“La imagen se ha convertido en una obsesión, el contenido se ha quedado a un lado”

Por: Jorge A. Trujilla. La Marea. 30/05/2018

El escritor y músico Iñaki Domínguez lanza su nuevo libro sobre “visionarios, locos y criminales del siglo XX”.

Tras semanas de espera, por fin llamamos a Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981) porque queríamos comentar sus dos libros. Este barcelonés criado en Madrid es filósofo y antropólogo cultural y nos sorprendió con Sociología del moderneo (Melusina, 2017), donde hace un análisis preciso del ‘moderneo’ en general y el ‘moderneo’ español en particular. “En términos ideológicos el moderno español no tiene ideología clara porque lo que busca es reconocimiento”, defiende el autor, quien ha lanzado su nuevo libro Signo de los tiempos. Visionarios, locos y criminales del siglo XX (Melusina, 2018).

Domínguez nos atiende por teléfono durante casi una hora y nos comenta sus dos ensayos sociológicos. Analizando con Domínguez el ‘moderneo’, nos comenta que “se pueden encontrar modernos progres y modernos conservadores”, por lo que la ideología política no es lo más importante, según el escritor. En su primer ensayo sobre los modernos defiende que antiguamente el hecho de serlo te hacía más progresista, pero en la actualidad, aunque se vincule a lo ‘progre’, porque “mola más ser ‘guay’ que pijo”, en el fondo lo que hay es sólo apariencia. “El ‘moderneo’ está vinculado al consumo, en especial al de identidades: autoimagen, barbas, gafapastas, cultureta, etc.”, describe Domínguez.

El hipster tiene origen en la admiración por lo afro que huía de las etiquetas y optaba por una vida bohemia, “pero hubo una degeneración que lo llevó a lo que conocemos hoy como hipster: una etiqueta globalizada, ya que el sistema de mercado sabe cómo comercializarlo todo”, sostiene el ensayista. Y es que lo que antes eran mensajes contestatarios, actualmente son mensajes o actitudes estándares: looks desaliñados, camisas guays, etc. Los hipsters, según el análisis de Domínguez, “creen que están aportando algo individual y único”, pero sus propias actitudes y en sus enfoques al final reproducen algo muy estándar y globalizado. El filósofo también señala que hay otrohipster que es puro consumo, en especial de identidades y de imagen: el más superficial. En nuestros tiempos, donde parece que todo está inventado, es difícil tener un criterio propio y el moderneo al final acaba diciendo y reproduciendo lo mismo pero “piensan que es muy individual su visión del mundo”, recalca el escritor.

Los dos grandes focos de ‘moderneo’ español se centran en el barrio madrileño de Malasaña, que conoce muy bien el autor y al que dedica un capítulo en el libro, y por supuesto la Barcelona cool y la del diseño. Sin embargo, a estas alturas, estos elementos son una estandarización global de cualquier ciudad grande. Además, en la conversación nos comenta el contagio cultural que han invadido nuestro imaginario social y cultural, cuando tendemos a comprar ciertos recipientes para comer y beber, cuando dejamos de llamar a las magdalenas para llamarlas muffing o cambiamos los bizcochos de toda la vida por cakes. “Los medios e Internet ayudan a este contagio pero también lo hace la gentrificación de las ciudades”, describe Domínguez, y así los barrios más viejos o anteriormente más lumpen se ponen de moda y “donde antes nadie quería vivir, ahora es guay y otorga prestigio”. Esto provoca el aumento de los precios: Malasaña en Madrid o Ciutat Vella en Barcelona, por citar dos ejemplos.

La cultura del narcisismo, que es una de las bases del ‘hipsterismo’, invade la sociedad y cada vez vamos más hacia el individualismo que a lo colectivo. “Es un elemento de nuestra sociedad occidental, ya que hace décadas que no sufrimos guerras y que gozamos de cierto bienestar, aunque ahora algo más precarizado”, critica el antropólogo como explicación a nuestra sociedad individualista. “El consumismo y los medios, como Internet, se encargan de fortalecer el individualismo. Todos tenemos medios donde proyectamos una imagen y ésto se ha convertido una obsesión, dejando el contenido a un lado”, sostiene Iñaki Domínguez.

