Colombia / 7 de abril de 2019 / Autor: Rafael Reyes Galindo / Fuente: Compartir Palabra Maestra
La escuela guarda una relación científica con la pedagogía, como el laboratorio con la biología.
El pensamiento de Dewey ha permitido la producción de obras inspiradoras. Colombia debe mucho a este filósofo, educador y activista estadunidense; la entrada de la “escuela activa” a principio del siglo veinte y la propuesta educadora de Agustín Nieto Caballero no se pueden entender sin Dewey. Autores como Sáenz J. Saldarriaga O. y Ospina A. mostraron en los dos tomos de Mirar la Infancia, pedagogía, moral y modernidad en Colombia (1997) la construcción del saber pedagógico a partir de la producción escolar de la infancia y la entrada de las ciencias de la vida, (biología, medicina y psicología experimental) en los discursos de la educación y la pedagogía colombiana. También Diego Pineda (2011), filósofo colombiano, muestra que la democracia en Dewey aparece no solo como forma de gobierno, sino también como forma de vida.
Maite Larrauri – Max (2012) llama a Dewey un “maniático de la educación”. Activista político, psicólogo, filósofo, profesor de secundario, educador universitario lo hacen un Maestro integral para pensar la sociedad, la educación, la pedagogía, la escuela y formación de educadores. Para Dewey la educación es acción politica, la democracia una forma de vida, la escuela un laboratorio, la experiencia como el medio en que los sujetos se forman.
La educación es acción politica: Dewey no solo se interesó por lo problemas sociales, sino que participó en manifestaciones por los trabajadores y las mujeres. En 1919 marchó por el voto femenino, llevaba una pancarta que decía: “Los hombres votan, porque yo no” (Maite Larrauri – Max (2012). Dewey, no se sentiría muy cómodo reduciendo la educación politica a “competencias ciudadanas”, como si ser ciudadano se redujera a unos cumplimientos de deberes, a la construcción de sujetos correctos y legales. El trabajo de la educación seria para nuestro pensador en mantener vivo el experimento de la democracia, esto es más que cumplir con decencia unas cuentas reglas. “El aspecto político es importante (…) este es un aspecto de la educación en el cual, me parece a mí, los maestros deben estar más profundamente formados y más ampliamente interesados de lo que han estado en el pasado, si es que pretendemos mantener vivo nuestro experimento democrático” Dewey, pertenecía al movimiento llamado Progresista: “Los progresistas creían que la democracia estadunidense podía encontrar su realización en la democracia industrial, en la planeación social, en la reconstrucción de las instituciones sociales, en la cooperación entre los individuos por encima de la brutal competencia del capitalismo no regulado socialmente. Los progresista soñaban con una sociedad totalmente libre de la opresión y corrupción que provendrían de las tradiciones feudales y autoritarias del Viejo mundo” (Sáenz, J. 2004).
La democracia como forma de vida: En su obra Democracia y Educación plantea que no es un modo de gobierno, “es un modo de vida asociada, una experiencia comunicada conjuntamente”. Se requiere, entonces enseñar una compleja inteligencia de nuestras instituciones democráticas, ¿En qué consiste esto? Se trata de entender la democracia, no como una forma de gobierno sino como una forma de vida. En primer lugar, enseñar de cómo funciona “la maquinaria”; en segundo lugar como funciona el poder. Cómo funciona la maquinaria tendría que ver con saber cómo es la Constitución Nacional, como se participa con ella; que es el gobierno local, como actuar en él. Gobierno, estructura, forma de participación, instituciones; pero esto no es suficiente, porque una cosa es esta maquinaria y otra son los mecanismos de poder. Los mecanismos de poder son exteriores a la maquinaria, son las que hacen que ella funcione, conocer estos mecanismo hacen un ciudadanos inteligente en su acción política. Podemos enseñarle a nuestros estudiantes cómo funciona el gobierno nacional y el gobierno local, pero esto se queda en el papel, solo producimos en los estudiantes “estructuras mentales inocentes”. El estudiante hay que enseñarle a enfrentar los problemas sociales con los que se va a encontrar: no basta con conocer los modos como nos gobiernan, hay que ser inteligentes con los bienes que estos producen, la calidad de los bienes producidos dicen de las estructuras de poder que gobiernan las maquinarias. Por ejemplo, Dewey quiere que nos preguntemos cómo funciona la industria, esto permite entender la relación entre educación y productividad; pero también una educación politica nos hace ciudadanos capaces de disfrutar el tiempo libre: “un ciudadano es una persona que tiene capacidad para apreciar el arte, la ciencia, la historia y la literatura por sí mismos y por el bien que le reportan” (Dewey).
