Luis Enrique Gavazut (LEG) es un investigador independiente en ciencias sociales, articulista de Aporrea desde hace años y acaba de enviar un artículo ya publicado con el título de su libro: «La Economía Venezolana desde un Enfoque Inductivo» el cual contiene los resultados de su más reciente estudio acerca de la economía venezolana.
Aunque no escribe en Aporrea con mucha frecuencia, cuando lo hace sus investigaciones y opiniones suelen ser polémicas. Seguramente su libro «La Economía Venezolana desde un Enfoque Inductivo» no será la excepción. Por tal razón Aporrea le solicitó la siguiente entrevista, que amablemente nos ha concedido su autor.
Aporrea: ¿Por qué esa portada del libro? ¿Cuál es su significado?
LEG: Tengo intención de publicar este libro para su comercialización internacional, así que pensé que el Salto Ángel es una imagen universal que identifica a Venezuela en el mundo. Varias personas me han preguntado lo mismo y hubiera querido darles una respuesta más acorde con sus expectativas simbólicas y misteriosas…
Aporrea: ¿Por qué un enfoque inductivo? ¿De qué se trata?
LEG: Aunque las ciencias sociales contemporáneas han adoptado con predilección el método hipotético-deductivo para la investigación cuantitativa y las variantes subjetivistas de la investigación cualitativa interpretativa, siempre he sentido predilección en lo que atañe al fenómeno económico por el método inductivo. Me parece que en una disciplina como la economía, donde los modelos y teorías asumen muchas veces el carácter de doctrinas filosóficas o deducciones lógico-formales de escasa contrastación con los hechos, la investigación de estos últimos y sus interrelaciones sin preconcepciones o hipótesis teóricas previas luce conveniente para una mayor objetividad de los resultados.
La investigación inductiva es como una aventura de descubrimiento, como seguir las pistas que van apareciendo tras cada nuevo paso de la pesquisa, sin tener claro previamente hacia dónde se dirige, pero con la certeza de que al final se llegará a la verdad.
No pocas veces ese enfoque inductivo me ha llevado a formular interpretaciones de los hallazgos resultantes que coinciden con planteamientos teóricos ya establecidos y reconocidos, lo que convalida recíprocamente tanto mis hallazgos inductivos, como esos constructos teóricos preestablecidos. En otras palabras, me indica que he llegado a la obtención de conocimiento probablemente verdadero.
Aporrea: ¿Y en este caso, cuáles son las teorías económicas que los resultados de su investigación convalidan?
LEG: Sin lugar a dudas, he obtenido evidencia que corrobora el estructuralismo económico, tanto los planteamientos cepalinos originarios acerca de la teoría del desarrollo, como la teoría de la dependencia, recientemente desempolvada por el economista argentino Claudio Katz, ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, y también la interpretación marxista histórico-estructural que de la economía venezolana hicieron preclaros autores nacionales, lamentablemente ya no entre nosotros, como Domingo Maza Zavala, Orlando Araujo y Héctor Malavé Mata, de quienes rescato la frase «crecimiento sin desarrollo» como síntesis magistral para caracterizar el comportamiento de la economía venezolana, propiamente definida por Maza Zavala como subcapitalismo.
Aporrea: ¿Por qué subcapitalismo?
LEG: Ese término, propuesto por Maza Zavala para caracterizar la economía venezolana puede entenderse en pocas palabras como la incapacidad de nuestra economía para acumular capital propio que encienda los motores del desarrollo. La dependencia del sector externo, por la monoexportación petrolera y la economía importadora, hacen que la burguesía nacional se comporte como un agente de capitalización de las economías centrales, sin que todo el capital que genera la actividad económica interna se acumule en el país.
Lo más relevante de esta convalidación teórica es que los resultados de mi investigación revelan que sigue siendo cierta en la actualidad, lo que obviamente le confiere plena vigencia a los teóricos del estructuralismo económico venezolano y revitaliza la teoría de la dependencia de concepción nuestro-latinoamericana.
Aporrea: Usted menciona en los agradecimientos del libro a numerosos organismos e instituciones del Estado. ¿En qué contribuyeron a su investigación?
LEG: Me he sentido obligado a agradecerles porque mi experiencia personal con esas entidades –tanto del sector público como del sector privado y social- a lo largo de los últimos años, bien sea como asesor de algunas de ellas, bien como invitado a dictar conferencias o a impartir clases magistrales, o simplemente para publicar artículos o ser entrevistado, me ha conferido un caudal de conocimientos e información invalorable acerca de la realidad de nuestra economía.
Aporrea: Usted afirma en su libro que: «Las empresas privadas que han cesado sus operaciones en el país a lo largo de las últimas dos décadas no solo han tenido un efecto insignificante en el nivel de empleo del sector privado (…) sino que la riqueza que se ha perdido por ese concepto ha afectado fundamentalmente a los dueños y accionistas de esas empresas (rentas de capital) y no a la remuneración del factor trabajo en el sector privado». ¿Qué significa eso?
