas católicas.

La lógica podría ser similar en el tiempo, lo que implicaría un fracaso en hacer en dichas escuelas espacios de mayor mixtura social. Digo podría dado que no necesariamente ocurrirá este fenómeno, pero revisando la historia de Chile, y la constante clausura social de la élite socioeconómica chilena lleva a pensar que podría suceder algo parecido.

No nos olvidemos que en la misma película Machuca, el padre de la familia de clase alta (que se declara socialista) quería huir de Chile dado que “le gustaba el socialismo siempre y cuando no le afectara a él”.

Por último, esta propuesta aparece como completamente contradictoria para un senador que constantemente ha señalado que busca mejorar la educación pública (dentro de sus críticas a la Ley de Inclusión aparece la de que esta no ayudaba a que las familias optaran por la educación pública), dado que consolida el imaginario de que la educación particular es mejor que la pública (aseveración que no es del todo real), por lo tanto fomentaría el deseo de inscribir a los alumnos en escuelas privadas y no públicas.

¿Por qué no pensar en una política que fomente el interés de las familias por poner a sus hijos en la escuela pública?, o al menos, ¿por qué no pensar en políticas que fomenten que las familias de sectores altos pongan a sus hijos en escuelas públicas?

Las escuelas de élite, o de modo general, las escuelas particulares pagadas, se han consolidado como un “nicho intocable” (Madrid 2016) el cual ha servido tanto para la reproducción de una clase social como también de la producción de la misma.

En ese sentido, Kast tiene razón en que existe la necesidad de democratizar y regular dicho sector. Ahora bien, la búsqueda por regular y democratizar la educación privada debe hacerse pensando en todos los aspectos y dinámicas que se desencadenan, y con el claro objetivo de hacer menos desigual el sistema educativo en su conjunto.

Proponer políticas basadas en entusiasmos producto de una victoria electoral y en un marcado sesgo de clase podrían tener causas negativas y que fomenten aún más aspectos de discriminación, desigualdad y segregación que ya son altos en el sistema educativo chileno.

Fuente: http://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/escuelas-de-elite-y-propuesta-de-ley-machuca/2017-12-28/101713.html

Imagen: http://www.viveusa.mx/sites/default/files/styles/interior_nodo/public/field/image/eliteschool.jpg?itok=fxuzN0Bc

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Nueva ecología del aprendizaje

Por: José Joaquín Brunner

Entendida en sus tres dimensiones de lo formal, informal y no-formal, la educación es sin duda un universo más grande y complejo que el de las escuelas. Esto genera una serie de preguntas para el futuro de las políticas educacionales.

Habitualmente imaginamos la educación como resultado de lo que hacen los colegios. Consistiría en estudiantes y docentes, un currículo oficial, una jornada escolar completa, exámenes, certificados que dan cuenta de los ciclos cursados y los resultados del Simce o PISA. Incluso, medimos el nivel educacional de la población por el promedio de los años de escolarización.

Pero esta es solo la parte formal de la educación. Aquella que Coombs caracterizó a inicios de los años 1970 por su naturaleza sistemática, jerarquizada, estructurada, cronológicamente graduada, que va desde la escuela primaria hasta la universidad o la formación técnica. Parte importante, sin duda. Mas la porción obligatoria de ella -digamos del Kindergarten al grado 12- apenas ocupa un 15% de la vida de las per0sonas.

Al lado existe una vasto territorio de educación informal, que el mismo autor define como el “proceso a lo largo de toda la vida a través del cual cada individuo adquiere actitudes, valores, destrezas y conocimientos de la experiencia diaria y de las influencias y recursos educativos de su entorno; de la familia y vecinos, del trabajo y el juego, en el mercado, la biblioteca y en los medios de comunicación”.

Además, la literatura identifica una tercera franja: la educación no-formal. Corresponde -según el mismo Coombs-a cualquiera actividad educativa organizada fuera del sistema formal establecida para facilitar ciertas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población, tanto adultos como niños. Aquí caben programas de alfabetización, capacitación agrícola, actividades deportivas, trabajos de verano, participación en clubes juveniles, labores pastorales, etc.

Así entendida -en sus tres dimensiones de lo formal, informal y no-formal, hoy corrientemente utilizadas por la Unesco- la educación es sin duda un universo más grande y complejo que el de las escuelas, de suyo complicados microcosmos.