La escuela como laboratorio: Si la democracia es experiencia y la educación no es un asunto meramente académico sino también experiencia, Dewey no entendía la enseñanza de la filosofía sin la experimentación pedagógica. Por eso, su escuela, la que fundó, se llamó Escuela-laboratorio. “La educación como como de asegurar la continuidad de la humanidad, puede ser el laboratorio en el que la practica conduzca a una reflexión; es por tanto el laboratorio de la filosofía y la filosofía es, en este sentido una teoría general de la educación”. (Maite Larrauri – Max, 2012). Ya sabemos que con Kant y Pestalozzi se propuso crear lugares de experimentación pedagógica, se hizo necesario el seminario pedagógico; “nos hacen falta escuelas normales y escuelas de experiencia”, decía Kant. Así, las cosas, para Dewey, la escuela, la práctica pedagógica, no era solo el momento de las prácticas de los maestros aprendices, que se formaban en la Universidad; era el momento de poner a prueba los esquemas de pensamientos elaborados por la filosofía y la psicología: “no se trataba tanto de aplicarlos mecánicamente, sino de ponerlas a prueba, en tanto ideas orientadoras de la practica pedagógica. Y esto constituía un giro radical en la historia de las relaciones entre la pedagogía y los otros saberes: no sería la pedagogía un simple campo de aplicación de las verdades derivadas de la especulación filosófica o de la estrechez de los métodos de la psicología científica de la época; la esfera pedagógica cobraba un nuevo valor como ámbito de producción de conocimiento filosófico y psicológico” (Sáenz, J. 2004). No es la pedagogía la que se somete a prueba de las teorías psicológicas o filosóficas; es al revés, la psicología y la filosofía pasan por la criba de la pedagogía y son sometidas a prueba; allí son validadas, reformuladas o rechazadas. Actualmente, la forma como está diseñada y planeada la practica pedagógica esta aparecen como campo procedimental y metodológico (y muchas veces solamente es un asunto administrativo y burocrático). El papel de campo experimentador está desconocido en la mayoría de los desarrollos de la práctica pedagógica y en la forma de concebir la escuela. De esta manera se deja a un lado a los sujetos productores de sentido a partir de la intersubjetividad y la vida cotidiana, lo termina importando es el protocolo, la secuencia y la trasposición. Sobre de qué manera se produce saber y sentido en el espacio educativo y en la práctica pedagógica es algo que no pasa por las interrogaciones habituales.
Hoy el concepto de laboratorio se encuentra disperso en diseños educativos: el aula como laboratorio, la pregunta como laboratorio, la escuela como laboratorio; pero todas estas ofertas son modos de distorsionar el concepto de Dewey, en realidad se convirtió en un asunto de mercadeo, esnobismo y de muchas improvisaciones. Desconocen la estructura global en que la propuesta está articulada por el educador estadunidense. Pasa lo mismo con palabras que hoy se utilizan sin sentido como “aprender haciendo”, o aquella otra de “aprender a aprender”. Frases que con el afán de impresionar se quedan entre la tautología y pleonasmo. Sería saludable, a cambio, volver a aquello que constituía la dimensión dinámica de la educación: la relación experiencia – educación.
Experiencia – educación: Dewey se enfrentó a dos enfoques de la educación de su tiempo: los tradicionalista y los desarrollistas. En su obra Educación y experiencia (2004) ataca las dos posturas por considera que desconocen la importancia de la experiencia: “todo lo que pueda llamarse un estudio, sea la aritmética, la geografía, o una de las ciencias naturales, debe ser derivado de materiales que, al principio, caigan dentro del campo de la experiencia vital ordinaria” (Dewey). El asunto es que la pedagogía no se valida por test y psicometrías, sino por un trabajo de observación, reflexión y la reconducción constante de la pedagogía hacia experiencias educativas. La experiencia tendría dos cualidades: es continua y es interactiva.
La relación maestro – estudiante entran en una composición bastante delicada de entender, y aún, de explicar brevemente. Si la experiencia es interactiva, una de las interacciones es con el maestro: el problema no será que aprende, sino como lo aprenden, cuales son las condiciones. Se trataría de crear condiciones para este aprender. El maestro se hace necesario, porque él es el que sopesa las condiciones y las reconduce. En palabras de Saenz J. (2004): el maestro seria artista, académico y experimentador. Como artista desarrolla empatía en los alumnos, deseos, conoce capacidades; como académico, imparte una enseñanza; como experimentador conecta los deseos y los conocimientos con problemas para desarrollar el pensamiento. De esta manera se cultiva en cada uno el deseo de aprender. De esta manera, el pensamiento no sería producto ni de libros, ni de estructuras ya dadas previas por el individuo, ni de predisposiciones mentales; el pensamiento seria el resultado de unas condiciones creadas, los cuales generarían unos hábitos estables para que cada estudiante resuelve problemas actuales y futuros. Como en el baile, maestro y alumnos danzan juntos, pero los dos son llevados por una música que no les pertenece, y por tanto, tampoco pueden moverse a su antojo. (La metáfora de la danza es de Sáenz, 2004). Son envueltos por la experiencia del pensamiento.
John Dewey, fue el educador más enciclopédico del siglo xx: político, filósofo, psicólogo, activista social; educador de bachillerato, profesor universitario llevo todo su conocimiento a la configuración de la Pedagogía como ciencia. Crítico de los desarrollistas, de los tradicionalistas y de sí mismo. Esto hizo que los progresistas lo acusaran de conservador y los conservadores de progresista. Pero Dewey solo fue fiel al saber, a la educación y a la pedagogía. En Colombia sucedió lo mismo. Contribuyó al progreso de la educación en nuestro país; el Gimnasio Moderno desde 1914 difundió sus ideas; se construirá una educación social, distinta a la educación moralizante de los conservadores. Pero con la subida de los conservadores al poder, en 1946, se borró todo rastro de Dewey y con todo lo que pareciera idea liberal. Hoy el saber pedagógico ve en este educador la forma como la pedagogía se articula productivamente a los hallazgos de otras disciplinas como la psicología, la sociología, las ciencias de la naturaleza; a la politica, a la democracia y a la construcción ciudadana. Con Dewey podemos pensar un saber sobre la cooperación y la participación, la práctica pedagógica se haría, así, invención de saberes.
Link para la descarga:
https://compartirpalabramaestra.org/documentos/aliados/maestros-de-maestros/maestros-de-maestros-dewey.pdf
Fuente de la Reseña:
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/john-dewey-1859-1952
ove/mahv