¿Y después de la generación hispter? El escritor cree que el relevo generacional será del ‘trap’, ese nuevo macarra o lumpen que el sistema de mercado ya está comercializando promoviendo una estilo de consumo en esa línea. Y el hipster ‘progre’… Se vieron en las campañas de Barcelona en Comú y en especial, en las de Ahora Madrid en las municipales del 2015. En la capital se trabajó con la idea de volver al Madrid de Tierno Galván. “Es una idea clara de siempre volver al pasado, porque el ‘moderneo’ de España tiene falta de ideas y hoy hay un agotamiento cultural que hace que tengamos que acudir siempre al pasado nostálgico”, explica el escritor.

De hipsters y modernos a locos y criminales: Signo de los tiempos. Visionarios, locos y criminales del siglo XX (Melusina, 2018) tiene elementos en común con los procesos de ruptura cultural de los años 60 y 70, que finalmente fueron absorbidos por el sistema. Desde actrices con problemas mentales, criminales y hasta pandillas, todos los personajes que son del siglo XX. “Ahora vivimos en un puritanismo muy radical”, critica el escritor, que defiende que hoy en día no encontraríamos personajes de esa talla tan transgresora. “Me da igual que sea un puritanismo de izquierdas o de derechas” que perjudica ciertas rupturas que este escritor considera interesante analizar, y lo hace muy bien explicando las vivencias, locuras y vida de personajes como el proxeneta Charles Manson, la periodista Meinhof, el fundador de los Ñetas Torres Irriarte, la actriz Frances Farmer o el criminal Edward Bunker. “La controversia de los iconos actuales es controlada y no es transgresora como la de estos personajes”, señala.

Iñaki Domínguez destaca a uno de los personajes importante de la pornografía de los años 60, el actor porno John Holmes. “Ahora es visto por el feminismo como opresión de la mujer por el patriarcado”, pero en ese contexto el porno chic era trasgresor y estaba prohibido porque “representaba un modelo contracultural que estaba hecho desde una visión progresista y rompedora”, defiende Domínguez. Todo un conjunto de investigaciones sobre vidas llevadas al límite que recoge este interesante libro tan bien documentado desde el punto de vista sociológico.

Finalmente, Domínguez nos sorprende con su otro nombre, Elipse Superestar, con el que edita su propio disco de funk Futuristic Retro Funk. Al escritor no le da miedo que le etiqueten porque es hijo de una generación, con gustos concretos pero con la capacidad de entender lo que le gusta y disfrutar de ello con una base muy sólida y argumentada.

*Fuente: https://www.lamarea.com/2018/05/07/inaki-dominguez/

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Etnocentrismo Versus Diversidad

María del Pilar Cordero César

¿Por qué tenemos que aceptar la diferencia?

El mundo cambia, la sociedad cambia, la globalización (cosificando todo dentro de un valor de mercado), nuevos paradigmas que aparecen como contradictorios, utópicos y poco confiables, nuevas tecnologías que modifican la conducta, nuevos trabajos, nuevos empleos, nuevos roles sociales de la mujer, de los indígenas, los niños y su realidad virtual, los tribalismos, los integrismos islámicos, etc. Dice Pérez Lindo, “en todo caso estamos más cerca de un proceso de hibridación de culturas  que de la guerra de civilizaciones que anunciara Samuel Huntington”. Sin embargo, ¿nos acercamos más a la guerra que a la integración?