LEG: La población en edad de trabajar ocupada en la industria manufacturera pasó de 16,15% en 1999 a 13,19% de la población total ocupada en el sector privado en 2018, con un aumento absoluto de 269.883 nuevos empleos. Por lo tanto, asumiendo veraces las cifras reportadas por Conindustria, la disminución de 12.700 a 2.500 empresas en ese mismo período, equivalente a una variación de -80,31% en el número de empresas activas, solo representa una variación relativa en la industria manufacturera privada de -2,96% de la población en edad de trabajar ocupada en el sector privado de la economía nacional.
Este es un resultado sorprendentemente contradictorio, habida cuenta de que la mayoría de los establecimientos industriales de cualquier economía pertenecen al segmento de la pequeña y mediana empresa que, aun cuando no tienen un alto nivel de empleo unitario, en conjunto representan la mayor parte del empleo en dicha rama de actividad económica.
El resultado observado significa que la enorme cantidad de industrias que han cerrado tenían una capacidad de generación de empleo ínfima tomadas en conjunto. También pudiera implicar una recomposición cualitativa del empleo hacia actividades industriales de menor complejidad económica, o menos intensivas en capital (pudiera pensarse en un desplazamiento desde las grandes industrias hacia las pequeñas y medianas). Las empresas intensivas en capital tienen precisamente como característica una poca capacidad de generación de empleos directos en relación al conjunto de la economía.
Sin embargo, ambas interpretaciones son contradictorias porque si la mayoría de las empresas cerraron y dado que la mayoría de las empresas son pequeñas y medianas, entonces tendría que observarse una disminución significativa en los niveles de empleo. Y, por otro lado, si la mayoría de las empresas que cerraron eran intensivas en capital, significa que eran grandes empresas, las cuales por definición ocupan unitariamente mayor cantidad de trabajadores que las pequeñas y medianas; por lo tanto, si semejante cantidad de empresas cerradas eran de gran tamaño –lo que no es cierto- pues de igual manera tendría que observarse una disminución significativa del empleo industrial y eso no se corresponde con la realidad.
La conclusión es clara: las empresas que han cerrado tenían una capacidad ínfima de generación de empleo.
Pero no solo eso. Claramente queda comprobado en este estudio que la disminución en el Ingreso Nacional Disponible real, en términos agregados, se ha producido a cuenta de las rentas de capital y no de la remuneración e ingresos complementarios de los asalariados. La disminución en el PIB real y en el PIB real per cápita que se observa entre el inicio y el final del período que abarca las últimas dos décadas, considerado en términos agregados para el país nacional, se ha debido en mayor magnitud a la disminución en el Excedente de Explotación (remuneración al factor capital) y al aumento del tamaño poblacional, que a la disminución en el ingreso agregado real de los trabajadores, el cual incluye no solamente las remuneraciones a los asalariados, sino probable-mente también la mayor parte del ingreso nacional mixto y de las otras transferencias corrientes recibidas del resto del mundo.
Es, sin lugar a dudas, muy interesante constatar que la disminución de la riqueza agregada del capital es la que se ha visto afectada por la disminución en el número de empresas privadas y su potencial productivo y que, en realidad, el ingreso agregado real de los trabajadores no se ha visto afectado significativamente por esa pérdida de empresas privadas y sus niveles de inversión en capital fijo.
Aporrea: ¿Realmente usted afirma que los trabajadores venezolanos no han disminuido sus ingresos?
LEG: Evidentemente el ingreso real per cápita de la población ocupada ha disminuido de manera considerable debido a la hiperinflación y al crecimiento de la población. Lo que los resultados mencionados quieren decir es que la capacidad de generación de riqueza por parte de los trabajadores venezolanos no se ha visto realmente afectada por lo que haya ocurrido con las grandes y mediano-superiores empresas del país, lo que es perfectamente comprensible partiendo del hecho comprobado también en esta investigación de que esas empresas tienen de por sí muy baja capacidad de generación de empleo y, al mismo tiempo, la riqueza que producen es mayormente para beneficio privativo de sus dueños y accionistas y no para aumentar la remuneración agregada real al factor trabajo.
Al parecer, los resultados obtenidos en este análisis, llevan a la conclusión –ciertamente poco intuitiva, pero no por ello menos cierta- de que a los trabajadores venezolanos considerados en conjunto no les afecta que abran o cierren esas empresas privadas, porque su trabajo, su ingreso y su bienestar, en términos agregados, no dependen de la actividad, ni de los impuestos que esas empresas aportan, debido a un conjunto de razones que se explican detalladamente en el libro.