Por lo pronto, genera una serie de cruciales preguntas para el futuro de las políticas educacionales, hasta hoy altamente escolarizadas ellas también.

Por ejemplo, si la educación comienza el día cero de la vida de un infante, incluso antes, durante su gestación, ¿por qué entonces postergar el objetivo de equidad en la distribución de las oportunidades de aprendizaje al momento en que los niños y niñas inician el proceso formal de educación, a la altura del pre-Kínder o Kínder? Al contrario, sabemos que el tiempo crítico para las posibilidades de aprendizaje a lo largo de la vida coincide con “los primeros años, antes del ingreso a la escuela. Las circunstancias iniciales -el “efecto hogar” o “de la cuna”- son determinantes para el desarrollo individual y la equidad. Antes de los 36 meses, la pertenencia a una clase socioeconómica ya se manifiesta en la adquisición y uso del lenguaje. Hijos de padres con educación superior acumulan un vocabulario 6 veces más rico que hijos de padres en condiciones de pobreza y el doble que hijos de la clase trabajadora.

¿No resulta esencial, por tanto, que una política educacional con sentido de la equidad se construya partiendo desde la familia, el hogar y la educación informal y no-formal hacia los ciclos superiores? ¿Desde el día cero hacia el Kínder, la escuela y el liceo?

Las ciencias del aprendizaje nos enseñan que durante los primeros años se crean 700 nuevas conexiones neuronales cada segundo, a partir de las interacciones entre los genes y el medio ambiente y experiencias del infante. Si esa experiencia familiar involucra factores de riesgo -como pobreza, discapacidad mental del adulto a cargo, maltrato físico del niño, un hogar monoparental, bajo nivel educacional de la madre, etc.- existe una alta probabilidad de que el infante experimente importantes atrasos en su desarrollo cognitivo, emocional o del lenguaje (Barth et al., 2008).

¿Acaso estas realidades no deberían estar al centro de nuestro debate educacional? ¿No deberíamos mostrar una similar, intensa, preocupación por los múltiples otros espacios que forman parte de la educación informal y no-formal? ¿No es del todo evidente ya que la vinculación entre educación escolar y extra-escolar es una pieza vital para la calidad de la educación que reciben las nuevas generaciones? ¿Cuánta continuidad o discontinuidad existe entre ambos modos de educación? ¿En qué debería consistir una educación sexual en tiempos de libre acceso a Internet y temprana iniciación en prácticas sexuales? ¿Qué significa educación ciudadana de niños y jóvenes en democracias desconfiadas, con crisis de representación y un difundido sentimiento antipolítico?

A la luz de los océanos de información disponibles y crecientemente accesibles en los espacios de la educación informal, ¿qué cambios deberíamos introducir en los métodos de enseñanza y aprendizaje y cómo deberíamos evaluar el conocimiento utilizado por la población?

En fin, la propia idea de educación, de actividad docente, institución escolar, equidad de oportunidades y una sociedad reflexiva, necesita ser repensada a la vista de esta nueva ecología del aprendizaje que está creándose a nuestro alrededor.

De la educación formal como única vía debemos pasar al entramado formal, informal y no-formal. De la escuela como espacio singular y separado al eje hogar-escuela-comunidad-pluralidad de espacios formativos interrelacionados. Del currículo nacional al conocimiento interdisciplinario y “glonacal”; esto es, global, nacional, local. Del aprendizaje lineal conducido por agentes externos a los aprendizajes en red dirigidos desde el propio interés, capacidades y esfuerzo de cada uno.

Es hora de poner al día nuestra discusión sobre política educacional.

“Las ciencias del aprendizaje nos enseñan que durante los primeros años se crean 700 nuevas conexiones neuronales cada segundo, a partir de las interacciones entre los genes y el medio ambiente y experiencias del infante. Si esa experiencia familiar involucra factores de riesgo -como pobreza, discapacidad mental del adulto a cargo, maltrato físico del niño, un hogar monoparental, bajo nivel educacional de la madre, etc.- existe una alta probabilidad de que el infante experimente importantes atrasos en su desarrollo cognitivo, emocional o del lenguaje”.

Fuente noticia: http://www.brunner.cl/?p=15621

https imagen://img.scoop.it/ros9gO0812ZXi8oXIZTwpTl72eJkfbmt4t8yenImKBVvK0kTmF0xjctABnaLJIm9

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