El tema que aborda Pérez Lindo sobre filosofía del nuevo mundo[i] es actual, polémico, real y da para análisis de cómo el etnocentrismo está vigente y funcionando cuando las políticas sociales y educativas insertan como tema innovador la multiculturalidad o diversidad cultural como un reconocimiento de la naturaleza humana hacia la búsqueda del bien común (o patrimonio común). Sin embargo, este bien, en la realidad sigue sin existir.

El pensamiento y la cultura de la humanidad han estado marcados por el etnocentrismo durante los últimos siglo -hasta hoy-, sin embargo, por otro lado, se dice que se ha avanzado en el reconocimiento de derechos humanos y las democracias, con esto se cree que se ha superado las ideologías dominantes, únicas, conocedoras de la verdad pero de conceptos manipuladores.

Entre los aportes del pensamiento contemporáneo se debe destacar, dice Pérez Lindo, la crítica al etnocentrismo, al reduccionismo racionalista, al cientificismo y a otras desviaciones que llegaron con la Modernidad (2010). De estas malformaciones, el etnocentrismo figura entre las más destacadas porque legitimó el colonialismo y la destrucción de otras culturas. El “Etnocidio” no fue una práctica exclusiva de occidente (Pérez L.2010).

Continua Pérez, el pos modernismo estimuló la crítica filosófica pero también el egocentrismo, propio del individualismo occidental. La civilización moderna burguesa occidental llevó adelante la individuación del hombre y de la mujer, más allá de los límites que impone en cualquier cultura los procesos de socialización. Europa inventó el individualismo moderno y, aclara el autor, la individuación se considera una etapa evolutiva de la especie, individualismo es una modalidad de la cultura (2010).

La contradicción entre el mundo globalizado con su cultura capitalista, tecnológica, mediática y consumista y el reconocimiento en declaraciones internacionales sobre la dignidad, la solidaridad, la igualdad y hoy la diversidad es una realidad. En la dinámica de los conflictos actuales, dice Pérez, la regla parece ser la diversidad mientras que en la mayor parte del siglo XX eran los denominadores comunes los que daban sentido a los grandes movimientos sociales (socialismo, comunismo, fascismo, nacinalismos, tercermundismo, populismo, etc) (Pérez L. 2010).

Ahora estamos asistiendo al reconocimiento de las diversidades culturales, a la contemporaneidad de las culturas. Esto constituye un verdadero acontecimiento en la historia de la humanidad. Implica una reconciliación con las “diferencias”, una afirmación de pluralismo cultural. Hoy coexisten culturas propias del Neolítico con tribus urbanas y tribus informáticas (Pérez L. 2010).

Estamos en la era de las contradicciones, lo que es, que parece, no es, atiende la diversidad mientras fomentas el individualismo y la competencia.

¿Será que no hay contradicción?, sino que sencillamente no hemos comprendido lo que somos los seres humanos, nos interesa más el tener que el ser, olvidamos reconocernos como seres solidarios, ¿no será que la insistencia en la lucha por el reconocimiento de la diversidad se ha puntualizado por que es tanta la “diferencia” que hemos fomentado y nos ha orillado a la desconfianza, a la falta de identidad, a la tolerancia, a las guerras, conflictos, abusos? Todos éstos son el origen de un NO reconocimiento a la identidad de las personas, su sociedad y sus culturas. Dice Pérez, pese a las declaraciones Internacionales sobre diversidad cultural, hacia el 2009 el mundo padece guerras y conflictos en todo los continentes que tiene que ver con la negación de las identidades culturales o del derecho de autodeterminación de distintos pueblos. El reconocimiento del “otro”, de la diversidad, es todavía precario (2010). Es tan precario, que está generando en el mundo la idea que la diferencia es peligrosa, basta ver las políticas de Trump, los grupos radicales que crecen en miembros y en acciones, desde los fundamentalistas religiosos, los ecologistas, los altermundistas hasta los movimientos los sin tierra.