Por lo tanto, la afectación del ingreso per cápita de los trabajadores venezolanos no se debe a que esas empresas abran o cierren, inviertan o dejen de invertir, sino a la caída del ingreso petrolero del Estado, que es el verdadero factor que afecta tanto a las empresas como al pueblo trabajador.
Aporrea: ¿Ese es el significado del rentismo petrolero?
LEG: Pudiéramos decir de la dependencia estructural de nuestra economía.
Lo que claramente ocurre, según lo explico detalladamente en el libro, es que tanto la remuneración al factor trabajo, como al factor capital, se agrandan en el corto plazo a costa de la renta petrolera, es decir, la renta petrolera se distribuye a corto plazo (muy rápidamente) entre los factores productivos y, por ende, disminuye a medida que estos aumentan. Contrariamente, cuando la renta petrolera aumenta en el corto plazo es porque no se distribuye entre los factores, los cuales por ello mismo tienden a disminuir en sus respectivas remuneraciones percibidas a corto plazo.
Todo esto lleva a concluir que el factor del cual se nutren las remuneraciones al capital y al trabajo en la economía venezolana es la renta petrolera y no la inversión del sector privado.
Lamentablemente, y esto explica mucho del conocido fenómeno de «crecimiento sin desarrollo» de nuestra economía, el aumento de las remuneraciones a los factores proveniente de la renta petrolera no se sostiene en el tiempo, lo cual se corresponde con una situación de consumo a corto plazo de la renta petrolera sin que se presenten efectos perdurables de su eventual «siembra».
La razón por la cual no se observan efectos «impulsores» de mediano y largo plazo de la renta petrolera sobre las remuneraciones al capital y el trabajo en nuestra economía es porque no existe correlación entre la renta petrolera y la Formación Bruta de Capital Fijo (FBKF) del sector privado; es decir, la renta petrolera se consume, mas no se invierte ni reinvierte a lo largo del tiempo.
Lamentablemente, en el caso del factor capital, los excedentes de explotación incluyendo las transferencias de rentas netas percibidas por los inversionistas potenciales de la economía no se destinan a la inversión productiva de largo plazo, es decir, al desarrollo, sino al enriquecimiento privativo improductivo. Esta conclusión severa no solo se desprende de la ausencia de correlación entre la renta petrolera y la FBKF del sector privado, sino que se ve fuertemente convalidada por las cifras históricas de fuga de capitales que estructuralmente aquejan a nuestro país y que también analizo con detenimiento en el libro.
Este hallazgo es lapidario y contundente acerca de la causa fundamental de nuestro particular subdesarrollo. Además, implica la angustiosa conclusión de que incluso aunque nuestra renta petrolera se recupere y sea abundante, no se traducirá en mayores niveles de desarrollo para el país, porque la misma no impulsa la inversión productiva privada.
Aporrea: ¿Entonces no hay esperanzas para la economía venezolana?
LEG: Esperanza siempre hay.
En contexto amplio y más allá de nuestras debilidades estructurales y coyunturales, la industria petrolera, que es la que favorece la relación de términos de intercambio en Venezuela y la productividad total de los factores, irá progresivamente declinando su productividad por la inclinación de la Humanidad hacia las energías limpias y renovables y hacia tecnologías de transporte no contaminantes (autos eléctricos). Esto nos obliga a diversificar nuestras industrias altamente productivas y/o a aumentar la cantidad de industrias y actividades de mediana productividad.
Es imperativo para Venezuela diversificar su matriz productiva actual, ya no principalmente en petróleo crudo, sino en gas, carbón, petroquímica, minería, explotación forestal, explotación agrícola, energía eléctrica, obras civiles, telecomunicaciones, alta tecnología, entre otras áreas de actividad económica con mucho potencial de desarrollo en el país.
Habida cuenta de la realidad geopolítica que actualmente nos acosa y agobia, las grandes inversiones del Estado deben concentrarse en aquellos sectores estratégicos donde Venezuela tiene mayores perspectivas de inserción en las cadenas de valor globales del bloque euroasiático, fundamentalmente energía y materias primas minerales, pero también alimentos e industrias intermedias en las cadenas de alta tecnología de dicho bloque geopolítico.
Aporrea: ¿Y cuál es el rol que habrá de jugar entonces el sector privado, asumiendo según su estudio que el mismo no contribuye al desarrollo del país?
LEG: Así ha sido, lamentablemente. Sin embargo, el futuro nunca está escrito.
El sector productivo privado tiene gran importancia en cualquier economía como generador de bienes y servicios, empleos y generador de impuestos, elementos que son imprescindibles para que el Estado realice una gestión eficiente.
Es conveniente que haya un equilibrio entre el Estado (no importa cuál sea su concepción política) y el sector privado, ya que los objetivos de ambos, aun cuando no son comunes, son complementarios. Lo propio cabe señalar para la aparente dicotomía existente entre el sector privado y el sector social y comunitario.