El reconocer en el otro lo que yo soy como ser humano y lo que puedo ser con la colaboración del otro, es parte del conocimiento de la realidad, pero si esta realidad está fragmentada ¿qué podemos esperar de las acciones del hombre con el hombre mismo?, ¿cuál es su parámetro de medición respecto a los otros y lo otro? sería mejor empezar a desarrollar la solidaridad y el pensamiento de que un yo, más un tú, da un nosotros, y esto es la fuerza del cambio, de la aceptación de la persona a la diversidad que suma.

La defensa de los derechos sigue siendo una lucha desde su declaración en 1789 pero ¿entendimos que éstos derechos incluye todo en cuanto pertenece a la naturaleza humana completa? así, no sería necesario elaborar consignas, leyes, declaraciones por los que tenemos que luchas cuando son de las personas. Nos olvidamos que están ahí…pero las olvidamos por que no las usamos.

Nadie nos tiene que otorgar derechos humanos, sin embargo, nos los han dado, y por lo tanto, nos los pueden quitar. ¿Se pueden quitar por decreto?

Como última reflexión, la migración, que es un grave problema de reconocimiento a la identidad del otro, es la que ha creado las grandes civilizaciones.

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Referencia:

Pérez Lindo A, (2010) ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la educación para un nuevo mundo. Argentina, Edit. Bibios

Fuente del articulo: http://www.ruizhealytimes.com/opinion-y-analisis/etnocentrismo-versus-diversidad

Fuente de la imagen:

 http://www.ruizhealytimes.com/sites/default/files/styles/articles_vertical/public/articles/2017/03/etnocentrismo.jpg?itok=_jarYlz

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Tres joyas del libro póstumo de Umberto Eco

Por. Umberto Eco

Poco antes de morir el célebre escritor seleccionó los mejores artículos de prensa que publicó.

La sociedad líquida

Como es bien sabido, la idea de modernidad o sociedad “líquida” se debe a Zygmunt Bauman. Al que desee entender las distintas implicaciones de este concepto le será útil leer ‘Estado de crisis’, obra en la que Bauman y Carlo Bordoni debaten sobre este y otros problemas.

La sociedad líquida empieza a perfilarse con la corriente llamada posmodernismo (término ‘comodín’, que puede aplicarse a multitud de fenómenos distintos, desde la arquitectura hasta la filosofía y la literatura, y no siempre con acierto). El posmodernismo marcó la crisis de las “grandes narraciones” que creían poder aplicar al mundo un modelo de orden; tenía como objetivo una reinterpretación lúdica o irónica del pasado, y en cierto modo se entrecruzó con las pulsiones nihilistas. No obstante, para Bordoni también el posmodernismo está en fase decreciente. Tenía un carácter temporal, hemos pasado a través de él sin darnos cuenta siquiera, y algún día será estudiado como el prerromanticismo. Se utilizaba para señalar un fenómeno en estado de desarrollo y ha representado una especie de trayecto de la modernidad a un presente todavía sin nombre.

Para Bauman, entre las características de este presente en estado naciente se puede incluir la crisis del Estado (¿qué libertad de decisión conservan los Estados nacionales frente al poder de las entidades supranacionales?). Desaparece una entidad que garantizaba a los individuos la posibilidad de resolver de una forma homogénea los distintos problemas de nuestro tiempo, y con su crisis se ha perfilado la crisis de las ideologías, y por tanto de los partidos, y en general de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.

Con la crisis del concepto de comunidad surge un individualismo desenfrenado en el que nadie es ya compañero de camino de nadie, sino antagonista del que hay que guardarse. Este “subjetivismo” ha minado las bases de la modernidad, la ha vuelto frágil, y eso da lugar a una situación en la que, al no haber puntos de referencia, todo se disuelve en una especie de liquidez. Se pierde la certeza del derecho (la magistratura se percibe como enemiga), y las únicas soluciones para el individuo sin puntos de referencia son aparecer sea como sea, aparecer como valor, y el consumismo. Pero se trata de un consumismo que no tiende a la posesión de objetos de deseo con los que contentarse, sino que inmediatamente los vuelve obsoletos, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo (el nuevo teléfono móvil nos ofrece poquísimas prestaciones nuevas respecto al viejo, pero el viejo tiene que ir al desguace para participar en esta orgía del deseo).

Crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma, viven en un proceso continuo de precarización.

¿Hay algo que pueda sustituir esta licuación? Todavía no lo sabemos, y este interregno durará bastante tiempo. Bauman observa que (desaparecida la fe en una salvación que provenga de las alturas, del Estado o de la revolución) es típico del interregno el movimiento de indignación. Estos movimientos saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. Y quisiera recordar que uno de los problemas que se les plantean a los responsables del orden público a propósito de los “bloques negros” (táctica de manifestación donde los participantes llevan ropa negra para evitar ser identificados y parecer una sola masa*) es que no es posible etiquetarlos, como se hizo con los anarquistas, con los fascistas o con las Brigadas Rojas. Actúan, pero nadie sabe cuándo ni en qué dirección, ni siquiera ellos.

¿Hay algún modo de sobrevivir a la liquidez? Lo hay, y consiste justamente en ser conscientes de que vivimos en una sociedad líquida que, para ser entendida y tal vez superada, exige nuevos instrumentos. El problema es que la política y en gran parte la ‘intelligentsia’ todavía no han comprendido el alcance del fenómeno. Bauman continúa siendo por ahora una ‘vox clamantis in deserto’ (el sociólogo polaco falleció el 9 de enero*). 2015

Izquierda y poder

Yo no estaba presente cuando sucedió el hecho, pero me lo contó una persona fidedigna. Pues bien, en 1996 Romano Prodi acababa de ganar las elecciones y por primera vez subía la izquierda al poder (en Italia*). Gran fiesta, creo, en la romana Piazza del Popolo, muchedumbre delirante. Mientras Massimo D’Alema (entonces secretario general de los Demócratas de Izquierda*) se dirigía hacia la tribuna, una mujer lo tomó por el brazo gritando: “¡Compañero Massimo, ahora sí que haremos una oposición fuerte!”.

Fin de mi historia, pero no de la maldición de la cual era síntoma. La militante había entendido que su partido había ganado, pero no que estaba obligado a ir al Gobierno, y no podía concebir un partido que estuviera obligado a decir que sí a un montón de cosas, porque siempre lo había pensado como una fuerza heroica y testaruda que a todo le decía que no.

Ahora bien, en ella se resumía una trágica historia de la izquierda europea: durante más de 150 años había vivido como fuerza de oposición; revolucionaria, sí, pero sumida en una larga espera, llena de sufrimiento, de que estallara la revolución (y en Rusia y en China, donde estalló, obligada a gobernar y a no oponerse, poco a poco esa izquierda se fue convirtiendo en una fuerza conservadora).

Por eso la izquierda siempre se ha sentido capaz de decir que no y ha mirado con recelo a esas alas que se aventuraban a decir que sí con la boca chica, expulsándolas como socialdemocráticas; y cuando decían que sí, sus militantes abandonaban el partido para fundar otro más radical. Por esa razón la izquierda siempre ha sido escisionista, condenada a una cariocinesis perpetua, y por supuesto, con tal proceder nunca ha sido lo bastante fuerte para ir a gobernar. Y quisiera añadir, malignamente, por suerte, porque entonces se habría visto obligada a decir que sí, con todos los compromisos que conlleva tomar decisiones de gobierno, y diciendo que sí habría perdido esa pureza moral que la veía siempre derrotada y altivamente capaz de rechazar las seducciones del poder. Se conformaba con pensar que ese poder que rechazaba conseguiría destruirlo algún día. La historia de esa mujer de la Piazza del Popolo explica infinitas cosas que siguen pasando hoy en día. [2015]