El desarrollo del sector privado tiene su mejor escenario si éste es quien toma para sí e impulsa por propia voluntad el modelo socialista de país (modelo de inclusión social) planteado por el gobierno bolivariano, en lugar de oponerse irracionalmente al mismo. Esta idea es mucho más «digerible» en este momento para los empresarios privados a nivel mundial, habida cuenta del choque ideológico que ha supuesto para muchos la entrada en escena de la pandemia por COVID-19, que ha puesto sobre el tapete la necesidad imperiosa de disminuir la brecha de inclusión social en el mundo.
La inmensa mayoría de los analistas y autores consideran que el desarrollo del sector privado es incompatible con el socialismo, porque éste busca la estatización y la colectivización de la producción. Esto no es cierto en el caso de la Venezuela actual, porque las políticas públicas bolivarianas persiguen la integración latinoamericana, el bienestar social, la participación de los trabajadores, las comunidades y el pueblo en general en los procesos productivos y distributivos de la economía nacional, entre otros objetivos, lo cual no constituye una amenaza para el sector privado, sino una gran oportunidad para su propio crecimiento y desarrollo a largo plazo, así como del país en general.
Aporrea: ¿Cuándo usted se refiere al sector social y comunitario, cuál sería su rol en todo esto?
LEG: Es fundamental comprender el papel cada vez más preponderante que juega el sector social y comunitario en el concierto económico mundial, y el reconocimiento del éxito de los modelos cooperativistas y, más recientemente, de autogestión comunitaria, demostrados, entre otras, por las investigaciones sobre la gobernanza económica conducidas por Elinor Ostrom, que le hicieron merecedora –por primera vez en la historia para una mujer- del Premio Nobel de Economía.
Estas no son tendencias amenazantes, sino fenómenos complejos, reales y altamente enriquecedores de la realidad contemporánea. Son fenómenos auténticamente evolutivos de la civilización. Más aún, son imperativos para la viabilidad de la civilización contemporánea.
Las dificultades del modelo de dos sectores institucionales (privado y público) imperante en las economías contemporáneas para absorber la demanda creciente de empleo de calidad de la población son conocidas. La OIT ha señalado la existencia de importantes déficits en los mercados laborales a nivel mundial. Además, existen fenómenos persistentemente preocupantes, como el de las personas jóvenes que no trabajan, ni estudian ni reciben formación (ninis), que se han venido ubicando en más de una de cada cinco a nivel mundial, descendiendo en apenas 2 puntos porcentuales entre 2005 y 2018. Aunque estos problemas son relativamente menores en los países desarrollados de renta alta y media alta, son comunes a todos los países del mundo.
Esa realidad mundial también se refleja en Venezuela que, al igual que el resto de países del orbe, solo cuenta con dos sectores institucionales dentro del sistema económico para la generación de empleo.
Tal vez la Humanidad se encuentre en la necesidad de comenzar a pensar en un tercer sector institucional. Y tal vez a un primer esbozo de este último puedan contribuir las experiencias que a nivel mundial ha tenido la llamada economía social y la novísima economía solidaria o economía social y solidaria, desde el cooperativismo hasta las comunas, desde los microemprendimientos hasta las empresas de propiedad social, desde los economatos hasta los monopsonios comunitarios, desde la economía de lo individual a la economía de lo común. Ese tercer sector o sector social ha sido ampliamente debatido e instituido en el régimen legal venezolano a partir de la promulgación de la Constitución de la República de 1999. Sin embargo, en la realidad de las actividades económicas concretas, ni siquiera ha nacido todavía.
Si la esperanza del crecimiento económico y la expansión de la remuneración del capital estriban en la expansión de la inversión y su rentabilidad, es posible que la esperanza de la expansión del empleo y de la remuneración al factor trabajo estriben en el crecimiento del sector social, más allá del sector privado y más allá del sector público; el primero por su tendencia recurrente a la caída de la tasa de ganancia y a la consecuente desinversión, y el segundo por la incertidumbre en cuanto a la sostenibilidad de su posición de ingresos y presupuestaria a medida que declinan sus fuentes de rentas.
Aporrea: Son muchos los temas que usted aborda en su libro, interesantes y ciertamente polémicos. ¿Quisiera comentarnos acerca de algún otro en particular?
LEG: Lo mejor que puedo sugerir al respecto es que lean el libro. Y que lo hagan sin prejuicios. Ahí encontrarán muchas respuestas a lo que nos sucede actualmente, sus causas y qué hacer de ahora en adelante. Se podrá estar o no de acuerdo con mis conclusiones y recomendaciones, pero saber de dónde venimos siempre será fundamental para poder afrontar el futuro con éxito.
Fuente: https://www.aporrea.org/economia/n362768.html