La pérdida de la privacidad

Uno de los problemas de nuestro tiempo, que (a juzgar por la prensa) obsesiona en cierto modo a todos, es el de la llamada ‘privacy’, que, por decirlo de forma muy esnob, se puede traducir como ‘privacidad’. Dicho llanamente, significa que todo el mundo tiene derecho a ocuparse de sus asuntos sin que los demás, en especial las agencias vinculadas a los centros de poder, se enteren. Y existen instituciones creadas para garantizar la privacidad (pero, por favor, llamándola ‘privacy’, de lo contrario nadie la toma en serio). Por eso nos preocupa que, a través de nuestras tarjetas de crédito alguien pueda saber qué hemos comprado, en qué hotel nos hospedamos y dónde hemos cenado. Por no hablar de las escuchas telefónicas cuando no son indispensables para identificar a un delincuente; recientemente, incluso Vodafone (empresa británica de telecomunicaciones*) ha lanzado una advertencia sobre la posibilidad de que agentes más o menos secretos de cualquier nación puedan saber a quién llamamos y qué decimos.

Parece, pues, que la privacidad es un bien que queremos defender a toda costa, para no vivir en un mundo de Gran Hermano (el verdadero, el de Orwell), donde un ojo universal puede controlar todo lo que hacemos o, incluso, pensamos.

Pero la pregunta es: ¿realmente le importa mucho a la gente la privacidad? Antes, la amenaza a la privacidad era el chismorreo, y lo que se temía del chismorreo era el atentado contra nuestra reputación, sacar a la calle los trapos sucios que debían ser legítimamente lavados en casa. Pero, tal vez a causa de la llamada sociedad líquida, en la que todo el mundo sufre una crisis de identidad y de valores, y no sabe dónde ir a buscar puntos de referencia que le permitan definirse, el único modo de conseguir reconocimiento social es “hacerse ver” a toda costa.

Y así, la señora que comercia con su cuerpo (y que antes procuraba ocultar su actividad a los padres o a los vecinos), hoy se hace llamar ‘escort’ y asume alegremente su papel público presentándose incluso en televisión; los cónyuges, que antes ocultaban con celo sus desavenencias, acuden a los programas basura para representar entre los aplausos del público el papel del adúltero o el del engañado; nuestro vecino del transporte público cuenta por teléfono en voz alta lo que piensa de su cuñada o lo que ha de hacer su asesor fiscal; los investigados de toda clase, en vez de retirarse al campo hasta que la tormenta del escándalo se haya calmado, multiplican sus apariciones con una sonrisa en los labios, porque mejor es ladrón conocido que honrado por conocer.

Hace poco apareció en ‘La Repubblica’ un artículo de Zygmunt Bauman en el que se destacaba que las redes sociales (en especial Facebook), que representan un instrumento de vigilancia del pensamiento y de las emociones ajenas, son utilizadas por distintos poderes con una función de control, gracias a la colaboración entusiasta de quien forma parte de ellas. Bauman habla de una “sociedad confesional que promueve la exposición pública de uno mismo al rango de prueba eminente y más accesible, además de verosímilmente más eficaz, de existencia social”. En otras palabras, por primera vez en la historia de la humanidad, los espiados colaboran con los espías para facilitarles el trabajo, y esta entrega les proporciona un motivo de satisfacción porque alguien los ve mientras existen, y no importa si existen como criminales o como imbéciles.

También es cierto que, una vez que alguien puede saberlo todo de todos, cuando los todos se identifiquen con la totalidad de los habitantes del planeta, el exceso de información solo producirá confusión, ruido y silencio. Esto debería preocupar a los espías, porque a los espiados les encanta que al menos los amigos, los vecinos y quizá los enemigos conozcan sus secretos más íntimos, ya que es el único modo de sentirse vivos y parte activa del cuerpo social. [2014]

Fuente: http://m.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/tres-joyas-del-libro-postumo-de-umberto-eco-78050
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